La alegría se reconoce. No hace falta más que ver a alguien alegre para identificar esta sana emoción.
Si se quisiera documentar la alegría, podría hacerse un estudio neurológico, un análisis psicológico, sociológico, etológico, podría contextualizarse históricamente, o filosóficamente, y obtener, en cualquiera de estos casos, resultados valiosos e interesantes. Pero sucede con la alegría algo que no sucede con otras emociones, y es que basta con atisbarla para contagiarse de ella. Y no hay mejor modo de entender algo que sentirlo en carne propia.
Si se quisiera documentar la alegría, decimos, podríamos analizarla, someterla a los esquemas de la razón, desmenuzarla. Pero también podríamos, simplemente, retratarla. Eso hace Matt Harding. Nosotros os invitamos a contagiaros. ¡Sed felices!
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En tiempos como estos, en los que cada vez cuesta más sonreír, cosas como estas nos devuelven un poco la esperanza…¡gracias! 🙂