Pasión piropo

Los límites de la tolerancia cultural se mueven con los tiempos. Hay uno, uno importante que nos atañe a todos, que últimamente está desplazándose: el de la cosificación («híper-sexualización») de la mujer. Es ésta una tendencia que venimos sufriendo especialmente desde el estallido de la economía de consumo y el libre mercado: la mujer es utilizada como ansiógeno sexual, como objeto publicitario, con el fin de vender cualquier cosa.

En este «estallido», la identidad femenina se ha visto afectada, definida y redefinida por estos mecanismos de consumo, hasta el punto de que la propia mujer es con frecuencia quien abraza esa identidad híper-sexual y como objeto sexual actúa (y esto lo señalan numerosos grupos feministas). Eso es lo que ha visto, eso lo que conoce.

La gran conquista -en esto también parece haber consenso- está en la educación: la cultura debe evolucionar. Y no sólo igualando salarios, reconociendo méritos, o reivindicando libertades (y por supuesto condenando la violencia), sino muy especialmente en el ámbito de la pasión amorosa.

Hay una campaña en Madrid, en carteles y marquesinas, que tacha lo siguiente:

«Día de tía buena, maciza, dime cómo te llamas para poder pedirte a los Reyes».

Lo cual apostilla con esto: «Eliminar la violencia machista es una lucha de todos los días».

Foto: Ayuntamiento de Madrid

Quizás sea burdo. Quizás pueda resultar molesto. Pero innegablemente, el piropo tiene su espacio en la cultura amorosa: pequeños ingenios, excusas, pretextos para romper el hielo de la distancia y robar a la persona piropeada una sonrisa. ¿Deben eliminarse? ¿Todos?

De hacerlo, de dar este paso y aceptar que el piropo en sí -en tanto que proposición sexual- es condenable, estaríamos llevando la cultura, una vez más, en sentido opuesto a la biología. Porque pensemos en la sociedad individualista que tenemos: los menguantes índices de natalidad, el imperio de la pornografía, el número creciente de divorcios y familias monoparentales, Internet como reducto para la seducción, el amor como ranking de selfies, la ansiedad y los ansiolíticos, el vivir solos… El piropo parece casi más el antídoto que el veneno.

A lo mejor encontramos piropos con los que las mujeres se sientan cómodas. Y ahora estaría mal decir que ojalá vinieran con manual de instrucciones.

1 comentario

  1. troupe del cretino dice:

    Condenar el piropo burdo, humillante… ¡claro que sí!, pero el piropo (que, etimológicamente, sería «echar fuego por la boca»)… ¡eso sí que no! Piropo es poesía: Petrarca, Ronsard, Garcilaso y también, por ejemplo, desde «me muero por tus huesos» hasta «¡La Macarena de paisano!». ¿Cuándo dejarán los progres puritanos y prohibidores de todo de querer matar la cultura, la lengua, los modos castizos y populares? A este paso bien próximo está el neo-lenguaje orwelliano y las conductas de plástico al cien por cien bajo el yugo, ¡atroz!, del consumismo maníaco, la masificación acrítica y la más repugnante, vil, fanática y enmascaradamente totalitaria hipocresía socio-política. Por el amor de Dios, ¡aire puro, libre y espontáneo en nuestras relaciones y en nuestros pulmones! ¡Viva el amor y la poesía y abajo todos los Savonarolas, con o sin diabólico capuchón!

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