La derrota de España
No se engañe nadi, no,
pensando que a de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo a de passar
por tal manera.
Jorge Manrique. «Coplas por la muerte de su padre»
1) PRESENTACIÓN DEL PROBLEMA
Si Unamuno viviera ahora, cuanto afirmaba a propósito de los toros, lo aseveraría del fútbol. Nada tenía Unamuno contra los toros, pero sí se quejaba de que los españoles le dedicaran tanto tiempo, demasiado, en sus conversaciones y, en definitiva, de que lo perdieran. Unamuno era un buen cascarrabias. Y como tantos cascarrabias, solía llevar razón.
Si Ortega y Gasset viviera ahora, su visión panorámica de águila no le hubiera hecho ascos al fútbol ni se le hubieran caído por ello los anillos de gran intelectual. Todo lo contrario. Atento como siempre permanecía a la sociología y a las masas en el siglo de las masas, en las consideraciones de este deporte y de cuanto le gira en torno, habría encontrado el deleite intelectual que caracteriza a todo gran pensador. Para nuestro filósofo («primero de España y quinto de Alemania», como le definió Evaristo Acevedo), España y su historia se explican y comprenden desde la fiesta de los toros. Los toros son el termómetro de la actividad nacional. Ortega, además, era muy buen aficionado. Hoy en día, habría afirmado otro tanto, pero donde dijo «arte o fiesta de los toros», diría ahora «fútbol».
En un país como el nuestro, tan acosado por unos nacionalismos pletóricos de vigor y cargados de moral y de argumentos -ciertos o falsos- frente a los rubores, temores e indecisiones de quienes aún creen -un poquitín, al menos- en España, el fútbol y más precisamente la selección española han sido, en estos últimos tiempos. el único motivo aglutinante, frente a las tendencias territoriales marcadamente centrífugas generalizadas, de la sociedad española y el único motivo de orgullo nacional. Aunque sólo fuera por esta razón, el fútbol debiera interesarnos. Y mucho. «Hemos logrado ser nación a través del fútbol y eso es extraordinario», afirma, desprejuiciadamente y sin sonrojos, Edurne Uriarte en su columna de ABC (24/6/2014).
Debido a que unas muy sólidas infraestructuras futbolísticas han ido dando sus frutos -tanto es así que la Federación Alemana de Fútbol se ha interesado por nuestra manera de hacer y ha tomado ideas prestadas para su propio desarrollo-, a que una serie de entrenadores ha sabido aprovechar unos cursos federativos de indudable calidad, a que España salió de su aislamiento político con su ingreso en la Unión Europea, amén de la pasión que el fútbol siempre suscitó en nuestro país, cifrándose todo ello en la consecución de importantes títulos por parte de nuestras selecciones olímpica e inferiores y, posteriormente, en una generación de excelentes jugadores, muy técnicos, muy confiados en sus propias posibilidades, de los cuales muchos militan además en importantes clubs extranjeros; debido a todo ello, digo, y a lo innegable de batutas sólidas como la de Luis Aragonés o Vicente del Bosque, la selección absoluta ha dado enormes satisfacciones a la sociedad española: un campeonato de Europa (el segundo tras aquél del gol de Marcelino frente a, como se decía entonces, Rusia), un Mundial y un tercer campeonato de Europa, todo ello de forma consecutiva, en sólo cuatro años, del 2008 al 2012. » … aquí se han hecho muy bien las cosas en el deporte en general y particularmente en el fútbol. Hay muchos avances en cuanto a formación de jóvenes entrenadores que han aparecido, instalaciones deportivas y mejores campos… Todo lo que rodea el fútbol se ha profesionalizado» (Entrevista de Vicente Yusta a Vicente del Bosque en el especial ABC con motivo de los Mundiales, publicado poco antes de su comienzo.). No sólo eso, sino que, gracias al fútbol y a esos triunfos, la gente, sobre todo la gente joven, siendo este hecho de crucial importancia, extraía de su origen o pertenencia, de su nacionalidad, un motivo de grandísima alegría, manifestada en exhibición de banderas españolas, ostentación de camisetas y, a falta de himno nacional que pueda cantarse, aquella cantinela de «¡Yo soy español, español, español» entonada sobre la melodía, si no yerro, de la danza y canción «Kalinka», ¡de origen georgiano!
Por encima de derechas e izquierdas, más allá de preferencias políticas, siempre viciadas, las selecciones nacionales representan a todo un país y sus triunfos lo cohesionan y llegan incluso a sublimar sus carencias, deficiencias, tensiones y luchas. Sus derrotas, por el contrario, pueden agravarlas, al ponerlas de insoslayable manifiesto.
Las selecciones superan la quiebra de derechas e izquierdas, esto es las rivalidades políticas y sociales, ciertamente, mas -y pregunta y respuesta son de vital importancia para el caso español- ¿logran preterir o, cuando menos, aliviar las disputas territoriales, vencer las fuerzas disgregadoras y separatistas, ese engañoso «derecho a decidir», presentado como impoluto e irrefragable derecho de los pueblos?
España, irreprochable campeona del orbe y de Europa en las dos últimas ediciones, en su presentación ante Holanda en este último campeonato del mundo, cayó ¡por 1 a 5! Y ello cuando Del Bosque afirmaba unos días antes en la entrevista citada más arriba que «Hay muy pocas goleadas en los Mundiales de ahora, muy pocas. De cuatro para arriba, es imposible». Cinco días más tarde volvía a conocer otra cruel derrota; lo hacía frente a Chile por 0 a 2, quedando así automáticamente eliminada y ofreciendo, por más que la holgada victoria ante la modesta Australia edulcorara algo su salida del campeonato, una impresión lamentable de mengua física y ausencia de reacción. España se mostraba como una potencia súbitamente decadente, exhausta y acabada. Súbitamente, insistimos, pasaba de ser la primera a, eso sí momentáneamente, la trigésimo-segunda. Puede parecer difícil, harto difícil, explicar tan rápida mutación, tal caída tan acelerada al abismo. De hecho han sido muchos, y algunos variopintos, y en nuestra opinión todos ellos falaces, cuantos motivos se han apuntado o argumentos se han esgrimido.
Las razones, creemos, o, por mejor decir, estamos convencidos si bien desearíamos estar equivocados, no son de orden deportivo, sino de índole política con incidencia directa en la psique de los jugadores considerados individualmente y también en colectividad, esto es la selección, el equipo nacional, expresándose todo ello en una conducta y un rendimiento, ambos, deplorables.
Que España haya fallado tan estrepitosamente en el Campeonato del Mundo, se debe a la descomposición territorial que afecta a nuestro país; es reflejo de ese desmembramiento y, así, necesariamente, se ha producido lo que no podía no darse. En otras palabras, la humillante e indecorosa derrota de España representa la más fidedigna imagen, el genuino símbolo, los pródromos del resquebrajamiento imparable de su unidad y, en definitiva, de su ulterior desaparición como nación. A demostrarlo, o al menos a intentarlo, vamos a aplicarnos en las líneas sucesivas.
Mas, para ello, en primer lugar, hemos de rebatir las razones esgrimidas para dar sentido y explicación a esta debacle sin paliativos.
2) EXPLICACIONES DE LA SEVERA DERROTA
a) La falta de renovación, de cambios. En ello cifra Eduardo Punset su argumentación. Cabe contraargumentarle que hasta ese momento, tal y como recordó del Bosque aludiendo al amistoso contra Italia jugado poco antes, el 5 de marzo del 2014, en que España ganó por 1 a 0 («Las señas que hemos dado últimamente no son malas. Hablo del partido de Italia, en que dimos una sensación buena, con espíritu competitivo pese a que el encuentro estuviera encajonado entre la Liga y la Champions», en el citado especial Campeonato del Mundo de ABC, previo a su celebración) y tal y como se demostró en el partido inmediatamente anterior al Campeonato frente a El Salvador, la selección funcionó adecuadamente y no ofreció síntomas de agotamiento o de dejación. Así las cosas, ¿por qué cambiar, mas sobre todo hacia dónde y cómo dirigir el cambio? Nadie posee en este mundo el don de la presciencia y los cambios, cuando se dan, se producen «a toro pasado».
b) Agotamiento físico. En especial por lo que hace a los jugadores del Atleti de Madrid y del Real Madrid, apurando el calendario hasta el último partido de la Liga (caso del Atleti) y la final de la Liga de Campeones o Champions (ambos equipos citados). Sin embargo, Iker Casillas, como todo el mundo sabe, había jugado relativamente poco durante la temporada; Sergio Ramos atravesaba un momento espléndido y fue gracias a él cómo el Madrid pudo proclamarse campeón de la Champions frente al equipo atletista; Xabi Alonso, por acumulación de tarjetas, no disputó aquella final. En cuanto al Atleti, por no disponer de las plantillas del Madrid o del Barça entre otras cosas, es bien cierto que el agotamiento le hizo perder la gran final de Lisboa, mas si nos atenemos a sus efectivos de la selección, veremos que Juanfran era, a priori, suplente; Koke no mostró signo alguno de cansancio, sino más bien todo lo contrario; de Villa no puede afirmarse que la temporada lo hubiera exprimido y, además, no disputó los dos primeros partidos de la selección español contra Holanda y Chile; a Diego Costa se le puede reprochar falta de garra y de confianza en sí mismo, pero no fatiga. En cuanto a los demás jugadores, militan en el Barça o en clubs extranjeros. El hecho de que los futbolistas del Barcelona disputaran hasta el último momento del último partido la Liga al Atleti, llegaran a la final de la Copa del Rey y a cuartos de la Champions, no es razón suficiente y, en cualquier caso nadie habló de extenuación de sus miembros. Por otra parte, también, por ejemplo, los jugadores del Bayern alcanzaron la semi-final de la Champions y todos sabemos que el fútbol alemán, el británico y el italiano donde militan mayormente nuestros futbolistas emigrados, son de gran exigencia. Además, para un profesional, esa tensión del espíritu y esa exigencia física son garantía de rendimiento. Los futbolistas de la selección estaban mentalizados para llegar hasta el final y ese final no concluía con la Liga o la Champions, sino que lo hacía en la cita mundialista. Oigamos nuevamente a del Bosque (especial ABC previamente citado), quien precisamente a la pregunta de si «¿A la selección española le perjudica que los equipos españoles hayan llegado a las finales en Liga Europa ( el Sevilla, campeón y el Valencia, semi-finalista) y Champions (Atleti de Madrid y Real Madrid)?», responde: «Es positivo… Hay que beneficiarse y poner en valor esos hechos. Tenemos una semana de retraso con respecto al resto en lo que a preparación se refiere, pero va en beneficio de jugadores que al final han sido campeones. No creo que eso sea un problema», con lo cual del Bosque viene a decir que esa supuesta desventaja física queda obviada y superada por una ventaja moral indiscutible.
También, a este respecto, podemos recordar cómo Kiko (Narváez), comentarista del partido Holanda-España, en Tele 5, expresaba su perplejidad ante el resultado contraponiendo el bajo rendimiento de España al hecho de que, por ejemplo, Sergio Ramos y Jordi Alba habían llegado en plenitud de forma. De este último afirmó que corría por la banda «como una moto».
Citemos aquí también al propio del Bosque (especial de ABC previamente citado): «En los últimos partidos se ha jugado bien e incluso muy bien en algunos momentos. No hay síntomas de agotamiento, en absoluto».
c) Las lesiones. Se dudó hasta el último momento de la conveniencia de llevar a Diego Costa o de dejarlo en casa. Si sí se hizo, fue porque los informes médicos, cuando menos, no lo desaconsejarían. Se prescindió de Navas, desgraciadamente, porque no pudo jugar el último tramo de temporada por una dolencia. Otro tanto, si no voy errado, ocurrió con Arbeloa. De todos los otros no había motivo alguno de preocupación al respecto. En cuanto a las lesiones sobrevenidas en el transcurso del campeonato, la enorme calidad de los veintitrés seleccionados hubiera sido motivo más que suficiente de tranquilidad, siendo esto último algo de lo que no muchas otras selecciones podrían vanagloriarse.
d) Lo previsible de su juego. También fue España previsible en el 2010 y ganó. Y en el 2012 y también ganó. ¿Cómo puede concebirse, por otra parte, que un equipo trastoque su idiosincrasia para que el rival no pueda prever su juego y para poder tomar desprevenido al enemigo? Ello equivaldría no sólo a una gran falta de confianza en sí mismo, sino además y sobre todo a vivir a expensas del rival. Un campeón, si quiere seguir siéndolo, no puede comportarse así.
Que la forma de desenvolverse de los españoles era bien conocida, no puede negarse, pero de ahí a afirmar que, desde ese conocimiento, se podrían neutralizar sus virtudes o que, de seguir España manteniéndose fiel a su estilo, estaba firmando su sentencia de muerte, hay un gran trecho. En cualquier caso, esto de lo previsible de su juego como explicación de la debacle se nos antoja excesivamente simplista. También son harto previsibles Djokovic y Nadal y ganan prácticamente siempre. También era previsible García Márquez y no por ello dejaba de triunfar y de cosechar buenas críticas. También eran previsibles los Tercios y fueron invencibles… hasta Rocroi, claro está, pero es que en Rocroi ya se hace insostenible el predominio militar español, a pesar de su superioridad técnica y táctica porque en Rocroi se manifiestan los graves problemas, desmoralización y agotamiento de la sociedad española que hasta ese momento las victorias en los campos de batalla habían ocultado y aplazado. El fútbol es la guerra por otros medios, una suerte de guerra pacífica; las selecciones son los ejércitos, pacíficos también. Hay un indudable paralelismo, por lo que hace a España, entre cuanto sucedió en Rocroi y en Maracaná, en que el 0-2 frente a Chile consumó el fin de un período.
e) Futbolistas ahítos de títulos y de dinero. Un profesional de la competición nunca queda saciado y sólo renuncia por el triste imperativo de la edad. No son raros los casos de futbolistas que, por no querer dejar la competición, aun teniendo la vida más que resuelta, se enrolan en clubs cuyo historial y calidad no pueden desde luego reverdecerles los laureles. Di Stefano, el gran Di Stefano, el mejor jugador de todos los tiempos, sería un buen ejemplo de ello.
No obstante, en la ya mencionada entrevista, del Bosque parece dejar traslucir una cierta inquietud. A pesar de que «las señales que da el grupo son buenas», «nos preparamos para que no ocurra nada extraño. Sobre todo que no pase en aquellos que son mayores que han ganado todo, que tienen éxitos tanto en su club como en la selección. Son jugadores que han superado siete, ocho o nueve fases para Eurocopas o Mundiales. Todos esos, si responden, arrastran a los jóvenes». Pero, ¿y si no respondieran? Del Bosque afirmará luego que «no hay que cargar todo sobre ellos (los veteranos)». Da pues la impresión de que Del Bosque lo haya previsto todo, bueno o malo, y ante lo que pudiera revelarse negativo, haya buscado de antemano una solución. Insiste: «Una Copa del Mundo tiene mucho eco y a nadie le gusta perder ni jugar mal. Todo el mundo quiere que seamos un equipo, queremos ganar… Yo creo que estamos todos repletos de buenas intenciones, de eso no se puede dudar…», para concluir que la mentalidad y el espíritu de la selección son competitivos.
En cuanto al aspecto económico… ¿quién dijo aquella verdad de que nunca se está lo suficientemente delgado ni se tiene suficiente dinero? De haber vuelto a triunfar, cada jugador habría ganado ¡700. 000 Euros! Por mucho dinero que se tenga ya, a nadie le amarga un dulce. ¿Quién no lucharía por obtenerlos? En fin, que seguir argumentando resulta más que ocioso.
f) La vejez de la selección. Aquí el propio del Bosque se muestra tajante, asistido como se sabe de la razón. En la ya citada entrevista, declara que la suya no es una selección vieja, que si se excluye a los porteros por no tener influencia directa en el juego, «el único que tiene 34 años es Xavi Hernández. Xabi Alonso y Villa tienen 32. Y luego tienen 30 Andrés Iniesta y Fernando Torres. Los demás están por debajo, con lo que de veinte jugadores de campo, sólo tres superan los 32. No se puede decir que esta selección sea veterana… Insisto en que los problemas, si vienen, no son porque este equipo sea viejo. Es un equipo joven… Hablemos de Javi Martínez, Azpilicueta, Piqué, Busquets, Pedro…
Así pues, no hay tal vejez. El argumento de la edad avanzada no se sostiene.
g) Lo inadecuado de Diego Costa. Debido a sus lesiones, Diego Costa fue sustituido en sus dos últimos partidos con su club. Sin embargo, aun apurando al máximo, afrontó el Mundial recuperado. Los reproches a su rendimiento no atañen a su forma física, sino más bien a su actitud, a su forma mental. La verdad es que, desde que se estrenó con la selección, en el seno de ésta, no ha dado pie con bola: con ni un solo gol en su haber, siendo como es goleador en la liga y ocupando indiscutiblemente el puesto de delantero centro, se le ha visto siempre perdido, desnortado, incómodo, sin hallarse. Sin embargo, en Brasil, tenía que romper definitivamente. No fue así y no lo fue, en nuestra opinión, por razones sentimentales o afectivas. Diego Costa es brasileño de origen, nacionalizado español por razones profesionales o, si se prefiere, comerciales, pues ello favorece su movilidad y sus contratos en Europa y aumenta así sus posibilidades de ganar más dinero, como ha denunciado un dolido Scolari, quien lo reclamó insistentemente para su selección, teniendo que alinear al final a un ineficaz Fred. Pero si Costa no llegó a cuajar tampoco con la selección en su cita mundialista, fue, creemos, por estar cohibido. Un brasileño renunciaba a su patria y, con una nacionalidad suplantada, se presentaba precisamente en Brasil, ante sus ex-compatriotas, suscitando en ellos el rechazo. El público le silbó y abucheó sistemáticamente cada vez que tocaba el esférico. El futbolista no es sólo una máquina de ganar dinero; también, como el Julián de «La verbena de la paloma», «tiene su corazoncito y lágrimas en los ojos y celos mal reprimidos». Y, claro, por muy flemático que se sea (y Diego Costa no es flemático), hay cosas que duelen mucho. Diego Costa estaba así desplazado, fuera de lugar y de ahí su inadecuación, debida pues a razones psíquicas más que estrictamente deportivas. Cuestión de pertenencias, de patrias. Sentimientos contradictorios. Ambivalencias difícilmente asumibles. Su caso, si bien distinto, no es único en nuestra selección, como luego se verá; también entre los nuestros, se da un «sentimiento de pertenencia especial». Nos estamos refiriendo, claro está, a los futbolistas catalanes.
h) Casillas, el capitán y guardameta, estaba «frío». Qué duda cabe de que Iker Casillas se mostró en todo momento lamentable, propiciando unos goles que no hubieran debido ser tales, hasta el punto de que se puede afirmar que él fue el mejor delantero de los rivales. Cierto es que ya, frente al Atleti, en la final de la Champions, no anduvo muy católico. Sin embargo, en nuestra opinión, su deplorable actuación no exime de responsabilidad a los demás. Por otra parte, y es aquí, pensamos, donde incidimos en lo realmente importante, donde, como se dice, «ponemos el dedo en la llaga», Casillas es el capitán, esto es representa a todo el equipo y ese equipo representa a toda la nación; Casillas es representante de representantes, símbolo de símbolos. A él toca por tanto, como capitán que es, desde el punto de vista psíquico, ser el primer afectado por una situación de degradación. Como capitán, precisamente, le corresponde poner orden y, haciendo de tripas corazón, preservar la moral de sus tropas, siendo su deber ser el primero en creer en la victoria. Sí, pero llega un momento en que la farsa no puede mantenerse por más tiempo y, por muy responsable y consciente que se sea, se produce la depresión porque se ha perdido la fe y ya no se puede fingir por más tiempo. Cuando en una batalla ( y un partido es una batalla, eso sí pacífica), los mandos se desmoronan por verlo ya todo perdido, se produce la desbandada de la tropa, presa del pánico. «¡Que nos copan!» y pies, ¿para qué os quiero?
i) El Barcelona, eje de la selección, no rindió en esta temporada. En El País (19 de junio 2014), Luis Martín escribe: «… no son pocos los que vinculan el batacazo (de la selección)con la caída del Barça, eje de la selección…» . Hasta el punto de que se ha hablado también de debacle de los culers. Cierto es que el Barça, con su potencial económico, con su plantilla y con su muy reciente historial, defraudó, pero a estas alturas qué aficionado español no desearía que la selección lo hubiese hecho al menos como el Fútbol Club Barcelona en la Liga (que no alcanzó por poco, perdiéndola en los últimos minutos del último partido), en la Copa del Rey (fue finalista) e incluso en la Champions (llegando a cuartos de final frente a la eliminación de España en la primera fase). No hubo batacazo barcelonista.
El Barça cuenta, y mucho, en la selección, pero no sólo cuantitativamente por su elevado número de seleccionados, o por su contribución cualitativa de excelentes jugadores, sino por razones de índole política y por tanto afectiva o, si se prefiere, psíquica. De ello se hablará más adelante.
Vayamos ahora con las razones que han dado algunos de sus protagonistas. Si descartamos las que son meramente descriptivas, anodinas o sencillamente perogrulladas y que no van más allá de la constatación del daño y de la disculpa, atenderemos exclusivamente a las de Xabi Alonso.
j) Los motivos de Xabi Alonso. «La cuota de éxito y alegría estaba cumplida y agotada», con lo cual alude a un supuesto cansancio psíquico, a la saciedad o incluso saturación. No lo compartimos y a las argumentaciones expuestas más arriba remitimos. La energía psíquica que posibilita éxitos y garantiza alegría y vitalidad no son cantidades fijas o recipientes de capacidad fija y limitada.
Y sin embargo, bien miradas las cosas, si profundizamos, no va desencaminado Xabi Alonso. Del Bosque define los Mundiales como «la fiesta del fútbol, la fiesta absoluta» y añade luego: «Por eso nos debemos sentir entusiasmados con estar en esta fiesta». Por tres veces aparece la palabra «fiesta». Y fiesta es alegría, ésa que menciona Xabi Alonso. España estaba en la fiesta, sí, pero como ese comensal de la parábola evangélica de los invitados a la boda (Mateo 22, 2-14) que, por no asistir adecuadamente vestido, por su falta de decoro, por su no «saber estar», es expulsado de ella. ¿Adónde? Ciertamente a las tinieblas exteriores, donde » habrá llanto y crujir de dientes».
España carecía de esa alegría de grupo que sólo puede proporcionar la cohesión y, sobre todo, en el caso de una selección nacional, el sentimiento emocionado y la convicción firme de representar a una nación.
Prosigue Xabi Alonso: «Mentalmente no estábamos preparados…» Xabi Alonso alude a circunstancias, a razones coyunturales. Nosotros cambiaríamos ese «mentalmente» por «anímicamente» e incluso por «patrióticamente». Sí, insistimos: no había ya sustrato patriótico en la selección. Esa cuota, la patriótica, era la realmente agotada y sólo ella explica la grandísima tristeza, el juego profundamente melancólico, deprimido, de España. Prosigue Xabi: «Hemos perdido solidez, empaque y saber estar… No nos veíamos reflejados en el campo».
Triste, muy triste es también que le venga a uno a la memoria el comportamiento de la selección en el Mundial de 1982, celebrado en España. A un tenso y dolido Santamaría, seleccionador nacional, sólo se le ocurría, para justificar a sus jugadores y a sí mismo, decir que «los muchachos han sudado la camiseta». Del Bosque, tras declarar que «no tenemos ninguna disculpa», añade que «cabe resaltar el esfuerzo. Creo que han corrido» (El País, jueves 19 de junio). Ese «hemos corrido» es, cuando menos, discutible, pero es que nos retrotrae a la falaz justificación de Santamaría, con sus sudores. ¿Dónde queda el toque, la técnica, el preciosismo y virtuosismo, el elegantísimo estilo, la inteligencia exhibida por España en los últimos años, todo cuanto precisamente había arrojado al baúl de los recuerdos eso de la «furia española», que no era más que un disfraz retórico con que cubrir nuestra desnudez? Como afirma el Marca (19 de junio del 2014), «la selección perdió en Brasil las señas de identidad que la llevaron al éxito».
En cualquier caso, cuantas explicaciones se han dado al desastre, tanto desde dentro como desde fuera de la selección, responderían como mucho al cómo, mas no al por qué. Para ello hay que profundizar, no limitándose a lo estrictamente deportivo, sino zahondando en lo político. Es ahí donde, en nuestra opinión, reside la clave. Lo político acaba por incidir siempre en la psique, en el ánimo.
Antes de ello detengámonos unos instantes en la ilusión que suscitaba nuestra participación en este Mundial de Brasil, tan bien reflejada en la publicidad.
3) LA PUBLICIDAD
A estas alturas, uno echa la vista atrás y ve, en antiguos números de diarios y revistas, los anuncios protagonizados por los jugadores de la selección. «¡Vamos a ganar!», proclaman aún ahora desde los quioscos de la Once. Se antoja cruel sarcasmo. Otro anuncio de complejos vitamínicos muestra escalonadamente a unos futbolistas (Torres, Casillas, Sergio Ramos, Xavi Hernández, Iniesta, Pedro) que, precisamente, han carecido de vitaminas, de energía, de eso que en inglés se llama stamina, de esa pasión sin la cual nada grande puede ser creado, en opinión de Hegel. Y no va desencaminado el chico.
En otro de ellos Iker Casillas aprieta los puños y canta victoria tras de dos Hyundai. Reza el anuncio: «Si tu selección marca, tú ganas» y se nos informa de que «1 gol = 1 cuota menos» hasta «15 goles = 15 cuotas menos». Cuando uno piensa que el gran Casillas, San Iker (¡si hasta en la ciudad griega de Nauplios, hace nueve años, en el 2005, un viejo pope barbado y perfumado, al que ni le faltaba el moño torero, sabedor de nuestra nacionalidad, evocaba con emoción las paradas de Casillas por mejor complacernos!), ha encajado siete goles en dos partidos… Si Hyundai quisiera lisonjear al potencial comprador, habría tenido que especificar que esos goles «con sus cuotas descontadas» se referían a los encajados por Iker y no a los marcados por España a sus rivales.
El anuncio de los seguros Pelayo muestra en un primer plano a un inhabitual, por sonriente, Del Bosque; en un segundo plano aparecen hasta once jugadores de la selección (Busquets, Sergio Ramos, Costa, Pedro, Torres, Xabi Alonso, Piqué, Xavi Hernández, Jordi Alba, Iniesta y Casillas), sonrientes también, con los sobres de Pelayo en las manos como si se tratara de partituras. Parece aquello un anuncio de «Los chicos del coro». Hay en el ambiente una bella alegría y casi una enternecedora ingenuidad.
El de Iberdrola nos presenta a un Iker, un Jordi, un Xavi, un Diego Costa y un Azpilicueta, abrazados y felices, aclamados por delante y por detrás por la multitud. Reza el anuncio: «Buena energía» y en caracteres más pequeños: «La Seleción lleva años dándonos buena energía. Y ahora, se la vamos a devolver». La pregunta es si realmente ha habido «buena energía». Sí, es cierto que «la Selección lleva dándonos buena energía». Pero hasta hoy. En nuestro país no hay una buena energía. Dejando de lado la crisis económica y la desconfianza creciente del pueblo hacia los políticos y la «partitocracia» y, centrándonos en la cuestión territorial, en España, insistimos, no hay «buena energía». Es más, cada vez es más negativa y cada vez el ambiente se nos aparece más enrarecido.
4) MAL DE MUCHOS…
Posiblemente por aminorar la magnitud del desastre, por aquello de que «mal de muchos, consuelo de tontos» (y todos, mientras no se demuestre lo contrario, somos bastante tontos), se han establecido correspondencias con situaciones similares vividas por otras selecciones. Así, Hugo Cerezo, en el Marca del 19 de junio del 2014, bajo el epígrafe de «Paralelismos con Francia», escribe: «También somos la quinta selección que, siendo campeona, no llega a los cruces de octavos y tiene que hacer las maletas con apenas tres partidos jugados, en este caso dos… Quizá lo vivido por España se asemeje más a la Francia de Japón y Corea, que se presentó en aquel Mundial con el mismo equipo que ganó consecutivamente el Mundial del 98 y la Eurocopa del 2000».
Sí, ello es innegable, mas es asimismo innegable que este paralelismo se presenta tan sólo adecuado hasta cierto punto. La eliminación de Francia no adquirió tamañas dimensiones de vergüenza. Todos sabíamos que era dificilísimo volver a ganar el Campeonato, comenzando por el propio Del Bosque, quien declara en la entrevista ya citada del especial de ABC: «Nos tenemos que preparar para algo muy duro… No podemos pensar que somos campeones del mundo y que eso vale. Puede servir como autoestima, pero hay que reconocer la dificultad… Que (la estrella de campeones del mundo) no nos aturda, que no nos vuelva locos, que no nos confunda». Todos sabíamos que incluso el pase a octavos no sería fácil, coincidiendo con una Holanda y un Chile poderosos, tal y como afirma Del Bosque en la misma entrevista: «… Chile, Holanda Australia y todo lo que venga son rivales muy difíciles». No se superó la primera fase, pero además, y sobre todo, la selección quedaba eliminada automáticamente tras su segundo partido, habiendo encajado cinco goles en su primera comparecencia, donde fue ridiculizada y humillada. A la pregunta de si en un Mundial no puede darse más de un partido malo, del Bosque responde: «Bueno, o sí. Lo que hace falta es que en ese partido malo encontremos recursos para sacarlo adelante y corregirnos». Sin embargo, esos recursos para invertir la situación brillaron por su ausencia. Precisamente debido a esa falta de reacción que denunciábamos más arriba, por no saber sobreponerse, España cosechó el fracaso general, tras la paliza inicial frente a Holanda. «Todo lo que venga», dice Del Bosque, empleando con acierto el subjuntivo. Imaginemos que hubiera usado el futuro simple de indicativo: «Todo lo que vendrá»… aún hubiera dolido más.
El Marca señala también cómo, además del ya citado caso francés en el 2002, Italia en 1950, Brasil en 1966 e Italia en el 2010, no pasaron de la fase de grupos. Hasta aquí la Memoria Histórica. Recurramos ahora a la Memoria Crítica y preguntémonos si esas selecciones cayeron tan estrepitosamente como nosotros. Así, tras los cinco goles encajados ante Holanda, la portada del rotativo L´Équipe ostentaba un revelador «INVRAISEMBLABLE» («inverosímil»). Insistimos: que España perdiera, caía dentro de lo plausible, pero que cayera de esa forma y se mostrara carente de todo espíritu de reacción y lucha, en estado de abulia melancólica, de acidia, eso es lo que se presentaba «inverosímil».
Al palmarés de España como selección desde el 2008, sumándole los éxitos de nuestros jugadores exportados que triunfan en Italia, Alemania y Reino Unido, así como las victorias acaparadas por clubs españoles en las competiciones europeas ( Real Madrid en la Champions y Sevilla en la Liga Europea) frente a finalistas (o semi-finalistas) también españoles (Atleti en la Champions y Valencia, semi-finalista, en la Liga Europea), no le correspondía el batacazo sufrido en Brasil. Este cómo de la derrota y en este contexto incontestable de éxitos es lo que ha causado general estupor y auténtica consternación.
El hincha brasileño, ya satisfecho con ese 3 a 0 infligido a España en la final de la Copa Confederaciones en el verano del 2013, no perdió ocasión de hacer leña del árbol caído hispano por representar a priori nuestra selección el rival más terrible. Cuando España afrontó su último compromiso frente a Australia, en las gradas del estado de Curitiba se pudo leer la siguiente pancarta, referida obviamente a nuestra selección: «Somos la risa del mundo». De campeones mundiales a objeto de mofa, mundial también. El texto no lo redactó un hispanohablante pues en nuestra lengua se dice «el hazmerreír». En cualquier caso el texto estaba claro y además llevaba más razón que un santo. Aquella pancarta, aun concebida y enarbolada por el rival -o quizá precisamente por ello, pues los de fuera consideran las cosas con mayor perspectiva y menos mecanismos de defensa-, daba en el clavo. Desde hace unos años, y somos generosos al acotar tanto en el tiempo, desde el plan Ibarretxe y el nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña, alentado por el mismísimo Presidente del Gobierno Central, pasando por aquello de lo discutible del concepto de «nación» y un larguísimo etcétera, España viene siendo el hazmerreír de Europa y del mundo. Forzosamente, en un Campeonato de, precisamente, el Mundo, la selección española ha de acusar el estado de cosas, la indefinición y pusilanimidad de la clase política nacional, en definitiva ha de hacer el ridículo y convertirse en el hazmerreír de todos.
5) UN GIGANTE CON PIES DE BARRO
Somos conscientes de que se nos puede contraargumentar que la tensa situación político-territorial en España viene de lejos y que si se diera una relación causa-efecto entre tendencias centrífugas y rendimiento futbolístico, la selección no hubiera ganado sus dos Campeonatos Europeos ni el Mundial de Sudáfrica. Repliquemos a ello, en primer lugar, con una obviedad, que es que, en sociología, no hay relaciones unívocas, previsibles siempre y certeras como en una reacción química de laboratorio de centro de enseñanza. La sociedad humana y el individuo son de enorme complejidad y es imposible conocer y controlar todas las variables que intervienen en las conductas colectivas, así como que es insoslayable el proceder por aproximaciones.
Digamos, en segundo lugar. que -como ya apuntábamos previamente- en España se han creado unas irreprochables e impecables infraestructuras que han dado en coincidir con una generación de futbolistas excepcionales, acompañada de otra de sabios entrenadores. Que, sumado a ello, el desarrollo económico desde nuestra entrada en el concierto europeo de naciones, junto con el tamaño de nuestro país (grande para lo que es Europa; el segundo de la Unión Europea) y su número de habitantes (46 millones), estaban demandando un reflejo en lo deportivo y, sobre todo, en lo futbolístico y que era o «ahora (por hace unos años) o nunca ya» el momento de llevar a efecto ese deseo, esa necesidad, esa exigencia social. Si el sentimiento de inferioridad en el contexto internacional se había superado, no cabía ya en términos deportivos. Es, por otra parte, cuanto expresa Del Bosque en la ya mencionada entrevista: «… un país muy futbolero que siempre había estado alejado de los primeros puestos. España tenía un complejo ancestral que no había superado con el paso de los tiempos, hasta que esta nueva generación ha conseguido todo lo que ha conseguido».
El deporte es sociología. Quedaban atrás el cuarto puesto de Mariano Haro y sus cuatro platas en los mundiales de Cross. Quedaba atrás también, a defecto de auténtica maestría técnica, la «Furia Española». Era ¡por fin! la hora de Fermín Cacho, Nadal, Amaya Valdemoro, etc. y el fútbol español, más allá del Real Madrid, club que no nación y grande, sin menospreciar a sus futbolistas nacionales, gracias a sus fichajes extranjeros.
La selección fue, por fin, un verdadero gigante, mas… con pies de barro. Paralelamente al nuevo rumbo de nuestro deporte y nuestra sociedad y dentro de ella se agitaban con denuedo, perseverancia y encono los nacionalismos disgregadores.
6) DESAFECCIONES Y DESAIRES
Consideremos, sin respetar el orden cronológico, algunos hechos reveladores por lo que hace a nuestra perversa falta de unidad.
a) El caso Oleguer. Oleguer es un buen jugador. Milita en el Fútbol Club Barcelona. Es independentista. Convocado por Luis Aragonés en el 2005, rechaza militar («Me negué a jugar») en una selección que no considera suya. «Le dije a Luis que era mejor que fueran otras personas con más implicación». Desde luego a Oleguer ni se le puede acusar de hipocresía ni se le puede negar tacto y discreción pues evitó el escándalo y la vociferante propaganda separatistas; tampoco se le puede reprochar deslealtad hacia el seleccionador nacional, de quien afirmó: «Fue franco y honesto conmigo». Afirma Oleguer que «sé que ha habido más casos como el mío, seguro, pero con ellos no se ha hecho tanta polémica». («ABC.es» 19/11/2012; «Libertad digital» 11/11/2013; «20mn.es» 24/4/14) De ser cierto, qué grave es el hecho de que haya habido más casos como el suyo. Da la medida de la desnacionalización de España, que nos aqueja.
b) Selección vasca y selección catalana. Constantes reivindicaciones de los nacionalistas. Hay quien esgrime el precedente histórico de las cuatro selecciones de Escocia, País de Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte, tanto en fútbol como en rugby (en este último deporte, los irlandeses del Ulster y de Eire juegan en una misma selección). Sí, pero en nuestro país no existe esa tradición y el propósito de tales selecciones no es otro que el de dar un paso más hacia la independencia.
Recordemos cómo en diciembre del 2007,en Bilbao, se organizó una manifestación para reclamar la oficialidad de las selecciones vascas. Una gran pancarta, que rezaba: «Euskal Herria, nazio bat, selekzioa bat», era portada por varios deportistas, entre ellos por los futbolistas Garitano, Tiko Martínez, Joseba Garmendia y Markel Susaeta, del que se hablará unas líneas más abajo. Tras la manifestación se jugó el partido Euskadi-Catalunya, con presencia, en el palco, del entonces lehendakari Ibarretxe, Carod-Rovira, vice-presidente a la sazón de la Generalitat y Artur Mas, en la oposición todavía. («El Mundo.es» 30/12/2007).
También se recordará cómo los nacionalistas vascos han buscado siempre el apoyo de los jugadores del Athletic a una selección de fútbol propia; es más, los etarristas alcanzaron a ejercer tal presión en los futbolistas en diciembre del 2008, que éstos llegaron a firmar un comunicado en el que rechazaban jugar su tradicional partido navideño contra otra selección (esta vez les tocaba contra Irán) si portaban el nombre de Euskadi pues reivindicaban el de Euskal Herria y sólo con él aceptarían disputarlo. («Público» 18/12/2008)
Consideremos la ambivalente tensión que esta situación de constante reivindicación y rechazo nacionalista de la selección española, ha de generar necesariamente en unos futbolistas vascos y catalanes que, por su calidad, son reclamados regularmente por el seleccionador nacional. A este respecto recordemos la chanza de Albert Boadella cifrando el «hecho diferencial» catalán en la esquizofrenia.
c. La «cosa» de Susaeta. En este estado de cosas, a los futbolistas exclusivamente vascos (aunque no poseedores de los cuatro apellidos euskaldunes preceptivos pues basta su nacimiento en tierras vascas o tierra navarra para obviar su origen maketo) del Athletic de Bilbao, se les ha de hacer muy difícil escurrir el bulto -plantarse o rechazarlas abiertamente es de todo punto imposible si se quiere seguir jugando al fútbol o sencillamente preservar la integridad física- ante las presiones nacionalistas del PNV y de los etarristas, tendentes a que apoyen y suscriban implícita y explícitamente toda reivindicación de una selección vasca independiente pues ¿quién quiere ser el señalado, el acusado con el índice, el traidor?
En la Euskaltelebista está prohibido nombrar a España; se habla del Estado. Hay palabras-tabú en el contexto nacionalista, empleando el término «tabú» en su sentido más genuino, esto es el mágico; son palabras que no deben pronunciarse para no dar en la blasfemia o por no desencadenar una desgracia, como por ejemplo que le quemen a uno el vehículo o le peguen un tiro.
Así las cosas, cuando Vicente del Bosque seleccionó al jugador bilbaíno Susaeta, éste, en rueda de prensa, azorado porque se veía llevado por su discurso a decir «España» o, cuando menos, «la selección», atrayéndose así los truenos o los rayos del colérico nacionalismo, dudó, titubeó y acabó por decir «la cosa». Debido a lo ridículo del despropósito, más de uno pensará que exageramos, nos chanceamos o «vacilamos». A esos descreídos, nuevos Tomases, se les remite a YouTube, para que crean lo increíble y hundan sus dedos en la raja.
d. Homenaje a los futbolistas vascos de la Selección por parte del Parlamento Vasco. Tras alzarse con el Mundial de Sudáfrica y, bajo mandato del socialista Patxi López gracias al apoyo del PP, el Parlamento Vasco, presidido por la conservadora españolista Arantza Quiroga, rindió homenaje a LLorente, Javi Martínez y Xabi Alonso. En realidad, más que de homenaje, cabe hablar de recibimiento por parte de la citada señora Quiroga. Con una exhibición limitadísima de la Jules Rimet, que da cuenta de la anormalidad del caso vasco, se trató pues de un acto discreto puesto que de haberse llevado a cabo en el hemiciclo, aquello hubiera sido aprovechado por los nacionalistas para manifestar su vehemente desacuerdo y desazonar a los homenajeados, quitándoles las ganas de volver. Peneuvistas y Aralar lo afearon mucho y expresaron su rechazo. Tanto es así que Joseba Egibar, portavoz del partido de Sabino Arana, calificó el acto como de «provocación del PP o del PSOE, en definitiva España» que es la que «impide que Euskadi o Euskal Herria pueda tener selección propia», remachando que el combinado español «no es nuestra selección» («El Correo.com» – edición Vizcaya – 2/12/2010)
e. España no jugará en San Mamés. Ante la iniciativa para que Bilbao fuera una de las sedes del Campeonato de Europa de naciones que se disputará en varios países europeos en el año 2020, el diputado general de Vizcaya, el peneuvista José Luis Bilbao expresó su rechazo a que España jugara en San Mamés, la «catedral», para que no la mancillara con sus colores, obviamente. A don José Luis Bilbao, los revolucionarios franceses, centralistas claro está, le hubieran llamado «Monsieur Véto».
A este propósito, bajo la legislatura vasca de Patxi López, se habló bastante de que la selección llegara a jugar en el País Vasco. San Mamés, dadas sus dimensiones y su prestigio, hubiera sido, desde luego, el estadio más indicado. Por otra parte España no disputaba allí un partido desde 1967. Al final, el único ofrecimiento explícito fue el del alcalde socialista de Baracaldo («El Mundo» 19/11/2009). Todo quedó en agua de borrajas. Y luego, en las siguientes elecciones vascas volvió a ganar y a gobernar el PNV y ya, como diría Cervantes, «no hubo nada».
f. Mariano Rajoy y la camiseta del Athletic. Octubre del 2008. Rajoy es todavía jefe de la oposición. En una visita al País Vasco, visita junto a Basagoiti la casa del Athletic de Bilbao. El presidente de la entidad le obsequia con una camiseta del club (¡firmada por los jugadores!) y una maqueta del estadio de San Mamés. Se produce entonces una «fuerte polémica en algunos sectores de la afición rojiblanca», esto es el previsible, consabido y contumaz rechazo del nacionalismo en cualquiera de sus modalidades; tanto es así que la directiva ha de emitir un comunicado de prensa en el que lamenta que «un acto de cortesía se convierta en una especie de apoyo a una candidatura política concreta». Basagoiti, presidente de los populares vascos, afirma que «el Athletic emite este comunicado porque se puede haber sentido asustado por la repercusión que ha tenido el acto… el club rojiblanco intenta responder al revuelo suscitado porque teme las consecuencias de la gente más abertzale. Nosotros somos parte de la sociedad vasca como cualquiera». Y concluye: «Este país nuestro será completamente normal cuando nadie tema las consecuencias de haber recibido a un partido que no es nacionalista» (Canal Athletic. 26/10/2008) .
g. Llorente y Javi Martínez ¡españoles! Tras el Mundial de Sudáfrica, con un cachet y un prestigios aumentados considerablemente por la victoria, Llorente y Javi Martínez expresan su deseo de marchar al extranjero… Así pues, ¡no sólo militan en la selección de la nación opresora, sino que encima quieren abandonar físicamente la patria vasca! Los hinchas nacionalistas, por más ofenderlos, los tildan de «españoles» y se lo arrojan a la cara como los sayones sus escupitajos a Cristo y como, por otra parte, le gritaban a Felipe González cuando fue a dar un mitin al País Vasco en la década de los ochenta y, así, miles de ejemplos. Javi Martínez, contratado por el Bayern, tiene que dejar el club por la puerta trasera y ha de recuperar no sé qué enseres que custodiaba su taquilla con la nocturnidad y el sigilo propios de un ladrón. A Llorente se le castiga toda una temporada reteniéndolo contra su voluntad y sin dejarle prácticamente jugar. Felizmente, Llorente, si bien no fuera convocado por Del Bosque para este último Mundial, sí lo fue para la Eurocopa del 2012 celebrada en Polonia y Ucrania, y milita hoy, con buena fortuna, en la Juve.
h. La incomodidad de Xavi Hernández en el acto de entrega de los Premios Príncipe de Asturias. El paso de Mourinho, esa encarnación futbolística de Detritus, el intrigante personaje de «La cizaña», uno de los títulos de Astérix todavía con guión de Goscinny, por el Madrid, exacerbó la rivalidad entre merengues y culers, hasta enconarla al máximo. Ello es peligroso tal y como están las cosas porque como el fútbol es política y sociología, esa guerra está mostrando demasiado a las claras una inquina que quisiera mitigarse y ocultar y que, por relación dialéctica, puede echar aún más leña a la pira del odio, el futbolístico y el político, que acaban por confundirse.
En lo estrictamente futbolístico, esa situación puede ser muy perniciosa para el rendimiento de la selección, tal y como lo reconoce el propio Del Bosque, que siempre persiguió borrar la rivalidad agresiva entre barcelonistas y madridistas en el seno de la selección. Refiriéndose a las peleas y odios desatados durante la era Mourinho, afirma que «hemos rescatado el buen ambiente… es importante para ganar el Mundial; se necesita un clima sano y cordial como en cualquier profesión» (entrevista previamente citada)
En una decisión claramente política, el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes del 2012 recae conjuntamente en Iker Casillas y en Xavi Hernández. Iker es madrileño y del Madrid; Xavi es catalán y del Barça. Ambos militan y son piezas fundamentales de la selección. Ambos son amigos. Ambos se conocen desde hace mucho tiempo cuando triunfaron con la selección española sub 20 en 1999. Ambos, tras las broncas que enfrentaron a sus dos equipos, con inserción del índice de Mourinho en el ojo de Tito Vilanova incluida, han mantenido conversaciones telefónicas para calmar los ánimos y reencauzar la deplorable situación. El Príncipe Felipe expresó en su discurso que «se premia a Iker y a Xavi por su grandeza espiritual y excelencia personal. Son un ejemplo de deportividad y actitud conciliadora».
Con esta concesión del Premio Príncipe de Asturias en plena ofensiva independentista catalana, se pretende recrear la armonía inter-territorial y cohesionar al país. Quizá sean aprensiones nuestras, temores que proyectamos donde no toca y donde no hay tal cosa (¡ojalá!), pero mientras que, durante el acto en el teatro Campoamor de Oviedo, a Iker se le ve satisfecho y, en ocasiones, radiante, a Xavi, no tanto. Se le percibe incómodo. Representa, creemos, el papel del invitado a una fiesta a la que acude por obligación, por mera cortesía, sin alegría, sin entusiasmo, sin convicción. ¿A qué se debe esa actitud de retraimiento?, ¿es cuanto siente o esa desazón que manifiesta se debe a la presión social nacionalista que agarrota a sus conmilitones y paisanos e impide manifestar sentimientos u opiniones contrarias a las tesis dictadas por poderes políticos oficiales y fácticos en un territorio donde sólo cabe o la aprobación o el silencio, mas en ningún caso la oposición, como recientemente ha puesto en evidencia la Sociedad Civil Catalana, que, tras su entrevista con Artur Mas, declaró que éste concibe que se vote «no» en el referéndum, mas no que alguien se oponga a su celebración.
i) La senyera en Johannesburgo. España acaba de triunfar. Es, por primera vez en su historia, campeona del Mundo. Puyol y Xabi Hernández exhiben una senyera (también, luego ya en la celebración oficial en Madrid, Cesc se envuelve en la bandera catalana). Creemos que no era ni el momento ni el lugar. También, si no recordamos mal, aparecieron una enseña asturiana y otra andaluza. Tampoco era ni el momento ni el lugar. Así lo estimamos. Dicho esto, estas dos últimas banderas se antojan inocuas, se presentan inofensivas. Senyera e ikurriña, por desgracia, no. Dado el contexto político y con todos los precedentes de insumisión, desacato y desafección nacionalistas hacia España, su presencia allí no era ni folklórica, ni ingenua, sino, lamentamos decirlo, agresiva. Sí, por desgracia, lamentable y antipáticamente agresiva; mas a ver quién es el guapo que se atreve, no ya a hacerles ver a los protagonistas lo desafortunado de su acto, sino sencillamente a expresar ese malestar pues es seguro que se le tacharía de intransigente, centralista, enemigo de la libertad, franquista, fascista y toda la consabida retahíla de adornos dialécticos para la ocasión.
j) Piqué (¡con Tata Martino!) en la Diada del 2013. Bien cierto es que no tomaron parte en la cadena humana que recorría Cataluña desde el País Valenciano hasta la Catalunya Nord, ni que portaran una estelada, pero la ofrenda floral que llevaron a cabo como representantes del FC Barcelona a la estatua de Casanova se enmarcaba en un contexto claramente independentista, organizado como tal por la Generalitat y la Asamblea Nacional Catalana. Piqué se encuentra pues en una situación claramente difícil por su ambigüedad: por una parte, es titular indiscutible de la selección española y, en una ocasión, manifestó que, en caso de independencia de Cataluña, «todos saldríamos perdiendo»; por otra parte, participa (¿de buen grado, forzado por el grupo y el ambiente?) en un acto presentado como reivindicación de la soberanía nacional catalana y de su «derecho a decidir».
k) El compromiso barcelonista con el movimiento separatista. Desde que Artur Mas accediera a la presidencia de la Generalitat y se erigiera en jefe del independentismo, el F.C. Barcelona, progresivamente y sin ambages, ha apoyado la aventura, brindándole un apoyo incondicional. Y -digámoslo una vez más- como el fútbol es sociología y es psicología de masas, captarse la voluntad del Barça es ganar adeptos, vencer en el terreno de la propaganda y ser socialmente mucho más fuerte. Además, en estos últimos años, el Barcelona ha sido el mejor club del mundo y han sido bien pocas las cosas que no haya ganado. Además, juego y estilo del Barça han marcado los de la selección. Además, el Barça, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, es quien más ha aportado a la selección. Además, gracias a una buenísima política en el fútbol de base y promoción de la cantera, Can Barça, la mayoría de sus jugadores, frente a la plantilla abrumadoramente extranjera del Madrid, son catalanes: Busquets, Piqué, Puyol, Xavi Hernández, Cesc Fàbregas, Jordi Alba. Todos ellos son conscientes de su gran valía, de su insoslayable importancia. Todos ellos, para su desgracia, están sometidos a una tensión difícilmente sostenible por ansiógena y realmente, no exageramos, neurotizante. Si, por un lado, se les exige no ya sólo el catalanismo, sino el independentismo, el ser los símbolos de la nación catalana en lucha por su libertad cercenada, el erigirse en jugadores de la soñada selección catalana, por otro, son admirados y requeridos por la afición «opresora» quien, desde que se enfundan la camiseta roja, se sienten identificados con ellos y magníficamente representados por ellos.
l. El caso Guardiola. Pep Guardiola, antiguo jugador de la selección, forjador, como entrenador, de un equipo que casi hizo palidecer a aquel otro, el llamado «Dream Team» dirigido por Cruyff, ha apoyado abiertamente el independentismo. Así, por ejemplo, desde Nueva York, mediante un vídeo-mensaje, le manifestó su apoyo durante la penúltima Diada, la del once de septiembre del 2012, y hace unas semanas, a principios de junio, leyó en Berlín, con motivo de unos actos organizados en distintas capitales europeas por la independencia catalana, bajo la égida de la Asamblea Nacional Catalana, un manifiesto de inequívoco apoyo al «derecho a decidir». Ya antes de ello, su actitud y opiniones motivaron la queja irritada de un antiguo compañero de selección y jugador del Madrid, Alfonso, quien le exigía retrospectivamente coherencia en su conducta.
En cualquier caso, el talante de Pep Guardiola y su implicación activa y explícita en la causa separatista, han sido dolorosas para el conjunto de la afición española, que consideraba a Pep uno de los suyos y que ahora se siente preterida y menospreciada cuando más de uno (así se ha leído en más de una ocasión en las «cartas al director» de distintos diarios nacionales) soñaba con el catalán ocupando el banquillo español, una vez Del Bosque se hubiera jubilado. Ahora se ve que eso es pedir peras al olmo. Para el español de buena fe, todo ello es descorazonador y bien triste.
Como en el caso del Barça, que la causa secesionista se granjee el apoyo incontrovertible de Pep Guardiola, no puede más que alimentarla e insuflarle un poderoso aliento.
m. Manuela Puyol. Puyol es jugador de la casa blaugrana y catalán de pata negra. Recientemente ha tenido una hija de Vanessa Lorenzo, catalana también de origen andaluz por parte tanto paterna como materna, a quien sus progenitores han dado el nombre de «Manuela» y no «Manela», esto es se le ha puesto un nombre de pila castellano -o «español»- y no catalán. Enseguida las redes sociales, con sus garrafales faltas de ortografía y sus inevitables anacolutos, se lo afearon hasta lo indecible. El nacionalismo, insidioso por naturaleza pues aspira a dominar el pensamiento consciente e inconsciente de todo sujeto para manipularlo a su antojo, no tolera una intimidad ajena o independiente a sus postulados y dicta la conducta privada. Ni siquiera algo tan personal como el nombre de una hija puede ser tal; ha de inscribirse en el campo de lo colectivo y omnímodo, dentro de los ilimitados límites del nacionalismo.
n. El himno mudo de España. Nuestra Marcha Real tiene letra, pero como su autor es el Pemán falangista, quedó arrumbada para los restos. Aznar encargó a Jon Juaristi y a otros dos autores una nueva letra, pero aquello no cuajó. Ganó un concurso convocado a tal efecto en junio del 2007 por el Comité Olímpico Español, en colaboración con la SGAE, una tercera letra, pero, debido a las críticas recibidas, nunca llegó ni a presentarse ni a aprobarse por las Cortes. En cualquier caso, parece que esta letra llegue algo tarde. Las postrimerías del siglo XX y el siglo XXI sólo pueden dar a luz himnos y letras para países nuevos como, por ejemplo, Sudán del Sur o Timor Oriental, o para nuevas regiones, como la Comunidad Autónoma de Madrid.
Así pues, nuestro himno carece de parte cantada, de cantabile. Para obviar esta carencia o ausencia, el pueblo o, por mejor decir la afición, espontáneamente, ha creado el «lolololo» acompasándolo a la melodía. Hay quien dice que ese primitivismo del «lolololo», puro significante desprovisto de significado, es lo más adecuado para el ataque, que en su brutalidad y bastedad es lo que mejor predispone a la inminente batalla, que es muy celtíbero, o sea pre-romano. Se dice, por otra parte, y con razón, que la retórica sanguinaria («La Marsellesa») o mitómana (El «Deutschland über alles», aunque este verso haya quedado fuera del cántico tras la Segunda Guerra Mundial), propias de los himnos, han quedado completamente obsoletas por insostenibles. Sí, pero la cuestión es que el significado es absolutamente necesario porque el mensaje ha de suscitar emociones y excitar sentimentalmente el sentido de la pertenencia. Evocación de la patria, de lo común y de lo propio. Connotaciones afectivas, que hagan llorar. Y épica, mucha épica si se pretende vencer. Sí, quizá sea demasiado celtíbero y, por ende, condenado a fracasar ante Roma, que representa la organización, la disciplina, la claridad de ideas, y cuyo himno tiene una letra.
Preguntémonos qué sentirían los seleccionados españoles en Maracaná, en la final de la Copa de Confederaciones frente a Brasil, cuando público, jugadores y equipo técnico, a voz en cuello, dando lugar a un fenomenal estruendo patriótico, cantaron su himno. Cesó la banda de tocar, murió la música instrumental, pero seguía el canto y siguió por más de medio minuto largo. Otro tanto, con idéntico guión, protagonizaron los chilenos, también en Maracaná y también frente a España, en aquella tarde nefanda del 0 a 2 y de la eliminación de nuestra selección.
El carecer de letra es una clara desventaja y, a estas alturas y en las circunstancias políticas actuales del país, nuestro himno no puede disponer de letra y, así pues, el problema permanece insoluble.
o. Agresión en el colegio. Con fechas de 23 y 24 de junio del 2014, el ABC informa de la agresión sufrida por una niña en su colegio de Sabadell por parte de otros niños, por llevar una pegatina con los colores de la bandera española en la carpeta de «Lengua castellana» (la asignatura, en ninguna región de España, se llama ya «Lengua Española»). La tutora afirmó al respecto que eran «cosas de críos», trayéndonos a la memoria cómo también Arzalluz quitaba hierro a la kale borroka, presentándola como «chiquilladas». Si la agresión hubiera sido en sentido opuesto, esto es por ostentar una senyera, no quiero ni pensar qué reacciones y consecuencias hubiera desencadenado. Pero, claro, en cuestiones envenenadas por el nacionalismo, siempre se dan las dos varas de medir, que una cosa es ser oprimido y otra opresor.
Este suceso es extra-futbolístico, pero si aquí lo traemos a colación, es porque refleja una presión, una tensión y una ansiedad, cuando no una auténtica angustia o un miedo cerval, que impregna, emponzoñándolas, las relaciones humanas en algunas zonas, cada vez más amplias, de nuestro país y a la que el fútbol, que es -como tantas veces hemos dicho ya- sociología y psicología de masas, no puede sustraerse. Tout est dans tout.
7) LA EXPULSIÓN DEL PARAÍSO
La portada del ABC del 19 de junio (del 2014) es desoladora. Describámosla: El único protagonista y el único personaje, Xabi Alonso, en plano general y en picado, con la espalda encorvada y cabizbajo, se lleva las manos al rostro, ocultándoselo. Parece incluso que se hubiera dislocado la rodilla derecha. Sólo le falta ir desnudo y llevar a Eva contra su flanco izquierdo, para ser el Adán del fresco de Masaccio en la Capilla Brancacci de la florentina iglesia del Carmine. Es la expulsión del Paraíso.
La selección ha vivido en el jardín de Edén del triunfo y del juego exquisito. Xabi-Adán, icono pictórico de la selección, retuerce su pierna porque le cuesta y le duele el alma en demasía dejar el Edén.
El título «Adiós al Mundial» esconde y en realidad significa: «Adiós al Paraíso».
¿Qué pecado han cometido Xabi y la selección para merecer la expulsión? ¿En qué ha consistido su pecado original? En representar a un país en permanente conflicto consigo mismo; que se cuestiona un día sí y al otro también; que no acierta a definirse; que se ve acuciado aviesamente por fuerzas independentistas y por ello necesariamente reaccionarias, discriminatorias y totalitarias sin que nadie acierte a hacerles frente con la razón o sencillamente con la ley; que es inculto porque no calcula, ni siquiera se lo plantea, su alcance histórico y cultural y por ello rehúye sus compromisos históricos y culturales, no ya sólo con Hispanoamérica, sino con la humanidad; en definitiva, una nación que se flagela gratuitamente y que rechaza de manera enfermiza su responsabilidad, condenándose a un segundo plano e incluso a su desaparición, tras un proceso en marcha de secesiones que no se quiere encarar.
La culpa es de los nacionalistas. Sí, ciertamente; ello no admite dudas. Ahora bien, ¿qué hacemos nosotros para contrarrestarlos, neutralizarlos y procurar su progresivo debilitamiento hasta reducirlos a lo folklóricamente residual?… ¡Bien poco! El temor a defender la integridad de la patria por que no nos tachen de cualquier injustificada barbaridad; el rubor por adelantado a pronunciar «España»; la asimilación acrítica de todas las añagazas psico-lingüísticas del nacionalismo irredentista (por ejemplo: «Cataluña y España» o «el proceso de paz» o «el derecho a decidir», hasta el punto de que Del Bosque, en un claro ejemplo de lo insidioso y subrepticio de estas marrullerías lingüísticas, en la entrevista a que se hace alusión a lo largo de estas páginas, a propósito de las nuevas incorporaciones de jóvenes futbolistas a la selección como pueda ser el caso de Thiago, dice que «se han ganado el derecho a decidir, harán lo que ellos quieran») que, manipulando artera y eficazmente significantes y significados, modifican la realidad siempre a favor de sus intereses; la irresponsable defección de la causa nacional unitaria por parte de una gran parte de la izquierda que disfraza su necedad con los oropeles de bisutería de proclamas decimonónicas; la defensa arrugada, pusilánimemente pactista y constantemente amenazada desde dentro por conatos y brotes regionalistas (como ya ocurriera en Navarra en el 2008 con la ruptura con el PP por parte de UPN bajo el mandato de Miguel Sainz; o el brote regionalista de Juan Hormaechea en 1991, en Cantabria; o el de Fernández Cascos, en Asturias, en el 2011), que de España lleva a cabo la derecha, siempre a remolque de otras tendencias e incapaz de crear un discurso propio, suficientemente razonable y coherente; la atracción que la aventura, el griterío, el caos ejercen en la parte más irracional de toda persona y de todo grupo humano, deficientemente contrarrestados por unos propósitos y un proyecto de cohesión, de colectividad en armonía, de exaltación creativa, de alegría compartida, de razón activa y, valga la paradoja, emocional. ¡Cuán poco se cultivan y trabajan la razón y la alegría en España! y, a pesar de las apariencias por razones turístico-económicas, España acaba siendo un país triste.
Todo ello ha hecho que no se respete la ley pues no nos hemos atrevido a aplicarla y como no se ha replicado con la legalidad a la primera agresión, la segunda vendrá indefectiblemente y, crecida más que de su fuerza intrínseca de la debilidad de la respuesta o de su ausencia, se manifestará con mayor fuerza y mayor confianza en sí misma; y aún más la tercera y cuantas vengan luego, siempre expresadas con mayor contundencia y de forma cada vez más osada y desafiante. Y con el transcurso del tiempo, de esta guisa, España cada vez será más débil, hasta no ser nada y los nacionalismos, cada vez más fuertes pues la aplicación de la ley y su observancia se habrán hecho progresivamente más difíciles, hasta tornarse imposibles por insostenibles, porque nadie creerá en ellas y nadie las respetará. Es, en definitiva, la falta de firmeza del poder que no ejerce su autoridad, traicionando, además, a los ciudadanos.
Se nos puede contradecir con que no siempre se da dejación, que de vez en cuando se produce la reacción adecuada, etc. Y ello es difícilmente rebatible, ciertamente, mas como la respuesta no se ha dado, no se da desde el primer momento y siempre, sino de manera intermitente, presentándose dubitativa e irregular y a expensas de la circunstancia, sin que pueda remitir a un plan superior, a unos conceptos bien asentados, a una fe inquebrantable en España, dichas respuestas o reacciones constituyen lo que en psicología se conoce como refuerzo intermitente, siendo éste el más poderoso para fomentar, «reforzar» en términos de psicología del aprendizaje, la conducta indeseable.
En el «Troilo y Crésida» shakespeariano, Ulises, desesperado ante la inacción de los suyos e impaciente ante la prolongación excesiva de la guerra, en magnífico monólogo, se aplica a mostrar que no es que el enemigo sea poderoso, sino que es el propio griego quien se muestra débil o, si se prefiere, que la fuerza del poder enemigo se asienta únicamente en la flaqueza propia, en el desmayo y falta de fe en lo de uno mismo. Y así, claro está, es imposible ganar la guerra, cualquier guerra. Si no defendemos a España porque no creemos en ella, ¡apaga y vámonos!
A los constantes ataques y asaltos nacionalistas, ya sea bajo forma de despiadado terrorismo, ya sea bajo forma de insumisiones, desacatos, desobediencias, insultos y amenazas, etc., se ha respondido -y tan sólo en ocasiones- con el argumento del constitucionalismo, pero ello es tan sólo una parte de la respuesta. El constitucionalismo es razón y sentido de la historia; es responsabilidad y raciocinio para no dar, por ejemplo, en la irracionalidad patriótica del fascismo; es argumento para justificar éticamente el poder y las respuestas legales desde ese poder legítimo que el Estado debe dar en defensa propia y, por tanto, de los ciudadanos a quienes representa e incluye. El constitucionalismo es necesario, mas no es suficiente. Preguntémonos si España, en su integridad, sólo es defendible como Estado constitucional, pero no lo es ya bajo una dictadura, sea del signo que sea. Esto es algo que, por ejemplo, no se plantearía nunca un francés: Francia es una e indivisible, gobierne quien gobierne y bajo el régimen que fuere (república constitucional o hipotética dictadura o «dictablanda», etc.). El constitucionalismo es tan sólo un espantajo legalista si no va acompañado de una fe, de una ilusión, de una emoción, de una alegría. Su función sería precisamente la de acotar esos aspectos afectivos para que no nos desborden y sucumbamos a la irracionalidad agresiva, pero la creencia en España, que es una creencia además basada en la Historia, ha de prevalecer, en última instancia, sobre el constitucionalismo.
Tan sólo el fútbol nos ha proporcionado ese fervor, nos ha obsequiado con esa cohesión colectiva nacional, nos ha regalado esa alegría. Ahora bien, el fútbol queda sujeto a los avatares deportivos y, para crear un sentimiento nacional, hace falta bastante más. Por otra parte, como el fútbol refleja a la sociedad y la representa en el caso de la selección, cabe preguntarse si una que se halle fragmentada y sujeta a fuertes tensiones centrífugas, no acabará por manifestar esos poderosos problemas en su propio seno, fragmentándola, anulándola e imposibilitándole a la postre todo triunfo.
Edurne Uriarte concluye su artículo ya citado con estas lúcidas y clarividentes palabras: «… una actitud acomplejada, miedosa, indefinida, ambigua, en la que no puede caer el equipo que ha conseguido el pequeño milagro de reunirnos en el orgullo y la pasión de nación. La indefinición y el miedo llevan a la mediocridad o a la derrota, en el deporte y en la vida».
8) ¿UN PRONÓSTICO?
Eliminada ya, España juega contra Australia. Villa marca y besa repetidamente el escudo de su camiseta, besa el símbolo del país y, aunque sólo sea por inhabitual, su gesto es loable y sobre todo conmovedor. Acaba el partido. Iniesta, quien marcara el gol del triunfo hace cuatro años, se dirige hacia Del Bosque y ambos se funden en un abrazo. «N´est-ce pas que c´est vrai qu´il y a un Dieu? _ Oui!» Et nous nous embrassâmes comme deux frères de cette patrie mystique…» (¿No es cierto que hay un Dios? _¡Sí!» Y nos abrazamos como dos hermanos de esa patria mística…) (Gérard de Nerval, «Aurélia») Posiblemente Iniesta y Del Bosque intuyeran que aquello era el final, que Dios, aunque vivía para ellos, había muerto para casi todos los demás. Y había muerto porque eran poquísimos los que aún creían en Él.
Tras la descripción, análisis y puesta en relación de los síntomas que aquejan a España y que han de reflejarse a la postre, y ya se han reflejado, en la selección nacional, se puede diagnosticar que España padece de acidia, terrible enfermedad, también conocida por profunda melancolía, o, por emplear los términos de la nosología psiquiátrica, como depresión. Severa depresión, motivada por una fortísima, invencible ansiedad, consecuencia de una situación política descabellada en que lo centrífugo pone constantemente en tela de juicio y en jaque a un sentimiento nacional cada vez más desmayado, anquilosado y que renuncia a su defensa y a toda acción, minándole así los cimientos y resquebrajándole la moral. Lo que en psicología del aprendizaje se conoce como «indefensión aprendida» y que es de las cosas peores que le puedan jamás ocurrir a uno. En efecto, como se ha dicho ya, la selección no puede permanecer ajena al contexto socio-político en que se desenvuelve.
Se podrá argüir que a los seleccionados, como futbolistas que son, sólo les interesa el fútbol, que son mercenarios, que no reparan en cuestiones políticas o de pertenencias; mas ello es falso a todas luces. No se trata ahora de clubs, sino de equipos nacionales; pero es que incluso recurriendo al tópico chistoso del futbolista que no sabe nada, más que darle patadas a un balón, que no lee más que los mensajes de su wasap, que sólo escucha con sus cascos música chunda-chunda e invierte su vida, cuando no está entrenándose o no está jugando, en los vídeo-juegos, incluso un individuo así, no vive aislado, respira un ambiente social, se impregna de él, lo refleja en su conducta. El hombre es, no lo olvidemos, un animal profundamente simbólico y su psique siempre ha de acusar los conflictos.
Afirma el Marca del 19 de junio del 2004, en la sección «Marca opina», bajo el epígrafe «Volveremos» que «España tiene mimbres para iniciar la reconstrucción», que «hay futbolistas y estructuras para volver a ser competitivos», «que la selección no murió anoche (en que se perdió frente a Chile)», que lo acontecido «no es un punto final para España» y que, en definitiva, «como el futuro existe», se puede «asegurar con absoluta certeza que volveremos, que España volverá». ¡Cuánto no daríamos por que así fuera!, pero está por verse pues lo extradeportivo marcará el devenir de lo deportivo.
Tras el diagnóstico, se impone el pronóstico. Es francamente pesimista. Muy a nuestro pesar, somos agoreros. Creemos que las cosas se han torcido tanto que no hay ya forma de enderezarlas. Es demasiado tarde. Nos toca ahora lidiar un toro tan resabiado, que ha desarrollado tanto sentido, que ha aprendido tan bien a ir al bulto, a ignorar la pañosa, que acabará por cogernos y matarnos.
En nuestra opinión, la selección no levantará cabeza, a pesar de la innegable calidad de sus jugadores y de que, como afirma el Marca: «afortunadamente, durante los días de vino y rosas la Federación -con el trabajo de cantera de los clubes- no dejó de trabajar y la actual generación tiene el relevo asegurado» Cuanto ocurrió antaño se ha vuelto irrepetible hogaño, hogaño y en lo por venir. Con el buen Quijote en el lecho de muerte, digamos: «Señores, vámonos poco a poco pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño».
La actuación de la selección en estos Mundiales celebrados en Brasil constituirían los pródromos de la descomposición definitiva de España, de su disolución final. Debido a nuestra incuria y poltronería, España es enfermo terminal. Se ve aquejada de un cáncer que no perdona, que extiende su metástasis y pudre el cuerpo y aniquila la voluntad. Pronto España se verá yaciente, sin que nos atrevamos a aventurar si lo estará en su lecho de muerte -defunción sin demasiados sobresaltos- o en el tanatorio -fallecimiento oficial y pactado-, o en la Morgue, por muerte violenta. Los estoicos dedicaban su vida a la preparación para el último viaje, domando y acostumbrando el espíritu al desprendimiento de todo. No estaría de más, quizás, que fuésemos preparándonos nosotros también para el momento en que nuestra patria fenezca sus días y nosotros, en consecuencia, quedemos mutilados, encanijados e involucionados. Que ese momento fatal no nos tome desprevenidos. Velemos como las vírgenes prudentes de la parábola evangélica.
El Marca de esa fecha de 19 de junio exhibe en portada la foto del futbolista que nos dio la victoria en Sudáfrica, Iniesta, de espaldas y llevándose, cabizbajo, una mano a la frente, mientras abandona en solitario un terreno de juego espectral. Un enorme y cinematográfico «THE END» aplasta y empequeñece a nuestro jugador, niño perdido en la inmensidad de la derrota, de ese «The end» que es el suyo propio, el de la selección también y, sobre todo, el de España. «This is the end, beautiful friend… of our elaborate plans, the end of everything that stands, the end. No safety or surprise, the end. I´ll never look into your eyes again. Can you picture what will be so limitless and free, desperately in need of some stranger´s hand in a desperate land…?»(» Esto es el fin, bella amiga… de nuestros elaborados planes, el fin de todo cuanto está en pie, el fin. Ni seguridad ni sorpresa, el fin. Nunca más volveré a mirarme en tus ojos. ¿Puedes imaginar qué será de nosotros, ilimitados y libres, desesperadamente necesitados de alguna mano extraña en una tierra desesperada…?») (Jim Morrison, «The end»)
Evidentemente no poseemos don profético alguno, pero cuanto acabamos de enunciar no responde a una ocurrencia, a una humorada de excéntrico o a un pálpito supersticioso, sino a un análisis, creemos que serio y razonado, de cuanto acontece en España. Y, en cualquier caso, no por temor a decir cuanto ocurre o podría ocurrir, el suceso temido dejará de manifestarse. Demasiadas veces recurrimos los adultos al pensamiento mágico de los primitivos, haciendo dejación de nuestra responsabilidad de adultos racionales. Es más, sólo haciendo acopio de valor intelectual y llamando a las cosas por su nombre, evitando la política infantil del avestruz, podamos, quizá, quién sabe, sanar de esta muy grave dolencia.
Dicho esto, reiteramos nuestro pesimismo: la selección tiene los días contados porque España se encamina a su propio entierro.
¡Ojalá nos equivoquemos! ¡Ojalá el futuro y la Historia desmientan nuestros luctuosos augurios! Nunca se habrá deseado tanto que cuanto se piensa se revele erróneo e infundado. Ah, quién pudiera decir en el futuro: «¡Dadme albricias, hermanos de España, que cuanto aquí se pronosticó, nos salió más falso que Judas!» ¡Así sea!, pero me temo que…
No hay comentarios