Dossier: Ley de Transparencia

Hoy se ha aprobado en el Consejo de Ministros el Anteproyecto de Ley de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen Gobierno, una norma que pretende combatir el oscurantismo con el que la Administración -local, regional, nacional- viene actuando en sus contrataciones y garantizar el acceso de los ciudadanos a la información pública. A partir de ahora, todos los gastos de cualquier ayuntamiento, consejería o ministerio deberán ser, no sólo públicos -que en teoría ya lo eran-, sino publicados por ellos en sus propias páginas web. Asimismo, se darán a conocer los sueldos y prebendas de los altos cargos y se castigará penalmente el despilfarro.

La norma aspira a acabar con ese mal endémico que es la corrupción y a ofrecer una imagen saneada de la Administración en España.

La Ley de Transparencia viene en auxilio de una norma mucho más antigua y más importante: la Constitución española de 1978. En su artículo 105, la Constitución dice:

La ley regulará […] el acceso de los ciudadanos a los archivos y registros administrativos, salvo en lo que afecte a la seguridad y defensa del Estado, la averiguación de los delitos y la intimidad de las personas.

En sus casi 35 años de andadura, la Constitución española no ha sido capaz por sí sola de garantizar el acceso de los ciudadanos a esta información. Trabas burocráticas de toda índole y una cultura del secretismo lo han impedido. El ciudadano tiene derecho -según la Carta Magna- a conocer todos los datos que maneja la Administración, de cualquier índole, en cualquier momento. Los únicos límites que pone son:

  • Los planes de Defensa y otros datos clasificados como «secreto» o «reserva». Publicarlos sería peligroso para la seguridad del Estado.
  • El secreto de sumario. Mientras que se está «investigando» (instruyendo) un caso, los tribunales deben mantener toda la información en secreto, para un mejor funcionamiento de la Justicia. Una vez instruidos, los juicios y los sumarios son públicos.
  • La intimidad de las personas. El ciudadano no podrá acceder a datos que vulneren el derecho a la Intimidad, el Honor y la Propia Imagen de otro ciudadano.

La prensa lleva décadas luchando contra el oscurantismo de la Administración. En las Facultades de Periodismo, por ejemplo, se realizan prácticas de clase en las que los alumnos solicitan información a la Administración -información pública que debería estar al alcance de todos- y rara vez reciben respuesta del ayuntamiento, consejería o ministerio implicado.

La publicidad de la gestión administrativa es un principio básico en Democracia. Si comparásemos el Estado con una comunidad de vecinos -esto es, un grupo de ciudadanos que, unidos por un objetivo común, desembolsan periódicamente un dinero- podría decirse que el Presidente y la Junta de esa comunidad de vecinos lleva 35 años sin dar explicaciones de lo que hace con el dinero recaudado. Inaceptable.

La Ley de Transparencia que ahora llega -precedida por el infructuoso intento del Gobierno Zapatero- prevé, en principio, una doble dimensión en el cumplimiento de este derecho. Por un lado, la dimensión pasiva, mediante la cual la Administración responderá en tiempo y forma a todas las solicitudes de información por parte de los ciudadanos; y por otro lado, la dimensión activa, mediante la cual la propia Administración publicará, en sus páginas web, por ejemplo, y a través del «Portal digital de la Transparencia», informes detallados de su gestión.

No obstante, los cambios legislativos son más fáciles de realizar que los cambios culturales y por ese motivo, es probable que la cultura de la opacidad reinante hasta ahora se prolongue en el tiempo. Por ejemplo, hoy mismo El País publicaba que la Oposición ha solicitado al Gobierno Rajoy conocer el precio de un vídeo realizado sobre la reforma laboral, un dato que debería ser público. De momento, el Gobierno no ha facilitado ese dato. Además, la Junta Electoral ha ordenado retirar el vídeo hasta que se celebren las elecciones en Andalucía y en Asturias -por su contenido propagandístico- pero esa es otra historia… 

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