La sociedad del crecimiento

Al final, parece confirmarse que la cosa está mal montada. Y es que, por lógica, una sociedad del crecimiento infinito no es compatible con un planeta de recursos limitados. O eso dicen algunos estudiosos de la materia. Comprar, tirar, comprar Es el título del documental que hoy os traemos. Aborda el tema de la «obsolescencia […]

Al final, parece confirmarse que la cosa está mal montada. Y es que, por lógica, una sociedad del crecimiento infinito no es compatible con un planeta de recursos limitados. O eso dicen algunos estudiosos de la materia.

Comprar, tirar, comprar

Es el título del documental que hoy os traemos. Aborda el tema de la «obsolescencia programada», o lo que es lo mismo, la mala calidad -intencionada- de los productos que consumimos. Para los fabricantes es posible producir -siguiendo el ejemplo principal del documental- una bombilla que no se funda. O, al menos, que dure más de un siglo. Entonces ¿por qué se funden? La respuesta es contundente: para que compremos más bombillas.

Podemos imaginar las consecuencias que esta política entraña: a nivel ambiental (toneladas de residuos), a nivel económico (millones de euros desperdiciados cada año) y a nivel moral (la ética del «tente mientras cobro»). Mucho más cuando el fenómeno no sólo afecta a la fabricación de bombillas, sino a la fabricación de cualquier cosa. Y como ejemplo, el titular que se publicaba ayer: «Monsanto [principal productor de semillas a nivel mundial] litiga contra un pequeño agricultor que replantó sus semillas». Ni las semillas están a salvo de esta «obsolescencia programada».

Frente a esto, el gran argumento a favor de la «obsolescencia programada» (y de la «sociedad del crecimiento») es el empleo. Si se fabricaran bombillas cuya vida útil fuera de -no sé- 100 años, inmediatamente quebrarían las empresas fabricantes, y todos los empleados perderían sus trabajos. Pero ésta no parece una razón de peso para mantener un sistema que evidentemente es insostenible, por varias razones. Principalmente porque, si podemos fabricar de una vez -y para siempre- productos que funcionen bien, ¿no es una pérdida de tiempo fabricar porquerías? ¿No podría destinarse esa fuerza de trabajo a tareas realmente productivas? Y además pensemos en el obrero cuyo puesto de trabajo queremos preservar: si -este obrero- no tuviera que comprar continuamente productos que se rompen, necesitaría mucho menos dinero para sobrevivir, ¿o no?

La moda

Eso sí, si lo que queremos es seguir la moda, cambiar una nevera blanca por otra gris -y luego por otra blanca- cada vez que se nos antoja, el camino es el adecuado. Pero la moda es una tirana, una caprichosa, una frívola: es nuestra perdición. Y si no estáis de acuerdo con estas palabras, o si creéis que a vosotros no os afecta, que estáis fuera de la moda, leed esta magnífica ponencia del catedrático Jorge Lozano.

Sociedad del decrecimiento

Así que, para que la cosa funcione, deberíamos empezar a pensar en otros términos. No podemos basar nuestra supervivencia en el crecimiento infinito, en el consumo exacerbado, porque se nos acaba el chollo ya. Ya de ya. Y la «sociedad del decrecimiento» llegará antes o después, lo queramos o no, forzada por las circunstancias -crisis tras crisis tras crisis-. Pero podemos adelantarnos al cataclismo, como individuos y -sobre todo- como empresarios. ¿Cómo? Con sentido común. Comprando productos que no se rompan al cuarto día, reparándolos si se estropean, aferrándonos a ellos sin importar si están o no de moda… Y fabricando responsablemente. De hecho, una empresa que garantice sus productos de por vida (como Waterman o Zippo) puede ser muy rentable: es un importante argumento comercial.

El documental

Quizás se haga corto, pero es correcto, está bien hilado, es entretenido, sorprendente, y aporta claves esenciales para entender el mundo en que vivimos. Además, dirige su mirada hacia realidades denunciables como la de Ghana -gran basurero del mundo-, o memorables, como la antigua Unión Soviética, tan demonizada (con razón en muchos casos), pero también tan ocupada en fabricar, por ejemplo, bombillas de larga duración.

Ficha técnica

 

1 comentario

  1. Mariano Aguirre dice:

    1. Esto de la obsolescencia nos remite al mito de la edad de Saturno, de la Edad de Oro, del Paraíso, en que se da la abundancia y la facilidad sumas, no hay jamás escasez y todo se renueva por sí mismo, de tal manera que la amenaza de la finitud ni siquiera se plantea. La redención de Cristo,¿qué es sino la vuelta a la abundancia y a la plenitud espiritual (simbolizada por la material)que nuestros primeros padres, en su imprudencia, nos arrebataron? La vida eterna es el banquete eterno, no lo olvidemos.Las novelas de caballerías, por otra parte, pero dentro de esta misma perspectiva cristiana, ofrecen bellísimos ejemplos de renovación permanente, perpetua, de excelsos manjares, cuando el andante se encuentra a la mesa en un castillo que es encantamiento. El Santo Grial, la Tierra del Preste Juan, Eldorado… Y la magia, ¿qué es en definitiva sino la conjura de la escasez, maldición del hombre, animal consciente y desvalido, consciente pues de su desvalimiento?
    2. Qué triste es ver que siempre acaba por imponerse el criterio inmoral, el de los hombres de negocios, frente a la ética del trabajo bien hecho, concebido para durar toda la vida e incluso hasta el final de los tiempos, si se tiene pundonor y «vergüenza torera». Terribles esas palabras de Latouche, por otra parte, según las cuales todos somos hombres de negocios.
    3. Después de todo lo que ha ocurrido y ocurre (despilfarro, prevaricación, corrupción, gestión infame de recursos y ayudas, latrocinio financiero, apuñalamiento de España por financieros y políticos), aquí, en la provincia de Madrid, nuestros políticos ladrilleros, ajenos a todo sentido común, arrebatados en su vesánica necedad, nos van a montar ¡»Eurovegas»!, que algunos llaman ya «Euromierdas»… nuevamente la política de la especulación, del despilfarro, del deterioro medioambiental irreversible, de la falta de estética y de ética, claro. Lo de siempre por los de siempre, los que nos arruinan, económicamente claro, pero lo que es peor: anímica y moralmente.
    4. Este Marcos de la peliculiris me recuerda a eso que dice Cervantes, algo así como que «antes verse ciego con tal de ver tuerto al enemigo». Al final lo consiguió, pero ¡a qué precio! Eso sí que es una victoria pírrica y no las de Pirro. Ilustra a la perfección su caso la diferencia entre perseverancia, obstinación y obcecación.

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