El sonido de las calles

-¿A qué suenan las calles? -Pues depende de qué calle escuches… Hoy os traemos un documental puro y eso es mucho decir. No está producido por grandes empresas audiovisuales, ni distribuido por las majors, ni en él se han invertido millones de euros para reconstrucciones históricas, vestuario, maquillaje, o efectos especiales. Posiblemente, no se emita a […]

-¿A qué suenan las calles?

-Pues depende de qué calle escuches…

Hoy os traemos un documental puro y eso es mucho decir. No está producido por grandes empresas audiovisuales, ni distribuido por las majors, ni en él se han invertido millones de euros para reconstrucciones históricas, vestuario, maquillaje, o efectos especiales. Posiblemente, no se emita a través de ningún canal de televisión, ni obtenga premios cinematográficos o magníficos galardones. Es una pieza audiovisual sencilla, sin pretensiones, sin grandilocuencia, serena, pobre de medios pero -por eso mismo- auténtica, genuina; pura.

Se trata de «El sonido de las calles», un documental anónimo, distribuido gratuitamente a través de Youtube y coordinado por el espacio «BuenaWille» (que se dedica a la dinamización cultural). Retrata la vida de varios músicos callejeros, de diverso perfil, y nos acerca así a un modo de vida que contrasta con la norma burguesa, la revisa y -moralmente, podríamos decir- la supera.

Saber hacer algo

España está parada. Con ¡seis millones! de personas desempleadas, la miseria nos subsume. Pero, no nos engañemos, el problema va más allá de la economía: es un problema cultural. En el refrigerante proceso civilizatorio (de la civilización peor entendida, como sinónimo de subyugación) hemos perdido las armas de la supervivencia. Un homo sapiens de diez mil años atrás entendía que si no cazaba, no comía. Que si no buscaba cobijo, dormía al relente. Y que sus competidores -humanos que hollaban los bosques en busca de sustento- podían ser poderosos enemigos, o grandes aliados, si entre todos conseguían organizarse y compartir las presas.

Es decir que, para un prehistórico, la cosa estaba clara: el motor era uno mismo, había que hacer algo, y lo de la colaboración ya se vería. ¿Pero hacer qué? Lo que se pudiera, lo que se supiera hacer. Trampas para pequeños animales, cañas de pescar, puntas de flecha, o campos de cultivo… Fuego, chozas, ropa… Cuencos. Hay que saber hacer algo.

¿Acaso nuestros seis millones de parados no saben hacer nada? Seguro que sí.

El oficio

La artesanía es la madre de la industria. Y la industria es esa hija malagradecida que ha dejado a su madre desnuda, sola y desahuciada.

Un carpintero sabe hacer muebles. El operario de una fábrica de muebles, probablemente no. El carpintero, con un hacha y poco más, podrá construir una silla, una mesa, un cuenco, una cuchara, una estantería… El operario, en cambio, sin su línea de montaje, sin su maquinaria maderera, sin su patrón, su uniforme y sin su nómina, desaparece, no existe. Así de desahuciados estamos.

Un músico es ese artesano a quien no se ha podido subyugar (tanto). El músico coge su guitarra, su flauta, o su arpa, y toca, en cualquier sitio, en cualquier momento. No necesita del oropel que tanto engalana a nuestros «artistas», esas luces, esos recintos multitudinarios. El músico -el músico de verdad- hace algo, sabe hacer algo. Y ese «hacer algo» suyo le permite ganar el pan. Porque el oficio es la identidad.

Hacer documentales

«El sonido de las calles» no se vende, no se emite, no se subvenciona. «El sonido de las calles» es un documental hecho por alguien que no sólo sabe hacer documentales, sino que además, los hace.

Web oficial

Ver documental en Youtube

1 comentario

  1. Mariano Aguirre dice:

    «El oficio es la identidad». Claramente. Lo es, amén de la técnica y la sensibilidad y el (buen) criterio. De hecho el criterio forma parte de la identidad y es entonces convicción.
    Sí, es bello que el músico, con su solo instrumento, pueda hacerlo todo, sea amo de sí mismo.
    Una crítica, de purista: el carpintero no es leñador, que luego se nos ofende, por desposeerle de su técnica propia y atribuirle una ajena; su instrumento no es el hacha sino la sierra.
    Mariano Aguirre

Comentar

Nombre: (requerido)

E-mail: (requerido)

URL:

Comentario:

*