Mutaciones y detritus

«Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos».
(Pablo Neruda)

Lo de la revolución digital nos trae de cabeza y no es para menos. Todo ha cambiado tanto y tan rápido, que los «expertos» hablan de una nueva generación cada pocos años (los «Millenials» -1980-2000- han dado paso a la «Generación Z» -2000-2010-, que a su vez son viejos frente a la «Generación Alfa» -nacidos a partir de 2010-).

Todo esto, que podría parecer Marketing -y en realidad tiene mucho de ello-, en el fondo habla de modelos socioculturales en crisis que se renegocian a cada paso, debido a la irrupción de la tecnología. Nuestros políticos y dirigentes actuales, en su mayoría, pertenecen al Pleistoceno, es decir, son dinosaurios, de modo que poco puede esperarse de ellos, si lo que esperamos es que contribuyan a adaptar la cultura a las condiciones reales de subsistencia.

Por poner algunos ejemplos, el modelo productivo ha cambiado (robots, temporalidad, teletrabajo, «trading de alta frecuencia», deslocalización…); el modelo amoroso y de parentesco ha cambiado (Tinder, monoparentela, demografía negativa, pornografía, follamigos, emigración…); el modelo de ocio ha cambiado (Crossfit, Netflix, Smartphones en el cine, influencers…); el modelo alimenticio ha cambiado (veganismo take away, pollos y cerdos detox…); el modelo mítico-religioso ha cambiado (pastores youtubers, guerra santa global, Mindfulness, Anunnaki, el Papa en Twitter, Wikileaks…); y en definitiva, todo lo que nos sustentaba como civilización se ha visto mutado.

Ahora toca atarse los machos, que es expresión taurina y por tanto arriesgada (porque lo «trending» es animalista) y prepararse para lo que viene. El coche autónomo, la realidad mixta con sus ciudades inteligentes, los cyborgs… No hemos digerido el postre y ya vienen con las pastas. Van a cambiar tanto las cosas, que no nos reconoceremos de aquí a pocos meses. Y vaya peligro.

A este ritmo, todos quedaremos huérfanos de cultura antes o después, porque los modelos que se imponían ayer, ya no valdrán mañana, y nos será imposible adaptar los rasgos más acendrados, los rasgos identitarios, a las nuevas situaciones. Pensemos en un costalero sevillano, en un camionero, o incluso en los tenderos de barrio: les resultará imposible aceptar que lo suyo es cosa del pasado.

Así que, aceptémoslo, somos detritus de la sociedad tecnológica. Estamos condenados a la deyección temprana, a pesar de nuestros esfuerzos por lucir estupendos en la foto. Queremos creer que -históricamente- se hablará de nosotros como los que hicieron posible la transición a la Nueva Era, pero -íntimamente- sabemos que los verdaderos «new agers» están por nacer. Y además, no tenemos muy claro que esto no vaya a «petar» antes.

Quién podría saberlo…

1 comentario

  1. Isa dice:

    ¿Qué esperar de una sociedad en la que todo lo que nace, cuando lo hace, es ya detritus? Una sociedad deshumanizada que, además, no quiere identidades particulares sino rebaño digital sin nombre y apellidos, solo nicks141.

    En este loco desarrollo de los acontecimientos, ¿levantarán (levantaremos) la cabeza por fin los reticentes al cambio, los olvidados analógicos, y gritarán (gritaremos) sus (nuestros) nombres? Cuando la nostalgia del mundo que conocemos y que ya no será más nos inunde, cuando estemos rodeados de puro detritus, ¿será el momento de levantar la mirada de nuestras pantallas y volver a mancharnos las manos de tierra?

Comentar

Nombre: (requerido)

E-mail: (requerido)

URL:

Comentario:

*