A currar
Más confío en el trabajo que en la suerte
Proverbio latinoRico o pobre, poderoso o débil, todo hombre ocioso es un ladrón
Jean Jacques Rousseau (1712-1778)
Trabajar dignifica, trabajar te hace libre, trabajar bla bla bla. Está claro que el trabajo es uno de los grandes temas para el ser humano. Hay quien trabaja por dinero, por placer, por realización personal o por obligación… Hay quien no trabaja, porque no quiere; quien quiere trabajar y no puede… Y hay quien ni siquiera sabe lo que es trabajar. De estos últimos hablaremos.
Los «steven spielbergs»
Centrándonos en el sector audiovisual -que es el que conocemos-, a poco que observemos, veremos que en él concurren animales de muy distinto pelaje. No es lo mismo coger la cámara y marcharse a cubrir la guerra en Crimea, que enrolarse en una teleserie casposa. Allí, en la teleserie, se vive bien -mucho mejor que en Crimea- y se trabaja ciertamente poco. Aunque pudiera parecer que la carga laboral es extenuante, en producciones medianas y grandes, el trabajo está tan estratificado, hay tantas personas implicadas, que la mayor parte del tiempo se pasa esperando. El que se encarga de enfocar no tiene nada que ver con el que dirige a los actores, o con quien los maquilla, los ilumina, o quien elige los escenarios. En Crimea es diferente. El profesional que viaja a una zona en conflicto (por seguir con el ejemplo) debe ser absolutamente autónomo, polivalente -un «hombre orquesta»- y con frecuencia una persona es capaz de obtener mejores resultados por sí sola, que veinte steven spielbergs de aquellos.
Autocomplacencia
Y esto se debe a la percepción que cada uno tiene de su propio trabajo. Para muchos -para demasiados- lo importante del medio audiovisual es lo que éste puede aportar a sus propias vidas, en términos de estatus socioeconómico (fama, prestigio, posición social, riqueza…) En la época del aparentar, hacer cine queda bien, con los amigos, con la familia, con las chicas en el bar; decir que he sido «director de producción» en tal o cual proyecto, ya hace que los demás me perciban como a alguien «importante», «con contactos», como a un «triunfador». Y si consigo engañarme a mí mismo, me irá bien engañando a los demás.
Los pasolinis
Para otros, evidentemente, el trabajo audiovisual es una tarea de responsabilidad y como tal, sacrificada, desagradecida, dura. Lo importante no es la medalla, sino la obra, y las cosas se hacen a base de esfuerzo, desde una intensa formación previa («el oficio») y con una humildad ante el resultado que no es sino reconocimiento a los genios que nos precedieron.
Por eso, a los que día a día nos esforzamos por hacer mucho con muy poco, nos molesta profundamente esa gente con ínfulas que no sabe lo que es trabajar. Nos molesta que consigan engañar a los demás, contándoles milongas, haciéndoles creer que se necesita un equipo de veinte personas para hacer algo que con dos profesionales de verdad se resuelve; que se apropien espacios que no les corresponden, que nos roben las subvenciones a base de fiestas y gin-tonics -para organizar más fiestas y tomar más gin-tonics- y lo peor, lo que más nos duele y molesta, es que estén tan contentos de haberse conocido.
Claro que a los pasolinis nos engañan poco, identificamos a estos especímenes a la primera: basta con ponerles a currar.