Respeto

Imaginemos que a un director de Cine -Almodóvar, Bollaín, Kubrick, cualquiera- una productora le encarga hacer una película, sobre un tema en concreto. Esta productora le proporciona los fondos necesarios, los contactos necesarios y la libertad necesaria para que, sin apartarse del tema, el director elija el tratamiento más adecuado.

Imaginemos a este director aceptando el reto. Reúne a su equipo y se encomienda a la realización de la película. Como buen creador, en todo momento tiene una idea en mente de cómo le gustaría que fuera la obra y se aproxima a ella paso a paso, en esa búsqueda tan frecuente y característica en el Arte.

Imaginemos que ese director -Bergman, Antonioni, cualquiera- se propone realizar una película de una hora y media de duración y para esa hora y media, rueda más de veinte horas de material en bruto. Cuando se disponga a montar la película, tendrá que descartar un 93 por ciento de lo rodado. Sólo él sabrá qué descartar, porque sólo él sabe qué busca.

Imaginemos a este director al concluir el rodaje: satisfecho por su trabajo, mucho más cerca de su objetivo y con una idea precisa de aquello que quiere conservar y de aquello que quiere descartar. Sabe que ha conseguido reunir todos los elementos y que sólo falta ensamblarlos.

Imaginemos que, llegados a este punto, se producen algunos cambios en la productora, ajenos por completo a Amenábar, Hitchcock -cualquiera- y se toma la decisión de prescindir del director y de todo su equipo.

Imaginemos que la productora posee los derechos sobre el material rodado y que desea seguir adelante con el proyecto, sin el director, para lo que contrata a un editor/montador que nada sabe de la película y recién egresado de la escuela. O peor, un editor que ni siquiera ha ido a la escuela.

Imaginemos a ese montador inexperto eligiendo, de entre las tomas rodadas por Spielberg, Wenders -cualquiera-, sus preferidas. Imaginemos que decide, en lugar de montar una película, montar cinco o seis cortometrajes, a su antojo. Imaginemos el resultado. Imaginemos la cara del director al ver el resultado.

Imaginemos que, en lugar de una película, se trata de un documental. Y que, en lugar de tratarse de Julio Medem, Scorsese, o Lars Von Trier, se trata de nosotros.

En mayo de este año, grabamos 18 horas de entrevistas, imágenes y sonidos para un documental que nos fue encargado. Acabamos de ser testigos de la publicación de fragmentos mal escogidos y peor editados de ese material. Al menos, el editor ha tenido la delicadeza de no citar nuestros nombres en la obra final.

3 comentarios

  1. Isabel dice:

    ¿¿¿¿COMO???? ¿Y no tenéis ningún derecho sobre esa obra?

    • Dokult dice:

      Podríamos exigir que se nos citara como autores de la grabación, pero el resultado final es tan deficiente que preferimos que no se nos relacione con ella.

  2. ADUANERO dice:

    Me parece una falta de respeto a los profesionales escogidos en un primer momento, pero este comportamiento se está implantando en todo nuestro País, ya, que con la excusa de «no hay dinero» los «caciques de turno» adjudican trabajos a gente que ni sabe, ni quiere, ni tiene el mínimo interés en que la labor de «los otros» triunfe, ya que así tendrían que admitir su propia ineptitud. Esperemos que el respeto y la cordura vuelva poco a poco.

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