La música, el universo y Kraus

La música es vibración. La musicoterapia es una disciplina que intenta, mediante el uso de la música -esto es, de diversas vibraciones-, restablecer la salud (física, emocional, social…) del paciente.

Con frecuencia, el musicoterapeuta indaga en la identidad sonora del paciente (en su «cultura musical») para traer al presente emociones que se instalaron en su inconsciente, que quedaron tapadas, y así actualizarlas. Por ejemplo, la sintonía de Lucky Luke, la serie infantil de televisión, puede brindarnos una emoción semejante a la que experimentábamos cuando, de niños, la escuchábamos. Y quizás, hacernos llorar.

Vibraciones

Pero la música es algo más que cultura, algo más que memoria: la música, en tanto que vibración, nos afecta a un nivel físico, a nivel material, a nivel energético. Del mismo modo que un ruido fuerte nos hace saltar -sobresaltarnos-, una melodía armoniosa consigue que nos relajemos. Y de ahí el refrán «la música amansa a las fieras».

Sin entrar en demasiados tecnicismos, hay que señalar que existe una teoría científica, la Teoría M, que supone que el universo está vibrando continuamente. Es decir, que todas las partículas del universo serían una especie de «cuerdas» que vibran a una cierta frecuencia. Y nosotros, como parte del universo, también estaríamos compuestos por esas «cuerdas», también vibraríamos.

En esta línea, no deja de asombrar que tengamos un sentido tan desarrollado como el oído, que sirve precisamente para captar esas vibraciones (aunque no todas: pensemos en las ondas de radio), lo cual supone una conexión biológica con lo que no se ve, no se toca, no se huele, pero existe.

Y ahí tenemos el Yoga, con su «Om», que según las religiones dhármicas, no es más que el sonido del Todopoderoso, el sonido primero, el sonido del que emergen los demás sonidos, el sonido del universo.

Universales

Y llegamos a Bobby McFerrin. Es un célebre músico de Jazz, una especie de mago del sonido que consigue conectar con ese «todo cósmico» que nos compone. En cierta ocasión, fue invitado a un congreso sobre neurología en el que se debatía sobre la existencia -o no- de un «coro común», de una identidad sonora universal, al margen del espacio y del tiempo, al margen de la cultura. Bobby McFerrin demostró lo que sabía de la siguiente manera:

Y lo que sabía es que las notas musicales son iguales para todos, son una especie de vibraciones prefijadas por el universo, ordenadas de cierta manera, relacionadas entre sí. La música, en tanto que vibración, es un fenómeno universal.

La Ópera

Pero la música también contiene una importantísima componente cultural. El ‘rap’, por ejemplo, se asocia con un cierto tipo de personas, de vestimentas, de conductas, al igual que el Heavy Metal, o el Gospel. Los himnos, el Canto gregoriano, los ejemplos son múltiples.

¿Y la Ópera? Pues la Ópera (en su vertiente musical), efectivamente, es música culta, música asociada a personas con poder, con prestigio, posición social y riqueza, o al menos así es percibida (desde dentro y desde fuera de esa cultura). Pero en la esencia de la música de Ópera está también la vibración, mucho más pura en este caso, mucho más cuidada, especialmente trabajada. Saber cantar Ópera es saber cantar.

La Ópera busca la perfección, trata de dominar por completo el instrumento vocal, lo cual exige no sólo cualidades innatas, sino muy especialmente años de intensa preparación técnica, una excepcional forma física y un amplio marco de conocimientos intelectuales (idiomas, historia, lírica…) Por eso, el cantante de Ópera es un personaje por lo general refinado, sutil hasta el extremo y culto.

Y Kraus

De entre todos, es el mejor. Los españoles bien podemos enorgullecernos de haber alumbrado a este genio o, mejor dicho, de haber sido alumbrados por él. Porque la voz de Kraus, efectivamente, es luz, es pura vibración cósmica, es voz sin carne, energía que atraviesa el universo para penetrar, a través de nuestros oídos, en el interior mismo de nuestras células, en las «cuerdas» que nos componen.

Haced la prueba: libraos de prejuicios, olvidad vuestra cultura y escuchad una canción de Kraus como si fuerais nuevos en el mundo, como si estuvierais recién nacidos, como meros receptores de una vibración que no se sabe bien de dónde proviene. Notaréis que cala, que se instala en vosotros y que os purifica.

Deberíamos valorar la Ópera, mucho más ahora que, asfixiada por el imperialismo del ‘Marketing’, casi aniquilada por los intereses comerciales, se debate en una guerra a vida o muerte. El cantante de Ópera es un abnegado luchador, un perpetuo aprendiz, y un héroe. En él recae toda esta sabiduría, fruto de milenios de evolución humana: él es el verdadero mesías, el ungido, el iluminado.

El documental que hoy os dejamos habla de él, de Kraus:

Ver documental «Alfredo Kraus, mi propia historia»

Ver ópera «Fausto» de Gounod, con Alfredo Kraus

Y también os dejamos otro sobre los descubrimientos del Dr. Masaru Emoto, a propósito de los efectos que diversas «vibraciones» parecen tener sobre el agua:

Ver documental «Los mensajes del agua»