El rollito
Con el lanzamiento, hace pocos años, de la Canon EOS 5D Mark II (una cámara de fotos reflex digital que permitía grabar vídeo de buena calidad en alta definición) se marcó un antes y un después en la producción audiovisual. Tradicionalmente, SONY, Panasonic y JVC habían controlado el mercado de cámaras de vídeo, tanto a nivel profesional -con cámaras de 15.000 euros en adelante- como a nivel prosumer (semiprofesional) – con cámaras de hasta 7.000 euros-. La nueva Canon no intimidó a estos fabricantes, que le restaron importancia pensando que se trataba de otra cámara de fotos. Pero lo que no tuvieron en cuenta fue lo que nosotros llamamos «el rollito».
¿Y qué es el rollito?
«El rollito», básicamente, es una estética que las cámaras reflex sí consiguen y que las cámaras tradicionales de vídeo no. Cualquier espectador de cine habrá visto que en las películas, muchas veces, parte de la imagen está desenfocada. Esto permite resaltar ciertos elementos sobre otros. Por ejemplo, en una conversación, la cara del personaje estará enfocada y el fondo, desenfocado (borroso). En fotografía, esta parte enfocada recibe el nombre de «profundidad de campo».
Las cámaras de fotos (reflex) tienen una profundidad de campo muy pequeña, parecida a la de las cámaras de cine (por lo que en sus imágenes hay muchos elementos desenfocados) y sin embargo, las cámaras de vídeo -sobre todo a nivel prosumer- tienen una profundidad de campo mucho mayor (y por tanto, toda la imagen suele estar enfocada). Esto se debe al tamaño del sensor (CCD o CMOS). Las cámaras de vídeo normalmente llevan tres sensores pequeños y las cámaras reflex llevan un único sensor, pero más grande.
Este fenómeno, que tradicionalmente se había considerado un fallo del cine -ya que complica mucho el manejo de la cámara-, en realidad asemeja las imágenes cinematográficas -o las grabadas con reflex- a la visión humana. Además, los más de cien años de evolución del cine nos han acostumbrado a esta estética por lo que, cuando vemos una imagen con partes desenfocadas, nos parece mucho más «cinematográfica» -más bella- que una en la que todos los elementos están enfocados.
La publicidad, los videoclips y otras producciones en las que prima la estética han utilizado tradicionalmente este recurso, frente a otras producciones televisivas -informativos, programas, etc-, que se han beneficiado de la comodidad que supone tener una mayor profundidad de campo. Esto también ha reforzado la percepción de que una imagen es más bella -más artística- cuanto más «rollito» tenga.
DSLR y tal
En el sector profesional -sobre todo cuando hablamos de producciones de bajo presupuesto-, las cámaras reflex digitales (denominadas DSLR) han sustituido en gran medida y en pocos años a las cámaras de vídeo. Y es que, pudiendo emular la estética cinematográfica (conseguir «el rollito») con una cámara que cuesta menos de 3.000 euros, ¿quién va a comprar una cámara de vídeo? Además, a estas nuevas cámaras se les puede acoplar una amplia gama de objetivos que dan una mayor versatilidad a las producciones, lo que no pasaba con las cámaras prosumer de vídeo.
Pero claro, no dejan de ser cámaras de fotos. Y grabar con una cámara de fotos es muy incómodo. Por ejemplo, en la citada Canon no se puede escuchar el sonido mientras que se está grabando. Tampoco se puede conectar a ella micrófonos profesionales. Además, hay que grabar a pulso -no sobre el hombro como con las cámaras de vídeo- y las grabaciones tienen una duración límite de 20 minutos seguidos, ya que las tarjetas de memoria que usa están formateadas en FAT32 y no permiten archivos mayores de 4GB. Por si esto fuera poco, el formato de vídeo que emplea es h.264, lo cual impide una efectiva corrección de color en la fase de postproducción.
Por supuesto, el mercado es pujante y en poco tiempo se ha inventado toda clase de accesorios para mejorar la ergonomía y conectividad de estas cámaras (ver foto).
No obstante, muchos de los problemas -como el formato de vídeo o la limitación de los 20 minutos- no quedan resueltos con estos armatostes y además, los accesorios encarecen mucho el equipo.
Los grandes fabricantes de cámaras (SONY, Panasonic…), al ver que se les estaba escapando buena parte del mercado, han reaccionado, pero a trompicones. Han intentado incorporar «el rollito» a cámaras de vídeo de este rango de precios, como por ejemplo la Panasonic AG-AF100 o la SONY NEX-VG20. Sin embargo, ninguna de estas cámaras ha conseguido desbancar a las DSLR de su posición preeminente, ya sea por ergonomía, conectividad o precio.
La gran esperanza prosumer
Dicho todo lo anterior, ¿cómo sería la cámara perfecta para un prosumer? Para empezar, debe tener «el rollito», claro. Debe ser ergonómica, es decir, cómoda para grabar a hombro, para enfocar y para ver lo que se está grabando desde cualquier posición. Conectividad, monitorización de audio, ópticas intercambiables, un formato de vídeo que permita una buena corrección de color, gestión de archivos, medidores de señal (histograma, monitor en forma de onda)… Y un precio inferior a los 3.000 euros.
Por ahora, las que más se acercan a esta utopía prosumer no provienen precisamente de las marcas que todos podríamos esperar, sino de otras menos especializadas, como Blackmagic (empresa tradicionalmente centrada en la fabricación de capturadoras de vídeo) -con su Blackmagic Cinema Camera-, o Bolex (empresa que se hizo popular en los años 70 y 80 con sus cámaras caseras de 8 y 16mm). Ninguna de estas cámaras ha salido aún al mercado. De hecho, en el caso de la Digital Bolex, su lanzamiento está condicionado al éxito de su actual campaña de financiación colectiva.
En Canon, que no son tontos, han visto que empresas pequeñas estaban conectando mejor con las necesidades del usuario, sobre todo en lo relativo al formato de vídeo, así que han reaccionado con su Canon 5D Mark III, que emplea el codec All-I -especialmente pensado en la corrección de color-, y además permite la monitorización del audio.
Conclusiones
Como conclusión, podríamos decir que la utopía está a la vista, pero no presente. Parece que, hoy en día, a la hora de comprar una cámara de este rango, siempre tenemos que sacrificar algo, ya sea comodidad, calidad del vídeo, o el propio «rollito».
Y por otra parte, nos gustaría desenmascarar «el mito del rollito». Y es que no todo lo grabado con DSLR es artístico, por mucho «rollito» que tenga (ver vídeo), ni todo lo exento de «rollito» carece de Arte.