De la mina a la barricada

En este reportaje entrevistamos a Marcos Martínez Merino, director del documental «ReMine». El documental ahonda en la manera de ser de los habitantes de las cuencas mineras asturianas y los acompaña durante todo el conflicto originado en mayo de 2012 por el inminente cierre de los pozos en Asturias.

Marcos nos habla en esta entrevista sobre su propia experiencia personal, durante las cargas policiales, las asambleas, la Marcha negra a Madrid, y también explica cuál fue la reacción de los mineros cuando vieron el apoyo popular que estaban recibiendo y comprobaron que se habían convertido, una vez más, en los adalides de un movimiento social de denuncia, mucho más amplio que el referido a sus propias reivindicaciones.

El reportaje incorpora imágenes del documental y música del grupo asturiano Nuberu, expresamente cedidas para la ocasión.

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A tiros

Hablemos un poco de la coyuntura, que no todo va a ser estructura.

Miedo da cuando se levantan los mineros. Y pena que no hayamos aprendido nada hasta ahora. No nos engañemos, el movimiento obrero está detrás de las dos guerras mundiales del siglo pasado, de los millones de muertes que en ellas tuvieron lugar y de las represoras dictaduras que las sucedieron. Que el movimiento obrero esté detrás no quiere decir que tenga la culpa, ojo.

Las protestas siempre empiezan tímidamente, pero nunca se sabe cómo acaban. Los dirigentes del siglo XXI deberían haber aprendido algo de los del siglo XX, y es a escuchar al pueblo. No lo han hecho y ahora, los mismos que se levantaron entonces, están cortando carreteras.

La cuestión es que esta vez los mineros no han sido los primeros en levantarse y además, no tienen tanta razón como en el siglo XIX. Ahora protestan, no porque las condiciones de trabajo sean extenuantes, o los salarios insuficientes, sino porque hay una reconversión económica en marcha que los deja sin trabajo. Definitivamente. La minería, por si aún estaban pensando en dedicarse a ella, no es un negocio próspero en España, esto se sabe desde hace años.

En cambio, esta vez, los primeros en levantarse han sido los jóvenes, los tímidos estudiantes, los desempleados, los -así llamados- «indignados». Ellos han iniciado las protestas, en el marco del bien conocido «15-M», y han encontrado en la comunidad intelectual fuertes alianzas, formando un movimiento pacífico, asambleario, apartidista y transparente que ha conseguido una presencia indeleble en la conciencia de la población. Su lema es «Democracia real ya», algo bastante legítimo, por otra parte.

Ahora, un año después, los mineros se suman a las protestas, pero las suyas no son pacíficas. Barricadas desde el primer día de huelga e incidentes de todo tipo jalonan las páginas de los periódicos. ¿No se ve venir?

Pasividad y fatalismo

Los teóricos llevaban años sorprendiéndose de la pasividad española. Esto era como una fiesta en la que no ponen música, no ponen bebida, no ponen gusanitos y nadie dice nada, nadie se queja. Y encima, pasan la gorra para pedir una contribución. La tolerancia de los españoles con el engaño es tremenda. El mapa de la corrupción es vergonzoso y hasta hace bien poco no había un movimiento organizado para ponerle freno. «Las cosas son así» o «haríamos lo mismo si estuviéramos en su lugar» eran las consignas base de ese pensamiento fatalista.

Pero ya no. Ahora sabemos que con nuestros impuestos no basta para pagar las comisiones de los banqueros: tenemos que pedir 100.000.000.000 de euros más a la Unión Europea (ponemos todos los ceros para que se vea la magnitud del asunto), que no sabemos muy bien cómo devolver (ni queremos hacerlo). Nos están robando, nos están endeudando y lo estamos viendo.

La prisión caliente

Y salir a la calle parece ser la única alternativa. Los pequeños empresarios -según las estadísticas– estamos sosteniendo el país. Los llamados «emprendedores» intentamos generar nuestros propios puestos de trabajo, emplear a otros cuando podemos; apostamos por nuestra capacidad para salir adelante, pero cuesta muchísimo. De lo que facturamos, un enorme porcentaje se destina a impuestos y no podemos tolerar que ese dinero vaya a parar a los bolsillos equivocados.

Como en las cárceles, cuando la cosa se calienta, se calienta, y acabamos a tiros. Muchos seguidores del 15-M estarán en estos días tentados de sumarse a los piquetes de los mineros, de dar el paso hacia la desobediencia civil. Y de la desobediencia civil a la guerrilla -o al terrorismo-, hay una línea muy fina, no lo olvidemos.

Por eso, seamos cautelosos. Atendamos a la estructura, sin perder de vista la coyuntura. Pensemos que los sistemas sociales son eso, sistemas, en los que intervienen diversos agentes. Que los sistemas están sujetos a fuerzas como la homeostasis o la entropía. Que imponen sus propios tiempos. Y que sus procesos constructivos suelen ser lentos.

El movimiento 15-M no es la panacea, pero es algo. Cualquiera que esté más o menos al corriente de lo que está sucediendo a nivel macroeconómico coincidirá con ese movimiento, al menos, en ponerle freno a la corrupción y a la hegemonía de los mercados financieros. Caminemos en ese sentido. Colaboremos en lo que podamos, construyamos. Que, con la destrucción, con la guerra, tenemos mucho que perder.

Hay muchísima documentación al respecto. Os dejamos un documental producido por ADICAE (Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros) en el que se afina bastante y se delimita un contexto histórico. También os dejamos el enlace al canal del movimiento 15-M, en el que periódicamente se publica una agenda de actividades. Y también os dejamos nuestro compromiso de no tirar cócteles molotov contra nadie. ¿Os sumáis?

Análisis técnico del «rescate»
Canal 15-M