De Sica y los BAFTA

Año 1947. La Segunda Guerra Mundial ha dejado a su paso un reguero de cenizas, escombros y ausencia. Europa aún no sabe cómo encajar lo sucedido, y tardará décadas, o quizás un siglo, en poder hacerlo.

Frente al cine propagandístico, que inundaba las pantallas durante los años del conflicto, frente a los dos bandos de antaño, ahora se impone reconstruir la cultura, desde la perspectiva de los vencedores, claro. El cine es la herramienta para ello, el cine es el rey.

Es entonces cuando surge la Academia Británica del Cine, es entonces cuando surgen los premios BAFTA. Con el director David Lean como primer presidente, la Academia se define como una institución que busca «apoyar, motivar e inspirar a aquellos que trabajan en el cine, identificando y premiando su excelencia, y educando a cualquiera que haga uso de estas formas de Arte en movimiento».

Pero en realidad, los premios BAFTA surgen como algo más profundo que un apoyo al Arte. Son un marco moral, un modo de indicar los pasos para la reconstrucción de una Europa que no confía en sí misma. Y son también algo parecido al potlatch, un sistema de regalos rituales.

Ladrones de bicicletas

En este contexto, la primera película premiada será «Los mejores años de nuestra vida», del americano William Wyler, en 1947, probablemente como reconocimiento, no sólo al autor -de valía incuestionable-, sino al pueblo de Estados Unidos y al apoyo prestado en años anteriores. Le seguirá, el año siguiente, «Hamlet», dirigida por el inglés Lawrence Olivier (luego condecorado como «Sir Lawrence») y basada en la obra del genio inglés William Shakespeare. Una para los americanos, otra para los ingleses.

Pero no se puede hablar de reconstrucción, de reconciliación, si no se tiende la mano al enemigo abatido. De manera que en su tercera convocatoria, el premio BAFTA a mejor película recae sobre el italiano Vittorio de Sica, y su «Ladri de biciclette».

Es una obra maestra. Desde el neorrealismo italiano, De Sica pone en escena una historia tierna y no sin enjundia, apoyada en actores no profesionales e hilada a través de escenas cotidianas: lo más difícil. Y consigue, en esos ásperos tiempos, ganarse el favor de todos, público, crítica, jurado.

Hoy, sesenta y tantos años después, podemos verla en Youtube. Y aún sorprende.

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