La pesadilla de Darwin
Se trata de un documental dirigido por el austriaco Hubert Sauper y rodado en Tanzania, a las orillas del Lago Victoria.
Con una superficie de casi 70.000 kilómetros cuadrados, el Victoria es el segundo lago más grande del mundo (después del Lago Superior, situado entre Canadá y Estados Unidos). Las poblaciones que lo circundan basan por completo su economía en él, muy especialmente en la pesca y comercialización de perca del Nilo, una especie no autóctona, sino -según el documental- introducida en el lago pocos años atrás con propósitos científicos. Debido a su gran tamaño y a su inusitada voracidad, la perca del Nilo se ha convertido en la dueña del Lago, acabando en su desarrollo con cientos de especies que la precedieron.
Partiendo de este ejemplo evolutivo, en el que se hace patente la supervivencia del más fuerte, «La pesadilla de Darwin» se adentra en la vida de los habitantes de la zona. Un empresario, un guarda de seguridad, transportistas, pescadores, prostitutas y niños de la calle son los principales protagonistas de la película. El entrevistador, desde una perspectiva extrañada, indaga en la estructura social, en los modos de vida, y se detiene en aquello que le llama la atención, de una manera natural, preguntando casi con inocencia. Por ejemplo, cuando ve que el tráfico de aviones con destino a Europa -cargados de pescado- es muy frecuente, pregunta: «¿Y qué traen los aviones cuando vienen desde Europa?»
La respuesta a esa pregunta, como se verá, es «la muerte». Porque la vida del Lago -que incluye tanto a las especies que lo habitan como a las personas que pueblan sus alrededores- se va, poco a poco, lejos de allí. De este modo, en un bello ejercicio poético, se ve cómo la perca no sólo se está comiendo a los peces más pequeños, sino también a las personas.
El documental contiene imágenes épicas. La del guarda de seguridad mostrando su arco y sus flechas envenenadas. La del harapiento trabajador de ese vertedero convertido en freiduría. La de los niños abalanzándose sobre una olla de arroz o inconscientes, tras inhalar pegamento. Pero, sobre todo, la de la prostituta cantando mientras el piloto ruso se burla de ella, en un gesto de fiereza y rebeldía que reivindica la dignidad y la convierte en himno.
Pero los débiles mueren, para mayor vergüenza de Europa.