Estrujar la gallina
¿Sabéis para qué se construyó el coche eléctrico? Para tirarlo a la basura.
El documental que os traemos hoy, ¿Quién mató al coche eléctrico?, dirigido por Chris Paine en 2006, habla sobre ello. Dice que el coche eléctrico ya está inventado, desde finales de los 90, que este coche es mucho mejor que los gasolina, y que General Motors -su inventor- no lo comercializa porque llegó a un acuerdo con empresas petrolíferas para estrujar las reservas planetarias de combustible un poco más aún. Por dinero.
EV1
El documental se acerca en concreto al modelo EV1 (Electric Vehicle 1), un prototipo que satisfacía las aspiraciones de la mayoría de conductores. Era un vehículo rápido (permitía rodar a más de 130 km/h), con bastante autonomía (una carga de batería permitía hacer unos 200 km.) e incorporaba un diseño atractivo a un precio asequible (entre 250 y 500 dólares al mes, según una de las entrevistadas). Y por supuesto, el consumo energético era más barato y menos contaminante que el de los coches de combustión -incluso si la electricidad había sido obtenida mediante la quema de carbón-.
Se construyeron tan sólo 1.500 unidades y se comercializaron por «leasing», es decir, los compradores no eran propietarios del vehículo, sino que General Motors se lo «alquilaba» durante un periodo de tiempo determinado. Al expirar ese periodo, durante el cual los conductores disfrutaron de la experiencia «cero emisiones», General Motors lo retiró misteriosamente del mercado y lo destruyó, a pesar de las soflamas de los indignados usuarios.
Estrujar la gallina
De manera que, en este caso, según sostiene el documental, pudo más don Dinero que cualquier ética, moral o principio. No importó haber llegado a una solución eficaz para las emisiones de CO2, o que el EV1 levantase pasiones en todo aquél que lo conducía. Lo que prevaleció fue que la escasez de petróleo permitía hacer mucho dinero con su venta. Y nada más.
Ahora -remata el documental- nos venden los vehículos híbridos como si fueran la panacea, como si fueran el culmen tecnológico, pero no lo son. Suponen simplemente un innecesario paso intermedio entre una tecnología moribunda y otra puntera. Un paso que permite a los granjeros estrujar un poco más la gallina de los huevos de oro, a costa de la salud pulmonar de la población y de aumentar la brecha social entre aquellos que pueden comprar combustible y los que no podemos.
Parabrisas interactivo
Si habéis visto «Misión imposible: Protocolo fantasma», quizás recordéis a Tom Cruise conduciendo a toda velocidad mientras consulta un mapa en el parabrisas de su coche. Estas ventanillas interactivas, que parecen de ciencia ficción, ya se están diseñando.
El proyecto «Windows of opportunity» adapta el llamado «cristal inteligente», un tipo de cristal que cambia de opacidad y que hace las funciones de pantalla, a las ventanillas -traseras de momento- de los coches. El cristal es interactivo, de modo que se puede controlar por contacto o con movimientos de la mano, en aquellos vehículos equipados con los sensores adecuados.
«Windows of opportunity» emerge de un trabajo conjunto entre General Motors y estudiantes del Future Lab del Instituto de Arte Bezalel de Israel. En principio es un prototipo y no está previsto comercializarlo, pero ya se han desarrollado varias aplicaciones informáticas, como «Pond», un programa para compartir música con otro coche conectado, o «Spindow», que muestra en tiempo real las ventanillas de otros usuarios.
Parece evidente que las grandes ventajas que aportará este sistema, cuando se llegue a implantar, tendrán que ver -como en «Misión imposible»- con la localización vía GPS -mapas- y con aplicaciones de realidad aumentada, que proporcionan información adicional de los sitios que se visita. Podremos preguntar «¿qué es este monumento?», o «¿dónde está el hospital más cercano?».
Donde aún no se le encuentra mucha utilidad a las pantallas transparentes es en el entorno doméstico. Samsung ya ha presentado modelos comerciales de pantallas transparentes de alta definición, de 22 y 46 pulgadas, pero sus aplicaciones parecen estar más relacionadas con la publicidad en centros comerciales que con el visionado de cine o televisión.