No hay música buena ni mala
(Sobre los musicales en torno a Mecano: “Hoy no me puedo levantar”, “La fuerza del destino. Tributo a Mecano”, etc.)
“Confunde el necio / valor y precio” Antonio Machado
Al parecer, posiblemente alentados por el éxito de sus musicales, Mecano vuelve a unirse. Más de ochenta conciertos los aguardan en los próximos meses, según nos dice la prensa.
¿Cómo es la música de Mecano? Ratonero-electrónica. ¿Cómo es la voz de Ana Torroja? De una endeblez que asusta en su avital falsettone. ¿Cómo son sus letras? De una sintaxis lamentable repleta de solecismos vulgares, de unos ripios que superan a Campoamor y de unos temas que son la culminación de lo hebén. Y todo ello bañando en un caldo de dengues y aguachirle, expresión de la ñoñez, a tono con las maneras lánguidas, cursis y sinsorgas de su cantante.
Independientemente de cómo suene Mecano, el musical recrea la movida madrileña de los años 80: muchas ganas de divertirse; lugares ya emblemáticos como “El Sol”, el “Rock-Ola” o “La Vía Láctea”; profusión de grupos, donde, no nos engañemos, predomina más la ocurrencia y la sedicente provocación, salvo contadas excepciones, que la calidad musical; porros a tutiplén; heroína idolatrada a porfía; nacimiento de las llamadas tribus urbanas; en el cine un fresco Colomo y la irrupción de un muy joven Almodóvar; emergencia de la homosexualidad, hasta entonces sepultada a la iraní.
Dicho esto, cabe preguntarse qué aporta el musical a España, en “su despliegue ostentoso dirigido a un público sediento de monumentalismo que olvida el último bocado para metabolizar el siguiente”, en palabras de Boadella aplicables a los musicales. En otros términos, ¿para este viaje hacían falta estas alforjas? Recordemos que nuestro país es el de la zarzuela, auténtico producto cultural compuesto por verdaderos músicos. Sí, es cierto, nuestros intelectuales, ignaros las más veces, la han arrumbado tachándola de “franquista”. Sí, es cierto, desde los 50 no se crea zarzuela alguna y por tanto no puede reflejar la actualidad. Ahora bien, frente a músicas machaconas y paupérrimas, frente a la liviandad de las letras unívocas actuales y frente al “sota, caballo y rey”, esto es sexo, droga y rock and roll, del género de masas, la zarzuela ofrece auténticas obras de arte, con bailes enraizados además y sin necesidad de pantallas gigantes, micros, bafles con decibelios atronadores y efectos lumínicos de láser y discoteca.
Pepe Rosselló, dueño de la discoteca ibicenca Space declara sin ruborizarse mínimamente y remedando -a la par que abaratando- aquel “El buen gusto es mi gusto” de los surrealistas, que “no hay música buena ni mala. Te gusta o no.”, lo cual tácitamente significa: “Ya haré yo que gracias a la mercadotecnia –ese rey Midas tecnológico actual que cuanto toca convierte en bisutería que dé el pego- mi música, la que yo vendo, te guste y la compres.” El mercado impone su gusto. Vivaldi, Verdi, Chueca, Tárrega son malos. ¿No ve usted que no gustan? Y al final resulta que sí que hay música buena, la mala mayormente.
Mariano Aguirre
Actor, dramaturgo, productor teatral y director de “La Troupe del Cretino”.
Ave Phoenix
Joaquín Phoenix es uno de los rostros conocidos de Hollywood. Para ubicarlo, diremos que actuó, por ejemplo, en Gladiator, en el papel de Comodo. Y en otras muchas películas más.
En 2010 salía a la luz «I’m still here» (Aún estoy aquí), dirigida por Casey Affleck. Se trata de un (¿falso?) documental centrado en la vida privada del actor. En principio, documenta un año en la carrera de Phoenix, durante el cual éste decide abandonar el cine y dedicarse a cantar y componer rap. Se deja crecer el pelo y la barba, se deja crecer la tripa y se abandona a la imposible tarea de triunfar -sin talento- en un mundo que, a pesar de la celebridad ganada en su trayectoria como actor, le cierra las puertas.
Si la película documentara la realidad, el espectador podría asistir al derrumbamiento de una estrella. Es una historia de traición, de avaricia, de falsa percepción propia, de excesos, decepciones, de público linchamiento, de corrupción, de falta de respeto… Phoenix encarna al mediocre en plena caída.
La altura relativa
Claro que, si viéramos a un genio tambalearse de este modo, el choque sería traumático, pero Joaquín Phoenix no es tan grande. Está bien, ha ganado un Globo de Oro en 2005 y ha sido nominado un par de veces a los Oscar. Tiene experiencia en la interpretación -fue «niño actor»- y se le vincula a ciertos movimientos de activismo social, pero no se le puede considerar una figura de primer nivel intelectual -un Leonardo-, y ni siquiera de primer nivel dramático -un Chaplin-. Es un rostro conocido, y poco más.
Así las cosas, no sorprende tanto que Phoenix se abandone a las drogas, que descuide su higiene, que padezca delirios de grandeza, que alterne con prostitutas, que despilfarre o que se arruine. Cuántos casos parecidos conocemos. Su propio hermano murió de sobredosis.
Mercadotecnia
Pero, al parecer, el documental es falso. Se trata del «papel de su vida», según el director. Según Phoenix, lo que pretendían era «hacer un film que explorara la libertad, la relación entre los medios de comunicación, sus consumidores, y las propias celebridades».
Todo es falso, dicen: ensayan el guión, hacen distintas tomas y «meten en el ajo» a amigos suyos, a gente del mundillo. Pero bien podría ser real, Joaquín. Bien podrías haberte dejado grabar en la intimidad, haberte emborrachado de fama y ahora querer remedarlo, diciendo que todo es mentira. La mercadotecnia es así.
En cualquier caso, la imagen que en general se tiene de la vida privada de la fauna urbana de Hollywood no dista mucho de la proyectada en la película (por algo será). Podemos encontrar referencias no sólo en casos sonados -¡Marilyn!-, sino también en las propias películas de la Factoría –Hurlyburly, Four Rooms…-
Se dice que toda ficción tiene algo de documental y todo documental, algo de ficción. En este caso, como en todos, queda al espectador la tarea de decidir en qué medida convergen.