El SEPE y los seis millones

Seis millones de parados, ahí es nada. El 26 por ciento de la población activa. Y subiendo. Es momento de aceptar que hay algo que no estamos haciendo bien.

Y si alguien, por encima de todos, debería aceptar la derrota -asumir su propia incompetencia-, es el Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE), antiguo INEM. Porque su misión principal es «garantizar la información sobre el mercado de trabajo para conseguir la inserción y permanencia en el mercado laboral de la ciudadanía».

¿Habéis acudido alguna vez al SEPE (léase INEM) para solicitar un empleo? Es una experiencia kafkiana, un ejercicio cuya inutilidad se asume de antemano. La asume el funcionario que -con mayor o menor desgana, con mayor o menor acierto- cubre nuestra ficha en la base de datos. Y la asume el aspirante, al ver que aquello no es más que un mero trámite y que resulta altamente improbable que algunos de los allí presentes vayan a resolver en algo su crítica situación.

«Necesito trabajar de lo que sea, urgentemente». Es una frase terrible, que da cuenta de una precaria realidad económica y por ende, existencial. No deseamos que ninguno de vosotros tenga que pronunciarla nunca. Y lo que sí deseamos es que -de verdad- esa institución -el SEPE-, que cuenta con cientos de oficinas diseminadas por la geografía española, con miles de trabajadores únicamente dedicados a eso, y que se sostiene con los impuestos que todos pagamos, reaccione frente a esa súplica de manera efectiva e inmediata.

Bolsa de empleo temporal

Así que lo primero que podría hacerse, desde el SEPE, sería clasificar a los demandantes por grado de urgencia y los puestos de trabajo por cualificación y grado de permanencia, de tal modo que un ‘parado’ que necesite trabajar hoy, «de lo que sea», pueda hacerlo. ¿Que no será el empleo de su vida? Evidentemente. Pero tendrá un modo de ganar su sustento durante un día, una semana, o un mes. Y mientras tanto, se busca -y se encuentra- algo, no tan eventual, adecuado a su perfil.

A este respecto, el SEPE podría aprender mucho de las famosas empresas de trabajo temporal (ETTs), que no sólo cruzan oferta y demanda urgentes, sino que además hacen negocio con ello.

Red de contactos

Con la urgencia resuelta, el demandante de empleo debería ser recolocado en un puesto no tan temporal y más acorde con su formación y experiencia. Para ello, la red de contactos es esencial. Y es que resulta inaceptable que el Servicio Público de Empleo desconozca que cierta empresa busca licenciados en Derecho, o que aquella fábrica necesita torneros fresadores. El SEPE debe procesar todas y cada una de las ofertas laborales que se emiten en España, por una u otra vía, con independencia del sector. No es admisible que en Trabajastur (SEPE) haya -en este momento- 84 ofertas de trabajo en Asturias y que en Infojobs haya 310.

Más. Como decía la elfa de aquella película, el mundo ha cambiado… Ahora la información y las personas circulan de manera bien distinta a como lo hicieran hace un siglo, de manera que una oferta de trabajo en Portugal, Perú, o Groenlandia, puede resultar más que apetecible para un desempleado español. ¿Por qué el SEPE no ofrece este tipo de información? Por incompetencia.

Linked In es la prueba de ello. Una rápida búsqueda en esta red profesional y encontramos 1.800 ofertas de empleo en España, 2.300 en Francia, 13.600 en el Reino Unido, y así podríamos seguir hasta alcanzar cientos de miles de ofertas laborales en todo el mundo.  ¿De verdad el SEPE no puede hacer nada al respecto? ¿O es que, sencillamente, esta poderosa red de oficinas y expertos en materia laboral no sirve para nada?

Inutilidad

Desgraciadamente, ésta es la conclusión a la que uno llega. Parece que el dinero que destinamos los contribuyentes a mantener esta costosa infraestructura está siendo desperdiciado, porque lo único que en esas oficinas se hace es sellar el famoso cartoncito. Y pruebas más evidentes que las citadas no las hay.

Bueno, en honor a la verdad, el SEPE también organiza cursos para desempleados, igualmente inútiles en la mayoría de los casos, en primer lugar porque el nivel que alcanzan es ínfimo en comparación con la formación reglada; en segundo lugar porque para eso -para formar a la población- ya existen otras estructuras específicas (institutos, universidades…); y en tercer lugar, porque en general esos cursos gozan de nulo interés para el asistente, en tanto en cuanto se ve forzado a asistir (para no perder el subsidio), suelen estar mal encuadrados y suponen una enorme pérdida de tiempo en un momento en que el tiempo -para el desempleado- es oro.

Por todo lo anterior, creemos que la sociedad española, tan castigada, tan herida hoy, debería exigir, con la justicia por bandera, que se realizaran en este Servicio reformas estructurales, reformas que garantizaran su efectividad. O que se cerrara el chiringuito.

Gestión, guillotina

La diferencia entre una buena gestión y una mala son los resultados.

Desempleo y crisis

Con más del 20% de su población activa en paro -y creciendo-, España encuentra en el desempleo su problema más grave y más urgente. Es necesario resolverlo ya.

No ya sólo porque la situación de las familias es crítica -al borde de la bancarrota-, sino porque los impuestos que sostienen al Estado -los impuestos que se usan para pagar las pensiones y los subsidios por desempleo- provienen de los trabajadores. La fórmula es fácil: más trabajadores = más dinero recaudado.

Si cada vez menos gente «mete dinero en la hucha» y más lo saca, la situación se vuelve insostenible. Y esto es de cajón.

Arcas vacías

El político que en 2011 haya llegado -recién elegido- a su despacho en el Ayuntamiento, en la Consejería, o en el Ministerio, y haya encontrado las arcas vacías, se habrá echado las manos a la cabeza. ¿Qué hago yo ahora? -se habrá preguntado-. ¿Cómo salgo de ésta?

Si el político en cuestión es medianamente inteligente, se preguntará: «¿De dónde proviene el dinero que llena mis arcas?» La respuesta es clara: «De los impuestos que pagan los trabajadores». «¿Y qué hago yo para ingresar más dinero?». ¡Pues conseguir más trabajadores!

Gestionar

El político inteligente se pondría, entonces, manos a la obra. Las prioridades son obvias. Primero, conseguir que todos los empleados mantengan su empleo. Segundo, emplear a los desempleados.

Estas medidas, unidas a algunas modificaciones fiscales, como por ejemplo igualar los impuestos que paga la población activa (alrededor del 40% del salario) a los impuestos que pagan los que viven de los rendimientos de su dinero (alrededor del 20% de los rendimientos), aumentarían la recaudación y «llenarían la hucha».

Guillotinar

Un político con pocas luces no haría lo que acabamos de describir. Asustado, pensaría: «si tengo poco dinero en la hucha, voy a ahorrar todo lo que pueda». Y se pondría a recortar gastos, olvidando de dónde provienen sus ingresos. «¿Necesito investigación científica?» -se diría-. «No es momento de investigar, recortaré en investigación». «¿Necesito arreglar las carreteras? No es buen momento, recortaré en obras públicas». Y así seguiría, con los museos, los colegios, los hospitales…

A cada paso de su camino, este político reduciría -junto con sus gastos- decenas, centenares de puestos de trabajo. Y por tanto, reduciría sus fuentes de ingresos. Y cada vez tendría que recortar más… «¿Necesito agua?»… «¿Necesito patatas?»…

Un ejemplo

Esta mañana, los trabajadores de la Unidad de Gestión del Parque Tecnológico de Asturias anunciaban el cierre de dicha Unidad a partir del 1 de febrero de 2012, y su consiguiente despido. Estos trabajadores se encargan de fomentar la relación entre las empresas e instituciones del Parque, con otras empresas e instituciones. Se dedican a labores de promoción regional, nacional e internacional, organizan actividades formativas, encuentros, conferencias… Son unos excelentes trabajadores, capaces de conseguir mucho con muy poco, capaces de implicar a diversas empresas en objetivos comunes y sus resultados, con los datos en la mano, son óptimos.

La Unidad de Gestión del Parque, en suma, genera mucha riqueza.

Con su cierre, no sólo se envía a dos personas a engrosar la lista de desempleados -con las consecuencias que ello entraña para sus familias y para el erario público-, sino que además se pierde un elemento vital para otras muchas empresas -muchos trabajadores-, que se verán directa o indirectamente afectadas.

Y es que ya nos lo enseñó la Revolución Francesa: la guillotina, mal dirigida, no es una buena herramienta de gestión.