Ganado

No mugimos. No balamos. No cacareamos. Y sin embargo, se nos trata como si fuéramos ganado. ¿O no tenéis esa sensación?

El sistema y el ‘antisistema’

Con frecuencia se habla del «antisistema» para referirse a un tipo de individuo que protesta por todo. Se le caricaturiza como a alguien desaseado, encapuchado, a menudo violento y siempre corto de entendederas. Se dice de él que quiere la revolución por la revolución, sin haberse planteado qué cosas es posible o es necesario cambiar, sin saber en realidad cómo o cuál es el sistema al que se opone.

Esta visión, estereotípica, es exagerada, como siempre ocurre con los estereotipos. Pero esta visión -desde la exageración y por tanto desde la caricatura- hace referencia a verdades, a realidades concretas, a individuos, que desgraciadamente actúan sin criterio, sin principios (más allá de manidas consignas) y sin propuesta de mejora.

Conviene, no obstante, que reflexionemos un poco acerca de eso a lo que llamamos «sistema». En primer lugar, porque existe. Y en segundo lugar, porque nos afecta a todos. Así, después de la reflexión, estaremos en condiciones de juzgar lo correcto o incorrecto -adecuado o inadecuado- de las diversas conductas «antisistema».

Bertalanffy

Fue un filósofo austriaco que vivió entre 1901 y 1972. Él fue quien formuló esa brillante «Teoría General de Sistemas». En ella decía (a muy grandes rasgos) que todo podía ser analizado como «sistema». Y que todos los sistemas, por muy alejados que nos parezcan entre sí, tienen cosas en común, por el mero hecho de ser sistemas. Por ejemplo, los organismos vivos y los sistemas informáticos. Entropía, entalpía, o negentropía son algunas de las categorías que se barajan en el enfoque sistémico.

Pero no nos liemos con metateorías. Lo importante de todo esto es que reconozcamos que podemos descomponer la realidad en sistemas y subsistemas y que por tanto, hablar del «sistema» cuando nos referimos a la economía internacional, o a las culturas de un país, no es ninguna tontería. De hecho, es algo bastante inteligente y acertado.

Lo que no es acertado es considerarse «antisistema». Porque inevitablemente estamos incluidos en múltiples sistemas. Podemos intentar modificar el sistema, hacerlo evolucionar, reformarlo, mejorarlo. Pero ser anti-sistema es ridículo. Es como si un pulmón se declarara «anti-sistema respiratorio»: una necedad. Lo que sí puede hacer el pulmón es enfermar, con lo que pondría en peligro no sólo al sistema respiratorio del que forma parte, sino también al organismo al que alimenta (y del que depende).

Sistemas económicos

Y llegamos a la parte más polémica del asunto: los agentes. Porque ¿quién controla los sistemas? La respuesta no es sencilla, ya que todos los componentes de un sistema intervienen en su funcionamiento, en mayor o menor medida, de una manera o de otra. Y las relaciones entre estos «agentes» no siempre son solidarias, sino que en ellas se da con frecuencia el conflicto.

Además, resulta que, como en los rebaños, los agentes mayoritarios a menudo no son los más poderosos. Es el ganadero quien alimenta -o no- a las reses, quien las guarda cuando llueve, quien las sacrifica a conveniencia. Las vacas no deciden, por muchas que sean. Y cambiar este orden, esta relación de poder es, si no imposible, sí muy difícil. Para las vacas. Porque el ganadero tiene una posición preponderante en el sistema. Y su trabajo es mantener esa posición.

En los sistemas económicos sucede lo mismo. Ciertos agentes -minoritarios- dominan su funcionamiento (no absoluta, pero sí relativamente) y están ocupados en seguir dominándolo: harán todo lo posible por que así sea. Y los agentes mayoritarios, menos poderosos, podrán dialogar, revolverse, escalar, pero el ganadero seguirá controlando el sistema; tiene los medios para ello.

Sistemas axiológicos

Y luego están los axiomas o principios. La moral. Las culturas. Son realidades intangibles, pero realidades; y como tales, también pueden ser analizadas en tanto que sistemas. Por ejemplo, las leyes, los sistemas legales. Son una serie de principios y normas basados en la moral -e intereses- de cierto grupo de individuos. Son sistemas de significación.

Pero ¿quién controla los sistemas de valores? ¿Qué agentes son más poderosos en ellos? Otra pregunta delicada.

Dirán que los valores de un individuo, su moral, es cosa suya. Que nadie puede modificarla. Hay incluso quien asegura que la moral es algo innato. O que proviene de Dios. Pues bien, responderemos, a la luz de los hechos, que se equivocan.

¿Alguien puede modificar mi noción de belleza? Sí. Y se hace.

Ingeniería social

Porque el ganadero ha evolucionado. Sus herramientas ya no son una cerca y una vara. Ni siquiera una valla electrificada, o un pesebre. Ahora los ganaderos crean campañas de Marketing social para modificar el parecer de sus reses en lo que a ellos les conviene. No se trata tanto de tenerlas encadenadas. No es cuestión de obligarnos a actuar de un modo determinado. Lo que se busca es cambiar nuestra percepción del mundo, para que no haya necesidad de forzarnos a nada, sino que seamos nosotros mismos quienes motu proprio actuemos en ese sentido.

Los denominados mass media (medios de comunicación de masas) han jugado un papel determinante en este punto. Han demostrado ser tremendamente efectivos para sentar las bases de aquello que es bello, de aquello que es importante y de aquello que es bueno. Sus contenidos marcan los intereses de las poblaciones, sus gustos y sus preferencias. Los medios, en fin, determinan aquello que existe y aquello que no.

E Internet ha explotado, poniendo al alcance de las mayorías un canal de expresión sin precedentes, tan poderoso que amenaza con modificar el conjunto del sistema (social, económico, axiológico…), al dar voz a quien no la tenía. Pero el ganadero no es precisamente tonto y no va a ceder su control sobre el rebaño. Insistimos: tiene los medios para ello.

Así que las reses podemos revolvernos y mugir y de ese modo, quizás obtengamos algún emolumento que nos cierre la boca, pero poco más. El sistema es el sistema.

#mis120euros

Si habéis seguido nuestra actividad en Twitter en los últimos días, habréis visto que desde el 27 al 29 de octubre hemos emprendido una campaña de desprestigio contra una potente operadora de telefonía. Nuestra intención no era la de dañar gratuitamente al poderoso, ni calumniarle, primero porque la calumnia atenta contra nuestra ética (la cual proviene, por cierto, de los códigos deontológicos del Periodismo: sistema axiológico), y segundo, porque es una estrategia fullera y poco elegante, alejada de nuestro estilo.

No obstante, lo hemos hecho (no calumniarle, sino desprestigiarle), en primer lugar, porque lo que reclamábamos (#mis120euros) era justo. En segundo lugar, porque habíamos agotado todas las alternativas anteriores, salvo la de la denuncia formal. Y en tercer lugar, porque dicha teleoperadora nos había tratado descaradamente como a las reses que somos. Da igual cuánto mujas, cuando no hay nadie que te escuche.

Tras la campaña, el ganadero ha reaccionado: no en vano hemos utilizado sus armas. Nos ha prometido reparar el daño causado (más le vale cumplir con su palabra, muuuuu) y nosotros hemos cejado en el desprestigio. No hemos dejado de ser reses y nos consta que el ganadero no modificará en nada su conducta sucesiva (el trato a las otras reses). Quizás incluso, analizado de cierto modo, hayamos perdido la batalla, porque hemos comprometido nuestro prestigio, nuestra templanza, nuestra imagen, por dinero. Pero sabiendo que en el fondo no era el dinero lo que nos movía y teniendo la certeza de haber sido justos en la lucha (al menos, según la noción de Justicia que últimamente manejamos en la granja), ahora mugimos con los cuernos bien altos.