Engórdame (que me pone)

Archiconocido es el documental «Super size me»: probablemente, el más famoso de los editados en los últimos tiempos. Pero ¿por qué ha tenido tanto éxito?

Para quienes -extrañamente- no conozcan esta película, diremos que consiste, básicamente, en ver a su presentador y director, Morgan Spurlock, engordar como un ceporro, a base de comer hamburguesas -patatas fritas y Coca Cola- durante un mes. Se propone demostrar que la «comida rápida» no es buena para la salud. Y lo consigue.

Pero intentemos responder a la pregunta…

En primer lugar, la película ha tenido éxito porque aborda un tema de especial importancia para nuestra sociedad: la obesidad. Basándose en cifras realmente alarmantes, Spurlock pone el acento en una cuestión que nos afecta a todos y que se relaciona directamente con el modelo de vida que muchos de nosotros llevamos: sedentario (pasamos más tiempo sentados que de pie), holgazán (buscamos soluciones rápidas para saciar nuestras hambres) e hiper-consumista (una tarjeta de crédito sin límite es nuestro sueño).

En segundo lugar, Spurlock se castiga, y eso da morbo. Ver a alguien destrozar su hígado -cambiar de color, de forma, de actitud- es diversión en estado puro. No en vano el «jackass» ha pasado de ser una serie de televisión a un género televisivo en sí mismo.

Y en tercer lugar, el documental demoniza a una cadena de comida rápida en concreto, McDonalds. Esto es importante, porque culpar a alguien -rico, poderoso- de un problema que en realidad es nuestro, contribuye a que no nos sintamos tan culpables por ser gordos. Nadie nos obliga a comer hamburguesas hasta reventar, nadie nos impide hacer deporte, llevar una vida sana. Y si culpamos a alguien de nuestra propia irresponsabilidad, no estamos siendo justos.

La pobreza

Pero entre todos estos mensajes más o menos frívolos, la película deja caer una reflexión interesante, y es la relación entre pobreza y consumo de comida rápida. Al parecer -y esto aún no es así en España-, para los estadounidenses resulta más barato comer en un McDonalds que comprar los alimentos frescos -especialmente verduras- y cocinarlos. Por ese motivo, se aprecia una relación entre bajo poder adquisitivo y obesidad.

Este dato suscita un buen número de interrogantes -que no detallaremos-, pero por encima de todos, arroja una pregunta: ¿Cómo es posible? ¿Cómo va a ser más barato comer en un McAuto que hacer una fabada? La respuesta sólo podemos encontrarla a nivel macroeconómico. Es posible porque las políticas agroganaderas están controladas por grandes grupos de poder que determinan los precios. No incidiremos en este tema, porque -a quien le interese- puede ver, por ejemplo, el documental Food Inc, que aborda la cuestión frontalmente, pero diremos que posiblemente éste sea el punto más interesante de todo «Super size me».

El entretenimiento

Y es entretenida, la película. Puede que no sea seria -ni ortodoxa-, que sea frívola y populista, pero, al menos, su director consigue que el espectador -ese hiperconsumista haragán sedente- se interese por algo tan importante, tan cotidiano y tan cargado de implicaciones sociales, económicas, existenciales, como su propia dieta. Durante hora y media, no más, que hoy cenamos kebab.

 

Francisco Sánchez…

…Paco de Lucía.

El valor de algunos documentales se encuentra a nivel estético, cuando en ellos se incluye imágenes muy bellas, o una edición muy original, por ejemplo.

En otros, hallamos su valor a nivel conceptual: nos hacen llegar a conclusiones nuevas, o modificar nuestra perspectiva sobre algo.

Pero existe otro tipo de documentales, que no destacan a ninguno de estos dos niveles -ni estético, ni conceptual- y que son igual de valiosos que los anteriores. Se trata de los documentales que destacan, precisamente, a nivel documental.

«Francisco Sánchez, Paco de Lucía» es uno de estos documentales. Sus imágenes no son especialmente llamativas, no aspira a innovar en aproximaciones, ni narrativas -de hecho no se ha proyectado en cines, sino que ha sido concebido para la televisión-. Pero consigue esa magia inaccesible que a veces se esconde tras la verdad de las cosas.

No en vano, a este tipo de películas -a éstas que hablan de «lo que pasa en realidad»- se las denomina «Documentales». Son más «documento» que cualquier otra cosa: más «documento» que «Arte» -aunque haya entre ellas verdaderas obras maestras-. Más «documento» que «entretenimiento» -aunque muchos documentales sean muy amenos. Y más «documento» que «reflexión» -aunque algunos documentales cambien literalmente el modo de pensar de millones de personas-.

Sin documento, sin testimonio, no hay documental.

«Yo me alejo de todo lo que me recuerde a Paco de Lucía» – dice Francisco Sánchez-. Y es cierto. En la hora y media que dura la película, el espectador puede constatar que el guitarrista es una persona solitaria, sencilla, muy trabajadora y celosa de su intimidad. Es la primera -y probablemente la única- vez que permite a un equipo de grabación acercarse de este modo a su vida cotidiana y a su modo de obrar. Y por eso, tratándose de Paco de Lucía, Maestro incuestionable, Grande de todos los tiempos, Mito viviente, Artista universal, la cinta adquiere más valor documental -si cabe- que otras piezas de museo.