Mutaciones y detritus
«Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos».
(Pablo Neruda)
Lo de la revolución digital nos trae de cabeza y no es para menos. Todo ha cambiado tanto y tan rápido, que los «expertos» hablan de una nueva generación cada pocos años (los «Millenials» -1980-2000- han dado paso a la «Generación Z» -2000-2010-, que a su vez son viejos frente a la «Generación Alfa» -nacidos a partir de 2010-).
Todo esto, que podría parecer Marketing -y en realidad tiene mucho de ello-, en el fondo habla de modelos socioculturales en crisis que se renegocian a cada paso, debido a la irrupción de la tecnología. Nuestros políticos y dirigentes actuales, en su mayoría, pertenecen al Pleistoceno, es decir, son dinosaurios, de modo que poco puede esperarse de ellos, si lo que esperamos es que contribuyan a adaptar la cultura a las condiciones reales de subsistencia.
Por poner algunos ejemplos, el modelo productivo ha cambiado (robots, temporalidad, teletrabajo, «trading de alta frecuencia», deslocalización…); el modelo amoroso y de parentesco ha cambiado (Tinder, monoparentela, demografía negativa, pornografía, follamigos, emigración…); el modelo de ocio ha cambiado (Crossfit, Netflix, Smartphones en el cine, influencers…); el modelo alimenticio ha cambiado (veganismo take away, pollos y cerdos detox…); el modelo mítico-religioso ha cambiado (pastores youtubers, guerra santa global, Mindfulness, Anunnaki, el Papa en Twitter, Wikileaks…); y en definitiva, todo lo que nos sustentaba como civilización se ha visto mutado.
Ahora toca atarse los machos, que es expresión taurina y por tanto arriesgada (porque lo «trending» es animalista) y prepararse para lo que viene. El coche autónomo, la realidad mixta con sus ciudades inteligentes, los cyborgs… No hemos digerido el postre y ya vienen con las pastas. Van a cambiar tanto las cosas, que no nos reconoceremos de aquí a pocos meses. Y vaya peligro.
A este ritmo, todos quedaremos huérfanos de cultura antes o después, porque los modelos que se imponían ayer, ya no valdrán mañana, y nos será imposible adaptar los rasgos más acendrados, los rasgos identitarios, a las nuevas situaciones. Pensemos en un costalero sevillano, en un camionero, o incluso en los tenderos de barrio: les resultará imposible aceptar que lo suyo es cosa del pasado.
Así que, aceptémoslo, somos detritus de la sociedad tecnológica. Estamos condenados a la deyección temprana, a pesar de nuestros esfuerzos por lucir estupendos en la foto. Queremos creer que -históricamente- se hablará de nosotros como los que hicieron posible la transición a la Nueva Era, pero -íntimamente- sabemos que los verdaderos «new agers» están por nacer. Y además, no tenemos muy claro que esto no vaya a «petar» antes.
Quién podría saberlo…
Barthes, Brel, Aznavour y Ornella esperan a Godot
Quien espera, desespera.
(Dicho popular)
1) Roland Barthes: la espera
En «Fragmentos de un discurso amoroso», Roland Barthes, tras haber definido la espera como «tumulto de angustia suscitada por la ausencia del ser amado, al albur de pequeños retrasos (citas, teléfono, cartas, regresos)» (recuérdese que cuando Barthes escribe, el teléfono móvil no existe aún), pasa a describir la escenografía de la espera, pues ésta «se representa como una obra de teatro».
El decorado es el interior de un café. La obra consta de prólogo y tres actos en su versión máxima. Ahora bien, en función de las circunstancias, la obra puede acortarse prescindiendo del último o de los dos últimos actos.
Prólogo
El único actor (o actriz) espera al ser amado, constatando que éste se retrasa. Acaba el prólogo con el único actor (o actriz) haciéndose mala sangre y desencadenando la «angustia de la espera».
Primer acto
El paisaje mental es el de las suposiciones y las hipótesis. «¿Habrá habido un malentendido en cuanto al lugar, a la hora?». El actor intenta rememorar el cómo y el cuándo se estableció la cita. Se prodigan las dudas y las oscilaciones anímicas y volitivas: «¿Cambio de café?», «¿Le llamo por teléfono?», «Y si, mientras tanto, ¿llega y, no encontrándome, marcha?», (pues al no haber móviles cuando esto escribe Barthes, es necesario para quien quiera comunicarse el tener que desplazarse hasta el teléfono público, situado en la calle o ubicado generalmente, en las grandes cafeterías, en el sótano, junto a los servicios), así como un largo etcétera de dudas y preguntas…
Segundo acto
El paisaje mental es el de la cólera. El actor ( o actriz) dirige sus vehementes reproches al ausente. «Ya habría podido…», «¡Ah, si lo tuviera aquí delante de mí para poder echarle en cara que no lo tenga aquí delante de mí!».
Tercer acto
El actor (o actriz) alcanza la angustia en estado puro: el abandono. De la ausencia se ha transitado a la muerte. Y el otro, el «esperado» está como muerto. Entonces estalla el duelo.
Y así concluye la obra. Mal, acaba mal. Godot ni ha llegado ni llegará nunca.
Dicho esto, como en el surrealismo, el azar interviene también como autor, o al menos como co-autor y así la obra puede concluir en el primer acto si el esperado da en llegar entonces, con lo cual la acogida de ese esperado por parte del «esperante», es tranquila y bonancible como un día sereno y alegre de mayo. Puede finalizar en el segundo acto si entonces se presenta el esperado, pero se producirá una «escena», debido a una exasperación nerviosa por parte del «esperante». En cuanto al tercer acto, puede no concluirse con la muerte anímica del «esperante» si arriba entonces el esperado. Si ello es así, se dará el «reconocimiento», la «acción de gracias». Evocando la obra de teatro de Maeterlinck, llevada a la ópera por Debussy, escribe Barthes: «Respiro profundamente, cual Pelléas emergiendo del subterráneo y recobrando la vida, el olor de las rosas», pues, para quien no conozca estas obras, digamos que el protagonista Pelléas es amenazado y casi muerto en una gruta por su hermano mayor Golaud, celoso de que entre su joven mujer, Mélisande, y su hermano menor se haya establecido una fortísima corriente de simpatía, rayana en el amor. Mas prosigamos…
Tanto en «Madeleine» de Jacques Brel, como en «Sur ma vie» de Charles Aznavour, o en «L´appuntamento», cuyos autores son los brasileños Roberto Carlos y Erasmo Carlos, pero que en Europa ha popularizado en italiano Ornella Vanoni, acontece la espera del ser amado, llegándose al tercer acto sin que éste comparezca y, por tanto, con la emergencia de la angustia en estado puro, el abandono, por lo que hace al actor o actriz «esperantes».
2) «Madeleine», de Jacques Brel
No es infrecuente en la obra de Brel el personaje infeliz, poca cosa, pobre diablo, incluso algo simple («Yo vengo a ser lo que se llama en el mundo un buen hombre, un infeliz, un pobrecillo… mi carácter pueril e inocentón», Larra, el pobrecito hablador. «¿Quién es el público?»), que es ignorado o aun menospreciado y preterido por otros hombres, con posibles o más listos o aprovechados, por parte de la mujer amada. Y es así desde el principio de su producción; citemos al respecto «Les carreaux. Il pleut» (Los cristales. Llueve)
Les corridors crasseux sont les seuls que je vois, / les escaliers qui montent, ils sont toujours pour moi… Les filles qui vont danser, ne me regardent pas / car elles s´en vont danser avec tous ceux-là, / qui savent leur payer, pour pouvoir s´amuser, / des fleurs de papier ou de l´eau parfumée» (Los pasillos mugrientos son los únicos que yo veo, / las escaleras que suben, son siempre para mí… Las muchachas que van a bailar, no me miran / pues se van a bailar con todos esos / que saben comprarles, para poder divertirse, / flores de papel o agua de colonia).
Otro buen ejemplo de ello serían «Les bonbons» (Los caramelos):
Mais voilà votre ami Léon… si vous voulez que je lui cède ma place» (Mas aquí está vuestro amigo León… si quiere usted que le ceda mi sitio…).
Tampoco pueden dejar de citarse a este propósito esos versos desgarrados de «Amsterdam» que rezan:
«(les marins) pissent , comme moi je pleure, / sur les femmes infidèles» (los marineros se mean, como yo lloro, / en las mujeres infieles).
Y en «La Fanette», cómo olvidar aquello de «Faut dire qu´elle était belle et que je ne suis pas beau» (Digamos que ella era bella y que yo no soy guapo) y, claro, así las cosas, traicionándolo, lo abandona por otro: «Ils ont nagé si bien, ils ont nagé si loin / qu´on ne les revit pas» (Nadaron tan bien, nadaron tan lejos / que no se les volvió a ver nunca más).
En «Madeleine», al ritmo de un charlestón, el actor se nos presenta como un pobre hombre, un pauv´type, sumido en un delirio. El tal delirio consiste en esperar cada día a su amada Madeleine, a pesar de que la experiencia le muestra una y otra vez que la tal Madeleine no acude nunca a la supuesta cita. Dado que el estímulo no obtiene nunca respuesta, la tal conducta de espera debiera extinguirse; sin embargo, el actor, contra viento y marea, mantiene insensata y patológicamente esa conducta pues no en vano el delirio es ajeno a la experiencia y, por tanto, no modifica el comportamiento del delirante ni su esperanza; mientras el delirio persista, silenciada totalmente la voz de la experiencia, el delirante, como se dice familiarmente, «se mantendrá en sus trece» y así no se producirá la extinción de la tal conducta. Ésta se acompaña del rito previo de la compra de un ramo de lilas (flores que simbolizan la declaración de amor y la entrega a la persona amada) para Madeleine y de la prospectiva de ir a comer patatas fritas (frites) e ir luego al cine con ella.
Como en esas historias reales de mujeres (y también de hombres, aunque en menor medida) que esperan al ser amado que desapareció un buen día y no volvió nunca ya, y a pesar de ello y de la negativa del tiempo, mantienen incólume la esperanza del regreso y envejecen ancladas en la espera (Penélope, claro está, mas también muchas otras que pueblan la literatura – la Solveig del «Peer Gynt» de Ibsen, por ejemplo- y la vida real), aunque ésta se vea permanentemente frustrada, tanta es la fuerza del deseo, tan poderoso es éste, al igual de esas historias, decimos, el infeliz decide cada día, tras constatar que se ha hecho ya muy tarde, que el puesto donde sirven las frites ha cerrado ya dado lo avanzado de la hora, que el último tranvía de la línea que habían de tomar ha partido ya y que incluso el cine habrá dado su última sesión, volver a esperarla al día siguiente. «Demain j´attendrai Madeleine / Je rapporterai du lilas…. On prendra le tram 33 / pour manger des frites chez Eugène» (Mañana esperaré a Madeleine / Le traeré de nuevo lilas… Tomaremos el tranvía 33 / para comer las frites en el restaurante de Eugène).
A pesar de todo, el actor toma conciencia de su repetido fracaso pues pasa del «Ce soir j´attends Madeleine» (Esta tarde espero a Madeleine) al «Ce soir j´attendais Madeleine» (Esta tarde esperaba a Madeleine) y concluye, como cada día, que «Madeleine ne viendra pas» (Madeleine no vendrá); empero mañana volverá nuevamente, como cada día, a la carga y así: «Demain j´attendrai Madeleine» (Mañana esperaré a Madeleine).
Esta conducta, que niega permanentemente lo empírico y la experiencia didascálica, queda explicada por el estribillo que machaconamente repite que Madeleine es su «Navidad», su «América», su «horizonte», que Madeleine es «toda su vida».
Al igual que en «L´appuntamento» que analizaremos más tarde, aquí también las manifestaciones climatológicas expresan y refuerzan los hechos y un estado de ánimo; así, la segunda estrofa certifica el fracaso con esa lluvia cayendo inmisericorde sobre el ramo de lilas («Mais il pleut sur mes lilas». Llueve sobre mis lilas). El agua anuncia que el último tranvía parte ya, que el puesto de frites cierra y que se ha hecho ya muy tarde para ir al cine.
Si el actor «esperante» no la esperara, ¿qué sentido tendría su vida? Si no la esperara, moriría. Por otra parte, ¿no hay personas que viven con la esperanza de que alguna vez les tocará la lotería y que ello les cambiará la vida? Sí, ¡la herencia del tío de América que, algún día, llamará a nuestra puerta! Según Freud, otro tanto cabría decir de la «ilusión» (Diccionario de la RAE: «Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos / 2. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo / 3. Viva complacencia en una persona, cosa, tarea, etc.) de la vida eterna, trasunto prospectivo de la vida intrauterina. Vivimos la vida en el delirio de que, tras ella, alcanzaremos otra hecha de dicha eterna. La religión y sus «religiosos», en esta perspectiva, se comportarían como el actor «esperante» de Madeleine.
Así las cosas, lejos de resolverse en melancolía (pretérito: «fue», «esperé»; futuro negativo: «no seré», «no esperaré»; adverbios negativos de tiempo: «jamás, nunca, ya nunca, ya no, nunca más», etc), la canción acaba en futuro afirmativo reiterativo: «Mañana esperaré a Madeleine / Iremos al cine / Le diré «Te quiero» / A Madeleine le gustará». Y la canción concluye bajo el mismo ritmo pimpante, saltarín, desenfadado, alocado, con que se inició.
También Juana la Loca pensó y creyó firmemente, porque tanto lo deseaba, que su Felipe despertaría de su sueño y vagó con su cadáver por los páramos de Castilla. En su mente y en su conducta no había tal fantasma, sino un hombre adorado que, algún día, ¡sí, bien pronto!, volverá a abrir los ojos, a sonreírme y a abrazarme.
Lo dice La Fontaine a propósito de la lechera (la del cuento de la lechera): «Quel esprit ne bat la campagne? / Qui n´a fait châteaux en Espagne?» (¿Qué espíritu no habrá alguna vez desvariado? / ¿Quién no habrá elevado castillos en el aire?)
3) «Sur ma vie» (Lo juré por mi vida), de Charles Aznavour
Como creemos haber mostrado suficientemente en nuestro trabajo «Charles Aznavour: los tópicos y la canción de Maglia», la obra de este autor pone en evidencia al hombre vulnerable, cargado de ansiedad anticipatoria frente a la mujer amada y su (posible, hipotético, potencial) conducta futura (inmediatamente futura o lejanamente futura, poco importa) pues no en vano este ser amado es una mujer más joven, más frívola, más inconsciente y desde luego mucho más bella. Esta mujer amada es una muchacha y él es un hombre ya maduro. El hombre, fragilizado por sus miedos e inseguridades, arrastra en su vida cotidiana el temor constante de la infidelidad y del abandono por parte de la joven amada. Y es que además, por otra parte, Aznavour da siempre la impresión de no haber sido nunca joven… algo así como nuestro Pepe Isbert, que sin duda nació siendo ya abuelito.
En esta canción, el actor, al pie del altar, espera a la novia, ebrio de felicidad. «Face à Dieu qui priait, heureux je t´attendais» (Frente a Dios que rezaba, feliz, yo te esperaba). Se dilata la espera, tanto, que Dios llega a desaparecer pues «tu n´es pas venue» (no viniste) y así ese gran amor que duraría hasta el final de los tiempos, se resuelve finalmente en duelo. Si antes del golpe, «j´ai juré que mon coeur / ne battrait jamais pour aucun autre coeur» (juré que mi corazón / no latiría nunca por ningún otro corazón), ahora «tout est perdu / car il ne bat plus, / mais il pleure / mon amour déçu» (todo se ha perdido / pues ya no late más, / sino que llora / mi amor engañado).
Señalemos cómo cabe establecer un paralelismo inverso entre, por una parte, esta desaparición de Dios debida a la no comparecencia de ella y, por otro lado, la aparición de Dios y el brote espontáneo y súbito de la fe, de la creencia en la existencia de Dios, tal y como se da en la rima XVII de nuestro Gustavo Adolfo: «Hoy la tierra y los Cielos me sonríen / Hoy llega al fondo de mi alma el sol / Hoy la he visto… la he visto y me ha mirado / ¡Hoy creo en Dios!». Dios se manifiesta en ella, Dios está en ella, quedando ella así divinizada., de tal forma que, no ya sólo la creencia en Dios, sino la existencia de Dios, son función de ella, de que esté o no esté, de que me mire o, por el contrario, me muestre indiferencia.
A diferencia de la anterior canción en que el amor correspondido es una quimera y en que el actor espera a que el ser amado acuda a la cita para iniciar la relación, en esta canción, sin embargo, existe la correspondencia amorosa y se ha producido la relación puesto que había de desembocar en matrimonio. No sólo eso, sino que -al menos en la versión o visión del actor «esperante»- el amor ha sido intenso. «Ainsi nous vivions ivres de passion» (Y así vivíamos ebrios de pasión).
Mas ello era el pasado. El presente es su ausencia, la traición de su ausencia pues ella no lleva a cabo su compromiso con él, no acudiendo a la cita suma, la de ella con él ante el altar, ante Dios. Este temible presente, ¿qué futuro, inmediato o lejano, desencadenará? ¿Se dará la muerte física del «esperante» como en una tragedia?, ¿su reclusión de por vida, como en un relato romántico?, ¿de su pecho herido surgirán maldiciones y anatemas despechados contra la que no cumplió con su palabra y contra el malhadado Sino?… La canción habría podido concluir en el presente, mas Aznavour quiere darle un giro, que sea además futuro inesperado. No se engaña como el personaje de Brel, mas no concibiendo la vida sin el ser amado, decide, a pesar de todo («Malgré tout le mal / que tu m´as fait» – A pesar de todo el daño que me has hecho) guardarle ausencia, seguir amándolo «jusqu´au dernier jour de mes jours» (hasta el último día de mis días), tal y como juró antes de la gran decepción; y ahora, tras el desengaño, no obstante no haberse dado el matrimonio, concibe su futuro bajo el signo de la fidelidad. «Et même à présent, je tiendrai serment… Sur ma vie, chérie, / je t´aimerai» (E incluso ahora en el presente, cumpliré mi juramento… Por mi vida, amor mío, te amaré). Él sí tiene palabra.
¿Futuro de amor? En cualquier caso, no de amor activo, sino más bien de amor del pasado, de amor a un fantasma, a una muerta afectiva y, por tanto, también ficción, ilusión, otra forma de delirio, si bien menor. «Enivrez-vous… De vin, de poésie, ou de vertu, à votre guise» (Embriagaos… De vino, de poesía, o de virtud, como os plazca), reza la invitación de Baudelaire. Entonces, «para no sentir el horrible fardo del tiempo que quiebra vuestros hombros y os inclina hacia la tierra», para no sentir, o al menos para aliviar, la espantosa carga del abandono y la ausencia, ¿quién censurará a aquel que tanto esperó, el emborracharse de necrofilia?
4) L´appuntamento (La cita), de Ornella Vannoni
De las tres canciones, es ésta, sin duda alguna, la que más se ajusta a la descripción de Barthes, a esa «escenografía de la espera» tal y como él la describe y glosa, tanto en su desarrollo como en las reacciones emocionales que se suscitan en cada acto de la obra de teatro, que aquí llega hasta el final.
Se da en esta composición una notoria diferencia con respecto a las dos anteriores; consiste ésta en que aquí la actriz parte de la constatación de que se ha equivocado muchas veces en su vida y bajo esta premisa, la del error contumaz, se desenvuelve de principio a fin la canción. Entonces cabría pensar que todo en ella será ausencia de fe y esperanza, mas, sin embargo, no será así pues, como ya hemos señalado, tal y tanta es la fuerza del deseo.
En un primer momento, la actriz lamenta su pasado de errores pertinaces («Ho sbagliato tante volte ormai…» . Me he equivocado ya tantas veces…), lo cual, no se engaña, determinará quasi certamente un nuevo error, un error que ha comenzado ya; y así pone la venda antes de la herida: «… che lo so già / che oggi… sto sbagliando su di te» (que lo sé ya / que hoy también me equivoco contigo». Sí, mas ya de perdidos al río: «ma una volta in più, che cosa può cambiare nella vita mia?» (pero una vez más, ¿qué puede cambiar en mi vida?) y, por otra parte, ¿qué importa que llueva sobre mojado? «Accettare questo strano appuntamento / è stato una pazzia!» (Aceptar esta extrña cita / ha sido una locura). Ya este preámbulo está anunciando prácticamente el fracaso final que culminará el tercer acto. La actriz parte derrotada. Mas que a torear y a probar suerte al menos, parece salir decidida a que la coja el toro.
Se inicia un primer acto anegado de tristeza: «Sono triste tra la gente / che mi sta passando accanto» (Estoy triste entre la gente / que pasa a mi lado), mas «la nostalgia di rivedere te è forte più del pianto» (la nostalgia de volver a verte es más fuerte que el llanto). «Nostalgia», «rivedere te». El esperado ocupa un lugar en el pasado de la «esperante»; dicho lugar es el del fracaso. Como dijimos previamente, llueve sobre mojado.
Mas, ¡ay, la fuerza del deseo!, ¿qué montaña no moverá? o, cuando menos, ¿qué montaña, por alta que sea, no espera poder mover? Surge así, insospechadamente y de repente, en abierta contradicción además con la experiencia previa, el más diáfano optimismo, subrayado por la climatología: «Questo sole accende sul mio volto / un segno di speranza» (Este sol enciende en mi rostro / un signo de esperanza). ¡Sí, él vendrá! «Sto aspettando quando ad un tratto / ti vedrò spuntare in lontananza!» (Estoy esperando cuando de repente / te veré aparecer a lo lejos). Se tiñe entonces el estribillo de impaciencia febril: «Amore, fai presto, io non resisto. / Se tu non arrivi, io non esisto» (Amor, apresúrate, yo no resisto. / Si tú no llegas, yo no existo).
No obstante, ¡oh desabrida realidad!, él, ni de repente ni poco a poco, ni caminando o corriendo, o apeándose de un autobús o saltando abajo de un taxi, él, decimos, no se presenta. Y principia el segundo acto, bajo una nueva climatología, que expresa el nuevo estado de ánimo que la espera insatisfecha inflige en nuestra actriz «esperante»: «È cambiato il tempo e sta piovendo» (Ha cambiado el tiempo y está lloviendo). La cosa pinta mal, mas a pesar de ello y de tanta equivocación previa, ella se queda «ad aspettare» (esperando) pues «non me ne voglio andare» (no quiero irme), indiferente pues a cuanto de ella y su conducta pueda pensar el mundo o pueda murmurar la gente.
No obstante transcurre el tiempo y en su esterilidad va haciendo mella en el ánimo. «Io mi guardo dentro e mi domando, / ma non sento niente» ( Yo miro dentro de mí y me pregunto, / pero no oigo nada) y es así y es entonces cómo comienza a manifestarse la anestesia psíquica, fruto de la decepción. Se da como un acorchamiento moral y físico que nos protege del intolerable dolor causado por la ausencia, por abandono, del ser amado; y para escapar, o al menos amortiguar o adormecer, a la desairada humillación hecha a nuestra dignidad y al insultante desprecio hecho a nuestro amor, en definitiva al rechazo, nos sumimos en un estado letárgico y nuestra conciencia se torna crepuscular. El esperado sigue siéndolo. No se ha resuelto en presente, no se ha actualizado y su potencialidad primera acaba por hacerse negación. «Sono solo un resto di speranza / perduta fra la gente» (Soy sólo un resto de esperanza / perdida entre la gente). Entonces el primer verso del estribillo pasa del «Amore, fai presto, io non resisto» (Amor, ven pronto, yo no resisto) al «Amore, è già tardi e non resisto» (Amor, es ya tarde y no resisto). Van claudicando pues estado de ánimo y esperanza.
Arranca entonces el acto definitivo, el tercero, que se constituye en certificado de defunción. Qué duda cabe que es un acierto de esta canción el establecimiento de un paralelismo entre, por un lado, climatología y momentos o fases del día, y, por otro lado, estado anímico y vivencias del deseo amoroso.»Il giorno muore lentamente» (Muere el día lentamente). Muere el día, muere la esperanza y por ende muere la espera, que deja de tener sentido. Todo es muerte. «Luci, macchine, vitrine, strade, / tutto quanto si confonde nella mente» (Luces, coches, escaparates, calles, / todo se confunde en la mente). Tras la anestesia moral, se da la obnubilación mental: ofuscación, las cosas desdibujándose y aglomerándose, y vistas en un fárrago y como a través de un tul o una nube; un vértigo de estímulos externos, indefinidos, vagos, en totum revolutum fundiéndose en uno solo que acapara el ánimo y parece privarnos de reflexión y hurtarnos toda volición.
Y, como colofón, «la mia ombra si è stancata di seguirmi» (mi sombra se ha cansado de seguirme). Quien pierde la sombra, pierde el alma. Quien pierde el alma en vida, no puede morir. Ésa es su condena. Por ello, el pobre Conde Drácula ni hace sombra ni se refleja en los espejos; por ello, la sorella Morte Corporale lo elude. Ni siquiera es alma errante puesto que se halla privado de alma. Es tan sólo cuerpo errante y no encuentra el descanso. Es, en palabras de su creador, Bram stoker, un undead. Eso es precisamente el abandono. El ser amado, en su ausencia, en su incomparecencia, nos ha arrebatado el alma, puesto que a él se la entregamos. «Questa vita che volevo dare a te, / l´hai sbriciolata tra le dita» (Esta vida que quería darte a ti, / la has desmigajado entre los dedos). Nos queda el cuerpo, triste, desmazalado, enfermo, desorientado y desconcertado, náufrago a la deriva en un mundo, en una vida y en una carne que no reconocemos y que, privándonos ya de la tentación, nos sustrae al pecado. Condenados a la indiferencia, a lo anodino, a la tibieza, aboliremos de nuestra existencia el pecado, no por convencimiento íntimo, no por atrición, sino sencillamente porque no se nos da ya el pecar.
Seremos buenos porque la vida carecerá de estímulos. Nos enclaustraremos en casa porque nos encerraremos en nosotros mismos. «Non mi resta che tornare a casa mia, / alla mia triste vita» (No me queda más que volver a mi casa, / a mi triste vida). Esta espera, condenada al fracaso desde que se contrajo, habrá sido un relámpago en la monótonamente existencia gris de la «esperante». La vida sin esperanza es un anchísimo río que pandea, se engorda y empasta, tardea, haronea y se resiste a abocarse en la mar («que es el morir»). Si un relámpago, por mínimo o ficticio que sea, ilumina la noche desesperada sin luna y sin estrellas, se lo acoge como al bienhadado espolique que, sacudiendo nuestro abatido letargo, anuncia la llegada, allanándole los caminos, de nuestra más dulce esperanza. Esa esperanza de hallar por primera vez o de volver a hallar «su boca sabrosa e la saliva templada».
Dos versos de Apollinaire en «Le Pont Mirabeau» expresan y resumen el espíritu de la canción de Ornella: «Comme la vie est lente / Et comme l´espérance est violente» (Como la vida es lenta / Y como la esperanza es violenta).
El primer verso del estribillo, que en el acto I de esta obra, era: «Amore, fai presto, non resisto» (Amor, apresúrate, no resisto), y que luego cambió, en el acto II, a «Amore, è già tardi e non resisto» (Amor, es ya tarde y no resisto), pasa al definitivo y derrotado «Amore, perdono, ma non resisto» (Amor, perdón, pero no resisto). ¡Y aun se da el perdón por parte del ofendido!… Sí, no será la primera vez en que a la víctima se le exigirá con premura el perdón de las ofensas por parte del victimario. «Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores…».
Según Barthes, si en ese tercer acto hubiera llegado el esperado, se hubiera producido el «reconocimiento», «la acción de gracias», en definitiva el alborozado perdón pues, en llegando él (o ella), todo lo anterior se da por bueno y se echa al olvido. Aquí, incluso se da sin comparecencia; se perdona en ausencia pues… aun rebajado, humillado, escarnecido y expoliado, ¡es tal y tan grande el deseo!
Entonces, el segundo verso del estribillo, que en los actos I y II, fue «Se tu non arrivi, non esisto» (Si tú no llegas, yo no existo), se corona definitivamente de un rotundo RIP: «Adesso, per sempre, non esisto» (Ahora, para siempre, no existo).
En la lúgubre cripta del recuerdo desdichado y la esperanza burlada, revolotean, murciélagos aciagos, los versos de aquella aria de «El Último Romántico» de Soutullo y Vert: «Ven hacia mí, sombra de mujer, / suave placer de lo que soñamos, / quiero vivir por volverla a ver. / Ilusión perdida, quiero recordar / un amor lejano, que no volverá».
5) Conclusión
Quizás la espera amorosa sea mayormente la circunstancia vital en que se manifiesta en toda su crudeza nuestra vulnerabilidad y, en caso de no verse satisfecha la esperanza que esa espera abriga, nuestro desamparo. Y es uno entonces, mezquino, la triste víctima del amor, la desbaratada víctima de sí mismo.
La cita amorosa engendra grandes expectativas y uno acude a ella con la certeza de que el ser amado acudirá. Pasa el tiempo y esa certeza va desfalleciendo, tornándose incertidumbre, cada vez más angustiosa, tanto que a la postre acaba por ser nueva certidumbre, mas en este nuevo caso, muy tiste certidumbre: el amado o la amada, el ser deseado, no vendrán porque no nos quieren. Podríamos pues definir este trayecto afectivo de la espera frustrada tal y como sigue: 1) certidumbre ufana y positiva; 2) incertidumbre ansiógena en aumento progresivo; 3) angustia suma y 4) certidumbre deprimida y negativa.
«Passent les jours et passent les semaines / Ni temps passé / Ni nos amours reviennent» (Pasan los días y pasan las semanas / Ni tiempo pasado / Ni nuestros amores vuelven. ) (Apollinaire, «Le pont Mirabeau»). Sobre el puente queda el poeta como un desmayado estafermo abandonado, mientras las aguas que vieron su dicha, ubi sunt? Muy lejos mar adentro o incluso resueltas ya en nubes, ¿no es cierto? «Vienne la nuit sonne l´heure / Les jours s´en vont je demeure» (Venga la noche suene la hora / Los días marchan yo permanezco).
Las quimeras del amor, qué duda cabe, ponen en entredicho nuestra racionalidad y buen entendimiento. La afectividad nos expone, nos desnuda, nos deja inermes. Dependemos del otro y quedamos a su merced; y ese otro puede, desde zaherirnos a enterrarnos en vida, tras habernos despojado de nuestra dignidad.
Omnia si perdideris famam servare memento ( Y aunque todo perdieres, la honra pondrás a salvo), reza el lema de los Aguirre. Mas… ¿incluye ese todo (omnia) lo más importante, aquello sin lo cual ni se puede ni merece la pena vivir…?, ¿no quedará ese todo algo cojo?, es decir ¿ese todo incluye el amor? Con tal de no perder el amor, uno incluso se resuelve a perder aquellas dos cosas que nunca jamás ni se han de extraviar ni se han de confiar a nadie y para cuya salvaguarda ningún esfuerzo será excesivo o torpe, y que se llama la honra y que se llama el alma.
Ya lo canta el pintor Juan Luis en «El huésped del sevillano», del Maestro Guerrero… (¡y eso que poco ha de esperar el buen muchacho pues su amor bien pronto se verá correspondido por la judeo-cristiana de Toledo, la airosa Raquel, la de la trenza morena… !): «Por ti perdiera vida y honor«.
Triste, bien triste es cuando se percata uno de que Cupido y Caco son el mismo.
Nota: Ante la imposibilidad de hallar un vídeo de Alfredo Kraus en plenas facultades físicas interpretando esta aria, nos vemos obligados a recurrir a esta grabación en la que el maestro, tocado ya de muerte por el cáncer que lo llevaría a la tumba un año más tarde, si bien despliega toda su técnica, su grandeza interpretativa y su pasmosa sensibilidad, no se encuentra desde luego en un momento físico privilegiado, sino por el contrario muy menguado ya por su mortal enfermedad.
Anexo: citas
El que espera desespera,
dice la voz popular.
¡Qué verdad tan verdadera!
La verdad es lo que es
y sigue siendo verdad
aunque se piense al revés.
(Antonio Machado, «Proverbios y Cantares», XXX)
Échale un galgo (expresión popular)
Pasó un día y otro día,
un mes y otro mes pasó,
y un año pasado había,
mas de Flandes no volvía
Diego, que a Flandes partió
(Zorrilla, «A buen juez, mejor testigo»)
… je vous avais promis de vous rejoindre à la Comédie, ou que, si quelque raison m´empêchait d´y aller, vous vous étiez engagé à m´attendre dans un carrosse au bout de la rue… ne fût-ce que pour vous empècher de vous y morfondre pendant toute la nuit. (Abbé Prévost, «Manon Lescaut) (… os había prometido de reencontrarme con vos en la Comedia, o que, si alguna razón me lo impedía, os habíais comprometido a esperarme en una carroza al final de la calle… aunque sólo fuera para evitaros el aburrimiento por tener que esperarme durante toda la noche)
Anexo: letras
1) Madeleine (Jacques Brel): letra y traducción
Ce soir j´attends Madeleine
J´ai apporté du lilas
J´en apporte toutes les semaines
Madeleine elle aime bien ça
Ce soir j´attends Madeleine
On prendra le tram trente-trois
Pour manger des frites chez Eugène
Madeleine elle aime tant ça
Madeleine c´est mon Noël
C´est mon Amérique à moi
Même qu´elle est trop bien pour moi
Comme dit son cousin Joël
Ce soir j´attends Madeleine
On ira au cinéma
Je lui dirai des «je t´aime»
Madeleine elle aime tant ça
Elle est tellement jolie
Elle est tellement tout ça
Elle est toute ma vie
Madeleine que j´attends là
Ce soir j´attends Madeleine
Mais il pleut sur mes lilas
Il pleut comme toutes les semaines
Et Madeleine n´arrive pas
Ce soir j´attends Madeleine
C´est trop tard pour le tram trente-trois
Trop tard pour les frites d´ Eugène
Et Madeleine n´arrive pas
Madeleine c´est mon horizon
C´est mon Amérique à moi
Même qu´elle est trop bien pour moi
Comme dit son cousin Gaston
Mais ce soir j´attends Madeleine
Il me reste le cinéma
Je lui dirai des «je t´aime»
Madeleine elle aime tant ça
Elle est tellement jolie
Elle est tellement tout ça
Elle est toute ma vie
Madeleine qui n´arrive pas
Ce soir j´attendais Madeleine
Mais j´ai jeté mes lilas
Je les ai jetés comme toutes les semaines
Madeleine ne viendra pas
Ce soir j´attendais Madeleine
Tiens! Le dernier tram s´en va
On doit fermer chez Eugène
Madeleine ne viendra pas
Madeleine c´est mon espoir
C´es mon Amérique à moi
Sûr qu´elle est trop bien pour moi
Comme dit son cousin Gaspard
Ce soir j´attendais Madeleine
C´est fichu pour le cinéma
Je reste avec mes «je t´aime»
Madeleine ne viendra pas
Elle est pourtant tellement jolie
Elle est pourtant tellement tout ça
Elle est pourtant toute ma vie
Madeleine qui ne viendra pas
Demain j´attendrai Madeleine
Je rapporterai du lilas
J´ en rapporterai toute la semaine
Madeleine elle aimera ça
Demain j´attendrai Madeleine
On prendra le tram trente-trois
Pour manger des frites chez Eugène
Madeleine elle aimera ça
Madeleine c´est mon Noël
C´est mon Amérique à moi
Tant pis si elle est trop bien pour moi
Comme dit son cousin Joël
Demain j´attendrai Madeleine
On ira au cinéma
Je lui dirai des «je t´aime»
Madeleine elle aimera ça
Esta tarde espero a Madeleine
He traído lilas
Las traigo todas las semanas
A Madeleine le gustan mucho
Esta tarde espero a Madeleine
Tomaremos el tranvía treinta y tres
Para comer patatas fritas en el restaurante de Eugène
A Madeleine le gustan mucho
Madeleine es mi Navidad
Es mi América
Incluso si está demasiado bien para mí
Como dice su primo Joël
Esta tarde espero a Madeleine
Iremos al cine
Le diré «te quiero»
A Madeleine le gusta mucho
Es tan guapa
Es tan qué sé yo
Es toda mi vida
Madeleine a quien estoy esperando
Esta tarde espero a Madeleine
Pero llueve sobre mis lilas
Llueve como todas las semanas
Y Madeleine no llega
Esta tarde espero a Madeleine
Es muy tarde ya para el tranvía treinta y tres
Demasiado tarde para las patatas fritas de Eugène
Y Madeleine no llega
Madeleine es mi horizonte
Es mi América
Incluso si está demasiado bien para mí
Como dice su primo Gaston
Pero esta tarde espero a Madeleine
Me queda aún el cine
Le diré «te quiero»
A Madeleine le gusta mucho
Es tan guapa
Es tan yo no sé qué
Es toda mi vida
Madeleine que no llega
Esta tarde esperaba a Madeleine
Pero he tirado mis lilas
Las he tirado como todas las semanas
Madeleine no vendrá
Esta tarde esperaba a Madeleine
¡Vaya! El último tranvía se va
Estarán cerrando en el restaurante de Eugène
Madeleine no vendrá
Madeleine es mi esperanza
Es mi América
Sí, desde luego está demasiado bien para mí
Como dice su primo Gaspard
Esta tarde esperaba a Madeleine
¡A estas horas a ver quién va ya al cine!
Me quedo con mis «te quiero»
Madeleine no vendrá
Es sin embargo tan guapa
Es sin embargo tan yo no sé qué
Es sin embargo toda mi vida
Madeleine que no vendrá
Mañana esperaré a Madeleine
Traeré lilas
Las traeré toda la semana
A Madeleine le gustarán mucho
Mañana esperaré a Madeleine
Tomaremos el tranvía treinta y tres
Para comer patatas fritas en el restaurante de Eugène
A Madeleine le gustarán mucho
Madeleine es mi Navidad
Es mi América
Qué importa si está demasiado bien para mí
Como dice su primo Joël
Mañana esperaré a Madeleine
Iremos al cine
Le diré «te quiero»
A Madeleine le gustará mucho
Sur ma vie (Charles Aznavour): letra y traducción
Sur ma vie je t´ai juré un jour
De t´aimer jusqu´au dernier jour de mes jours
Et le même mot
Devait très bientôt
Nous unir devant Dieu et les hommes.
Sur ma vie je t´ai fait le serment
Que ce lien tiendrait jusqu´à la fin des temps.
Ainsi nous vivions
Ivres de passion
Et mon coeur voulait t´offrir mon nom.
Près des orgues qui chantaient,
Face à Dieu qui priait,
Heureux je t´attendais.
Mais les orgues se sont tus
Et Dieu a disparu
Car tu n´es pas venue.
Sur ma vie j´ai juré que mon coeur
Ne battrait jamais pour aucun autre coeur
Et tout est perdu
Car il ne bat plus,
Mais il pleure mon amour déçu.
Sur ma vie je t´ai juré un jour
De t´aimer jusqu´au dernier jour de mes jours
Et même à présent
Je tiendrai serment
Malgré tout le mal que tu m´as fait.
Sur ma vie,
Chérie,
Je t´aimerai.
Un día te juré por mi vida
que te amaría hasta el último día de mis días
Y la misma palabra
Debía unirnos bien pronto
Ante Dios y los hombres.
Te juré por mi vida
Que este vínculo duraría hasta el final de los tiempos.
Y así vivíamos
Ebrios de pasión
Y mi corazón quería ofrecerte mi nombre.
Junto a los órganos que cantaban,
Frente a Dios que rezaba,
Feliz te esperaba yo.
Mas los órganos callaron
Y Dios desapareció
Pues tú no viniste.
Por mi vida te juré que mi corazón
No latería jamás por otro corazón.
Y todo se ha perdido
Pues dejó de latir
Y tan sólo llora ya mi amor burlado.
Un día te juré por mi vida
Que te amaría hasta el último día de mis días
E incluso ahora
Mantendré mi palabra
A pesar de todo el daño que me has hecho.
Por mi vida
Amor
Te querré.
L´appuntamento (Ornella Vanoni): Letra y traducción
Ho sbagliato tante volte ormai che lo so già
che oggi quasi certamente
sto sbagliando su di te,
ma una volta in più ¿che cosa può cambiare nella vita mia?
Accettare questo strano appuntamento
è stato una pazzia.
Sono triste tra la gente
che mi sta passando accanto,
ma la nostalgia di rivedere te
è forte più del pianto.
Questo sole accende sul mio volto
un segno di speranza.
Sto aspettando quando ad un tratto
ti vedrò spuntare in lontananza!
Amore, è già tardi, io non resisto…
Se tu non arrivi, non esisto, non esisto, non esisto.
È cambiato il tempo e sta piovendo,
ma resto ad aspettare.
Non m´importa cosa il mondo può pensare.
io non me ne voglio andare.
Io mi guardo dentro e mi domando,
ma non sento niente.
Sono solo un resto di speranza
perduta fra la gente.
Amore, fai presto, io non resisto…
Se tu non arrivi, non esisto, non esisto, non esisto.
Luci, macchine, vitrine, strade,
tutto questo si confonde nella mente.
La mia ombra si è stancata di seguirmi.
Il giorno muore lentamente.
Non mi resta che tornare a casa mia,
alla mia triste vita.
Questa vita che volevo dare a te,
l´hai sbriciolata fra le dita.
Amore, perdono, ma non resisto…
adesso per sempre non esisto, non esisto, non esisto.
Me he equivocado tantas veces ya que sé bien
que hoy casi con toda certeza
me estoy equivocando contigo,
pero una vez más, ¿qué puede cambiar en mi vida?
¡Aceptar esta extraña cita
ha sido una locura!
Estoy triste entre la gente
que me está pasando al lado,
pero la nostalgia de volverte a ver
es más fuerte que el llanto.
Este sol enciende en mi rostro
un signo de esperanza.
Estoy esperando, ¡cuando de repente
te veré aparecer a lo lejos!
Amor, apresúrate, yo no resisto…
Si tú no vienes, no existo, no existo, no existo…
Ha cambiado el tiempo y está lloviendo,
pero me quedo esperándote.
No me importa lo que el mundo pueda pensar,
yo no quiero irme.
Yo me miro dentro y me pregunto,
pero no oigo nada.
Soy sólo un resto de esperanza
perdido entre la gente.
Amor, es ya tarde, yo no resisto…
Si tú no llegas, no existo, no existo, no existo.
Luces, coches, escaparates, calles,
todo se confunde en mi mente.
Mi sombra se ha cansado de seguirme.
El día muere lentamente.
Tan sólo me queda volver a mi casa,
a mi triste vida.
Esta vida que yo quería darte a ti,
la has desmigajado entre los dedos.
Amor, perdono, pero no resisto…
Ahora y para siempre no existo, no existo, no existo.
Foto cortesía: Cordula Treml