Jota

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Espacios de oración

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Mezquita Azul. Estambul, Turquía. 2015.

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Lamento de gigante

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Reparación

«Somos un banco muy sólido, muy solvente y muy rentable. Y estas fortalezas son las que nos permiten proponer un incremento del dividendo del 50%. En definitiva, seguir avanzando en la devolución de las ayudas a los contribuyentes» (J. Ignacio Goirigolzarri, Presidente de Bankia, febrero de 2016)

Bankia ha anunciado beneficios en 2015 de 1.040 millones de euros, después de reservar una generosa cantidad, de otros mil y pico millones, para pagar condenas. Es ya hora de que hablemos aquí sobre la estafa de las «preferentes».

Hasta hoy, no habíamos tratado el tema por respeto hacia algunas de nuestras personas más allegadas, por eso de «no remover la mierda, pues cuanto más se remueve, peor huele». Pero ahora que el episodio llega a su fin, nos parece de justicia, si no adentrarnos en los pormenores del caso, sí al menos señalar aquellos puntos que nos resultan más escandalosos.

Un millón de euros

Antes de proseguir, pensemos por un momento en lo que vale un millón de euros. Si tomamos un salario digno como referencia, de 20.000 euros al año, con un millón de euros podríamos pagar el de 50 personas. O mejor dicho, el de 50 familias.

Por tanto, con los 1.040 millones de euros que ha obtenido Bankia de beneficios en este año, podría pagarse el salario de 52.000 familias.

La estafa

Por si alguien no sabe todavía en qué ha consistido la estafa de las «preferentes», la resumiremos en un par de frases: cuando estalla la burbuja inmobiliaria y los bancos se ven al borde de la quiebra, engañan a sus clientes para hacerse con sus ahorros. Este engaño, según se ha visto en las sentencias, consiste en hacerles creer que están contratando un depósito bastante rentable, cuando en realidad les están «colocando» acciones del propio banco. Los empleados de las entidades bancarias llegaron tan lejos en sus engaños que en muchos casos ni siquiera se firmaba un contrato, sino que directamente el dinero se sacaba de la cuenta corriente del cliente y se convertía en «preferentes».

Después, como la situación era insostenible, las ratas abandonaron el barco, con mucho dinero en sus bolsillos, el Gobierno de España tuvo que intervenir, para lo que pidió un préstamo a Europa de 40.000 millones de euros (el salario anual de dos millones de familias), destinado al «rescate» de las entidades bancarias, y empezaron los juicios, que han colapsado nuestros tribunales durante más de cinco años.

Algunas entidades quisieron llegar aún más allá y propusieron que los afectados, en lugar de denunciar, acudieran a un arbitraje. El Mundo publicaba en 2014 que 167.000 clientes no recuperarían su dinero, debido a los resultados de dicho arbitraje.

El proceso

A lo largo de estos años, la situación de las familias afectadas ha sido de pesadilla. No sólo fueron víctimas del robo de todos sus ahorros, sino que tuvieron que endeudarse para pagar a abogados y procuradores y todo en un contexto de crisis económica: precisamente cuando los ahorros más necesarios son, para eso sirven.

Muchos inocentes quedaron por el camino. Personas humildes, no supieron cómo hacer frente a la situación y se vieron consumidos. Han sido cientos de miles los afectados, recordemos, y con un perfil mayoritario de pensionistas, jubilados, trabajadores de base, pequeños ahorradores que conformaban el grueso de la clientela de las cajas de ahorros.

No podrán disfrutar de su jubilación.

¿Y aquí quién paga?

Y uno se pregunta… ¿aquí quién paga? Si este señor Goirigolzarri sale tan ufano diciendo que Bankia es un banco tan de puta madre (traducido al lenguaje de la calle) que le ha sobrado dinero como para alimentar a 52.000 familias durante un año (cosa que no hará), algo se nos escapa. Estos individuos, si siguiéramos cualquier código del honor, ya no es que no debieran jactarse de sus «fortalezas», sino que deberían ponerse -como ladrones condenados que son- a disposición de los agraviados, hacer lo exigido para reparar su falta, avergonzarse al menos. Y en el terreno económico, devolver lo robado al conjunto de los españoles, entregar por supuesto lo ganado a costa del «rescate» público y ni pensar en lucrarse con ello. Han destrozado la vida de cientos de miles de familias durante cinco, siete, nueve años, familias que no volverán a ser las mismas, y han endeudado al país durante la próxima década, al menos, sin contar con la depreciación de la vivienda, la destrucción de empleo y la pérdida de derechos sociales y laborales que el estallido de la burbuja ha traído adosados. Esta gente ha jugado al monopoly con el país y nos ha dejado los restos de la fiesta para que los recojamos. Es absolutamente inadmisible que, después de juzgados y condenados, después de haber visto cómo la sociedad les señalaba como los culpables de la ruina colectiva, mantengan esa actitud de prepotencia. Bankia es de los españoles, señor Goirigolzarri, dese cuenta, y ustedes deberían estar cobrando sueldos dignos, de 20.000 euros al año, con bochorno incuestionable, con humildad y cabeza gacha, por arreglar el mayor desastre de la Historia reciente, por depurar responsabilidades de tanto ladrón sin vergüenza, y por pensar en cómo reparar el daño que sus colegas han causado a tantas y tantas personas, en lugar de brindar con champagne y repartir más dividendos.

Eso, señor Goirigolzarri, si siguiéramos cualquier código del honor, uno al azar. Porque si, en concreto, atendiéramos al código japonés, serían sus tripas las que habrían de ser ofrecidas en seppuku. Suerte para ustedes.

La vanguardia animalista (Carmen Cereña)

He leído en la prensa que en la Comunidad Autónoma de Cataluña se pretende prohibir la presencia de animales en el circo. Desde luego lo de los nacionalistas es prohibir. Para evitarles la tortura a manos de un verdugo sádico se legisló la interdicción de los toros. Ahora, para evitarles la explotación y la degradación, hay que impedir que elefantes, tigres, leones, osos, focas, monos, perros y caballos participen en los números circenses. Esta prohibición les llevará algo más de tiempo pues no siendo algo específicamente español o hispano ni el circo ni sus animales, no hay por qué darse tanta prisa.

Y está, se nos dice, el magnífico ejemplo del Circo del Sol que triunfa en todo el mundo y que no exhibe nunca ni un solo bicho. Ahí reside el problema: en que tanto Circo del Sol como prohibicionistas son rematadamente cursis y no saben exactamente lo que es el circo. El circo, en su desarrollo, es teatro de variedades puesto que no cuenta una historia, rehúye todo intelectualismo y aspira a ser tremendamente vital y desprovisto, como género, de todo amaneramiento. Por todo ello el teatro de variedades fue tan celebrado por Marinetti y los futuristas fascistas. El Circo del Sol, sin embargo, aspira a contar una historia de principio a fin, traicionando -superando, dirán ellos- la sucesión lineal y la yuxtaposición de números independientes los unos de los otros. Y con el agravante de que sus guionistas desarrollan torpemente un argumento de por sí insustancial y tan azucarado que es un puro jarabe estomagante. El Circo del Sol es intelectualoide y sentimental, siempre edulcorado cuando precisamente la bello del circo lo constituye su carácter enormemente popular e incluso algo bronco. Y no sólo no es vital, sino que por el contrario se muestra anémico y lleno de dengues y de remilgos como gazmoña damisela. ¿Que sus artistas son unos profesionales como la copa de un pino? Sí, cómo negarlo, pero eso es otro cantar, que aquí no hace al caso.

Bien cierto es que para algunos de los animales circenses, el circo no es precisamente Bizancio. Recuerdo vívidamente cómo, siendo yo niña, un circo ambulante se anunciaba por toda Córdoba paseando dentro de una jaula un enorme tigre desmazalado y tristísimo. Si en el célebre episodio en que el ingenioso hidalgo trocó su nombre de Caballero de la Triste Figura por el de Caballero de los Leones, el rey de la selva no ataca a don Quijote sino que se limita a bostezar y luego le da la espalda, es porque la cautividad lo ha desnaturalizado, ha hecho de él una sombra de león.  Bien cierto es que la prisión impuesta al animal salvaje lo rebaja. A pesar de ello, qué emoción, sobre todo para el niño, contemplar bestias salvajes rugiendo a dos metros de sus narices y plegándose a la voluntad del domador o de la domadora. ¡Y qué próximo se siente un crío al animal! Sólo si un adulto moralista y moralizante adoctrina al niño, sólo entonces el niño rechazará el número de los leones o los tigres. Cosa distinta es que el adulto bienintencionado -y no hay ironía alguna en el adjetivo empleado- considere a la luz de la razón que el animal tiene unos derechos y le resulte vejatoria la actividad que ha de desarrollar entre las rejas frente al público. Otro tanto puede decirse del antitaurino razonable. Sus argumentos llevan parte de razón, si bien sólo contemplen parte de la cuestión, obviando consideraciones no sólo artísticas sino rituales, mágicas y religiosas en el sentido más lato del término, y por tanto pequen de miopía. En cualquier caso son absolutamente respetables.

En un relato de la Pardo Bazán, una señorita, solitaria, inabordable por zahareña, y un tanto extravagante, da en enamorarse de un león de circo. Una tarde se produce la tragedia: en la función aquel león mata a su domador. Y ella aplaude. Hay mujeres y hombres que también se congratulan de que el toro coja e incluso eventualmente mate al torero y con ello no quiero decir que todos los antitaurinos sean de esta laya ni mucho menos.

Nadie, que yo sepa, eleva su voz contra la doma de delfines y los espectáculos que protagonizan, a pesar de ser el delfín, de partida, animal salvaje y, no obstante, vivir en la cautividad de acuarios y zoológicos. ¡Se le ve tan ufano, tan pimpante, tan pletórico de alegría y confianza en sí mismo! Sin embargo, por qué no, se le está humillando. El león salta por el aro y el delfín también.

Todo cambia, creo, al considerar los animales domesticados por el hombre. En primer lugar, el elefante. Nunca he visto uno africano en un circo. El artista es el asiático, poderosísima bestia de carga en el Sureste de aquel continente. Es indudable que el paquidermo circense vive bastante mejor que su congénere que arrastra y empuja colosales troncos de árboles en la jungla. Aníbal cruzó los Alpes a lomos de altísimos y ponderosos elefantes africanos con la intención de someter a Roma. Habría que borrarle de los libros de texto de Historia. Le castigó dios en su soberbia dando la victoria final a los romanos que sólo domesticaron caballos. Sí, lo castigó Dios por explotador de elefantes y Roma emitió el fatal veredicto de «Cartago delenda est».

Qué emoción no sentiría yo de niña al ver los elefantes y los leones, tan enormes unos, tan bellos otros. No sólo no los despreciaba sino que, muy por el contrario, los reconocía superiores a todo ser humano, ya se tratase de mi padre, de mi madre, de mi hermana mayor o de Lanzarote del Lago. Es cuanto siento aún de adulta en una plaza de toros: la apabullante superioridad de la Naturaleza frente a nosotros, hombres y mujeres, animales dotados a la vez de racionalidad e irracionalidad. Y aplaudimos al Padre Toro que es un ascua de Sol incandescente.

El caballo tira aún de simones y turísticos coches de paseo en nuestras ciudades andaluzas y también, por ejemplo, en Roma. Practicamos equitación. Es deporte olímpico. A caballo va el mayoral por los predios. A caballo se lleva a cabo el acoso y derribo. A caballo se caza. A caballo se juega al polo, tan de moda últimamente. Y nadie clama contra ello (contra la caza, sí, no obstante). Justo es pues que también el caballo participe activamente, con su elegancia y velocidad, en el circo. Écuyères, cosacos, indios, tártaros, gitanos, girando vertiginosamente en la pista, sin trampas ni cartón, arriesgando el pellejo en los saltos y en la carrera… y ¿quién no recuerda las cautivadoras amazonas de Toulouse-Lautrec?

¿Y la cabra? Esmeralda, gitanilla en París, baila con su cabra Djali. Porque la tiene amaestrada se la acusa de bruja. ¿Qué sería de Esmeralda sin su cabra? ¿Qué será de los domadores cuando les quiten sus animales? ¿Qué pensarán cuando oyen y leen que hay ya ciento treinta y tres municipios en España que rechazan la utilización de animales en el circo y que, por tanto, los quieren enviar al paro y a la porra?

Los gitanos que toquen la trompeta cuanto quieran, pero sin cabra. Que la Legión desfile chula y marcial, pero sin su carnero.

¿Y el mono, tan humano, ya sea el minúsculo tití, ya sea el capuchino, ya sea el grandote chimpancé? En «El circo» de Charlot, una película que encandila a todos los públicos y a todas las edades, que hace reír como ninguna, es memorable aquella secuencia en que Charlot, impostor equilibrista, ha de recorrer de cabo a rabo la cuerda bajo la cual se abre el abismo, asediado como se encuentra por más de seis monitos traviesos que se le suben a la cabeza y llegan a morderle la nariz. No creo que el mono sea infeliz en el circo. Mi cuñada Rosa, que vivió su infancia en el África negra como hija que era de un médico de la OMS, tenía un monito, el monito Lechuzo. Me cuenta sus trastadas, sus añagazas, sus números de fenomenal funámbulo y aún río, al cabo de tantos años.

El chimpancé es un mono de gran envergadura, sin llegar a ser el orangután o el gorila. «El planeta de los simios», quizá, nos lo haya hecho temer y aborrecer. En el circo, sin embargo, muestra su faceta más humana, haciéndonos reír. ¿Que lo disfrazan ridículamente? No creo que sufra mucho por ello, la verdad. Todas las damas cursis llevan a sus chihuahuas, yorkshires y king charles ataviados como señoritas remilgadas. También el payaso se disfraza para mejor hacernos reír. ¿Que el clown se ridiculiza a sí mismo por voluntad propia, mientras que al mono no se le da la opción? Sí, cómo disentir, pero también cómo no ver que el mono nunca decidirá por sí mismo.

¿Y el perro? Recuerdo aún la expectante ansiedad con que asistía a esos partidos de fútbol con globo en lugar de balón, que enfrentaba a los bóxers del Córdoba con los bóxers del Madrid e impepinablemente, como en la realidad, ganaba siempre el Madrid. Estoy convencida de que los perros disfrutaban.

Los caniches caminaban sobre los cuartos traseros, repulidos y sensuales, sofisticados como personajes de una película de Visconti. Estoy convencida de que sus amos, los artistas, se los estiman casi como a hijos y les prodigan mil y una atenciones.

Los cazadores que ahorcan a sus galgos viejos; los cazadores que, sin llegar a estrangularlos, los cuelgan dejando que sus patas de atrás rocen apenas la tierra para que vayan muriendo de hambre, de sed, de asco y de incredulidad ante la mayor de las ingratitudes; los monos que los iraníes de la dictadura teocrática lanzan al espacio -la otra opción sería que enviaran a una mujer-; el can de «Él nunca lo haría», perplejo y vacío en su abandono; el toro de la Vega cobardemente alanceado en Tordesillas; el asno de Villanueva de la Vera cuya suerte, creo, cambió a raíz de una sabia, discreta y eficaz visita de la Reina Sofía; la cabra despeñada desde el campanario; los gallos colgados boca abajo en la plaza mayor de la Alberca para que los mozos, a galope, les arranquen de cuajo la cabeza desde sus monturas, tal como nos narra Buñuel en «Las Hurdes, tierra sin pan»… Basta así. Ojalá que ocurra cómo ocurriera a San Juan Hospitalario, extremadamente cruel con los animales hasta que un ciervo, símbolo de Cristo, lo maldijera y así trocara su vida sanguinaria por la difícil senda de la santidad.

El circo es otra cosa. Ramón, en su libro «El circo», dice de éste que es lugar edénico. Por su luz tamizada, como lo era el Paraíso bajo los grandes árboles en la hora de la siesta.; por la proximidad entre el hombre y el animal, siendo éste siempre amistoso y sereno, tan apacible como bonancible es la meteorología paradisíaca; y, consecuencia de lo anterior, por lo ligeros de ropa que andan siempre los artistas, casi tan desnudos como nuestros primeros padres.

Ni toros, ni animales circenses. ¿Cuál será la próxima prohibición en este mundo cada vez más clónico, más plano y más asaúra?

El circo (Hydra de Lerna)

He leído en la prensa que en la Comunidad Autónoma de Cataluña se pretende prohibir la presencia de animales en el circo. ¿La razón? Velar por su seguridad y bienestar.

Si un circo cumple con todos los requisitos, permisos, supera las inspecciones, etc. ¿existe la posibilidad de que se produzca maltrato animal? ¿Qué aspectos de bienestar animal cubre nuestra legislación? La modificación de la ley de protección animal tiene como objetivo mostrar un avance en la ética social, pero ¿es este un acto hipócrita, cuya última finalidad es derivar la atención del ciudadano para que no se ponga el acento en otros sectores donde sí existe un verdadero desprecio por su bienestar? Hay sectores donde el maltrato animal es innegable pero tiene una mayor presencia popular y, por ende, mayor presencia política.

En el año 2010, la Generalitat Catalana galardonó con el Premio Nacional de Cultura y con el Premio Ciutat de Barcelona, a “Le sort du dedans”, un espectáculo circense-teatral contemporáneo en el que participaban caballos. ¿No es esto irónico a la par que hipócrita? Sobre todo porque el proyecto de ley sobre la prohibición ya estaba sobre la mesa…

¿Debemos entender que “Arte” influye sobre lo que se entiende como “Bienestar”?

Puede ser que la diferencia radique en el tipo de animal que se utilice para el espectáculo. ¿El malestar de una cabra en el circo es comparable con el de un tigre?

ORIGEN DEL CIRCO

El circo es uno de los espectáculos más antiguos del mundo. El circo es la unión de muchas disciplinas: danza, música, oratoria, comicidad, drama…

A lo largo del tiempo, el circo ha mantenido su forma circular y la interacción con el público. Sus raíces las encontramos en el occidente de 3500 años AC, cuando los egipcios dejaron, en las paredes de Beni-Hassan, pinturas que representaban  a sus malabaristas.

La palabra “circo” proviene del griego “kirkos”, que significa “círculo”. El Estadio Olímpico griego y el Circus Maximus romano, marcaron la historia del arte circense con sus actuaciones: cuadrigas, carreras a caballo, domadores, luchadores, atletas. El arte de la improvisación llegaría de la mano de los trashumantes: trovadores, recitadores, flautistas, etc.

Philip Astley, caballista y acróbata, fue el primero en concebir un espectáculo de pista. Británico de nacimiento, en 1774 se estableció en París, y en 1782 fundó, con su hijo, el “Amphitèâtre Anglois Astley”. También fundó una compañía de equilibristas y acróbatas.

Huges, que había sido alumno suyo, creó su propia compañía y, por primera vez, se utilizó el nombre de “circo” para presentar su espectáculo.

DE LA LEGISLACIÓN

No he podido encontrar ley alguna que recoja las condiciones de bienestar de los animales de circo. Incluso he preguntado a un prestigioso abogado sobre el tema. “No hay nada legislado” me dijo. Sin embargo sí está legislada la importación, comercio y movimientos entre estados miembros. Me habló de la Convención sobre CITES (Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora), y que fue creado en 1963 por la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Este convenio que fue implantado en 1975, consiste en un acuerdo entre los gobiernos del mundo que intentan salvaguardar la flora y la fauna para que no se vea amenazada por causa del comercio internacional. Y aquí he de hablar de los snobs. Esa “raza” de gente que, con total desprecio, adquieren animales y/o plantas, por “seguir” la moda, para después desprenderse de ellos, poniendo no solo en riesgo a los propios animales, sino también el hábitat natural de la zona.

DE LAS LEYES

“No podrá realizarse el transporte de animales si éstos no se hallan en condiciones de realizar el trayecto previsto y si no se han adoptado las disposiciones oportunas para su cuidado durante el mismo y a la llegada al lugar de destino. Los animales enfermos o heridos no se considerarán aptos para el transporte”.

“Cuando deba interrumpirse el transporte de animales durante más de dos horas, deberán adoptarse las disposiciones necesarias para el cuidado de los mismos y, en caso necesario, para su descarga y alojamiento”.

El Código Penal, en su artículo 337, establece que:

“El que por cualquier medio o procedimiento maltrate injustificadamente a un animal doméstico o amansado causándole la muerte o lesiones que menoscaben gravemente su salud, será castigado con la pena de tres meses a un año de prisión e inhabilitación especial de uno a tres años para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales”.

EL CIRCO EN LA CIUDAD

Se oyen voces anunciando la llegada del Gran Circo. Un vehículo con carteles pegados en sus puertas y un gran megáfono lanzando su música circense, nos anuncia que ya están preparando el gran espectáculo. Unas enormes carpas se levantan en las afueras de la ciudad. Garantizan una experiencia mágica.

Mis ojos de niña ya no podían abrirse más. Estaba emocionada ante semejante desfile de personas con uniformes de colores brillantes. El olor de las palomitas de maíz. Los palos de algodón de azúcar…

Por fin, el maestro de ceremonias anuncia el comienzo del espectáculo. Ante nosotros desfilan todos los que van a participar. Payasos, acróbatas, danzarinas, magos… perros, serpientes, loros, caballos, cebras y… ¡las fieras salvajes! Se oye un clamor al contemplar a los hermosos tigres. O los feroces leones. O los mansos elefantes. O los enormes osos… Y yo, con mi inocencia, me aferro al brazo de mi padre, temerosa de esos enormes animales que mostraban sus blancos colmillos y sus afiladas garras.

El mago encierra a una chica guapísima en una caja de vidrio y la cubre con una tela negra. Al levantar la tela… ¡la chica ha desaparecido! En su lugar, un hermoso tigre que no puede moverse en el pequeño habitáculo, gime. Sí, gime. Mira a su pérfido captor. Y yo también. Sin poder evitarlo, grito desesperada pidiendo que lo suelten porque no “cabe”. Mi padre me miró entre abrumado y orgulloso, creo.

Le llega el turno a los elefantes. Iban disfrazados con unas ridículas capas y tobilleras de colores vivos. Su domador les hace subir a unas tarimas muy pequeñas. Levantan su patas delanteras hasta quedar sostenidos por sus cuartos traseros. Levantan sus trompas mientras las chicas saludan desde sus espaldas, a un público entregado.

Aplaudo con tristeza.

Luego llegan los acróbatas. Me sentí entusiasmada. ¡Era un espectáculo tan increíble! ¡Esas volteretas en el aire… ese saltar de mano en mano… ese doble salto mortal! Estaba absolutamente impactada.

Luego llega el número del domador. Le sigue el de los caballos y el de los perros…

RAZONAMIENTO

Me planteo cómo surge la aparición de los animales en el circo. La razón por la que son utilizados. Tal vez se debe a la pérdida de interés que sufrimos las personas cuando lo que es “nuevo” perdura demasiado tiempo y se convierte en algo cotidiano. El afán lucrativo. Las rivalidades. El deseo morboso del espectador por ver a un ser humano enfrentarse a la fiera salvaje.

Es inevitable plantearse si hay que diferenciar, a la hora de juzgar el uso de animales en los circos, entre los exóticos y los domésticos.

La clave está en la educación. Educar en el respeto hacia los animales. Ver el circo como un espectáculo donde el animal pueda coexistir con el hombre. Porque mientras el hombre escoge libremente, el animal no.

No quiero que desaparezca el circo con animales. Pero quiero que el circo con animales sea un ejemplo para todos.

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