La educación prohibida

Por lo general, el espíritu inicial de los proyectos se desvirtúa en su desarrollo: así somos. Por ejemplo, tenemos la Declaración Universal de Derechos Humanos. Es un listado de principios fundamentales, muy básico, muy sencillo, de sentido común. Dice que los humanos tenemos derecho a vivir (a que no nos maten), a no ser torturados, a pensar lo que queramos, a comunicarlo… Cosas básicas.

Sin embargo, esta Declaración, que muchos países suscribieron encantados, porque expresa ese «sentir general», ese «espíritu fraternal», etc., hoy se cumple más bien poco, en pocos lugares, y España no siempre está entre ellos (ver informe Amnistía Internacional 2012, pps 185 y ss.). Para que se cumpliera esa Declaración, no deberíamos alejarnos -como pueblo- de ese espíritu inicial que la hizo posible, ni al hacer las leyes, ni al ejecutarlas, ni al cumplir con ellas.

La educación

No deja de sorprender que en los últimos 40 años España haya modificado siete veces sus Leyes Orgánicas sobre Educación. En 1970, la LGE, en el 80, la LOECE, en el 85, la LODE, en el 92, la LOGSE, en el 95, la LOPEG, en 2003, la LOCE y en 2006, la LOE.

Estas leyes orgánicas vienen acompañadas, naturalmente, de cambios profundos en toda la legislación relacionada, así como en los planes de estudio, lo cual genera gran desconcierto no sólo en la comunidad educativa (profesores, alumnos…), sino también en el resto de la comunidad.

Podría parecer que, con las sucesivas reformas, lo que se persigue es una evolución cultural, un mejor acceso de la ciudadanía al conocimiento, o quizás un mejor cumplimiento del Artículo 26 de la Declaración de Derechos Humanos. Sin embargo, lo cierto es que las críticas a la actual legislación son muchas y bien fundadas, es decir, el sistema educativo español no gusta, no convence, y no parece mejorar.

El aprendizaje

Frente a esto, los principios en los que se basa el verdadero aprendizaje han pasado a un segundo plano. Apenas se atiende a pedagogos, psicólogos, antropólogos, sociólogos, filósofos, ni a los propios educadores, a la hora de establecer «mejoras» en los sistemas educativos. El criterio económico se impone, y pesan sobremanera las ideologías, haciendo imposible una conciliación entre los principios fundamentales de la educación y el supuesto desarrollo de esos principios.

El documental que hoy os traemos habla de todo ello. Está dirigido por German Doin, un joven argentino que comenzó a investigar sobre el tema, allá por 2009, para realizar un cortometraje, y terminó produciendo una película de dos horas y media: tal era el clamor de los educadores y el interés social por el objeto.

La película incluye entrevistas a profesionales de distintos países, España entre ellos, en un intento por cruzar voces diversas y armonizarlas. La diversidad en el discurso, a pesar de ello, no es tanta, porque todos los entrevistados parecen beber de las mismas teorías, de Piaget, Montessori, Dewey, etc. Es decir, que están -también ellos- alineados ideológicamente, en defensa de una «educación» a la que podríamos denominar «libertarista». No extraña esta reacción, en sistemas políticos que imponen un criterio economicista, con leyes sin consenso –ad hoc y de partido-, que no escuchan al ciudadano y que, en su desarrollo, contravienen principios fundamentales del Estado.

Alineado o no, conviene ver el documental, por aquello de dar pábulo a quienes no lo tienen.

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Desnudarse. Resucitar

Si «Pina» no te emociona, eres una piedra.

No estamos ante un documental cualquiera. Ni siquiera es un documental propiamente dicho, o uno de esos documentales a los que estamos acostumbrados. «Pina» es, ante todo, un homenaje al talento, al esfuerzo -a la dedicación-, a la honestidad y -cómo no- a la danza.

Ah, y a Pina Bausch.

Wim Wenders

Es un perfeccionista. Sus obras no son precisamente oropel, ni efecto o artificio. Sus obras son sencillas, puras, hechas para durar. Y son así porque tiene cosas que decir.

Para cualquiera que se dedique, de un modo u otro, al arte -a la creación-, o para cualquier amante del cine como tal, las películas de Wim Wenders suponen un referente inapreciable, un aliento limpio en mitad de un mundo sometido a la fórmula. Porque la fórmula está bien (la peli de tiros, la de besos, la de miedo, el documental de animalitos…) pero cansa. Y entonces uno busca algo nuevo, algo bueno, algo que diga algo.

Y ahí aparece Wenders, con «El cielo sobre Berlín», con su «Lisbon Story», con «The soul of a man», con «Buena Vista Social Club«… Con cada una de sus obras distinta de las anteriores. Y diciendo ¡tantas cosas! Tantas cosas que estaban por decir…

Y Pina Bausch

Por si no la conocíais, es probablemente la coreógrafa más influyente del siglo XX. El homenaje de Wenders debería bastar para afirmarlo.

Influencia… ¿A qué se debe esa influencia? ¿En qué se basa? ¿Es una cuestión de fama mercadotécnica? ¿O es que hay ciertas personas que de verdad influyen en los artistas de su tiempo, en los venideros, en quienes contemplan sus obras -en sus ideas y perspectivas- en las sociedades y, al fin, en las culturas?

Cuando veáis el documental, percibiréis el profundo amor, la sincera admiración y la infinita gratitud que sus alumnos -¡sus discípulos!- le profesan. Ella les descubrió, a todos y a cada uno, algo esencial que ellos no habían percibido. Ella les enseñó a desnudarse, en primer lugar, ante sí mismos y -después- ante el público, de modo que cada gesto, cada expresión, cada movimiento se convierte en algo puro, en un mensaje que mana del yo y se dirige a otro yo. En un aullido sin máscara. En un cuerpo inocente y desnudo.

Y este yo de aquí que soy yo

Recibe tanta fuerza de esos bailarines que no puede quedarse impávido. Este yo que observa -ese tú- se quiebra en ocasiones, se resquebraja y surge entonces el nuevo yo desnudo; el honesto.

La danza es sorprendente, después de «Pina». La danza es eso que hacemos delante del espejo al despertar por la mañana; es eso que hacemos al acostarnos y es eso que dejamos de hacer cuando morimos. Después de «Pina».

Pina, por su parte, tan humilde, tan pequeña como se sentía, después de morir, sigue bailando; en todos nosotros.

«Dance, dance… Otherwise we are lost». («Danzad, danzad… O estamos perdidos) Pina Bausch

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