La(s) tercera república(s) ¿española(s)? El nuevo apocalipsis
… ya está liadita la guerra
Alegrías, popularTodas las partes de mi monarquía se encuentran en terrible estado, y hay guerras y disturbios en cada rincón.
Carta de Felipe IV a su confidente Sor María de Ágreda en junio de 1645Salió otro caballo, bermejo, y al que cabalgaba sobre él le fue concedido desterrar la paz de la tierra y que se degollasen unos a otros, y le fue dada una gran espada.
Apocalipsis 6, 4
1) españa
Así, con minúscula, para ir haciéndonos a la idea de su desaparición. La desposeemos de la inicial en mayúscula y luego, poco a poco, le vamos arrancando letritas: spaña, spañ, pañ, añ, ñ… ¡Y se acabó!
Con motivo de la abdicación del Rey y la posterior coronación de su hijo, Felipe VI, más de una voz se ha alzado exigiendo un referéndum que nos permita escoger entre monarquía o república, proclamando la necesidad moral de esta última y ensalzando sus virtudes.
Imaginemos que, por las circunstancias que fueran, se proclamara la Tercera República Española… Cuanto sigue es un relato de política-ficción. Que el lector se pregunte, si llega hasta el final, si cuanto en él se expone resulta tan descabellado como podría pensarse. Para ello habrá de hacer acopio de valentía y deslindar bien el deseo de la realidad, que aquél, con su buena voluntad o con su pensamiento mágico, no contamine a ésta.
Acaba de proclamarse la Tercera República. Esta república nace medio muerta ya y por mucho que se la traslade a la incubadora, tiene los días, cuando no las horas, contados. Y no por la amenaza de un golpe de Estado Militar, que es ya algo imposible en nuestro país, sino por otra forma de Golpe de Estado, civil éste, y desde luego mucho más eficaz. Hablamos, claro está, de los golpes de Estado nacionalistas.
2) Cataluña
Ésta sí, con letra inicial mayúscula e incluso, por qué no, con mayúsculas toda ella:
CATALUÑA.
Cataluña, en efecto, llevará a cabo su declaración unilateral de independencia, proclamando -como ya lo hiciera Companys durante la Segunda República Española- la República Soberana Catalana. Inmediatamente después, pues no puede ser menos, el País Vasco hará otro tanto. ¿Galicia? Quizá a esta región, convertida ahora en nación, le cueste un poquito más, pero como nadie quiere irles a la zaga a las otras y, además, Galicia posee lengua propia y fue Reino independiente, si bien fuera por muy poco tiempo, durante el siglo XI del Medioevo hispano. Así pues lo tiene todo a su favor.
Vemos pues que, de esta guisa, no podrá hablarse con propiedad de la República Española, sino de repúblicas ex-españolas. ¿Cuántas? Formulemos la pregunta bajo una nueva luz. ¿Cuántas autonomías componen nuestro Estado de las Autonomías? Diecisiete, más las plazas africanas de Ceuta y Melilla. ¿Se darán entonces diecisiete repúblicas ex-españolas y, además, anti-españolas? Sí, tras las repúblicas de las» nacionalidades históricas», surgirán muchas más, que es cuanto se irá viendo en el transcurso del relato.
Antes de proseguir, cabe preguntarse qué hará el Ejército en estas circunstancias. La respuesta no puede ser más fácil ni sencilla. No hará nada. Temeroso de que lo acusen de genocida, permanecerá en sus cuarteles (de invierno, claro está); por otra parte, a ver qué ejército puede luchar en diecisiete frentes a la vez. Pero sobre todo, y ésta es la cuestión fundamental, ¿el ejército de qué país o región o república? Como España habrá dejado de existir, el ejército nacional también. Cada república habrá de intentar, lo mejor que pueda, recomponer su propio ejército nacional con lo que encuentre.
3) La hora de Marruecos
Así las cosas, mutilado y desmembrado el Estado y en pleno desconcierto ex-nacional, Marruecos -como ya procediera en el pasado con el Sáhara Español- aprovechará el estado general de debilidad y confusión políticas para ocupar Ceuta y Melilla. El ejército recibirá la orden de no oponer resistencia y de entregar las armas. Como ya se ha dicho, lo que no se sabrá exactamente es de quién recibirá esa orden pues no estará claro quién (qué persona)manda, pero sobre todo desde dónde se manda, esto es desde cuál de las repúblicas. En cualquier caso, a ningún militar de estas dos plazas se le ocurrirá hacer uso de la fuerza u oponer una resistencia numantina, abocada de antemano al fracaso y que produciría luego una auténtica escabechina entre los ex-españoles. A la población civil de estas dos ciudades africanas se le planteará el siguiente dilema: permanecer como comunidad extranjera en el Reino de Marruecos e intentar convivir con una morisma muy crecida y hostil (con el riesgo de que se reproduzcan, pero a la inversa, claro, los hechos que acontecieron a los árabes del Reino de Granada una vez conquistado por los Reyes Católicos, o a los moriscos bajo Felipe III), o bien emigrar a la Península. A las Canarias, no, por aquello de que por saltar de la sartén, se da en caer en las brasas, por cuanto ahora se referirá.
Si nuestros ceutíes y melillenses optasen por abandonar sus hogares, sus trabajos, sus negocios, sus hábitos y querencias, su tierra, para reencauzar sus vidas en la Península, plantearían un problema similar, cualitativa y moralmente, si bien menor cuantitativamente, al que tuvo que afrontar Francia con sus pieds-noirs tras la independencia de Argelia, con el agravante de que, como España como tal no existirá ya, no se sabrá quién, cuál de las repúblicas, asumirá la responsabilidad de realojarlos. Posiblemente ninguna quiera cargar con ese muerto (ya las antiguas comunidades autónomas ofrecieron soberbios ejemplos del egoísmo más mezquino) y así ex-ceutíes y ex-melillenses se verán condenados a vagar como el judío o el holandés, errantes ambos, por lo que antes fuera la España peninsular, desconociendo a quién dirigirse o a quién reclamar. Como siempre, en el caso de que la tengan, la parte de familia peninsular o algún pariente no muy lejano, o un muy buen amigo peninsulares puedan echarles una manita. Y si no, siempre queda Cáritas, pero, claro, cuál de ellas: ¿la Cáritas, pongamos por caso, murciana, o la Cáritas asturiana?
Envalentonada, Marruecos se hará a la mar océana y ocupará asimismo las Islas Canarias, que en el imaginario magrebí son también tierra irredenta. Aguarán así la fiesta a la nueva República Canaria, proclamada unos días antes, circunstancia esta que debilitó aún más la posición del archipiélago y alentó la aventura marítima del reino alauí. Sí, pues, ante la nueva situación política y las proclamaciones de las «nacionalidades históricas» como repúblicas independientes, Coalición Canaria, apelando a la incuestionable identidad nacional de las islas, tras negar la existencia de la nación española, y repitiendo los términos recogidos en su ponencia ideológica del congreso de noviembre del 2008, expresa su voluntad de ser el «vehículo de la construcción democrática de la Nación Canaria» y clama por «la defensa de su identidad y el ejercicio de su autogobierno». «Canariedad». Lástima que el español genocida acabara con la lengua guanche, pues qué duda cabe que ello, junto a su condición insular y su «africaneidad», les hubiera conferido mayor carácter exótico que incluso a los harri jazoizatleak vascos. Ahora bien, ya había advertido el alcalde canarista de la Orotava, preocupado por la magnitud de la cuestión migratoria, que, por culpa de la despreocupación de Madrid, sus compatriotas quedaban permanentemente a merced de que «el moro venga un día y nos lleve por delante»; en su opinión la solución al problema residía («no queda otra alternativa») en la constitución de gobiernos nacionales en las administraciones canarias. (ABC, 1/12/2008). En un dominical de El Mundo de, si no voy errado, principios del 2007, por otra parte, se presentaba un magnífico dossier periodístico sobre los movimientos independentistas canarios. Había quien proponía, para empezar, la independencia de todas y cada una de las islas, para luego formar, a través de negociaciones, las confederaciones que fuera menester. Reminiscencias del MPAIAC del buen Cubillo. «A merced del moro». Ahora sí, pero no del pobre morito que llega para que cavar zanjas y acarrear ladrillos, sino de toda una Armada y de un todo un ejército que se sabe vencedor de antemano y asistido de razón patriótica. A pesar del tímido apoyo, meramente simbólico, de Argelia a la nueva república oceánica, el archipiélago dejará de ser independiente. Además, al parecer, la mar canaria tiene petróleo y Marruecos lo necesita. Los ex-españoles ya pusieron las infraestructuras; ahora toca al marroquí explotar las reservas de su nueva provincia oceánica. La verdad es que Marruecos ha crecido lo indecible en detrimento de España: primero, con la anexión del Sáhara, y con la ex-España luego, incorporándose Ceuta, Melilla y ahora las Canarias. Gracias a la desaparición de nuestro país, el fervor patriótico marroquí está en su apogeo, tanto como el nacionalismo árabe se halla pletórico de activa energía. ¿Dónde queda aquello que tanto se oyó durante la Transición de la «españolidad» de las Islas Canarias, cuestionada por Cubillo y los magrebíes, no sólo marroquíes? Mais où sont les neiges d´antan?
Como con los habitantes de las plazas norteafricanas, ¿qué ocurrirá con los canarios? Súbitamente empobrecidos, ¿adónde dirigirán sus pasos? Ante una España que no puede ya ni protegerlos ni darles cobijo, pues ya no hay España, y si no quieren soportar los previsibles desmanes y desafueros del amo marroquí, como no tomen el barco hasta Madeira o las Azores, intentando allí rehacer sus alteradas y menguadas existencias…
Bien, ya ha visto fenecer sus días, amén de las plazas norteafricanas, toda una señora república y todo un archipiélago soberano. Nos hemos quedado en dieciséis.
4) Nuevamente CATALUÑA. La gran CATALUÑA
Volvamos a Cataluña. Ésta, bajo el delirio ultranacionalista e irredentista de sus dirigentes, sólo aspira a retrotraerse al pasado y revivir los gloriosos tiempos de la Corona Catalano-aragonesa, cuando aquello de que, en aquel entonces, desde un chipirón hasta una ballena tenían que pedir permiso a Barcelona para dar aunque sólo fuera una brazada en el Mediterráneo. Si bien, de momento al menos, el Alguero queda fuera de sus reivindicaciones expansionistas, se habrán de incluir en la República Catalana las Baleares, el País Valenciano y, aunque renunciando también de momento al grueso de Aragón, se le reclamará a ésta la franja oriental catalanoparlante, sin olvidar la Catalunya Nord, que pertenece a Francia, a la República Francesa, complicándosele así las cosas al pan-catalanismo por el poder y la claridad de ideas de los gabachos.
Imaginemos que, mediante un hábil golpe de mano, las fuerzas pro-catalanistas baleáricas, aprovechando la confusión y la perplejidad reinantes y el, intrépido, «viaje del toro» de sus poderosos primos catalanes, logran hacerse con el poder del archipiélago, desarmando todo posible conato o iniciativa de resistencia al expansionismo catalán. Quienes no se muestren satisfechos con la situación, ya sea por pancismo, ya sea por sentirse incapaces de luchar y vencer con unas mínimas garantías de éxito, se resignarán ante este nuevo estado de cosas y, así, las Baleares formarán parte, desde aquel momento, de la República Catalana, la cual les habrá garantizado formalmente una cierta autonomía, aunque sólo sea, por estar inmersos en un espíritu histórico-medievalista que les lleva a rememorar aquello del Reino de Mallorca. Bien, ya ha desaparecido otra república. Quedan quince. Las dos desaparecidas corresponden a archipiélagos, están en medio del mar. Se ve que ese aislamiento insular, lejos de favorecerlas como históricamente sucedió con Inglaterra, les ha hecho inviable su independencia.
Hasta ahora hemos hablado de ocupación o de invasión, las que Marruecos llevarán a cabo en el océano y en las plazas españolas norteafricanas, mas no aún de guerra propiamente dicha. Ha llegado el momento, no obstante. En una entrevista de Blanca Torquemada, en el ABC del 16 de octubre del 2011, a José Manuel Otero Novas, antiguo ministro de la UCD, se le formula la siguiente pregunta: «El deterioro de la unidad territorial al que hemos llegado tiene aún arreglo?» y el ex-político responde lacónicamente: «Cada vez es más difícil». Luego Otero Novas explica la necesidad, para recomponer la unidad nacional, de una gran coalición entre las dos fuerzas nacionales mayoritarias, para a renglón seguido, expresar su escepticismo ante esa posibilidad; sugiere entonces el nacimiento de una fuerza política cuyo único objetivo político sea precisamente el de la unidad; por último apunta «otra posibilidad», afirmando que «la solución de esto puede venir también por algún drama». La periodista la coge al vuelo y le pregunta entonces: «¿No es descartable que acabemos en guerra por esta cuestión nacional?», Nueva respuesta más lacónica y tajante aún que la primera citada: «No lo es».
Ciertamente este tipo de opiniones no abundan pues el solo hecho de imaginarlas ya pone espanto en quien las formula y en quien las escucha o lee. Recordemos, llegados a este punto, la afirmación de Ortega por la cual «toda realidad ignorada prepara su venganza». No hace mucho, pero ya no recordamos ni por parte de quién exactamente, con sus nombre y apellido, ni en qué medio, un historiador o pensador, alguien -que, desde luego, no era un tonto- afirmaba que, en caso de independencia de Cataluña, la guerra entre Castilla y Cataluña estaba servida y que no podía ser de otra manera. En nuestro relato hay guerras, pero no precisamente entre los dos antiguos grandes reinos peninsulares, como se explicará en su momento.
Volvamos al relato. El País Valenciano. Aquí también los catalanistas llevarán a cabo sus maniobras para, lo más rápidamente posible, silenciar toda resistencia, pero una gran parte del pueblo valenciano no se avendrá a la nueva realidad pan-catalanista y hará frente, sacudirá coces y dará cornadas, echándose al monte parte de su población, reivindicando entre otras cosas su lengua propia, que sostienen -científicamente- es distinta al catalán, y una inalienable idiosincrasia que se les quiere ahora arrebatar. No sabemos entonces si se revivirán los tiempos gloriosos de la antigua corona de Aragón con aquello del chanquete y el pez espada pidiendo permiso al monarca catalán, pero sí, desde luego, se recrearán los tiempos broncos de las partidas carlistas. Habrá guerra. No será la de Irak, ciertamente, pero en toda guerra hay muertos y el sino de esta guerra es la de extenderse, balcanizarse y poder emular a la de la fragmentación yugoslava.
El País Valenciano, además, no lo olvidemos, posee unas comarcas occidentales y meridionales donde sólo se habla castellano; esas comarcas, económicamente importantes y muy pobladas también, rechazarán aún con mayor saña la dominación catalana y se echarán al monte, jugando a las dos barajas del apoyo y alianza con las fuerzas valencianistas y recabando, o al menos intentando recabar, el apoyo de Castilla, tentada así con una expansión de sus fronteras hacia el Este peninsular.
¡Castilla!, ¡Aragón! ¡Qué bello! En cuanto que mencionemos el Reino de Navarra y reconstruyamos uno nuevo de Granada, ya estamos otra vez en la Baja Edad Media…
Así pues dejamos a la República Valenciana, si no desaparecida del todo, sí, al menos, herida, desgarrada y dividida, sin gozar de plena soberanía, por quedar contestada desde muchos frentes, incapaz de mantener la autoridad del flamante Presidente «che», de tal manera que en la práctica podemos decir que es inexistente o no suficientemente consistente. Ya sólo quedan catorce de las antiguas comunidades autónomas de nuestro ex-país.
No queda aquí la cosa. Son franceses desde hace siglos, desde la Paz de los Pirineos que siguió a la Guerra de los Treinta Años en que la Corona Española quedó desposeída de ellos, el Rosellón, el Vallespir y la Cerdaña. Cataluña ha de reconquistarlos, pero surge un problema y es que Francia no es España, o más bien que Francia no es ex-España; no, Francia es un pan entero, ya sea baguette u hogaza, y no migajas de pan revenido… (¡Cómo no estará de rancio y revenido lo ex-español que es bajomedieval y todo!) Este hecho de la realidad francesa opone una absoluta dificultad a la labor irredentista del independentismo catalán. Por otra parte, no resulta muy claro a los catalanes franceses eso de pasar a ser ahora ciudadanos de una república pequeñita, por mucha expansión a la que aspire y que se encuentra además en francas dificultades. Si bien Barcelona les ha garantizado que pueden seguir organizando corridas de toros (con la única exigencia de que se les llame «curses de braus»), los catalanes franceses, tan buenos aficionados, no acaban de fiarse. No obstante, alentados por su independencia recién estrenada, las nuevas autoridades republicanas catalanas llevarán a cabo una labor permanente y contumaz de zapa y propaganda activa y agresiva del catalanismo en aquellos pagos irredentos con ánimo de sumárselos. Habrá incluso sabotajes y partidas de trabucaires operando en suelo francés. Llegarán a tanto en su osadía que Francia, verdadera república, habrá de responder. Militarmente, claro. Llevará a cabo acciones de castigo rápido e incluso podrá, para garantizar sus fronteras, seguridad y unidad nacional, llegar a ocupar partes importantes y extensas del Principado. Los franceses, además, han adquirido una gran práctica en el África negra y los vastos Sáhara y Sahel, y serán tan eficaces que llevarán a cabo una auténtica satelización de la República Catalana, reverdeciendo aquella otra que ya realizaran bajo Mazarino, arrebatando Gerona y Barcelona a Felipe IV, cuando comenzaba el declinar de España.
Como podemos apreciar, los catalanes estarán atareadísimos con tanto frente abierto, sí, pues habrán de considerar además otro nuevo, el de Aragón. En efecto, la República de Aragón habrá de garantizar su integridad territorial y no tolerará la ocupación de su franja oriental por muy catalano-parlante que sea, entre otras cosas porque ya demostró, no hace mucho, el Parlamento aragonés que allí lo que se habla es lapao, esto es una lengua aragonesa. También aquí habrá conflagración bélica. Los aragoneses no tolerarán que se les recorte territorio. Además se mostrarán muy celosos de su pasado pues la antigua corona se llamaba precisamente de Aragón, esto es como su actual República. Aragón, pues, aunque haya de afrontar dificultades, no desaparecerá como república, con lo cual seguimos manteniendo las catorce. De momento.
Si recordamos bien fue Marcelino Iglesias, a la sazón presidente de la extinta comunidad autónoma de Aragón, quien, con motivo de la guerra del agua peninsular, declaró algo así como que el Ebro, a su paso por Aragón, era propiedad de los aragoneses, pero que los no-aragoneses no se preocuparan pues él no consentiría, a pesar de no ser baturros, que se murieran de sed. Conmovedora solidaridad inter-autonómica. Ahora, constituida en república, dueña al fin de su destino, puede Aragón, mediante un ambicioso proyecto de presas y pantanos, frenar el avance del río justo antes de la frontera, condenando al enemigo catalán a un cauce seco y, así, doblegando su altivez, obligarle a desistir de su política expansionista. Queda probado con este ejemplo cuánto no deben las nuevas repúblicas a las sacrificadas autonomías y, por tanto, no será de extrañar que muchos de sus actuales presidentes hayan ostentado y ejercido, previamente, el cargo de presidente autonómico.
Hay algo que beneficia, y mucho, económicamente a la República Aragonesa. Como los pasos tanto de La Junquera-Port Bou como de Irún-Hendaya se han vuelto muy inseguros, se ha impuesto la necesidad de reabrir el paso de Canfranc con Francia. Los gobernantes aragoneses no pueden estar más ufanos, pues ello supone importantes ingresos en derechos de aduana y de peajes. No hay mal (ajeno) que por bien (propio) no venga.
¿Y Andorra? Las razones por las cuales permanecerá libre de toda agresión o iniciativa anexionista resultan tan meridianamente claras, más que el agua aun tras el reciente, que no el primero, escándalo Pujol, que no vamos a extendernos en ellas.
Frente aragonés, frente francés, frente valenciano… Son tantos los conflictos armados que Cataluña no sólo podría ver en entredicho su expansión, sino que incluso vería mermar su territorio continental. Además, en este contexto de debilidad catalana, en las Baleares podrían atreverse a surgir ya voces claramente discrepantes, dispuestas a restablecer la abolida República Balear, reminiscencia actualizada del medieval Reino de Mallorca, como ya se dijo, puesto que, como vemos, se trata ahora de reverdecer, modernizándolos bajo forma de república, los antiguos reinos medievales hispanos. Habrá incluso voces eruditas que reclamarán para las Baleares la antigua capitalidad de Perpiñán, pero sin llegar a formar una escuadra naval para su desembarque y reconquista. Permanecerá en el imaginario, eso sí, del irredentismo baleárico.
5) Euskal Herria
Cuanto acontezca en Cataluña, encontrará su réplica en el País Vasco. En efecto, el pan-vasquismo animará desde el primer día la República de Euskal Herria. La antigua reivindicación del Reino de Navarra se activará. La zona norte navarrica, dominada por el etarrismo, se sumará alegre a la nueva nación. El problema residirá en el resto del territorio. Toda la rabia, arrumbada y en sordina durante tanto tiempo contra el pan-vasquismo que ha asesinado, extorsionado y amedrentado, estallará de repente y con gran violencia, y ambas tierras de carlismo exasperado y ásperos requetés se enzarzarán en una lucha a muerte. Dicha lucha a muerte entre territorios hallará su pendant entre los lugareños de cada uno de los territorios considerados por separado pues no es imposible que, dentro del País Vasco, por razones idénticas a las que muevan a muchos navarros a empuñar las armas contra el abertzalismo, sean bastantes quienes ya no puedan contener más una impotencia y una humillación prolongadas durante demasiado tiempo y yergan cabeza, puños y fusil en busca, más que de venganza, de afirmación violenta de una dignidad escarnecida. Se acabó la contención y el temor. «Si hay que morir, muramos matando», se dirá más de uno. Y otros añadirán: «Sí, es hora de hablar de una vez y de responder a las armas con las armas». En este caso no nos retrotraemos a la Edad Media, sino a nuestra reciente Guerra Civil, con sus paseos y ajustes de cuentas en la retaguardia. Es cuanto pasa cuando se hunde el Estado de Derecho, que ostenta el monopolio de la violencia y contiene venganzas y luchas fratricidas. Lejos quedará la admiración de propios y extraños ante la prudencia y la renuncia a la venganza por parte de unas víctimas que sólo reclaman justicia.
Obviamente, el condado de Treviño, al segundo de proclamarse la República Vasca, pasará a ser ocupado y absorbido. Castilla no moverá un dedo por el enclave burgalés en tierra vasca, pues no dejan de ser unas tierrucas anecdóticas y, además, ganadas ya, a base de amenazas, a la causa pan-vasquista. La batalla se da de antemano por perdida y, por tanto, no se libra.
Por otra parte, como el hábito se convierte en segunda naturaleza, y han sido tantísimos los años de bombas, secuestros, palizas, insultos y amenazas de muerte, quienes los practicaron y jalearon, se verán llamados a ejecutar de nuevo esos actos que daban un sentido a sus vidas, requeridos por el fondo violento que impregna el País Vasco. Es más, incluso llevados de la inercia, no es descabellado pensar que pongan alguna bomba en la República de Madrid, aunque ya nada tengan que litigar con ella. La fuerza de la costumbre.
Al igual que para Cataluña, también existe un País Vasco Norte, secuestrado por Francia. Los constantes hostigamientos, acosos e incursiones en Euskadi Norte, moverán también a la República Francesa a intervenir en la República Vasca, ocupando zonas de importancia estratégica y castigando bases de operaciones vasquistas, de tal manera que también la República Vasca, lejos de expansionarse, menguará. Sí, pues ahora no ocurrirá como en 1638, en plena Guerra de los Treinta Años, en que la ofensiva francesa contra territorio español por Guipúzcoa fracasara y Fuenterrabía fuera liberada. Eso tan folklórico del Alarde dejará de celebrarse y ya no tendrá sentido pronunciarse a favor o en contra de que las mujeres tomen parte en él puesto que ya ni un sexo ni el otro lo harán.
Por otra parte, tanto en Catalunya como en Euskal Herria, los franceses, tan versados ya en castigar el terrorismo yihadista en el África, se encontrarán en las dos mencionadas repúblicas como pez en el agua, y además al lado de casa, que les bastará, como quien dice, alargar un poco la pierna y ya disponerse a repartir.
La Rioja. A una república tan pequeña, mono-provincial y tan penetrada del humor vasco, navarro y castellano, le será muy difícil sobrevivir. Bien pronto se verá desgarrada, ocupada, contra-ocupada y, al fin, se habrá de certificar su defunción definitiva por desmembramiento. Y, así, ya sólo quedan trece.
6) Al Andalus
La República Andaluza. Con Ceuta y Melilla anexionadas por el Reino Alauí, los andaluces han puesto sus barbas en remojo. Al cabo de tantos siglos, un nuevo Tarik podría cruzar el Estrecho y enseñorearse de nuevo del Sur peninsular ante la abulia e indiferencia fatalista de los habitantes, tal y como dicen ya ocurriera con una población visigótica desalentada que no opuso resistencia al avance de la media luna. Pues ahora, por no haber, no se dará ni batalla de Guadalete.
Aunque Al-Andalus, como Sefarad, designe toda la península (y las Baleares), generalmente se da un uso restrictivo de la palabra, acotándola en los límites de la actual Andalucía. Córdoba, Granada, Sevilla aún excitan el imaginario del irredentismo musulmán. Si ya Al-Qaeda encontró en España un magnífico campo de acción debido no sólo a su pasado árabe-musulmán, sino además y sobre todo a su debilidad como nación, esto es a su desnacionalización, ahora en que España no existe, sus planes se habrán vuelto mucho más fáciles y audaces. Desde el otro lado del Estrecho, Marruecos proyecta su sombra sobre Andalucía y se la mira con deseo. Tanto, tan grande es en cuanto a territorio y, por otra parte, tan enclenque es esta República Andaluza, desnortada y desorganizada, que Marruecos, poseedora ya de Ceuta, Melilla y, no lo olvidemos, las Canarias, comienza a ocupar, como tanteando primero y luego ya con mayor seguridad, las tierras de la República Andaluza. No se atreve a poner el pie en el Sur de Portugal pues la República Portuguesa, si bien no represente ciertamente una gran potencia, no es un espantajo, y un ataque a un país miembro de la UE y de la OTAN no sería consentido por Occidente. España, sin embargo, es otra cosa pues ya no existe. España perteneció a la OTAN y a la UE, pero no las repúblicas emanadas de su seno, que no han tenido tiempo todavía de nada, más que de enzarzarse en guerras. En efecto los añicos de España son un imprevisible, vanidoso y belicoso enjambre, fuente de permanente inestabilidad por quien nadie apuesta un duro y que habría que sujetar. Y en el Sur, se ve que esa sujeción corresponde a una aliada de los EEUU, que no es otra que la morisma marroquí, satisfaciéndose así sus reivindicaciones históricas, reafirmando el poder real, asegurando, con el nuevo orden surgido tras la desagregación de España, la estabilidad en el Mediterráneo y dando ejemplo a los otros países musulmanes de cómo hay que hacer las cosas: siendo amigo de los americanos, siendo una monarquía y teniendo algo de democracia, esto es advirtiendo a los otros países árabes aquejados de «primavera» y mostrándoles cómo la prudencia es la madre de la política, a la par que invitándoles a desechar esas peligrosas alferecías que los sacuden y que sólo pueden ser fuente de su propia ruina. Hay más, y es que Marruecos le hace el trabajo sucio a Europa restableciendo el orden mediante la coerción, la ocupación militar y, si fuera menester, la violencia, algo que Europa rehúye como la peste.
La República Andaluza ha dejado de existir. Ahora es provincia marroquí. Ya sólo nos quedan doce.
Hablábamos de la necesidad de estabilidad. Al-Qaeda, sin embargo, no lo entiende así. Al Qaeda no renuncia a Al Andalus e insiste en ello. Insiste como ella suele insistir: con las bombas y la crueldad más despiadada. En ocasiones podrá aliarse con el Reino Alauí; en otras, podrá combatirlo, siempre en función de sus perentorias necesidades. Al Qaeda sabe que la instauración de un primer Califato Islámico en Europa constituye los cimientos de la futura conquista de Occidente, de la mundialización del Islam y su victoria final. Andalucía representa el primer paso. Andalucía vivirá aterrorizada. A la población sólo le quedará abrazar la nacionalidad marroquí, convertirse a la religión mahometana, o huir. Sí, pero ¿adónde?
Murcia. La república de Murcia. La cabra tira al monte. Reviviendo los más heroicos episodios del cantonalismo, la República pija se romperá al instante en mil y una republiquillas. Si ya por ser república mono-provincial, Murcia mostraba gran flaqueza, siendo ahora un buen número de liliputienses Estados, presentará algo más que debilidad: exhibirá un estado terminal y será absorbida por el Califato, con las manos libres para hacer y deshacer sin tener que componer u oponerse a Marruecos. De lo que puedan opinar los murcianos, si es que en su terror pueden alcanzar un pensamiento, a los de Al-Qaeda no se les da un adarme. Se extinguió la República de Murcia. Quedan once.
7) Galicia
Volvamos por un momento a Galicia. La República no padece de irredentismo enquistado. Tan sólo se han producido algunas escaramuzas con la vecina República Asturiana por la disputa de los pueblos agallegados de la parte más occidental de esta última, aquélla que hace frontera con la República Gallega. Sólo ha habido un muerto, del que nadie se responsabiliza pues al parecer se mostró excesivamente torpe en el manejo de una granada que acabó por estallarle en las manos, pero que ha obligado a sentar a ambos bandos, a ambas repúblicas, a una mesa de negociación, trazando una nueva frontera que incluye en la República Gallega a dos pueblos y tres aldeas de tendencia mayormente galleguista y galaicófona, tal y como quedó demostrado en el referéndum al modo de Crimea que se improvisó a tal efecto. Hablaron las urnas y Asturias tuvo que ceder por no ser tachada de anti-democrática.
El Presidente de la República Gallega ha presentado la negociación como una gran victoria de la democracia, la Razón, Galicia y, claro está , él mismo. El Presidente asturiano le ha quitado hierro al asunto, asegurando, para justificarse, que nada ha perdido Asturias pues, en realidad, la inclusión de aquellas localidades en el mapa asturiano correspondía a un falaz trazado de fronteras franquista, que él ya tenía pensado reconsiderar -pero se le adelantaron los acontecimientos-; por otra parte, él y los asturianos, sus compatriotas, sólo abogan por la libertad de los pueblos y que en buena ley -«hay que reconocer las cosas como son»- aquello es Galicia y no Asturias. Además, de esta manera, gracias a su largueza de espíritu y a su ecuanimidad, la República Asturiana pasa a ser homogénea y sin elementos espurios. Y, apagando el micrófono e inclinándose sobre el hombro de su ministro de Defensa, añade, susurrándoselo al oído, que «los villorrios de marras se los pueden meter esos paletos por el culo porque no valen ni un duro».
No obstante, la República Gallega, a pesar de la victoria obtenida a expensas de la vecina República de Asturias y de su estabilidad pues, entre otras cosas, no se halla expuesta a los desgarramientos de sus repúblicas hermanas, Cataluña y Euskadi, con quienes formara en el pasado, cuando aún existía el Estado opresor español, la hermandad internacional de Euskaga (Euskadi o Euskal Herria, Catalunya y Galicia); a pesar de todo ello, digo, es consciente de su aislamiento e inanidad. Por ello vuelve los ojos hacia el Sur, hacia Portugal, e incluso se rumorea con que ha planteado a los lusos la creación de una confederación. De hecho ha solicitado su ingreso, como miembro de pleno derecho, en la Comunidade dos Países de Lingua Portuguesa (CPLP), para codearse no sólo con Brasil, sino con Angola, Cabo Verde, Mozambique, Guinea-Bissau, Santo Tomé y Príncipe y Timor Oriental. Por otra parte ha podido llevar a cabo, ¡por fin!, aquella antigua reivindicación de los nacionalistas gallegos, consistente en alinear su horario con el de Portugal y Reino Unido, diferenciándose así un poco más del resto de la Península («Son las cinco en Galicia y Portugal; una hora más en España»).
Galicia organiza mil y un congresos, mil y un premios, mil y un juegos florales y encuentros literarios galaico-portugueses, mil y una reediciones de su antigua producción literaria medieval y de la obra de Rosalía de Castro. En todas las ocasiones corre a raudales el albariño Martín Códax. Los intelectuales, escritores, poetas, oradores y artistas varios de uno y otro lado del Miño, acuden encantados a todos los actos y congresos celebrados en los paradores nacionales (gallegos), donde se ponen las botas y son tratados a cuerpo de rey, y sin pagar un duro. Sin embargo, Portugal, el Estado Portugués, sin nunca mostrar un rechazo abierto, sin querer desairar, recibe todos aquellas aproximaciones y lisonjas con una cierta frialdad, sin comprometerse nunca. Cierto es que no ha renunciado a Olivenza, pero no le compensa mover guerra por tan poco, que estas cosas no sabe nunca nadie cómo acaban. Portugal ignora los nacionalismos en su seno (¡bendita sea!), ve lo que está ocurriendo en lo que otrora fuera España y no quiere introducir en casa ponzoña alguna. Envía representantes de su cultura a los congresos a que den un abrazo de parte del Presidente de la República al apóstol Santiago, financia algunos proyectos para cumplir el expediente y no indisponer al amable vecino del Norte que se desvive por sus vecinos del Sur, publicita, por corresponder, en la Unión Europea, así como en Angola y en Guinea-Bissau los mariscos gallegos y la queimada; a cambio, Galicia se compromete a hacer propaganda con entusiasmo de la queixada y de la brandada de bacalao entre los gallegos. Y poco más.
En cualquier caso, para Portugal, aunque España ya no exista, los gallegos siguen siendo españoles y prefieren no tener mucho que ver con ellos. En la memoria colectiva del país genera aún una gran desazón la unión que otrora les impusiera España, bajo Felipe II. ¡Qué gran alivio cuando, en 1668, por el Tratado de Lisboa, a España no le quedó otro remedio que reconocer la independencia de Portugal! «¡Glorioso San Sebastián, que de Cristo fuisteis paje, / libradme de este salvaje que me come todo el pan!» … un alivio, en fin, que surge de nuevo ahora como un profundo suspiro del pecho del buen portugués. ¡Qué buena fortuna no estar en ese fregado! Pero ¿y Olivenza?… Que se quede donde está por mucho tiempo.
8) Asturias
Asturias. Asturias, Galicia, la Montaña, el País Vasco, Extremadura, Andalucía, Murcia, Castilla, en definitiva el antiguo Reino de Castilla, tan poderoso otrora. Ya hemos visto qué ha sido de Andalucía, de Galicia, del País Vasco. Le toca el turno ahora a Asturias. Asturias, aunque sólo sea por aquello de que «Asturias es España; lo demás, tierra conquistada», por ostentar el título de cuna de la Reconquista, por orgullo patrio en definitiva, no puede someterse a la humillación de ser una provincia más, un ente anodino. Por otra parte, Asturias ya hizo sus pinitos regionalistas con el FAC, el partido asturianista de Álvarez Cascos. Carece, ciertamente, del entrenamiento exhaustivo de una Cataluña y un País Vasco e incluso de una Galicia, pero, en fin, está lo suficientemente desentumecida gracias, citémosle una vez más, a Francisco Álvarez Cascos.
La República Asturiana existe pues y, además, como ya hemos visto, no está sujeta ya a conflictos bélicos. Su problema reside en su reducido tamaño, amén de su empobrecimiento de las últimas décadas y su pérdida de población. Es, junto con Galicia, tierra de gran tradición migratoria, pero ¿adónde van a emigrar ahora los asturianos? A la República Asturiana sólo le cabría la dependencia de la República Castellana (de la que luego se hablará), pero esa posibilidad se rechaza de plano por lo indicado más arriba. Asturias sería a Castilla lo que Bielorrusia a Rusia, a escala liliputiense, claro está. Ahora bien, la cuestión estriba en saber si cabe la mínima comparación entre España y Rusia y, por tanto, con mayor razón, entre Rusia y Castilla. En ambos casos los rusos se desternillarían.
9) La Montaña
Aunque algo costara, cuando tras la muerte de Franco se debatía la nueva organización territorial, Cantabria logró obtener su reconocimiento como comunidad autónoma. Se daba, así y por fin, la puntilla a esa oprobiosa dependencia cifrada en el dicho de «Santander, mar de Castilla». Además, si Asturias tuvo su Álvarez Cascos, los montañeses pueden alardear desde mucho antes del Presidente Hormaechea, quien fuera presidente autonómico durante bastante más tiempo y que, consciente de sus responsabilidades patrias, afirmó aquello de que era deber suyo convertir Cantabria en problema para España, parejamente a lo que ya era el País Vasco. Los cántabros, por tanto, no se encuentran mal preparados para mantener y defender la independencia de su flamante república frente al codicioso castellano. Se encuentran, no obstante, aquejados del mismo problema o misma limitación que los asturianos y que no es otro que el tamaño de su patria. Por ello Santander y Cantabria miran hacia Inglaterra, mas el Imperio Británico y el Reino Unido ya no son lo que eran. Tampoco han caído tan bajo como España puesto que sigue vivo el Reino, pero de ahí a esperar la creación de una especie de protectorado o algo similar en Cantabria, hay mucho trecho.
10) Extremadura
Extremadura tampoco acepta integrarse en la República Castellana. La República Extremeña tiene su propia personalidad, incontrastable, que no han de ser en balde tantos años de calentamiento autonómico y de exaltación de los productos de la tierra, de la cultura y de la historia extremeñas. Su dificultad reside, no obstante, en su tamaño y en su situación geográfica, justo al Norte del Al Andalus árabe-marroquí. Quizá, a imagen y semejanza de los Estados-tampón bálticos, marcas defensivas contra el comunismo, a la República Extremeña le corresponda un papel similar, de tal manera que pueda garantizar su existencia, si bien de facto sea «extremeñadamente» dependiente de las decisiones foráneas. Ahora bien, su Presidente y sus dirigentes se darán buenas trazas para ocultar esta situación de vasallaje y saber ensalzar, en cambio, la dignidad castúa, que sólo puede garantizar su república soberana. Y, en cualquier caso, de lo que se trataba era de no ser ya españoles, de no serlo nunca más, y ello se ha conseguido sobradamente.
Incluso cabe imaginar que Extremadura llegue a organizar unos Juegos Olímpicos en Mérida y en el Guadiana. Para los deportes necesariamente marítimos, ya se negociaría con Portugal -obviando el contencioso de Olivenza- que queda al lado y, sobre todo, habla otra lengua, evitando así toda interpretación malévola que vincule a los castúos con los españoles, o lo que sean ahora. En dichos Juegos se incluirían nuevas modalidades de deportes populares propios de la tierra extremeña, que hagan posible la obtención de medallas y el refuerzo de la auto-estima patria. Uno de ellos podría ser la parada de ruedas de molino en movimiento con un sola mano, rememorando y rindiendo homenaje a Diego García de Paredes, el Sansón extremeño, más fuerte que cinco gevos vascos juntos. Ganaría quien la tuviera detenida durante más tiempo.
Bien cierto es que, próximas como se hallan a la raya de Portugal, en algunas localidades se habla portuñol e incluso portugués. Dichas poblaciones se marginarán de la República Extremeña y solicitarán su ingreso en la portuguesa, pero ésta, como ya se ha dicho, considera con extremado recelo todo cuanto ocurre en la Península al este y al norte de sus fronteras: un magnífico y sanguinario guirigay, un caos de colosales dimensiones; por lo cual declinará, eso sí con suma cortesía retórica portuguesa, la oferta de inclusión en la patria lusa por parte de esos pueblos, que, por otra parte, habiendo ya dado el paso, no querrán reconocer su fracaso y, a la manera del Conde Lozano de «Las Mocedades del Cid» de Guillén de Castro («pero si la acierta mal, / defendella y no enmendalla» -frase definitoria del hombre español, según Unamuno-), sostendrán y no enmendarán y se constituirán en un nuevo Kosovo, menos aún que liliputiense pues su territorio quedará comprendido entre el del Vaticano y el de San Marino. Dicho nuevo Kosovito vivirá del contrabando y del tráfico de armas de las que las nuevas repúblicas ex-españolas andan tan necesitadas. La República Extremeña debería darles una buena lección y reconquistarlas, pero, sabedora de que una guerra interna, la debilitaría y pondría en peligro su subsistencia, rehuyendo los ejemplos vasco y catalán, e imitando la prudencia portuguesa, decidirá, siempre por el bien de «los extremeños y extremeñas», mirar para otro lado.
11) Castilla
Y llegamos a Castilla. En la perspectiva de la generación del 98, Castilla se impone como la esencia y la explicación de España. Sabido es que tanto para Unamuno como para Ortega, Castilla hizo a España y Menéndez Pidal atribuye al español las características psíquicas que supuestamente tanto adornan como dan baldón al castellano. Sea como fuere, qué duda cabe que Castilla ha sido elemento aglutinador de la nación española y, aunque mermada económica y socialmente, es más exhausta desde mediados del siglo XVII, es siempre referente cultural y político y su importancia no puede ser ni preterida, ni menospreciada, ni obviada.
La cuestión es que, tras la era autonómica, hay tres Castillas en liza. Ni Castilla la Vieja, ni Castilla la Nueva. Ahora se dan Castilla-León, Castilla-La Mancha y Madrid.
León. Lo de León viene de muy atrás. Lo de León se veía venir, que «antes que Castilla leyes, León tenía reyes». León proclama su propia república, desgajándose de Castilla, esa advenediza. Es república mono-provincial pues, aunque le duela, sabe que no puede recomponer territorialmente su antiguo reino; al menos ha logrado su propio Estado. (Ya se ha dicho: ¡Qué bella es la Edad Media!) El Presidente de la República Leonesa no es ningún tonto. Sus ministros, tampoco, y, aunque lo disimulen a los votantes para no defraudarlos, son bien conscientes de lo arduo que se le hará a la nueva república el, aunque sólo sea, sobrevivir. Sí, mas aquello de que «de la necesidad se hace virtud», tan castellano (en este caso, tan leonés), le ofrecerá la solución al problema. León, frío, inhóspito, despoblado, sin atractivo turístico de masas, sin industria, puede convertirse en tierra de acogida para las denostadas centrales nucleares que nadie quiere ver ni en pintura y ceder así sus páramos no sólo a las ciclópeas torres que tanto fuman por sus enormes bocas, sino también a los vertederos de residuos de todo tipo de toda la Unión Europea. Con ello obtendrá pingües beneficios y sus raros habitantes podrán darse la vida padre. El proyecto, que será realidad, se presentará a los leoneses como una magnífica, y única, oportunidad para convertir la nueva república, ex-española y ex-castellana, en la Suiza mesetaria.
Además, de esta guisa y desmintiendo así a los agoreros que sólo ven reducción del originario número de diecisiete repúblicas soberanas, gracias a la gallardía de los leoneses, hemos aumentado su número con respecto a las démodées autonomías. Gracias a esta nueva república, a esta realidad insoslayable ahora, pero que el opresor Estado de las Autonomías había soslayado hasta entonces, las once repúblicas que nos quedaban, pasan a doce. No son las diecisiete primigenias, ciertamente, pero el daño, la merma, quedan algo amortiguados y disminuidos. Por otra parte, consideremos el Kosovo extremeño que describimos anteriormente. Es minúsculo, sí, pero existir, existe; y así, gracias a él, nos ponemos en trece.
Segovia. Ya quiso, al igual que Cantabria, contar en el momento de la reorganización territorial del antiguo Estado de las Autonomías, hogaño abolido por los hechos, con su propia autonomía; mas su situación geográfica interior -frente a la periférico-marítima de Santander y su provincia-, su semejanza a las provincias vecinas y, sobre todo, la envidia y la proterva intención de aquellos legisladores (que no en vano García de Enterría era cántabro y arrimó el ascua a su sardina del Cantábrico), la condenaron a la sumisión y a ser una más del montón. Mas ha llegado ahora el tiempo del desquite. Segovia proclama su independencia y se erige en república. Una más. Vamos ahora ya por las catorce. La tendencia se va revirtiendo. Tres más y habremos reequilibrado la situación, alcanzando el guarismo del inicio, a despecho de los moros.
A Segovia le sucede cuanto a León, mas, como a grandes males aplicará grandes remedios, competirá con León en aquello de la cuestión nuclear y de los residuos, dividiendo así eso de la Suiza mesetaria en dos: media Suiza para León y la otra media para Segovia. Felizmente, ambas repúblicas no se tocan pues, de ser vecinas, la guerra entre ambas se haría inevitable para dirimir cuál de las dos se lleva la Suiza al agua.
Hay más y es que, por la gestión y posesión del Parque Natural del Guadarrama, la República Segoviana y la República Madrileña (de la que luego se hablará) han roto las hostilidades. «La culpa», aseguran los segovianos, «es de los madrileños, que empezaron primero». No les falta razón pues recordamos perfectamente cómo, allá por 1992, en el puerto de Guadarrama, bajo una señal de «prohibido aparcar», la Comunidad de Madrid había añadido que esa interdicción tan sólo se aplicaba a los vehículos no radicados en Madrid y su territorio. Así es que el conflicto viene de antiguo, de cuando las matrículas exhibían la primera letra de la provincia correspondiente. Bien, inexplicablemente, la ONU ha intervenido en esta ocasión, acordonando el territorio, de tal manera que ya nadie, ni segovianos ni madrileños pueden gozar del Parque, tan sólo los oficiales y soldados canadienses, suecos e italianos de la fuerza internacional de contención, que se pasan el día esquiando. La población de osos y lobos ha aumentado de forma alarmante, adentrándose en ambas repúblicas de Segovia y Madrid y devorando ovejas y pastorcicas. «Eso no ocurría antes de las repúblicas de marras», reflexionan algunos lugareños, pero nadie los escucha y los dos o tres gatos que, sin escucharlos, los oyen a su pesar, los motejan de «paletos reaccionarios, nostálgicos del franquismo».
Los más preclaros castellanistas, reunidos con carácter de urgencia en Villalar de los Comuneros, consideran con preocupación estos procesos separatistas y el desmembramiento de la patria. Renuncian por unanimidad a intervenir militarmente y devolver por la fuerza al redil a estas ovejas díscolas. Se saben asistidos por la razón, pero no desean, recurriendo a las armas, actuar con respecto a las provincias secesionistas -ahora en que se ha reconstituido la patria castellana- de la misma manera en que las distintas monarquías y Franco actuaron con respecto a su conjunto, esto es reprimiendo a Castilla entera y obligándola contra su voluntad a formar parte de España. ¡Por qué demonios perderían la guerra los intrépidos Comuneros! ¡Maldita sea la…! Además, forzosamente han de renunciar al uso de la fuerza por sus firmes convicciones pacifistas y asimismo porque han asumido desde el primer momento, como si fuera el Primer Mandamiento de la Ley de Dios, el «derecho a decidir» de los pueblos y de cualquier hijo de vecino, por mucho que les perjudique. Eso sí es longanimidad, señores míos. El pueblo, los descendientes de los míticos comuneros, emocionados, aplauden. Para acabar, los preclaros castellanistas, comuneristas de pro, redactan un manifiesto en castellano (que no en español), repleto de buenos propósitos y, esperanzados, de recomendaciones para que vuelvan a casa un día los hijos pródigos. Y luego se disuelven.
Castilla-La Mancha, por su parte y para mayor desesperación de los castellanistas preclaros, no acepta hermanarse bajo el mismo techo republicano que Castilla-No León (pretextan que en la Vieja Castilla hace mucho frío), sino que genera tres repúblicas soberanas: La Alcarria, la Mancha y otra que reúne en su seno a La Sierra, la Manchuela, los Montes y ya no sé cuántas comarcas más. Estas tres repúblicas establecen una confederación a la helvética, manteniendo cada una su propio gobierno, su propio parlamento, su propia Hacienda, sus propias leyes de educación, su propia sanidad, sus propias costumbres y su propia parla. La presidencia de la Confederación se ejerce de manera rotatoria entre las tres repúblicas por un período de tres años. Hay que evitar a toda costa que la más poderosa de las tres, la Mancha, llegue a dominar a las otras dos. José Bono, que sigue hecho un chaval, ostenta de forma vitalicia la Presidencia honorífica y ejerce de moderador, en caso de litigio entre las tres repúblicas.
Ya tenemos diecisiete repúblicas pues. Hemos reequilibrado la situación. Una más tan sólo y, aunque por poco, habremos ganado.
Ahora bien, ¿de qué van a vivir estas tres nuevas repúblicas confederadas? Porque, claro, eso de la Suiza mesetaria y nuclear ya está muy visto, no da más de sí y, como León y Segovia se les adelantaron -Segovia los plagió, según aseguran con saña los leoneses-, ya han llegado tarde y es mejor que ni lo intenten. Realmente, por mucho que uno se devane los sesos, no logra dar con nada que les aclare y asegure el porvenir y como lo de José Bono es sólo honorífico… Se podrá intentar de nuevo llevar a cabo aquel proyecto tan bello del parque temático de Don Quijote, con su aeropuerto y su campo de golf, etc., pero parece que no hay ninguna fe en ello y ni siquiera se intenta. Quizá la solución estribe en que la Confederación, al igual que la República Extremeña, se especialice en Estado-tampón frente al islamismo y alcance de esta forma a vivir subvencionada por las potencias occidentales, interesadas en contener el Islam lo más lejos posible de sus fronteras.
La República de Castilla la Vieja. Está tan mermada la pobre, tan despoblada, que del machadiano «Envuelta en tus harapos, desprecias cuanto ignoras», sólo le queda lo de envolverse en sus harapos -si es que no va desnuda- pues no le quedan ya ni fuerzas ni ganas para despreciar a nadie ni a nada.
Ya vimos cómo abandonó el Condado de Treviño. Y León se le desgajó. Y luego Segovia. A pesar de estas defecciones, frente a la fragmentación de Castilla la Nueva, ostenta el título de Castilla, Castilla a secas -como secos son sus páramos-, sin añadirle ningún adjetivo. Sus fronteras son seguras, no se ven cuestionadas y la guerra en que están sumidas las repúblicas nororientales le quedan relativamente lejos. Ello va a favorecer, según sus gobernantes, su prosperidad, si bien habrá de ganarse la buena voluntad de una recelosa Cantabria para asegurarse una salida al mar. ¿Prosperidad? Sí, hay que ganar votos, pero lo cierto es que nadie cree en su posibilidad y tanto gobernantes como gobernados caminan apesadumbrados y melancólicos, como Unamuno por los claustros de la Universidad de Salamanca, caviloso y hundido en sus meditaciones.
Como se dijo ya , no sabemos qué historiador o pensador afirmaba que, en el caso de que se diera la independencia de Cataluña, la guerra entre ésta y Castilla estaba servida. La cuestión es que Cataluña está inmersa en varias con todos sus vecinos y ya tiene bastante. Castilla, por otra parte, ha decidido enterrarse en su mediocridad y rechaza toda aventura. Castilla se retraerá aún más, azorrándose en su prolongado invierno vital.
Entonces, de aquello que más arriba afirmábamos, a propósito de Castilla, de que, por razones históricas, debido a que fuera elemento aglutinador de España y permanente referente cultural y político, etc., de todo ello ¿qué queda? ¡Nada! y así, a pesar de lo dicho y de su pasado, sí que puede ser preterida y dejada de lado. «¿Fueron sino devaneos, / qué fueron sino verduras / de las eras… paramentos, bordaduras, / e çimeras?»
12) Madrid
Nos queda Madrid, la República de Madrid. Madrid lleva tantos siglos siendo capital, que ha llegado a ser distinta y algo más que Castilla a secas o que Castilla la Nueva, a la que pertenecía administrativamente. La cuestión es que Madrid ha pasado a ser ahora capital de nada y anda por ahí como alma en pena, sin saber a qué aplicarse. No obstante, por mucho que le cueste, ha de hacer de tripas corazón y adaptarse a la nueva situación de proliferación de repúblicas soberanas. Por otra parte, también Madrid posee tradición pues fue declarada autonomía y como tal ejerció, pero tras unos cuantos avatares. En un primer momento se dudó de si dotarla de plena autonomía o si integrarla en Castilla-La Mancha. Tamames, por aquel entonces, era comunista y esgrimió que no se debía desgajar Madrid, por ser de izquierdas, de Castilla la Nueva, por ser ésta en su conjunto de derechas, lo cual suponía favorecer las predilecciones personales políticas a la coherencia territorial y, por tanto, un despropósito pues precisamente se trataba de organizar el país en función de criterios exclusivamente territoriales, ajenos por tanto al binomio derecha-izquierda. Sea como fuere y dejando en paz a Tamames, Madrid fue autónoma y, lo que son las cosas, bien pronto Castilla-La Mancha se erigió en feudo socialista, mientras que algo más tarde, Madrid lo sería de la derecha. Mas todo aquello, ahora, importa bien poco. El principal problema actual de Madrid es su encaje como república independiente. En la Confederación alcarreño-manchego-etcétera, no se la admite y Castilla, a secas, le da la espalda pues recela en ella el antiguo -si bien felizmente superado- imperialismo español que tanto daño le hiciera. Madrid, que lleva siglos gestionando, como queda dicho, no tiene actualmente qué gestionar. Se ha estrechado tanto su horizonte, constreñida ahora entre la Sierra y el Jarama, que sólo abarca de Titulcia a Buitrago, postrada como se halla, mano sobre mano, aburrida y melancólica. Se la ve condenada a morirse de asco. «Ancha es Castilla», sin embargo, pero aquí ponemos el dedo en la llaga pues Madrid ya no es Castilla. Además, como Madrid ha oprimido a todos, ha robado y esquilmado a todos, ha menospreciado a todos y de todos ha hecho befa, como todos los males de las que ahora son repúblicas tienen su origen en Madrid, nadie quiere bailar ni el schotís ni los respectivos bailes nacionales con la República Madrileña.
La economía. Madrid ha desarrollado un tejido industrial, es centro financiero y tiene al Real Madrid, pero esas industrias y esas finanzas eran en función de un Estado que ya no existe. También lo era el Real Madrid, que sólo encuentra potencial competidor de nivel en el Atleti, pero tanto Madrid como Atleti están en el dique seco porque la Liga Ibérica que proponía el antiguo presidente del Fútbol Club Barcelona, el independentista señor Laporta, y que iba a agrupar a Portugal, España y Cataluña, no acaba de cuajar, con tanta guerra y tanta difidencia como hay. El fútbol necesita éxitos permanentes y este desfallecimiento deportivo se prolonga demasiado. Quizá el futuro de Madrid se cifre en convertirse en paraíso fiscal. Bien asesorada y dirigida por los políticos ex-españoles, a los cuales se debería otorgar la doble nacionalidad (madrileña y otra ex-española, la que fuera) para que pudieran actuar con total libertad en beneficio no sólo de la República Madrileña mas sobre todo de ellos mismos, podrá hallar en ello una fructífera senda futura. Las infraestructuras las posee; la buena voluntad y la fe de los políticos ex-españoles en su conjunto, también y de sobra. Por aire está excelentemente comunicada y por tierra, como la República Aragonesa ha reabierto el paso de Canfranc para asegurarse un presente y un futuro, las mercancías podrán llegarle sin peligro, evitando así la guerra noroccidental, que se libra entre el País Vasco y Navarra y bajo forma de guerra civil en su seno, así como la guerra nororiental que tiene lugar en Cataluña. Habrá de pagar peajes a Aragón y a Castilla, pero los políticos ex-españoles darán pruebas de longanimidad y pagarán sin rechistar.
Por otra parte, quién sabe, podría reactivarse el proyecto de Eurovegas en Alcorcón. Atraería muchas inversiones y un turismo de posibles.
13) Consideraciones finales
Manifestamos nuestra desazón por haber quedado, en este tiempo de guarismos y estadísticas omnímodas, en un empate entre el número de comunidades autónomas previas y el de repúblicas, pues hubiéramos deseado que, en aras del progreso (que es siempre más), éstas se presentaran más numerosas que aquéllas. Si hubiéramos hecho un poco más de caso, hubiéramos prestado una mayor atención a aquellos circunspectos intelectuales y lúcidos políticos nuestros de antaño que reclamaban, para lo que un tiempo fue España, la fórmula federal asimétrica o cualquier otra tan bienintencionadamente contradictoria y falaz, otro gallo nos cantaría ahora y las repúblicas hubieran batido por paliza a las antiguas comunidades autónomas, sin llegar a este mediocre empate; pero nadie quiso escuchar a aquellos sabios, más leídos que Ortega, más indagadores que Américo Castro, más sesudos que Claudio Sánchez-Albornoz, más curiosos que Salvador de Madariaga… y, claro, de aquellos polvos, estos lodos…. pero… ¡No!, ¡Sí!… ¿Sí? ¡Sí! ¡Eureka! ¡Dadnos albricias, ex-compatriotas todos! ¿Cómo no se nos había ocurrido antes? Aunque por la mínima, un gol, habremos ganado… ¡El Valle de Arán! El Valle de Arán proclamará su propia república, no acatará la catalana -desacato que aprendió precisamente de quien ahora se escinde- y le creará un nuevo frente y un auténtico quebradero de cabeza. La República Aranesa buscará el crear lazos con la Francia de lengua occitana. No le harán mucho caso, pero el parentesco lingüístico reafirmará su espíritu patriótico. «No estamos solos. No somos los únicos».
¡Lo logramos! Hemos ganado. Dieciocho repúblicas por diecisiete comunidades autónomas. La cosa tiene su mérito, máxime cuando por el camino nos han escamoteado más de una y más de dos repúblicas.
No dejará de haber, ciertamente, quien , confiando en que las condiciones de bienestar que han caracterizado a la sociedad española, no sólo en los últimos tiempos sino desde el desarrollismo bajo Franco, hayan curado al español de su temeridad y facilidad para empuñar las armas y salir a matar a otros españoles, descarte, por más que improbables, las lindezas que aquí se narran. Respondamos que la cabra tira al monte, que el pasado pesa y el pasado español, desde el siglo XIX, es de enfrentamientos armados; que la irracionalidad suele triunfar, al menos momentáneamente, pero para cuando la Razón despierta, el mal no sólo está hecho, sino que no puede ya enderezarse y tan sólo, y no siempre, se puede intentar paliarlo; que precisamente las crisis llevan a los agotamientos de los sistemas y, precipitando su caída, suscitan el caos; que… pero basta así pues podríamos eternizarnos. Con recordar cuanto están azuzando contantemente en Cataluña los nacionalistas, uno puede darse cuenta de hasta qué punto la emoción más irreflexiva, el sentimentalismo más viscoso y el odio más exacerbado nublan el entendimiento. Poco importa que descienda el nivel de vida, que el nuevo país quede aislado, que todo se le ponga cuesta arriba… Lo importante, lo único importante, es dejar de ser españoles.
Por otra parte, estimamos que este proceso de desintegración no podrá dejar indiferente a Hispanoamérica, quien lo considerará con perplejidad no disimulada y creciente. Que España, origen de lo que son esos países, se vaya al garete, no puede por menos que intranquilizarlos y agitarlos y quién sabe si nuestras sacudidas no los alcancen, resucitando agravios, avivando rencores y excitando a la guerra, en definitiva fragmentándose ellos también.
Tampoco queremos imaginar qué sería de la lengua española. Mauricio Wiesenthal, con toda razón, dijo que «el español es más moderno que el castellano». Ahora, con la muerte de España, se pondrá en entredicho su presente pujanza universal y su esplendente futuro. ¿Quién recogería el testigo, qué nación? ¿México?… Difícilmente.
Afirmó Ortega, en una de sus frases aparentemente paradójicas y siempre de gran efecto que América era el origen, y no al revés, de la nación española.
14) Conclusión (épica)
Para acabar, digamos que hemos conseguido importar a nuestras tierras el avispero balcánico, que pasará a llamarse ahora hispánico. Saldremos en los papeles, como ya hiciéramos en el 36, mostrando nuestras auténticas conducta y personalidad, conformadas por la envidia, la intolerancia, el totalitarismo, el egoísmo más ruin, la violencia y el odio sectario y nacionalista. Como en los programas de Tele 5 saldremos diciéndonos de todo y tirándonos los trastos a la cabeza unos a otros, pero tirando a matar de verdad y matando de veras. Paradójicamente, queriendo dejar de ser españoles, reafirmaremos nuestra españolidad hecha de sangre y cruezas, para regocijo de los nuevos Hemingway, Montherlant, Malraux y Huxley que vengan a visitarnos en busca de emociones fuertes. ¿Quién recordará ya esa Serbia, esa Croacia, esa Eslovenia, esa Bosnia-Herzegovina, ese Montenegro, esa Macedonia, ese Kosovo, incluso esa Voivodina, espejos de naciones gloriosas, como Amadís lo fuera de caballeros andantes? Nuestros ex-compatriotas pueden más y mejor e, incluso, en eso del genocidio o escabechina del enemigo (todo el que no sea de los míos o como yo), podríamos superar el récord Guinness de Srebrenica.
¡Ha muerto España! ¡Por fin! ¡Sí, por fin la Guerra!
¡Vivan la pequeñez y la mezquindad! ¡Viva lo ínfimo!
¡Viva el derecho inalienable a decidir! ¡Viva el derecho inaplazable a separar, romper y descuartizar! ¡Viva la desunión! ¡Viva el caos! ¡Viva la Guerra y viva la Muerte! ¡Vivan las Repúblicas ex-españolas!
«Ocho apellidos vascos» a la luz de El Roto, Mingote… y Sabino Arana
«Envenena la sangre de otros, en tanto que conserva incontaminada la suya propia… Esto lo sabe el judío muy bien y practica por eso sistemáticamente este modo de «desarmar» a la clase dirigente de sus adversarios de raza… Para disimular sus manejos y adormecer a sus víctimas, no cesa de hablar de la igualdad de todos los hombres, sin diferencia de raza ni color. Los imbéciles se dejan persuadir»
«La pérdida de la pureza de la sangre destruye para siempre la felicidad interior: degrada al hombre definitivamente y son fatales sus consecuencias físicas y morales»
«¡UN ESTADO GERMÁNICO DE LA NACIÓN ALEMANA!»
(Adolfo Hitler, «Mein Kampf»)
«Etnográficamente hay diferencia entre ser español y ser euskeriano; la raza euskeriana es sustancialmente distinta a la raza española»
«¡Cuándo llegarán todos los bizkainos a mirar como enemigos suyos a todos los que les hermanan con los que son extranjeros y enemigos naturales suyos!»
«¡Ya lo sabéis, Euzkeldunes, para amar el Euzkera tenéis que odiar a España!»
(Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco)
A) Sin que pueda recordar los términos exactos, en su catecismo nacionalista, Sabino Arana pregunta cómo se reconoce al vasco (lo que él designa como «vizcaíno» o «bizkaitarra») o quién es realmente vasco. La respuesta es que vasco es aquél que tiene los cuatro apellidos vascos, haciéndose así eco y constituyéndose en epígono de la limpieza de sangre del cristiano viejo español («… y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos…», declara Sancho Panza en el capítulo VIII, segunda parte del Quijote). España, Portugal e Hispanoamérica son, si no yerro, los únicos en que al nombre de pila acompañan los dos apellidos, paterno y materno (invirtiendo el orden en Portugal y Brasil); como la condición o identidad o «esencia» judía se transmite matrilinealmente, era importante conocer también el de la progenitora. Y así, hoy en día, aunque ya de manera inocua, mantenemos aquella ignominia que, digo, ya no lo es y que incluso es realmente práctica puesto que en nuestro país -y especialmente en el antiguo reino de Castilla-, a diferencia de otros, los nombres familiares se repiten demasiado y el disponer de dos nos individualiza mejor.
Había que identificar, para marcarlo, denigrarlo, explotarlo, expulsarlo y, si fuera menester, abatirlo, al intruso, al extraño a la raza. Así, el Roto en su viñeta de El País de 12 de octubre de 1999 dibuja una especie de Guzmán el Bueno que se exclama perplejo: «Hace años, en España, celebrábamos el día de la Raza… ¡Como si fuéramos vascos!»
En su viñeta del martes 2 de febrero de 1999 aparecen dos paisanos con boina. Al fondo un áspero paisaje castellano-viejo o alavés. Dice uno de ellos: «Pronto a los no nacionalistas nos llamarán antisociales». Contesta el otro: «Y nos pondrán una estrella».
Afirma sabino Arana: «Es preciso aislarnos de los maketos». («Bizkaitarra», nº 19) y «Nosotros, los vascos, evitemos el mortal contagio … de los venidos de fuera». («La Patria», nº 39)
Así pues, si los cuatro apellidos vascos garantizan la esencia y la pureza, ¿qué no será cuando pueda uno ufanarse de nada menos que del doble, esto es de ocho? Exageración: recurso cómico por excelencia. Hay quien se lo ha reprochado a la película, pero es que Martínez Lázaro y su equipo no han elaborado un documental.
El título, ya de por sí, es todo un acierto y promete sarcasmo y diversión. Queda además muy bien sustentado por el cartel con los colores de la ikurriña y humanizado, lejos de toda abstracción, por los cuatro retratos de los cuatro protagonistas, en el que se adivina que el señor del rectángulo superior izquierdo (Koldo, interpretado por Karra Elejalde) no puede ser más que nacionalista por lo hosco, sañudo, receloso y ulcerado, a lo Arzalluz o a lo Egibar, de su gesto. La muchacha del rectángulo superior derecho (Amaia interpretada por Clara Lago) ostenta flequillo banderizo, «como peinado de un hachazo» o consecuencia del «mordisco de un burro», como lo describirá en la película Rafa, el galán de ella enamorado; sin embargo su gesto dubitativo y ansioso presagian un conflicto interno, un dilema, una contradicción en definitiva que anuncian comicidad. La señora del rectángulo inferior izquierdo (la sedicente Anne interpretada por Carmen Machi) y el muchacho de rectángulo inferior izquierdo (Rafa-Antxon interpretado por Dani Rovira) expresan, contrastando con el piso de arriba, alegría y mucha guasa.
Cuando Rafa llega a las Vascongadas, en expresión propia, esto es cuando es todavía Rafa tout court, antes de que Amaia le persuada a que finja ser su ex-novio y ex-prometido Antxon para no defraudar y tener engañado a su padre, Koldo el arrantzale (pescador), aquél, Rafa, sevillano por los cuatro costados, intuye enseguida que para sobrevivir, ya que no puede alcanzar la invisibilidad, ha de contrahacer el vasco-vasco. Es cuanto expresa El Roto (El País, 8 de octubre de 1999) en aquella viñeta en que una mujer coloca en la coronilla de un señor que se dispone a salir a la calle un plumero, mientras le dice: «¡No salgas sin plumas, no sea que piensen que no eres de la tribu!»
Más cáustica aún aquella otra viñeta (El País, 23 de marzo del 2001) en que un individuo de una cierta edad y con boina, tendido en un suelo erizado de púas y con una como fábrica chiriquiana -por más aumentar el clima de desazón e inquietud- al fondo, dice: «Para sobrevivir en el País Vasco, hay que saber hacerse el muerto».
Y así, Rafa, una vez en el calabozo, rodeado de jóvenes pro-etarras de catadura patibularia («Gran número de ellos -se refiere, claro está a los españoles o maquetos- parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad». Sabino Arana en «Bizkaitarra», nº 27), para disimular, para «hacerse el muerto», como tan bien expresa El Roto, y no pasar a ser muerto de verdad, fingirá ser un etarra, Iñaki Metralletas, pero que se ha disfrazado de sevillano para mejor llevar a cabo su cometido terrorista. Y, a continuación, adoptará el acento vasco (Dice Arana: «Oídle hablar a un bizkaíno, y escucharéis la más eufórica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español y si sólo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias». «Bizkaitarra», nº 29 -sabido es que el vascuence es la única lengua en que no caben palabrotas ni blasfemias-) e inventará una nueva identidad. Cuando uno lee los apellidos de los etarras, no deja de sorprender el grandísimo número de apellidos maketos que ostentan, en ocasiones mezclados con uno genuinamente vasco, esto es vasco-vasco, y en otras ocasiones contradiciendo ambos el catecismo araniano. Que la Eta acepte a maquetos en sus filas es, ciertamente, un progreso frente al rabioso racismo de Sabino Arana y también, por ejemplo, frente a un nacional-socialismo alemán que nunca aceptaría entre sus filas a un muchacho de «raza inferior», por muy útiles que le resultaran, como a la Eta -bastante más práctica-, para amedrentar, expulsar y matar. Porque Hitler, cabeza cuadrada, no se avino a conferir determinado poder a los ucranianos, por considerarlos inferiores en su condición de eslavos, durante la ocupación alemana del país, redujo sus posibilidades de sujetar a Rusia más tarde; un etarra o un nacionalista vasco, siempre pragmáticos, no le hubieran hecho ascos a una colaboración de este tipo si de ello se siguieran beneficios. Esto es cierto e indudable, y no estoy ironizando, pero no debe hacernos perder de vista que si es así es porque tristemente se ha persuadido a esos jóvenes -y no tan jóvenes- que el único remedio para no ser parias, sospechosos o futuros asesinados, es borrar sus orígenes familiares, abominar de ellos y ser más papista que el Papa. «El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de la inteligencia, debilidad y corrupción de corazón» (Sabino Arana, «Baserritarra», nº 11)
Ahora bien, ¿hay algo más desolador que un descastado?
Que me entierren con espuelas
y el barbuquejo en la barba,
que siempre fue mal nacido
quien renegó de su casta…
(Fernando Villalón, «Romances del 800»)
Por otra parte, difícil sería mantener la pureza de sangre terrorista. Actualmente tan sólo uno de cada cinco vascos tiene los dos apellidos vascos (El País, 5 de julio de 1998,»Juntos y revueltos», artículo de Francisco Peregil)
B) En la película la transformación física de Rafa se lleva a cabo cuando Amaia ha de presentarlo a su padre; entonces Rafa habrá de renunciar, con desgarro de corazón, a su gomina, a su polo y a su rebeca para cortarse el pelo a lo tiñoso, perforarse la oreja para ostentar un piercing y vestir camiseta sin mangas y pantalones vaqueros avejentados. El Roto, en su viñeta de El País del 25 de septiembre de 1998, presenta, bajo una lámpara circular de quirófano, a un cirujano que, tirando de una cara cadavérica, como de atlas de anatomía, y tocada de boina, dice: «A los que no parezcan muy vascos se les hará gratis la cirugía étnica».
Declara Sabino Arana: «Nosotros, los vascos, evitemos el mortal contagio, mantengamos firme la fe de nuestros antepasados y la seria religiosidad que nos distingue, y purifiquemos nuestras costumbres, antes tan sanas y ejemplares, hoy tan infestadas y a punto de corromperse por la influencia de los venidos de fuera». («La Patria», nº 39)
Mordaz, el Roto, en su viñeta del 23 de septiembre de 1998 en El País, ilustra el aserto sabiniano como sigue: en un desolado paisaje invernal, como de campas alavesas, tres individuos montaraces y primarios, simiescos a lo Gutiérrez Solana, y con aire desafiante, de aspecto vagamente carlista, ocupan en plano general la derecha del dibujo; uno de ellos, a caballo, enarbola una ikurriña mientras que otro de los dos de a pie, sujeta no se sabe muy bien si un sable o un palo. A la izquierda, un cartel reza: «Reserva nacionalista de razas autóctonas».
Porque, por ejemplo, tomándole prestado a Iñaki Arteta el título de su documental, ciñéndonos a uno entre mil, Zamarreño no quiso mimetizarse ni se hizo el muerto como le aconsejaba el instinto de supervivencia consustancial a toda persona, acabó ejemplificando con su parietal esa lección de anatomía comparada que nos brinda El Roto en su viñeta de El País: a la izquierda aparece de espaldas un cráneo incólume. Reza la leyenda: «Cráneo vasco». A la derecha aparece otro idéntico, pero perforado, El texto que le corresponde es ahora: «Cráneo no vasco».
Cuando en una de las primeras secuencias de la película, Rafa, desplazándose en autobús rumbo a la tierra de Amaia para declararle su amor y llevársela a Sevilla, y ya en las postrimerías del viaje, dejando las tierras del sol, penetra en un túnel, al fondo del cual se columbra una fenomenal tormenta, propia de una película de terror, y de muy mal agüero, como si del divertidísimo y a la par escalofriante túnel del horror de las ferias de nuestra infancia se tratase, a la vez que se percibe un cartel que da la bienvenida al País Vasco, el espectador entiende que, desde ese momento, se va a jugar con lo doloroso y sangrante para hacer befa de ello y, en definitiva, catarsis; pero de catarsis se hablará más tarde. Lo que sí interesa resaltar ahora es que, cómica, la película pone el dedo en la llaga y no será, ciertamente, la última vez. En efecto la burocratización autonómica, en España, se ha desarrollado como un cáncer de los más funestos. En todas las mentes está la reciente muerte de la niñita de la Puebla de Arganzón, en el Condado de Treviño, y las palabras del senador nacionalista Olabarría al respecto, según las cuales la criatura no habría muerto de estar integrado el condado de Treviño en Euskadi. Igualmente absurdo e increíble, si bien no trágico esta vez, este post-it que conservo como muestra de la irracionalidad de las actuales Taifas hispánicas: «No se visan recetas de otra comunidad. Debe acudir a su médico de cabecera en Madrid», 9 de diciembre del 2005 – Comunidad de Madrid. Consejería de Sanidad y Consumo, etc.
Puede uno recurrir ahora a la viñeta de Mingote, en el ABC del 17 de febrero del 2012, para ilustrar cuanto se ha afirmado al respecto. En ella se ve cómo una pareja motorizada atraviesa un puente sobre un río, dejando atrás unas tierras mesetarias. El pie reza así: «El ansia viajera y la curiosidad por lo exótico nos impulsan a cruzar por el puente hasta la otra autonomía: otras leyes, otros reglamentos, otra documentación, otras autorizaciones, otro parlamento…
Rafa es ya, por obra y gracia del amor, por contentar a Amaia en la farsa que quiere llevar a cabo ante su padre, un vasquísimo vasco. Se van a suceder entonces los tópicos regionales como desencadenantes de hilaridad. Defendamos el tópico. Es elemento fundamental en lo cómico. Defendamos el tópico regional y nacional. Tópicos, y muy divertidos cuando no desternillantes, son, en Shakespeare, el capitán irlandés Mc Morris, un paleto fanfarrón, así como -¡no podían faltar tampoco!- los capitanes escocés y galés, siendo elemento clave de su comicidad sus respectivos acentos («Henry V»); cautivador en su ridícula desmesura es el «fantastical Spaniard», don Adriano de Armado, cuyo nombre es todo un programa y una mofa hiriente a España, nación enemiga por excelencia («Love´s labour´s lost»); encandila también Monsieur Parolles, cuyo nombre ya denuncia la verborrea gala, en su frivolidad y sus falaces argumentaciones hedonistas («All´s well that ends well»); epidérmicamente tópico e hilarante el fingido turco de El Burgués Gentilhombre de Molière, así como los obtusos otomanos en Mozart; magníficos en su delirante jactancia los capitanes españoles de la Commedia dell´Arte… Claro que sí, ¡tópicos! Quien critique a una comedia, sea ésta más o menos satírica, por recurrir al tópico, se equivoca. El tópico es tradición, cultura pues, y es conocimiento e intuición populares.
Veamos algunos de estos tópicos, en los vascos primero y en los andaluces, después. En los vascos encontraremos en primer lugar la frialdad afectiva. A este respecto recuerdo que la señora Goicoechea, de Azcoitia, en la provincia de Guipúzcoa, me refirió cómo, habiendo emigrado uno de sus familiares al estado de Utah, en los EEUU, donde se encuentran, dedicados al pastoreo, tantos descendientes de vascos, al llegar allí, envió un telegrama a su madre con el siguiente texto: «Llegué bien» y ya nunca más volvió a escribir. Así, en la película, han de ocurrir mil y una peripecias para que al final padre e hija, vascos, se abracen y ella llore en el hombro del progenitor. Cuando el sedicente Antxon conoce a su futuro suegro, le da un caluroso abrazo, lo cual genera temor en Amaia a que se descubra el ardid y en Koldo, el padre, una cierta sospecha e incomodidad. Un vasco es más comedido. Además, según la película, por muy extremo que se sea políticamente, en cuestiones sexuales, el vasco se alinearía con la más pura ortodoxia católica en lo referente a la exigencia de virginidad previa al matrimonio.
«Si hubieran estudiado una miaja de geografía política y hubiesen tenido una pizca de sentido común, sabrían que al norte de Marruecos hay un pueblo cuyos bailes peculiares son indecentes hasta la fetidez, y que al norte de este segundo pueblo hay otro cuyas danzas son honestas y decorosas hasta la perfección; y entonces les chocaría que el alcalde de un pueblo euskeriano prohibiese bailar al uso maketo, como es hacerlo abrazado a la pareja, para restaurar en su lugar el baile nacional de Euskeria. (Sabino Arana: «Baserritarra», nº 11). «Con esa invasión maketa… la impiedad, todo género de inmoralidad, la blasfemia, el crimen, el libre pensamiento, la incredulidad, el socialismo, el anarquismo, todo es obra suya». (Sabino Arana: «Bizkaitarra», nº 19)
El vasco no es delicado; su ternura se expresa a la manera de los osos, como cuando Koldo golpea el hombro de Antxon-Rafa, con riesgo de dislocárselo. La vasca es arisca, zahareña, erizada. Antxon-Rafa, irónicamente, cuando ya comienza a estar realmente estomagado de la farsa a que le obliga el amor, pues entre otras cosas no obtiene nada a cambio, dirá que lo que más le atrae en Amaia es «su dulzura».
La comida. El vasco come pantagruélicamente. Come y bebe y nunca parece quedar ahíto. Tanto es así que Rafa no dará crédito al menú, muy largo y muy ancho, del restaurante donde Koldo les invita, a él y a Amaia, y que al final, tras la cena, la indigestión le obligará a arrojar todo cuanto devoró. Koldo y Amaia, sin embargo, ¡como el que lava! y mira que es delgadita la muchacha.
A propósito de la inveterada glotonería vasca, cabe traer a colación la viñeta de El Roto en El País del 6 de junio del 2000 en que un mofletudo hombretón, mientras lee el diario titulado «Euskadi», se desayuna con unas enormes porras con forma de tibias.
Tópico es también pensar que vasco es sinónimo de excelente cocinero y que en todo vasco -y vasca-, hay un Arzak. Citemos aquí la viñeta de El Roto, publicada en El País con fecha de 22 de septiembre del 2000, en que se presenta un libro de cocina con el perfil de Arzalluz tocado de un gorro de cocinero y que lleva por título: «Cocinar con desperdicios»; bajo el perfil se lee: » Arzakllus & otros»
Frente a la frialdad vasca, se nos muestra a un sevillano Rafa, caluroso, muy simpático, gracioso y guasón, que, en cuestiones amorosas, gusta de ir al grano y de no dilatar la consecución del placer pues, como un Giacomo Casanova, vive para el placer, y, por otra parte, sus experiencias amorosas están hechas de relaciones efímeras y fáciles. Al parecer, como la vasquita le sale respondona, por ser ello algo inédito e incomprensible para él, Rafa, por contraste, quedará prendado de ella hasta las cachas. Me viene a la memoria esa canción de los sesenta en que los Sirex cantaban : «Con todas las muchachas soy tremendo. / Las beso cuando quiero / y estoy contento. / Si alguna se resiste, / no lo comprendo / y ésa eres tú…. Eres más tremenda que yo», versión española de «Sono tremendo» de Rocky Roberts. El andaluz, español oriental, es ante todo hedonista.
Frente al feísmo del radical vasco, la elegancia gomosa del sureño, afeminada para Sabino Arana: «El bizkaíno es de andar apuesto y varonil; el español o no sabe andar o, si es apuesto, es tipo femenino» («Bizkaitarra nº 29).
A propósito de estos tópicos y, tras su confrontación o comparación, su posterior oposición, citemos el poema de Gabriel Celaya, que lleva por título «De Norte a Sur», escrito en 1960. En él replica a un poeta andaluz que le amonesta («admoniza», como escribe Celaya), aunque bastante cortésmente, la verdad, por practicar la poesía comprometida. El bate sureño presenta a los suyos como indolentes orientales que rinden culto a la belleza: «Nosotros, andaluces milenarios… Lo nuestro es sólo mirar que todo pasa y es inútil la prisa». Celaya carga entonces, en su airada respuesta, contra el hombre del Sur:
«¡Que los pájaros canten! ¡Que en el Sur, los tartesos
se tumben panza arriba
creyéndose de vuelta de todo, acariciando
una melancolía!»,
al que contrapone el hombre del Norte, el vasco:
«Los vascos somos hombres de verdad, no chorlitos
que hacen sus monerías».
Así, frente a la haronía, frivolidad y fatalismo andaluces, el vasco de hierro golpeando a porfía, esforzado siempre, obstinado, erizado, metido en su bandería:
«Los vascos somos serios. Serio es nuestro trabajo.
Seria es nuestra alegría…
declaro altanería … el rayo me rubrica… etc.
Como Rafa, en el calabozo, cautivó con sus bravatas a los otros detenidos, activistas de la kale borroka, no le cabrá otro remedio que tomar parte en una manifestación y además verse compelido a dirigirla y a improvisar, megáfono en mano, un pequeño discurso que encrespe a las masas, así como unos cuantos eslóganes que amedrenten a los españoles, surgiendo así ese memorable «¡Gora Euskadi manque pierda!» (Rafa es hincha del Betis). Escribe Sabino Arana: «Les aterra oír que a los maketos se les debe despachar de los pueblos a pedradas. ¡Ah la gente amiga de la paz!… Es la más digna del odio de los patriotas».
En su viñeta del 16 de marzo de 1999, en El País, el Roto dibuja un incendio propio de un infierno de pintura flamenca. Las llamas revientan las ventanas e invaden las calles; dos siluetas negras de agitadores se destacan contra ellas. Un cartel proclama: «Ámbito vasco de destrucción», remedando la reivindicación nacionalista del «ámbito vasco de decisión»
La viñeta del 8 de mayo del 2001 nos muestra a un encapuchado que es a la vez un temible perro regañando los dientes y que ladra «La existencia de un conflicto se demuestra armándolo». En un segundo plano, a la izquierda, aparece un montículo sembrado de cruces de cementerio.
Montículo también, pero éste formado de calaveras amontonadas, como si del osario franciscano de la iglesia romana de Santa María de la Concepción se tratara, auténtico túmulo macabro pues, el que dibuja el Roto en su viñeta de El País de 25 de enero de 1999. La calavera que corona el teso, dice: «Sólo somos matanza, nos falta un cráneo para constituir un genocidio»; a lo cual responde otra de las cabezas: «¡Otra vez será!»
Uno de los golpes más graciosos de la película es el que toca la cuestión de la lengua, el vascuence. En la herriko taberna, se insta a Rafa-Antxon a ensayar en euskera, aunque sólo sea brevemente, la arenga que habrá de llevar a cabo en la inminente «manifa». El pobre Rafa no tiene ni idea. Recordé aquella anécdota que me refirió también la señora Goicoechea: en los primeros años de la autonomía vasca, para cubrir no sé qué puesto en la administración, se preguntó a uno de los candidatos que qué palabras conocía en lengua vernácula, con su correspondiente traducción. El examinando dijo que «ongi etorri», que significaba «felpudo».
Antxon- Rafa no sabe cómo reaccionar. Zozobra. Amaia roza el deliquio. Ansiedad en grado sumo… ¿Se descubrirá la impostura? Todo parece entonces que comenzará a hacer agua, pero… ¡no!, que Rafa es un tío de recursos. Acierta a ver en la pared un cartel en vascuence. Lo lee entonces, aun desconociendo su significado. Todos quedan perplejos y le preguntan qué relación tiene el que esté prohibido fumar con la proclama independentista que se esperaba de él. Y aquí, también Rafa-Antxon, con su respuesta, sabrá nadar y guardar la ropa.
El Roto, en su viñeta del 9 de junio del 2001, muestra a un venerable romano destacado contra un acueducto. Dice: «¿Qué sentido encontráis en abandonar griegos y latines y proteger los bables?»
A propósito de romanos y latines, cabe citar aquí de nuevo a Sabino Arana: «Nosotros odiamos a España con nuestra alma, mientras tenga oprimida a nuestra Patria con las cadenas de la esclavitud. No hay odio que sea proporcionado a la enorme injusticia que con nosotros ha consumado el hijo del romano». («Bizkaitarra», nº 16)
Sigamos con griegos, romanos y latines. En su viñeta del ABC del 29 de julio del 2011, Mingote, en una bellísima acuarela, bajo el título de «La semana nacionalista», nos muestra una cerca separando un mismo paisaje; a la derecha del muro divisorio pasea una pareja romántica que mira con curiosidad y un punto de asombro también al personaje que queda a la izquierda de la frontera: un aizcolari cortando a hachazos, no un árbol, sino una columna acanalada jónica. En el imaginario nacionalista se pretende siempre exaltar todo lo pre-romano, así como lo mitológico pre-cristiano, lo supuestamente genuino y autóctono, lo prehistórico y lo bárbaro, como lo prueba, por ejemplo, la exaltación pagano-romántico-wagnerista del germanismo nacional-socialista alemán.
En su viñeta de El País del 17 de mayo del 2000, unos niñitos, siniestros y compungidos, que parecen huerfanitos de una película de terror, se encuentran bajo el dintel de una ikastola. A la izquierda reza un cartel: «Prohibido hablar en español y pensar en cualquier idioma. La dirección».
No podían faltar los curas vascos. El padre Ignaxio es amigo de Koldo y, a instancias de éste, será quien haya de casar a Amaia con Rafa-Antxon. Antes de la boda, el buen padre tiene un coloquio con ambos, previo a la confesión a cada uno. En ella, a Rafa le resulta ya insostenible su impostura y revela al cura la verdad. Éste queda horrorizado, no ante la farsa que Rafa, conchabado y a instancias de Amaia, está perpetrando, sino ante el hecho de que no sea vasco y de que Amaia, con DOC, pueda unir su vida a él… ¡ante Dios y por su ministerio como sacerdote oficiante de la boda! Casi le da un telele. Posiblemente resuenen en su cabeza las palabras de Sabino Arana: «Ya hemos indicado, por otra parte, que el favorecer la irrupción de los maketos es fomentar la inmoralidad en nuestro país; porque si es cierto que las costumbres de nuestro Pueblo han degenerado notablemente en esta época, débese sin duda alguna a la espantosa invasión de los maketos, que traen consigo la blasfemia y la inmoralidad». («Bizkaitarra», nº 10). O estas otras: «Si fuese moralmente posible una Bizcaya foral y euzkeldun, pero con raza maketa, su realización sería la cosa más odiosa del mundo, la más rastrera aberración de un pueblo». («Bizkaitarra», nº 4), heraldos de las siguientes: «Conste que desde luego que de ese roce del maketo con el bizkaíno sólo brotan en este país irreligiosidad e inmoralidad». («Bizkaitarra», nº 6 bis)
De la falta de cristianismo de tanto sacerdote vasco, antes nacionalistas que cristianos, en definitiva de su contumaz celotismo, se hace eco Mingote en la siguiente viñeta de ABC:
En otro momento de la película, durante una cena familiar en que Koldo se halla más que achispado, declara mascullando que eso de la independencia, con Franco, pues que sí, que él lo veía, pero que en los tiempos actuales… sí, pero todo menos retractarse explícitamente o instar al inminente yerno a deponer su actitud belicosa. Acude a la mente la viñeta de El Roto, de El país del 28 de junio de 1998, en la que Arzalluz, alzando el dedo índice (¿amenaza, afirmación, admonición a España?), dice: «La gente de ETA son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta». La pertenencia, la adscripción, la sangre, por encima de la razón y de la caridad. (Arzalluz quizá, superando a otros destacados nacionalistas, sea el más despiadado de los políticos no terroristas de la historia reciente de España) Todo un programa político preclaro, ilustrado, ¿no es cierto?
En cualquier caso, qué duda cabe que el PNV es maestro consumado en la ambigüedad jesuítica; tanto que eso de, por ejemplo, la «dirección de intención», que tan bien atacara Pascal en sus «Provinciales» pues es un medio de justificar los pecados al hallarles una intención pura, o que las monjas de «Boule de Suif» de Maupassant esgrimen ante la prostituta para persuadirla a acostarse con el rijoso prusiano y así poder proseguir su viaje la caravana repleta de buenos franceses -entre los cuales se cuentan ellas-, parece un invento del partido… Así lo expresa Mingote en ABC, por boca de Ibarretxe:
C) Se quiera o no, por muy poco que agrade, al País vasco se asocia indefectiblemente el terrorismo, cifrado en la ETA. Nuestros políticos, mayormente preocupados por la macro-economía, por ser mediáticos y por captar votos, y secundados por sus coros turiferarios de la prensa y los medios de comunicación, repiten siempre eso tan bonito de que el terrorismo no ha conseguido nada y que de nada, políticamente, ha servido, más que para enrarecer y dañar la convivencia con su reguero de muertos y heridos y hogares deshechos por el camino. Señores, ¡qué falacia! El terrorismo ha conseguido mucho, muchísimo y, si no todo, como pretende y tan magníficamente expresa la viñeta de El Roto de 30 de noviembre de 1998, está cerca de alcanzar la victoria total.
Sí, ciertamente, nuestras sufridísimas fuerzas de seguridad, con la colaboración de Francia, han derrotado -creamos y esperemos que definitivamente- el terrorismo, pero la guerra política y social la estamos perdiendo.
Sabino Arana es epígono vasquista del delirio paranoide-racista del francés Gobineau, teorizador, en 1853, del ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas y estableciendo -científicamente, claro- la supremacía de la blanca y dentro de ésta, la germánica, por encima de celtas, eslavos, mediterráneos y, obviamente, judíos. Dentro de esa perspectiva han de inscribirse los errores, nunca malintencionados, del doctor Down, investigador del mongolismo, así como la teoría racial pangermanista de Chamberlain y, evidentemente, el racismo nacional-socialista del ministro hitleriano Rosemberg. No es creíble que el actual PNV y los de Josu Ternera sostengan, hoy en día, tamañas barbaridades, que han quedado arrinconadas en el Occidente en grupúsculos de extrema-derecha. Ya se ha dicho cómo el terrorismo vasco y los partidos nacionalistas vascos aceptan en sus filas apellidos maquetos. Y es que el Eje perdió la guerra y, con ello, se desvaneció la ilusión de raza dominadora, en una Alemania o en un Japón, pero ¿y si hubiera triunfado Hitler, como pareció ser en el inicio? A ese respecto recuérdese ese intento del primer lehendakari, José Antonio Aguirre, por crear un protectorado alemán en Euskadi, desgajado de España. Ya puede el PNV disimular, edulcorar, contextualizar, de forma comprensiva, socio-cronológicamente la paranoia sabiniana, que en su base teórica, como prueban hemerotecas y bibliografías, late el odio al español y la exaltación de la pureza racial vasca. «La fisionomía del bizkaíno es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizkaíno es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe. El bizkaíno es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntádselo a cualquier contratista de obras y sabréis que un bizkaíno hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos… El bizkaíno es laborioso; el español, perezoso y vago». («Bizkaitarra», nº 29)
En el País vasco, por parte de algunos, se ha fijado un objetivo: la independencia, y unos medios para obtenerla: la acción directa, esto es el terrorismo como eje central, apoyado por hostigamiento permanente a los distintos e invasores, extorsiones como medio de financiación, amedrentamiento, disturbios y violencia callejeras, asalto a las instituciones, penetración en las instituciones, adoctrinamiento de la infancia y juventud, envenamiento de la vida social mediante la creación de un clima de silencio mafioso, de temor, de delación, de recelo permanentes, etc. Es esto último lo que tan bien expresó Mingote en aquella célebre viñeta del ABC en que se ve, junto a un cadáver, a un niño llorando que dice: «Han matado a papá». Dos individuos le oyen y uno dice al otro: «Hay que ver, tan pequeño y ya chivato»
Por desistimiento crónico del Estado, ese objetivo y esos medios han ido cobrando mayor importancia y mayor apoyo social hasta el punto de que cabe una toma de poder y una secesión por la vía de las urnas. El terrorismo ha cumplido su cometido. El terrorismo ha servido.
Matar a uno, amedrentar a mil, reza un proverbio chino. Mediante el asesinato, ya sea selectivo, ya sea atentado indiscriminado, se genera el miedo, entre los miembros de una población, a ser la próxima víctima y entonces uno se achanta y no se pronuncia y opta, de forma pancista, por pasar desapercibido y hacerse invisible; o decide dejar la tierra, emigrar en busca de nuevos pagos donde su vida no corra peligro y donde exista la libertad de opinión real; o se adhiere al proyecto, con mayor o menor entusiasmo, pues es siempre más incómodo defender lo hostigado y lo que lleva las de perder que militar en el bando agresor, que esgrime la razón tiránica de la fuerza, como hace el lobo que bebe del mismo río que el corderito en la fábula de La Fontaine: «La raison du plus fort est toujours la meilleure… il faut que je me venge» («La razón del más fuerte es siempre la mejor… (dice el lobo:) «tengo que vengarme» y se come al corderito). «Entre el cúmulo de terribles desgracias que afligen a nuestra amada Patria, ninguna tan terrible y aflictiva, juzgada en sí misma cada una de ellas, como el roce de sus hijos con los hijos de la nación española». («Baserritarra», nº 11) Así las cosas, habrá que evitar el roce o intentar ocultarlo por todos los medios, pues nos puede ir en ello la mismísima vida.
En la viñeta de El Roto (El País de 20 de octubre de 1999), un personaje barbudo y con turbante, de muy siniestra catadura, con unos templos griegos al fondo, dice: «Ya os dijimos que la democracia no funcionaría si votasen los esclavos y los maquetos». Los talibanes se han apropiado la democracia y pontifican ahora. Sabino Arana lo expresa así: «En pueblos tan degenerados como el maketo y maketizado, resulta el sufragio universal un verdadero crimen, un suicidio». («Bizkaitarra», nº 27)
Y así, matando y poniendo en fuga, estableciendo un riguroso control mafioso de la omertà en el pueblo, van quedando tan sólo los que piensan lo que se ha de pensar, llegándose al triunfo electoral y a la conquista del poder municipal, primero, en las Diputaciones y provincias, después, y en toda la autonomía (las autonomías pues desde luego Navarra es tierra irredenta) luego hasta, pasando por la desobediencia civil, proclamar unilateralmente la independencia y confiar que, a la postre, poco a poco, las naciones, España incluida, vaya aceptando el nuevo estado de cosas, irreversible ya.
Las viñetas de El Roto ilustran el proceso:
1) 3o de septiembre de 1998: rechazo de la Constitución y de la nación común española: Arzalluz, como un hombre del saco, abre y muestra un gran talego. Dice: «No cabéis en la Constitución, pero no os preocupéis, que yo os llevaré en mi zurrón».
2) 23 de octubre de 1998: se hace campaña psicológica reivindicando la pureza e incitando al recelo, cuando no al odio, contra los elementos extranjeros perturbadores y contra los traidores, que siendo nuestros, no piensan como nosotros: Un individuo lee un cartel que reza: «Defiéndete de los intrusos. Vota Cromagnon».
3) 24 de octubre de 1998: la campaña política se apoya en la violencia para ser realmente efectiva: una pistola de marca «Cromañón» queda convertida en urna electoral. Recuérdese la necesidad, invocada por los etarras, de implantar la «socialización del sufrimiento».
4) 1 de diciembre de 1999: «El muerto al hoyo y el vivo al voto», dice una gigantesca cabeza magrittiana sin cuerpo que causa una parecida desazón a la del Coloso de Goya. Abajo, de espaldas, se encuentra una figura algo encorvada tocada de chapela. El muerto, el expulsado o el exiliado (o el timorato que, aun no convencido, vota con la mayoría) no cuentan pues no votan. Vota tan sólo el vivo, que es nacionalista y que por eso ha quedado vivo. ¡Hemos ganado! Y además por las urnas, democráticamente. Nuestra victoria es legítima.
5) Si surge algún conato de oposición, cada vez más improbable y apagado, cada vez además menos numeroso, se vuelven a empuñar las armas un poquito, de forma disuasoria, para tirotear a unos cuantos, pocos esta vez, tan sólo para que baste, sin levantar ampollas en la opinión internacional y en las instituciones supranacionales(viñeta de 2 de diciembre de 1999).
6) Ya está creado definitivamente el ámbito etarra, llamado «vasco», de decisión (viñeta de 8 de diciembre de 1999). Ha costado mucho, pero ha merecido la pena y, en cualquier caso, nos ha costado infinitamente menos que a los enemigos, a quienes hemos dado matarile o amargado la existencia en caso de haberlos dejado vivos. Ya gobernamos en los municipios. (recuérdese al respecto lo que supuso la Asamblea de Municipios Vascos, agitación secesionista desde la base de los gobiernos locales y cuya cerrazón y fanatismo tan bien describe el Roto en su viñeta de El País del 26 de enero de 1999)
Ya gobernamos también en las diputaciones y en el parlamento autonómico, con mayorías inapelables. El censo ha quedado depurado de todo elemento de raza inferior, así como de traidores. ¿Que algunos no nos apoyan sinceramente? No importa pues, como a nadie le agrada ser perdedor, se subirán al carro de la apoteosis nacionalista y el miedo, la propaganda oficial y la corriente de opinión harán el resto. Es el momento soñado de convocar ese referéndum por la independencia, ganado de antemano. Resplandecerá un «sí» abrumador.
«Ese camino del odio al maketismo es mucho más directo y seguro que el que llevan los que se dicen amantes de los Fueros, pero no sienten rencor hacia el invasor» (Sabino Arana: «Bizkaitarra», nº 22)
En definitiva, que sólo votarán los nuestros, que es cuanto expresa Mingote en la viñeta en la que aparece Ibarretxe enarbolando una ikurriña y afirmando que: «El pueblo vasco ejercerá su derecho a decidir en cuanto yo ejerza mi derecho a decidir quiénes son el pueblo vasco y quiénes no».
7) No debemos olvidar tampoco que el terrorismo ha conseguido además obtener la comprensión de importantes sectores de la izquierda nacional y, en concreto, de todo un presidente del Gobierno, dispuesto a negociar en términos de igualdad con aquellos que quieren destruir la nación común, el mismo presidente que dice aquello de que «el concepto de nación es discutido y discutible» frente a unos nacionalistas para los cuales el concepto de su nación no sólo no se discute, sino que a aquél que lo discute se le neutraliza o se le quita de en medio. Nunca llegó tan alto el terrorismo ni se mostró tan satisfecho el terrorismo como con el «talante» pactista (reservado por otra parte a izquierdas y nacionalistas) de Zapatero, bajo cuyo mandato el Pacto Antiterrorista y la Ley de Partidos se volatilizaron. «La negociación era para ellos (algunos socialistas como Zapatero), no tanto una solución pragmática o el fruto de su obsesión por la paz, sino el reflejo de la comprensión histórica de las razones del terrorismo antifranquista y ultranacionalista de ETA». (Edurne Uriarte, «Culpadas, difamadas, silenciadas», ABC-10 de abril del 2011).
Haciéndose eco de tanta bajeza moral y de tanto despropósito «buenista», Mingote resume la situación en su viñeta de ABC el 6 de mayo del 2011, en que un guardia civil acaba de detener a un etarra encapuchado y le apunta con su pistola; el etarra, envalentonado por las circunstancias y la actitud del gobierno nacional, le espeta: «¡Usted no sabe con quién está hablando!».
Pero ¡eso sí!, no ha conseguido nada el terrorismo… Miles son los casos concretos en que el terrorismo se salió con la suya, doblegó al Estado imponiendo lo que quería y defendía con las bombas y los disparos, en definitiva en que obtuvo y consiguió, satisfaciendo su voluntad: para empezar, que Guipúzcoa sea ahora «Gipuzkoa»; que no se instalara una central nuclear en suelo patrio (que los maquetos generen energía para nosotros); la imposibilidad y desvío consiguiente de autopistas programadas, previstas e iniciadas; la supresión del servicio militar obligatorio pues el Estado no puede hacer ya frente a una insumisión desbocada que le dejaba demasiado en evidencia, denunciando su debilidad y manifestando el hecho de que dentro de él se había enquistado y creado otro Estado que quería expulsarlo de sus dominios ; que el por entonces obispo de Bilbao, ese «tal Blázquez» en palabras de Arzalluz -pues no era vasco- y actualmente presidente de la Conferencia Episcopal Española, consultara a los sacerdotes de su diócesis, en un intento por adaptarse a las circunstancias y al «hecho diferencial vasco», si veían oportuno que asistiera a los funerales de las víctimas del terrorismo; que los diputados y concejales no nacionalistas, amén de empresarios, profesores, periodistas, deportistas, etc. hayan de llevar permanentemente escolta y se muevan por sus pueblos y ciudades como los conquistadores españoles en tierras ignotas y amenazantes, «la barba sobre el hombro» (que es cuanto denuncia Mingote en aquella viñeta en que un niño y una niña, escolares ambos, están hablando. Le dice la niñita al niñito: «Eso de que ahora todos los vascos vamos a ser iguales, ¿quiere decir que mi padre llevará como lo lleva el tuyo, un escolta para que no lo maten?»); y, porque la enumeración se haría interminable, un larguísimo etcétera.
Pero el terrorismo no consigue nada… No, ¡quia!, tan sólo, poco a poco, la ansiada secesión y ahora, además, ya de maneras democráticas, sin bombas y con el aval inatacable de las urnas.
La sedición, no sólo no va a encontrar auténtica oposición por parte del Estado, sino además unas ciertas facilidades , porque los políticos y medios de comunicación han asumido y hecho propios, legitimándolos así, los enunciados y dogmas nacionalistas cuya base y meta es el desprestigio, aislamiento y eliminación de España y que ésta y los españoles no sólo no deban ni puedan oponerse a los planteamientos nacionalistas, sino ni tan sólo opinar sobre ellos y aceptarlos siempre y ceder y ceder y ceder ante ellos hasta que se consume su inanidad propia como españoles, paso previo a su desaparición. El vacío que deje España y los vacíos de los ciudadanos españoles irán siendo ocupados sistemática y organizativamente por Euskadi, Catalunya, etc. Es cuanto expresa Mingote en su viñeta en que el vasco y el catalán, sentados esperando su turno para la apertura inminente de la secesión, ven cómo, satisfecho, se les acerca el gibraltareño, preguntándoles quién da la vez.
Zapatero se prestó a ello con entusiasmo, contribuyendo activamente con su «talante». «El socialismo y el nacionalismo volvían a confluir tras aquella unidad antiterrorista del PP y del PSOE que dio lugar al Pacto antiterrorista y la Ley de Partidos, dos de los mayores logros políticos de la movilización social. Pero algunos socialistas como Zapatero, herederos de la izquierda antifranquista que apoyó a ETA, nunca creyeron, en realidad, en su derrota (de la ETA)». (Edurne Uriarte, «Culpadas, difamadas, silenciadas» ABC 10 de abril del 2011)
Que los terroristas llevan las de ganar ante las víctimas, queda perfectamente ilustrado por la viñeta de El Roto en El País del 9 de septiembre de 1999 en que una sombra, caminando por la calle y paralelamente a un coche de la policía, dice: «Esperemos que en el día del Juicio Final, los criminales no resuciten antes que sus víctimas»
Efectivamente, el relato del pasado se tergiversa y se manipula la historia para consolidar la patraña del conflicto como consecuencia inevitable de la opresión de una nación sobre otra. Y el antiguo terrorista, liberado o amnistiado u obtenida su libertad por mor de la conquistada independencia, se consagra como héroe y, porque ha vencido y ostentará ya el poder para siempre, puede incluso mostrarse condescendiente con sus víctimas, que en realidad eran sus agresores y que le forzaron a él a defenderse matando. Ilustrativa es al respecto la viñeta de Mingote del ABC del 25 de noviembre del 2011, en que una pareja, sentada en una roca, contempla el Cantábrico; dice uno de ellos: «Hoy he coincidido en el ascensor con el que asesinó a mi padre. Me ha dicho que si prefiero subir por la escalera, lo comprenderá»; entre otros casos acude a la mente el de Pilar Elías, viuda de Ramón Baglietto, obligada a ver cómo el asesino de su marido instala una cristalería en los bajos del edificio en que ella vive, o más bien sobrevive a amenazas e intentos de que deje de molestar.
¿De quién aprendería Zapatero ese arte envidiable que consiste en proyectar en el rival o enemigo las propias intenciones arteras y modificar la percepción de las personas haciéndoles ver que es así, como él dice, esto es que lo que no es a todas luces, acaba por serlo, es. ¿De la sibilina y jesuítica hipocresía del PNV, quizás?… Dice Jon Juaristi, hablando del caldo gordo que el PNV hace a la ETA y al terrorismo: «… como el flamante cretino Josu Jon Imaz (no olvidaré las acusaciones de terrorismo que repartía entre los fundadores del Foro Ermua)… indeseables como el consejero Balza, el valedor de ETA…» (Jon Juaristi: «Contra el nacionalismo vasco», El País-22 de septiembre del 2000), si bien creo errado el término de «cretino» aplicado a Imaz, al cual conviene mejor la expresión de, por mantenernos dentro de los límites de los buenos modales, «arteramente protervo» o «protervamente artero».
En la viñeta de El Roto del 1 de marzo del 2000, Arzalluz se dirige en un mitin a los fieles. Su micrófono es el hueso largo de, sin duda, un muerto.
Cuando el asesinato de Miguel Ángel Blanco, cuando parecía que se tambaleaba la sinrazón, cuánto no se apresurarían y afanarían Ardanza y Setién, poder político y espiritual, para afeitarle los cuernos al toro de Ermua. «Que todo vuelva a ser como antes», algo así dijo el por aquel entonces obispo de San Sebastián.
Lo que sí que dijo, desde luego, Iturgaiz, tras uno de tantos atentados, antes de ser secretario general del PP vasco, fue: «¡Nos están matando como a conejos!». Había que erradicar a la UCD primero, luego al PP y, por último, convencer mediante el miedo a los socialistas. En cuanto a las fuerzas de seguridad, había que ¡desmembrarlas!
En la viñeta de El Roto del País de 27 de septiembre de 1998, una señora, a quien falta una pierna, frente al televisor, con las manos en posición de oración, dice: «Yo, antes de ver los telediarios, siempre rezo por las víctimas».
En la del 29 de noviembre de 1998, se ve a un hombre y una mujer de espaldas. Dice él: «¡Ojalá sea posible la liberación de los presos…»; a lo cual ella responde: «… y la resurrección de los muertos!»
La ETA y los nacionalistas todos nos han hecho la vida imposible al resto de los españoles con sus atentados, con sus caprichos de nenes mimados y sanguinarios, carentes de escrúpulos, con su victimismo saca-perras, con sus mentiras, con su adoctrinamiento de la juventud y manipulación de la Historia, con su odio visceral y vesánico a España. «Ya lo sabéis, Euzkeldunes, para amar el Euzkera tenéis que odiar a España» («Bizkaitarra», nº 31)
Reveladora la viñeta de Mingote en ABC, del 18 de enero de 1997, en que un exaltado blande una antorcha mientras corre y vocifera «¡Libertad para Euskadi!». Bajo él, bajo tierra, dentro de un diminuto cubo que le impide erguirse, está Ortega Lara, sentado en el suelo sujetándose las rodillas y hundiendo la cara en los antebrazos. A la izquierda, un tocón como un muñón; a la derecha una culebra, la de la ETA, horadando la tierra como un gusano de pudridero.
D) Siendo y estando así las cosas, puede decirse que esta sociedad nuestra necesitaba una auténtica catarsis como la que le brinda la película que aquí se comenta. Que en cuatro fines de semana, casi cuatro millones y medio de espectadores la hayan visto, que lleve recaudadas ya casi 25 millones en ese período de tiempo, que sea la película en español más taquillera de la historia y que, internacionalmente, se halle en el puesto quince de filmes más vistos (una hazaña teniendo en cuenta lo que son los mercados angloparlantes e hindú), sólo se explica por esta necesidad de limpieza y de purificación a través de la risa, frente al miedo que durante tantos años nos tuvo atenazados.
El miedo es ambivalente; por una parte, es instrumento de supervivencia por cuanto que detecta el peligro y permite la reacción que conserva la integridad del individuo y del grupo; pero, por otra parte, es causa de angustia y cuando ésta se hace mayúscula, dificulta y pone en peligro esa misma supervivencia. Se trata pues de eliminar esa angustia y, como hablamos tanto de supervivencia como de angustia colectivas, la solución también habrá de ser colectiva. Nos dice Antonio Fava: «La representación de los temores lleva a la solución momentánea de las angustias, tanto privadas como colectivas, generadas por el propio temor» y añade: «La repetición y sistematización de las representaciones de los miedos generan un régimen de equilibrio entre «ineluctabilidad/continuo retorno» de los miedos y el «modo de gestionar/soportar» esos mismos miedos». Es así como nacen las artes escénicas. «Ocho apellidos vascos» tiende a la catarsis, a la superación de las angustias. Aunque refiriéndose al teatro cómico en general, cabe aplicarle a la película (cómica al fin y al cabo) este comentario de Fava: «libera de angustias con una eficacia y una rapidez ignotas a los otros géneros (tragedia, drama, épica, etc.)»
En las salas de proyección de nuestra película, se desencadena una risa que quiere sacudirse de encima, ¡por fin y para siempre!, el temor a los asesinos, el temor a defender España, el temor a decir la verdad. La risa es llave que abre al espectador las puertas de la libertad de opinión y de la libertad de conciencia, amordazadas hasta entonces por los asesinos, los matones y los beatíficos hipócritas. Qué bellas se nos aparecen estas palabras de Fava: «Il comico sbriciola letteralmente le paure scatenando la gioia della comunità espressa nella fragorosa risata liberatoria collettiva. L´attore comico (léase aquí, la comedia, esta película) non suscita emozioni né solleva problematiche ma: esponendole alla loro destruzione, le risolve. Lo spettatore che ride è rasserenato. È salvo» (Lo cómico desmiga literalmente los temores desencadenando la alegría de la comunidad expresada en la estrepitosa risa (carcajada) liberatoria colectiva. El actor cómico -léase aquí, la comedia, esta película- no suscita emociones ni eleva problemáticas sino que, exponiéndolas a su destrucción, las resuelve. El espectador que ríe queda serenado. Es salvo»· (todas las citas de Antonio Fava han sido tomadas de su libro «La maschera comica nella Commedia dell´Arte»).
El espectador español puede, al fin, reírse de lo vasco, del nacionalismo y del terrorismo, sin temor a que le tachen de reaccionario o de anti-vasco. ¡Si hasta parece un milagro: me río del vasco como de cualquier otra persona!
El espectador percibe inconscientemente la conquista, su conquista, y se siente feliz, sí, pues ha ido incluso más allá de lo meramente apotropaico, que es la conjura de una amenaza. Ha conquistado su libertad de ciudadano.
Éste, y no otros meramente coyunturales o incluso peregrinos, es el motivo del éxito de «Ocho apellidos vascos». Lo que ocurre es que los lodos de los rubores que nos asaltan a los españoles, y sobre todo a periodistas, pensadores, intelectuales y políticos, pesan mucho aún y el tabú nacionalista es, cuando menos, ponderoso. El propio director, Martínez Lázaro, a quien no hay sólo que felicitar sino además agradecer profundamente el regalo que nos ha hecho a los desgarrados españoles con su película, incurre en estos sonrojos: «… me gustaría ver si por parte de los españolistas más exaltados se admitiría una parodia así. Me da la sensación de que no». (entrevista en El País, de 6 de abril del 2014. Autor: Jesús Rey Montilla) ¡Ya salió aquello del españolismo!… Como nuestro director padece del ruborizante temor de que, por reírse del nacionalismo, le motejen de franquista, ha de recurrir a esa especie de nefasta «equidistancia». ¡Españolismo!… Pero si en España, por no haber, no hay ni patriotismo. A los no nacionalistas y a los maquetos los han arrojado a las tinieblas exteriores del fútbol cuando no les han pegado un tiro en la nuca. Creo que, aunque tan sólo en parte, Jon Juaristi («Vasco-andaluza», en el ABC de 30 de marzo del 2014) acierte al afirmar a propósito de la película: «Es cierto que ha cosechado el favor de la inmensa mayoría que no está con las víctimas ni con Bildu, pero eso no supone coincidir con la moral de la democracia, sino con la amoralidad de la equidistancia, algo a lo que el cine español nos tiene acostumbrados en tu tratamiento del terrorismo etarra desde los orígenes mismos de la transición». Y digo en parte pues creo que atañe sobre todo a los creadores de opinión (artistas e intelectuales en general) y no tanto al espectador ingenuo. Si en el espectador se diera equidistancia -otra cosa es que nuestro compromiso cívico no sea siempre el que debiera ser-, la película no desataría tales carcajadas ni habría obtenido tamaño éxito.
Una última cuestión. Afirmaba Iñaki Arteta, autor entre otros del documental «Trece entre mil», mucho antes de la realización de esta película, que la herida del terrorismo sigue muy viva aún en el País Vasco y en el resto de España como para convertirla en comedia; que era algo que él, hoy por hoy, veía difícil de llevar a cabo. De la misma opinión es Jon Juaristi, tal y como expresa en el mismo artículo previamente citado: «La tragedia de ETA sigue formando parte del paisaje cotidiano del País Vasco, y se resiste a su transformación en comedia. El tiempo no ha empezado a desgastarla». Sin embargo, y quizá me equivoque, la realidad parece desmentir sus apreciaciones.
Añade Juaristi que «muy significativamente, la película de Martínez lázaro ha irritado tanto a las víctimas del terrorismo como a la izquierda abertzale por un mismo motivo -la visión cómica de la kale borroka-, aunque por razones distintas, evidentemente». Con respecto a las víctimas, creo que han de hacerse a la idea de que no se trata de un documental, sino de una comedia tout court, esto es no es comedia satírica, y que por tanto no moraliza tanto ni condena tan abiertamente, sino que lo que persigue es crear situaciones de quid pro quo, circunstancias ridículas, enredos, que susciten la risa. Creo sinceramente que la película (otra cosa es lo que declare su autor toreando, según cree él conveniente, para la galería en la entrevista de El País) no es equidistante, sino de clara mofa de lo irracional, insensato, absurdo, injustificado, feo y mezquinamente tribal del nacionalismo y que esta clara mofa acaba por diluir esa primera oposición cómica de tópicos entre el andaluz y el vasco. Está claro que la película, afortunadamente, va mucho más allá. La película se va decantando y toma partido por la razón. Si no, no podría darse esa catarsis de la que se habló anteriormente y que me resulta innegable. No debe confundirnos el hecho de que, aunque el objetivo de la película cómica sea la purificación y por tanto se trate de un elevado objetivo, la obtención de esta catarsis se lleva a cabo en niveles psicológicos bajos mediante personajes y situaciones ridículas, pero ello no supone trivializar, por ejemplo, la violencia, sino rebajarla, desvestirla de su envoltorio y argumentaciones falaces, desmitificarla, mostrarla en su auténtica faceta absurda y profundamente ridícula, desposeerla de cuanto nos atemoriza.
En cualquier caso, esta comedia observa el precepto, cómico, de que, tras del caos in crescendo, la realidad y la vida vuelvan a sus cauces naturales: que triunfe la primavera, que triunfe el amor de todo obstáculo. En esta película, esa traba no viene dada por un pretendiente viejo que impida el emparejamiento de la juventud, sino por unos prejuicios -más que viejos, decrépitos-, los prejuicios nacionalistas, que son vencidos al final, anunciada ya esta victoria por la aceptación por parte de Koldo de tener nietecitos del Betis y culminada por la aparición de Amaia en Sevilla montada en un simón y jaleada por las sevillanas de los del Río. Amaia acaba, aunque mucho haya costado, por sacudirse las pieles viejas de Euskal Herria y del antiespañolismo, como una serpiente mudando de piel en primavera, y vestirse de libertad.
El balance pues, en mi opinión, es más que positivo. No obstante, creo que hay algo que lastra la película y que hace que, con el transcurso de los días, en lugar de aumentar su atractivo, su interés y su recuerdo, éstos vayan menguando. Creo que ello se deba a que su planteamiento, por lo que al guión se refiere, remite más a la teleserie que al auténtico cine y así se resienta posiblemente de una visión un tanto miope frente a la mirada de halcón o de águila del largometraje genuino y dé, además, en una cierta inconsistencia de los actores que atiendan quizá más al gag o golpe que a una auténtica construcción maciza del personaje, etc. Ya dijo Fellini que la televisión carece de estilo y nunca podrá poseerlo.