Rapados, rapados y Kubrick

En principio, raparse la cabeza es un gesto sin mucha implicación. Estamos los calvos -en general rapados-, están los calurosos («ahora para el veranito»), y también los que lo hacen por una cuestión de comodidad («peinarse es un coñazo»). Pero no vamos a hablar de ninguno de estos rapados, sino de los otros, de los […]

En principio, raparse la cabeza es un gesto sin mucha implicación. Estamos los calvos -en general rapados-, están los calurosos («ahora para el veranito»), y también los que lo hacen por una cuestión de comodidad («peinarse es un coñazo»). Pero no vamos a hablar de ninguno de estos rapados, sino de los otros, de los que se rapan como seña de identidad.

Por antonomasia, el rapado es el militar. Aunque -según la normativa vigente en las Fuerzas Armadas españolas- a las mujeres se les permite llevar el pelo largo, el de los hombres debe ser corto (en ningún caso debe rozar ni montar las orejas). Motivos de higiene y de seguridad en el combate cuerpo a cuerpo son los más frecuentemente argüidos para la implantación de estas medidas. Sin embargo, hay otro motivo que no se menciona con tanta frecuencia, pero que es fundamental. Nos referimos a la uniformidad.

Los grupos sociales, a la vista está, construyen su identidad basándose en atuendos semejantes. Veamos algunos ejemplos.

Reunión del Rey de España con empresarios

Grupo punk

Médicos

El ejército cuida especialmente la uniformidad de la tropa, porque está demostrado (los humanos somos así, qué se le va a hacer) que un atuendo común es la base para la generación de vínculos grupales. Todos iguales, todos amigos.

La naranja mecánica

Stanley Kubrick vio todo esto -era un genio, el tío- y lo caricaturizó. Construyó -en «La naranja mecánica»- un grupúsculo llamativo de personajes y los vistió de manera semejante. Utilizó elementos que no hubieran sido fagocitados por otra «tribu urbana»: vestimentas blancas, sombreros hongos, botas, bastones, tirantes… coronados todos por un inquietante maquillaje en ojos y boca.

La naranja mecánica. Stanley Kubrick

Pero no se quedó ahí. Su caricatura llegó mucho más lejos, puesto que las señas de identidad de un grupo social no se refieren únicamente a la vestimenta. La música suele ser un rasgo determinante de pertenencia -o no-. Pensemos, por ejemplo, en la importancia de los himnos para los militares.

En este terreno, Kubrick utilizó a Beethoven, un músico con una fuerza arrolladora, pero que ya había pasado de moda. Un músico que ninguna «tribu urbana» -al menos, de estas características- abanderaba.

Y también profundizó en la caricatura de otras conductas sociales. El bar al que acudían los protagonistas, por ejemplo, blanco todo él, era su templo. La leche «supervitaminada» que allí bebían, era su néctar. El asalto, la violación, el asesinato, sus actividades preferidas.

Se ve claramente, gracias a Kubrick, que una «subcultura» puede analizarse comparando estos elementos (música, atuendo, conducta…) con los de otras subculturas. Probablemente, el individuo que mejor maneje los elementos de una subcultura ocupará una posición más elevada dentro de ese grupo social. Por ejemplo, The Beatles -que manejaban todos estos elementos con soltura, especialmente el elemento musical- fueron los adalides del movimiento «pop» (ocupaban el más alto escalafón de esa subcultura). Y ya se sabe, los que están arriba marcan tendencias.

The Beatles (1964)

The Beatles (1969)

Skinheads

Así llegamos al documental que nos ocupa. Se trata de una película dirigida por el franco-suizo Daniel Schweizer en 2003, que explica las características del movimiento «Skinhead» desde sus orígenes en los años 70 hasta nuestros días. Según dice, los skinheads nacieron como un grupo antirracista, integrador, de izquierdas. Conforme fue evolucionando, se fue escindiendo y surgieron tres ramas: los skinheads ultraderechistas («boneheads»); los SHARP, o skinheads antirracistas -fuertemente politizados hacia la ultraizquierda y enemistados a muerte contra los fascistas-; y los skinheads «apolíticos», o «dudosos», que adoptan la estética «skin», pero evitan vincularse a ideologías políticas.

Schweizer hace un gran trabajo de documentación, recorre buena parte de Europa, e incluso viaja a Estados Unidos y Canadá. Se reúne con miembros de las tres facciones, intentando trazar puentes en común, analizando similitudes y diferencias. Y así conforma una valiosa pieza informativa, que no solo habla de los skinheads, sino de las bases de toda tribu urbana, de todo grupo social: himnos, banderas, templos, conductas… Actitud.

Kubrick se adelantó -es cierto- y además, al caricaturizar, llegó más lejos. Pero Schweizer lo hace bien -hay que reconocerlo- y además, al entrevistar, llega más cerca.

 

1 comentario

  1. Isa dice:

    Por lo que dices, Schweizer parece haber hecho una buena labor informativa que, ahora y en el futuro, puede servir para estudiar el movimiento skin en profundidad. Y, desde luego, no parece algo sencillo, porque no es del todo sencillo acercarse a ellos en «son de paz»…
    Siempre que pienso en el movimiento skin me acuerdo del libro «Diario de un skin», de Antonio Salas, también muy interesante.

    No parece que los humanos vayamos a cambiar de actitud con el tiempo…de siempre ha gustado el pertenecer a un grupo, ser gregario, y tener a quién y en quién apoyar/se y/o seguir, admirar…así se mantiene también el mercado de la moda, ¿no?

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