Málaga y el documental

Aunque se trate de un festival relativamente joven (nace en 1998), el de Málaga es uno de los poquísimos que sirven para congregar en España a la industria internacional. Y eso es un valor.

Su nombre es «Festival de Málaga. Cine español», pero el tiempo, la menguante producción audiovisual española y los imperativos económicos, quizás obliguen a rebautizarlo como «Festival de Málaga. Cine en español». Y es que, efectivamente, Hispanoamérica está muy presente en Málaga, al menos durante los días del Festival.

Mercadoc

Una de las pruebas de que Málaga representa un hilo tendido a través del océano es la existencia de Mercadoc, un mercado de documentales donde se dan cita los Commissioning Editors (los que compran contenidos) de diversos canales de televisión, de diversos países. Directores de Chile, Perú, México, Argentina, Honduras, Guatemala, Bolivia, Ecuador, etc, viajan hasta España para presentar sus obras a un mercado que se quiere europeo, pero que no lo es tanto. Y no lo es tanto porque la producción audiovisual en español es mucha, y de gran calidad a menudo, pero no termina de entrar en los circuitos angloparlantes, si no es de la mano adecuada.

Con frecuencia, aquí descubren, esos directores, que quizás no sea tan importante estar presente en los círculos anglófilos -y que Málaga no es precisamente el foro idóneo para conseguirlo-, como establecer y reforzar vínculos entre países que comparten 500 millones de hispanohablantes. Málaga es (o debiera ser) un festival para hablar en español, para ver cine en español y para sentir que España y lo hispano es grande, que hay una identidad común, y que tenemos que apostar por esa identidad.

Bull Running in Pamplona

«Encierro» («Bull Running in Pamplona») es el título del documental que abrió la sección «Málaga Premiere» del año pasado (2012). Con más de 11.000 espectadores desde su estreno, el 28 de junio (de 2013), ya se ha convertido en el documental «español» más visto del año. Su temática, los sanfermines. Su característica, que está grabado en 3D y a lo largo de tres años. La sorpresa: su director, Olivier Van der Zee, es holandés.

La idea original del documental es de Enrique Urdánoz, quien también es su coproductor y director de fotografía, y el documental está participado por el Gobierno de Navarra, entre otros, pero, al parecer, los productores buscaban una mirada «extrañada» sobre el fenómeno de los encierros, una mirada extranjera, y por eso acudieron a Van der Zee.

Cabe pensar que quizás la mirada «extrañada» pudieran haberla encontrado en realizadores españoles. De hecho, para muchos españoles, los sanfermines son algo ajeno y relativamente desconocido. Pero el 3D, la España taurófila y un director holandés, facilitan que la película tenga recorrido internacional (no en vano Holanda es la cuna del festival de documentales más importante de Europa).

Web oficial Festival de Málaga

Web oficial «Encierro» («Bull Running in Pamplona»)

Aguirre, o la soberbia del profesorado

En tiempos de recesión económica, se adoptan medidas impopulares. Una de ellas es el recorte previsto en Educación por el Gobierno de la Comunidad de Madrid, cifrado en 80 millones de euros. Las consecuencias de este recorte implican el aumento de la jornada lectiva para los profesores y la no contratación de personal auxiliar. El sindicato Comisiones Obreras calcula que 2500 profesores serán dados de baja, aunque las fuentes oficiales niegan estas cifras.

Los profesores, en señal de protesta, llevan cinco días encerrados en la Consejería de Educación. Y amenazan con quedarse. Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad de Madrid, les ha remitido una carta, en aras de prevenir la inminente huelga, fechada para el día 14 de septiembre. En dicha carta, Aguirre explica que se trata de combatir la debilidad de la economía, el desempleo, el cierre de empresas… Da sus razones. Pero los duendes de la imprenta le han jugado una mala pasada. Algunos errores ortográficos se han colado en la versión final y han puesto en entredicho la incuestionable corrección léxica de la Presidenta.

Los profesores, indignados, han corregido la carta como si se tratara de un examen de su alumnado, con bolígrafo rojo, y se la han devuelto, a modo de correctivo, para prevenir futuros errores. La Presidenta se ha defendido diciendo que la carta había sido manipulada.

El hecho es menor. En un mundo en que millones de personas mueren de hambre, en una comunidad en la que miles de personas pierden sus empleos, no importa mucho si Esperanza Aguirre comete o no faltas de ortografía. Y los procesadores de texto ya se ocupan de corregirlas automáticamente, por lo que la culpa de Aguirre se reduciría aún más, ya que se limitaría a no haber conectado esta utilidad informática. Por si esto fuera poco, sabiendo cómo funciona la Administración, es incluso probable que la carta no la haya redactado ella, sino algún miembro de su equipo, así que el pecado de Aguirre sería la confianza.

En cualquier caso, aunque el hecho es indiscutiblemente nimio, ilustra con claridad el estado actual de las relaciones personales e institucionales. El lenguaje es un código que hemos inventado para hablar al mundo, del mundo; para referirnos a él y ponernos de acuerdo. Es un código imperfecto, limitado, pero útil. Y en general, basta con querer entender para poder entender. El buen uso de las reglas ortográficas denota simplemente un profundo conocimiento del código, pero no por ello del mundo. A menudo se utiliza también como indicador -como indicio- de la (sub-) cultura a la que pertenece el individuo («hablas mal: eres un inculto»), pero esto no es justo: se puede saber mucho del mundo y nada del código.

Los profesores están acostumbrados a velar por la corrección del código, es su trabajo. Y uno podría pensar que hoy lo han defendido celosamente, por el bien de todos pero, en este caso, no se trata de celo excesivo, sino de soberbia. Los profesores están en pie de guerra, y el descrédito del enemigo, el escarnio público, es una poderosa arma. Saben que perderán, que tendrán que trabajar más horas, arrimar el hombro, pero han visto la oportunidad de soltar una dentellada y la han aprovechado. Han querido llamar «analfabeta», o «inculta», a la Presidenta de la Comunidad de Madrid y lo han hecho a voz en grito. Han querido destacar sobre ella, aleccionarla como a un niño, brillar. Y ella ha tropezado, los ha acusado de falsificadores, se ha sentido herida en su estima, como habría hecho un niño.

Pero no era necesario. Porque no es tan importante el código como el mundo a que se refiere. Porque la recesión sigue ahí y algo tendremos que hacer para combatirla. Y porque discutir sobre el color de la guillotina no tiene mucho sentido, ya que no es un adorno en absoluto.