Morena ingrata

«No sabe actuar. No sabe cantar. Y además está ligeramente calvo. Puede bailar un poco».

Cuenta la leyenda que eso escribieron de Fred Astaire, en los estudios de RKO, tras uno de los castings a los que hubo de presentarse. Menos mal que al final le dejaron bailar un poco…

Morena ingrata

Así se refería Isaac Albéniz a España, como esa «morena ingrata» que no veía -ni por supuesto agradecía- lo que el genial compositor estaba haciendo por la música española. Se fue a Francia, Albéniz, y a Inglaterra, que allí lo valoraban. Y no volvió a España sino a morir al sol (y ni eso, que falleció en el lado francés de los Pirineos).

Conocer

Para muchos pueblos, el conocimiento es riqueza. A un dowayo (y de esto sabe mucho Nigel Barley) no se le puede preguntar por su cultura alegremente: pedirá un pago, una contraprestación, por compartir con nosotros su experiencia. Un curandero -ya no sólo dowayo, sino de múltiples etnias- exigirá una ofrenda a cambio de indicarnos qué yerba sanará nuestros males: las plantas están ahí, no son de nadie, pero conocer sus efectos exige dedicación, estudio, trabajo. Y el trabajo se paga.

En España parece que nos hemos olvidado de esto. Durante un tiempo, no fue así: apreciábamos el conocimiento y luchábamos por igualar a nuestros hermanos cultos de Europa -franceses, alemanes, ingleses-, quienes, al no haber vivido la cerrazón y la estrechez de miras características de la dictadura franquista, nos daban veinte vueltas (en todo). Y casi lo conseguimos. Pero ahora, miserere nobis, volvemos a las andadas: a menospreciar el conocimiento, la cultura, a pisotear el legado; a infravalorarnos en definitiva.

Y el agravio comparativo se hace más patente aún. Nuestros vecinos cultos fichan en España a ingenieros, biólogos, médicos, arquitectos, fotógrafos, actores, cineastas, músicos, escritores… mejor formados que los suyos, y más baratos de mantener y, a cambio, magnates estadounidenses nos convierten en el lupanar europeo, previa excepción de nuestro estado de derecho. No es posible concebir un mayor desprecio por lo propio; no se puede ser más ruin.

Innovar

Con este panorama, ¿quién se atreve a innovar en España? Sabiendo como sabemos que el mundo es otro, que ha cambiado, y que tenemos que adaptarnos al nuevo medio -es decir, sabiendo que la innovación es clave para la supervivencia-, ¿quién se arriesga? Innovar, sí, es una necesidad, pero implica un esfuerzo y un riesgo con frecuencia inasumibles, mucho más en la tan injustamente castigada España. ¡Que inventen ellos!, que diría Unamuno.

Ahora bien, si por lo menos supiéramos reconocer el valor, el arrojo, el heroísmo -¡la grandeza!- de nuestros emprendedores, la cosa iría bien encaminada, pero a menudo, ni siquiera. Los tenemos a nuestro lado, son nuestros amigos pobres, ésos a los que tenemos que invitar a café -porque ni para eso sacan-, ésos que dedican años a trabajar en proyectos que no terminan de prosperar, ésos que cada vez están más locos… y más solos.

Homenajear

Así que no rendiremos hoy homenaje a los que arrimaron el ascua a su sardina y huyeron de España -«pobrecitos»- cuando el temporal empezó a arreciar. El premio al ingeniero emigrado está en su cuenta corriente, con eso debería bastar (además de haberlos formado, no pretenderán que les agradezcamos la estampida).

En cambio, sí nos descubriremos ante aquellos que apostaron por sí mismos -es decir, por su pueblo- y se quedaron a construir una patria de la que sentirse orgullosos.

El secreto de la colmena

Con este título -y con la apostilla «Retratos de innovación»-, acaba de publicarse una serie de cortometrajes documentales dirigida por Carmen Comadrán. Los podéis ver gratis, en Youtube, y probablemente os sirvan de inspiración.

Carmen es una emprendedora que constituyó, pocos años atrás, una productora audiovisual en Asturias. A base de mucho esfuerzo y gracias a su valía personal y profesional, está consiguiendo lo imposible: es presidenta de la Asociación de productoras, miembro promotor del Cluster Audiovisual de Asturias, ganadora de uno de los premios del Festival de Cine de Gijón y ahora ha conseguido arañar una ayuda de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT) para realizar -junto a Pisa- «El secreto de la colmena». Y resulta que, con toda humildad, en estos «retratos de innovación», Carmen cede la palabra a emprendedores de distintos puntos de España, para que orienten a los demás, para que los animen, como si lo suyo estuviera exento de mérito.

Carmen, para ti nuestro homenaje… Tu trabajo es muy valioso, merece la pena, no te rindas… El precio que pagas es muy alto y -quién sabe- quizás nunca nadie te lo agradezca… España, es verdad, es esa «morena ingrata» de la que hablaba Albéniz… Fred Astaire -quién lo duda- bailaba como los ángeles… Y descuida, que tú no estás loca… Y no, tampoco estás sola.

Ver «El secreto de la colmena – Retratos de innovación»

Web oficial «El secreto de la colmena»

Open Data Fest

Los próximos días 25 y 26 de enero se celebra en Gijón el primer Festival de Datos Abiertos, una iniciativa que pretende fomentar el uso de datos públicos -gestionados por las administraciones-, para el desarrollo de productos y servicios innovadores por parte de empresas de la región.

A tal fin, la Fundación CTIC y el Ayuntamiento de Gijón -promotores principales del Festival- ponen a disposición de los asistentes un espacio físico (ubicado en el Centro de Cultura Antiguo Instituto Jovellanos), medios técnicos adecuados y un equipo de expertos que ayudarán a los emprendedores a desarrollar sus aplicaciones. Asimismo, las mejores ideas generadas durante el festival podrán beneficiarse durante tres meses del apoyo del Centro Tecnológico de la Fundación CTIC y del Centro Municipal de Empresas de Gijón.

Más información

David frente a Goliat

Ayer se presentaba en Oviedo el proyecto «David frente a Goliat», una iniciativa cuyo objetivo es fomentar en España la cultura innovadora a través del ejemplo de pequeñas empresas que han conseguido abrirse camino en mercados dominados por grandes corporaciones. Cuatro documentales y doce reportajes, realizados por la productora asturiana Tierravoz ilustran la actividad de estos empresarios.

Dirigidos por Carmen Comadrán y César Díez, los audiovisuales no se limitan a exponer, como si de un catálogo se tratara, un listado de buenas prácticas corporativas, sino que ahondan, siguiendo el estilo característico de estos realizadores, en la experiencia humana de emprender. De este modo, la moral del emprendedor, su visión particular del mundo, se sitúa en el centro mismo del proyecto, en tanto en cuanto la actividad de la empresa no es tan relevante como su filosofía.

«David frente a Goliat» nace como un proyecto interactivo en el que se persigue la participación ciudadana. Concebida como obra en proceso, la página web www.davidfrenteagoliat.com aloja un mapa en el que, por sugerencia de los usuarios, se incluirán progresivamente nuevos ejemplos de empresas que han hecho de la innovación su modo de subsistencia.

Además, el proyecto se compone de una serie de acciones formativas y de una guía didáctica, para todos aquellos que estén interesados en emprender, en innovar, o en fomentar esta cultura en sus redes de acción social.

Junto a Tierravoz, participa en el proyecto la consultora Pisa, especializada en innovación, con el apoyo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT).

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Innovate is for innovatorsInnovar es de innovadores

They say that a pessimist is a well-informed optimist. But they also say that the optimist has a project and the pessimist, an excuse.

Innovate is a difficult task. It is necessary to analyze the environment, identify needs and find solutions, there is nothing. And if, besides this, is to have integrity, we will try to do good, both on the needs that are to be met, as the solutions to meet them.

Recall, for example, in «The Godfather» Ford Coppola, that a certain famous singer goes to Brando to ask a favor, since it has some business in hand. Brando identifies and puts your need-effective solution, to be sure, but perhaps not the most ethical way possible.

It is difficult, we said, innovate, and be whole, ‘especially in troubled times. To innovate means to allocate some resources to research that could be used for production. That is, innovation is «stop and think» and «stop and think» is stopped. Innovation also is «taking a path» whose end is unknown, no one knows how long it will be necessary to find an idea, so that, for all this, the innovator is to be a brave or adventurous, but borders on recklessness.

Still, in many cases, efforts to innovate are rewarded. And the benefits of innovation not only take advantage of the innovators themselves, but society as a whole. In fact, history tells us more of an innovator who, reviled by society of his time, suffered the scorn and even the stake on behalf of a valuable advance for all.

It seems that at present, however, innovation, progress-is better received by the public in those dark times. But the imperative of profitability depends on the innovator like Damocles sword. Perhaps now we burn the agents of innovation because it may no longer be necessary: ​​it is easy for someone to steal your idea, that progress is not profitable, they do not find such an advance, or die of starvation by the wayside.

But there is something that ensures that innovation will continue to produce, however scrambled are the times: the peculiar character of the innovator. Like the artist, the innovator can not avoid being creative, way of living and relating with the world is created. And any artist knows, Van Gogh, that the first thing is to create and quite another to sell the building.Dicen que el pesimista es un optimista bien informado. Pero también dicen que el optimista tiene un proyecto y el pesimista, una excusa.

Innovar es una tarea difícil. Es preciso analizar el entorno, determinar necesidades y encontrar soluciones, ahí es nada. Y si, además de esto, se quiere ser íntegro, se intentará hacer el bien, tanto en las necesidades que se pretende satisfacer, como en las soluciones para satisfacerlas.

Recordemos, por ejemplo, en «El Padrino», de Ford Coppola, que un cierto cantante famoso acude a Brando para pedirle un favor, puesto que tiene algunos negocios entre manos. Brando identifica su necesidad y pone la solución -efectiva, por cierto-, pero quizás no del modo más ético posible.

Es difícil, decíamos, innovar -y ser íntegro-, sobre todo en tiempos revueltos. Innovar implica destinar unos recursos a investigación que se podrían utilizar para la producción. Es decir, innovar es «pararse a pensar» y «pararse a pensar» es pararse. Innovar, además, es «emprender un camino» cuyo final se desconoce: nadie sabe cuánto tiempo va a ser necesario para encontrar una idea, así que, por todo esto, el innovador no es que sea un valiente -o un aventurero- sino que roza la temeridad.

Aún así, en numerosas ocasiones, los esfuerzos por innovar encuentran recompensa. Y los beneficios de la innovación no sólo los aprovechan los propios innovadores, sino la sociedad en su conjunto. De hecho, la Historia nos habla de más de un innovador que, denostado por la sociedad de su tiempo, padeció el escarnio -e incluso la hoguera- en pro de un avance valioso para todos.

Parece que en la actualidad, no obstante, la innovación -el progreso- encuentra mejor acogida entre el público que en aquellos tiempos oscuros. Pero el imperativo de la rentabilidad pende sobre el innovador como sobre Damocles la espada. Quizás ahora no quememos a los agentes de la innovación porque quizás ya no sea necesario: es fácil que alguien les robe la idea, que el avance no sea rentable, que no encuentren tal avance, o que mueran de inanición por el camino.

Pero hay algo que garantiza que la innovación se va a seguir produciendo, por muy revueltos que estén los tiempos: el peculiar carácter del innovador. Al igual que el artista, el innovador no puede evitar ser creativo, su modo de vivir y de relacionarse con el mundo es crear. Y cualquier artista sabe -Van Gogh el primero- que una cosa es crear y otra muy distinta vender la creación.