Diezmados

«Disparad sobre nosotros, el enemigo está dentro».

Con esa heroica frase, el coronel Pinilla, allá por 1936, ordenaba a su propio ejército que le matara. Sí, como lo leéis, el coronel pidió a sus barcos por radio que les bombardearan a él y a sus hombres, pues acababa de perder contra los republicanos el cuartel que defendía en Gijón.

«El enemigo está dentro…»

Los barcos no le hicieron caso y el coronel murió igualmente, aunque no por «fuego amigo», sino a manos de sus enemigos los republicanos, pero la cita viene al pelo para hablaros de eso que queremos hablaros hoy: de lo que se supone que deben hacer los amigos y de lo que, en cambio, hacen los enemigos.

El Gobierno es nuestro amigo

Esta frase debemos repetirla en DOKULT varias veces al día, por la mañana, para creérnosla, porque, de lo contrario, podríamos caer en la tentación de pensar que el Gobierno es, paradójicamente, nuestro más letal enemigo.

La nuestra, lo sabéis, es una pequeñísima empresa creada por dos profesionales de los medios de comunicación, hermanos para más señas. Dichos hermanos pusieron en juego, hace casi ocho años ya, no sólo su patrimonio personal y profesional, sino todas sus esperanzas e ilusiones, bajo la creencia de que, si uno se esfuerza, si defiende aquello que es correcto y justo, si es constante y disciplinado, metódico, trabajador y valiente, puede conseguir lo que se proponga. Y no vamos a decir lo contrario ahora, pues seguimos confiando en esos principios. Pero sí os alertaremos de las mayores amenazas que se ciernen contra alguien que comparta esta mentalidad.

Y para ello, a modo de ejemplo, os relataremos cuál ha sido nuestro periplo al obtener una ayuda pública -la primera y única que nos han concedido-, pero permitidnos primero que mencionemos algunos obstáculos estructurales con los que debemos lidiar a diario.

La multa

«La multa» es el nombre que, entre nosotros -y siempre cariñosamente, pues con cariño se ha de tratar a los amigos- recibe la cuota de Autónomos. Una multa de unos 4.000 euros por persona al año, que se dice pronto. Y no importa si tu empresa carece de clientes, si tiene unos pocos, si cobras un euro al mes, o si apenas te puedes permitir comprar café en el supermercado: la multa, la tienes que pagar.

Ésta es una reivindicación constante de los pequeños empresarios («si no gano, obviamente, no puedo pagar»), no es nada nuevo, pero conviene poner, una vez más, la cuestión sobre la mesa, para que el lector haga la cuenta y trate de imaginar la angustia que supone desembolsar decenas de miles de euros, mes a mes, año tras año, cuando no se tienen.

El diezmo

Como sabéis, el diezmo era el impuesto que recaudaban la iglesia y otros estamentos públicos antiguamente, que equivalía a una décima parte de los frutos obtenidos por el contribuyente. Un diez por ciento de las ganancias.

Pues bien, hoy el diezmo se ha multiplicado por dos. Veréis… Si después de pagar «la multa», el alquiler de la oficina, los gastos comunes (agua, luz, teléfono), desplazamientos, seguros, costes de producción, etc, si después de eso, te sobra algo de dinero, te toca pagar a Hacienda: como mínimo, el 20 por ciento de lo que te quede, es decir, un doble diezmo. Y después, de eso que queda, si es que queda, pues ya puedes cobrar tú para comer.

«El Gobierno es nuestro amigo…»

La ayuda

Y claro, tras este continuo esfuerzo de contribución al fondo común, uno confía en que el Gobierno, nuestro amigo, echará sus cuentas y repartirá equitativamente lo recaudado. Y lo hará bien, poniéndonos las cosas fáciles, asegurándose de que su ayuda de verdad sirve para algo.

Primer paso: Agosto de 2014. La convocatoria

Como somos unos chicos atentos y aplicados, en lugar de estar en la playa en agosto, estábamos trabajando, y por eso nos enteramos (a través del tweet que publicaba un alto mandatario gubernamental) de que se iban a convocar unas ayudas para la consolidación de empresas. Alegría, ilusión, esperanza. Rápidamente buscamos más información, para lo que nos dirigimos a diversos organismos que no nos saben responder a ciencia cierta, pues aún no se ha hecho oficial la iniciativa.

Cuando por fin se publican las bases, descubrimos que, para solicitar la ayuda, es preciso realizar un plan de consolidación empresarial y que ese plan sea aprobado por técnicos cualificados. «Es lógico» -pensamos- y nos ponemos manos a la obra. También hay que recabar todo tipo de documentación (certificados, más certificados y algún que otro certificado), solicitar presupuestos de todos los bienes que pretendes adquirir, etc. A ello.

Segundo paso: Septiembre de 2014. El crédito.

Una productora audiovisual (una que de verdad realice los vídeos que vende) necesita invertir en equipo técnico casi continuamente. La tecnología que usamos es muy cara y su obsolescencia es muy rápida, así que apenas ganamos para comprar maquinaria. Para eso y para pagar impuestos. Y por eso mismo, para una productora pequeña, saber qué tecnología comprar y cuándo comprarla es una decisión estratégica de primer nivel. Uno arriesga continuamente su patrimonio presente y futuro y el crédito debe usarse siempre con máxima cautela.

No queríamos endeudarnos.

Sin embargo, las bases de la convocatoria exigían que todos los equipos que pretendíamos adquirir estuvieran comprados y pagados antes de noviembre. Y claro, nosotros no teníamos ni la liquidez suficiente como para comprarlos ni la intención de hacerlo si no nos concedían la subvención.

Así que nuestro amigo el Gobierno nos volvía la espalda: nos estaba obligando a endeudarnos (¡a nosotros, a sus amigos!) antes de decidir si nos ayudaría o no. Amigo Gobierno, no nos hagas esto. Si nos vas a devolver una pequeña parte de esas decenas de miles de euros que, mes a mes, trimestre a trimestre, responsable e intachablemente, hemos ido aportando al erario público (¡gracias!), por lo menos dánosla antes de que vayamos a la tienda. Porque ir a comprar cámaras sin dinero en el bolsillo es un poco desagradable.

Y, sobre todo, amigo Gobierno, cuestión básica: ya que no nos vas a devolver el dinero en el momento adecuado, eso sí, dinos al menos si nos vas a devolver algo, porque ir a comprar sin saber si vas a poder pagar es… algo más que desagradable.

Esto no se le hace a los amigos.

Tercer paso: Noviembre de 2014. La justificación

Con todo y con eso, como entendíamos que era necesaria una inversión en maquinaria, y como no sólo somos responsables, sino también valientes, decidimos solicitar un crédito, para el cual hubo que movilizar otra tanta documentación. Pero, al fin, tras vueltas y más vueltas, sin saber aún si nuestro amigo nos ayudaría o no, pero con la esperanza por bandera, compramos el equipo.

Y sí, por fin nuestro amigo respondió, semanas después, diciendo que algo nos daría. Satisfacción, gozo; radiantes como estábamos, de júbilo y emoción, pensamos que el dinero llegaría tarde, pero bueno, lo peor había pasado, llegaría de manera inminente.

Claro, que aún teníamos que justificar esa compra, ya no con las facturas, sino también con una memoria explicativa, resguardos compulsados por nuestras entidades bancarias y quién sabe qué más. Si hasta nos cobraron 18 euros en nuestro banco (otro amigo que tenemos) por tramitarnos el dichoso certificado.

Cuando todo parecía en orden, la documentación en plazo y en regla… ¡Horror! No habíamos caído… En esos meses transcurridos, desde que concurrimos a la convocatoria hasta que conseguimos comprar el equipo, habían cambiado algunos precios y la cantidad no coincidía exactamente con la presupuestada, de manera que se requirió una revisión de las cuantías, que al final se cifró en la nada desdeñable suma de 100 euros, que restaron a lo que tenían previsto devolvernos, para lo que hubo que aceptar la revisión pericial y la enmienda parcial y venga papeles arriba y papeles abajo, y formularios, modelos, cartas y poemas, que hasta la guardesa de seguridad de la Consejería nos conoce por nuestro nombre.

Y a todo esto, paga el IVA de todo ese equipo, paga «la multa» mensual, paga el doble del diezmo trimestral y tal y tal y tal. Pero no te olvides de añadirle la cuota del crédito, que el banco es también nuestro amigo y necesita puntualmente nuestra aportación.

Cuarto paso: Mayo de 2015. ¿Amigo? … ¿Amigo?

La respuesta a esa pregunta es el sordo sonido de un grillo a lo lejos… Cri, cri… Cri, cri…

Mayo de 2015. En el recuerdo queda el arrojo que demostraron estos dos valientes, al empeñar su vida para poder hacer bien su trabajo. Quedan las suelas gastadas de restregarlas contra felpudos de entidades amigas. Queda la frente bien alta de orgullo, por haber atendido cada pago sin demora, vencido cada obstáculo, superado cada prueba.

Mayo de 2015, amigos, casi junio. Diez meses de trámites… Y el Gobierno no paga.

Y sabemos que, de lo que pague, cuando lo pague, tendremos que devolver un 20 por ciento, pues se ve que con lo que contribuimos no es suficiente.

Así que, cuando alguien nos pregunta que qué tal nos va, que cómo estamos, invariablemente respondemos… ¿Nosotros? Diezmados.

«Disparad sobre nosotros, el enemigo está dentro».

Morena ingrata

«No sabe actuar. No sabe cantar. Y además está ligeramente calvo. Puede bailar un poco».

Cuenta la leyenda que eso escribieron de Fred Astaire, en los estudios de RKO, tras uno de los castings a los que hubo de presentarse. Menos mal que al final le dejaron bailar un poco…

Morena ingrata

Así se refería Isaac Albéniz a España, como esa «morena ingrata» que no veía -ni por supuesto agradecía- lo que el genial compositor estaba haciendo por la música española. Se fue a Francia, Albéniz, y a Inglaterra, que allí lo valoraban. Y no volvió a España sino a morir al sol (y ni eso, que falleció en el lado francés de los Pirineos).

Conocer

Para muchos pueblos, el conocimiento es riqueza. A un dowayo (y de esto sabe mucho Nigel Barley) no se le puede preguntar por su cultura alegremente: pedirá un pago, una contraprestación, por compartir con nosotros su experiencia. Un curandero -ya no sólo dowayo, sino de múltiples etnias- exigirá una ofrenda a cambio de indicarnos qué yerba sanará nuestros males: las plantas están ahí, no son de nadie, pero conocer sus efectos exige dedicación, estudio, trabajo. Y el trabajo se paga.

En España parece que nos hemos olvidado de esto. Durante un tiempo, no fue así: apreciábamos el conocimiento y luchábamos por igualar a nuestros hermanos cultos de Europa -franceses, alemanes, ingleses-, quienes, al no haber vivido la cerrazón y la estrechez de miras características de la dictadura franquista, nos daban veinte vueltas (en todo). Y casi lo conseguimos. Pero ahora, miserere nobis, volvemos a las andadas: a menospreciar el conocimiento, la cultura, a pisotear el legado; a infravalorarnos en definitiva.

Y el agravio comparativo se hace más patente aún. Nuestros vecinos cultos fichan en España a ingenieros, biólogos, médicos, arquitectos, fotógrafos, actores, cineastas, músicos, escritores… mejor formados que los suyos, y más baratos de mantener y, a cambio, magnates estadounidenses nos convierten en el lupanar europeo, previa excepción de nuestro estado de derecho. No es posible concebir un mayor desprecio por lo propio; no se puede ser más ruin.

Innovar

Con este panorama, ¿quién se atreve a innovar en España? Sabiendo como sabemos que el mundo es otro, que ha cambiado, y que tenemos que adaptarnos al nuevo medio -es decir, sabiendo que la innovación es clave para la supervivencia-, ¿quién se arriesga? Innovar, sí, es una necesidad, pero implica un esfuerzo y un riesgo con frecuencia inasumibles, mucho más en la tan injustamente castigada España. ¡Que inventen ellos!, que diría Unamuno.

Ahora bien, si por lo menos supiéramos reconocer el valor, el arrojo, el heroísmo -¡la grandeza!- de nuestros emprendedores, la cosa iría bien encaminada, pero a menudo, ni siquiera. Los tenemos a nuestro lado, son nuestros amigos pobres, ésos a los que tenemos que invitar a café -porque ni para eso sacan-, ésos que dedican años a trabajar en proyectos que no terminan de prosperar, ésos que cada vez están más locos… y más solos.

Homenajear

Así que no rendiremos hoy homenaje a los que arrimaron el ascua a su sardina y huyeron de España -«pobrecitos»- cuando el temporal empezó a arreciar. El premio al ingeniero emigrado está en su cuenta corriente, con eso debería bastar (además de haberlos formado, no pretenderán que les agradezcamos la estampida).

En cambio, sí nos descubriremos ante aquellos que apostaron por sí mismos -es decir, por su pueblo- y se quedaron a construir una patria de la que sentirse orgullosos.

El secreto de la colmena

Con este título -y con la apostilla «Retratos de innovación»-, acaba de publicarse una serie de cortometrajes documentales dirigida por Carmen Comadrán. Los podéis ver gratis, en Youtube, y probablemente os sirvan de inspiración.

Carmen es una emprendedora que constituyó, pocos años atrás, una productora audiovisual en Asturias. A base de mucho esfuerzo y gracias a su valía personal y profesional, está consiguiendo lo imposible: es presidenta de la Asociación de productoras, miembro promotor del Cluster Audiovisual de Asturias, ganadora de uno de los premios del Festival de Cine de Gijón y ahora ha conseguido arañar una ayuda de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT) para realizar -junto a Pisa- «El secreto de la colmena». Y resulta que, con toda humildad, en estos «retratos de innovación», Carmen cede la palabra a emprendedores de distintos puntos de España, para que orienten a los demás, para que los animen, como si lo suyo estuviera exento de mérito.

Carmen, para ti nuestro homenaje… Tu trabajo es muy valioso, merece la pena, no te rindas… El precio que pagas es muy alto y -quién sabe- quizás nunca nadie te lo agradezca… España, es verdad, es esa «morena ingrata» de la que hablaba Albéniz… Fred Astaire -quién lo duda- bailaba como los ángeles… Y descuida, que tú no estás loca… Y no, tampoco estás sola.

Ver «El secreto de la colmena – Retratos de innovación»

Web oficial «El secreto de la colmena»

Transparencia, visibilidad y porno de fondo

A menudo, nuestro trabajo consiste en convencer a nuestros clientes de que la arruga es bella.

Porno de fondo

Internet lleva con nosotros, con los españoles, menos de dos décadas. Antes, las películas porno, en VHS, circulaban de mano en mano entre los adolescentes. Eran tan escasas y su demanda tan fuerte, que uno se veía obligado a pedir la vez, como en el mercado, si quería optar a tan indudable beneficio.

Se aprendía mucho con esas películas. Ya no sólo de «técnica sexual» -esa gran desconocida-, sino también de cine, de hacer cine, de cómo hacer cine. Y precisamente, se aprendía tanto, porque las películas porno, por lo general, eran de ínfima calidad: se veía el truco.

Transparencia

De manera que los realizadores de aquellas abominables producciones (y no por abominables menos deseadas), en su pereza, en su incompetencia, o quizás en su paroxismo, se mostraban -fielmente reproducidos en su obra- tal y como eran: unos chapuzas.

Y aquello le daba más encanto a la cosa, porque en el sexo, si bien la seducción marca la pauta -y la seducción es engaño, media verdad y maquillaje-, lo que de verdad excita es la sinceridad. Uno no quiere que le regalen el oído -o la vista, en este caso- con fraseos manidos, con ojos en blanco, con gritos heréticos, con mentiras. Uno quiere ver -y escuchar- una excitación real en el otro. Uno quiere sentirse deseado por lo que de verdad es. Y uno quiere encontrarse con el otro, en plena desnudez, en el placer mutuo.*

Aquellas pelis tenían mucho de realidad. De hecho, podrían analizarse como ingenuos documentales: erráticos, sin propósito historiográfico, pero fieles al objeto: transparentes. Y entre tanta transparencia, a veces, con suma satisfacción, un observador atento podía, al fin, atisbar un destello -en ellas, claro, en las actrices- de sincero placer robado.

Visibilidad

Con la publicidad sucede lo mismo. El espectador de hoy está tan saturado de mentiras -engaños, medias verdades, maquillajes- que busca desesperadamente algo real, que le muestre que la empresa con la que va a contratar está gestionada por seres humanos de verdad, y no por una máquina de construir falsedades, aunque sean bellas. Quiere gente honesta, gente de la que pueda fiarse. Gente normal.

Y aquí aparece de nuevo Internet, ese medio que lo ha cambiado todo, empezando por la pornografía. Internet permite no sólo que el ex-novio resentido publique una grabación de su antigua amada en circunstancias poco decorosas, sino también que todas las empresas tengan una página web, que publiquen sus fotos y vídeos, que establezcan una relación continuada con los clientes… Que se muestren, en definitiva.

Cómo mostrarnos es una decisión que hoy todos debemos tomar. Y todos somos todos, desde los individuos hasta los gobiernos, pasando por las familias, las instituciones, y por supuesto, las empresas. Mostrarlo absolutamente todo no parece razonable, ni siquiera de buen gusto (pensemos en la moda y en sus regímenes de visibilidad), pero de ahí a construir una gran mentira de nuestra empresa… ¿Queremos ofrecer una imagen de algo que no somos? ¿Eso nos beneficia? Y la gran pregunta: ¿lo lograremos?

Lo más probable, si intentamos engañar al espectador, es que no lo consigamos. Porque el espectador -recordemos- no se cree nada, y siempre -desde su más párvula infancia- está buscando la verdad detrás de la mentira, como un incansable detective, que quizás no detecte siempre el engaño, pero que con frecuencia sí detecta la verdad, la verdad que no se le ha querido contar. Y, por eliminación, pensará que todo lo demás es mentira.

Nuestra posición ante esto, ya lo decíamos al principio, se resume en la frase «la arruga es bella». Señores, que todos envejecemos, que todos somos humanos, que todos morimos, y que nadie es perfecto: acéptense, apuesten por ustedes mismos, ¡quiéranse!, identifiquen sus fortalezas y debilidades, sus deseos y expectativas, sus principios y valores, y cuéntenselos al mundo, sin miedo, sin medias tintas. El mundo les querrá por ello.

Notas

Foto de portada: «Aullido» por Miguel Peláez

*Aquí cabe un análisis mucho más profundo, vinculado a la Antropología y a la Psicología -pulsiones inconscientes, relaciones de poder…- en el que no entraremos ahora, pero sí en futuros artículos.

Open Data Fest

Los próximos días 25 y 26 de enero se celebra en Gijón el primer Festival de Datos Abiertos, una iniciativa que pretende fomentar el uso de datos públicos -gestionados por las administraciones-, para el desarrollo de productos y servicios innovadores por parte de empresas de la región.

A tal fin, la Fundación CTIC y el Ayuntamiento de Gijón -promotores principales del Festival- ponen a disposición de los asistentes un espacio físico (ubicado en el Centro de Cultura Antiguo Instituto Jovellanos), medios técnicos adecuados y un equipo de expertos que ayudarán a los emprendedores a desarrollar sus aplicaciones. Asimismo, las mejores ideas generadas durante el festival podrán beneficiarse durante tres meses del apoyo del Centro Tecnológico de la Fundación CTIC y del Centro Municipal de Empresas de Gijón.

Más información

David frente a Goliat

Ayer se presentaba en Oviedo el proyecto «David frente a Goliat», una iniciativa cuyo objetivo es fomentar en España la cultura innovadora a través del ejemplo de pequeñas empresas que han conseguido abrirse camino en mercados dominados por grandes corporaciones. Cuatro documentales y doce reportajes, realizados por la productora asturiana Tierravoz ilustran la actividad de estos empresarios.

Dirigidos por Carmen Comadrán y César Díez, los audiovisuales no se limitan a exponer, como si de un catálogo se tratara, un listado de buenas prácticas corporativas, sino que ahondan, siguiendo el estilo característico de estos realizadores, en la experiencia humana de emprender. De este modo, la moral del emprendedor, su visión particular del mundo, se sitúa en el centro mismo del proyecto, en tanto en cuanto la actividad de la empresa no es tan relevante como su filosofía.

«David frente a Goliat» nace como un proyecto interactivo en el que se persigue la participación ciudadana. Concebida como obra en proceso, la página web www.davidfrenteagoliat.com aloja un mapa en el que, por sugerencia de los usuarios, se incluirán progresivamente nuevos ejemplos de empresas que han hecho de la innovación su modo de subsistencia.

Además, el proyecto se compone de una serie de acciones formativas y de una guía didáctica, para todos aquellos que estén interesados en emprender, en innovar, o en fomentar esta cultura en sus redes de acción social.

Junto a Tierravoz, participa en el proyecto la consultora Pisa, especializada en innovación, con el apoyo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT).

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I Strategy Week

Clip de la I Strategy Week organizada por el Estudio de Estrategia Coontigo y el Parque Tecnológico de Asturias a finales de 2011, un evento en el que a través de talleres y conferencias que se prolongaron durante una semana, se incidía en la importancia para cualquier empresa del diseño de su estrategia de negocio y se demostraban las ventajas que entraña la colaboración entre ellas.

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