Serrat sin Serrat
Vivo como está (y esperemos que por muchos años), Serrat no aparece en ningún momento del documental, de no ser por las viejas fotos y grabaciones que sus hermanos cubanos han conservado y que con tanta fruición muestran. Sus canciones, sin embargo, su obra, son, en sí, el propio documental. Y la perspectiva, claro.
Cuba
Cuba le quiere, Cuba admira a Serrat, y eso es mucho decir. Porque Cuba es una potencia cultural de primer orden; porque la música cubana -tanto en letras como en sones- es Grande. Porque que Cuba cante a Serrat es un símbolo cargado de Historia y de respeto por el Arte, es un icono de lo trascendente, lo esencial, de la prístina desnudez del pobre poeta iluminado, en comunión con el espíritu del público. Es mucho decir.
Y en «Cuba le canta a Serrat» (Joan Minguell, 2005) aparecen nada menos que el Nat King Cole cubano, Ibrahím Ferrer, y las ya leyendas Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Cantando a Serrat.
Serrat y la palabra
En verso. Sin despreciar las orquestaciones, las canciones de Serrat son poemas. De ahí que en su día tuviera tantos problemas, cuando la palabra no valía tan poco como hoy; cuando cantar en catalán, o decir que no reconocía Gobierno español más allá del de la Segunda República, costaba el exilio y la condena al ostracismo.
Y el documental
Está bien. Es sencillo, como una guitarra. Y contiene la compleja belleza del último medio siglo.
Aunque casi da pena… Porque -inevitablemente siempre pasa- la gente muere. Y cuando uno ve a otros hablar de Serrat, cuando uno ve grabaciones antiguas y fotos de Serrat, cuando uno escucha canciones que ya sabía, de Serrat, pero ahora en boca de otros, uno siente esa losa que es la ausencia. Y desea con todas sus fuerzas -«a dentelladas secas y calientes»- que la Parca esta vez se equivoque y que nunca asistamos a ese levante otoñal, a ese entierro sin duelo; a ese temido y eterno Serrat sin Serrat.
Combinado de glorias
Wim Wenders es uno de los grandes directores europeos. Sus películas son bien conocidas en según qué círculos, aunque completamente ignoradas en otros. Quizás las más famosas sean «El hotel del millón de dólares» -con actuación de Mel Gibson y banda sonora de U2- «El cielo sobre Berlín» -con Bruno Ganz y Peter Falk (Colombo)-, «Lisbon Story» -con la banda portuguesa Madredeus- y el documental que hoy nos ocupa, «Buena Vista Social Club».
«Buena Vista…» en principio trata sobre la gira que en 1998 realizó un grupo de música cubana formado por viejas glorias, grandes maestros olvidados, alrededor del mundo. Rescatados por el guitarrista y productor musical estadounidense Ry Cooder, figuras como Compay Segundo, Ibrahim Ferrer o Rubén González obtienen, octogenarios ya, poco antes de morir, el reconocimiento que merecen.
Canciones arrancadas del recuerdo popular y sentidas en carne propia cobran forma en estas voces pulposas y densas, curtidas durante décadas de puros habanos aliñados con ron. En este sentido, el documental es un testimonio insustituible. Registra esos momentos tan especiales que tuvieron lugar en el estudio de grabación, durante los ensayos, los preparativos, las actuaciones…
Pero Wim Wenders no se conforma con cubrir el evento, él siempre explica el mundo alrededor, o por lo menos lo retrata. Mediante entrevistas a cada uno de los componentes del grupo, accedemos a una perspectiva de Cuba que nunca antes se había plasmado. Es una visión en la que castristas y anti-castristas estarán de acuerdo, en la medida en que Wenders observa la sociedad cubana sin juzgarla. No se centra en las bondades o vilezas del Régimen, ni en la pobreza o riqueza económica de la isla, sino que nos invita a conocer el modo de vivir de sus gentes. Preeminentes cantantes como Ibrahim Ferrer se ganan la vida limpiando zapatos, pero exhalan una clase de felicidad muy difícil de encontrar por estos lares.
Y esto es lo que consigue Wenders, hablar de lo uno y de lo otro, al mismo tiempo, en la misma imagen, en el mismo espacio. Así, no sólo talento es capturado, sino carácter, creencias, relaciones, habitación, transporte, educación, y en definitiva todos los elementos que configuran el mapa de una cultura. No es la música cubana la retratada en este documental: es Cuba misma. Y, por contraste, el mundo entero.
*Durante un tiempo peligrosamente indeterminado, el documental completo se puede ver en Youtube. No os lo perdáis.
El derecho a sanar
«Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar» (Refranero popular)
Hoy hablamos de un documental estrenado en 2007, titulado «Sicko» y dirigido por el polémico cineasta Michael Moore. «Sicko» aborda el tema de los servicios sociales en Estados Unidos, especialmente el servicio sanitario, desde una perspectiva transcultural, esto es, comparando el sistema americano con sistemas implantados por otros países como Canadá, Gran Bretaña, Francia, o Cuba.
El servicio sanitario en Estados Unidos, como ya sabrán, no es ni universal ni gratuito, sino que depende de la afiliación -o no- del paciente a un seguro médico. Moore, a través de testimonios de afectados, dibuja un panorama desolador, en el que la inmensa mayoría de los ciudadanos estadounidenses quedarían -por una razón o por otra, de un modo u otro- excluidos de la cobertura sanitaria.
Para su sorpresa, los sistemas sanitarios europeos, así como el canadiense y el cubano, prestan un servicio gratuito e indiscriminado del más alto nivel, sin que por eso los ciudadanos se vean hipotecados para sufragarlo. En contraste con ellos, Estados Unidos emerge, no ya como un país despiadado, sino como el epicentro mismo del Mal.
Pero el Mal es contagioso, y ni los buenos médicos son capaces de erradicarlo, de tal modo que el panorama que describió Moore en 2007 quizás ya no sea aplicable hoy. En estos cinco años, muchas cosas han cambiado en Europa y aunque la situación de Estados Unidos siga siendo peor que la europea en cuanto a servicios sociales, los recortes que se vienen realizando aquí en los últimos tiempos amenazan con hacer tambalearse a este envidiable estado del bienestar.
Moore indaga en los orígenes de ese «estado del malestar» estadounidense y apunta a una única motivación: la económica. La codicia de los gobernantes, unida a un individualismo extremo -«egoísmo», podría decirse-, característico de la cultura «made in USA», han despojado en pocas generaciones a todo un pueblo de su derecho a sanar. En pocas generaciones, repetimos.
Es muy especial, este Moore. Sin perder el sentido del humor, critica con máxima dureza a su propio país, a su propia cultura, y lo hace por amor. Sí, porque para decir una verdad de este calibre, a la cara, es necesario no sólo ser valiente, sino sobre todo anteponer el bien ajeno al bien propio. ¿Qué es el amor, sino ese ejercicio de altruismo? Michael Moore puede costear sus propios tratamientos, no nos engañemos, tiene dinero y fama mundial, podría vivir en cualquier lugar del mundo, no necesita un sistema sanitario gratuito y universal en Estados Unidos. Pero, del mismo modo que un hijo se enfrenta a su padre alcohólico y le pide que pare de beber, Moore sigue haciendo documentales. Quizás el padre alcohólico no atienda a las razones del hijo, pero el hijo no puede hacer otra cosa… Al fin y al cabo, es su padre.
Ser un ser humano
Acaba de estrenarse la serie documental «Ser un ser humano», una coproducción de siete escuelas de Cine de distintas partes del mundo: La Universidad de Magdalena (Colombia), el Instituto de Cine de Madrid, el City College de la Universidad de Nueva York, el Instituto de Cine y Televisión de India, el Red Sea Institute of Cinematic Arts, de Jordania, y la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, con el liderazgo de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba).
La serie aborda seis temas que consideran esenciales para comprender las diferencias y las similitudes entre los seres humanos: el amor, la cultura, el sustento, la fe, el miedo y la esperanza. Cada uno de estos temas se trata en uno de los capítulos de sesenta minutos de duración que componen la serie.
La factura es profesional (HD 16:9) y el proyecto ha sido íntegramente desarrollado por alumnos o graduados de estas escuelas, con la tutoría de sus profesores.
El estreno ha tenido lugar en la Casa de América de Madrid y la serie itinerará por distintos festivales de todo el mundo, antes de su difusión en canales de televisión. La UNESCO ha participado en la iniciativa y su sede de París ya ha ofrecido un pase.