La plaza de Margaret Thatcher (Hydra de Lerna)

Ana Botella (en adelante AB), ama de casa metida en política por ser la mujer de un ya ex-presidente de España, llegó a la alcaldía de Madrid para jugar a ser decoradora y demostrar cómo de bien sabe gastar el dinero del contribuyente, construyéndose dentro del Ayuntamiento un pequeño apartamento, y lo bien que se le da jugar al monopoli con el plano de la capital del Estado sobre la mesa. Por eso, y por razones que luego expondré, no me ha sorprendido -pero sí indignado- la noticia que he leído en la prensa sobre el nombre que le han puesto a una plaza situada en pleno distrito de Salamanca, concretamente en la confluencia entre la calle Goya con el Paseo de la Castellana, junto a la plaza de Colón.

¿Quién era Margaret Thatcher (en adelante MT)? Pues una señora inglesa que gobernó su país desde 1979 a 1999. Querida por unos y odiada por muchos, se ganó a pulso el sobrenombre de «La Dama de Hierro».

Frases célebres de MT:

«En cuanto se concede a la mujer la igualdad con el hombre, se vuelve superior a él»

– En esta frase, y a mi modo de ver, se encierra el peor de los machismos: el despotismo disfrazado de feminismo.

No quisiera que pensarais que no soy consciente de la lucha que, durante muchos años, han tenido que mantener muchas mujeres por la igualdad. Pero en esa lucha parece que lo femenino está reñido con la reivindicación. Que las mujeres (y no me incluyo) por querer ser como los hombres, han copiado hasta los defectos. Son las llamadas «mujeres de hierro». ¿Es esto necesario? En esa carrera, hemos criticado tanto al género masculino que nos tienen miedo. Que una mujer con poder es mucho más peligrosa que un hombre.

«Cualquier mujer que sepa llevar los problemas de una casa está muy cerca de entender los de llevar un país»

– Leyendo esta frase puedo entender la razón por la que AB «redecoró» el Ayuntamiento de Madrid. Y también puedo entender por qué a muchos hombres les cuesta aceptar la capacidad de muchas mujeres para llegar a las más altas esferas de poder.

«Nadie recordaría al buen samaritano si, además de buenas intenciones, no hubiera tenido dinero»

– Frase lapidaria donde las haya. Convierte una bella historia de generosidad y compasión en algo sucio al igualar los valores morales con el dinero.

Tal vez por esta visión sobre la «generosidad» , le propuso al primer ministro australiano la compra conjunta de una isla para enviar allí a los vietnamitas que huían de los comunistas. De esta forma, acallaba su conciencia y alejaba el problema de su «Gran País».

Nadie le va a negar a MT su brillante inteligencia, que usó para manejar y manipular a todos los que estaban a su alrededor. A MT le perdían las adulaciones y por eso se rodeaba de «hombres» a los que no les importaba hacerlo, con tal de que su cabeza no fuera defenestrada (somos conocedores de la «inclinación» de los ingleses a cortar cabezas).

Hay una anécdota que demuestra -y pone en tela de juicio su inteligencia y evidencia su machismo- el escaso sentido del humor que tenía esta señora. En cierta ocasión, MT se rompió una pierna que la mantuvo -y retuvo- recluida en el hospital durante un par de semanas. Paralelamente, un ministro de no sé qué país, idolatrando la figura de la dama, le puso «Thatcher» a su adorado perro. El pobre animal murió. No se sabe muy bien si por el nombre o por alguna enfermedad sobrevenida. El caso es que este señor, compungido por la tragedia de su mascota, envió misivas a sus amistades diciendo «Thatcher ha muerto». Claro que se refería al can, no a «la de hierro», que aún permanecía en el hospital. El incidente a punto estuvo de desencadenar un grave problema diplomático. Con lo fácil que hubiera sido llamar por teléfono y aclarar la situación, reírse del malentendido. Tendría que haber considerado un honor que este señor llamara a su querida mascota por su apellido.

MT nunca quiso que su condición de mujer tuviera relevancia política. Sin embargo, no se cansó de utilizarla para reivindicar la igualdad entre ambos sexos.

MT introdujo la sección 28 en la que se prohibía la enseñanza o la promoción de la homosexualidad.

Claramente, AB es fan de MT. AB quería ser como ella, la gran dama de hierro, pero se le olvidó que no sabía hablar la lengua de Shakespeare. Ni gobernar su casa, de ahí que no supiera solucionar problemas políticos. Ni ser una buena samaritana porque se gastaba el dinero -de todos- haciendo ostentación no sólo de poder, también de desprecio por el sufrido contribuyente. Tampoco a nadie se le ocurre utilizar el apellido de AB llamar a su mascota, porque la pregunta sería: «Botella, ¿de qué?»

Lo que sí han demostrado ambas mujeres en extremos distintos -y es lo único que las aproxima-, es que cuando una mujer de ese calado socio/cultural/mental accede a un puesto de poder, no es que se comporte como un hombre, es que, en su afán por emular a los grandes estadistas, se convierte en tirana la una y en manirrota la otra. Que el poder emborracha y la resaca es tremenda porque la sufrimos todos. Que a algunas mujeres, una vez han accedido al poder, se les olvida que para gobernar hay una condición «sine qua non»: la humildad.

Pero no pierdo la esperanza (y no me refiero a la otra «dama» madrileña).

¿Por qué ponerle Margaret Thatcher a una plaza en nuestro país teniendo nosotros tantas deudas con héroes nacionales?

Lo que ha hecho AB, ha sido instrumentalizar la historia. Veamos:

-Antonio Escobar Huerta, el general olvidado. Guardia Civil, hombre de honor, honrado, íntegro, defensor de la República Española y la Constitución de 1931, a la que había jurado lealtad. Aunque siendo católico, mantener su juramente era una osadía o una condena a muerte. Mantuvo su fe intacta durante los años de la guerra. Luchó en el mismo bando que los anarquistas de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), que despreciaba y perseguía sus creencias. A pesar de ello, ni las ocultó ni renegó de ellas. Escondió monjas en su casa y, tras curarse de las heridas que sufrió en la Batalla de Madrid, le pidió a Azaña poder viajar a Lourdes para rezarle a la Virgen.

Fue fusilado el 8 de febrero de 1940 en los fosos del Castillo de Montjuic.

– Juan Marrero Pérez, «Hilario», jugador del Real Madrid. Intercedió por prisioneros republicanos en La Coruña, ante piquetes encargados de darles el «paseíllo».

La animosidad que sigue despertando la tragedia de nuestra guerra, condena al olvido a personajes como éste.

Durante la Guerra de la Independencia contra los franceses, además de las conocidas, están las grandes olvidadas:

– María de la Consolación de Azlor y Villavicencio, durante los asedios de los franceses, puso su casa, su trabajo y su hacienda a disposición de los defensores civiles y militares de Zaragoza. Amunicionaba las baterías artilleras con víveres y pólvora. Durante la jornada del cuatro de agosto, armada como un combatiente, formó baterías en su calle con pelotones femeninos. En 1809, y a instancias del mismísimo Palafox, reclutó gente para defender el Coso. Además organizó partidas en el pueblo Bureta. Murió a los 39 años.

– María Francisca de Sales Portocarrero, quiso participar en las asociaciones patrióticas, pero se encontró con la dura oposición de los hombres que las componían, ya que estos consideraban que si entraba una mujer en alguna de las asociaciones estas se convertirían en algo frívolo. Finalmente lo consiguió junto con otras trece mujeres. Desde allí, trabajó de una forma enérgica y brillante por la educación de la mujer y para mejorar las condiciones de las que estaban presas. Lo que ella hizo hoy se denomina «programa de inserción social».

He dejado para el final a un personaje que me subyuga: el Almirante Blas de Lezo. Un personaje poco conocido para mayor vergüenza de AB y MT. El Almirante perdió un ojo durante la guerra de sucesión por el trono de España, defendiendo el castillo de Santa Catalina. Con 15 años perdió una pierna en la batalla que mantuvieron la armada española y francesa contra ingleses y holandeses. En 1713, perdió un brazo en el segundo sitio de Barcelona. Pero lo que nunca perdió fueron los cojones, a pesar de ser apodado «medio hombre» o «patapalo».

Los ingleses no sólo ocultan sus derrotas ante los españoles, les gusta atribuirse victorias que nunca existieron.

Del 13 de marzo al 20 de mayo de 1741, tuvo lugar la Batalla de Cartagena de Indias, entre la armada inglesa y la española. La nueva Armada Invencible, comandada por el almirante Edgard Vernon, con 39.000 soldados, 3.000 piezas de artillería y 195 navíos, trató de invadir Cartagena de Indias, defendida por el Almirante Blas de Lezo, con 3.600 soldados y 6 navíos. El rey inglés estaba tan seguro de su victoria que mandó acuñar monedas para celebrarlo. En ellas se leía: «La arrogancia española humillada por el Almirante Vernon…» En realidad, el humillado fue el rey inglés y el almirante Vernon, que tuvo que huir para salvar su vida a costa de perder su dignidad.

Y nosotros, bueno, nosotros no, Ana Botella, le pone a una plaza española el nombre de una inglesa cuyo mérito fue ser apodada «la dama de hierro» por su inflexibilidad y por ocultar divinamente su condición machista haciendo creer a casi todos que luchaba por los derechos de la mujer. De este modo, sigue condenando al olvido a tantos y tantos héroes patrios, negándoles el reconocimiento que merecen.

Espero que los ingleses le devuelvan el halago que tanto desea AB, dándole su nombre a cualquier cosa que no sea una calle, una plaza o algo que esté relacionado con la cultura.

Estas son algunas de mis razones para renegar de quién reniega de la historia de mi país.

Ya lo dijo Antonio Machado:

El enemigo -los traidores de dentro y los invasores de fuera- se iba poco a poco / aproximando a Madrid.

Sólo es España si es España toda

… Y tiene España una bandera.
Si a mí me quitan de que la quiera,
yo no sería español.
Sería de otra nación cualquiera.
(fandangos naturales)

El independentismo catalán plantea las elecciones del 27 de septiembre como plebiscitarias y, una vez realizadas, parece estar dispuesto a proclamar unilateralmente la independencia de Cataluña y a continuación ponerse a trabajar en la construcción del nuevo Estado. ¡A tal punto hemos llegado! Quién lo hubiera dicho hace cuarenta, veinte o tan sólo cinco años… Y, sin embargo, porque a todos aquellos que veían venir lo que ocurre actualmente y lo que se avecina de manera inminente les ha correspondido el triste sino de la pobre Casandra que adivina el futuro sin que nadie le haga caso o la tome en consideración, ahora los peores augurios son absolutamente plausibles. La desidia y exceso de confianza del Estado y el gobierno central, la insensatez de Mas y Convergència y el eficaz fanatismo antiespañol de una parte nada desdeñable de la sociedad catalana, amén del -hasta hace bien poco- culpable silencio de la banca catalana, han hecho posible el estado de cosas actual y su irrefragable evolución futura. Veamos uno por uno estos elementos que han dado lugar al problema tal y como se nos presenta en la hora actual.

I) CAUSAS DEL ACTUAL ESTADO DE COSAS

a)La desidia del Estado y el exceso de confianza del gobierno central. La presencia del Estado en Cataluña ha ido menguando hasta hacerse prácticamente irrelevante. El espacio que le correspondía no ha quedado vacío, obviamente. Como era de prever ha sido ocupado, y luego dilatado, por unas fuerzas independentistas que sí se han tomado muy en serio su papel y sus objetivos, si bien sus esfuerzos por desalojar al Estado Central que gestiona y representa a la nación, a España, no se hayan revelado excesivos ni por asomo por haber encontrado el terreno abandonado y con todas las infraestructuras intactas (no se ha dado la política de tierra quemada pues no se cedían pertenencias al enemigo, sino a una región propia) por defección del Estado. En este sentido, y valga como ejemplo, la dejación de obligaciones y la cesión de competencias en materia educativa ha sido letal. Tamaña irresponsabilidad ha dado lugar a numerosísimas hornadas de jóvenes educados en el odio visceral a España.

b) Los sucesivos gobiernos centrales han pecado también de una grandísima incuria, mas sobre todo de exceso de confianza. Aunque conscientes de la deslealtad intrínseca del nacionalismo y de la deriva cada vez más antiespañola que iban tomando los gobiernos autonómicos de la Generalitat, han preferido timoratamente mirar para otro lado, evitar roces y pensar ingenuamente que los nacionalistas nunca osarían ni llevar tan lejos sus pretensiones como para plantear abiertamente y sin tapujos la independencia, ni consumar su traición. Es más, algunos, como Zapatero, no sólo no han puesto traba alguna a la deriva secesionista del nacionalismo, sino que la han alentado.

c) La insensatez de Mas y Convergència, empeñados en resucitar las aventuras de Macià y Companys, incapaces de escarmentar en la cabeza pretérita, que no ajena, de estos dos Presidents y dispuestos a lanzar un nuevo órdago que, esta vez sí, les permita ganar, sea el definitivo.

d) El fanatismo antiespañol, inteligentemente alimentado por la educación pública autonómica y los medios de comunicación mayoritariamente en manos de la Generalitat, apoyado paralelamente con gran entusiasmo por el gobierno vasco y los nacionalistas gallegos que también vivieron un período de un relativo esplendor, ha ido ganando terreno, viendo cómo su principal valedor más radical, ERC crecía como nunca, se fortalecía y ganaba importantísimas batallas como la abolición de la tauromaquia en todo el territorio del Principado. Y esto es tan cierto que el PSC, desde el primer tripartito, fue haciéndose cada vez más nacionalista y, por tanto antiespañol o, cuando menos, ambiguamente antiespañol. En cuanto a IU-Iniciativa per Catalunya, huelgan los comentarios. Por lo que hace al Partido Popular, víctima del torticero, mas eficaz, razonamiento de la equidistancia por el cual tiene este partido tanta culpa de lo que pasa como aquellos que agitan las cosas desde el secesionismo, duda, vacila y acaba por tropezar, desmarcándose también a su manera del fantasma y espantajo del centralismo al proponer melonadas como aquella ideada en 2012 por Alicia Sánchez Camacho del «autonomismo diferencial». ¿Y  Ciutadans? No se han estrenado con responsabilidades de gobierno realmente relevantes, mas sería mezquino no concederles que han sido capaces, desde la nada, de levantar un partido que, dentro de Cataluña, defienda a España y su integridad.

e) El silencio de la banca catalana. Hace unos años, cuando Mas tomó el poder y declaró sin ambages cuál era su objetivo, el actor Ramón Fontserè, con gran lucidez, señaló que la concreción, o no, en hechos de los despropósitos de Artur Mas y de Convergència i Unió dependerían en gran medida de la postura que tomara La Caixa. La Caixa, sin embargo, hasta hace escasísimos días, no ha dicho esta boca es mía y hasta entonces sin duda ha hecho bueno aquello de que «quien calla, otorga». La opinión desfavorable a la secesión por parte del señor Fainé, posiblemente, llegue algo tarde.

II) LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y AUTOCENSURA PARA NO OFENDER

Antes de proseguir, permítaseme poner en evidencia la descompensación (o doble rasero) entre las declaraciones y propósitos de los separatistas, por un lado, y los de aquellos que defienden la unidad de España, por otro, llegándose al extremo de que el independentista declara abiertamente que romperá la Constitución, por creerse con derecho a ello, mientras que si alguien, a pesar de toda la timidez y cautela con que lo haga, sostiene que la Constitución no puede ser rota y apunta, como ha hecho Morenés, el ministro de Defensa, a preguntas de periodistas, que no motu proprio, que una de las misiones del Ejército consiste en defender la unidad de España, los independentistas lo tomen como una declaración de guerra. Así, por ejemplo, Ramón Tamames, por no citar directamente el caso catalán, en su artículo «Prim y la nación española» (ABC. 28/3/2013), alude a la Guerra de Secesión americana en los siguientes términos, como quien dice «dejándolo caer»: «… en la (constitución) de EEUU… no se incluyó ningún derecho de secesión. De modo que al enarbolar la bandera de la Confederación siete estados del Sur, en 1861, el presidente Lincoln no vaciló en plantear la reconstrucción de la unidad nacional, recurriendo al legítimo uso de las armas, en su calidad de comandante supremo». Los independentistas juegan con ventaja en el terreno de las declaraciones y de la expresión de las ideas. En efecto, ellos pueden decir cuanto quieran; sus enemigos, sin embargo, no, pues todo cuanto no sean paños calientes servirá tan sólo para encrespar más los ánimos, atizar la hoguera y ser siempre tachado de intolerable por el separatismo. En definitiva, que la batalla de la información la tienen ellos ganada de antemano. Ellos pueden decir y dicen cuanto quieran; por el contrario, los que creen en España han de andar con pies de plomo. Así pues, altavoces para los independentistas y rubores para los defensores de la unidad. ¿Qué es romper la patria sino un golpe de Estado, tal y como ya lo intentara en su día Companys? No obstante, ¡ay de quien invoque al Ejército para preservar esa unidad!, que es por otra parte cuanto ocurrió en 1934, en plena Segunda República Española, a la hora de abortar la rebelión secesionista de la Generalitat. Se le motejará de franquista, de fascista, de golpista y hasta de genocida.

III) INCONVENIENTES DE LA INDEPENDENCIA PARA LOS CATALANES

Sobre la posible, o probable (o ¿cierta?) independencia catalana se ha argumentado en su contra que:

a) económicamente, empobrecería grandemente a Cataluña. Lo ha sostenido el gobierno nacional actual hasta la saciedad e incluso da la impresión de que Mariano Rajoy haya sido, en este aspecto, monotemático. Llevan razón el gobierno y su presidente. Que la renta per cápita, entre otras claras desventajas, se retraería, es una evidencia. Sin embargo, por mucho que se diga que los catalanes son «fenicios» y muy apegados al dinero, no parece que ese empobrecimiento amilane al nutrido sector independentista, lo cual prueba que es un error cifrarlo todo en lo económico. En efecto, el sentimiento de patria va mucho más allá por ser eminentemente emocional. Algo más de ello se dirá más adelante.

b) Cataluña se vería fuera de la Unión Europea y así pues fuera también del sistema monetario europeo, fuera del tratado de Schengen, etc., y además, con el veto de eso que quedara de España pendiendo a modo de espada de Damocles sobre ella, nunca podría ingresar como tal nación catalana en la Europa comunitaria. Aunque, personalmente, crea yo que si se produjera la independencia, Cataluña a la postre acabaría por ingresar como Estado nacional en la UE, es también bien cierto que no se haría de manera inmediata y que habrían de ser muchos los años, con sus consiguientes penalidades, que hubieran de transcurrir antes de su verificación.

No son desdeñables estas trabas y a pesar de ello el independentismo sigue adelante sin que sus posibles votantes parezcan temerlas. Frente a la ausencia de un patriotismo español y alimentándose de ese vacío, se erige, poderoso y en expansión el nacionalismo catalán.

IV) LA CUESTIÓN DEL PATRIOTISMO

¡El patriotismo español!… La gran cuestión. En cuántas ocasiones los equidistantes no nos habrán dicho aquello de que sí, que de acuerdo, que los nacionalismos vasco -con novecientos asesinatos a la espalda- y catalán son lo que son, pero es que también hay un nacionalismo español que los quiere eliminar… Como el capitán pirata de Espronceda, «¡yo me río!». ¡Cómo va a haber un nacionalismo español cuando ni siquiera hay un patriotismo español! Por desgracia. Es nuestro gran vacío nacional, nuestra gran falla.

Soy consciente de que el vocablo «patriotismo» goza de funesta fama. Remite generalmente a la exaltación no muy razonada que del concepto hiciera Mussolini y luego los distintos fascismos hasta que, en el caso alemán, el nacional-socialismo se lo incorporara y, haciéndolo partícipe del racismo, lo identificara a sus horrendos crímenes. En España el franquismo abusó del término, asociándolo al nacional-sindicalismo y al nacional-catolicismo (Falange, carlismo, tradicionalismo, etc.). De ahí que la gran mayoría de nuestros intelectuales, con pusilanimidad, al hablar de la necesidad de un patriotismo español, le hayan añadido siempre el adjetivo «constitucional» o «constitucionalista». Sin embargo, el patriotismo no es reductible a un régimen, a una fórmula política por mucho que ésta consagre las libertades, entre otras cosas porque la patria es previa a la constitución. El patriotismo desborda esos márgenes políticos, siempre estrechos, por muy generosos que sean y, además, siempre puramente intelectuales. El patriotismo es algo emocional, es el amor al pasado histórico, a los antepasados que fueron conformando nuestro ser nacional (¿definiría ahora Kant, como hiciera en su día, a España como «la tierra de los antepasados»?), a nuestra cultura (que puede ser diversa, no necesariamente monolítica) y nuestras lenguas y hablas, a nuestros paisajes, a nuestras diversas gentes con quienes convivimos y conformamos nuestro país; es un proyecto de convivencia actual y para el futuro que busca mantener lo propio, enriqueciéndolo y mejorándolo en lo por venir. Todo ello dentro siempre de una visión aérea, de una perspectiva profundísima y anchísima, en las antípodas del patrioterismo de campanario y del apego primario al terruño.

El patriotismo tiene, como mínimo, un punto de irracionalidad, como toda manifestación afectiva (enamoramiento, amistad, simpatía, efusión lírica, afinidad, fe y religión, misticismo, etc.). Sobre esa base irracional conviene construir un edificio racional, entre otras cosas para que el patriotismo no degenere en nacionalismo pues éste, para vivir, requiere de uno o varios enemigos que alimenten permanentemente su odio, motor de su existencia. El patriotismo suma; el nacionalismo fragmenta.

España, en palabras del historiador vasco Fernando García de Cortázar, necesita «una tranquila pasión nacional».

V) ARGUMENTOS INÉDITOS CONTRA LA INDEPENDENCIA DE CATALUÑA

A continuación querría desplegar  una serie de argumentos contra la independencia de Cataluña que, creo, no han sido nunca esgrimidos por nadie, a excepción del primero, que sin embargo tampoco ha sido profundizado. Quizá hayan sido pensados, pero, que yo sepa al menos, nunca explicitados, algunos de ellos porque anuncian auténticas catástrofes. Son, por tanto, absolutamente inéditos. Mas antes de pasar a exponerlos, hemos de detenernos a considerar, aunque sólo sea por un momento, que España, desde el punto de vista territorial, es la suma de todas sus regiones. Quiere esto decir dos cosas:

1) Que los habitantes de ninguna de esas regiones, por más que se llamen «nacionalidades históricas» (en el caso que nos ocupa, los catalanes) tienen derecho a plantear unilateralmente la separación. La parte no puede imponerse al todo. Es el todo el único que puede decidir sobre sí mismo o sobre una o varias de sus partes. A esta conclusión llegó, por otra parte, el Tribunal Constitucional Canadiense, tras la agitación independentista del Quebec y sus referéndums para la secesión.

Tan sólo en caso de invasión, ocupación, de maltrato contumaz, de explotación, la parte ultrajada podría hacer valer sus derechos. Por ello, en estos casos, la ONU reconoce el «derecho de autodeterminación» a los pueblos colonizados y oprimidos. Como sería francamente ridículo que una región, o si se prefiere nacionalidad histórica, miembro de un Estado occidental de la Unión Europea, quisiera hacer valer ese derecho reservado a países como, por ejemplo, Timor Oriental o Sudán del Sur, la trapaza del nacionalismo consiste en modificar el nombre del derecho, denominándolo más descafeinadamente, y también más progresistamente, «derecho a decidir».

Por mucho que quieran engañarnos incluso historiadores de prestigio como Josep Fontana, Cataluña está con todos nosotros desde el principio. La Historia de España no se concibe sin Cataluña. Cataluña confluye naturalmente en España con el destilar lento de la Historia, de los hechos relevantes y de los hechos cotidianos y rutinarios, de la expansión imperial, de las guerras contra el extranjero (vg la Guerra de la Independencia o Guerra del Francès, como se llamó en Cataluña), de las iniciativas económicas, de las fusiones de toda índole, etc. «Y quien dijere lo contrario, miente».

2) Que España es, desde el punto de vista territorial, toda España. Por tanto hablar de Cataluña versus España («Espanya contra Catalunya» fue el título de un congreso de Historia organizado y amparado por las autoridades catalanas, en concreto por el Centre d´Història Contemporànea del Departament de Premsa de la Generalitat) o de las relaciones entre España y Cataluña como quien habla de las relaciones entre Bélgica y el Congo Belga (la metrópoli y la colonia) o entre Francia y España (dos Estados soberanos), es una peligrosísima falsedad. Si se ha de hablar con propiedad, aunque sea más largo, se habrá de decir «Cataluña y el resto de España».

Falso es también hablar de una futura España sin Cataluña, no porque Cataluña no pueda independizarse, sino sencillamente porque España, sin Cataluña, no puede ser ya España y, por tanto, en buena ley, no podrá seguir llamándose España. Habría que rebautizarla. Sin Cataluña y los catalanes (como sin El País Vasco y los vascos o sin Galicia y los gallegos), con inmenso dolor, no podríamos considerarnos más que «ex-españoles» y habría que buscar una nueva denominación para la mermada comunidad de huérfanos en que nos convertiríamos.

Habiendo aclarado estas cuestiones, podemos pasar ya a exponer los argumentos contra la independencia que presentábamos como inéditos.

a) El taifismo: A nadie en su sano juicio se le puede escapar que si Cataluña se independizara, a continuación vendría el País Vasco y, luego, Galicia. Muy probablemente no quedaría ahí la cosa: Andalucía seguiría y posteriormente alguna región más. ¿Canarias? Canarias, junto con Ceuta y Melilla, serían ocupadas por el reino de Marruecos. ¿Con qué fuerza lo que quedara de España podría oponerse al extranjero cuando ni siquiera puede llamar al orden a la más pequeña de sus regiones, pues todas, además, se le insubordinan y se le declaran ajenas?

b) La guerra: Cuán ingenuo sería todo aquél que pensara que, una  vez fragmentada España, aunque triste y desolado, el panorama quedaría estabilizado ya por muchos años o incluso por siglos. Al revés. Se iniciaría un período de fenomenal inestabilidad porque el irredentismo de los nuevos países se manifestaría con irresistible pujanza. Una Cataluña crecida y eufórica reclamaría el conjunto de los Países Catalanes (País Valenciano en su totalidad, las Baleares y la franja catalano-parlante aragonesa; tan sólo, por lejanía, l´Alguer (Alghero) quedaría fuera de la reclamación pancatalanista). Una Euskal Herria pletórica de pujante ardor buscaría la anexión de toda Navarra. ¿Se llevarían a cabo estos Anschluss también sin derramamiento de sangre por tenerlo todo previamente atado y bien atado? ¿Todos los valencianos, baleares y navarros lo aceptarían? ¿Las franjas castellano-parlantes quedarían de brazos cruzados o apelarían a Castilla (lo que quede de ella) en su defensa? Guerra, desplazamientos de poblaciones, refugiados, enorme confusión. Crímenes y barbaridades en el más puro estilo hispánico-balcánico. Reviviríamos los ex-españoles aquellas crueldades y venganzas fratricidas (ahora ex-fratricidas) de nuestras edificantes guerras carlistas y guerra civil. Las partidas, las guerrillas, los milicianos, los facciosos, ¡echarse al monte!

Sin contar que Euskadi Norte y Cataluña Norte pertenecen a Francia y que también se verían hostigadas por el irredentismo. ¿Permanecería Francia de brazos cruzados?

Europa, los Estados Unidos de Norteamérica, acabarían por haber de intervenir, poniendo más que en solfa la nueva soberanía, recién adquirida, de los nuevos Estados nacionales.

c) Un país cualquiera: Supongamos que Cataluña deje España; lo que quede -que, repito, no es España pues España es todo y no puede por tanto seguir llamándose «España»- será, como la propia Cataluña independiente, algo bien pobre y menguado, algo bastante birria, la verdad. Sin ánimo de ofender y honni soit qui mal y pense atribuyéndome dementes obsesiones de un dominio habsbúrguico periclitado ya, aun cediendo a todo patriotismo el mismo valor cualitativo, creo que, desde el punto de vista cuantitativo, hay dos categorías de patriotismo: el de las grandes naciones y el de las otras naciones, respetables ambas categorías, como no podía ser menos, pero con mayor peso específico la primera, que corresponde, como ya se ha dicho, a aquellos países grandes y de gran cultura que política, militar y culturalmente han hecho la Historia conformando el mundo tal y como es. Entre ellos hallamos a Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, Rusia, recientemente los EEUU y, claro está, España.

Si Cataluña marchara, nos dejaría desamparados. Tanto mis hermanos catalanes, por su lado, como mis hermanos ex-españoles no catalanes, por otro lado, ¿qué serían ya?, ¿qué tipo de naciones conformarían? Algo equiparable a una Letonia o un Luxemburgo (pero mucho más pobre), o una Finlandia (y, por favor, que no se me ofendan los nativos de esos países; apelo a su sentido racional de la objetividad). Países pequeños. Los independentistas hablan a propósito de una Cataluña independiente como de «la Dinamarca mediterránea». Un país pequeño.

Ofendidos, humillados y, para más inri, menguados. Como descendiente de españoles, como heredero de la Reconquista y de la unión de las coronas hispanas, salvo la de Portugal, no puedo ni quiero tolerar que se me expolie y se me rebaje desde mi condición de español, condición histórica grande, a la de persona histórica de segundo orden y, probablemente, a menos aún, a la de auténtico pelagatos, junto al ex-compatriota catalán, en las esferas internacional e histórica.

d) Mutilación: Si se nos arranca Cataluña, cómo no hablar de mutilación y ¡de las más importantes! No es ablación de un dedo o del lóbulo de la oreja, sino de un brazo, del diestro además. No obstante, aunque disminuido y tullido, el manco sigue vivo e incluso puede, a base de voluntad, aprender a ser zocato. Por otra parte su alma, aunque acongojada al principio y muy dolida por la pérdida del miembro, ha quedado intacta, pudiendo incluso, con paciencia e inteligencia, recobrar la plenitud.

Sin embargo, la pérdida de Cataluña sí que afectaría indefectible y permanentemente al alma. Sería una ausencia, un vacío, enormes, permanentes e insoslayables. De ahí, por tanto, que no se deba ni se pueda hablar de mutilación física, mas sí de mutilación, de cuajo, del alma.

e) Desnaturalización:

«… y para ello, es necesario forzosamente, que todos nos desnaturalicemos de los reinos de España donde nacimos, neguemos la obediencia al rey don Felipe, señor de ella, pues es claro que nadie puede servir a dos señores, y porque no se pongan dilaciones en cosa tan importante y útil a todos, haciendo yo principio, digo que me desnaturalizo desde luego de los reinos de España, donde era natural y que si algún derecho tenía a ella, en razón de ser mis padres también naturales de aquellos reinos y vasallos del rey don Felipe, me aparto totalmente de este derecho, y niego ser mi rey y señor, y digo que no conozco ni quiero conocerlo, ni obedecerlo por tal…

La impresión fue profunda. Ya no eran palabras, eran visiones las que pasaban ante los absortos ojos de aquellos hombres zarandeados en las más profundas fibras de su sentimiento y de su ser. Era la majestad del rey bajo la que habían nacido y que se confundía para ellos con la bendición de Dios. Era la visión de sus pueblos, en un rincón de España, como cubiertos y arrasados por un fuego de maldición. Eran sus padres, sus barcos, sus caballos, sus canciones, borrados y ennegrecidos de pronto por una azufrada bocanada de infierno. Muchos cerraron los ojos y se persignaron».

Este pasaje corresponde a la novela de Uslar-Pietri, «El camino de Eldorado». En él, el loco Aguirre o Aguirre el traidor, como él mismo a sí mismo, sin asomo alguno de hipocresía, se denominaba, acaba de proclamar como nuevo rey a don Fernando de Guzmán y, para consumar su traición, con arrojo de malvado shakespeariano, decide desvincularse totalmente de su patria para, así, libre y vacío de todo, mejor acometer la nueva conquista del Nuevo Mundo, arrebatándoselo a sus antiguos compatriotas. Para ello, necesita de la desvinculación afectiva total de todos sus soldados, quienes se ven así forzados a la desnaturalización.

Cuando a uno lo fuerzan a ser apátrida, que es lo que ocurriría con nosotros si Cataluña se independizara, ¿qué le espera? El vacío afectivo, la mengua cultural, el palpar de ciego, la más profunda de las melancolías, el sentimiento vicario de traición pues la traición, consumada por los felones, recaerá inevitablemente sobre el traicionado, creándole esa impresión desazonadora de estar moralmente sucio.

Pienso en mí (y no es egolatría; soy sólo la muestra de todos los forzados a la desnaturalización) y observo que ya no soy español, que es lo que constituye mi ser, y que por tanto se me impide la generosidad, la amplitud de miras, la fraternidad con quienes fui criado en la españolidad. ¿Qué me queda? ¡Ser castellano! ¡Qué belleza!… Ser mucho menos de lo que soy ahora, de lo que todavía soy. Y, así, renunciar a los mares de mi patria, a las montañas periféricas, a las culturas y a las artes cantábricas y mediterráneas, a la comunión hispánica para de esa manera ¡regresar al Medioevo! No, no puedo tolerar que los enemigos de España me reduzcan y regredan a la condición pre-española, superada por la Historia, de «castellano». Yo nací en Castilla y mi lengua materna es la castellana, sí, mas rechazo con toda la fuerza de mi corazón que mezquinamente se me encierre en los estrechos límites de mi región, de mi arcaísmo. No puedo tolerar que se me arrebate lo que es mi ser, lo que me legaron mis antepasados de tantas regiones de España y la Historia de mi patria.

Sin rubores, con fe, con patriotismo, proclamo que soy ¡español!

Del árbol caído (Carmen Cereña)

He leído en la prensa que últimamente, en Madrid, se caen muchos árboles o, cuando menos, ramas de considerable tamaño. Uno de esos árboles, una falsa acacia, llegó a matar a un pobre militar que sesteaba a su sombra en el Parque del Retiro. Desde luego que era falsa y traidora, más que el Iscariote. Otro, más tarde, chafó un coche estacionado sin, afortunadamente, nadie dentro. Una membruda y aleve rama de otro cayó encima de la terraza de un bar de la calle Montera hiriendo levemente a cinco personas. ¡Buena envergadura la de la ramita de marras! Un segundo brazo, bien cereño también, de pino piñonero se ha abatido hace unas horas nuevamente en el Retiro; felizmente no había nadie debajo. Parece que el problema, lejos de remitir, seguirá manifestándose en sucesivas ocasiones, en opinión de los expertos.

Volviendo a la rama que se desplomó sobre las mesitas exteriores del bar, se queja el dueño del establecimiento del perjuicio vegetal: los bomberos le tuvieron la terraza cerrada toda una hora con la consiguiente pérdida de ingresos y además algunos clientes, aprovechando la confusión, marcharon sin pagar. A río revuelto, como se dice, ganancia de pescadores, de pescadores pícaros, está claro. Tan claro como que «del árbol caído todo el mundo hace leña».

Es lo que más llama la atención, el cómo de la contrariedad ajena nos aprovechamos impunemente. En «La cabina», de Antonio Mercero, mientras el pobre José Luis López Vázquez se debate kafkianamente entre los asfixiantes cristales de la cabina telefónica como un pez dentro de estrechísima pecera, beneficiándose de que se arremolinan los curiosos para ver qué ocurre, un aprovechado le va hurtando al repartidor de una pastelería, de la bandeja que sujeta en alto, las apetitosas medias noches y se las va zampando.

Tras las batallas, antes que los buitres y los cuervos, llegaban los robamuertos, a ver qué podían sustraer de valor y en uno de los caprichos de Goya se ve cómo una moza, aunque temerosa, le arranca un diente a un ahorcado. ¿De oro? Para mercarlo o fundirlo. ¿Diente diente, diente de veras? Para algún conjuro o acto de magia negra.

No obstante, el más bello ejemplo de cómo reorientar en provecho propio la desgracia ajena, sirviéndose de ella, nos lo proporciona un delicioso relato medieval en verso, del siglo XIII, y en lengua provenzal, titulado «Flamenca», que es también el nombre de la heroína. En él, si mal no recuerdo, el monaguillo aprovecha la comunión de la amada para comunicarse con ella y concertar citas secretas. La comunión rememora la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo quien sufrió la humillación y las torturas de la cruz por redimirnos del pecado y para concedernos la vida eterna. Sus padecimientos son aprovechados por los enamorados para expresarse su amor terrenal. «Ama a tu prójimo» y amigo y amiga se toman en serio el mandamiento cristiano y lo aplican con éxito seguro. Tienen a Cristo de su parte.

En legítima defensa (Hydra de Lerna)

He leído en la prensa que en la capital de España, a los árboles se les están cayendo las ramas –que no ramitas-, incluso árboles enteros desplomándose sobre los suelos. A un militar que sesteaba bajo la sombra de uno de ellos en el Parque del Retiro, no le dio tiempo a reaccionar y murió aplastado bajo el peso del árbol.

Se cuentan por decenas los incidentes acaecidos en la capital, siendo protagonistas los árboles.

¿Estamos ante la rebelión de la naturaleza frente a los despropósitos de la humanidad? La verdad es que da un poco de miedo pensar en ello: “Humanos atacados por árboles”.

Irremediablemente, viene a mi memoria Bárbol, el líder de los Ents en El Señor de los Anillos. Los Ents son pastores de árboles. Ellos, a diferencia del resto, pueden desplazarse. En “Las dos torres” se cuenta su historia. Atacaron a los enanos porque éstos devastaron los bosques. Tampoco eran simpatizantes de los Elfos ya que, por causa de la guerra entre éstos y Sauron, los bosques fueron destruidos. Cada cierto tiempo, los Ents se reunían para celebrar una Asamblea, los llamados “Ent-cuentros”. Hablaban de los hombres traidores, estafadores, egoístas, ladrones de bosques… Y cuando Bárbol contempló la destrucción que Saruman había sembrado, lideró la última marcha de los Ents, destruyendo Isengard.

¿Seremos nosotros los nuevos “enanos y elfos”? O lo que es peor, ¿somos los nuevos “Saruman”? ¿Serán esos árboles caídos fruto de la marcha iniciada para acabar con nosotros? Desde luego, sería en legítima defensa…

Imposible no acordarse de otra película que habla de la rebelión de los árboles: «El incidente». ¿Os imagináis ir paseando por cualquier parque y, de repente, que la gente empiece a suicidarse delante de vosotros? La película plantea la delirante historia de unos humanos que, sin encontrar explicación, huyen sin rumbo y sin saber de qué. Lo más curioso es que si te lo planteas, si te planteas que en algún momento ellos, los árboles, puedan desprender una sustancia que enajene y te lleve a la muerte, no lo verás tan de ciencia ficción y te aterrará la sensación de desprotección. Pensadlo bien. Son grandes. Son muchos y son silenciosos. Además, cuentan como aliados con el viento y la lluvia. ¡Es tremendo¡ Nosotros que nos creemos tan grandes ser destruidos por ellos… aunque nos lo hemos ganado a pulso.

Ellos nos regalan sus frutos, su sombra –tan buscada en los calurosos días de verano-. No temen su desnudez cuando, llegado el otoño, dejan caer sus hojas sobre la tierra húmeda. Cuando olisqueamos el aire y éste huele a azahar, sabemos que ha llegado la primavera. Miramos el horizonte y vemos un campo blanco, son los almendros en flor. Talamos árboles sin compasión para dejar espacio a las nuevas urbanizaciones. Cambiamos la tierra por el asfalto. ¿Tenemos un árbol en nuestro jardín y nos molesta su ubicación? Pues lo cortamos y ponemos una sombrilla, porque en ese rincón quiero poner una barbacoa. Nos enfadamos con los niños si vemos que estos maltratan a un animal, pero si les vemos arrancar ramas o florecillas silvestres, nos da igual… hay más.

Puede que mis palabras suenen a que me alegra esta “rebelión”. Pero no es así. Me produce un profundo pesar porque no somos capaces de sobrepasar lo evidente para ir al mensaje final. Y, para mí, el mensaje final es que estamos provocando un daño irreparable contra la naturaleza. Hemos tomado prestado el futuro de nuestros hijos, amén del legado de nuestros padres, y sin que nos haya temblado el pulso, nos lo hemos cargado todo. Me gustaría que fuera una rebelión, pero me temo que se están muriendo de tristeza…

El examen final (Carmen Cereña)

He leído en la prensa que el Papa Francisco «ha desvelado qué preguntas habrá que responder en el Juicio Final», deleitándome de la ingenuidad del periodista que escribe un titular tal. O es un cínico que sabe reírse de todo o es la suya pura e ilusa simpleza.

El Juicio Final resulta ser un examen oral en la perspectiva no menos candorosa del Papa francisco: «Jesús nos reveló en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo las preguntas del examen en que seremos juzgados. El Señor nos reconocerá si nosotros lo hemos reconocido en el pobre, el hambriento, el marginado (este término es suyo; en el siglo I no se empleaba, demostrando que el actual es un papa à la page), el enfermo» Y añade: » Son cosas sencillas pero concretas». Gracias por tranquilizarnos. El examen está chupado puesto que, sabiendo las preguntas de antemano, bastará con preparar las respuestas en casa sin necesidad de apuntarse a una academia o de solicitar la ayuda de la empollona de clase. En cuanto al recurso de la chuleta, ¡que a nadie se le ocurra! Por allí anda siempre, vigilante y celoso de su deber el ujier celestial, Pedro, quien no se anda con chiquitas. Si en Getsemaní ya segó una oreja en un arrebato de cólera, en el día del Valle de Josafat, de una coz, mandará al tramposo rodando hasta el bálatro.

Más de uno, sin ambición. renunciando a la nota alta y conformándose con el aprobado, aunque sea raspón, establecerá un planning vital para, habiendo atendido un mínimo, el mínimo requerido, al enfermo, al marginado, al hambriento y al pobre, sin desgastarse demasiado, saque un 5 ó más bien un 6 por ser ésta la nota de corte en el sistema académico italiano y como el Vaticano se halla en Roma, seguro que la Gloria se rige por el plan de estudios de la República Italiana, lo cual no deja de ser ventajoso para todos pues sin llegar a ser un coladero como la española, tampoco es tan exigente como la germánica o la nipona, que así son ellos, tudescos y japoneses, unas cabezas cuadradas, unos hinca-codos que siempre estudian para matrícula y querrán ser los primeros también en el Juicio Final y como los hijos de Zebedeo sentarse a la derecha de Cristo en el Más Allá, que siempre juegan a ganar y por paliza además.

El examen final (Hydra de Lerna)

He leído en la prensa que el Papa Francisco ha “revelado las preguntas de examen” que nos harán en el día del juicio final…

¿Qué puedo decir? Pues que el titular de la noticia es, como poco, llamativo. Hay que seguir leyendo el artículo para encontrarnos con la verdadera “revelación” del Papa Francisco.

Me declaro agnóstica, aunque haya tenido una educación religiosa (o tal vez por eso). De cualquier forma, siempre he sentido una cierta rebeldía hacia todo lo eclesiástico. Que no hacia la religión católica en sí. Porque, para mí, la figura de Jesús es una figura heroica, plena y enigmática. De hecho, es uno de mis personajes favoritos. Y creo que se ha desvirtuado mucho todo lo que él predicó.

Nunca hubo un Papa que llamara especialmente mi atención, hasta que llegó el Papa Francisco.  Es una persona singular, abierta, humilde… su sonrisa es candorosa. Se ha arrodillado ante el pueblo, como hiciera Jesús.

“Jesús nos reveló las preguntas del examen en que seremos juzgados. Las encontraréis en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo. El Señor nos reconocerá si nosotros lo hemos reconocido en el pobre, el hambriento, el marginado, el enfermo”. “Son cosas sencillas, pero concretas, y al vivirlas se llena nuestro corazón de alegría y nos convierte en testigos creíbles del amor de Dios ante las personas que nos encontramos cada día”.

Éstas fueron las palabras en su primera homilía después del paréntesis estival. Volvedlas a leer. ¿No os parecen unas palabras hermosas?

Al Papa Francisco le gusta comenzar sus homilías con “Las Bienaventuranzas”. No solo las recita, también las analiza.

Las Bienaventuranzas hablan de la dignidad humana. Son promesas paradójicas hechas para sostener al ser humano ante la adversidad.

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos”.

“Bienaventurado” en las Sagradas Escrituras, significa “dichoso”, “feliz”.

Evangelio proviene de un vocablo griego que significa “buena nueva”, haciendo referencia a la existencia y milagros de Jesús. Dicha historia está escrita en cuatro libros, porque cuatro fueron los que la escribieron, llamados “los evangelistas”: Mateo, Juan, Lucas y Marcos.

El Papa Francisco es un nuevo “evangelista”. Extraer de contexto una frase de su homilía es, como poco, imprudente. Pero hay que entender que algunos periodistas necesitan recurrir a estas “artimañas” para sacar jugo a una noticia.

Lo que nos quiso decir es que, si hay juicio final, nosotros, al practicar el amor hacia los demás, ya tenemos las respuestas…

Seas o no católico, hay que reconocer las bondades de este Papa. Seas o no católico, hay que reconocer que, tanto los Evangelios como las Bienaventuranzas, son textos preciosos de los que podemos aprender todos…

Ha sido un placer para mí escribir sobre este Papa, al que admiro. Y recordar todas aquellas tediosas clases de religión que solo con el tiempo he sabido apreciar.

Muerte del uno a manos de los muchos (versión Carmen Cereña)

He leído en la prensa que han matado a patadas al portero de una discoteca de Tenerife. Lo atacaron entre cuatro y a fuerza de coces, al parecer de kickboxing, le quitaron la vida.

El portero era ruso, medía más de un metro noventa y pesaba ciento veinticinco quilos. Imagino, además, que, siendo como era portero de sala de fiestas, sabría luchar, inmovilizar, sacudir y poner de patitas en la calle a los turbulentos y alborotadores en busca de pendencia, así como a los borrachos. A priori, al menos, no debería ser sólo fachada y a la postre tampoco resultaría un paquete como pudiera serlo Toro, el púgil protagonista de «Más dura será la caída». Sin embargo, lo han matado. Uno de los agresores es un buen practicante de kickboxing que ha llegado incluso a tomar parte en competiciones internacionales. En definitiva, que porque eran cuatro frente a uno y, además, entrenados en una modalidad pugilística tremendamente agresiva, acabarían por derribarlo y, una vez caído, le atizarían lo indecible en la cabeza y en el tronco, lesionándole el cerebro y los órganos vitales. Patada tras patada. ¡con la fuerza colosal que tienen las piernas!

«Pero eran cuatro puñales / y tuvo que sucumbir». Se defendería como un jabato de los agresores, pero tal y como le ocurriera a Antoñito el Camborio, ante el número, él solo, le llegó el momento en que de nada le valdría ya su fuerza. Y sucumbió.

Ahora han cambiado mucho las cosas, tanto que he leído en la prensa que hay muchachas jefas de bandas juveniles violentas integradas por mozos y mozas; por otra parte, quién no conoce a las célebres malotas que por un quítame allá esas pajas le parten a una las narices como le sucedió hace años a mi amiga Diana en Móstoles, población de la provincia de Madrid. Antaño, no obstante, las niñas, y aún menos las chicas, no jugábamos nunca a arrearnos, pero recuerdo a mis hermanos y primos, envueltos en reyertas de varios, decir aquello de «Dos contra uno, mierda para cada uno».

«Estoy borracho, les gritaba, y soy buen gallo / cuando una bala atravesó su corazón». A Juan Charrasqueado, el personaje de uno de los corridos más célebres, los maridos, hermanos y padres ultrajados lo persiguen para matarlo; también otros que no son ni maridos ni hermanos, pero a los que corroe la envidia. Él, como héroe popular que es, siempre va solo. Quienes buscan su muerte, sabedores del valor temerario de Juan y medrosos de encontrárselo frente a frente, se reúnen en nutrida partida como jauría a la busca del lobo solitario con quien nadie osa toparse cara a cara y sin nutrido acompañamiento.

«Charrasco» o «charrasca», en México, es término popular con que se designan cicatrices y chirlos producidos con armas blancas. ¡Cuántos de esos charrascos, cosechados en lances de macho, no adornarán el cuerpo de Juan Charrasqueado, como las carnes de un torero! Juan, nos dice la canción, es «borracho, parrandero y jugador» y, en el amor, «valiente y arriscado». Aunque la canción no lo diga, las mujeres sabemos también que es apuesto, bien agestado y magnífico en sus palabras de amor… mas volvamos a la canción: Juan Charrasqueado está bebiendo solo en la cantina y allí un alma caritativa corre a advertirle del grave trance en que pronto se hallará como no huya a tiempo. «A la cantina lo corrieron a llamar / Cuídate, Juan, que ya por ahí te andan buscando. / Son muchos hombres, no te vayan a matar». Pero al Charrasqueado no le dieron tiempo ni de subir a su caballo, que «pistola en mano, se le echaron de a montón» y lo apiolaron.

César es tan grande que, a traición, para darle el pasaporte al bálatro, se han de conjurar unos cuantos ganelones. Entre ellos había de todo: rencorosos, envidiosos, malvados, pero también alguno animado de ideales de libertad que veía en la puñalada certeramente asestada el, por desgracia, único medio de impedir la dictadura en ciernes. Mas esa nobleza, llamémosla de esta manera, queda desmentida desde el momento en que se entra en una conjura y, así, por poner dos ejemplos, el fanático católica Ravaillac o la parva Charlotte Corday se nos antojan menos deplorables que los asesinos de Julio pues al menos actuaron -asesinaron- en solitario

«Tu quoque, fili mi». En su agonía, es lo que más le duele a César. Como ya se ha dicho, uno de los matones de la paliza al portero ruso practicaba el kickboxing y había competido en campeonatos internacionales; sabe pues que un combate de ley es un combate en buena lid, con las mismas garantías para ambos luchadores, sin ventaja de ningún orden para ninguno. Y que así gane el más ducho. No es una encerrona de matones en que la única regla es que, como sea, hay que eliminar al otro. «¿Tú también, boxeador?»…

Me apena aún más el hecho de que ese pobre portero sea extranjero, que muera tan lejos de su tierra y de los suyos. ¿Qué dirán las autoridades españoles cuando repatríen el cadáver? Acuden a la memoria las acongojadas palabras de Marie de France, poetisa en la corte anglo-normanda de los Plantagenêt en Londres: «Señores, no os asombréis. Un extranjero sin apoyo es un desdichado en otro país cuando no tiene a quien pedir ayuda». ¡Pobre Marie, poetisa en tierra foraña! ¡Pobre portero ruso!

Muerte del uno a manos de los muchos (versión Hydra)

He leído en la prensa que  Roberto Narcis Danceanu, de origen rumano, murió a causa de los golpes que recibió en una pelea. Era portero en una discoteca de Adeje (Tenerife).

No murió en el acto. Murió tres días después. Roberto recibió “varios puñetazos” en la cara que le provocaron “una fractura de suelo de órbitas”. La autopsia determinó como causa “última” de la muerte “un cuadro de edema agudo pulmonar”.

Roberto medía 1’90 y pesaba más de 125 Kg. En su juventud, fue boxeador. Murió por intentar mediar entre los que luego serían sus asesinos y su cuñado.

M.R. de 39 años y conocido luchador de kick boxing, junto con otro joven tinerfeño, fueron las manos ejecutoras que truncaron las ilusiones de Roberto.

Asesinos y asesinado tenían madre. Probablemente mujer e incluso hijos. Estoy triste, muy triste. No solo por la muerte violenta de un ser humano a manos de otro ser humano, también por sentir que nos estamos deshumanizando. Que el valor de una vida ya no tiene valor.

Me pregunto si la intención del asesino era matarlo o hacer gala de sus conocimientos de un deporte de contacto. ¿Es esto importante? Sí, porque los deportes de contacto deben ir acompañados de una mente en armonía. Porque una persona que practica este tipo de deporte (kick boxing, kárate, etc, etc.), debe estar en línea con el Universo. Saber que sus puños y sus piernas son armas y, por lo tanto, él está en superioridad de condiciones. Los que practican este tipo de deporte saben que un golpe puede ser mortal.

Y luego están los espectadores. Aquellos que, viendo lo que estaba sucediendo, no hicieron nada.

¿Qué sentirán la madre de uno y las madres de los otros? ¿Qué sentirán? Dolor. Un dolor desgarrador porque a una le han quitado la vida que ella creó. Y  las otras porque nunca podrán entender que aquellos bebés que parieron hayan sido capaces de semejante atrocidad. Se preguntarán en qué se equivocaron. En qué punto del camino les perdieron. Se culparán. Pero ellas no son culpables. Necesitarán buscarlos porque el dolor las ofuscará. Y no atenderán a razones. Porque para una madre, un hijo siempre es ese niño pequeño al que enseñó a caminar…

Y no entenderán que la culpa está repartida entre toda la sociedad: unos por activos y otros por pasivos.

Y no entenderán que aquella frase que les dijeron siendo niños “si te pegan, pega”, es como una semilla que, con el tiempo, germina.

Y echarán la culpa a “la mala influencia de los amigos”. A las fiestas en el parque. A la muchacha que le rompió el corazón cuando lo dejó por otro.

Le echarán la culpa al inmigrante… pero nunca tendrán en cuenta que fue una lucha desigual. Que no fue un “cuerpo a cuerpo”.  Porque para “tumbar” a un hombre de 1’90 y 125 Kg. hace falta algo más que fuerza: hace falta ser mayoría.

La noticia no habla del cuñado, origen de la disputa. Ni de las razones de ésta.

¿Y qué pasará ahora? Los rumanos ¿buscarán venganza? Porque la venganza no es simple. La venganza es un modo de recordar a los demás que deben tomarte muy en serio. Las personas más vengativas son aquellas que están motivadas por el poder, por la autoridad o por el deseo de mantener un determinado estatus social. Las personas menos individualistas están también más predispuestas a sentir deseos de venganza cuando alguien ofende a una persona que forma parte de su grupo, porque un daño a esa persona (con quien tiene una identidad compartida) se considera como un daño a uno mismo.

Pero la venganza solo hace daño al vengador porque, lejos de sentir alivio, crece en su interior el sentimiento de rencor.

“Me quedaré en España, compañero, me dijiste con gesto enamorado. Y al final, sin tu edificio tronante de guerrero, en la hierba de España te has quedado”. Elegía segunda de Miguel Hernández

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