Sin novedad en el frente
“¡La gente recordará el verano de 1914!”
Stefan Zweig
El mundo de ayer, 1942
El aire era cálido, la música sonaba a lo lejos, los soldados venían desfilando por la calle. Poco a poco aumentaba la intensidad del sonido; desde la ventana veíamos la banda de música precediendo a los soldados que marchaban marciales y contentos entre los vítores de la gente.
El viejo profesor Kantorek nos arengaba, nos comía el coco, exaltaba la grandeza y el honor de la patria, lo que suponía defenderla de sus enemigos. El orgullo de convertirse en héroe de la nación, vistiendo el honroso uniforme militar, para ir a la guerra y volver victoriosos.
Me llamo Paul Baümer (Lew Ayres). Siempre recordaré la última frase escrita en la pizarra, estaba en griego, era el comienzo de la Odisea de Homero:
“Dime oh musa sobre el héroe ingenioso que viajó a lo largo y ancho…»
¡Estamos listos para ir al frente, viva nuestra nación!
El entusiasmo de mis jóvenes compañeros fue multitudinario, salimos a la calle gritando de júbilo, arrojamos los libros al aire y, nos fuimos a alistar.
Éramos muy jóvenes, inconscientes, no entendíamos de vanos sacrificios, lo hacíamos por una causa justa. Nos creíamos invulnerables, eternos. Muchachos fácilmente manipulables por hombres sin conciencia, que siempre nos utilizarán para dominar y satisfacer sus despreciables ambiciones. No sabíamos que íbamos al sacrificio, a la muerte por ellos. Nada ha cambiado. En Europa los hombres iban al matadero, en nombre de sus emperadores, de sus reyes, de sus políticos, de sus generales.
Tras un breve periodo de instrucción, donde Himmelstoss –el cartero de nuestra localidad – nos hizo la vida imposible, llegamos al frente. Hemos conocido a los veteranos. Se han sorprendido al vernos, con nuestra ingenuidad; se lamentan porque nos convertiremos en carne fresca para el matadero. Sin embargo nos acogen con cariño, se han convertido en nuestros camaradas, en nuestros protectores, sobre todo Katczinsky (Louis Wolheim), el alma del grupo, inteligente, astuto, era como un padre protector.
Nuestra primera misión nos pone en contacto con uno de los elementos más terribles de la guerra, las alambradas. Nuestras cabezas, finalmente estaban en el campo del honor, con el canguelo en el vientre y la mierda en el culo. Kat – como llamábamos cariñosamente a Katczinsky -, nuestro veterano protector, nos explicaba cómo deberíamos evitar la muerte.
Pueblos convertidos en escombros, bosques reducidos a astillas, miles de tumbas improvisadas. Mis amigos, mis compañeros van desapareciendo uno tras otro, Müller, Kropp, Tjaden, Werthus, Kemmerich…
Nos enrolamos pensando en que era una aventura heroica, estábamos seguros de que combatíamos por una causa justa, pero la desilusión, la muerte nos golpeaba de tal manera, que nuestro maravilloso mundo va desapareciendo en un instante. Toda una generación quedaría destruida por esta infame guerra.
El olor de la pólvora y de la sangre, los cuerpos reventados, los gritos de los agonizantes, la continuidad en las trincheras, todo nos sacaba de nuestras casillas. No podíamos escapar, estábamos atrapados en esta salvajada, alimentada por un odio en uno y otro bando, hacía ya más de cuarenta años –La Guerra franco-prusiana 1870-1871-.
Organizamos las trincheras, teníamos la idea de quedarnos largo tiempo con el objetivo de romper las líneas enemigas, pero no lo pasábamos bien, atrapados por aquella guerra salvaje. Los bombardeos de la artillería, el tableteo de las ametralladoras, en medio del lodazal; nos diezmaban. Nuestro refugio es hediondo, húmedo, glacial en invierno, agobiante en verano; los jergones de paja se convierten en estiércol, las ratas, los piojos, los pedos, los pies, los cadáveres, el hambre, son nuestra mejor compañía. Éramos los futuros muertos de una gloriosa guerra a mayor grandeza de nuestra patria.
En el frente llega el momento para la salida, el toque de silbato y comenzamos a avanzar en una ofensiva definitiva. El enemigo replica y comienza a avanzar mientras nosotros retrocedemos, la artillería nos machaca, y yo debo refugiarme en algún sitio. El cráter de un impacto artillero servirá.
El enemigo se acerca, con tan mala suerte que un poilu –»peludo», así llamábamos a los soldados franceses– saltó sobre mí intentando matarme, pero yo he respondido hundiéndole la bayoneta en el tórax. Su agonía es lenta, bajo la noche lo siento respirar, es desesperante. Cada minuto que pasa, me siento más agobiado, más culpable. ¡Pobre tipo! Me siento responsable y le pido perdón una y mil veces. Él es como yo, un hombre nada más. Murió al amanecer, con mi promesa de escribir a su familia. Ya no le odiaba, la guerra tiene la culpa, la guerra sigue.
Una nueva incursión, me han herido, me siento morir, tiemblo de miedo, el dolor es insoportable, creo que la vida se me va poco a poco.
¡Dios! Estoy en el hospital, tiemblo cuando las manos del doctor tocan mi cuerpo ¿sobreviviré? ¿Me ocurrirá como a mis amigos? Quiero vivir, necesito vivir. He derrotado a la muerte, vuelvo a casa con un permiso.
Antes de la guerra estudiaba, jugaba con mis amigos, coleccionaba mariposas, era un niño amado y mimado. Ahora regreso y soy un hombre triste, he madurado, he crecido rápido y de una manera violenta. Mi casa, mi familia, mi pueblo, la escuela, ya no son lo que eran para mí. En la escuela, el profesor Kantorek pretende que yo aleccione a los jóvenes, no puedo –la guerra es luchar y morir-, y me marcho de allí como un traidor.
Soy un extraño, no es mi lugar, me siento desplazado e incomprendido. El frente es mi verdadero hogar, con mis camaradas, con Katcinsky, son mis camaradas, son mi familia, los vivos y los muertos; deseo regresar cuanto antes.
Mi madre me despide:
“La madre a Paul Baümer: – ¿Tienes mucho miedo?
-No, mamá.
-Quiero decirte una cosa: ten mucho cuidado con las mujeres francesas. Son malas…
-¡Ah madre! Para ti todavía soy un niño… ¿Por qué no puedo apoyar la cabeza en tu regazo y llorar? ¿Por qué siempre he de ser el más fuerte y el más sereno? Yo también quisiera, de vez en cuando, sollozar y ser consolado. En realidad no soy mucho más que un niño; en el armario está colgado todavía mi pantalón corto. ¡Hace tanto tiempo de esto! ¿Por qué ha pasado ya?”
El sueño se había convertido en una pesadilla. Combatíamos y moríamos en una guerra de tales dimensiones, que llegamos a creer que era la definitiva y por tanto sería la última de las guerras. ¡Qué risa me da! La historia del hombre, es una historia llena de conflictos.
Vuelvo al frente, me encuentro con mis camaradas, bueno, los que quedan. La guerra parece no acabar nunca. Además he perdido a mi amigo más querido, Katcinsky. Nadie gana, todos perdemos.
Regreso a las trincheras, vuelta a empezar, mi deber de defender a la patria se desvanece con cada bomba, con cada muerte…
Es un día tranquilo y sereno, la guerra parece que se acaba, está perdida, solo nos queda resistir y esperar el armisticio. Me despisto, la belleza de una mariposa en medio del infierno. ¿Por qué intenté salir de este agujero? Hubiera podido reaccionar de otra manera, soy un hombre, soy un veterano y debería saber que ciertas cosas no se deben hacer; por un momento he vuelto a mi infancia.
Es la hora undécima, del undécimo día, del undécimo mes del año 1918, se firmaba el armisticio, pero yo ya estaba muerto, ya no podía aguantar más…
Finalmente llegó la paz, pero desgraciadamente a esa paz le han sucedido numerosas más. Decían que era la guerra que acabaría con todas las guerras.
Celebramos el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, el 28 de julio de 1914. Un armagedon provocado por el hombre, que generó la muerte de 10 millones de soldados, debido a una política malintencionada de los hombres. Muchos de los conflictos que se dieron y se dan son por decisiones políticas. La huella de la Gran Guerra llegó y afectó a muchas partes del mundo, precedente de conflictos, Balcanes, Líbano, Irlanda del Norte, Palestina, Irak, Ruanda…
Pero no hay que olvidar que La Gran Guerra fue el origen de las ideologías autoritarias, comunismo, nazismo, fascismo…
Ésta es la historia de un descenso a los infiernos, la historia de unos hombres que murieron por la sinrazón de otros hombres, los poderosos.
“Sin novedad en el frente” (All quiet on the western front), es una soberbia película que se inspiró en la obra homónima del escritor alemán Erich Maria Remarque, pseudónimo de Erich Paul Remark. Novela de orientación antibelicista, fue publicada en Alemania en 1929.
De una obra literaria conmovedora, surgió una versión cinematográfica intensa.
Dirigida por Lewis Milestone, estrenada el 1 de abril de 1930, obtuvo numerosos premios, entre ellos el óscar al mejor director y a la mejor película. Es contundente desde su inicio, intensa en las descripciones, provocadora, con unos personajes que se acercan de una manera inmediata, provocando nuestra compasión, personajes a los que constantemente les ronda la muerte; mostrándonos la destrucción del ser humano cuando va a la guerra.
Es una obra maestra, filmada en blanco y negro, la primera película norteamericana de éxito del cine sonoro. Milestone en su afán perfeccionista, supo mantener el mensaje antibelicista de la novela.
Para la realización de la película, Milestone fue asesorado por veteranos de guerra alemanes. El montaje es espléndido para la época. La cámara sigue en todo momento a los soldados –los travellings laterales son constantes– en sus movimientos en el frente.
Los actores protagonistas no eran conocidos, esto hizo que su trabajo fuera más realista, se muestran sin ningún pudor, sin adornos, sin idealizaciones, es emocionante.
En su belleza, en su elegancia, la película nos muestra lo bueno y lo malo del ser humano, la descripción, la lucha, sin saber por qué lo hacen. Es la historia de una generación que volvió a sus casas con la decepción en sus vidas.
El montaje es excepcional, las trincheras son enormemente veraces, hasta el punto que fueron clausuradas por la inspección sanitaria, los ambientes, la participación de excombatientes alemanes; la fotografía está muy cuidada y estuvo nominada para el óscar –precisamente dicha fotografía contribuye al verismo y la crudeza de la rivalidad humana, los planos son impresionantes y el montaje fue muy puntero para la época-, así como, por el guión. El director de diálogos fue George Cukor, que había comenzado a trabajar en Hollywood en 1929.
Ochenta y ocho años han pasado y sigue siendo un auténtico alegato, una película profunda y plenamente actual, conservando su fuerza y su mensaje. Una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos.
El film fue boicoteado en Alemania, se arrojaron bombas incendiarias contra las salas de proyección. Los nazis quemaron rollos de la película, al igual que lo hicieron con las obras de Remarque, que tuvo que huir de Alemania, por considerarlo antinazi. Quizás fue el mejor favor que hicieron a esta obra.
La película es totalmente recomendable, y es un buen momento para revisarla, para visionarla.
El horror de la guerra inspiró a muchos hombres, como por ejemplo a J.R.R. Tolkien, que participó en la guerra como oficial de comunicaciones en la famosa Batalla del Somme (1916), hasta que enfermó de fiebre de las trincheras, transmitida por el piojo humano. En su obra “El Señor de los Anillos”, el enemigo está representado por el mal absoluto, que habita en la tierra oscura de Mordor; pudiera ser la representación del frente en la guerra del 14.
La Gran Guerra debería ser un ejemplo para los hombres del presente, para aprender de los errores del pasado, y así poder mirar al futuro desde el mencionado presente, evitando perder las generaciones futuras.
Ficha de la película en: http://www.filmaffinity.com/es/film541905.html
Diez obras cinematográficas imprescindibles para conocer la Primera Guerra Mundial:
“Senderos de Gloria” Stanley Kubrick, 1957
“El gran desfile” King Vidor, 1925
“La gran ilusión” Jean Renoir, 1937
“Armas al hombro” Charles Chaplin, 1918
“Johnny cogió su fusil” Dalton Trumbo, 1971
“Capitán Conan” Bertrand Tavernier, 1996
“Adiós a las armas” Frank Borzage, 1932
“La patrulla perdida” John Ford, 1934
“Lawrence de Arabia” David Lean, 1962
“La Reina de África” John Huston, 1951
“La Gran Guerra” Mario Monicelli, 1959
Diez libros imprescindibles para entender la Primera Guerra Mundial:
“El buen soldado Svejk” Jaroslav Hasek, 1922
“Nos vemos allá arriba” Pierre Lamaitre, 2014
“1914-1918, la historia de la Primera Guerra Mundial” David Stevenson, 2014
“Adiós a las armas” Ernest Hemingway, 1929
“El miedo” Gabriel Chevallier, 1930
“Viaje al fin de la noche” Louis-Ferdinand Céline, 1932
“El mundo de ayer” Stefan Zweig, 1942
«Missing of the Somme», Geoff Dyer, 1994
«La belleza y el dolor de la batalla», Peter Englund, 2008
“Poemas de guerra” Wilfred Owen, 2011
J. Antonio Aguiar
El Montalbano de Camilleri
¿Quién es Andrea Camilleri? Un siciliano, fumador empedernido, guionista, director teatral y televisivo y sobre todo un novelista de éxito. Militante comunista, comenzó a escribir en los años setenta sin mucho éxito. En los ochenta publicó una serie de novelas ambientadas en la ciudad imaginaria de Vigáta. En los noventa reinició la escritura después de un parón. Precisamente en 1994 publicó la primera novela –La sombra del agua- protagonizada por el Comisario Montalbano. Esta serie de novelas le catapultó al éxito. Su personaje es un héroe nacional que ha protagonizado hasta una serie de televisión, precisamente ahora se emite por la 2 de TVE, a las 21,30 horas del sábado –recomendable-.
El comisario Montalbano recibe su nombre como homenaje a otro gran escritor de novela policíaca, el catalán Manuel Vázquez Montalbán, conocido por ser el creador de otro gran investigador, Pepe Carvalho; aficionado a la gastronomía y a la literatura como Montalbano.
El lugar donde se desarrollan las historias, Vigáta, en la provincia de Montelusa, es en realidad Porto Empedocle y Agrigento respectivamente. El comisario además tiene múltiples colaboradores, Augello, Facio, Gallo, Catarella (que tiene graves problemas con el lenguaje), Galuzzo…
Montalbano es un excelente policía, con un celo profesional fuera de toda duda, aunque no duda en saltarse la ley para resolver complicados casos, es un gran lector y amante de lo culinario y un enamorado de su tierra siciliana.
Es irónico, los casos con los que se enfrenta son una representación de lo más sórdido de esta Europa en la que vivimos actualmente. Lucha contra la injusticia; su concepto de la justicia es profundo, va más allá de lo que dictan las leyes, y la sociedad. Su deber como ser humano es hacer lo mejor posible su trabajo como policía. No es un cruzado moderno, solo piensa en defender a los débiles y los necesitados, en esta sociedad hostil.
Su adaptación para televisión, dirigida por Alberto Sironi, está protagonizada por un excelente Luca Zingaretti (Salvo Montalbano). La ambientación es fantástica, pero quizás la acción sea algo lenta. Sin embargo, escuchar los diálogos en siciliano, plagado de palabras de origen catalán y español, es muy interesante.
Sin ser una excelente serie, es enormemente creíble, representa al antihéroe, que resuelve casos a base de sentido común, sin ningún tipo de herramienta tecnológica. Su claridad en las tramas le confiere una vitalidad y una belleza verosímiles; es una referencia a la vida.
La Sicilia que aparece es luminosa, de una grandilocuencia arquitectónica venida a menos, decadente, en ella el tiempo está ausente, parece no pasar, es lento; el silencio lo invade todo, las calles, los interiores, la propia comisaría. El ambiente rural cobra una especial importancia, al igual que el mar azul, dándole un tono costumbrista propio de la serie; una belleza salvaje. Sin olvidar que se debe ver en italiano, o debería decir en siciliano, para apreciar la humanidad, el humor y el carisma con el que se desenvuelven los personajes; en medio del silencio u «omertá», la Cosa nostra, la venganza, el miedo, la corrupción, la verdadera actualidad.
Las novelas de Camilleri son vitales y crueles, son hermosas, son intensas, y difieren en parte con respecto a la serie. Soy consciente de que el género policíaco, o «novela negra», es un género literario menor, según algunos, pero las novelas de este hombre me han enganchado.
Montalbano es como Maigret, no toma notas; es un método poco convencional, es más, en las últimas novelas ha perdido memoria (hay que recordar que el comisario es mayor en las novelas, mientras en la serie es bastante más joven). El personaje en su esencia es hijo del mayo del 68. Uno de los relatos del libro
«Un mes con Montalbano«, lo retrata como protagonista de los disturbios callejeros de su época universitaria, una experiencia que lo convertirá en crítico contumaz de la burocracia, la prepotencia de los políticos, de los policías corruptos o malos profesionales, de los periodistas sensacionalistas, de las injusticias sociales…
Las novelas de Camilleri son verdaderas crónicas de la vida siciliana, la comida, las casas, la gente y su lengua, las costumbres, sus relaciones…
Las novelas de Camilleri repasan sus gustos literarios, Sciascia, Pavese, Borges, Kafka, Leopardi, Pirandello, Dürrenmatt…
A pesar de su relación con Pepe Carvalho, está lejos de sus excesos. Está más cerca de Maigret, pero el belga no comía, no se bañaba, no iba con mujeres, no bebía, era un calvinista redomado.
¡Viva la novela negra! Vivan todos los escritores que se dedican o han dedicado a ella, Arthur Conan Doyle, Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Agatha Christie, Patricia Highsmith, Georges Simenon, Manuel Vázquez Montalbán, Leonardo Sciascia, Andrea Camilleri, Petros Márkaris, Assa Larsson y tantos otros.
El hombre tranquilo
Es Innisfree el punto final, el objetivo de todo hombre, el paraíso perdido, la Arcadia moderna, el lugar donde uno puede olvidar los problemas y encontrarse consigo mismo, con la felicidad. Un lugar donde uno se convierte en un hombre pacífico y enamoradizo, donde uno se fusiona con la naturaleza, una naturaleza idílica. Sean Thornton (John Wayne) encarna a ese hombre tranquilo (un ex boxeador) que vuelve a sus orígenes, después de haber tenido una vida intensa en los proverbiales Estados Unidos. Un irlandés que quiere olvidar su pasado, para reinventar su futuro. Allí conoce a la temperamental Mary Kate Danaher (Maureen O´Hara) de la cual se enamora, pero las dificultades son inmediatas. Su formación choca con las conservadoras costumbres irlandesas y la oposición de un fornido hermano que se convierte en el enemigo a batir. La historia se repite, es la lucha del hombre por superar las barreras que impone la vida. Innisfree está plagada de gentes de una profunda humanidad, pero a veces enormemente distantes.
Innisfree es un pueblo ficticio que toma el nombre de un poema del escritor y Premio Nobel William Butler Yeats. La trama se desarrolla en un lugar indeterminado y en un tiempo indefinido, porque John Ford quería crear una atmósfera de ensueño. Precisamente esto supuso rodar las secuencias en escenarios naturales, cerca del hogar de sus antepasados irlandeses.
El sentido del humor predomina en toda la cinta, las escenas de puñetazos son de las más gloriosas de la historia del cine, la cerveza corre en abundancia, las canciones son nostálgicas, el romanticismo… Todo ello en medio de un paraje idílico, la hermosísima isla de Innisfree, donde la vieja Erin o Éire está plena de vida cubierta por un manto verde.
La película es una de las obras maestras de John Ford, con una soberbia fotografía de Winton C. Hoch, colaborador también en películas como Centauros del desierto o La Legión invencible. El guión es una adaptación de Frank Nugent de una novela de Maurice Walsh titulada Green Rushes.
Obtuvo dos Óscar, al mejor director y a la mejor fotografía, contó con la participación de John Wayne, Maureen O’Hara -están excepcionales- Barry Fitzgerald, Ward Bond, Victor McLaglen, Jack MacGowran, Arthur Shields, Mildred Natwick, realizando todos ellos excelentes trabajos de actuación.
Se estrenó en Estados Unidos el 14 de septiembre de 1952 en copias en 35 milímetros y en un sofisticado sistema llamado Technicolor. Consistía en la filmación de tres negativos o películas, cada uno de ellos en un color -verde, rojo y azul-. Se introducían posteriormente en la cámara cinematográfica y, finalmente, se combinaban en el positivado de la película, reproduciendo el color con gran exactitud y brillantez. El resultado era una textura tan especial que fue el sistema reinante en el Hollywood clásico hasta los años 90.
El hombre tranquilo quedó en un vacío legal tras la muerte de su protagonista, también copropietario de la película junto a Paramount Pictures. Los herederos de John Wayne y el estudio litigaron durante años para llegar a un acuerdo sobre la futura restauración de su negativo y para exhibirlo en salas de cine de nuevo.
Recientemente, los herederos de John Wayne y Paramount Pictures por fin llegaron a un acuerdo para recuperar la genial obra. El negativo original ha sido escaneado a 4 K, fotograma a fotograma, y minuciosamente restaurado, para ser proyectado en los cines de hoy en día. Desgraciadamente solo se proyectará en salas de Madrid y Barcelona, disfrutando de la fotografía en alta definición digital.
La he vuelto a ver por enésima vez, pero ahora en pantalla grande y con la calidad digital da una sensación verdaderamente espectacular, y por supuesto me sigue entusiasmando, sobre todo porque los valores que nos muestra son eternos.
La película está filmada con el corazón, es pura poesía visual, acompañada por la soberbia fotografía. Es un canto a lo humano. Es una verdadera obra de arte; su calidad pictórica queda patente en cada imagen, con una composición perfecta, plagada de texturas, luz y color.
Lawrence de Arabia
Hay seis cosas que detesta el Señor, y siete que son para él una abominación: los ojos altaneros, la lengua mentirosa y las manos que derraman sangre inocente; el corazón que trama proyectos malignos, los pies rápidos para correr hacia el mal, el falso testigo que profiere mentiras, y el que siembra discordias entre hermanos.
Capítulo 6, El banquete de la Sabiduría, 6:16- 6:19.
Se han cumplido 50 años del estreno de la película Lawrence de Arabia. Todo un acontecimiento.
Basada en la obra de T. E. Lawrence “Seven Pilars Of Wisdom» («Los siete pilares de la sabiduría»), éste sería el título que llevaría la película, pero la familia de Lawrence lo impidió.
El film fue dirigido por el director británico David Lean en 1962, producido por Sam Spiegel, con excelente música de Maurice Jarre y guión de Robert Bolt; tuvo un gran reparto, Peter O´Toole; la gran revelación, junto con Omar Sharif, y otros muchos actores consagrados como Alec Guinnes, José Ferrer, Claude Rains, Anthony Quinn, Arthur Kennedy, Anthony Quayle, Jack Hawkins…
Visualmente la película es hermosa y perfecta, presentándonos un héroe que no es tal, extraño, controvertido, un loco.
Una película ideológicamente confusa, en la que el protagonista unas veces parece apoyar al imperio británico y su política colonial y otras a los árabes en su exaltación nacionalista. Liberador de los árabes ¿realmente quería la emancipación de los árabes? Si hubiera sido así, era un pésimo colonialista. Winston Churchill calificaba a Lawrence de hombre brillante, pero era un loco propenso al caos. Precisamente es un personaje que en la vida real no acabó bien, incluso la misión para la cual había sido elegido, aquella que se narra en la película, fue un fracaso.
La película es un verdadero poema visual, la historia de un hombre solitario que se desenvuelve en unos escenarios de dimensiones épicas. La reflexión de un hombre en soledad encarnada en el desierto, el gran protagonista silencioso, inmenso, infinito. La fascinación por el desierto se hace patente en la labor del cameraman Ernest Day. Los planos son de una calidad excelente. El amanecer en el desierto, los grandes espacios abiertos. El desierto es luz, es la belleza de lo más simple y monótono, es el misterio, es lo grandioso e intimista. Es la tragedia de un solitario en la inmensidad del solitario espacio. Será la gran prueba para Lawrence.
Una gran obra que ha ganado con el tiempo, es enormemente actual, el análisis del alma, el mundo de la aventura, el paisaje, la crisis, la intimidad, la soledad, la ruptura, la alegría, la depresión.
T. E. Lawrence era de una personalidad compleja y poliédrica; gran intelectual, traductor, líder, místico, arqueólogo, un verdadero hombre del Renacimiento. Psíquicamente deteriorado, morirá de una forma extraña -¿acaso fue un suicidio?- dada su frustración.
El poeta inglés Richard Aldington (1892-1962) escribió una biografía de Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia), muy controvertida, que logra machacar el mito del mencionado personaje, tildándolo de tramposo, mentiroso, homosexual…; y un gran intelectual que dominaba varias lenguas y que tradujo la Ilíada.
La película es de difícil encasillamiento, no se adentra en el mundo árabe, no es una película histórica, no es una película introspectiva, pero es un auténtico alarde narrativo. Está plagada de escenas maravillosas, como aquella en la que el Jerife Alí -encarnado por Omar Sharif- se aproxima desde el horizonte, como si fuera un espejismo, hasta llegar de una manera solemne y violenta al lado de Lawrence.
La película narra la misión de Lawrence durante la Primera Guerra mundial como oficial del servicio secreto británico. El objetivo era entrar en contacto con los árabes que estaban en conflicto con el Imperio turco. Su acercamiento al pueblo árabe le granjeó el respeto y la admiración de los mismos.
Nunca fue comprendida su actitud, sobre todo entre sus superiores, quizá por su acercamiento al pueblo árabe, con una intensidad y una admiración impropias de la política imperialista británica.
La esperanza de ver una Arabia unida e independiente se vio truncada por la ambición imperialista de las potencias europeas.
Al inteligente Lawrence le falló el propósito, fue un fracaso político y humano y nunca consiguió la creación del Estado Árabe.
El arte, un legado común europeo
“Cada vez que las facultades humanas alcanzan su plenitud, necesariamente se expresan mediante el arte.”
John Ruskin
Corren tiempos difíciles para Europa, la crisis económica afecta a todos los aspectos de nuestra vida, incluso a nuestros valores y a nuestra cultura ¿Está en juego la identidad de Europa?
Reflexionemos sobre cómo el arte, la cultura, contribuyó a definir la identidad de todo un continente. Los artistas e intelectuales supieron traspasar fronteras y además consiguieron ejercer una gran influencia y la ejercen todavía.
La pluralidad de naciones que hoy forman la comunidad europea son resultado de un largo proceso histórico, un sacrificio plagado de enfrentamientos y acercamientos, a veces con un nivel de destrucción sin precedentes. Hoy las diferencias siguen estando presentes.
Cuando citamos el nombre de Europa, rápidamente lo asociamos con el ideal de cultura. Más concretamente en las artes, la creatividad europea ejerció un verdadero dominio. Su papel ha sido fundamental y tuvo un punto de partida: las ciudades del norte de Italia y los Países Bajos. Las ciudades experimentaron un gran desarrollo, las comunidades se dedicaron a enriquecerse con el comercio y la industria y a la par se dedicaron al desarrollo intelectual.
Ésta era la clave de su dinamismo, la capacidad para ejercer dominio, son verdaderos centros de civilización, siempre partiendo del mundo clásico. El mundo antiguo proyectándose en el mundo moderno.
La ciudad se convirtió en un espacio para el desarrollo intelectual, imprimiendo un carácter universalista. En la urbe estarán las mayores oportunidades para intelectuales y artistas. Las nuevas clases sociales desarrollaron el humanismo, protagonizaron la evolución científica, pero también la representatividad y el carácter liberal que no solo se trasladará al mundo artístico, sino también al mundo sociopolítico.
El Renacimiento está en las raíces de Europa. Basándose en el retorno a la Antigüedad, nos preparaba para el futuro. Se gestaron los ideales propios de la modernidad, el individuo se concebirá como un ciudadano, consciente, sujeto político, como centro del universo, con nuevos valores, con un gran espíritu aventurero, emprendedor y creador. El nuevo ciudadano europeo se convertirá en el protagonista de la historia, un sujeto activo, dinámico, que se convertirá en espectador del mundo que le rodea.
El hombre y el artista se hicieron viajeros, contemplando el verdadero espectáculo de la naturaleza.
Europa sabrá transmitir a la humanidad esa idea de las artes como patrimonio de cultura, como espacio para el enriquecimiento de los individuos. La visión, el desarrollo de la mente y del oído lograron el enriquecimiento de las artes, incluidas la literatura y la música.
¿El arte? El arte nos sigue iluminando y descubriéndonos los signos, los mensajes, a veces invisibles de una realidad que nos rodea. Nos ha dado una patria común en la que vivir para poder gozar. No podemos dudar que ha tenido un papel en la construcción de Europa, pero tiene que ser dentro de un marco unitario, crítico, abierto a las diferencias, permitiéndonos conocer el pasado, para vivir el presente y caminar hacia el futuro. Un patrimonio común que puede renovar nuestro espíritu y hacer de nuestra vida algo mejor.
Europa es la conjunción de múltiples culturas, es la definición de hoy; los más modernos acuden al clasicismo constantemente, artistas como Miguel Ángel o Cézanne nos transmiten un verdadero espíritu unificador. Picasso y sus Meninas velazqueñas. Warhol y Hopper son verdaderos renacentistas.
Sin la pintura italiana o flamenca ¿hubiera sido posible la pintura española? Los pintores solo tienen una patria: la pintura y el gusto.
La creación de los museos en Europa generó espacios donde se intercambian ideas, donde podemos apreciar las diferentes formas generadas por los artistas. El Louvre o el Prado son grandes depósitos de la sabiduría europea, son instituciones internacionales que permiten admirar la grandeza de un artista como Velázquez, sea en Nueva York o en Pekín.
Europa es Europa desde que optó por la comunicación y la información, es un conjunto de concomitancias fruto de los siglos de acercamiento y alejamiento. Siempre está corrigiéndose a sí misma y pretende hacerlo con los demás. La cultura, el arte, han conformado Europa, sus glorias, sus miserias, lo sublime y lo ridículo, y su aburguesamiento.
Hoy los políticos intentan reconstruir Europa, pero olvidan la originalidad y atienden más a la oficialidad y a lo económico, se equivocan.
Ya no hay genialidad, el arte como expresión del continente ha entrado en crisis. Lo que hace un artista español lo está repitiendo un sueco exactamente igual.
Europa se tiene que reinventar, no se debe plagiar, se debe glorificar, Europa debe buscar la perfección, sin arredrarse; debe seguir buscándose a sí misma.
Es cierto que hoy nos domina la globalización, el lenguaje universal de las redes informáticas. Esta revolución ha permitido hacer cualquier cosa, es un emblema de poder, verdadero signo de la mentalidad del poder de un país, esto es la globalización y Europa debe engancharse. Mientras el arte chino se ha convertido en novedoso y lleno de frescura, la influencia del mundo occidental es clara y patente.
“Somos europeos porque es la única manera sensata e inspirada de ser hombre”
El diseño gráfico al servicio del cine
¿Quién puede ser capaz de describir una película a través de un CARTEL plagado de colores planos y formas geométricas esenciales? Saul Bass y yo, modestamente.
Saul Bass (1920-1996), gran aficionado al dibujo, estudió con Gyorgy Kepes, de su mano conoció la Bauhaus (aprendió la composición, el juego con las formas elementales, todo un descubrimiento que se haría patente en el diseño de sus carteles), y el Constructivismo ruso (la noción de lo yuxtapuesto). El diseño básico fue dotado de alma por Bass, que revolucionó este oficio elevándolo a nivel artístico. Trabajó en algunas agencias de diseño neoyorquinas como artista comercial. Pero donde verdaderamente encontró su camino fue en Los Ángeles, allí abrió un estudio de diseño en 1950. Su primer trabajo para el cine fue el diseño del cartel para la película «Carmen Jones» (1954), dirigida por Otto Preminger. Después vendrían trabajos para los mejores directores de Hollywood, «The Seven Year Itch» («La tentación vive arriba») de Billy Wilder, «Horizontes de grandeza», «Espartaco», «The Man with the Golden Arm» («El Hombre del Brazo de Oro»), aquí Bass se reveló como un maestro del diseño de títulos de crédito, dándoles valor en la presentación de las películas. Martin Scorsese lo reconoció como un gran maestro y su amistad duró hasta la muerte de Bass. Colaboró también con Alfred Hitchcock y hasta participó en la famosa película «Psicosis». Parece ser que el Story board (conjunto de ilustraciones en secuencia, para servir como orientación para entender la historia) de la escena de la ducha fue suya.
El color y la forma son sus ingredientes clave, luz y color, la relación con la pintura (medio para dar forma al color) y la fotografía (investigación de la exposición de la luz) son imprescindibles. Su inicio para «West Side Story» es de antología, partiendo de un sólido bloque de color que varía de acuerdo a la insinuación. Finalmente, cuando el cine pasó a ser industrial, regresó al diseño gráfico comercial. Siguió siendo grande en el campo del diseño, lo demuestran algunos de sus emblemas como el de Kleenex, Minolta, AT&T, Exxon, entre otros. Diseñó también el póster para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984. Hasta el final de su vida siguió colaborando con su gran amigo Martin Scorsese en «Goodfellas«, «Cape Fear« («El cabo del miedo»), «The Age of Innocence« («La edad de la inocencia») y «Casino« en los años 90.
Unos dicen que ha sido olvidado, pero con el más profundo de los respetos y salvando las distancias, a mí en concreto me ha influido poderosamente en mi modesto trabajo como cartelista aficionado. Insistiendo en mi pasión por el cine, siempre me gustaron sus trabajos. Sus diseños han perdurado en mi tiempo y han sido y son de gran relevancia. Su estética es simple, con una gran economía de medios y elementos, que lo convierten en enormemente impactante y directo. Su técnica es muy variada, su animación de recortes, sus montajes, la acción real y sus diseños tipográficos, que se combinan con el uso del color y del movimiento, siguen entusiasmándome. Y si no, para muestra vale un botón; os presento un cartel de Bass y uno mío.
SAUL BASS. CARTELES DE CINE.
10.10.2012 / 13.01.2013 CÍRCULO DE BELLAS ARTES. C/ Alcalá, 42. Madrid
La Dolce Vita
Siempre me ha apasionado el cine, también me apasiona Italia y entre los muchos atractivos de este país, está Roma. La ciudad eterna, la ciudad cargada de historia y de grandeza, la ciudad monumental por excelencia, quizá una de las ciudades más filmadas de todos los tiempos. Tras la Segunda Guerra Mundial, tuvo una posguerra muy dura, la miseria y el pesimismo se adueñaban de los romanos y del resto de los italianos. Pero a partir de los años 50 y sobre todo en los años 60, el boom económico hizo que la ciudad de Roma se convirtiera en un gran foco de atracción. Los sueños se convirtieron en realidad y engendraron un mundo de esperanza en el pueblo italiano. Fue la llamada Era de Oro del cine italiano, con la creación de los Estudios Cinecittà (http://www.cinecitta.it/ o http://www.cinecittastudios.it/ ). La ciudad se convirtió en un foco de atracción para los cineastas norteamericanos, y como consecuencia de ello llegaron, como si de una legión se tratara, los actores y actrices norteamericanos y de otros lugares. Audrey Hepburn, Ava Gardner, Anita Ekberg, Raquel Welch, Brigitte Bardot, Sofía Loren, Claudia Cardinale, Charles Chaplin, Kirk Douglas, Gregory Peck, Gary Cooper, Rock Hudson, Richard Burton, Alain Delon, Marcello Mastroianni…, alegraban los ojos de los romanos y las romanas, llenándolos de esperanza, eran los nuevos mitos del siglo XX.
La vida era alegre, desenfadada, festiva, eufórica; el glamour, la belleza, el lujo, se adueñaban de Roma. También los grandes de la cultura acudían a la llamada, Hemingway, Dalí. La ciudad se llenaba de gente, al igual que Venecia con su encanto y su Festival cinematográfico. Roma se convirtió en un gran escenario de cine, se abandonaba la época del neorrealismo para instalarse en el “dolce far niente”. Por eso el empleo de fotógrafo del “cuore” se hizo imprescindible para captar y robar las instantáneas, que a la gente de a pie les hacía soñar, en un mundo difícil para la mayoría de la humanidad.
Tan grande fue la época que tiene reflejo en una obra maestra del cine como es «La Dolce Vita», una obra que creó un estilo de vida (filme rodado por Federico Fellini en 1960, protagonizado por Marcello Mastroianni, Anita Ekberg, y Paparazzo).
Este filme dio origen a los paparazzi, plural de paparazzo; aquellos que crearon un nuevo lenguaje fotográfico. Reporteros gráficos que fueron testigos a través del objetivo de la vida nocturna que transcurría en la Vía Veneto, sus estridencias, un gran escenario cinematográfico. Las fotos de Tazio Sechiarolli, (precisamente fue el fotógrafo que inspiró el personaje del paparazzo en «La Dolce Vita»), Marcello Geppetti y Arturo Zavattini, junto con proyecciones y algunos objetos, como el traje saco del modisto Balenciaga que inspiró a Fellini para realizar su película, se muestran en Madrid, en La Sala Canal de Isabel II. La muestra se prolongará hasta el 6 de enero de 2013. Recomendada para los amantes del cine.