Un cadáver exquisito
Estamos bastante tocados, en general. Y queremos estar bien.
Antaño, locos y cuerdos estaban perfectamente diferenciados. El «loco» era «disfuncional» (no trabajaba, se dedicaba a hacer el loco, o se le encadenaba) y los cuerdos eran, por eliminación, todos los demás.
Ahora la cosa ha cambiado. Los considerados «cuerdos» a menudo nos hartamos de ansiolíticos, o desembolsamos sumas astronómicas en la consulta del psicoterapeuta, y no por ello se nos considera «locos». Ahora ya no hay blanco o negro (loco o cuerdo), sino una infinita gama de grises, una relativización de la salud mental que tiene su base en la evolución científica, en los descubrimientos que sobre la psique humana se han venido realizando.
Freud
Freud fue ese eminente loco que puso las cartas sobre la mesa (de hecho, aún hoy, muchos consideran que sus conclusiones son «una locura»). Contra viento y marea, Freud fue capaz de articular una teoría que colocase al «Inconsciente» en el centro del estudio, lo cual, evidentemente, no es tarea fácil. No es fácil porque del «Inconsciente», por definición, no somos conscientes. Y además, en el «Inconsciente» residen todos esos recuerdos olvidados, los deseos reprimidos, los miedos, las envidias, que a duras penas aceptaremos, ni siquiera ante nosotros mismos.
Ocuparse de esos deseos reprimidos, de esa dimensión inconsciente, es -según esta rama del conocimiento- beneficioso para el individuo, ya que identificar lo que íntimamente deseamos -o tememos- es el primer paso para afrontarlo.
Surrealistas
El Inconsciente habla el lenguaje de los sueños, y así se comunica con «nosotros»: a través de sensaciones, de imágenes, de breves destellos, de símbolos. Y es que el humano es un ser esencialmente simbólico.
Los surrealistas, aquellos niños terribles, se propusieron indagar en el Inconsciente para aprovechar -en sus obras de arte- los símbolos que éste maneja. Consideraban, con verdad, que en el Inconsciente se encuentran los símbolos más puros, más virginales, aquellos que no han pasado por el tamiz de la razón, así que emplearon mil herramientas para acceder a él, al Inconsciente: desde los estupefacientes -¡¡absenta!!-, hasta la escritura automática; pasando por la hipnosis, o el popular «cadáver exquisito».
De este tipo de experimentos surgieron imágenes tan poderosas como el ojo de Buñuel o los relojes de Dalí.
Psicomagia
Llegamos a Jodorowsky. Se trata de un artista chileno que, en un determinado momento de su vida, decide emplear su arte para sanar a la gente. Así, emprende el viaje de la Psicomagia, una disciplina que él mismo inventa y que traza una ruta inversa a la de los surrealistas.
Los surrealistas, con sus juegos y brebajes, traían al Consciente lo que había quedado sepultado en el Inconsciente, lo que estaba oculto, para aprovecharlo. Jodorowsky intenta en cambio llevar al Inconsciente símbolos creados conscientemente: depositar allí, en la profundidad del pozo, imágenes que sirvan para sanar a la persona, para sosegar al monstruo interior.
Las críticas a esta perspectiva son muchas. Pero los casos de éxito también lo son.
Pintarse los testículos de rojo, abofetear al padre, robar la ropa interior de la madre… Los rituales psicomágicos son así de extremos, porque tratan de llegar al Inconsciente, penetrar en él, modificarlo. Y el Inconsciente no se anda con medias tintas, necesita emociones fuertes.
Ritos de paso
De manera que estos rituales se convierten para los «pacientes» en ritos de paso, de una edad a otra, de un grupo a otro, de una perspectiva a otra.
Los ritos de paso son una constante en las culturas. Tatuar la piel de un niño significa para los maoríes su acceso a la adolescencia, su abandono definitivo de la infancia. El matrimonio es asimismo un rito de paso para multitud de culturas, que suele aparejar un cambio de residencia, de estatus social, etc. El Brit Mila de los judíos, el Donga de los surma…
En la Europa contemporánea, los ritos de paso han perdido interés. O, mejor dicho, los ritos de paso prescritos por un grupo, por una cultura determinada, gozan cada día de menor seguimiento, en favor de otros ritos de paso con [aparente] carácter individual. El adolescente que se pone un pendiente a espaldas de sus padres, la niña que se tatúa un delfín en el hombro… son ritos de paso que los separan de sus progenitores y los igualan a sus pares. Esto es lo que hace Jodorowsky: proporcionar al individuo un rito de paso «a la carta», especialmente diseñado para él, para que avance, libremente, de una edad a otra.
Carta blanca
Televisión Española también ha asistido a numerosos ritos de paso en los últimos años. Allá por 2009 creó el canal «Cultural.es», en una decidida apuesta por la televisión de calidad. No duró mucho tiempo, su apuesta, ya que en junio de 2010 Cultural.es desapareció. Sin embargo, algunos de los contenidos que este canal albergó pueden aún verse en Internet.
Es el caso de «Carta blanca», aquel programa que en 2006 ideara Santiago Tabernero: misma apuesta por la televisión de calidad, semejante fracaso (sólo se grabaron 13 programas).
El capítulo número dos de «Carta blanca» le daba la palabra a Alejandro Jodorowsky.
Ver «Carta blanca» (Jodorowsky) en la web de TVE – completo
Paraplejia mental
Hay un capítulo de los Simpson («Le encanta volar», 19×1) en el que Homer acepta a un tal Colby Kraus como asesor, como terapeuta, o algo así. Este gurú le ayuda a superar sus complejos, los de Homer, mediante el uso, en todo lugar y momento, de los zapatos que el propio Homer utiliza en la bolera. El Homer-de-la-bolera es un tipo seguro, competente, querido y respetado. Kraus quiere que Homer, fuera de la bolera, siga siendo un tipo seguro, competente, querido y respetado.
Lo consigue, Kraus, durante algún tiempo, y esto se comprueba al ver la cara de satisfacción de Marge después de una apasionada noche de sexo con su marido, siempre calzado, claro, incluso en la cama.
El inconsciente, ese hijo de puta
Luis Cencillo de Pineda, antropólogo, psicólogo, filósofo, escritor, erudito investigador, decía con frecuencia -según personas de su entorno más íntimo- que «el inconsciente es muy hijo de puta». Lo retrataba -al inconsciente- como esa realidad que está siempre controlando, sin que nos demos cuenta, nuestras conductas, a través de deseos, miedos, complejos, delirios… A través de nuestras emociones más profundas. Innatas, unas. Construidas, otras.
El siglo del Yo
Así, hoy os traemos una serie documental producida por la BBC en el año 2002 con el título genérico de «El siglo del Yo«. Son cuatro capítulos, de una hora cada uno, en los que se profundiza en temas tan cercanos para nosotros como la manipulación de eso a lo que se ha denominado «las masas», es decir, la manipulación que nosotros, como masa, sufrimos. Control absoluto sobre la sociedad a través de la propaganda. Qué sentir, qué creer, qué hacer o decir, todo viene, según el documental, dirigido por una élite poderosa que se encuentra en el origen de la información que consumimos. Élite ésta a la que el documental pone nombre y apellidos. Caras. Fechas. Y élite, además, a la que entrevista con profusión.
Se puede recorrer, desde que Freud hablara sobre esas pulsiones inconscientes, el camino que trazaron los manipuladores globales: eso hace el documental, señalar momentos históricos, acciones concretas, que demuestran que la conspiración existe, que los esfuerzos por controlarnos han sido muchos… y efectivos.
Despotismo ilustrado
Porque si en el individuo subyacen pasiones que ni él mismo reconoce, las agencias que se ocupan del orden social deberían tener en cuenta esas pasiones y regularlas, canalizarlas en un derrotero común, por el bien de todos. O eso pensaban estos clarividentes déspotas. Ya Macchiavello puso las cosas en su sitio: «Los hombres juzgan más con los ojos que con la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos pueden comprender lo que ven». Y así es. El hombre culto es aquél que está preparado para juzgar con criterio. El inculto se deja llevar por lo que parece evidente.
El debate es largo, extenso, delicado y peligroso. ¿Es la democracia, como sistema de gobierno, algo legítimo? Alguien que no conoce cómo funciona el sistema, ¿está capacitado para decidir sobre él? ¿Es el sufragio una verdadera herramienta de control? ¿De quién? ¿Del pueblo sobre los gobernantes? ¿O de las élites sobre «las masas»?
De todo esto habla el documental.
Universo propaganda
Y desgraciadamente no podemos analizar la serie completa, todo lo que en ella se apunta, pero podemos asegurar que es un documento de primer nivel, dirigido a aquellos que aún quieren hacer el esfuerzo de pensar con libertad. Los «medios de comunicación de masas» nos han convertido en «masas», y conviene darse cuenta de ello lo antes posible, ahora, mientras aún podamos. Y podemos -todavía- porque ha surgido un nuevo medio de comunicación que ya no es tanto «de masas», como «entre individuos»: Internet. Pero también en Internet se deja sentir el influjo de los grandes manipuladores. También en Internet rigen los mismos principios, la asociación irracional, la simplicidad de los mensajes, la imitación, lo insidioso. Y los pensadores del pueblo, nosotros, los que no tenemos a nuestra disposición grandes herramientas propagandísticas, los que queremos haceros pensar, a vosotros, a los que consideramos nuestros iguales -en lugar de haceros tragar más de lo mismo-, tenemos todo en nuestra contra. Porque el propio sistema se ocupa de hacernos aparecer como una amenaza. Porque demandamos esfuerzo a una población habituada a ser cómodamente manipulada. Porque casi nadie lee este texto hasta aquí.
Falsa democracia, consumismo, prosperidad vacía, existencia esquizofrénica… Creemos que los temas son lo suficientemente importantes como para divulgarlos. Y creemos que vosotros también los reconoceréis así.
Para concluir, os planteamos un último interrogante, a modo de ejemplo: ¿Por qué las drogas siguen estando prohibidas, en su uso recreativo? Su consumo, su posesión, su tráfico. Si nos atrae lo prohibido -y esto se sabe- y conseguir lo prohibido implica un esfuerzo -el de ocultarse, el de desenvolverse entre forajidos, el de pagar-, quizás haya alguien interesado en que consumamos drogas, pero también en que no estén a nuestro alcance inmediato. Para mantenernos ocupados. Para que nos sintamos realizados tras su obtención (qué traviesos, nosotros, qué listillos). Y para que la recompensa a nuestro «saltarse las reglas» sea una buena dosis de incapacidad, de paraplejia mental, de inmovilidad inducida, que siempre viene bien. Pensad sobre ello.
Ver «El siglo del Yo» Capítulo 1
Ver «El siglo del Yo» Capítulo 2
Evitar el sexo
La evitación sexual por miedos y fobias irracionales no constituye un trastorno en sí, por cuanto es probable que no haya anomalía alguna en la respuesta sexual. En todas las disfunciones sexuales se halla presente en cierto grado la evitación sexual, pero en las fobias de referencia constituye el rasgo esencial de las mismas.
Es imposible disminuir la ansiedad ante la ejecución sexual del varón impotente con la prescripción de ejercicios sexuales moderados sin solucionar previamente la angustia que experimenta cada vez que su compañera se aproxima.
Según el DSM-III ( Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), el rasgo esencial de una fobia sexual es el miedo persistente e irracional y el deseo compulsivo de evitar sensaciones y/o experiencias sexuales. El propio individuo reconoce este miedo como excesivo. Las personas fóbicas intentan evitar por completo el sexo, pero esto les genera ansiedad, que concentran en aspectos concretos de la sexualidad: fracaso sexual, genitales, secreciones y olores sexuales, fantasías sexuales, beso profundo, sexo oral o anal, etc.
La vida social y emocional de estas personas puede limitarse progresivamente, como resultado de la evitación de situaciones sexuales.
Cuando la persona se encuentra en una situación que no le permite evitar el sexo -porque ello supondría perder a la persona querida, o por el sentimiento de culpa que le genera la frustración de los impulsos de una persona por la que siente cariño-, la experiencia puede llegar a ser muy dolorosa. Las personas fóbicas manifiestan que sienten profunda angustia o revulsión -a veces rabia- durante el acto sexual. Las parejas de estas personas fóbicas, en muchas ocasiones, dan muestras de una comprensión sorprendente. Otras, por el contrario, se enfurecen.
Hay personas que evitan las situaciones sexuales porque no les producen placer. Otras sufren ansiedad anticipatoria. Otras evitan el coito porque resulta físicamente doloroso o incómodo.
Hay personas fóbicas que presentan síntomas físicos de ansiedad y angustia. Estas molestias deben analizarse minuciosamente desde una perspectiva médica ya que pueden ser producto de determinadas enfermedades graves (hipoglucemia, fallo cardíaco, hipertiroidismo, abuso de estimulantes o síndrome de abstinencia en el caso del alcohol o los barbitúricos).
Las personas con un umbral de miedo o angustia normal también pueden ser víctimas de fobias sexuales.
La distinción entre fobia simple y fobia derivada de un trastorno por angustia es un factor de primordial interés en el curso de la evaluación, dado que las personas que sufren crisis de angustia requieren, además de tratamiento psicológico, de una medicación adecuada. Los afectos de fobias sexuales simples responden a gran variedad de enfoques psicoterapéuticos, por lo que las fobias simples son muy susceptibles de aplicación de la terapia sexual. El pronóstico de las disfunciones sexuales generadas por fobias es muy favorable si se da la adecuada combinación entre terapia sexual y farmacología.
A una persona con múltiples fobias y evitaciones, presentando crisis de angustia agorafóbica, así como ansiedad ante la separación del compañero y/o una historia familiar con la presencia de síndromes de ansiedad fóbica, parece lógico administrarle ansiolíticos, pero si la fobia sexual se da como síntoma aislado es improbable que la medicación produzca efecto alguno. (Kaplan, 1982).
Es necesario hacer un detallado análisis de las circunstancias específicas que movilizan la angustia y de las contingencias que refuerzan la conducta evitacional. La evitación sexual puede tener un significado simbólico inconsciente y/o cumplir una función de mecanismo de defensa. La identificación y comprensión de esta dinámica facilita el enfrentarse con las resistencias a la extinción de la respuesta temerosa.
Las causas que llevan a la evitación del sexo pueden ser múltiples: coito doloroso, la contemplación de la pareja como un ser repulsivo, un conflicto neurótico en torno al placer o al disfrute sexual, patrón evitatorio en función de un síndrome de ansiedad fóbica… La evitación fóbica de la sexualidad que deriva de estas etiologías tiene un pronóstico bastante favorable, siempre y cuando se identifique correctamente el agente patógeno y se prescriba la terapia y/o medicación adecuadas.