La plaza de Margaret Thatcher (Carmen Cereña)

He leído en la prensa que en Madrid, nada más y nada menos que en la confluencia de la calle Goya con el arranque del Paseo de la Castellana, se ha dado a una plaza, bajo el mandato de Ana Botella, el nombre de Margaret Thatcher.

Cabe preguntarse en qué benefició Thatcher a Madrid o cuál es su vínculo con la ciudad, que justifiquen tal honor. Como no hay respuesta a ello porque no puede haberla, la pregunta debe encaminarse entonces a saber en qué la británica fue benefactora de la Humanidad.

No entra dentro de nuestro propósito valorar o enjuiciar la labor en el interior y en el exterior de la Thatcher, pero cómo olvidar que cuando Pinochet quedó retenido en Londres por un mandato judicial internacional, la llamada Dama de Hierro fue a visitarlo en repetidas ocasiones al hospital en que había sido intervenido para brindarle su apoyo moral y mostrar ostensiblemente al mundo sus simpatías para con él.

De la Thatcher se ha dicho que gobernó como un hombre. Otro tanto se dice actualmente de la Merkel. Una tal afirmación presupone que hay diferencias en los modos de gobernar entre los dos sexos. Sin embargo, dado que el mundo tal y como lo conocemos ha sido hecho por los hombres y para los hombres, que a las mujeres se nos ha constreñido a decir a todo amén (ese célebre «Sí de las niñas» permanente), si no es como ellos, ¿cómo, de qué otra manera podríamos gobernar las mujeres? Distinto sería, eso no lo niego, si la política fuera creación femenina o si se alcanzara en la sociedad una paridad real, y no impuesta, en todos los ámbitos y que la tal paridad se consolidara, perdurara y se convirtiera en uso y costumbre. ¿Lo veremos algún día en Occidente, que es el único lugar donde nos es permitido soñar con ello?

«En la uña del dedo meñique de una mujer, Isabel la Católica, había más energía política, más potencia gobernadora que en todos los poetas, economistas, oradores, periodistas, abogados y retóricos españoles del siglo XIX», escribe Galdós en «El Grande Oriente». Isabel gobernó como un rey de fuste y brío; ¿de qué otra forma podía gobernar? Y otro tanto podría decirse de cuantas soberanas con poder efectivo salpican la Historia de Occidente: Bloody Mary, su hermanastra Elizabeth, Catalina de Rusia…

En nuestras circunstancias, en nuestro contexto, en nuestras tradiciones, en un mundo cada vez más globalmente peligroso, suena a falsa música celestial eso de que la mujer gobernaría de manera más juiciosa, más íntegra y más humana. En cuanto a ese sedicente sexto sentido que nosotras al parecer poseemos frente al parecer su ausencia manifiesta en el varón… ¡dengues de señoritas románticas! Es cuanto expresa Genara, en «La segunda casaca», también de don Benito: «Las mujeres son más leales que los hombres, sirven con más ardor y más honradez a una causa cualquiera, son menos accesibles a la corrupción, poseen instinto más fino y mayor agudeza de ingenio, mayor penetración. Ustedes (los hombres) piensan; pero nosotras adivinamos». Amén de su falsedad intrínseca, duele de esta declaración eso de que el pensamiento se lo cedamos a los varones, ¿no es cierto?

Antonio Machado. Manuel Machado. Son hermanos. Escriben juntos seis obras de teatro, entre ellas la celebérrima «La Lola se va a los puertos». Hay una célebre y bellísima foto de ambos, en un solemne despacho, con Antonio sentado y Manuel de pie. Ambos esbozan una muy leve sonrisa de zumba. Antonio se nos aparece más antiguo, con su cuello de pajarita, y más reflexivo e introvertido también («Yo voy soñando caminos de la tarde»); Manuel resulta más activo, más bullidor, más «social», apoyado con una cierta nonchalance blasée en un cofre y sosteniendo un cigarrillo entre los dedos («Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna…») . Antonio parece presidir un Ateneo, mientras que Manuel parece asistir a un cóctel. «¡Qué bonito es que las hermanas estéis siempre unidas!», nos ha dicho siempre mi madre. Con nostalgia, siempre que veo la foto y siempre que pienso en los Machado, considero lo bello de su unión primera. Mas ha de llegar la maldita guerra… Política y guerra rompen la hermandad de sangre y la amistad fraternal de los hermanos. Manuel apoya a Franco, mientras que Antonio escribe aquel lamentable despropósito en forma de soneto dedicado a Enrique Líster, donde concluye con aquello de «Si mi pluma valiera tu pistola…»

¡Qué triste es ver cómo se rasga la foto con zigzag de rayo y estrepitoso crujido! y los hermanos, ¡ambos tan grandes y españoles ambos!, quedan por siempre exiliados el uno del otro. Me viene a la mente el recuerdo vicario, a través de la memoria de mi madre, del tío Pepe (tío-abuelo mío), a quien nunca conocí. Murió exiliado en Venezuela tras la guerra nuestra. Duró muy poco en aquella tierra hermana porque lo mató la añoranza de España y la inmensa pena de haber visto a su patria desangrarse en el odio y la crueldad. Mi madre me enseñó fotos suyas de antes de 1936 y otras de 1940 (murió en 1942 en Caracas a la edad de 61 años): jovial en las primeras y desolado en las segundas, con la muerte en una mirada vencida y sin brillo. ¿Por qué la política ha de desgarrar las familias españolas y así desde la Guerra de la Independencia? ¡Maldita sea! «Mucha sangre de Caín / tiene la gente labriega / y en el hogar campesino / armó la envidia pelea».

Volviendo al inicio de este escrito, me pregunto si no hubiera podido llamarse la plaza dedicada a Margaret Thatcher (¿pero quién le dio vela en este entierro?), plaza de los Hermanos Machado. Que el Ayuntamiento, trocándose en lañador político, restañe la preciosa porcelana española que la triste Historia patria rompió. Que vuelvan Manuel y Antonio a ser hermanos y a quererse. Que Caín deponga las armas y las entierre para siempre. Que sean de nuevo Abel y Abel. Señores alcaldes de España, liguénle ustedes las llagas a nuestra patria. Regálenles ustedes a nuestras calles, a nuestras plazas, a los centros de enseñanza, a las bibliotecas, a los centros culturales y teatros, el nombre junto de los hermanos. Que vuelvan a abrazarse, como Francisco y Domingo, distintos ambos, pero remando en la misma dirección. Antonio y Manuel, «que el sol de España os llene / de alegría, de luz y de riqueza!»

¿Y la Thatcher entonces? Que se dé su nombre a una calle de la localidad inglesa en que naciera. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, también en Ulan-Bator, digo yo, alguna plaza habrá con el nombre de Gengis Khan. Y en alguna aldea de los Campos Cataláunicos, por puro prurito de folklorismo, alguna calle que se llame de «Atila, azote de Dios», una calle, que nunca un parque pues a ver si no cómo hacerle crecer la hierba, por mucho que la climatología de la Champaña le sea favorable.

La plaza de Margaret Thatcher (Hydra de Lerna)

Ana Botella (en adelante AB), ama de casa metida en política por ser la mujer de un ya ex-presidente de España, llegó a la alcaldía de Madrid para jugar a ser decoradora y demostrar cómo de bien sabe gastar el dinero del contribuyente, construyéndose dentro del Ayuntamiento un pequeño apartamento, y lo bien que se le da jugar al monopoli con el plano de la capital del Estado sobre la mesa. Por eso, y por razones que luego expondré, no me ha sorprendido -pero sí indignado- la noticia que he leído en la prensa sobre el nombre que le han puesto a una plaza situada en pleno distrito de Salamanca, concretamente en la confluencia entre la calle Goya con el Paseo de la Castellana, junto a la plaza de Colón.

¿Quién era Margaret Thatcher (en adelante MT)? Pues una señora inglesa que gobernó su país desde 1979 a 1999. Querida por unos y odiada por muchos, se ganó a pulso el sobrenombre de «La Dama de Hierro».

Frases célebres de MT:

«En cuanto se concede a la mujer la igualdad con el hombre, se vuelve superior a él»

– En esta frase, y a mi modo de ver, se encierra el peor de los machismos: el despotismo disfrazado de feminismo.

No quisiera que pensarais que no soy consciente de la lucha que, durante muchos años, han tenido que mantener muchas mujeres por la igualdad. Pero en esa lucha parece que lo femenino está reñido con la reivindicación. Que las mujeres (y no me incluyo) por querer ser como los hombres, han copiado hasta los defectos. Son las llamadas «mujeres de hierro». ¿Es esto necesario? En esa carrera, hemos criticado tanto al género masculino que nos tienen miedo. Que una mujer con poder es mucho más peligrosa que un hombre.

«Cualquier mujer que sepa llevar los problemas de una casa está muy cerca de entender los de llevar un país»

– Leyendo esta frase puedo entender la razón por la que AB «redecoró» el Ayuntamiento de Madrid. Y también puedo entender por qué a muchos hombres les cuesta aceptar la capacidad de muchas mujeres para llegar a las más altas esferas de poder.

«Nadie recordaría al buen samaritano si, además de buenas intenciones, no hubiera tenido dinero»

– Frase lapidaria donde las haya. Convierte una bella historia de generosidad y compasión en algo sucio al igualar los valores morales con el dinero.

Tal vez por esta visión sobre la «generosidad» , le propuso al primer ministro australiano la compra conjunta de una isla para enviar allí a los vietnamitas que huían de los comunistas. De esta forma, acallaba su conciencia y alejaba el problema de su «Gran País».

Nadie le va a negar a MT su brillante inteligencia, que usó para manejar y manipular a todos los que estaban a su alrededor. A MT le perdían las adulaciones y por eso se rodeaba de «hombres» a los que no les importaba hacerlo, con tal de que su cabeza no fuera defenestrada (somos conocedores de la «inclinación» de los ingleses a cortar cabezas).

Hay una anécdota que demuestra -y pone en tela de juicio su inteligencia y evidencia su machismo- el escaso sentido del humor que tenía esta señora. En cierta ocasión, MT se rompió una pierna que la mantuvo -y retuvo- recluida en el hospital durante un par de semanas. Paralelamente, un ministro de no sé qué país, idolatrando la figura de la dama, le puso «Thatcher» a su adorado perro. El pobre animal murió. No se sabe muy bien si por el nombre o por alguna enfermedad sobrevenida. El caso es que este señor, compungido por la tragedia de su mascota, envió misivas a sus amistades diciendo «Thatcher ha muerto». Claro que se refería al can, no a «la de hierro», que aún permanecía en el hospital. El incidente a punto estuvo de desencadenar un grave problema diplomático. Con lo fácil que hubiera sido llamar por teléfono y aclarar la situación, reírse del malentendido. Tendría que haber considerado un honor que este señor llamara a su querida mascota por su apellido.

MT nunca quiso que su condición de mujer tuviera relevancia política. Sin embargo, no se cansó de utilizarla para reivindicar la igualdad entre ambos sexos.

MT introdujo la sección 28 en la que se prohibía la enseñanza o la promoción de la homosexualidad.

Claramente, AB es fan de MT. AB quería ser como ella, la gran dama de hierro, pero se le olvidó que no sabía hablar la lengua de Shakespeare. Ni gobernar su casa, de ahí que no supiera solucionar problemas políticos. Ni ser una buena samaritana porque se gastaba el dinero -de todos- haciendo ostentación no sólo de poder, también de desprecio por el sufrido contribuyente. Tampoco a nadie se le ocurre utilizar el apellido de AB llamar a su mascota, porque la pregunta sería: «Botella, ¿de qué?»

Lo que sí han demostrado ambas mujeres en extremos distintos -y es lo único que las aproxima-, es que cuando una mujer de ese calado socio/cultural/mental accede a un puesto de poder, no es que se comporte como un hombre, es que, en su afán por emular a los grandes estadistas, se convierte en tirana la una y en manirrota la otra. Que el poder emborracha y la resaca es tremenda porque la sufrimos todos. Que a algunas mujeres, una vez han accedido al poder, se les olvida que para gobernar hay una condición «sine qua non»: la humildad.

Pero no pierdo la esperanza (y no me refiero a la otra «dama» madrileña).

¿Por qué ponerle Margaret Thatcher a una plaza en nuestro país teniendo nosotros tantas deudas con héroes nacionales?

Lo que ha hecho AB, ha sido instrumentalizar la historia. Veamos:

-Antonio Escobar Huerta, el general olvidado. Guardia Civil, hombre de honor, honrado, íntegro, defensor de la República Española y la Constitución de 1931, a la que había jurado lealtad. Aunque siendo católico, mantener su juramente era una osadía o una condena a muerte. Mantuvo su fe intacta durante los años de la guerra. Luchó en el mismo bando que los anarquistas de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), que despreciaba y perseguía sus creencias. A pesar de ello, ni las ocultó ni renegó de ellas. Escondió monjas en su casa y, tras curarse de las heridas que sufrió en la Batalla de Madrid, le pidió a Azaña poder viajar a Lourdes para rezarle a la Virgen.

Fue fusilado el 8 de febrero de 1940 en los fosos del Castillo de Montjuic.

– Juan Marrero Pérez, «Hilario», jugador del Real Madrid. Intercedió por prisioneros republicanos en La Coruña, ante piquetes encargados de darles el «paseíllo».

La animosidad que sigue despertando la tragedia de nuestra guerra, condena al olvido a personajes como éste.

Durante la Guerra de la Independencia contra los franceses, además de las conocidas, están las grandes olvidadas:

– María de la Consolación de Azlor y Villavicencio, durante los asedios de los franceses, puso su casa, su trabajo y su hacienda a disposición de los defensores civiles y militares de Zaragoza. Amunicionaba las baterías artilleras con víveres y pólvora. Durante la jornada del cuatro de agosto, armada como un combatiente, formó baterías en su calle con pelotones femeninos. En 1809, y a instancias del mismísimo Palafox, reclutó gente para defender el Coso. Además organizó partidas en el pueblo Bureta. Murió a los 39 años.

– María Francisca de Sales Portocarrero, quiso participar en las asociaciones patrióticas, pero se encontró con la dura oposición de los hombres que las componían, ya que estos consideraban que si entraba una mujer en alguna de las asociaciones estas se convertirían en algo frívolo. Finalmente lo consiguió junto con otras trece mujeres. Desde allí, trabajó de una forma enérgica y brillante por la educación de la mujer y para mejorar las condiciones de las que estaban presas. Lo que ella hizo hoy se denomina «programa de inserción social».

He dejado para el final a un personaje que me subyuga: el Almirante Blas de Lezo. Un personaje poco conocido para mayor vergüenza de AB y MT. El Almirante perdió un ojo durante la guerra de sucesión por el trono de España, defendiendo el castillo de Santa Catalina. Con 15 años perdió una pierna en la batalla que mantuvieron la armada española y francesa contra ingleses y holandeses. En 1713, perdió un brazo en el segundo sitio de Barcelona. Pero lo que nunca perdió fueron los cojones, a pesar de ser apodado «medio hombre» o «patapalo».

Los ingleses no sólo ocultan sus derrotas ante los españoles, les gusta atribuirse victorias que nunca existieron.

Del 13 de marzo al 20 de mayo de 1741, tuvo lugar la Batalla de Cartagena de Indias, entre la armada inglesa y la española. La nueva Armada Invencible, comandada por el almirante Edgard Vernon, con 39.000 soldados, 3.000 piezas de artillería y 195 navíos, trató de invadir Cartagena de Indias, defendida por el Almirante Blas de Lezo, con 3.600 soldados y 6 navíos. El rey inglés estaba tan seguro de su victoria que mandó acuñar monedas para celebrarlo. En ellas se leía: «La arrogancia española humillada por el Almirante Vernon…» En realidad, el humillado fue el rey inglés y el almirante Vernon, que tuvo que huir para salvar su vida a costa de perder su dignidad.

Y nosotros, bueno, nosotros no, Ana Botella, le pone a una plaza española el nombre de una inglesa cuyo mérito fue ser apodada «la dama de hierro» por su inflexibilidad y por ocultar divinamente su condición machista haciendo creer a casi todos que luchaba por los derechos de la mujer. De este modo, sigue condenando al olvido a tantos y tantos héroes patrios, negándoles el reconocimiento que merecen.

Espero que los ingleses le devuelvan el halago que tanto desea AB, dándole su nombre a cualquier cosa que no sea una calle, una plaza o algo que esté relacionado con la cultura.

Estas son algunas de mis razones para renegar de quién reniega de la historia de mi país.

Ya lo dijo Antonio Machado:

El enemigo -los traidores de dentro y los invasores de fuera- se iba poco a poco / aproximando a Madrid.

Del árbol caído (Carmen Cereña)

He leído en la prensa que últimamente, en Madrid, se caen muchos árboles o, cuando menos, ramas de considerable tamaño. Uno de esos árboles, una falsa acacia, llegó a matar a un pobre militar que sesteaba a su sombra en el Parque del Retiro. Desde luego que era falsa y traidora, más que el Iscariote. Otro, más tarde, chafó un coche estacionado sin, afortunadamente, nadie dentro. Una membruda y aleve rama de otro cayó encima de la terraza de un bar de la calle Montera hiriendo levemente a cinco personas. ¡Buena envergadura la de la ramita de marras! Un segundo brazo, bien cereño también, de pino piñonero se ha abatido hace unas horas nuevamente en el Retiro; felizmente no había nadie debajo. Parece que el problema, lejos de remitir, seguirá manifestándose en sucesivas ocasiones, en opinión de los expertos.

Volviendo a la rama que se desplomó sobre las mesitas exteriores del bar, se queja el dueño del establecimiento del perjuicio vegetal: los bomberos le tuvieron la terraza cerrada toda una hora con la consiguiente pérdida de ingresos y además algunos clientes, aprovechando la confusión, marcharon sin pagar. A río revuelto, como se dice, ganancia de pescadores, de pescadores pícaros, está claro. Tan claro como que «del árbol caído todo el mundo hace leña».

Es lo que más llama la atención, el cómo de la contrariedad ajena nos aprovechamos impunemente. En «La cabina», de Antonio Mercero, mientras el pobre José Luis López Vázquez se debate kafkianamente entre los asfixiantes cristales de la cabina telefónica como un pez dentro de estrechísima pecera, beneficiándose de que se arremolinan los curiosos para ver qué ocurre, un aprovechado le va hurtando al repartidor de una pastelería, de la bandeja que sujeta en alto, las apetitosas medias noches y se las va zampando.

Tras las batallas, antes que los buitres y los cuervos, llegaban los robamuertos, a ver qué podían sustraer de valor y en uno de los caprichos de Goya se ve cómo una moza, aunque temerosa, le arranca un diente a un ahorcado. ¿De oro? Para mercarlo o fundirlo. ¿Diente diente, diente de veras? Para algún conjuro o acto de magia negra.

No obstante, el más bello ejemplo de cómo reorientar en provecho propio la desgracia ajena, sirviéndose de ella, nos lo proporciona un delicioso relato medieval en verso, del siglo XIII, y en lengua provenzal, titulado «Flamenca», que es también el nombre de la heroína. En él, si mal no recuerdo, el monaguillo aprovecha la comunión de la amada para comunicarse con ella y concertar citas secretas. La comunión rememora la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo quien sufrió la humillación y las torturas de la cruz por redimirnos del pecado y para concedernos la vida eterna. Sus padecimientos son aprovechados por los enamorados para expresarse su amor terrenal. «Ama a tu prójimo» y amigo y amiga se toman en serio el mandamiento cristiano y lo aplican con éxito seguro. Tienen a Cristo de su parte.

En legítima defensa (Hydra de Lerna)

He leído en la prensa que en la capital de España, a los árboles se les están cayendo las ramas –que no ramitas-, incluso árboles enteros desplomándose sobre los suelos. A un militar que sesteaba bajo la sombra de uno de ellos en el Parque del Retiro, no le dio tiempo a reaccionar y murió aplastado bajo el peso del árbol.

Se cuentan por decenas los incidentes acaecidos en la capital, siendo protagonistas los árboles.

¿Estamos ante la rebelión de la naturaleza frente a los despropósitos de la humanidad? La verdad es que da un poco de miedo pensar en ello: “Humanos atacados por árboles”.

Irremediablemente, viene a mi memoria Bárbol, el líder de los Ents en El Señor de los Anillos. Los Ents son pastores de árboles. Ellos, a diferencia del resto, pueden desplazarse. En “Las dos torres” se cuenta su historia. Atacaron a los enanos porque éstos devastaron los bosques. Tampoco eran simpatizantes de los Elfos ya que, por causa de la guerra entre éstos y Sauron, los bosques fueron destruidos. Cada cierto tiempo, los Ents se reunían para celebrar una Asamblea, los llamados “Ent-cuentros”. Hablaban de los hombres traidores, estafadores, egoístas, ladrones de bosques… Y cuando Bárbol contempló la destrucción que Saruman había sembrado, lideró la última marcha de los Ents, destruyendo Isengard.

¿Seremos nosotros los nuevos “enanos y elfos”? O lo que es peor, ¿somos los nuevos “Saruman”? ¿Serán esos árboles caídos fruto de la marcha iniciada para acabar con nosotros? Desde luego, sería en legítima defensa…

Imposible no acordarse de otra película que habla de la rebelión de los árboles: «El incidente». ¿Os imagináis ir paseando por cualquier parque y, de repente, que la gente empiece a suicidarse delante de vosotros? La película plantea la delirante historia de unos humanos que, sin encontrar explicación, huyen sin rumbo y sin saber de qué. Lo más curioso es que si te lo planteas, si te planteas que en algún momento ellos, los árboles, puedan desprender una sustancia que enajene y te lleve a la muerte, no lo verás tan de ciencia ficción y te aterrará la sensación de desprotección. Pensadlo bien. Son grandes. Son muchos y son silenciosos. Además, cuentan como aliados con el viento y la lluvia. ¡Es tremendo¡ Nosotros que nos creemos tan grandes ser destruidos por ellos… aunque nos lo hemos ganado a pulso.

Ellos nos regalan sus frutos, su sombra –tan buscada en los calurosos días de verano-. No temen su desnudez cuando, llegado el otoño, dejan caer sus hojas sobre la tierra húmeda. Cuando olisqueamos el aire y éste huele a azahar, sabemos que ha llegado la primavera. Miramos el horizonte y vemos un campo blanco, son los almendros en flor. Talamos árboles sin compasión para dejar espacio a las nuevas urbanizaciones. Cambiamos la tierra por el asfalto. ¿Tenemos un árbol en nuestro jardín y nos molesta su ubicación? Pues lo cortamos y ponemos una sombrilla, porque en ese rincón quiero poner una barbacoa. Nos enfadamos con los niños si vemos que estos maltratan a un animal, pero si les vemos arrancar ramas o florecillas silvestres, nos da igual… hay más.

Puede que mis palabras suenen a que me alegra esta “rebelión”. Pero no es así. Me produce un profundo pesar porque no somos capaces de sobrepasar lo evidente para ir al mensaje final. Y, para mí, el mensaje final es que estamos provocando un daño irreparable contra la naturaleza. Hemos tomado prestado el futuro de nuestros hijos, amén del legado de nuestros padres, y sin que nos haya temblado el pulso, nos lo hemos cargado todo. Me gustaría que fuera una rebelión, pero me temo que se están muriendo de tristeza…

El examen final (Carmen Cereña)

He leído en la prensa que el Papa Francisco «ha desvelado qué preguntas habrá que responder en el Juicio Final», deleitándome de la ingenuidad del periodista que escribe un titular tal. O es un cínico que sabe reírse de todo o es la suya pura e ilusa simpleza.

El Juicio Final resulta ser un examen oral en la perspectiva no menos candorosa del Papa francisco: «Jesús nos reveló en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo las preguntas del examen en que seremos juzgados. El Señor nos reconocerá si nosotros lo hemos reconocido en el pobre, el hambriento, el marginado (este término es suyo; en el siglo I no se empleaba, demostrando que el actual es un papa à la page), el enfermo» Y añade: » Son cosas sencillas pero concretas». Gracias por tranquilizarnos. El examen está chupado puesto que, sabiendo las preguntas de antemano, bastará con preparar las respuestas en casa sin necesidad de apuntarse a una academia o de solicitar la ayuda de la empollona de clase. En cuanto al recurso de la chuleta, ¡que a nadie se le ocurra! Por allí anda siempre, vigilante y celoso de su deber el ujier celestial, Pedro, quien no se anda con chiquitas. Si en Getsemaní ya segó una oreja en un arrebato de cólera, en el día del Valle de Josafat, de una coz, mandará al tramposo rodando hasta el bálatro.

Más de uno, sin ambición. renunciando a la nota alta y conformándose con el aprobado, aunque sea raspón, establecerá un planning vital para, habiendo atendido un mínimo, el mínimo requerido, al enfermo, al marginado, al hambriento y al pobre, sin desgastarse demasiado, saque un 5 ó más bien un 6 por ser ésta la nota de corte en el sistema académico italiano y como el Vaticano se halla en Roma, seguro que la Gloria se rige por el plan de estudios de la República Italiana, lo cual no deja de ser ventajoso para todos pues sin llegar a ser un coladero como la española, tampoco es tan exigente como la germánica o la nipona, que así son ellos, tudescos y japoneses, unas cabezas cuadradas, unos hinca-codos que siempre estudian para matrícula y querrán ser los primeros también en el Juicio Final y como los hijos de Zebedeo sentarse a la derecha de Cristo en el Más Allá, que siempre juegan a ganar y por paliza además.

El examen final (Hydra de Lerna)

He leído en la prensa que el Papa Francisco ha “revelado las preguntas de examen” que nos harán en el día del juicio final…

¿Qué puedo decir? Pues que el titular de la noticia es, como poco, llamativo. Hay que seguir leyendo el artículo para encontrarnos con la verdadera “revelación” del Papa Francisco.

Me declaro agnóstica, aunque haya tenido una educación religiosa (o tal vez por eso). De cualquier forma, siempre he sentido una cierta rebeldía hacia todo lo eclesiástico. Que no hacia la religión católica en sí. Porque, para mí, la figura de Jesús es una figura heroica, plena y enigmática. De hecho, es uno de mis personajes favoritos. Y creo que se ha desvirtuado mucho todo lo que él predicó.

Nunca hubo un Papa que llamara especialmente mi atención, hasta que llegó el Papa Francisco.  Es una persona singular, abierta, humilde… su sonrisa es candorosa. Se ha arrodillado ante el pueblo, como hiciera Jesús.

“Jesús nos reveló las preguntas del examen en que seremos juzgados. Las encontraréis en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo. El Señor nos reconocerá si nosotros lo hemos reconocido en el pobre, el hambriento, el marginado, el enfermo”. “Son cosas sencillas, pero concretas, y al vivirlas se llena nuestro corazón de alegría y nos convierte en testigos creíbles del amor de Dios ante las personas que nos encontramos cada día”.

Éstas fueron las palabras en su primera homilía después del paréntesis estival. Volvedlas a leer. ¿No os parecen unas palabras hermosas?

Al Papa Francisco le gusta comenzar sus homilías con “Las Bienaventuranzas”. No solo las recita, también las analiza.

Las Bienaventuranzas hablan de la dignidad humana. Son promesas paradójicas hechas para sostener al ser humano ante la adversidad.

“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos”.

“Bienaventurado” en las Sagradas Escrituras, significa “dichoso”, “feliz”.

Evangelio proviene de un vocablo griego que significa “buena nueva”, haciendo referencia a la existencia y milagros de Jesús. Dicha historia está escrita en cuatro libros, porque cuatro fueron los que la escribieron, llamados “los evangelistas”: Mateo, Juan, Lucas y Marcos.

El Papa Francisco es un nuevo “evangelista”. Extraer de contexto una frase de su homilía es, como poco, imprudente. Pero hay que entender que algunos periodistas necesitan recurrir a estas “artimañas” para sacar jugo a una noticia.

Lo que nos quiso decir es que, si hay juicio final, nosotros, al practicar el amor hacia los demás, ya tenemos las respuestas…

Seas o no católico, hay que reconocer las bondades de este Papa. Seas o no católico, hay que reconocer que, tanto los Evangelios como las Bienaventuranzas, son textos preciosos de los que podemos aprender todos…

Ha sido un placer para mí escribir sobre este Papa, al que admiro. Y recordar todas aquellas tediosas clases de religión que solo con el tiempo he sabido apreciar.

Muerte del uno a manos de los muchos (versión Carmen Cereña)

He leído en la prensa que han matado a patadas al portero de una discoteca de Tenerife. Lo atacaron entre cuatro y a fuerza de coces, al parecer de kickboxing, le quitaron la vida.

El portero era ruso, medía más de un metro noventa y pesaba ciento veinticinco quilos. Imagino, además, que, siendo como era portero de sala de fiestas, sabría luchar, inmovilizar, sacudir y poner de patitas en la calle a los turbulentos y alborotadores en busca de pendencia, así como a los borrachos. A priori, al menos, no debería ser sólo fachada y a la postre tampoco resultaría un paquete como pudiera serlo Toro, el púgil protagonista de «Más dura será la caída». Sin embargo, lo han matado. Uno de los agresores es un buen practicante de kickboxing que ha llegado incluso a tomar parte en competiciones internacionales. En definitiva, que porque eran cuatro frente a uno y, además, entrenados en una modalidad pugilística tremendamente agresiva, acabarían por derribarlo y, una vez caído, le atizarían lo indecible en la cabeza y en el tronco, lesionándole el cerebro y los órganos vitales. Patada tras patada. ¡con la fuerza colosal que tienen las piernas!

«Pero eran cuatro puñales / y tuvo que sucumbir». Se defendería como un jabato de los agresores, pero tal y como le ocurriera a Antoñito el Camborio, ante el número, él solo, le llegó el momento en que de nada le valdría ya su fuerza. Y sucumbió.

Ahora han cambiado mucho las cosas, tanto que he leído en la prensa que hay muchachas jefas de bandas juveniles violentas integradas por mozos y mozas; por otra parte, quién no conoce a las célebres malotas que por un quítame allá esas pajas le parten a una las narices como le sucedió hace años a mi amiga Diana en Móstoles, población de la provincia de Madrid. Antaño, no obstante, las niñas, y aún menos las chicas, no jugábamos nunca a arrearnos, pero recuerdo a mis hermanos y primos, envueltos en reyertas de varios, decir aquello de «Dos contra uno, mierda para cada uno».

«Estoy borracho, les gritaba, y soy buen gallo / cuando una bala atravesó su corazón». A Juan Charrasqueado, el personaje de uno de los corridos más célebres, los maridos, hermanos y padres ultrajados lo persiguen para matarlo; también otros que no son ni maridos ni hermanos, pero a los que corroe la envidia. Él, como héroe popular que es, siempre va solo. Quienes buscan su muerte, sabedores del valor temerario de Juan y medrosos de encontrárselo frente a frente, se reúnen en nutrida partida como jauría a la busca del lobo solitario con quien nadie osa toparse cara a cara y sin nutrido acompañamiento.

«Charrasco» o «charrasca», en México, es término popular con que se designan cicatrices y chirlos producidos con armas blancas. ¡Cuántos de esos charrascos, cosechados en lances de macho, no adornarán el cuerpo de Juan Charrasqueado, como las carnes de un torero! Juan, nos dice la canción, es «borracho, parrandero y jugador» y, en el amor, «valiente y arriscado». Aunque la canción no lo diga, las mujeres sabemos también que es apuesto, bien agestado y magnífico en sus palabras de amor… mas volvamos a la canción: Juan Charrasqueado está bebiendo solo en la cantina y allí un alma caritativa corre a advertirle del grave trance en que pronto se hallará como no huya a tiempo. «A la cantina lo corrieron a llamar / Cuídate, Juan, que ya por ahí te andan buscando. / Son muchos hombres, no te vayan a matar». Pero al Charrasqueado no le dieron tiempo ni de subir a su caballo, que «pistola en mano, se le echaron de a montón» y lo apiolaron.

César es tan grande que, a traición, para darle el pasaporte al bálatro, se han de conjurar unos cuantos ganelones. Entre ellos había de todo: rencorosos, envidiosos, malvados, pero también alguno animado de ideales de libertad que veía en la puñalada certeramente asestada el, por desgracia, único medio de impedir la dictadura en ciernes. Mas esa nobleza, llamémosla de esta manera, queda desmentida desde el momento en que se entra en una conjura y, así, por poner dos ejemplos, el fanático católica Ravaillac o la parva Charlotte Corday se nos antojan menos deplorables que los asesinos de Julio pues al menos actuaron -asesinaron- en solitario

«Tu quoque, fili mi». En su agonía, es lo que más le duele a César. Como ya se ha dicho, uno de los matones de la paliza al portero ruso practicaba el kickboxing y había competido en campeonatos internacionales; sabe pues que un combate de ley es un combate en buena lid, con las mismas garantías para ambos luchadores, sin ventaja de ningún orden para ninguno. Y que así gane el más ducho. No es una encerrona de matones en que la única regla es que, como sea, hay que eliminar al otro. «¿Tú también, boxeador?»…

Me apena aún más el hecho de que ese pobre portero sea extranjero, que muera tan lejos de su tierra y de los suyos. ¿Qué dirán las autoridades españoles cuando repatríen el cadáver? Acuden a la memoria las acongojadas palabras de Marie de France, poetisa en la corte anglo-normanda de los Plantagenêt en Londres: «Señores, no os asombréis. Un extranjero sin apoyo es un desdichado en otro país cuando no tiene a quien pedir ayuda». ¡Pobre Marie, poetisa en tierra foraña! ¡Pobre portero ruso!

Muerte del uno a manos de los muchos (versión Hydra)

He leído en la prensa que  Roberto Narcis Danceanu, de origen rumano, murió a causa de los golpes que recibió en una pelea. Era portero en una discoteca de Adeje (Tenerife).

No murió en el acto. Murió tres días después. Roberto recibió “varios puñetazos” en la cara que le provocaron “una fractura de suelo de órbitas”. La autopsia determinó como causa “última” de la muerte “un cuadro de edema agudo pulmonar”.

Roberto medía 1’90 y pesaba más de 125 Kg. En su juventud, fue boxeador. Murió por intentar mediar entre los que luego serían sus asesinos y su cuñado.

M.R. de 39 años y conocido luchador de kick boxing, junto con otro joven tinerfeño, fueron las manos ejecutoras que truncaron las ilusiones de Roberto.

Asesinos y asesinado tenían madre. Probablemente mujer e incluso hijos. Estoy triste, muy triste. No solo por la muerte violenta de un ser humano a manos de otro ser humano, también por sentir que nos estamos deshumanizando. Que el valor de una vida ya no tiene valor.

Me pregunto si la intención del asesino era matarlo o hacer gala de sus conocimientos de un deporte de contacto. ¿Es esto importante? Sí, porque los deportes de contacto deben ir acompañados de una mente en armonía. Porque una persona que practica este tipo de deporte (kick boxing, kárate, etc, etc.), debe estar en línea con el Universo. Saber que sus puños y sus piernas son armas y, por lo tanto, él está en superioridad de condiciones. Los que practican este tipo de deporte saben que un golpe puede ser mortal.

Y luego están los espectadores. Aquellos que, viendo lo que estaba sucediendo, no hicieron nada.

¿Qué sentirán la madre de uno y las madres de los otros? ¿Qué sentirán? Dolor. Un dolor desgarrador porque a una le han quitado la vida que ella creó. Y  las otras porque nunca podrán entender que aquellos bebés que parieron hayan sido capaces de semejante atrocidad. Se preguntarán en qué se equivocaron. En qué punto del camino les perdieron. Se culparán. Pero ellas no son culpables. Necesitarán buscarlos porque el dolor las ofuscará. Y no atenderán a razones. Porque para una madre, un hijo siempre es ese niño pequeño al que enseñó a caminar…

Y no entenderán que la culpa está repartida entre toda la sociedad: unos por activos y otros por pasivos.

Y no entenderán que aquella frase que les dijeron siendo niños “si te pegan, pega”, es como una semilla que, con el tiempo, germina.

Y echarán la culpa a “la mala influencia de los amigos”. A las fiestas en el parque. A la muchacha que le rompió el corazón cuando lo dejó por otro.

Le echarán la culpa al inmigrante… pero nunca tendrán en cuenta que fue una lucha desigual. Que no fue un “cuerpo a cuerpo”.  Porque para “tumbar” a un hombre de 1’90 y 125 Kg. hace falta algo más que fuerza: hace falta ser mayoría.

La noticia no habla del cuñado, origen de la disputa. Ni de las razones de ésta.

¿Y qué pasará ahora? Los rumanos ¿buscarán venganza? Porque la venganza no es simple. La venganza es un modo de recordar a los demás que deben tomarte muy en serio. Las personas más vengativas son aquellas que están motivadas por el poder, por la autoridad o por el deseo de mantener un determinado estatus social. Las personas menos individualistas están también más predispuestas a sentir deseos de venganza cuando alguien ofende a una persona que forma parte de su grupo, porque un daño a esa persona (con quien tiene una identidad compartida) se considera como un daño a uno mismo.

Pero la venganza solo hace daño al vengador porque, lejos de sentir alivio, crece en su interior el sentimiento de rencor.

“Me quedaré en España, compañero, me dijiste con gesto enamorado. Y al final, sin tu edificio tronante de guerrero, en la hierba de España te has quedado”. Elegía segunda de Miguel Hernández

La mujer que ríe (Hydra de Lerna)

He leído en la prensa que Bülent Arinç, vice primer ministro en el gobierno turco de AKP, perteneciente al islamismo conservador y moderado (no os riáis), cuyo presidente es el Sr. Erdogan, ha hecho las siguientes declaraciones:

“Las mujeres no deberían reírse en público ni hacer movimientos seductores”.

Uno de los asturianos más conocidos, Alejandro Casona, en su obra «La Dama del Alba», escribe, a propósito de la risa, este maravilloso diálogo:

Peregrina: Pero, ¿qué es lo que estoy haciendo? ¿Qué es esto que me hincha la garganta y me retumba cristales en la boca?

Dorina: Es la risa.

Peregrina: ¿La risa? Qué cosa extraña… Es un temblor alegre que corre por dentro, como las ardillas por un árbol hueco. Pero luego restalla en la cintura, y hace aflojar las rodillas… No puede ser… ¡Sería maravilloso y terrible! Qué dulce fatiga. Nunca imaginé que la risa tuviera tanta fuerza.

Para quien no haya leído este texto teatral o visto la obra de teatro, diré que el personaje de la «Peregrina» es la muerte… sin guadaña y con zapatos de tacón, que para eso es mujer y ha de estar arreglada, porque una nunca sabe cuándo convendrá «hacer movimientos seductores».

¡Ahí está! El Sr. Arinç tiene miedo de la fuerza de la risa. Pero solo si nos reímos las mujeres… Los hombres pueden reír y hasta fumar opio, siempre y cuando no permitan a sus mujeres reír, que la risa es muy mala para la salud de las mujeres turcas. ¿Por qué? Pues porque si ríen, son señaladas con el dedo acusador del hombre casto.

El Sr. Arinç asegura que el pueblo turco sufre una “regresión moral” por culpa de los medios de comunicación y por el “uso abusivo de los teléfonos móviles”.

Vamos a ver, Sr. Arinç, usted sí sufre de regresión moral porque, con varios siglos de diferencia, coincide con lo que dijera San Clemente de Alejandría sobre la risa. Bueno, San Clemente y otros santos padres de la Iglesia Católica.

La Patrística abarca los ocho primeros siglos de la era cristiana. En ella, la risa estaba muy mal vista… Normal, como no se reían, no la podían ver. ¿Por qué? Pues porque, según los Evangelios, a Jesucristo no se le conoció ninguna risa. Cabreo sí, pero risa, carcajada, sonrisa torcida… no.

Sr. Arinç, ¿cómo tiene usted pensado evitar que las mujeres nos riamos?

Sr. Arinc, las mujeres llevamos siglos siendo denostadas, vejadas, asesinadas, relegadas, criticadas… Por eso, sus declaraciones me provocan RISA. Porque mientras los hombres estaban (y están) ocupados conquistando, luchando, estafando, mintiendo, enriqueciéndose, las mujeres nos hemos reído de lo lindo pensando en la cantidad de cosas que íbamos a conseguir sin dar ni golpe. Hasta que nos cansamos y decidimos ser nosotras mismas las que hiciéramos todas esas cosas. Y nuestras risas se duplicaron…

«Ríete de la noche,

del día, de la luna,

ríete de las calles

torcidas de la isla,

ríete de este torpe

muchacho que te quiere,

pero cuando yo abro

los ojos y los cierro,

cuando mis pasos van,

cuando vuelven mis pasos,

niégame el pan, el aire,

la luz, la primavera,

pero tu risa nunca

porque me moriría»

Pablo Neruda

Gracias, Sr. Arinç, por darnos tantos argumentos para no dejar de reír durante mucho mucho tiempo. “Nunca imaginé que la risa tuviera tanta fuerza”.

La mujer que ríe (Carmen Cereña)

Pueden reír hasta las vacas, pues eso son los quesitos «La vache qui rit», pero no las mujeres. Y es que he leído en la prensa que Bülent Arinc, vice-primer ministro en el gobierno turco del AKP (islamistas moderados), presidido por el señor Erdogan, ha censurado a las mujeres que ríen en público por falta de decoro y, de alguna manera, las ha conminado a no hacerlo ya más, para preservar así su dignidad. Como buen islamista, llámese moderado o no, una de sus mayores preocupaciones, por no decir que son auténticas obsesiones patológicas, es lo que él y los suyos entienden por «dignidad» femenina. Y, claro, ha de ser él quien nos la preserve, diciéndonos -y de paso obligándonos- cómo ser dignas, sin preguntarnos nuestra opinión. Y hace bien porque no cabe preguntar a los irresponsables congénitos o a los tontos, sobre todo si los tontos somos tontas.

Erdogan se ha propuesto que de Kemal Ataturk no queden ni las pestañas. Mustafá Kemal Ataturk, turco muy bien agestado, morenazo y de magníficos mostachos, gran porte y penetrantes ojos claros, creó un Estado moderno -eso sí, imponiéndolo de forma dictatorial y de golpe- liberador para la mujer, prohibiendo entre otras cosas el uso del velo. Kemal Ataturk era hombre de fuste y brío; seguro que por ello no nos temía a las mujeres. Quería féminas libres y a cara descubierta, cultas y estudiosas; y no hembras que se tapan como leprosas, avergonzadas de su sexo y esclavizadas. Erdogan siempre se lamenta de que sus hijas no puedan estudiar en su patria y las tenga que enviar al extranjero para que vayan decentes a la universidad, esto es portando velo. Al menos les da estudios, que ya es mucho; reconozcámoselo. Qué duda cabe que entre él y un talibán, cabría calificarlo incluso de feminista. Erdogan se ha empeñado en que sus hijas puedan sacarse la carrera en casa sin dejar de ser dignas y acabará, si es que no lo ha hecho ya, por otorgar a la mujer la opción de cubrirse la cabeza o no, a la espera de imponer la obligación absoluta de cubrírsela en cualquier circunstancia. La esposa de Erdogan lleva siempre velos muy monos. Estoy imaginando la escena: una reunión de alto nivel entre Erdogan y Angela Merkel. Erdogan y Merkel debaten de cosas importantes de hombres de Estado. La señora Erdogan y el señor Merkel, dama y señor oficiales respectivamente, se intercambian recetas de cocina turca y germana también respectivamente. Ambos llevan velo, eso sí de diseño italiano. Son una cucada.

Para la mujer la vida no puede ser cosa de risa. Y menos si se ríe de un hombre. Ya lo dice el protagonista de «Doña Francisquita», del maestro Vives, que «de Fernando Soler no se puede reír ninguna mujer». Y, sin embargo, a las mujeres nos pirra burlarnos de los varones. Es un pequeño desquite frente a toda una Historia narrada e interpretada por nuestro amo, el sexo fuerte. Por ello más de una novela provenzal, «Flamenca» por ejemplo, el Decamerón y Las Mil y Una Noches son bellísimas revanchas literarias frente al padre, el hermano, el marido, el pretendiente y, claro está, el sacerdote. Nos chifla reírnos de los tontos y los petulantes. «Insolente, presumido, fanfarrón y pendenciero», cantan a dúo en «El huésped del sevillano», del maestro Guerrero, el pintor de corte Juan Luis y la judía Raquel para describir al prepotente don Diego, que corteja a la hebrea. En el galdosiano «Episodio Nacional» titulado «Un cortesano de 1815», la jovencita Presentación urde magnífico plan para ridiculizar ante el rey y la corte al protagonista Pipaón por «tunante, cobarde, pillo, traidor y al… (cahuete)». Y vaya si lo consigue. Cuando da con el cuerpo del farsante en el agua, desacreditándole a ojos de todos, ríe a carcajadas y con ella todos los presentes.

En un bellísimo poema de Rimbaud, «Roman», aquél de «No se es serio cuando se tienen diecisiete años», la bella jovencita adorada por el joven ingenuo se mofa de él por iluso y papamoscas y ríe de los sonetos por él compuestos y a ella dedicados. En «La corza blanca», la bella Constanza, esa muchacha noble y bruja a la par, que trueca de noche su cuerpo de mujer en el de una grácil corza blanca, gusta de reír con «sonora y estridente carcajada» de los majaderos y los enamorados, que vienen a ser una única cosa. Enamorarnos para luego mejor atarnos muy corto y trabarnos las piernas, como a las cabras, en la cocina.

Porque Carmen, en palabras propias, tiene amantes por docenas y cuando quiere envía a su enamorado al Infierno y porque Carmen se ríe, don José tiene que matarla. En la zarzuela verista «Las golondrinas» del maestro Usandizaga, la malvada y egoísta trapecista Cecilia, la «bella Miss Nelly», busca su revancha frente al titiritero Puck quien, en una ocasión, porque ella le manifestó su deseo de abandonarle y porque él era hombre y ella sólo mujer, es decir porque sí, porque le dio la gana, le arreó un buen guantazo. Al cabo de los años, ella, rica y mantenida, se tropieza con aquel su primer amor, con el titiritero, y se ríe de su cariño. ¡Se ríe! Puck enloquece entonces y la estrangula. «¡Reía! ¡Reía!», canta desesperado en la desgarrada aria en que confiesa su crimen.

«Osama» es magnífica película afgana de producción internacional. En ella una niña ha de fingirse niño en el Afganistán de los talibanes para que su familia formada exclusivamente por féminas pueda sobrevivir pues a las mujeres se les prohíbe trabajar como profesionales en todo el país.  La madre, único sustento de la casa, era médico y fue expulsada del hospital en el que ejercía; la abuela es vieja y la otra hermana tan sólo una chavalita de corta edad.  Se descubre la impostura al fin, esto es que quien decía llamarse Obama no es niño sino niña y así esta niña será vendida o más bien regalada a un viejo en cuyo harén ejercerá tanto de cocinera como de fregona o de prostituta. ¡Maravillosa interpretación de la religión para mejor dotarnos de dignidad!

Si en Turquía nos quitan ahora la risa, díganos, señor Erdogan, ¿cuál será el siguiente latrocinio?