Golpe de mano
Tras la denominada «masacre de Toulouse», en la que -supuestamente- Mohamed Merah, un «terrorista» francés de origen argelino, asesinó a siete personas, el Presidente francés, Nicolas Sarkozy anunciaba el endurecimiento del Código Penal para permitir que los usuarios habituales de páginas web filoterroristas sean condenados. La medida es equivalente a la ley francesa que castiga con multas de hasta 30.000 euros y dos años de cárcel a usuarios de sitios web que alojen pornografía infantil.
El momento elegido para anunciar la medida no es casual: una reforma de esa envergadura exige que los motivos sean proporcionales. Pensemos que, para que el Estado conozca el número de veces que un usuario ha visitado cierta página web, éste debe «monitorizar» la actividad de los ciudadanos en la Red. Los instrumentos para hacerlo serán unos u otros, pero el resultado es que nuestra actividad online será objeto de seguimiento. Y ¿quién no está dispuesto a ceder un poco de privacidad, si con ello se evitan asesinatos en masa?
El pasado domingo, el Sunday Times anunciaba que Gran Bretaña aprobará una ley que permitirá «monitorizar» en tiempo real las llamadas telefónicas, los correos electrónicos, los mensajes en redes sociales y las visitas a páginas web de todos los usuarios de Internet, con el fin de evitar delitos. Google, sin ir más lejos, se ha escandalizado ante la medida, por lo que implica de ataque a la intimidad.
Y es que, técnicamente, resulta posible hacer estas cosas. No piensen que para ello se precisa una legión de espías conectados a nuestras líneas telefónicas: basta con algunas aplicaciones informáticas. Gmail, por ejemplo, analiza los contenidos de nuestros correos electrónicos y nos ofrece automáticamente publicidad relacionada con ellos. De ahí a establecer un sistema policial de vigilancia, en función del contenido de nuestros mensajes, hay un solo paso: el legal.
En España aún no se han implantado medidas equivalentes, aunque se está avanzando en ese sentido. La Ley Sinde no penaliza al usuario de páginas web delictivas, pero lo que sí hace es culpar a los propietarios de páginas web del contenido enlazado con ellas. Es decir que, si en uno de nuestros artículos, por ejemplo, enlazamos un vídeo que pueda considerarse ilegal -porque incumpla los derechos de autor, porque difame a alguien, porque haga apología de la violencia, o por cualquier otro motivo-, estaríamos incurriendo en un delito, aunque ese vídeo no haya sido producido, ni alojado, ni subido a Internet por nosotros, y aunque no estemos de acuerdo con su contenido y lo incluyamos como mera cita.
Tener «mano izquierda» significa poseer la habilidad o astucia para resolver situaciones difíciles. Sarkozy ha demostrado mucha «mano izquierda» en tanto en cuanto frente a una crisis nacional, como la masacre de Toulouse, ha conseguido no sólo no pagar el precio político de la supuesta «liquidación» de Merah (se decía que podría tener un pasado en el servicio secreto), sino también aprobar una ley que nos llevará a la cárcel por visitar páginas web ilegales, es decir, por descargar películas pirata. En términos militares, a esto se le llama un «golpe de mano».
Cine legal en la Red
Wuaki, Filmin, Cineclick y ahora Voddler. Y un poco más adelante, YouZee, Series.ly y Netflix.
No se trata de un trabalenguas, no, sino del futuro de la distribución cinematográfica. Bajo estos nombres tan «naïf», se esconden los grandes video-clubs online. Los cuatro primeros ya ponen a disposición del público español miles de películas y los tres siguientes prometen añadir en breve un cero a la suma total: ya es posible ver cine en Internet de manera legal.
En una entrevista publicada en El País, el director de Voddler, Markus Bäcklund, se muestra muy esperanzado. Declara que hasta ahora el internauta español no ha pagado por ver cine en Internet porque no se le ha ofrecido la posibilidad. Los catálogos de las empresas dedicadas a ello eran insuficientes de todo punto y al usuario le resultaba más fácil encontrar un título en su versión pirata que encontrarlo en la versión legal.
Pero esto va a cambiar progresivamente, dice Bäcklund, ya que los usuarios se acostumbrarán a la fórmula de pago por visión y los productores tendrán que adaptarse a la nueva situación. Una situación actualmente esquizofrénica, según él, ya que los estudios demandan enormes cantidades de dinero por poner su catálogo a disposición del espectador online.
Las previsiones de Bäcklund quizás sean demasiado optimistas. En un medio como Internet, que nace enarbolando la horizontalidad, la ausencia de control, la rebelión, y en un país como España, en el que el Lazarillo de Tormes retrata un rasgo cultural fundamental -a saber, la picaresca-, las previsiones de este empresario sueco podrían no cumplirse en absoluto. Al fin y al cabo, la tasa de piratería en España, según CEDRO, es de un 77 por ciento sobre las películas y de un 98 por ciento sobre la música, por lo que podemos asegurar que esta conducta, por lo mayoritaria, no tiene visos de cambio, al menos de momento.
NetflixNetflix
La distribución cinematográfica parece que por fin está evolucionando hacia un modelo sostenible. El DVD está agonizando y el Blu-Ray ni siquiera ha conseguido levantar cabeza. Los video clubs que han conseguido sobrevivir en esta etapa de transición lo han hecho gracias al sistema de cajeros 24 horas que también amenaza con extinguirse. Los avances tecnológicos han traído consigo un colapso del modelo económico y un cambio del sistema cultural y ya no hay vuelta atrás.
En España, el 99 por ciento de las descargas de cine por Internet incumple la Ley de Propiedad Intelectual, según Rafael Sánchez, director de Filmotech. Y esta situación está arruinando al sector. Netflix se perfila como la alternativa legal al pirateo. Es un videoclub online, con más de 100.000 títulos, que cobra a sus suscriptores una cuota mensual por descargar películas y series. Su implantación en España está prevista para enero de 2012 y el precio mensual de este servicio se calcula en torno a los 15 euros. En Estados Unidos, las cifras les avalan, puesto que el 22 por ciento de todas las descargas de vídeo correspondieron en marzo de este mismo año a Netflix. Y a nivel mundial, ya cuentan con 22,5 millones de suscriptores.
El problema es que la cultura de la piratería ya ha calado muy hondo en España y va a ser muy difícil modificarla. Plataformas como Megavideo, en conjunción con portales como Cinetube ofrecen un servicio mucho más completo, que no se reduce a 100.000 títulos, sino que es infinito y está permanentemente actualizado, con todo tipo de películas y series, aplicaciones, juegos, libros y música. Todo gratis. Pero también ilegal.
En cualquier caso, no deberíamos perder de vista el gran privilegio que supone poder acceder en cualquier momento y desde cualquier lugar a una filmoteca infinita. El crecimiento cultural que implica es inmenso. Un sueño para cualquier cinéfilo. Una escuela universal. Renunciar a él sería una necedad (¡no lo hagamos!), pero regularlo es una necesidad.