Instrucciones para una revolución no violenta
La indignación crece en España y -si queremos mejorar la situación- tenemos que organizarnos. Todos sabemos que ya hay muchas acciones en marcha, protestas de todo tipo, pero quienes acudimos a la última gran manifestación (la del 19 de julio) pudimos comprobar que aún hay mucha desunión entre los ciudadanos. Los funcionarios por su paga extra, los mineros por la extinción del sector, los médicos por la sobrecarga, parados, estafados por las preferentes, republicanos, sindicalistas, jubilados, lesbianas… Cada uno protesta por lo suyo. Y se echa en falta un lema común, uno que nos una a todos, que nos dé fuerza y que sirva para resolver el fondo del problema.
«Basta de recortes» es un lema muy flojillo, estaremos de acuerdo. Y «la próxima visita será con dinamita» es un órdago a la grande, que no resulta nada creíble.
Hay otros eslóganes graciosos, pero que son meramente anecdóticos, como el «Que se jodan» de la Fabra. Pero si hubiera que elegir un eslogan, uno que nos uniera a todos, un mensaje que fuera realmente decisivo, cargado de verdad y que mirara el problema directamente a los ojos, éste podría ser «Hay alternativas». Porque las hay. Porque todos sabemos que las hay.
Soberanía popular
Lo que está en juego es la soberanía popular. El Gobierno, democráticamente elegido, está contradiciendo punto por punto sus promesas. Y, en este proceso, está desmantelando el Estado de bienestar. Si el pueblo se levanta y dice «no» -¡no lo desmanteles!-, el Gobierno debe hacer caso. Punto. Las medidas que han emprendido los gobernantes son tan decisivas para el futuro de España -y están tan lejos de lo prometido- que, si no se llevan a cabo con el apoyo popular, pueden considerarse dictatoriales (¡si al menos convocaran un referendum!).
Y frente a una dictadura, hay que actuar decidida, organizada y enérgicamente. No queremos la guerra. Repetimos: NO queremos la guerra. NO queremos violencia. NO queremos retroceder 80 años y volver a matarnos entre primos. Pero NO vamos a tolerar que se nos estafe, que se nos engañe, que se nos ningunee. Somos el pueblo, España es una democracia: somos los soberanos, haced lo que os decimos. Punto.
¿Qué alternativas?
Pues las que indican los expertos. Sociólogos, politólogos, economistas de todo tipo, estamos hartos de escucharlos por la radio. No los «expertos» que están en el Gobierno, sino los que están en Universidades. Ellos, los de las Universidades, no tienen los intereses económicos que pueden tener los políticos de primera línea. Ellos no están comprados.
Ellos, los expertos de las Universidades, han redactado libros como «Hay alternativas» o «Lo que España necesita«, en los que dejan muy claro cómo deberíamos hacer las cosas para recuperarnos de ésta. Y precisamente proponen todo lo contrario a lo que se está haciendo.
La necesidad de una revolución (no violenta)
Pero la movilización popular es fundamental para conseguirlo, los mismos expertos lo dicen. Debemos reivindicar nuestra condición de soberanos porque, si no, estamos perdidos. Y la revolución debe hacerse desde ya, de manera no violenta. No se trata -sólo- de salir un día a la calle con pancartas -o de mandar twits a mansalva-, sino de poner en marcha una estrategia que posibilite un cambio real. Los objetivos están sobre la mesa, vamos a por ellos. Ordenadamente.
Instrucciones para una revolución no violenta
Y aquí llega el documental que os proponemos. Se trata de un acercamiento a la vida y obra de Gene Sharp, titulado «Cómo empezar una revolución» y emitido por «Documentos TV» en enero de 2012. Sharp es un filósofo estadounidense que ha dedicado su carrera a promover la lucha no violenta, a favor de pueblos oprimidos y en contra de regímenes tiránicos. Su libro «De la dictadura a la democracia» proporciona las claves para el éxito de las movilizaciones populares, éxito que queda demostrado en su aplicación a los casos de numerosos países, como Birmania o Australia.
El documental ofrece una panorámica muy interesante y esperanzadora sobre las ideas de este nonagenario escritor y nosotros creemos que es responsabilidad de todos los españoles acercarse a ellas. Para luego hacer nuestro propio balance. Para saber en qué medida debemos, queremos y podemos colaborar.
No sabemos qué difusión tendrá este artículo, pero vamos a proponeros una iniciativa (aparte de la de ver el documental). Sharp resalta la importancia de utilizar un único color en las manifestaciones, una ropa que nos iguale a todos, un atuendo que cree espíritu de grupo. En las últimas manifestaciones, los profesores iban de verde, los médicos con bata blanca, los demás funcionarios de negro… Unámonos. Creemos una revolución blanca, tan fácil y tan simple. Todos tenemos en casa una camiseta blanca. Todos podemos ponernos una. Llevar a las manifestaciones otras dos o tres, para repartirlas entre nuestros acompañantes. E incluso organizar un fondo para comprar muchas y distribuirlas entre los demás manifestantes.
Es un paso pequeño. Es un paso simbólico. Pero es un paso.
De la televisión
En estos días inciertos para las televisiones públicas -ya sean de rango nacional o autonómico- debido a los recortes presupuestarios y otras amenazas que pesan sobre ellas, creemos que conviene reflexionar acerca de la función social que estas instituciones desempeñan. Con tal propósito, mencionamos a continuación algunos puntos que consideramos clave a la hora de decidir sobre su futuro y/o fijar prioridades en cuanto a programación se refiere.
Contexto histórico
Los medios oficiales de comunicación siempre han existido. Si nos remontamos lo suficiente, podríamos incluso considerar que los rapsodas y aedos de la Grecia clásica -que narraban, al ritmo de la música, las aventuras de Ulises y compañía- cumplían una función de divulgadores de la Ética y la Moral oficiales. Pero, sin hilar tan fino, podemos fácilmente remontarnos a los tiempos de los Reyes Católicos y encontrar medios de comunicación de corte oficial que -potenciados por el invento que revolucionaría el mundo: la imprenta- conseguían hacer llegar al pueblo aquella información que los poderosos consideraban de interés. Evidentemente, este tipo de prensa -los «mercurios», que se llamarían después- se encontraba sometida a un férreo control por parte de los gobernantes que la sufragaban.
Aunque la prensa clandestina -subversiva- creció paralelamente a la prensa de corte oficial, no fue hasta el siglo XVIII que los periodistas -o gacetilleros- empezaron a gozar de cierta autonomía, estableciendo las bases del libre periodismo. Y fueron las revoluciones sociales de finales del XVIII (Revolución Francesa, Estados Unidos…), con sus nuevos sistemas de gobierno -República, Democracia, Monarquía parlamentaria-, las que crearon el campo de juego en el que la prensa se está debatiendo desde entonces.
Principios
- El poder es del pueblo
En un Estado democrático, como el español, la Soberanía es popular. Aunque se trate de una Democracia representativa -ya que delegamos en ciertas personas para que se encarguen de la gestión estatal-, los ciudadanos tenemos voz y voto en las cuestiones públicas.
- Para valorar es preciso saber
Es imposible opinar sobre algo que se desconoce. Preguntar a un analfabeto si «hucha» se escribe con hache, no tiene sentido. Del mismo modo, preguntar a un ciudadano si está a favor o en contra de una política de la que jamás ha oído hablar resulta ridículo.
- Los medios de comunicación crean comunidad
Comunicar significa «poner en común«. Los medios de comunicación sirven para poner en común ideas, hechos, emociones, etc, de modo que un determinado grupo de personas se convierta en una comunidad.
- Informar, formar y entretener
Las funciones básicas de un medio de comunicación, en un Estado democrático son, por orden de prioridad, las de informar, formar y entretener. Informar para que el ciudadano pueda participar en la vida pública, lo cual es su derecho. Formar para que sus decisiones estén basadas en argumentos sólidos, por el bien de todos. Y entretener, porque el ocio -el juego- forma parte de la esencia humana tanto como el negocio.
- Vigilancia social
Del mismo modo que, en sociedades complejas, compuestas por millones de personas, delegamos en ciertos individuos y colectividades para que se encarguen de la administración del Estado, también delegamos en otras para que se encarguen de vigilar esa administración e informarnos de lo más relevante: los periodistas.
- Independencia, libertad e integridad
Para que la información que llegue al pueblo sea útil y no esté contaminada por intereses de cualquier índole, el periodista debe ser independiente de cualquier presión ideológica, libre para expresar sus opiniones, e íntegro en el desarrollo de su labor, conforme a los Códigos Deontológicos de la profesión.
- Empresa frente a Estado
Si bien a un medio de comunicación privado se le debe exigir que, en sus informaciones, respete la verdad de los hechos, no se le puede exigir que informe, o que forme. Habrá, por ejemplo, en la esfera privada, medios de comunicación totalmente orientados al entretenimiento y esto no es condenable. En cambio, los medios de comunicación públicos -pagados con los impuestos de los ciudadanos- nacen con una vocación de servicio público, es decir, nacen con la función primordial de informar, con verdad, con independencia, con rigor; con la función de formar; y con la función de entretener, si fuera menester. Los dirigentes políticos deben garantizar la efectividad de este servicio público y para ello -para asegurar su total independencia- deberían alejarse por completo de su gestión.
- Información regional
En una sociedad plural, en un «Estado de las Autonomías», los medios de comunicación públicos deben reflejar esta pluralidad y propiciar el acceso de todos los ciudadanos, de cualquier región del país, a la información pública. En este principio se basa la existencia de las televisiones autonómicas, por ejemplo, puesto que su función es cubrir en detalle los acontecimientos de la región en que se hallen.
- Desarrollo socio-económico y cultural
Los medios de comunicación son vehículos de cultura y agentes dinamizadores del desarrollo socio-económico. Al abrigo de una televisión pública, por ejemplo, nacen multitud de empresas dedicadas a labores tan diversas como la construcción de decorados, la grabación de música, la formación de actores, o la iluminación de exteriores. Una televisión potencia el tejido empresarial de una región, crea cientos de puestos de trabajo y diversifica las áreas laborales: es riqueza.
Medidas
Últimamente, se están adoptando diversas medidas desde la esfera política que van en detrimento de los medios de comunicación públicos. Por ejemplo, se ha modificado la Ley que regulaba el nombramiento del Presidente de Radio Televisión Española. Se ha despedido a 1200 trabajadores de Canal 9. Se ha aprobado un proyecto de Ley que permite a las Autonomías privatizar sus televisiones públicas. Y se han realizado sangrantes recortes presupuestarios, sin mencionar los conocidos impagos por parte del anterior Gobierno del Principado de Asturias a RTPA, que ya se están dirimiendo en los Tribunales y amenazan con hundir la cadena y con ella a decenas de empresas.
Por otra parte, la muy deficiente gestión de algunas televisiones por parte de sus responsables ha llevado a la quiebra técnica y -lo que es peor- al descrédito de estas instituciones. La ciudadanía ha perdido la confianza en los medios de comunicación públicos y ha olvidado que son una herramienta útil a su servicio.
Prioridades
Ante una situación de crisis como la actual, es fundamental fijar prioridades, de modo que se pueda distinguir lo prescindible de lo imprescindible y así reorientar las políticas. Las televisiones públicas son imprescindibles para garantizar la participación ciudadana en la gestión pública. Si se pierden las televisiones públicas, se pierde la Soberanía popular. Su programación puede ser objeto de variaciones -parte de ella será prescindible-, pero una televisión pública siempre tendrá que atender al mandato que la legitima. A tal objeto, proponemos:
- Que se mantenga la titularidad pública de todas las televisiones públicas.
- Que se ajuste su dimensión en función del tamaño de la población a la que presten servicio. Esto podría implicar un recorte en las horas de emisión.
- Que los contenidos primen la información -en sus múltiples géneros: noticia, reportaje, crónica, documental…- y la formación, en detrimento de contenidos de entretenimiento (series, reality shows, eventos deportivos…)
- Que los contenidos sean producidos por la propia plantilla de la televisión, o por empresas de su área de influencia, con especial presencia de las pequeñas y medianas.
- Que se potencie la colaboración entre distintas televisiones con el fin de compartir contenidos que tengan interés fuera de sus respectivas áreas de influencia. Esto se traduce en una eficaz reestructuración de la Federación de Organismos de Radio Televisión Autonómicos (FORTA).
- Que se modifiquen los Estatutos de las televisiones públicas de modo que sus Consejos de Administración no estén compuestos por políticos, sino por notables procedentes de las Universidades y por periodistas de reconocido prestigio que garanticen la independencia del medio.
- Que se pulse la opinión de los trabajadores de las distintas cadenas y se implementen mejoras propuestas por ellos.
- Que se modifique la legislación de Derechos de Autor en un sentido que permita y promueva la utilización por parte de los ciudadanos de los fondos documentales de las televisiones públicas.
- Que la gestión de las televisiones esté permanentemente sometida a auditorías externas, de modo que se garantice la transparencia en la contratación y la eficiencia de las inversiones.
- Que se depuren responsabilidades por vía penal de las gestiones anteriores.
Todo lo anterior se ha dicho en referencia exclusiva a las televisiones públicas y no aspira más que a ser un análisis somero de la situación y una propuesta de mejora. Si quisiera hacerse hincapié en el estado actual del periodismo en España, habría que hablar sobre la transparencia -la opacidad- de la Administración, sobre el despotismo de algunos dirigentes (que celebran ruedas de prensa en las que no se admiten preguntas), sobre la precaria situación laboral de los trabajadores, sobre el intrusismo laboral y sobre otras mil cuestiones que exceden los límites de este editorial y que pueden leerse en manifiestos de las Asociaciones de Periodistas, o de Reporteros Sin Fronteras. Y es que, del mismo modo que el ciudadano tiene derecho a ser informado, también tiene el deber de informarse.
La sauna
(Sobre la huelga general del 29 de marzo, las elecciones asturianas del 25, el movimiento 15M, Garzón, las políticas vigentes, Dios, el mundo, el hombre… Es decir, sobre fenómenos metafísicos).
El pueblo está crispado. El mejor indicador es la cháchara que se mantiene en esos lugares semipúblicos donde la gente se reúne durante un rato para hacer algo. Las peluquerías son el ejemplo clásico, pero hay otro ejemplo mejor y mucho más poético: las saunas. Aunque las «instrucciones para un correcto uso de la sauna» recomiendan no hablar en su interior -porque se cargan las vías respiratorias- es raro que los usuarios guarden silencio; y por algo será.
Nos referimos aquí a las saunas municipales -a esas que son casi gratuitas- y no a las opulentas saunas de balnearios, spa y talasocentros, que son muy diferentes, no porque haga más calor en su interior -que no lo hace: 90 grados en las municipales es una buena cota-, sino porque el visitante allí es ocasional. En las saunas municipales, en cambio, los usuarios somos habituales, nos conocemos, aunque sea de vista. Y qué vista.
Como en Roma, hace un par de milenios, las conversaciones en las saunas, entre hombres libres, versan eminentemente sobre deportes (gladiadores-futbolistas), y sobre eso a lo que entonces se llamaba la Res Publica, es decir, «la cosa pública», el Estado. Que si el Sporting, que si crisis, que si desempleo, que si corrupción, que mira Urdangarín -y mira la infanta, que se va de rositas-, y mira el Barça, que eso no se hace, y más recortes, y más corrupción (casos hay de sobra) y Garzón y la cama que le han preparado y ¿te acuerdas de Manolo?, pues le han echado a la calle, con 50 años, tres hijos y la hipoteca, y vamos a tener que emigrar, dígotelo yo, mira mi hijo, en Alemania está.
Como se verá, la cosa no ha cambiado mucho desde aquellos tiempos precristianos: estamos de acuerdo en el sudor y en los apuros, pero de poco sirve. Por mucho que sudemos, seguimos envejeciendo y por mucho que nos apuremos, la cosa pública sigue apretando. Y ahoga, sí.
La impotencia reina en la sauna, también cuando se habla de estos temas. Es igual que cuando se habla de los elementos, de la lluvia, de la nieve, del calor que hace aquí, joder, uno no espera resolverlos, por mucho que proteste. Son milenios de lamentaciones vanas y ya vamos aprendiendo. El próximo día 29, por ejemplo, la huelga general ha sido convocada. No servirá para nada, los de la sauna lo sabemos. Saldremos con buenas intenciones, con pancartas, con razón, nos harán fotos, vídeos para la tele -a ver si me veo-, y al día siguiente, todo igual. Da lo mismo que nos manifestemos, que acampemos en la plaza de la Escandalera, que votemos a unos u otros, en blanco, que no votemos, o que nos partamos el lomo a trabajar; que estudiemos dos carreras (tres idiomas y un Master), que aceptemos sueldos miserables… da igual, no importa. De nada vale.
Por ejemplo, tenemos este libro. Ha sido redactado por economistas, politólogos -por expertos, vaya-, y propone cambios concretos que se podrían adoptar -que se deberían adoptar- para superar la crisis y mejorar la vida de la población. No habla de recortes, ni de despidos, sino más bien de responsabilidades y de estructuras. Pues bien, este libro, esta propuesta pacífica y bien fundada, no sirve para nada. Valdría más publicarlo en edición impresa, en tabloide a poder ser, y buzonearlo. Así, a lo mejor conseguíamos que el mandamás de turno, en su momento de mayor inspiración (y no daremos más detalles al respecto), echara un vistazo a las propuestas de estos sesudos compatriotas y las asimilara como propias. Ni ley Sinde, ni SOPA, ni SGAE: seguro que los autores del manual estarían encantados de ser plagiados, con tal de que alguien se decidiera a arreglar el entuerto.
Estaba cerrada, el domingo pasado, la sauna. Decía el cartel que por problemas técnicos. Esperemos que los recortes no lleguen hasta ahí, porque -ojo- nunca se sabe de lo que es capaz uno cuando le despojan del pequeño espacio en el que habita, aunque sea eventualmente y con un puñado de -no menos eventuales- amigos sudorosos. Acabarían por llamar a los antidisturbios valencianos que, con esos, cualquiera dice nada.
El derecho a sanar
«Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar» (Refranero popular)
Hoy hablamos de un documental estrenado en 2007, titulado «Sicko» y dirigido por el polémico cineasta Michael Moore. «Sicko» aborda el tema de los servicios sociales en Estados Unidos, especialmente el servicio sanitario, desde una perspectiva transcultural, esto es, comparando el sistema americano con sistemas implantados por otros países como Canadá, Gran Bretaña, Francia, o Cuba.
El servicio sanitario en Estados Unidos, como ya sabrán, no es ni universal ni gratuito, sino que depende de la afiliación -o no- del paciente a un seguro médico. Moore, a través de testimonios de afectados, dibuja un panorama desolador, en el que la inmensa mayoría de los ciudadanos estadounidenses quedarían -por una razón o por otra, de un modo u otro- excluidos de la cobertura sanitaria.
Para su sorpresa, los sistemas sanitarios europeos, así como el canadiense y el cubano, prestan un servicio gratuito e indiscriminado del más alto nivel, sin que por eso los ciudadanos se vean hipotecados para sufragarlo. En contraste con ellos, Estados Unidos emerge, no ya como un país despiadado, sino como el epicentro mismo del Mal.
Pero el Mal es contagioso, y ni los buenos médicos son capaces de erradicarlo, de tal modo que el panorama que describió Moore en 2007 quizás ya no sea aplicable hoy. En estos cinco años, muchas cosas han cambiado en Europa y aunque la situación de Estados Unidos siga siendo peor que la europea en cuanto a servicios sociales, los recortes que se vienen realizando aquí en los últimos tiempos amenazan con hacer tambalearse a este envidiable estado del bienestar.
Moore indaga en los orígenes de ese «estado del malestar» estadounidense y apunta a una única motivación: la económica. La codicia de los gobernantes, unida a un individualismo extremo -«egoísmo», podría decirse-, característico de la cultura «made in USA», han despojado en pocas generaciones a todo un pueblo de su derecho a sanar. En pocas generaciones, repetimos.
Es muy especial, este Moore. Sin perder el sentido del humor, critica con máxima dureza a su propio país, a su propia cultura, y lo hace por amor. Sí, porque para decir una verdad de este calibre, a la cara, es necesario no sólo ser valiente, sino sobre todo anteponer el bien ajeno al bien propio. ¿Qué es el amor, sino ese ejercicio de altruismo? Michael Moore puede costear sus propios tratamientos, no nos engañemos, tiene dinero y fama mundial, podría vivir en cualquier lugar del mundo, no necesita un sistema sanitario gratuito y universal en Estados Unidos. Pero, del mismo modo que un hijo se enfrenta a su padre alcohólico y le pide que pare de beber, Moore sigue haciendo documentales. Quizás el padre alcohólico no atienda a las razones del hijo, pero el hijo no puede hacer otra cosa… Al fin y al cabo, es su padre.
Gestión, guillotina
La diferencia entre una buena gestión y una mala son los resultados.
Desempleo y crisis
Con más del 20% de su población activa en paro -y creciendo-, España encuentra en el desempleo su problema más grave y más urgente. Es necesario resolverlo ya.
No ya sólo porque la situación de las familias es crítica -al borde de la bancarrota-, sino porque los impuestos que sostienen al Estado -los impuestos que se usan para pagar las pensiones y los subsidios por desempleo- provienen de los trabajadores. La fórmula es fácil: más trabajadores = más dinero recaudado.
Si cada vez menos gente «mete dinero en la hucha» y más lo saca, la situación se vuelve insostenible. Y esto es de cajón.
Arcas vacías
El político que en 2011 haya llegado -recién elegido- a su despacho en el Ayuntamiento, en la Consejería, o en el Ministerio, y haya encontrado las arcas vacías, se habrá echado las manos a la cabeza. ¿Qué hago yo ahora? -se habrá preguntado-. ¿Cómo salgo de ésta?
Si el político en cuestión es medianamente inteligente, se preguntará: «¿De dónde proviene el dinero que llena mis arcas?» La respuesta es clara: «De los impuestos que pagan los trabajadores». «¿Y qué hago yo para ingresar más dinero?». ¡Pues conseguir más trabajadores!
Gestionar
El político inteligente se pondría, entonces, manos a la obra. Las prioridades son obvias. Primero, conseguir que todos los empleados mantengan su empleo. Segundo, emplear a los desempleados.
Estas medidas, unidas a algunas modificaciones fiscales, como por ejemplo igualar los impuestos que paga la población activa (alrededor del 40% del salario) a los impuestos que pagan los que viven de los rendimientos de su dinero (alrededor del 20% de los rendimientos), aumentarían la recaudación y «llenarían la hucha».
Guillotinar
Un político con pocas luces no haría lo que acabamos de describir. Asustado, pensaría: «si tengo poco dinero en la hucha, voy a ahorrar todo lo que pueda». Y se pondría a recortar gastos, olvidando de dónde provienen sus ingresos. «¿Necesito investigación científica?» -se diría-. «No es momento de investigar, recortaré en investigación». «¿Necesito arreglar las carreteras? No es buen momento, recortaré en obras públicas». Y así seguiría, con los museos, los colegios, los hospitales…
A cada paso de su camino, este político reduciría -junto con sus gastos- decenas, centenares de puestos de trabajo. Y por tanto, reduciría sus fuentes de ingresos. Y cada vez tendría que recortar más… «¿Necesito agua?»… «¿Necesito patatas?»…
Un ejemplo
Esta mañana, los trabajadores de la Unidad de Gestión del Parque Tecnológico de Asturias anunciaban el cierre de dicha Unidad a partir del 1 de febrero de 2012, y su consiguiente despido. Estos trabajadores se encargan de fomentar la relación entre las empresas e instituciones del Parque, con otras empresas e instituciones. Se dedican a labores de promoción regional, nacional e internacional, organizan actividades formativas, encuentros, conferencias… Son unos excelentes trabajadores, capaces de conseguir mucho con muy poco, capaces de implicar a diversas empresas en objetivos comunes y sus resultados, con los datos en la mano, son óptimos.
La Unidad de Gestión del Parque, en suma, genera mucha riqueza.
Con su cierre, no sólo se envía a dos personas a engrosar la lista de desempleados -con las consecuencias que ello entraña para sus familias y para el erario público-, sino que además se pierde un elemento vital para otras muchas empresas -muchos trabajadores-, que se verán directa o indirectamente afectadas.
Y es que ya nos lo enseñó la Revolución Francesa: la guillotina, mal dirigida, no es una buena herramienta de gestión.