La revolución biocida

La lucha contra las bacterias ha sido una constante en la historia de la humanidad. Por mucho que lo hayamos intentado, no hemos conseguido «meter en vereda» a esos peligrosos seres microscópicos. Casos recientes de muerte por infección, como los relacionados con la bacteria E-Coli, demuestran lo desprotegidos que aún estamos ante ellas.

Un grupo de investigadores españoles, con el profesor Serafín Moya a la cabeza, ha desarrollado recientemente un nuevo material, a base de vidrio en polvo, que sirve para desinfectar cualquier superficie. Biocidas ya había, es cierto, (la lejía, el cloro…), pero la característica de este nuevo material no ya es que sea totalmente letal para las bacterias (y también para muchos hongos y levaduras), que lo es, sino sobre todo que es absolutamente inocuo para los humanos, y muy barato de producir. El hallazgo es enorme. Pensemos en la cantidad de infecciones que tienen lugar en los hospitales. Simplemente rociando los quirófanos con este polvo se conseguiría una desinfección absoluta. Pero no solo eso: al ser inocuo para los humanos, se puede utilizar para recubrir las prótesis antes de ser implantadas (la mayoría de los problemas en implantes de prótesis se producen por causa de infecciones). Y mucho más… Sus usos en piscinas, en transportes públicos, en hostelería, dan cuenta de la infinidad de aplicaciones posibles.

De hecho, se están investigando incluso posibles aplicaciones médicas de este polvo, como tratamiento para curar enfermedades, aunque aún es pronto para cantar victoria en ese sentido.

El proyecto es multidisciplinar y en él han participado el Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid (ICMM), el Centro de Investigación en Nanomateriales y Nanotecnología (CINN), la Fundación ITMA, el Centro Nacional de Biotecnología (CNB) y otras instituciones relacionadas con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Nosotros hemos tenido el privilegio de entrevistar al Profesor Moya en una de sus visitas al CINN y preguntarle por el hallazgo. Aquí tenéis el reportaje.

Alegría

La alegría se reconoce. No hace falta más que ver a alguien alegre para identificar esta sana emoción.

Si se quisiera documentar la alegría, podría hacerse un estudio neurológico, un análisis psicológico, sociológico, etológico, podría contextualizarse históricamente, o filosóficamente, y obtener, en cualquiera de estos casos, resultados valiosos e interesantes. Pero sucede con la alegría algo que no sucede con otras emociones, y es que basta con atisbarla para contagiarse de ella. Y no hay mejor modo de entender algo que sentirlo en carne propia.

Si se quisiera documentar la alegría, decimos, podríamos analizarla, someterla a los esquemas de la razón, desmenuzarla. Pero también podríamos, simplemente, retratarla. Eso hace Matt Harding. Nosotros os invitamos a contagiaros. ¡Sed felices!

Web oficial

Nanotecnología

Hemos realizado un vídeo que documenta la visita guiada que tuvo lugar a finales de 2011 al Centro de Investigación en Nanomateriales y Nanotecnología (CINN). El Centro es un proyecto conjunto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad de Oviedo y el Principado de Asturias.

Con motivo de la Semana de la Ciencia, el CINN no sólo celebró esta visita guiada, sino también una serie de conferencias en las que ofreció un repaso a sus principales áreas de actividad, de un modo accesible para el público no especializado: nanomateriales aplicados a textiles, a implantes dentales, al campo de los biocidas, a condiciones extremas…

Los vídeos de estas conferencias -también realizados por nosotros- están disponibles en su canal de divulgación en Youtube.

Ver conferencias

Cosechar o morir

Hoy hablamos de un documental, ya clásico, que merece ser rescatado: «Los espigadores y la espigadora», dirigido por Agnès Varda.

En la aldea global que habitamos, se desperdicia de todo, especialmente, alimentos. Y no siempre por encontrarse en malas condiciones. De hecho, casi nunca por encontrarse en malas condiciones.

Agnès Varda busca, cámara en mano, de manera casi ingenua, la esencia de la supervivencia. Hombre, hambre y comida. Se busca a sí misma -su función- en los vertederos, en los desechos de una sociedad que no solo malgasta alimentos, sino que tampoco quiere a los ancianos, a los impedidos y -en general- a quienes no pueden producir. Varda nos critica a todos por derrochar, por despreciarnos, pero empieza por sí misma, en un ejercicio de recolección de imágenes, palabras y hechos, que no es sino una re-escritura del mundo despojado de artificio.

Un biólogo que rescata lo sobrante de los mercadillos. Un alcohólico. Un juez que cosecha en campo ajeno. Un misántropo. Una familia de inmigrantes españoles, un artista… Los perfiles de sus entrevistados son tan variados que parecen reflejar la inmensa complejidad del mundo. Pero el entrevistado de honor, para Varda, es ella misma: ella y su lucha por conseguir respuestas sobre su posición en el mundo, sobre su actitud frente a él, sobre su miedo a la muerte, sobre la libertad, sobre el juego… Un interrogatorio en tercer grado, del que no sale completamente ilesa.

«Los espigadores y la espigadora» reúne todos los ingredientes que hacen de un documental una pieza sabrosa: novedad, documentación, originalidad, pluralidad, libertad, sencillez y cordura. Se estrenó allá por el año 2000 y sigue con la misma vigencia -o mayor- que entonces. Hoy está disponible en Youtube. Afortunadamente.

Ficha técnica

Magia y misterio

El pensamiento mágico es consustancial al ser humano. Se sitúa en la raíz misma del aprendizaje, puesto que se ocupa de buscar relaciones entre los distintos elementos que nos rodean. El trueno, por ejemplo -esa realidad tan difícil de comprender- ha sido interpretado por múltiples culturas a lo largo de la Historia. Asombra la cantidad de dioses del trueno existentes, los cuales constituyen un perfecto ejemplo de lo que es en verdad el pensamiento mágico y de cómo funciona eso a lo que llaman «la dotación de sentido».

No creamos que el pensamiento mágico muere con el nacimiento de la Ciencia, no. Es bien cierto que, valiéndose de su empirismo característico, la Ciencia ha destronado a la Fe como método de conocimiento, pero el pensamiento mágico aún encuentra su lugar en los límites de ésta. La magia, o mejor dicho, la creencia en la magia, sirve de acicate para los buscadores de respuestas. El niño que cree en la existencia efectiva de los Reyes Magos -como entidades más o menos corpóreas que visitan anualmente su casa y le cubren de regalos- es un apasionado detective. El niño buscará indicios del difícilmente ocultable paso de los camellos, dormirá agitado -alerta-, y despertará temprano, ilusionado y radiante. La magia -su misterio- tiene este poder de apasionarnos e intrigarnos como ninguna otra cosa.

Pero, en su búsqueda, el humano halla respuestas, y es entonces cuando se establece la diferencia. Creer en la magia antes de hallar la respuesta a un dilema tan complicado como el del trueno -o el de los Reyes Magos- es legítimo, natural, provechoso. Creer en la magia después de haberse topado con la evidencia es de necios.

El Doctor Fernando Jiménez del Oso (1941-2005) fue un psiquiatra madrileño de prestigio que, en un momento de su vida, atraído por ese poder que emana de lo desconocido, dio el salto a la pequeña pantalla, con documentales que le valdrían el reconocimiento -y también la enemistad- del gran público. Jiménez del Oso vive la magia y nos la hace vivir; busca apasionadamente explicaciones a lo confuso, a lo misterioso; y a veces las encuentra. Y cuando las encuentra -esto es lo más importante-, actúa, no como un necio, simplón y tozudo -supersticioso-, sino como el sabio que es.

Jiménez del Oso es ése que sabe que no sabe, pero que busca hasta conseguir saber.

Excepcional orador, sus documentales son un verdadero viaje por la cordura, por la sencillez carente de efecto, por la duda justificada. En el capítulo que aquí podemos ver, dedicado al «Astronauta de Palenque», el Doctor hace además gala de una tremenda elegancia. Expone los argumentos mágicos de manera que uno casi los cree, y después los refuta sin acritud. Es decir, nos regala la magia y después nos quita la ignorancia con cuidado.

Hay en Internet toda una serie de sus trabajos, disponible para quien los quiera ver. Un privilegio.

 

La mirada de los dioses

«¿Cuánto pesa su edificio, Mr. Foster?»

Desde Babel, la Arquitectura es un Arte sublime y por tanto peligroso. Dios, en su infinita sabiduría, condenó entonces a los hombres a hablar cientos de lenguas distintas y por ende, a no entenderse, como castigo a su soberbia. Y es que los hombres quisieron construir una torre que les llevara al Cielo, un atajo; quisieron probar qué se sentía al mirar el mundo desde allá arriba, al ser un dios. Y la liaron.

El señor Foster sabe bien cuánto pesa su edificio. Conoce cada uno de los materiales con los que está construido, prevé y prescribe usos para las distintas zonas, programa la incidencia de la luz en unas u otras horas del día, determina las sensaciones que experimentarán quienes lo perciban. No se limita a llegar hasta el cielo; su conocimiento, sus aspiraciones, van mucho más allá. Y por eso se puede decir, sin temor a equivocarse, que el señor Foster es -aunque él declare lo contrario- un dios.

La pregunta no es baladí… «¿Cuánto pesa su edificio?». Tratándose de la Arquitectura de Norman Foster, uno está tentado de responder: «¡Nada, no pesa nada, menos que eso!». Porque lo que más pesa en su obra -cualquiera que la contemple coincidirá con nosotros- es la poesía -esto sí lo reconoce-; y la poesía, como todo el mundo sabe, no sólo no pesa, sino que permite levitar, elevarse, sin moverse del asiento.

El documental así titulado -«¿Cuánto pesa su edificio, Mr. Foster?»- intenta plasmar su mirada, la de Foster, y casi lo consigue. Cuando uno lo ve, se siente tan pequeño como un microbio en el Himalaya, nanopartícula en un mundo que jamás comprenderá y que otros construirán para él.

La mirada de los dioses, no obstante, es benévola. Con su amor característico, Dios sufre por los diminutos habitantes de este cruel mundo material y su condena es vernos perecer uno tras otro, sin haber entendido nada, o prácticamente. Es la soledad del genio, la preocupación del padre y la añoranza del viudo.

Debemos ver la película. Es el modo de acercarnos a la problemática de los que, impedidos por nuestra materialidad, intentan investirnos de Gracia.

Web oficial

¿Quién dijo Arte?

¿Todos somos artistas? Ésta es quizás la gran pregunta que arroja el documental «Exit through the gift shop», del popular autor británico Banksy.

Se puede decir, y todo el mundo coincidirá con nosotros, que Banksy es, indudablemente, un artista. Sus pinturas han sido expuestas en los mejores muros del planeta. Baste, a modo de ejemplo, la siguiente fotografía, tomada en la barrera que separa a Israel de Palestina:

Además de ser mundialmente conocido por sus graffiti, Banksy también es famoso por haber colado obras suyas en el Museo Británico, en la galería Tate, o en el MOMA de Nueva York, aprovechando descuidos de los vigilantes. Y es que en eso consiste precisamente el Arte de este enigmático personaje, en recontextualizar un mundo que damos por sentado, en cambiar el manual de instrucciones de la percepción humana.

«Exit through the gift shop» es su primer documental. Narra la historia de Thierry Guetta, un aficionado a la grabación en vídeo que accidentalmente se introduce en el mundo del «Street Art» («Arte callejero»), estableciendo contactos con los mayores exponentes de este Arte a nivel mundial -entre los que Banksy se incluye- y consiguiendo quizás el mayor archivo documental existente en este ámbito.

La película parte de las grabaciones de Guetta para ilustrar el nacimiento y desarrollo de una tendencia artística que reivindica la ciudad como soporte para sus obras, que la integra dentro de ellas. La obra no se entiende sin la ciudad a la que hace referencia, sin el muro que la sostiene. Y no se trata ya de ensuciar las paredes con firmas más o menos feas, sino de transmitir una idea, un sentimiento, un mensaje. Con belleza. Conforme avanza el documental, en el espectador surgen preguntas como «¿en qué consiste ser artista?, ¿se es más artista por exponer en una galería que por decorar una fachada?, ¿cuáles son los límites del Arte?, ¿cuál es su esencia?». Y por supuesto, la pregunta que iniciaba este texto, «¿somos todos artistas?».

El documental de Banksy es una llamada al sentido común, en todos los aspectos. Observa la sociedad que le rodea y la critica sin aspavientos, sin violencia, igual que en el resto de su obra. Pero con una efectividad decisiva.

«Exit through…» ha sido nominada al Oscar a mejor película documental en 2011. Las obras de Banksy se venden en subastas, se exponen en galerías, personajes como Brad Pitt o Angelina Jolie las coleccionan; el autor tiene amigos y enemigos tanto en los círculos de críticos de Arte como entre los graffiteros. Es un personaje polémico, siempre enmascarado y siempre requerido. Y su película -reflejo de todo esto- maravilla, desconcierta, entretiene y apasiona.

Web oficial Banksy

El astillero

Dicen que las neuronas espejo son las responsables de nuestros sentimientos de empatía. Cuando vemos a alguien sufrir, por ejemplo, y sentimos su dolor como propio, las culpables son estas neuronas, que nos hacen creer que el dolor es en realidad propio. Claro que no todos los seres humanos tenemos la misma capacidad de empatía.

Imaginemos que somos los propietarios de una peluquería (hagamos ese pequeño ejercicio de empatía). Tenemos un local, el equipamiento necesario y contrato con cuatro empleados que trabajan bien. La peluquería da mucho trabajo, dinero para que vivamos todos, pero no para hacernos ricos. Imaginemos que, cierto día, viene alguien que quiere comprar el local y nos ofrece mucho más de lo que en su día pagamos por él. Este inversor ha encontrado petróleo en el subsuelo y está dispuesto a desembolsar una cantidad astronómica. Nosotros echamos cuentas y vemos que, si aceptáramos, no necesitaríamos trabajar más, durante el resto de nuestra vida, viviríamos holgadamente y podríamos pagar a los empleados no sólo la indemnización legal por cierre de negocio, sino una buena cantidad, para que tengan un «colchón» mientras que encuentran otro empleo.

¿Quién no vendería?

Ahora imaginemos que, en lugar de los propietarios, somos trabajadores en esa peluquería. Los propietarios anuncian que van a cerrarla, porque han encontrado otro modo de rentabilizar ese suelo, o por la causa que sea. Lo cierto es que, en un breve plazo, nosotros, empleados, estaremos sin empleo. Perder el empleo es una tragedia, todo el mundo lo sabe. Hay muchas facturas que pagar, personas dependientes de uno… Una tragedia.

¿Qué haríamos?

La mayoría de nosotros, seguramente, buscar otro empleo y cuanto antes, mejor. La indemnización y el subsidio por desempleo se acaban más pronto que tarde y hay que reaccionar. Otros, en cambio, la emprenderían contra el empresario, contra el dueño de la peluquería. Romperían el mobiliario, armarían mucho ruido, cortarían calles y tirarían piedras. Pero, al final, perderían igualmente su empleo, porque el empresario no está obligado a mantener la peluquería, es decir, es libre de cerrarla.

En el año 2007 salía a la luz el documental titulado «El astillero: disculpen las molestias», dirigido por Alejandro Zapico. Según publica una de las empresas productoras, Piraván, es «la historia de unos hombres que no se han quedado solos en la lucha por la supervivencia y la justicia», «que se han visto obligados a salir a la calle para defender sus puestos de trabajo».

«El astillero…» cuenta la historia de trabajadores de Naval Gijón que, a lo largo de siete años (de 2000 a 2007), luchan por mantener su puesto de trabajo en una empresa abocada al cierre (cierre que se produciría dos años después, en 2009). La película documenta profusamente las asambleas, manifestaciones y revueltas. Asimismo, entrevista a algunos de los trabajadores más jóvenes, al fotoperiodista Javier Bauluz -dueño de Piraván y por tanto productor del documental- y al director de cine Fernando León de Aranoa, que inspiró su célebre «Los lunes al sol» en estos mismos hechos.

El Periodismo, en su particular «lucha por la justicia», ha establecido sus propias reglas. Están escritas en diversos códigos éticos y en leyes que se estudian en la Universidad. El derecho a réplica es una de estas reglas (ver páginas 114 y ss.). Básicamente, consiste en proporcionar -durante la cobertura de un conflicto- la posibilidad de expresarse a todas las partes implicadas.

En «El astillero…» no se entrevista a ningún portavoz de Naval Gijón. Tampoco a nadie del Gobierno del Principado de Asturias, del Ayuntamiento de Gijón, a jueces, o a portavoces de la Policía Nacional. La película se centra casi exclusivamente en las declaraciones de estos trabajadores y muy especialmente en las de los partidarios de las revueltas. Es, por tanto, una cobertura parcial del conflicto, sesgada.

Por su parte, la música festiva que acompaña a las imágenes de trabajadores encapuchados lanzando piedras contra la policía, rompiendo el mobiliario urbano, o quemando neumáticos en mitad de la calle, deja entrever que el director de «El Astillero…» no se limita a documentar, sino que también celebra estos actos violentos.

Por todo lo anterior, «El astillero…» se parece mucho más a una soflama que a una pieza informativa. Es «apología de la pedrada».

La violencia es, en sí misma, reprobable; cuando la ejerce el poder político, o cuando la ejerce un grupo de ciudadanos. El sufrimiento de los trabajadores de esa hipotética peluquería con la que comenzábamos no les legitima para ser violentos. La huelga, la reivindicación, la manifestación de las propias ideas, son derechos. La agresión es un delito.

Los periodistas deberían conocer bien estos límites y no ensalzar la violencia, es su responsabilidad. Muchos conocemos la frontera y la respetamos, y la prueba está en que cerca de 1000 personas ven hoy peligrar sus puestos de trabajo, en la Televisión del Principado de Asturias: las manifestaciones se suceden, las huelgas se secundan, pero nadie atenta contra la policía, o contra Álvarez Cascos. Muy al contrario, los periodistas de TPA siguen pidiendo entrevistar a un presidente que, unilateralmente -sin hacer caso a sus propias neuronas espejo- se niega a desembolsar los salarios que éstos necesitan para vivir.

Y es que no todos los seres humanos -ya se ha dicho- tenemos la misma capacidad de empatía.

Ficha técnicaDicen que las neuronas espejo son las responsables de nuestros sentimientos de empatía. Cuando vemos a alguien sufrir, por ejemplo, y sentimos su dolor como propio, las culpables son estas neuronas, que nos hacen creer que el dolor es en realidad propio. Claro que no todos los seres humanos tenemos la misma capacidad de empatía.

Imaginemos que somos los propietarios de una peluquería (hagamos ese pequeño ejercicio de empatía). Tenemos un local, el equipamiento necesario y contrato con cuatro empleados que trabajan bien. La peluquería da mucho trabajo, dinero para que vivamos todos, pero no para hacernos ricos. Imaginemos que, cierto día, viene alguien que quiere comprar el local y nos ofrece mucho más de lo que en su día pagamos por él. Este inversor ha encontrado petróleo en el subsuelo y está dispuesto a desembolsar una cantidad astronómica. Nosotros echamos cuentas y vemos que, si aceptáramos, no necesitaríamos trabajar más, durante el resto de nuestra vida, viviríamos holgadamente y podríamos pagar a los empleados no sólo la indemnización legal por cierre de negocio, sino una buena cantidad, para que tengan un «colchón» mientras que encuentran otro empleo.

¿Quién no vendería?

Ahora imaginemos que, en lugar de los propietarios, somos trabajadores en esa peluquería. Los propietarios anuncian que van a cerrarla, porque han encontrado otro modo de rentabilizar ese suelo, o por la causa que sea. Lo cierto es que, en un breve plazo, nosotros, empleados, estaremos sin empleo. Perder el empleo es una tragedia, todo el mundo lo sabe. Hay muchas facturas que pagar, personas dependientes de uno… Una tragedia.

¿Qué haríamos?

La mayoría de nosotros, seguramente, buscar otro empleo y cuanto antes, mejor. La indemnización y el subsidio por desempleo se acaban más pronto que tarde y hay que reaccionar. Otros, en cambio, la emprenderían contra el empresario, contra el dueño de la peluquería. Romperían el mobiliario, armarían mucho ruido, cortarían calles y tirarían piedras. Pero, al final, perderían igualmente su empleo, porque el empresario no está obligado a mantener la peluquería, es decir, es libre de cerrarla.

En el año 2007 salía a la luz el documental titulado «El astillero: disculpen las molestias», dirigido por Alejandro Zapico. Según publica una de las empresas productoras, Piraván, es «la historia de unos hombres que no se han quedado solos en la lucha por la supervivencia y la justicia», «que se han visto obligados a salir a la calle para defender sus puestos de trabajo».

«El astillero…» cuenta la historia de trabajadores de Naval Gijón que, a lo largo de siete años (de 2000 a 2007), luchan por mantener su puesto de trabajo en una empresa abocada al cierre (cierre que se produciría dos años después, en 2009). La película documenta profusamente las asambleas, manifestaciones y revueltas. Asimismo, entrevista a algunos de los trabajadores más jóvenes, al fotoperiodista Javier Bauluz -dueño de Piraván y por tanto productor del documental- y al director de cine Fernando León de Aranoa, que inspiró su célebre «Los lunes al sol» en estos mismos hechos.

El Periodismo, en su particular «lucha por la justicia», ha establecido sus propias reglas. Están escritas en diversos códigos éticos y en leyes que se estudian en la Universidad. El derecho a réplica es una de estas reglas. Básicamente, consiste en proporcionar -durante la cobertura de un conflicto- la posibilidad de expresarse a todas las partes implicadas.

En «El astillero…» no se entrevista a ningún portavoz de Naval Gijón. Tampoco a nadie del Gobierno del Principado de Asturias, del Ayuntamiento de Gijón, a jueces, o a portavoces de la Policía Nacional. La película se centra casi exclusivamente en las declaraciones de estos trabajadores y muy especialmente en las de los partidarios de las revueltas. Es, por tanto, una cobertura parcial del conflicto, sesgada.

Por su parte, la música festiva que acompaña a las imágenes de trabajadores encapuchados lanzando piedras contra la policía, rompiendo el mobiliario urbano, o quemando neumáticos en mitad de la calle, deja entrever que el director de «El Astillero…» no se limita a documentar, sino que también celebra estos actos violentos.

Por todo lo anterior, «El astillero…» se parece mucho más a una soflama que a una pieza informativa. Es «apología de la pedrada».

La violencia es, en sí misma, reprobable; cuando la ejerce el poder político, o cuando la ejerce un grupo de ciudadanos. El sufrimiento de los trabajadores de esa hipotética peluquería con la que comenzábamos no les legitima para ser violentos. La huelga, la reivindicación, la manifestación de las propias ideas, son derechos. La agresión es un delito.

Los periodistas deberían conocer bien estos límites y no ensalzar la violencia, es su responsabilidad. Muchos conocemos la frontera y la respetamos, y la prueba está en que cerca de 1000 personas ven hoy peligrar sus puestos de trabajo, en la Televisión del Principado de Asturias: las manifestaciones se suceden, las huelgas se secundan, pero nadie atenta contra la policía, o contra Álvarez Cascos. Muy al contrario, los periodistas de TPA siguen pidiendo entrevistar a un presidente que, unilateralmente -sin hacer caso a sus propias neuronas espejo- se niega a desembolsar los salarios que éstos necesitan para vivir.

Y es que no todos los seres humanos -ya se ha dicho- tenemos la misma capacidad de empatía.

Ficha técnica

Enhorabuena, Birmania

Ayer El País publicaba una noticia de esas que uno lee por encima: «El partido de Aung San Suu Kyi podrá participar a las elecciones birmanas». A primera vista, no parece gran cosa. Pero «la cosa» empieza a coger dimensión a medida que uno conoce la historia. Esta señora, demócrata, Premio Nobel de la Paz -por cierto-, ha pasado 15 años en arresto domiciliario. Por demócrata.

Desde hace medio siglo, Birmania ha sido una dictadura militar regida con mano de hierro, en la que el mero hecho de grabar con una videocámara por la calle constituía un delito de primera magnitud. Y ahí es donde queríamos llegar.

«Birmania VJ: Informando desde un país cerrado» es el título de un documental dirigido en el año 2009 por el danés Anders Østergaard. La práctica totalidad de las imágenes que lo ilustran fueron obtenidas por reporteros birmanos que -en 2007- escondiendo sus cámaras, jugándose la vida, consiguieron documentar el antecedente histórico que desencadenó la caída del Régimen -en marzo de 2011- y posibilitó esta noticia de ayer, tan desapercibida.

Cientos de miles de monjes budistas se manifestaron entonces contra el «Régimen de los Generales», ellos iniciaron la revuelta, de eso habla el documental. De eso y de la labor del medio centenar de periodistas que consiguieron sacar del país las imágenes de las manifestaciones, de la represión, de los asesinatos. «Birmania VJ…» se convierte así, no sólo en la excelente película que es, llena de pasión, de intriga, de emoción, sino fundamentalmente en una herramienta de cambio social, en un elemento más -quizás el más importante- de la lucha por la libertad.

El documental contiene abundancia de imágenes que se quedan grabadas en la retina. Un monje muerto flotando en el río. Una interminable hilera de túnicas naranjas recorriendo las calles. Miles de personas aplaudiendo a su paso, uniéndose tímidamente a la protesta. «Cuencos de las almas» vacíos…

Enhorabuena, San Suu Kyi. Enhorabuena, monjes. Enhorabuena, periodistas anónimos, lo habéis conseguido.

Ver documental

Ficha técnicaAyer El País publicaba una noticia de esas que uno lee por encima: «El partido de Aung San Suu Kyi podrá participar a las elecciones birmanas». A primera vista, no parece gran cosa. Pero «la cosa» empieza a coger dimensión a medida que uno conoce la historia. Esta señora, demócrata, Premio Nobel de la Paz -por cierto-, ha pasado 15 años en arresto domiciliario. Por demócrata.

Desde hace medio siglo, Birmania ha sido una dictadura militar regida con mano de hierro, en la que el mero hecho de grabar con una videocámara por la calle constituía un delito de primera magnitud. Y ahí es donde queríamos llegar.

«Birmania VJ: Informando desde un país cerrado» es el título de un documental dirigido en el año 2009 por el danés Anders Østergaard. La práctica totalidad de las imágenes que lo ilustran fueron obtenidas por reporteros birmanos que -en 2007- escondiendo sus cámaras, jugándose la vida, consiguieron documentar el antecedente histórico que desencadenó la caída del Régimen -en marzo de 2011- y posibilitó esta noticia de ayer, tan desapercibida.

Cientos de miles de monjes budistas se manifestaron entonces contra el «Régimen de los Generales», ellos iniciaron la revuelta, de eso habla el documental. De eso y de la labor del medio centenar de periodistas que consiguieron sacar del país las imágenes de las manifestaciones, de la represión, de los asesinatos. «Birmania VJ…» se convierte así, no sólo en la excelente película que es, llena de pasión, de intriga, de emoción, sino fundamentalmente en una herramienta de cambio social, en un elemento más -quizás el más importante- de la lucha por la libertad.

El documental contiene abundancia de imágenes que se quedan grabadas en la retina. Un monje muerto flotando en el río. Una interminable hilera de túnicas naranjas recorriendo las calles. Miles de personas aplaudiendo a su paso, uniéndose tímidamente a la protesta. «Cuencos de las almas» vacíos…

Enhorabuena, San Suu Kyi. Enhorabuena, monjes. Enhorabuena, periodistas anónimos, lo habéis conseguido.

Ficha técnica

El documental del mes

Los Centros Municipales Integrados de Gijón hace tiempo ya que proyectan, con entrada libre, un documental cada mes. Se trata de un convenio que firmaron el Ayuntamiento y la productora catalana Parallel 40 y que pretende acercar este género audiovisual al espectador, en concreto al adolescente.

En este mes de diciembre -en concreto el martes 13 a las 19:30 horas- se proyectará, en el Centro de La Calzada, «Vidal Sassoon», documental del estadounidense Craig Teper que narra la historia del popular peluquero, desde su infancia en un orfanato de Londres hasta la cumbre empresarial.

Parallel 40 acaba de anunciar que «El documental del mes», a partir de ahora, podrá verse también por Internet, eso sí, pagando. El videoclub online Wuaki.tv ofrece estos documentales, un mes después de su proyección en los Centros culturales, por 2,99 euros.

Web oficial «El documental del mes»

Agenda cultural de Gijón

Ficha técnica «Vidal Sassoon»