Instrucciones para vencer al Capitalismo
«Para mí, no hay nadie más ladrón que los bancos protegidos». Así resume Lucio Urtubia su opinión a propósito del vigente sistema económico. Pero no vamos a hablar aún de eso…
Ficción colectiva
El dinero, esto se sabe, es una ficción colectiva, al igual que el lenguaje u otras construcciones humanas.
Es sólo como símbolo que el dinero tiene valor, porque el dinero no se come, no se bebe, y no te abraza en las frías noches de invierno. Eso sí, como símbolo, el dinero es tan poderoso que puede intercambiarse por comida, por bebida, o incluso por calor corporal.
Para que algo se convierta en un símbolo, al menos dos personas deben ponerse de acuerdo en su valor simbólico. Una bandera, por ejemplo, es una simple tela coloreada. Sin embargo, en el momento en que las personas le atribuimos valor simbólico, ese trozo de tela pasa a representar aquello que hayamos decidido simbolizar: nuestro equipo de fútbol, nuestro grupo de música preferido, o nuestra nación.
Y sucede con los símbolos que, cuantas más personas se pongan de acuerdo en atribuirles ese valor simbólico, más fuertes son; hasta el punto de llegar a matar (lo cual no es ninguna heroicidad), o a morir por ellos (lo cual sí puede serlo). El símbolo se convierte así en algo más importante que la propia vida, ésa es su fuerza: mayor que la del individuo, mayor que la del tiempo incluso.
Y hay otra cosa curiosa: cuando el símbolo ha echado a andar, cuando el símbolo es fuerte (es re-conocido), no hace falta que esté impreso en ningún soporte material, no hace falta que sea visible, no hace falta. Basta con que lo recordemos para que el símbolo adquiera toda su fuerza: una bandera (por seguir con el mismo ejemplo), después de arder -cuando ya no queda de ella ni la ceniza- sigue siendo un símbolo, quizás incluso más poderoso que antes, precisamente por el hecho de haber ardido.
Así que, efectivamente, el dinero, como otros símbolos, es una ficción colectiva. De las más fuertes que se han inventado, por cierto.
Jaque
El protagonista del documental que hoy os traemos, Lucio Urtubia, tenía esto muy claro: que el dinero no es más que un símbolo. Él no era precisamente un intelectual, pero estaba cargado de sentido común. Y el sentido común dice que aquellos que imprimen el dinero son los que ostentan el verdadero poder, en un sistema capitalista. Así que Lucio averiguó cómo hacer aquello -lo de imprimir dinero- y se convirtió -él mismo- en algo así como un «banco central». Imprimía todo el que necesitaba para sustentar una red anarquista, y lo hacía tan bien, que llegó a poner en jaque al mismísimo City Bank of America.
De este modo, imprimiendo más y más dinero, el símbolo pierde su fuerza, porque lo importante del dinero es que no haya suficiente para todos, ni para todo: ése es su valor simbólico. Si cualquiera pudiera imprimir en su casa el dinero que necesita para hacer la compra, entonces el dinero se convertiría en papel mojado, en un símbolo sin peso, sin fuerza, sin valor; sin significado. Sería el único modo de vencer al capitalismo: imprimir tanto dinero que a todos nos sobrara, que nadie lo quisiera.
Trabajar
Pero Lucio no imprimía dinero para evitar el trabajo, ni mucho menos. No pretendía lucrarse, o convertirse en un holgazán. Él cree -y así es- que el trabajo dignifica al ser humano, que el trabajo es un deber ineludible de todos, y que no importa la posición que ocupes en el sistema, no importa que tengas poder para imprimir todo el dinero que quieras: si no trabajas, no eres merecedor del pan que te alimenta. Y trabajar no es sinónimo de ganar dinero; trabajar es trabajar: esforzarse, perseverar, construir día a día un mundo mejor. Así, aunque no lo tengas, si trabajas, merecerás el pan.
El documental
Por todo lo anterior, está muy bien. Material de archivo, reconstrucciones dramatizadas, una mirada limpia y el retrato humano de un personaje a la vez sorprendente y desconocido -el cual, por cierto, hoy sigue trabajando como albañil- construyen una historia muy bella y cargada de sabiduría.
Lawrence de Arabia
Hay seis cosas que detesta el Señor, y siete que son para él una abominación: los ojos altaneros, la lengua mentirosa y las manos que derraman sangre inocente; el corazón que trama proyectos malignos, los pies rápidos para correr hacia el mal, el falso testigo que profiere mentiras, y el que siembra discordias entre hermanos.
Capítulo 6, El banquete de la Sabiduría, 6:16- 6:19.
Se han cumplido 50 años del estreno de la película Lawrence de Arabia. Todo un acontecimiento.
Basada en la obra de T. E. Lawrence “Seven Pilars Of Wisdom» («Los siete pilares de la sabiduría»), éste sería el título que llevaría la película, pero la familia de Lawrence lo impidió.
El film fue dirigido por el director británico David Lean en 1962, producido por Sam Spiegel, con excelente música de Maurice Jarre y guión de Robert Bolt; tuvo un gran reparto, Peter O´Toole; la gran revelación, junto con Omar Sharif, y otros muchos actores consagrados como Alec Guinnes, José Ferrer, Claude Rains, Anthony Quinn, Arthur Kennedy, Anthony Quayle, Jack Hawkins…
Visualmente la película es hermosa y perfecta, presentándonos un héroe que no es tal, extraño, controvertido, un loco.
Una película ideológicamente confusa, en la que el protagonista unas veces parece apoyar al imperio británico y su política colonial y otras a los árabes en su exaltación nacionalista. Liberador de los árabes ¿realmente quería la emancipación de los árabes? Si hubiera sido así, era un pésimo colonialista. Winston Churchill calificaba a Lawrence de hombre brillante, pero era un loco propenso al caos. Precisamente es un personaje que en la vida real no acabó bien, incluso la misión para la cual había sido elegido, aquella que se narra en la película, fue un fracaso.
La película es un verdadero poema visual, la historia de un hombre solitario que se desenvuelve en unos escenarios de dimensiones épicas. La reflexión de un hombre en soledad encarnada en el desierto, el gran protagonista silencioso, inmenso, infinito. La fascinación por el desierto se hace patente en la labor del cameraman Ernest Day. Los planos son de una calidad excelente. El amanecer en el desierto, los grandes espacios abiertos. El desierto es luz, es la belleza de lo más simple y monótono, es el misterio, es lo grandioso e intimista. Es la tragedia de un solitario en la inmensidad del solitario espacio. Será la gran prueba para Lawrence.
Una gran obra que ha ganado con el tiempo, es enormemente actual, el análisis del alma, el mundo de la aventura, el paisaje, la crisis, la intimidad, la soledad, la ruptura, la alegría, la depresión.
T. E. Lawrence era de una personalidad compleja y poliédrica; gran intelectual, traductor, líder, místico, arqueólogo, un verdadero hombre del Renacimiento. Psíquicamente deteriorado, morirá de una forma extraña -¿acaso fue un suicidio?- dada su frustración.
El poeta inglés Richard Aldington (1892-1962) escribió una biografía de Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia), muy controvertida, que logra machacar el mito del mencionado personaje, tildándolo de tramposo, mentiroso, homosexual…; y un gran intelectual que dominaba varias lenguas y que tradujo la Ilíada.
La película es de difícil encasillamiento, no se adentra en el mundo árabe, no es una película histórica, no es una película introspectiva, pero es un auténtico alarde narrativo. Está plagada de escenas maravillosas, como aquella en la que el Jerife Alí -encarnado por Omar Sharif- se aproxima desde el horizonte, como si fuera un espejismo, hasta llegar de una manera solemne y violenta al lado de Lawrence.
La película narra la misión de Lawrence durante la Primera Guerra mundial como oficial del servicio secreto británico. El objetivo era entrar en contacto con los árabes que estaban en conflicto con el Imperio turco. Su acercamiento al pueblo árabe le granjeó el respeto y la admiración de los mismos.
Nunca fue comprendida su actitud, sobre todo entre sus superiores, quizá por su acercamiento al pueblo árabe, con una intensidad y una admiración impropias de la política imperialista británica.
La esperanza de ver una Arabia unida e independiente se vio truncada por la ambición imperialista de las potencias europeas.
Al inteligente Lawrence le falló el propósito, fue un fracaso político y humano y nunca consiguió la creación del Estado Árabe.
Desnudarse. Resucitar
Si «Pina» no te emociona, eres una piedra.
No estamos ante un documental cualquiera. Ni siquiera es un documental propiamente dicho, o uno de esos documentales a los que estamos acostumbrados. «Pina» es, ante todo, un homenaje al talento, al esfuerzo -a la dedicación-, a la honestidad y -cómo no- a la danza.
Ah, y a Pina Bausch.
Wim Wenders
Es un perfeccionista. Sus obras no son precisamente oropel, ni efecto o artificio. Sus obras son sencillas, puras, hechas para durar. Y son así porque tiene cosas que decir.
Para cualquiera que se dedique, de un modo u otro, al arte -a la creación-, o para cualquier amante del cine como tal, las películas de Wim Wenders suponen un referente inapreciable, un aliento limpio en mitad de un mundo sometido a la fórmula. Porque la fórmula está bien (la peli de tiros, la de besos, la de miedo, el documental de animalitos…) pero cansa. Y entonces uno busca algo nuevo, algo bueno, algo que diga algo.
Y ahí aparece Wenders, con «El cielo sobre Berlín», con su «Lisbon Story», con «The soul of a man», con «Buena Vista Social Club«… Con cada una de sus obras distinta de las anteriores. Y diciendo ¡tantas cosas! Tantas cosas que estaban por decir…
Y Pina Bausch
Por si no la conocíais, es probablemente la coreógrafa más influyente del siglo XX. El homenaje de Wenders debería bastar para afirmarlo.
Influencia… ¿A qué se debe esa influencia? ¿En qué se basa? ¿Es una cuestión de fama mercadotécnica? ¿O es que hay ciertas personas que de verdad influyen en los artistas de su tiempo, en los venideros, en quienes contemplan sus obras -en sus ideas y perspectivas- en las sociedades y, al fin, en las culturas?
Cuando veáis el documental, percibiréis el profundo amor, la sincera admiración y la infinita gratitud que sus alumnos -¡sus discípulos!- le profesan. Ella les descubrió, a todos y a cada uno, algo esencial que ellos no habían percibido. Ella les enseñó a desnudarse, en primer lugar, ante sí mismos y -después- ante el público, de modo que cada gesto, cada expresión, cada movimiento se convierte en algo puro, en un mensaje que mana del yo y se dirige a otro yo. En un aullido sin máscara. En un cuerpo inocente y desnudo.
Y este yo de aquí que soy yo
Recibe tanta fuerza de esos bailarines que no puede quedarse impávido. Este yo que observa -ese tú- se quiebra en ocasiones, se resquebraja y surge entonces el nuevo yo desnudo; el honesto.
La danza es sorprendente, después de «Pina». La danza es eso que hacemos delante del espejo al despertar por la mañana; es eso que hacemos al acostarnos y es eso que dejamos de hacer cuando morimos. Después de «Pina».
Pina, por su parte, tan humilde, tan pequeña como se sentía, después de morir, sigue bailando; en todos nosotros.
«Dance, dance… Otherwise we are lost». («Danzad, danzad… O estamos perdidos) Pina Bausch
Archienemigos
Con todos los esfuerzos que estamos haciendo por levantar el país, bien podría el pueblo agradecer nuestros desvelos. Nosotros, que estamos enteramente entregados a la causa pública, a la Constitución, a los Derechos Humanos, ¡a la libertad!; que apenas cobramos y que no anhelamos ni poder ni gloria. Nosotros, que mantenemos a raya a los verdaderos enemigos, que procuramos la bonanza económica, que velamos por los necesitados, deberíamos ser, si no alabados, sí al menos reverenciados.
Archienemigos
Y mientras tanto, mientras que nosotros levantamos el país, otros se lucran en la sombra. Trapaceros que hinchan sus bolsillos gracias a nuestra impecable gestión, vagos que fingen investigar y que encima piden becas, huraños ávidos de negocio, vendedores de cualquier cosa a cualquier precio… Archienemigos de la Patria, eso son, avariciosos miserables venidos a más. Los conocemos como «trabajadores autónomos», pero deberíamos llamarlos «demonios», «diablos», «Belcebú en persona», porque no existe mal mayor.
Afortunadamente, hemos encontrado el modo de frenar sus ansias expansivas. En el Reino Unido aún no se han dado cuenta, pero el mejor modo de deshacernos de esta panda de emprendedores es fijar unas tasas que impidan su actividad. Luego también podemos complicar los trámites, despojarles de su derecho a un subsidio de desempleo, negarles el crédito, y cosas así.
Y de este modo, abatiendo a nuestros archienemigos, conseguiremos por fin implantar un nuevo régimen en el que nosotros, los elegidos, ocupemos el lugar que nos corresponde.
Paraplejia mental
Hay un capítulo de los Simpson («Le encanta volar», 19×1) en el que Homer acepta a un tal Colby Kraus como asesor, como terapeuta, o algo así. Este gurú le ayuda a superar sus complejos, los de Homer, mediante el uso, en todo lugar y momento, de los zapatos que el propio Homer utiliza en la bolera. El Homer-de-la-bolera es un tipo seguro, competente, querido y respetado. Kraus quiere que Homer, fuera de la bolera, siga siendo un tipo seguro, competente, querido y respetado.
Lo consigue, Kraus, durante algún tiempo, y esto se comprueba al ver la cara de satisfacción de Marge después de una apasionada noche de sexo con su marido, siempre calzado, claro, incluso en la cama.
El inconsciente, ese hijo de puta
Luis Cencillo de Pineda, antropólogo, psicólogo, filósofo, escritor, erudito investigador, decía con frecuencia -según personas de su entorno más íntimo- que «el inconsciente es muy hijo de puta». Lo retrataba -al inconsciente- como esa realidad que está siempre controlando, sin que nos demos cuenta, nuestras conductas, a través de deseos, miedos, complejos, delirios… A través de nuestras emociones más profundas. Innatas, unas. Construidas, otras.
El siglo del Yo
Así, hoy os traemos una serie documental producida por la BBC en el año 2002 con el título genérico de «El siglo del Yo«. Son cuatro capítulos, de una hora cada uno, en los que se profundiza en temas tan cercanos para nosotros como la manipulación de eso a lo que se ha denominado «las masas», es decir, la manipulación que nosotros, como masa, sufrimos. Control absoluto sobre la sociedad a través de la propaganda. Qué sentir, qué creer, qué hacer o decir, todo viene, según el documental, dirigido por una élite poderosa que se encuentra en el origen de la información que consumimos. Élite ésta a la que el documental pone nombre y apellidos. Caras. Fechas. Y élite, además, a la que entrevista con profusión.
Se puede recorrer, desde que Freud hablara sobre esas pulsiones inconscientes, el camino que trazaron los manipuladores globales: eso hace el documental, señalar momentos históricos, acciones concretas, que demuestran que la conspiración existe, que los esfuerzos por controlarnos han sido muchos… y efectivos.
Despotismo ilustrado
Porque si en el individuo subyacen pasiones que ni él mismo reconoce, las agencias que se ocupan del orden social deberían tener en cuenta esas pasiones y regularlas, canalizarlas en un derrotero común, por el bien de todos. O eso pensaban estos clarividentes déspotas. Ya Macchiavello puso las cosas en su sitio: «Los hombres juzgan más con los ojos que con la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos pueden comprender lo que ven». Y así es. El hombre culto es aquél que está preparado para juzgar con criterio. El inculto se deja llevar por lo que parece evidente.
El debate es largo, extenso, delicado y peligroso. ¿Es la democracia, como sistema de gobierno, algo legítimo? Alguien que no conoce cómo funciona el sistema, ¿está capacitado para decidir sobre él? ¿Es el sufragio una verdadera herramienta de control? ¿De quién? ¿Del pueblo sobre los gobernantes? ¿O de las élites sobre «las masas»?
De todo esto habla el documental.
Universo propaganda
Y desgraciadamente no podemos analizar la serie completa, todo lo que en ella se apunta, pero podemos asegurar que es un documento de primer nivel, dirigido a aquellos que aún quieren hacer el esfuerzo de pensar con libertad. Los «medios de comunicación de masas» nos han convertido en «masas», y conviene darse cuenta de ello lo antes posible, ahora, mientras aún podamos. Y podemos -todavía- porque ha surgido un nuevo medio de comunicación que ya no es tanto «de masas», como «entre individuos»: Internet. Pero también en Internet se deja sentir el influjo de los grandes manipuladores. También en Internet rigen los mismos principios, la asociación irracional, la simplicidad de los mensajes, la imitación, lo insidioso. Y los pensadores del pueblo, nosotros, los que no tenemos a nuestra disposición grandes herramientas propagandísticas, los que queremos haceros pensar, a vosotros, a los que consideramos nuestros iguales -en lugar de haceros tragar más de lo mismo-, tenemos todo en nuestra contra. Porque el propio sistema se ocupa de hacernos aparecer como una amenaza. Porque demandamos esfuerzo a una población habituada a ser cómodamente manipulada. Porque casi nadie lee este texto hasta aquí.
Falsa democracia, consumismo, prosperidad vacía, existencia esquizofrénica… Creemos que los temas son lo suficientemente importantes como para divulgarlos. Y creemos que vosotros también los reconoceréis así.
Para concluir, os planteamos un último interrogante, a modo de ejemplo: ¿Por qué las drogas siguen estando prohibidas, en su uso recreativo? Su consumo, su posesión, su tráfico. Si nos atrae lo prohibido -y esto se sabe- y conseguir lo prohibido implica un esfuerzo -el de ocultarse, el de desenvolverse entre forajidos, el de pagar-, quizás haya alguien interesado en que consumamos drogas, pero también en que no estén a nuestro alcance inmediato. Para mantenernos ocupados. Para que nos sintamos realizados tras su obtención (qué traviesos, nosotros, qué listillos). Y para que la recompensa a nuestro «saltarse las reglas» sea una buena dosis de incapacidad, de paraplejia mental, de inmovilidad inducida, que siempre viene bien. Pensad sobre ello.
Ver «El siglo del Yo» Capítulo 1
Ver «El siglo del Yo» Capítulo 2
El arte, un legado común europeo
“Cada vez que las facultades humanas alcanzan su plenitud, necesariamente se expresan mediante el arte.”
John Ruskin
Corren tiempos difíciles para Europa, la crisis económica afecta a todos los aspectos de nuestra vida, incluso a nuestros valores y a nuestra cultura ¿Está en juego la identidad de Europa?
Reflexionemos sobre cómo el arte, la cultura, contribuyó a definir la identidad de todo un continente. Los artistas e intelectuales supieron traspasar fronteras y además consiguieron ejercer una gran influencia y la ejercen todavía.
La pluralidad de naciones que hoy forman la comunidad europea son resultado de un largo proceso histórico, un sacrificio plagado de enfrentamientos y acercamientos, a veces con un nivel de destrucción sin precedentes. Hoy las diferencias siguen estando presentes.
Cuando citamos el nombre de Europa, rápidamente lo asociamos con el ideal de cultura. Más concretamente en las artes, la creatividad europea ejerció un verdadero dominio. Su papel ha sido fundamental y tuvo un punto de partida: las ciudades del norte de Italia y los Países Bajos. Las ciudades experimentaron un gran desarrollo, las comunidades se dedicaron a enriquecerse con el comercio y la industria y a la par se dedicaron al desarrollo intelectual.
Ésta era la clave de su dinamismo, la capacidad para ejercer dominio, son verdaderos centros de civilización, siempre partiendo del mundo clásico. El mundo antiguo proyectándose en el mundo moderno.
La ciudad se convirtió en un espacio para el desarrollo intelectual, imprimiendo un carácter universalista. En la urbe estarán las mayores oportunidades para intelectuales y artistas. Las nuevas clases sociales desarrollaron el humanismo, protagonizaron la evolución científica, pero también la representatividad y el carácter liberal que no solo se trasladará al mundo artístico, sino también al mundo sociopolítico.
El Renacimiento está en las raíces de Europa. Basándose en el retorno a la Antigüedad, nos preparaba para el futuro. Se gestaron los ideales propios de la modernidad, el individuo se concebirá como un ciudadano, consciente, sujeto político, como centro del universo, con nuevos valores, con un gran espíritu aventurero, emprendedor y creador. El nuevo ciudadano europeo se convertirá en el protagonista de la historia, un sujeto activo, dinámico, que se convertirá en espectador del mundo que le rodea.
El hombre y el artista se hicieron viajeros, contemplando el verdadero espectáculo de la naturaleza.
Europa sabrá transmitir a la humanidad esa idea de las artes como patrimonio de cultura, como espacio para el enriquecimiento de los individuos. La visión, el desarrollo de la mente y del oído lograron el enriquecimiento de las artes, incluidas la literatura y la música.
¿El arte? El arte nos sigue iluminando y descubriéndonos los signos, los mensajes, a veces invisibles de una realidad que nos rodea. Nos ha dado una patria común en la que vivir para poder gozar. No podemos dudar que ha tenido un papel en la construcción de Europa, pero tiene que ser dentro de un marco unitario, crítico, abierto a las diferencias, permitiéndonos conocer el pasado, para vivir el presente y caminar hacia el futuro. Un patrimonio común que puede renovar nuestro espíritu y hacer de nuestra vida algo mejor.
Europa es la conjunción de múltiples culturas, es la definición de hoy; los más modernos acuden al clasicismo constantemente, artistas como Miguel Ángel o Cézanne nos transmiten un verdadero espíritu unificador. Picasso y sus Meninas velazqueñas. Warhol y Hopper son verdaderos renacentistas.
Sin la pintura italiana o flamenca ¿hubiera sido posible la pintura española? Los pintores solo tienen una patria: la pintura y el gusto.
La creación de los museos en Europa generó espacios donde se intercambian ideas, donde podemos apreciar las diferentes formas generadas por los artistas. El Louvre o el Prado son grandes depósitos de la sabiduría europea, son instituciones internacionales que permiten admirar la grandeza de un artista como Velázquez, sea en Nueva York o en Pekín.
Europa es Europa desde que optó por la comunicación y la información, es un conjunto de concomitancias fruto de los siglos de acercamiento y alejamiento. Siempre está corrigiéndose a sí misma y pretende hacerlo con los demás. La cultura, el arte, han conformado Europa, sus glorias, sus miserias, lo sublime y lo ridículo, y su aburguesamiento.
Hoy los políticos intentan reconstruir Europa, pero olvidan la originalidad y atienden más a la oficialidad y a lo económico, se equivocan.
Ya no hay genialidad, el arte como expresión del continente ha entrado en crisis. Lo que hace un artista español lo está repitiendo un sueco exactamente igual.
Europa se tiene que reinventar, no se debe plagiar, se debe glorificar, Europa debe buscar la perfección, sin arredrarse; debe seguir buscándose a sí misma.
Es cierto que hoy nos domina la globalización, el lenguaje universal de las redes informáticas. Esta revolución ha permitido hacer cualquier cosa, es un emblema de poder, verdadero signo de la mentalidad del poder de un país, esto es la globalización y Europa debe engancharse. Mientras el arte chino se ha convertido en novedoso y lleno de frescura, la influencia del mundo occidental es clara y patente.
“Somos europeos porque es la única manera sensata e inspirada de ser hombre”