La salvación alienígena

Con los extraterrestres, uno nunca sabe… Ahora resulta que sí, que existen, y no sólo existen, sino que han contactado con nosotros, o al menos eso dice el antiguo ministro de Defensa de Canadá. Además, son bonachones y quieren enseñarnos a vivir, que a nosotros se nos da un poco mal.

Según ha declarado este señor, llamado Paul Hellyer, hay cuatro especies alienígenas distintas conviviendo con nosotros y los Gobiernos de múltiples países están colaborando con ellos. Con ellos, con los extraterrestres, no con nosotros, con los humanos, a los que en teoría estos Gobiernos se deben, pero a quienes no dicen ni palabra sobre el asunto.

Deus ex machina

Aunque, tras «La guerra de los mundos» o «Independence Day», ¿quién se fía? ¿No sacarán un rayo cósmico que nos pulverice? Uno quiere pensar que no, que las intenciones de estas entidades -a las que podríamos considerar divinas- son buenas. Uno quiere pensar que los extraterrestres nos van a traer la solución a tanto desahucio, a tanta estafa, a tanta desigualdad creciente y asumida; a tanto mamoneo, vaya.

Como en las tragedias griegas. Cuando la cosa se liaba demasiado y el autor no sabía muy bien cómo cerrar la historia, tiraba de Deus ex machina, es decir, sacaba a escena a un actor que decía ser Zeus y asunto resuelto. Zeus, claro está, no se andaba con minucias: tú allí, tú acá, tú acullá y yo me vuelvo al Olimpo. Y todos tan contentos.

Pero no todo va a ser tan fácil, ¿o creéis que sí? ¿De verdad alguien cree que este embrollo en el que andamos inmersos se va a resolver de la noche a la mañana y sin que hagamos nada? Difícilmente. Y por eso, en Turquía, en Brasil, ¡en España! hay quienes han optado por tomar la palabra y reivindicar, para los humanos, gobiernos humanos.

Y por eso, nosotros, si bien damos la bienvenida a los extraterrestres amistosos, tampoco callamos.

Ver declaraciones de Paul Hellyer (en inglés)

Dibujo de portada: «Stoned Alien Face» de Jesus-at-art (CC)

El nuevo mundo

Julián Muñoz y la Pantoja, la guerra en Siria, Urdangarín, la infanta, Bárcenas y el Coco; las preferentes…

La sociedad, entendida como sistema, está sujeta a fuerzas que la dirigen por terrenos intempestivos. Están las fuerzas del Lado Oscuro -muy poderosas- y las del Lado Luminoso -más poderosas aún, o eso queremos-, en perpetua batalla.

España lava la ropa

Durante años, por lo que se ve, aquí ha robado todo el mundo, las cosas se han hecho de mala manera y todos hemos mirado hacia otro lado. Ahora nos percatamos de que olía tan mal -nuestra ropa- que lo raro es que alguien se acercara a nosotros.

Pero queremos estar limpios y perfumados -o al menos el Lado Luminoso así lo quiere- de manera que algunos de nosotros (con una mención especial para los jueces) hemos sacado nuestro arsenal y nos hemos encomendado a la tarea de dejar la nación sin mácula.

«El origen del mundo» Gustave Courbet

A qué precio

Porque los sirvientes del Lado Oscuro no van a permitir que arrojemos Luz sobre sus turbios asuntos. Tendremos que sacrificar buenas dosis de esperanza, fe, entusiasmo -¡ánimo!- para conseguir nuestros objetivos. Ésas son nuestras armas, las que nacen de lo más luminoso, las que nos permiten levantar el vuelo después de la catástrofe.

Y el equilibrio

O la homeostasis, es el proceso por el cual podemos anunciar que la época que viene será luminosa. Es tanta la oscuridad que ha inundado -que inunda- el mundo, que el orden natural dicta necesariamente una reacción contraria. Y en ello estamos.

Archienemigos

Con todos los esfuerzos que estamos haciendo por levantar el país, bien podría el pueblo agradecer nuestros desvelos. Nosotros, que estamos enteramente entregados a la causa pública, a la Constitución, a los Derechos Humanos, ¡a la libertad!; que apenas cobramos y que no anhelamos ni poder ni gloria. Nosotros, que mantenemos a raya a los verdaderos enemigos, que procuramos la bonanza económica, que velamos por los necesitados, deberíamos ser, si no alabados, sí al menos reverenciados.

Archienemigos

Y mientras tanto, mientras que nosotros levantamos el país, otros se lucran en la sombra. Trapaceros que hinchan sus bolsillos gracias a nuestra impecable gestión, vagos que fingen investigar y que encima piden becas, huraños ávidos de negocio, vendedores de cualquier cosa a cualquier precio… Archienemigos de la Patria, eso son, avariciosos miserables venidos a más. Los conocemos como «trabajadores autónomos», pero deberíamos llamarlos «demonios», «diablos», «Belcebú en persona», porque no existe mal mayor.

Afortunadamente, hemos encontrado el modo de frenar sus ansias expansivas. En el Reino Unido aún no se han dado cuenta, pero el mejor modo de deshacernos de esta panda de emprendedores es fijar unas tasas que impidan su actividad. Luego también podemos complicar los trámites, despojarles de su derecho a un subsidio de desempleo, negarles el crédito, y cosas así.

Y de este modo, abatiendo a nuestros archienemigos, conseguiremos por fin implantar un nuevo régimen en el que nosotros, los elegidos, ocupemos el lugar que nos corresponde.

Paraplejia mental

Hay un capítulo de los Simpson («Le encanta volar», 19×1) en el que Homer acepta a un tal Colby Kraus como asesor, como terapeuta, o algo así. Este gurú le ayuda a superar sus complejos, los de Homer, mediante el uso, en todo lugar y momento, de los zapatos que el propio Homer utiliza en la bolera. El Homer-de-la-bolera es un tipo seguro, competente, querido y respetado. Kraus quiere que Homer, fuera de la bolera, siga siendo un tipo seguro, competente, querido y respetado.

Lo consigue, Kraus, durante algún tiempo, y esto se comprueba al ver la cara de satisfacción de Marge después de una apasionada noche de sexo con su marido, siempre calzado, claro, incluso en la cama.

El inconsciente, ese hijo de puta

Luis Cencillo de Pineda, antropólogo, psicólogo, filósofo, escritor, erudito investigador, decía con frecuencia -según personas de su entorno más íntimo- que «el inconsciente es muy hijo de puta». Lo retrataba -al inconsciente- como esa realidad que está siempre controlando, sin que nos demos cuenta, nuestras conductas, a través de deseos, miedos, complejos, delirios… A través de nuestras emociones más profundas. Innatas, unas. Construidas, otras.

El siglo del Yo

Así, hoy os traemos una serie documental producida por la BBC en el año 2002 con el título genérico de «El siglo del Yo«. Son cuatro capítulos, de una hora cada uno, en los que se profundiza en temas tan cercanos para nosotros como la manipulación de eso a lo que se ha denominado «las masas», es decir, la manipulación que nosotros, como masa, sufrimos. Control absoluto sobre la sociedad a través de la propaganda. Qué sentir, qué creer, qué hacer o decir, todo viene, según el documental, dirigido por una élite poderosa que se encuentra en el origen de la información que consumimos. Élite ésta a la que el documental pone nombre y apellidos. Caras. Fechas. Y élite, además, a la que entrevista con profusión.

Se puede recorrer, desde que Freud hablara sobre esas pulsiones inconscientes, el camino que trazaron los manipuladores globales: eso hace el documental, señalar momentos históricos, acciones concretas, que demuestran que la conspiración existe, que los esfuerzos por controlarnos han sido muchos… y efectivos.

Despotismo ilustrado

Porque si en el individuo subyacen pasiones que ni él mismo reconoce, las agencias que se ocupan del orden social deberían tener en cuenta esas pasiones y regularlas, canalizarlas en un derrotero común, por el bien de todos. O eso pensaban estos clarividentes déspotas. Ya Macchiavello puso las cosas en su sitio: «Los hombres juzgan más con los ojos que con la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos pueden comprender lo que ven». Y así es. El hombre culto es aquél que está preparado para juzgar con criterio. El inculto se deja llevar por lo que parece evidente.

El debate es largo, extenso, delicado y peligroso. ¿Es la democracia, como sistema de gobierno, algo legítimo? Alguien que no conoce cómo funciona el sistema, ¿está capacitado para decidir sobre él? ¿Es el sufragio una verdadera herramienta de control? ¿De quién? ¿Del pueblo sobre los gobernantes? ¿O de las élites sobre «las masas»?

De todo esto habla el documental.

Universo propaganda

Y desgraciadamente no podemos analizar la serie completa, todo lo que en ella se apunta, pero podemos asegurar que es un documento de primer nivel, dirigido a aquellos que aún quieren hacer el esfuerzo de pensar con libertad. Los «medios de comunicación de masas» nos han convertido en «masas», y conviene darse cuenta de ello lo antes posible, ahora, mientras aún podamos. Y podemos -todavía- porque ha surgido un nuevo medio de comunicación que ya no es tanto «de masas», como «entre individuos»: Internet. Pero también en Internet se deja sentir el influjo de los grandes manipuladores. También en Internet rigen los mismos principios, la asociación irracional, la simplicidad de los mensajes, la imitación, lo insidioso. Y los pensadores del pueblo, nosotros, los que no tenemos a nuestra disposición grandes herramientas propagandísticas, los que queremos haceros pensar, a vosotros, a los que consideramos nuestros iguales -en lugar de haceros tragar más de lo mismo-, tenemos todo en nuestra contra. Porque el propio sistema se ocupa de hacernos aparecer como una amenaza. Porque demandamos esfuerzo a una población habituada a ser cómodamente manipulada. Porque casi nadie lee este texto hasta aquí.

Falsa democracia, consumismo, prosperidad vacía, existencia esquizofrénica… Creemos que los temas son lo suficientemente importantes como para divulgarlos. Y creemos que vosotros también los reconoceréis así.

Para concluir, os planteamos un último interrogante, a modo de ejemplo: ¿Por qué las drogas siguen estando prohibidas, en su uso recreativo? Su consumo, su posesión, su tráfico. Si nos atrae lo prohibido -y esto se sabe- y conseguir lo prohibido implica un esfuerzo -el de ocultarse, el de desenvolverse entre forajidos, el de pagar-, quizás haya alguien interesado en que consumamos drogas, pero también en que no estén a nuestro alcance inmediato. Para mantenernos ocupados. Para que nos sintamos realizados tras su obtención (qué traviesos, nosotros, qué listillos). Y para que la recompensa a nuestro «saltarse las reglas» sea una buena dosis de incapacidad, de paraplejia mental, de inmovilidad inducida, que siempre viene bien. Pensad sobre ello.

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 1

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 2

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 3

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 4

El arte, un legado común europeo

“Cada vez que las facultades humanas alcanzan su plenitud, necesariamente se expresan mediante el arte.”

John Ruskin

Corren tiempos difíciles para Europa, la crisis económica afecta a todos los aspectos de nuestra vida, incluso a nuestros valores y a nuestra cultura ¿Está en juego la identidad de Europa?

Reflexionemos sobre cómo el arte, la cultura, contribuyó a definir la identidad de todo un continente. Los artistas e intelectuales supieron traspasar fronteras y además consiguieron ejercer una gran influencia y la ejercen todavía.

La pluralidad de naciones que hoy forman la comunidad europea son resultado de un largo proceso histórico, un sacrificio plagado de enfrentamientos y acercamientos, a veces con un nivel de destrucción sin precedentes. Hoy las diferencias siguen estando presentes.

Cuando citamos el nombre de Europa, rápidamente lo asociamos con el ideal de cultura. Más concretamente en las artes, la creatividad europea ejerció un verdadero dominio. Su papel ha sido fundamental y tuvo un punto de partida: las ciudades del norte de Italia y los Países Bajos. Las ciudades experimentaron un gran desarrollo, las comunidades se dedicaron a enriquecerse con el comercio y la industria y a la par se dedicaron al desarrollo intelectual.

Ésta era la clave de su dinamismo, la capacidad para ejercer dominio, son verdaderos centros de civilización, siempre partiendo del mundo clásico. El mundo antiguo proyectándose en el mundo moderno.

La ciudad se convirtió en un espacio para el desarrollo intelectual, imprimiendo un carácter universalista. En la urbe estarán las mayores oportunidades para intelectuales y artistas. Las nuevas clases sociales desarrollaron el humanismo, protagonizaron la evolución científica, pero también la representatividad y el carácter liberal que no solo se trasladará al mundo artístico, sino también al mundo sociopolítico.

El Renacimiento está en las raíces de Europa. Basándose en el retorno a la Antigüedad, nos preparaba para el futuro. Se gestaron los ideales propios de la modernidad, el individuo se concebirá como un ciudadano, consciente, sujeto político, como centro del universo, con nuevos valores, con un gran espíritu aventurero, emprendedor y creador. El nuevo ciudadano europeo se convertirá en el protagonista de la historia, un sujeto activo, dinámico, que se convertirá en espectador del mundo que le rodea.

El hombre y el artista se hicieron viajeros, contemplando el verdadero espectáculo de la naturaleza.

Europa sabrá transmitir a la humanidad esa idea de las artes como patrimonio de cultura, como espacio para el enriquecimiento de los individuos. La visión, el desarrollo de la mente y del oído lograron el enriquecimiento de las artes, incluidas la literatura y la música.

¿El arte? El arte nos sigue iluminando y descubriéndonos los signos, los mensajes, a veces invisibles de una realidad que nos rodea. Nos ha dado una patria  común en la que vivir para poder gozar. No podemos dudar que ha tenido un papel en la construcción de Europa, pero tiene que ser dentro de un marco unitario, crítico, abierto a las diferencias, permitiéndonos conocer el pasado, para vivir el presente y caminar hacia el futuro. Un patrimonio común que puede renovar nuestro espíritu y hacer de nuestra vida algo mejor.

Europa es la conjunción de múltiples culturas, es la definición de hoy; los más modernos acuden al clasicismo constantemente, artistas como Miguel Ángel o Cézanne nos transmiten un verdadero espíritu unificador. Picasso y sus Meninas velazqueñas. Warhol y Hopper son verdaderos renacentistas.

Sin la pintura italiana o flamenca ¿hubiera sido posible la pintura española? Los pintores solo tienen una patria: la pintura y el gusto.

La creación de los museos en Europa generó espacios donde se intercambian ideas, donde podemos apreciar las diferentes formas generadas por los artistas. El Louvre o el Prado son grandes depósitos de la sabiduría europea, son instituciones internacionales que permiten admirar la grandeza de un artista como Velázquez, sea en Nueva York o en Pekín.

Europa es Europa desde que optó por la comunicación y la información, es un conjunto de concomitancias fruto de los siglos de acercamiento y alejamiento. Siempre está corrigiéndose a sí misma y pretende hacerlo con los demás. La cultura, el arte, han conformado Europa, sus glorias, sus miserias, lo sublime y lo ridículo, y  su aburguesamiento.

Hoy los políticos intentan reconstruir Europa, pero olvidan la originalidad y atienden más a la oficialidad y a lo económico, se equivocan.

Ya no hay genialidad, el arte como expresión del continente ha entrado en crisis. Lo que hace un artista español lo está repitiendo un sueco exactamente igual.

Europa se tiene que reinventar, no se debe plagiar, se debe glorificar, Europa debe buscar la perfección, sin arredrarse; debe seguir buscándose a sí misma.

Es cierto que hoy nos domina la globalización, el lenguaje universal de las redes informáticas. Esta revolución ha permitido hacer cualquier cosa, es un emblema de poder, verdadero signo de la mentalidad del poder de un país, esto es la globalización y Europa debe engancharse. Mientras el arte chino se ha convertido en novedoso y lleno de frescura, la influencia del mundo occidental es clara y patente.

“Somos europeos porque es la única manera sensata e inspirada de ser hombre”

Autorretrato de Gauguin

Autorretrato de Durero

Concejo abierto

La mirada de Tierravoz -ya lo habíamos dicho- es limpia, es honesta, es constructiva. Carmen y César (sus promotores) son nuestros amigos, así que nuestro apoyo a su trabajo se presupone, pero no vamos a tirar de emoción fraternal, sino de argumentos, para defender su obra «Concejo abierto», la cual acaba de ser -a nuestro entender merecidamente- premiada en el Festival de Cine de Gijón.

Lo universal en lo local

Una de las tareas más difíciles para el director de documentales es la de escoger el tema a tratar (y la perspectiva). Los buenos temas, los bien escogidos, ejemplifican dilemas universales a través de hechos particulares. Da lo mismo dónde hayas nacido, o dónde vivas: «Concejo abierto» habla de ti. Habla de lo que no tienes, de lo que podrías tener y por tanto, habla de lo que eres y de lo que podrías (o incluso pudieras querer) ser.

En concreto, «Concejo abierto» se acerca a los vecinos de Madarcos,  un pueblo de la provincia de Madrid en el que sus menos de 100 habitantes han tomado las riendas de la administración local. Es pura Democracia participativa: el pueblo gobernando al pueblo. Y por ese motivo, el tema es tan candente que afecta tanto al Presidente de la Unión Europea como al último habitante del planeta, en un momento, además, en que a nivel global se está cuestionando -y atacando con fiereza- las bases del actual sistema socio-económico.

Casos de éxito

Así que, partiendo del ejemplo, del caso de éxito, Carmen y César critican lo depauperado del sistema vigente, sin mencionarlo. Es tanto lo que se puede criticar y condenar -y de hecho se critica y se condena, desde múltiples tribunas- al sistema, que centrarse en retratar sus múltiples injusticias no tiene apenas mérito. Lo difícil es dirigir la mirada a lo otro, a lo bueno, y no por desconocimiento de lo uno -de lo malo-, sino por elección moral.

Es muy inteligente «Concejo abierto». Esperanzador, real, actual, puro.

Y desnudo

Como las grandes obras. Carente de efectos y alejado de efectismos, nada hay de superfluo en este corto documental, ni un plano. Desde el árbol con el que da comienzo -grabado en detalle, en armonía, en un ejercicio poético de gran belleza-, hasta el árbol con el que concluye la pieza y se ilustra la cita de uno de nuestros más grandes historiadores (y etnógrafos) de todos los tiempos: Julio Caro Baroja. Nada es accidental. Todo está hilado, minuciosamente seleccionado y abordado desde la más absoluta pobreza de medios. Es la razón -y la poesía- la que se abre camino por sí sola: no hace falta 3D.

Conexiones

Pero es que, además, «Concejo abierto» es un trabajo que Tierravoz le regala al mundo. Y para eso lo comparte en Internet, lo licencia mediante Creative Commons y lo imbrica en 100jours.org, una iniciativa que durante los primeros meses de 2012 ha publicado en la Red, gratuitamente, un documental por día.

Así que vayan desde aquí nuestro agradecimiento y nuestras más sinceras felicitaciones, no a nuestros amigos Carmen y César, sino a los fabulosos directores de esta pequeña joya documental.

Ver «Concejo abierto»

No hay bien que por mal no venga

¿O era al revés? Bueno, el caso es que el bien y el mal parecen estar estrechamente unidos, de modo que lo que a mí me perjudica bien puede beneficiar a otro y viceversa.

Grant Thornton es una organización multinacional que surge en Chicago allá por el año 1924 y que, tras sucesivas fusiones, establece su sede principal en Londres. Según su página web, tiene presencia en 113 países, con un total de 521 oficinas (diez en España) que dan trabajo a más de 30.000 personas. Su negocio es, básicamente, la auditoría, el asesoramiento y el apoyo [financiero] a empresas emergentes.

Grant Thornton publicaba recientemente el vídeo que abre la página. Se trata de una animación «stop motion» -muy entrañable por tanto- en la que, por boca de un teórico español -perfecto angloparlante por cierto- se enumeran algunas de las magníficas oportunidades de negocio que hoy hay en España, a pesar de la crisis y también -esto no se dice, pero se indica- gracias a ella. Telefónica, Indra, Repsol, encarnan en este vídeo el saber hacer español, el poder de nuestra patria, nuestra grandeza. Ellas (estas grandes empresas) son los héroes de nuestro tiempo, los que demuestran que se puede crecer y medrar hasta en las condiciones más adversas.

Frivolidad

El mensaje es por eso de una frivolidad que asusta. Decirle a un pensionista, el cual vive con 500 euros al mes y tiene que pagar parte de sus medicamentos, o a un parado, o a un desahuciado, o a un estafado por las preferentes, que la crisis trae magníficas ventajas y oportunidades y que sólo es cuestión de ver el vaso medio lleno, en lugar de verlo medio vacío, es la definición de la desfachatez. Del mismo modo, encumbrar a empresas multinacionales que evidentemente se están lucrando gracias a la pérdida de derechos sociales de los ciudadanos, a la reforma laboral, a los expedientes de regulación de empleo, es una falacia de tomo y lomo. Y sin entrar en muchos detalles -porque igual que no se debe encumbrarlas, tampoco se debe demonizarlas-, diremos que Repsol, por ejemplo, no es tan española como se dice, ni contribuye a las arcas españolas como debiera, y que Indra obtiene buena parte de sus beneficios de la venta de armamento a países del Medio Oriente.

Correr delante de los toros

Pero como, según el vídeo, los españoles corremos delante de los toros por diversión y tenemos lo que hay que tener, no debemos quejarnos o lamentarnos, sino aprender a mirar las cosas desde otro punto de vista, imitar a esos héroes que triunfan en el extranjero y dejarnos de manifestaciones o huelgas -o lloriqueos-, como la de ayer. Porque si nos manifestamos o nos quejamos seremos los culpables de nuestra propia miseria, por no haber sabido mirar la brillante realidad y el esperanzador futuro que ante nosotros se cierne.

Optimismo e ingenuidad

Y así, un vídeo que parece inocente, ingenuo, que aparentemente pretende insuflar en la población española una buena dosis de optimismo, se convierte en el mal en estado puro.

No es que no seamos optimistas, no, es que no nos harán comulgar con ruedas de molino.

#sisepuede

El quinto (y único) poder

Lo vemos todos los días, el dinero manda. Allá por la época de la Ilustración (mil setecientos y pico), vivió en Francia un tal Montesquieu, cronista, filósofo, pensador, que se hizo un hueco en la Historia, sobre todo, por su idea de la «división de poderes». Montesquieu proponía una alternativa al poder absoluto de los reyes, quienes tradicionalmente habían aglutinado en su persona todas las decisiones de Estado. Él decía que juzgar, legislar y gobernar eran tres cosas muy distintas y que estos poderes no debían recaer en la misma persona.

Al final, se le hizo caso, a Montesquieu. Las sociedades vieron que lo mejor era no poner todos los huevos en el mismo cesto, así que decidieron que, a partir de ese momento, los jueces juzgarían, pero no podrían legislar ni gobernar, los legisladores harían lo suyo y los gobernantes lo propio, sin mezclar churras con merinas.

La idea parece buena y de hecho, por aquel tiempo fue revolucionaria. Tan revolucionaria, que a finales de ese mismo siglo se desató la Revolución Francesa, ahí es nada. Pero claro, de eso hace ya un par de siglos.

El cuarto poder

Y pasó el tiempo. Y nos fuimos acostumbrando a eso de que hubiera tres poderes -el ejecutivo, el legislativo y el judicial-, así que tuvimos que inventarnos otro, «el cuarto poder». Bueno, no fue exactamente así, en realidad lo que pasó fue que vimos claramente que los medios de comunicación tenían una relación muy estrecha con los otros poderes (quizás demasiado estrecha) y que eran (o parecían) el único estamento capaz de hacer temblar a jueces, legisladores y gobernantes; tenían tanto poder como ellos. Y de ahí lo de la etiqueta.

Sin embargo, en este caso no se estableció un sistema de incompatibilidades: un juez podía perfectamente escribir en un medio de comunicación, y un diputado, y un ministro; no estaba prohibido, aunque sí mal visto, ya que resultaba evidente que, según el tema a tratar, tarde o temprano surgirían conflictos de intereses.

El quinto (y único) poder

Y así llegamos al quinto poder, que había pasado desapercibido a la hora de repartir la tarta. Un poder en el que Montesquieu no reparó. Un poder, forjado en las llamas del abismo, que se utilizó para dominarlos a todos. El omnímodo poder económico.

Porque, en un sistema capitalista, el dinero es necesario para todo. Los propios gobiernos lo necesitan para gobernar, es decir, no están por encima de ese quinto poder, sino sometidos a él. Es el dinero el que limita sus acciones, el que motiva sus decisiones, el que les alumbra en las frías noches de invierno. El Congreso tiene que pagar la factura de la luz. Y los sueldos de sus empleados.

Algunos escépticos dirán que esto no es así, porque claro, el Gobierno puede tomar la decisión de imprimir más dinero. Pues responderemos que en España, ni eso. Imprimir más dinero depende, hoy, del Banco Central Europeo. O repondrá que los jueces son imparciales y no están influidos en sus decisiones por cuestiones económicas. A eso responderemos, primero, que un juez cobra, y si no cobrara, no trabajaría. Segundo, que todo el sistema judicial se sostiene con dinero (en concreto, en 2012, con 1.440 millones de euros, según los presupuestos generales del Estado). Y tercero, que si la Justicia es tan lenta, es por culpa del dinero, porque no se ha invertido, por ejemplo, en informatizarla, o en crear más juzgados.

Pero es que, además, el quinto (y único) poder es tan fuerte y está tan mal repartido, que puede modificar las leyes de un país, las políticas de sus gobernantes y las sentencias de sus jueces. Los ejemplos abundan, pero uno reciente sería el de Eurovegas en Madrid.

Incompatibilidades

Y claro, uno piensa que debería ponérsele algún freno al quinto (y único) poder, establecer algún sistema de incompatibilidades, controlarlo de algún modo. Pero de esto nadie habla.

La Familia Real española, con muy buen criterio, estableció la regla tácita de no intervenir en empresas, de no buscar el lucro personal, porque se entiende que su posición es de algún modo incompatible con la actividad empresarial. Los Príncipes de Asturias, por ejemplo, desde su papel de «embajadores», promocionan la «marca» España, apoyan con su presencia a ciertos sectores de la población, a instituciones de relevancia, pero -en teoría- no tienen participación en ninguna empresa. Urdangarin se saltó esa regla y ahora es la oveja negra. Y puede hasta que vaya a la cárcel.

En un mundo en el que el dueño de una empresa tiene más capacidad de acción que varios países juntos, no pensar en ponerle freno al quinto (y único) poder, es no querer ver el problema.

¿Qué freno? Pues habrá que estudiarlo, pero alguno habrá. ¿Verdad, Montesquieu?

«Ai Weiwei: Never Sorry» en Madrid

«Ai WeiWei: Never Sorry» es el primer largometraje sobre el artista y activista chino de renombre internacional Ai WeiWei, quien en los últimos años ha captado la atención de todo el mundo tanto por su ambiciosa obra como por sus provocaciones políticas. Las autoridades chinas han llegado a cerrar su blog, darle una paliza, arrasar su estudio de trabajo, y hasta mantenerlo en detención secreta. La película examina esa compleja simbiosis de la práctica artística y el activismo social. La periodista y directora de cine Alison Klayman ha tenido un acceso sin precedentes al mundo interior del artista.

La película se proyectará en las TimesTalks -organizadas por The New York Times-, que tendrán lugar en Madrid entre los días 21 y 23 de septiembre.

La proyección está prevista para el sábado 22 de septiembre, a las 18.00 horas, en el Teatro Fernán Gómez (Calle de Colón, 4). Posteriormente tendrá lugar un coloquio con la directora de la película, Alison Klayman.

Informa Avalon

Demoliciones kármicas

Grupos de ayuda mutua, terapias teosóficas, Yoga, Chi Kung, Ayurvedha y hasta mil disciplinas están de acuerdo. Existe algo, a lo que comúnmente se denomina «Karma», que hace las veces de balanza, una ley universal de retribución por las obras hechas en vida. Creamos o no en la reencarnación, los humanos tenemos algo así como una noción primigenia -instintiva- de lo que está bien o mal. Estaremos de acuerdo en que aquello que construye, aquello que beneficia a los demás tanto como a uno mismo, es positivo, es bueno. En cambio, lo que destruye, lo que perjudica a los demás (aunque con ello se beneficie uno mismo) es negativo, es malo.

La burbuja

Pensaba uno, iluso, hace años, que la famosa burbuja inmobiliaria, al final, traería algo bueno, al menos para el pueblo. Si los constructores, ávidos de riqueza, se ponían a edificar como locos, por lo menos, cuando acabaran, habría pisos para todos. Esto podría incluso redundar en su karma: llevados por la avaricia, sí, pero construyendo. Ay, amigo.

La burbuja estalló y esto fue un «sálvese quien pueda». Los bancos se vieron con suficientes pisos como para desterrar la famosa batería de cocina y cambiarla por apartamentos en Benidorm (eso sí que sería «fresh banking»), pero ningún publicista consiguió convencerlos de ello. Ni siquiera bajaron los precios, qué va. Chulos ellos, potentes y potentados, dijeron «¿no compráis los pisos? Pues no los compréis». Ea.

Y siguen igual. Con miles de pisos inhabitados, vacíos. Algunos nuevos. Algunos sin terminar, expropiados a constructores que quisieron ordeñar la vaca un poco más, a última hora («que sí, que aquí yo hago dos mil pisos y me los quitan de las manos»). El caso es que no los venden ni a tiros, los bancos, porque se niegan a bajarlos de precio. Y como se niegan a bajarlos de precio -y no los venden- están al borde de la bancarrota. Y como los bancos no pueden quebrar -debido no sé a qué ley kármica-, pues los españoles hemos pedido a Europa un crédito de unos cien mil milloncejos para que estos bancos puedan seguir sin bajar el precio de sus pisos. Bien, ¿eh? Fácil.

¿¿Karma??

Y llegamos a la noticia esa. Sí, la de los irlandeses, la que dice que han decidido derruir los pisos que no se venden. Como lo oyen. La Ministra de Vivienda dice que, claro, «como nadie quiere vivir en ellos, lo más práctico es demolerlos». Qué bien pensado. Qué argumento. Demoledor.

Pasaba con la fruta. Si un año venía mucha fresa, y se veía que el precio iba a bajar, pues la tirábamos al mar. Lo importante era mantener el precio. No dar de comer al hambriento. No dar cobijo al indigente, no. Lo importante es mantener el precio.

A ojos de un niño -párvulo, casi inmaculado-, aquellos agricultores que tiraban la comida eran monstruos. De hecho, ver en el mismo informativo a una negra y raquítica mujer, muriendo de hambre bajo el inclemente sol africano, y a un grupo de blancos y orondos agricultores, tirando toneladas de fresas al mar, era motivo suficiente como para despreciar al conjunto de la especie humana (¿al conjunto?). Pero eso era años atrás, sí, cuando éramos niños. Ahora, de adultos, comprendemos que lo importante es mantener el precio, hombre no, faltaría más. Y si no tienes dinero para comprar un piso, pues a la (p***) calle.

Monstruos, por lo menos.

Pero nos queda el Chi Kung, hombre. Tenemos el karma (menos mal que somos budistas). Y si no, que se lo digan a Jorge Cordero, que lleva más de dos meses en huelga de hambre en la Plaza de la Escandalera de Oviedo, asceta él. O a ese 21 por ciento de la población española -y creciendo- que vive en riesgo de pobreza, con un techo de uralita que cualquier día miras y no está. Si no fuera por nuestra confianza en un Orden superior que -antes o después- pone a cada cual en su sitio, estaríamos tentados de demoler -esta vez sí, con razón- la casa de la propia ministra irlandesa.

¿Cómo se puede tener la desvergüenza de decir que la gente «no quiere» los pisos? ¿Que si los regalan los rechazamos acaso? ¿Cómo un Estado -«la Verde Erín», por cierto- que proclama el Derecho Universal a una vivienda digna, puede permitirse siquiera tontear con esa idea?

España es la próxima, eso está claro: el karma nos la trae al pairo. Aunque el Censo de 2011 aún no está acabado, un avance de los datos dice que tenemos entre cinco y seis millones de viviendas vacías. Y recordemos que no cuentan las «segundas viviendas». Cinco millones de casas sin habitar: va a hacer falta una fuerte inversión para derruirlas. Y se pregunta uno, ya no tan niño, ya no tan iluso, nada inmaculado… ¿convocarán ayudas europeas para la demolición? ¿Las sacarán a concurso?