Siluros y bacalaos

«Catfish» es el título de un documental sobre las relaciones interpersonales en la sociedad digital. Reflexión a propósito de la mentira, la quimera, la autoestima y la ilusión en Internet, todo en esta película resulta engañoso, hasta el punto de que su propia autenticidad ha sido puesta en entredicho; no sabemos si se trata de un falso documental.

Ficcionado o no, el efecto que ha producido desde su estreno en 2010 es remarcable. Miles de personas se han dirigido a sus creadores para encontrar ayuda con alguna relación internáutica que les acuciaba, que parecía ser lo que no era, o que era lo que no parecía, lo cual ha llevado a profundizar en el fenómeno y realizar una serie de televisión bajo el mismo nombre, con versiones en diferentes países. Y es que la mentira en Internet no conoce fronteras.

Siluros

Uno de los personajes de la película se llama Vince y cualquiera, al escucharle hablar, diría que tiene pocas luces. Sin embargo, a la manera de la mitología clásica, en la que los videntes son a menudo ciegos, Vince consigue definir la esencia de su esposa Ángela, la protagonista, mejor que ningún otro. Su esencia de pez gato.

Para ello, Vince cuenta la historia de unos comerciantes de pescado que exportaban bacalao. El bacalao, encerrado en bidones durante el transporte, aunque vivo, se atrofiaba, de manera que los comerciantes tuvieron que ingeniar un sistema para conservarlo fresco. Alguien con mucha inventiva y pocos escrúpulos pensó que lo mejor era introducir un siluro («catfish») en cada bidón de bacalao y así, el miedo al siluro mantendría a los bacalaos nadando sin parar, hasta llegar a su destino.

Meetic, Skout y Lovoo 

Porque la manera de relacionarse -sexualmente, pero no sólo- ha cambiado mucho en los últimos años. Un par de generaciones atrás, quien nacía en un pueblo -salvo honrosas excepciones- acababa contrayendo matrimonio con alguien de ese mismo pueblo o, como mucho, del pueblo vecino. Ahora, la realidad virtual nos permite soñar con personas del otro lado del Globo, interactuar con ellas, enviarles mensajes, fotos, vídeos, poemas y cartas de amor, sin mancharnos las manos de tinta ni los pies de barro. Se trata de un amor aséptico, sin olores ni sabores, sin una realidad contrastable de legañas al despertar que enturbie lo platónico de una relación incorpórea.

Claro que el grado de virtualización de esa realidad queda al criterio de sus protagonistas, cada cual proyecta lo que considera más interesante. Y no todos tienen los mismos intereses.

«Mira, esta chica es majísima» -nos decía un amigo hace poco, mostrando la fotografía de una veinteañera muy guapa que se incluía entre sus contactos de Lovoo-. «El único problema es que es prostituta» -concluía-.

Bacalaos

De manera que aquellos que confían en encontrar el amor de su vida a través de Internet no lo tienen tan fácil, por muchas plataformas de flirteo que utilicen. En el mundo de la mentira, descubrir la verdad implica un desgaste con frecuencia inasumible y uno puede encontrarse cualquier cosa. Prostitución, sí, pero también personas con baja autoestima que sueñan con cambiar su vida y que, en vez de eso, construyen mentiras muy elaboradas (crear 17 perfiles en Facebook, por ejemplo, para simular una familia al completo), o desaprensivos con intención de hacer daño.

Y en este baile de identidades, los hombres son los más «bacalaos». No hay más que ver las estadísticas de uso de cualquier chat, plataforma de ligue o portal de citas: los hombres son quienes más buscan; buscan desesperadamente, proponiéndose, exhibiendo sus pobres encantos a casi cualquier mujer (o monstruo disfrazado de mujer) que les dedique una mínima atención. Son carne de cañón, terreno abonado para la mentira, el fraude y la traición. Víctimas.

Ellas, víctimas también, apabulladas las más de las veces, o embriagadas de celebridad, están que no se lo creen. Porque fuera de la realidad virtual, nadie nunca les hizo tanto caso. Y dentro, ataviadas con gafas de sol, tatuajes, palos de selfie y poniendo morritos, se ven divinas. Aunque todo al final resulte en una gran mentira y tengan que hacer de tripas corazón para encajar tanto piropo insano.

Normalidad

Y el halo de normalidad con el que hemos incorporado esta forma de vida asusta. Hay ya terapias para «desengancharse» de la tecnología, retiros en el monte lejos de Internet que «reconectan» a los pacientes con el mundo material, terapias idénticas a las empleadas con las drogas, pero menos efectivas. Porque las drogas se pueden evitar, alejándose de ellas, pero la tecnología adictiva está por todas partes, la usan familiares y amigos, la promocionan entes públicos y privados, se exige para encontrar empleo.

Estamos todos enganchados, en grado variable, pero enganchados sin ninguna duda, al mundo virtual. La media de consumo televisivo por persona y día es, en España sin ir más lejos, de más de cuatro horas. Esto son dos meses completos al año, enchufados a la televisión. Y si a eso añadimos el tiempo que pasamos enviando whatsapps, correos electrónicos, hablando por teléfono, jugando a videojuegos, chateando, buscando pareja en foros y apps, o simplemente compartiendo nuestras experiencias en redes sociales, veremos con claridad la dimensión del problema: no hacemos otra cosa. De manera que, para un psicoterapeuta, por ejemplo, que pretenda contribuir a la «rehabilitación» de alguien, resulta francamente complicado dar pautas de conducta. Porque con la droga es fácil, prohibido consumir cocaína y punto, pero con la tecnología… ¿prohibido usar smartphones?

Se dirá que esto es una exageración, que también hay lugar para el uso -sin abuso- de la tecnología, que Internet se ha demostrado muy útil para compartir conocimiento, generar empleo y encontrar pareja. Que lo bueno supera a lo malo. Y quizás tengan razón. Pero no obviemos que el impacto de esta tecnología es equivalente al de la energía nuclear (como ya dijera el gran Umberto Eco). La energía nuclear ilumina y calienta las casas y por eso es útil, pero también arrasa ciudades. Y por eso es vital usarla con criterio.

Petardas, Cumlouder y Adopta un tío

Es un mundo muy triste, el dominado por la pornografía. Mujeres y hombres degradándose por turnos, de éste o del otro lado de la pantalla, según. Como en la hoguera de las vanidades, parece que la realidad virtual airee una cierta verdad que permanecía oculta.

Las relaciones sexuales están en el centro de la cuestión. Los modelos de conducta que propone la pornografía permean las sociedades, se replican en el mundo «real» y al final uno y otro -mundo virtual y material- se terminan pareciendo, de manera esperpéntica. Las fiestas en colegios mayores, por ejemplo. Hay toda una corriente pornográfica que remite a esos grupos de estudiantes universitarios enredados en juegos sexuales. ¿Se daba ese tipo de prácticas antes de la tecnología? Quizás sí. ¿Eran tan frecuentes, tan similares entre sí y tan rentables como ahora? Obviamente no.

Cumlouder es una web pornográfica de gran éxito. Según su página de LinkedIn, está gestionada por una emergente empresa de Gijón -algo que nos pilla bastante cerca- y se dedica tanto a la distribución como a la producción pornográfica. Algunos de sus vídeos destacados se titulan «Maestro en romper culos» o «Dos pollas para una sintecho». En Petardas.com sucede algo parecido («La sucia Alicia perforada por tres machotes»), al igual que en la mayoría de sitios pornográficos. Se verá que estas plataformas proponen cultura, dicho sea esto sin ironía. Una cultura que, entre otras lindezas, ensalza al maltratador (maestro en romper culos), ofende a las personas sin recursos económicos (dos pollas para una sintecho) y promueve un cierto tipo de roles (la sucia Alicia y los machotes) que remiten a una visión del mundo escandalosa y en buena medida ilegal.

Paralelamente, tenemos «Adopta un tío». Sin ser lo anterior, su propuesta cultural también parece evidente: la mujer, superior en todo al hombre, si bien no va a enamorarse (porque uno no se enamora de un ser inferior), sí puede al menos adoptarlo, como se hace con las mascotas. El hombre, asumiendo su inferioridad manifiesta, humilla como los toros, y en fin se deja adoptar.

Queremos querer

Y es que queremos querer, pero no sabemos bien cómo. Lo virtual nos devuelve un reflejo tan inaceptable de nosotros mismos que lo material empieza a parecer un cascarón vacío. ¿Quién soy, el de las fotos de familia o el del historial de navegación? ¿El de la tos de perro y la cara de resaca? Todo se ve borroso y ya nada es lo que parecía, ni el prohombre ni la infanta. ¿Debo quererme o tatuarme? ¿La chica guapa de Serrano está fuera de mi alcance?

Más nos valdría aceptarnos con las sombras y las luces y las cosas a la cara: «Te quiero», «me gustas», «no te soporto»… «Vamos a follar».

Ver «Catfish» en Youtube

Francamente

Hablan de memoria histórica… Pero ¿qué es?

Se disputan la iconografía de calles y plazuelas, derriban monumentos para luego reconstruirlos porque Patrimonio dice que de qué van, que no se puede ir así por la vida; prohíben hacer mofa de los símbolos nacionales, manifestarse frente al Congreso, fotografiar a la policía en plena carga ciudadana. Prometen gobernar para todos pero luego resulta que solo para los suyos y que aquí aún falta la revolución obrera y la dictadura del proletariado y que sin sangre nunca se consiguió nada y ya veremos si en las siguientes elecciones el pueblo ignorante se da cuenta de quiénes son los buenos. Roban hasta quebrar un país, se pasan a la torera las leyes de financiación de partidos, las leyes fiscales y las leyes en general. Detienen a dos pobres diablos por hacer un espectáculo de marionetas y los dejan ahí, en prisión, como si fueran terroristas de los que matan a gente en aeropuertos. Cambian la lengua a su antojo y donde antes había «imputados», ahora «investigados» y lo que era crisis y ruina y deuda con Europa, ahora es salida de la recesión, oportunidades de emprendimiento y vínculos transnacionales.

Nos toman por tontos y es ofensivo.

La memoria histórica es precisamente eso: saber que tonto, precisamente, no eres. Que pueden pintarlo de naranja o de verde, pero el latrocinio es latrocinio, la dictadura es dictadura (aunque sea del proletariado) y la discriminación positiva no existe.

Franco tiene el culo blanco

Y pueden detenernos y meternos miedo. Pueden asfixiarnos. Pero no nos van a engañar.

Hoy os traemos memoria histórica en estado puro. No está subvencionada por la Unión Europea, ni por sus estados miembros (y «miembras»), ni por ninguna Comunidad Autónoma, región, país, nación, ni fundación de ayuda a personas con déficit de atención cruzada. Está hecha por el pueblo llano, que no se deja engañar. Que es pobre, pero también honrado. Y que se ríe de toda esta panda. Por no llorar.

Con todos vosotros, «Francamente».

Ver serie completa en Youtube

Ilusión

Pedía Pablo Iglesias a los ciudadanos -en ese debate electoral del 7 de diciembre- dos cosas: que no olviden y que sonrían. Hablaremos sobre lo segundo -sonreír-, ya que lo primero -la corrupción- es muy desagradable.

Dice así:

«Les pido… que sonrían a los autónomos y a los pequeños empresarios, que sonrían a los que se levantan a las seis de la mañana para trabajar y a los que se levantan a las seis de la mañana y no tienen adónde ir a trabajar, que sonrían a las madres con jornadas de 15 horas, que sonrían a los abuelos que se parten la espalda para estirar su pensión. Sonrían, sonrían, que sí se puede.»

Muy bonito, pero tampoco entraremos en eso. Hablaremos más bien sobre la capacidad de sonreír cuando uno tiene la «espalda partida».

No sabemos hacer negocios

Es frecuente en el mundo empresarial -español- toparse con personas ciertamente desaprensivas. Si bien desde otras partes del mundo se considera que, para conseguir el éxito, las empresas deben tener «alma», aquí nos empeñamos en vendérsela al diablo. ¿Cuántas veces no tratamos al trabajador, al proveedor, o al cliente, como a un enemigo? ¿Cuántas historias de traiciones, estrujamientos e injusticias varias no podríamos contar? Y es que parece que en España (y no sólo en España), si triunfo, ha de ser a costa de otro.

La biología nos enseña que las relaciones más provechosas son aquéllas en las que consigo mi beneficio beneficiando al otro, y viceversa. Relaciones simbióticas. ¿Quiero acaso que mi cliente se arruine? ¿Quiero que se sienta estafado? No. Y del otro lado, ¿me interesa machacar a mis proveedores? ¿Trabaja mejor un empleado con la «espalda rota» que uno sano? Obviamente no. ¿Y por qué se hace?

Regalar sonrisas

Porque alguien tiene que ser el primero en sonreír, en abrir los brazos. Pero el otro debe estar a la altura, abrir los suyos y devolver la sonrisa. Así se trabaja. Si uno se entrega de verdad, con bonhomía, honestidad y generosidad, la respuesta no puede ser un palo. Es como el famoso refrán aquél, «le das la mano y te toma el brazo». Es entonces cuando llega la confrontación.

Pero sigamos con el ejemplo. Imaginemos que la voluntad del primero, el que sonrió y se llevó un palo, es firme. Imaginemos que vuelve a sonreír, vuelve a abrir los brazos y vuelve a entregarse. Y el otro, el que dio el palo, aprovecha la situación y responde con otro palo. ¿Cuánto durará el beneficio para el segundo? Y lo que es más grave… ¿cuántos palos aguantará el primero antes de cerrar los brazos?

Idólatras

Porque si las personas somos civilizadas y cuando nos hacen un favor damos las gracias, ¿por qué dejamos de serlo en el terreno corporativo? Todo aquello que está en la base de nuestra cultura, el respeto, el reconocimiento a la labor ajena, la humildad, el agradecimiento, la colaboración, lo perdemos cuando se nos tiende una mano y tomamos hasta el brazo.

«Ama al prójimo como a ti mismo», «pon la otra mejilla»… al final, la religión nos da pautas de autogobierno. Son normas básicas de civilidad, sencillas de entender, para que las cosas funcionen (y no hace falta ser religioso para aceptarlas). Pero claro, cuando la «política de empresa» es más importante que cualquier valor moral, cuando los «objetivos» consisten en ganar más dinero (sin importar mucho cómo), cuando lo que interesa saber de las leyes es cómo aprovechar sus resquicios, y cuando el logo de mi empresa se antepone a cualquier otro icono, entonces ya no soy persona civilizada, sino un salvaje, o peor, un fanático, un idólatra.

«No adorarás falsos ídolos», dice el Testamento. Y es que, en esa adoración al falso ídolo, en esa idolatría, cambiarás unos valores por otros y dejarás de ser persona (¿qué es una persona, sino aquello en lo que cree?).

La ilusión

Así que, para Cristo (léase cualquiera), después de recibir latigazos, vejaciones y torturas, resulta difícil sonreír. La ilusión por un mundo fraternal -un intercambio generalizado de sonrisas- va dando paso, palo tras palo, a la fe ciega y al compromiso con uno mismo, en el mejor de los casos. O, en el peor, a un alma rota de tanto cobrar.

Pide Albert Rivera que votemos «con ilusión», él también. La verdad, nos duele la espalda, a la altura del alma, pero lo haremos, una vez más. Y no sólo votaremos con ilusión, sino que trabajaremos con ilusión y en definitiva seguiremos viviendo con ilusión, con el corazón abierto. No porque lo pidan ellos. Porque es lo que somos.

La mujer que ríe (Hydra de Lerna)

He leído en la prensa que Bülent Arinç, vice primer ministro en el gobierno turco de AKP, perteneciente al islamismo conservador y moderado (no os riáis), cuyo presidente es el Sr. Erdogan, ha hecho las siguientes declaraciones:

“Las mujeres no deberían reírse en público ni hacer movimientos seductores”.

Uno de los asturianos más conocidos, Alejandro Casona, en su obra «La Dama del Alba», escribe, a propósito de la risa, este maravilloso diálogo:

Peregrina: Pero, ¿qué es lo que estoy haciendo? ¿Qué es esto que me hincha la garganta y me retumba cristales en la boca?

Dorina: Es la risa.

Peregrina: ¿La risa? Qué cosa extraña… Es un temblor alegre que corre por dentro, como las ardillas por un árbol hueco. Pero luego restalla en la cintura, y hace aflojar las rodillas… No puede ser… ¡Sería maravilloso y terrible! Qué dulce fatiga. Nunca imaginé que la risa tuviera tanta fuerza.

Para quien no haya leído este texto teatral o visto la obra de teatro, diré que el personaje de la «Peregrina» es la muerte… sin guadaña y con zapatos de tacón, que para eso es mujer y ha de estar arreglada, porque una nunca sabe cuándo convendrá «hacer movimientos seductores».

¡Ahí está! El Sr. Arinç tiene miedo de la fuerza de la risa. Pero solo si nos reímos las mujeres… Los hombres pueden reír y hasta fumar opio, siempre y cuando no permitan a sus mujeres reír, que la risa es muy mala para la salud de las mujeres turcas. ¿Por qué? Pues porque si ríen, son señaladas con el dedo acusador del hombre casto.

El Sr. Arinç asegura que el pueblo turco sufre una “regresión moral” por culpa de los medios de comunicación y por el “uso abusivo de los teléfonos móviles”.

Vamos a ver, Sr. Arinç, usted sí sufre de regresión moral porque, con varios siglos de diferencia, coincide con lo que dijera San Clemente de Alejandría sobre la risa. Bueno, San Clemente y otros santos padres de la Iglesia Católica.

La Patrística abarca los ocho primeros siglos de la era cristiana. En ella, la risa estaba muy mal vista… Normal, como no se reían, no la podían ver. ¿Por qué? Pues porque, según los Evangelios, a Jesucristo no se le conoció ninguna risa. Cabreo sí, pero risa, carcajada, sonrisa torcida… no.

Sr. Arinç, ¿cómo tiene usted pensado evitar que las mujeres nos riamos?

Sr. Arinc, las mujeres llevamos siglos siendo denostadas, vejadas, asesinadas, relegadas, criticadas… Por eso, sus declaraciones me provocan RISA. Porque mientras los hombres estaban (y están) ocupados conquistando, luchando, estafando, mintiendo, enriqueciéndose, las mujeres nos hemos reído de lo lindo pensando en la cantidad de cosas que íbamos a conseguir sin dar ni golpe. Hasta que nos cansamos y decidimos ser nosotras mismas las que hiciéramos todas esas cosas. Y nuestras risas se duplicaron…

«Ríete de la noche,

del día, de la luna,

ríete de las calles

torcidas de la isla,

ríete de este torpe

muchacho que te quiere,

pero cuando yo abro

los ojos y los cierro,

cuando mis pasos van,

cuando vuelven mis pasos,

niégame el pan, el aire,

la luz, la primavera,

pero tu risa nunca

porque me moriría»

Pablo Neruda

Gracias, Sr. Arinç, por darnos tantos argumentos para no dejar de reír durante mucho mucho tiempo. “Nunca imaginé que la risa tuviera tanta fuerza”.

La mujer que ríe (Carmen Cereña)

Pueden reír hasta las vacas, pues eso son los quesitos «La vache qui rit», pero no las mujeres. Y es que he leído en la prensa que Bülent Arinc, vice-primer ministro en el gobierno turco del AKP (islamistas moderados), presidido por el señor Erdogan, ha censurado a las mujeres que ríen en público por falta de decoro y, de alguna manera, las ha conminado a no hacerlo ya más, para preservar así su dignidad. Como buen islamista, llámese moderado o no, una de sus mayores preocupaciones, por no decir que son auténticas obsesiones patológicas, es lo que él y los suyos entienden por «dignidad» femenina. Y, claro, ha de ser él quien nos la preserve, diciéndonos -y de paso obligándonos- cómo ser dignas, sin preguntarnos nuestra opinión. Y hace bien porque no cabe preguntar a los irresponsables congénitos o a los tontos, sobre todo si los tontos somos tontas.

Erdogan se ha propuesto que de Kemal Ataturk no queden ni las pestañas. Mustafá Kemal Ataturk, turco muy bien agestado, morenazo y de magníficos mostachos, gran porte y penetrantes ojos claros, creó un Estado moderno -eso sí, imponiéndolo de forma dictatorial y de golpe- liberador para la mujer, prohibiendo entre otras cosas el uso del velo. Kemal Ataturk era hombre de fuste y brío; seguro que por ello no nos temía a las mujeres. Quería féminas libres y a cara descubierta, cultas y estudiosas; y no hembras que se tapan como leprosas, avergonzadas de su sexo y esclavizadas. Erdogan siempre se lamenta de que sus hijas no puedan estudiar en su patria y las tenga que enviar al extranjero para que vayan decentes a la universidad, esto es portando velo. Al menos les da estudios, que ya es mucho; reconozcámoselo. Qué duda cabe que entre él y un talibán, cabría calificarlo incluso de feminista. Erdogan se ha empeñado en que sus hijas puedan sacarse la carrera en casa sin dejar de ser dignas y acabará, si es que no lo ha hecho ya, por otorgar a la mujer la opción de cubrirse la cabeza o no, a la espera de imponer la obligación absoluta de cubrírsela en cualquier circunstancia. La esposa de Erdogan lleva siempre velos muy monos. Estoy imaginando la escena: una reunión de alto nivel entre Erdogan y Angela Merkel. Erdogan y Merkel debaten de cosas importantes de hombres de Estado. La señora Erdogan y el señor Merkel, dama y señor oficiales respectivamente, se intercambian recetas de cocina turca y germana también respectivamente. Ambos llevan velo, eso sí de diseño italiano. Son una cucada.

Para la mujer la vida no puede ser cosa de risa. Y menos si se ríe de un hombre. Ya lo dice el protagonista de «Doña Francisquita», del maestro Vives, que «de Fernando Soler no se puede reír ninguna mujer». Y, sin embargo, a las mujeres nos pirra burlarnos de los varones. Es un pequeño desquite frente a toda una Historia narrada e interpretada por nuestro amo, el sexo fuerte. Por ello más de una novela provenzal, «Flamenca» por ejemplo, el Decamerón y Las Mil y Una Noches son bellísimas revanchas literarias frente al padre, el hermano, el marido, el pretendiente y, claro está, el sacerdote. Nos chifla reírnos de los tontos y los petulantes. «Insolente, presumido, fanfarrón y pendenciero», cantan a dúo en «El huésped del sevillano», del maestro Guerrero, el pintor de corte Juan Luis y la judía Raquel para describir al prepotente don Diego, que corteja a la hebrea. En el galdosiano «Episodio Nacional» titulado «Un cortesano de 1815», la jovencita Presentación urde magnífico plan para ridiculizar ante el rey y la corte al protagonista Pipaón por «tunante, cobarde, pillo, traidor y al… (cahuete)». Y vaya si lo consigue. Cuando da con el cuerpo del farsante en el agua, desacreditándole a ojos de todos, ríe a carcajadas y con ella todos los presentes.

En un bellísimo poema de Rimbaud, «Roman», aquél de «No se es serio cuando se tienen diecisiete años», la bella jovencita adorada por el joven ingenuo se mofa de él por iluso y papamoscas y ríe de los sonetos por él compuestos y a ella dedicados. En «La corza blanca», la bella Constanza, esa muchacha noble y bruja a la par, que trueca de noche su cuerpo de mujer en el de una grácil corza blanca, gusta de reír con «sonora y estridente carcajada» de los majaderos y los enamorados, que vienen a ser una única cosa. Enamorarnos para luego mejor atarnos muy corto y trabarnos las piernas, como a las cabras, en la cocina.

Porque Carmen, en palabras propias, tiene amantes por docenas y cuando quiere envía a su enamorado al Infierno y porque Carmen se ríe, don José tiene que matarla. En la zarzuela verista «Las golondrinas» del maestro Usandizaga, la malvada y egoísta trapecista Cecilia, la «bella Miss Nelly», busca su revancha frente al titiritero Puck quien, en una ocasión, porque ella le manifestó su deseo de abandonarle y porque él era hombre y ella sólo mujer, es decir porque sí, porque le dio la gana, le arreó un buen guantazo. Al cabo de los años, ella, rica y mantenida, se tropieza con aquel su primer amor, con el titiritero, y se ríe de su cariño. ¡Se ríe! Puck enloquece entonces y la estrangula. «¡Reía! ¡Reía!», canta desesperado en la desgarrada aria en que confiesa su crimen.

«Osama» es magnífica película afgana de producción internacional. En ella una niña ha de fingirse niño en el Afganistán de los talibanes para que su familia formada exclusivamente por féminas pueda sobrevivir pues a las mujeres se les prohíbe trabajar como profesionales en todo el país.  La madre, único sustento de la casa, era médico y fue expulsada del hospital en el que ejercía; la abuela es vieja y la otra hermana tan sólo una chavalita de corta edad.  Se descubre la impostura al fin, esto es que quien decía llamarse Obama no es niño sino niña y así esta niña será vendida o más bien regalada a un viejo en cuyo harén ejercerá tanto de cocinera como de fregona o de prostituta. ¡Maravillosa interpretación de la religión para mejor dotarnos de dignidad!

Si en Turquía nos quitan ahora la risa, díganos, señor Erdogan, ¿cuál será el siguiente latrocinio?

Macarena ¡aaaah!

Dale a tu cuerpo alegría, Macarena,

que tu cuerpo es pa darle alegría y cosas buenas.

Dale a tu cuerpo alegría, Macarena, ¡eeeh, Macarena!

Macarena tiene un novio que se llama,

que se llama de apellido Vitorino

y en la jura de bandera del muchacho

se la dio con dos amigos.

Macarena, Macarena, Macarena,

que te gustan los veranos de Marbella.

Macarena, Macarena, Macarena,

que te gustan las movidas guerrilleras.

Macarena sueña con El Corte Inglés,

que se compra los modelos más modernos

y se va a vivir a Nueva York

y se liga un novio nuevo.

No se trata aquí de juzgar musical o artísticamente esta canción de los del Río, tan famosa en España y en el mundo entero. Sencillamente intentaremos una aproximación sociológica y nos aplicaremos a demostrar que esa Macarena, compuesta en 1995, hubiera sido imposible unos años antes y que refleja una nueva mujer española dentro de una nueva sociedad.

I) GENERALIDADES PREVIAS:

«Pepi, Luci y Bom (y otras chicas del montón)», de Almodóvar y con fecha de 1980, refleja ya un cambio, ¡y vaya cambio!, en la figura y representación de la mujer española; ahora bien, era un caso extremo y un tanto fugaz, a pesar de que expresaba meridianamente que la fémina hispana reclamaba libertad, voluntad propia y el derecho a disponer de su vida sin paternalismo ni obstáculo algunos, ya fueren éstos de índole legal, social o moral. La mujer española quería trabajar como el hombre, ganar cuanto gana el hombre, vivir sola o acompañada mas según disponga ella misma, tal y como hace el hombre, mandar como el hombre y que se la respetara y valorara tanto como al hombre. En otras palabras, y con ejemplos, que una mujer pueda vivir sola si le place, pueda disponer libremente de su sexualidad, hasta el desenfreno si así lo desea, pueda auparse en la sociedad según su mérito y no según su sexo; en definitiva, que ella sea dueña de trazar su propio recorrido vital, en lo afectivo, en lo social y en lo profesional, no viéndose condenada ya a ser esposa (ama de casa no remunerada) o a ser cortesana (mantenida) o a ser una auténtica desdichada en razón de su sexo (solterona que se queda para vestir santos, madre soltera, fracasada siempre).

«¡Y antes de verle me dan

esposo! ¡Caso terrible!

¡Que tenga tanto poder

la obediencia y el honor!…

…Sin ver,

¡ He de amar a quien aguardo!»

(Tirso . «La celosa de sí misma»)

Mientras no se diera la independencia económica de la mujer, no se podía producir su auténtica emancipación, esa «habitación propia» que reclamaba Virginia Wolf.

Si bien, bajo Franco, la legislación era claramente machista y tradicionalista (una mujer no podía tener pasaporte, trabajar o abrir una cuenta bancaria sin permiso marital o paterno), ya a partir de los sesenta, con el desarrollismo, la irrupción de los tecnócratas en el gobierno (con la entronización del turismo como fuente de ingresos) y el rumbo americanista y europeísta que el régimen tomaba, la mujer comenzaba a dejarse ver fuera del ámbito familiar, haciéndose notar profesionalmente. Claro está que no se daban las mujeres arquitectos, intelectuales, artistas (salvo la actriz y la cantante), gobernantes o mujeres de negocios; sus labores profesionales eran más modestas (obreras, secretarias, administrativas, etc.), pero eran importantes y, sobre todo, se veían. La mujer dejaba de ser invisible para ocupar, sin bien generalmente en un rango inferior, el mismo espacio físico y profesional que el hombre, en la fábrica, en la oficina o en el ministerio.

«Las secretarias» de Pedro Lazaga, con La Polaca, Sonia Bruno y Teresa Gimpera, película de 1969, es además de, en parte, una españolada para reprimidos al uso, en la época en que un viejo rijoso (el gran Sazatornil) persigue a las jovencitas y en que éstas, en período de pre-destape, enseñan cacha en plena moda minifaldera, además de ello, digo, es un buen documento sociológico que pone de manifiesto la laboriosidad, diligencia, capacidad resolutiva, implicación profesional y buena preparación técnica de la secretaria española, factotum y alma mater de la empresa en que trabaja. Hay algo además muy significativo y es que cuando la secretaria que encarna Teresa Gimpera se casa, abandona el trabajo (los maridos «quitaban» a las esposas de trabajar) y se aburre lo indecible en el hogar, todo el día sola. Curiosamente, no tiene hijos y aquí la película es profética por cuanto la incorporación de la mujer al trabajo generará un descenso en la natalidad nacional hasta el punto de constituir hoy en día un auténtico problema social, cada vez más acuciante. Sus días transcurren entre el tedio vital y el abatimiento moral. Añora el trabajo y ello hasta tal punto que, tras convencer al reticente marido, vuelve a la oficina, reclamada además por su antiguo jefe que ve cómo el negocio renquea desde su marcha. Una mujer casada que sigue trabajando. Claramente es todo un éxito social y la película tácitamente aplaude el hecho.

En «El movimiento feminista (en España)», cuyo autor es Luis Enrique Otero y que constituye una de las colaboraciones del tomo, coordinado por Jesús A. Martínez, «Historia de España. Siglo XX – 1939/1996», se afirma: «La incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral, a partir de los 50, la universalización de la enseñanza secundaria con la aparición de los estados del bienestar y la masificación de la universidad en los años 60, provocaron una transformación radical en el papel y los roles de la mujer en las sociedades industrialmente avanzadas. La independencia económica adquirida por las mujeres y la elevación de sus niveles educativos contribuyeron de manera decisiva a la ampliación del apoyo social de los movimientos en pro de la igualdad de los derechos de la mujer…»

Recuerdo cómo, siendo yo un muchacho de últimos años de bachillerato, en los primeros de la década de los 70, el Ayuntamiento de Madrid estableció la figura de policía municipal fémina, que nos sorprendió a todos. Se hacían chistes al respecto (machistas, claro, ya malintencionados, ya ingenuamente benévolos y, aunque machistas, no siempre favorables al hombre, extremos estos que parecen no excluirse necesariamente), se especulaba con que la mujer agente no sabría imponerse y se le faltaría al respeto, se incidía en lo incompatible de los encantos femeninos con la práctica represiva y de mantenimiento del orden y del tráfico, etc.  Llegó la primera promoción y, como en el soneto cervantino del bravucón, «no hubo nada» y así hasta que bien pronto toda la ciudad se acostumbró a la presencia de las chicas uniformadas y ya nadie reparó más en ello, debido a la fuerza de la «habituación»  social o «fuerza de la costumbre», por evitar el empleo de tecnicismos.

Cuando Suárez llega al poder y decide democratizar, europeizar y «desenfranquizar» España, se fija -y así lo expresa en más de una ocasión- como objetivo el llevar al campo legal lo que es práctica habitual en la calle, esto es «normalizar» la vida social, salvar esa zanja entre leyes caducas que no respetan ni representan la realidad y la realidad misma.

Con el evidente retraso con respecto a Europa, España atiende las reivindicaciones feministas y así la Constitución de 1978 sanciona, como no podía ser menos, la igualdad de hombre y mujer, condena toda forma de discriminación por razón de sexo y pone fin a la inferioridad legal discriminatoria para la mujer hasta ese momento. En 1981, el gobierno de la UCD de Suárez aprueba la ley de divorcio. En 1983, el gobierno socialista de Felipe González despenaliza el aborto en tres supuestos y crea el Instituto de la Mujer, que es ciertamente propaganda política y electoralista permanente, pero que también da frutos que no son estériles o ineficaces en cuanto al cambio de mentalidades, siendo éstas en definitiva  lo más importante porque sobre ellas se asienta a la postre el edificio social.

Una vez conseguidos el reconocimiento jurídico de la igualdad entre los sexos, la ley de divorcio y la ley del aborto (si bien ésta para la izquierda y para amplios sectores feministas, se quedó corta, tal y como quedó de manifiesto con su ampliación bajo el gobierno de Zapatero), el feminismo abandonó las calles y las ruidosas manifestaciones para movilizarse en otros ámbitos. Recuerdo al respecto cómo, durante una concentración feminista en la madrileña glorieta de Quevedo, allá por 1976 ó 1977, y quizá porque, remedando los eslóganes que las vociferantes milicianas «igualitaristas», comunistas o anarquistas, coreaban en sus revolucionarios desfiles durante nuestra Guerra Civil, nuestras actuales manifestantes gritaran: «Hijos, sí, maridos, no», una portera, dolida en sus creencias bastante más tradicionales, salió a increparlas, diciéndoles: «¿Pero qué es lo que queréis… ¿follar como las perras?»

Posiblemente, para evitar encontronazos con las porteras (que al fin y al cabo son compañeras de sexo), el feminismo trasladó su ámbito de acción y de movilización a los mass media. El objetivo era hacer visible a la mujer, que se contara con su presencia y, en el orden de los hechos concretos, lograr que en el campo laboral la sociedad se comprometiera a unos mínimos de presencia  femenina, cifrados en porcentajes claros. Era lo que se dio en llamar la «discriminación positiva», tan discutida y discutible; y así el PSOE, por ejemplo, en 1988 se comprometió a reservar un mínimo del 25 % a la mujer en las listas electorales. Seguirían casi todos los demás partidos.

Paralelamente se producía la invasión pacífica de la universidad por parte de la mujer en los años 80. Si ya en el bachillerato, el éxito de las chicas se hacía notorio cosechando mejores resultados que los chicos, el siguiente paso no podía no producirse y así en los 90, las estudiantes superaban el 50 % de los matriculados. Medicina y Derecho se feminizaron y, con ello, reos de una visión machista de los hechos, se devaluaron socialmente. La instrucción también, pero es que el mundo de la enseñanza ya estaba bastante más feminizado y, por tanto infravalorado, desde hacía bastante más tiempo.

¿Se debe el actual descrédito o al menos indiferencia hacia casi toda práctica profesional al hecho de que la mujer va incorporándose a los feudos profesionales tradicionalmente privativos del hombre, e incluso acaparándolos (cada vez, por ejemplo, hay más mujeres arquitectos, ingenieros, periodistas o políticas) o se debe más bien a que nuestra sociedad sólo valora lo mediático, lo efímero, el relumbrón (cantantes de moda, famosos, gentes de la televisión,  futbolistas, etc.) y desprecia y arrumba cuanto es esfuerzo, formación, práctica responsable y disciplinada, auténtico compromiso social, desempeño laboral sordo y sin sobresaltos ni gancho «provocador» o escandaloso?… que es, por otra parte, cómo y lo que aprendió la mujer cuando era criada del esposo y niñera y cocinera y tantas cosas más en la familia, esto es el no darse importancia, la modestia, la paciencia, la perseverancia, la prudencia y la discreción, virtudes aplicadas ahora a la vida profesional. ¿Que es poco feminista cuanto acabamos de afirmar, amén de discutible? Como es cuanto pienso, no por temor a que se me tache de no sé qué, debo dejar de decirlo.

Y la mujer española comenzó también a brillar en el mundo de los deportes que hasta entonces fue coto privado de los hombres. Las consejas según las cuales la mujer menstruante debía abstenerse de hacer ejercicio por estar poniendo en serio riesgo su salud, o que la práctica deportiva masculinizaba indefectiblemente, o que un golpe en los pechos producía cáncer de mama, etc. fueron pasando al olvido, revelándose tan caducas como aquella prohibición expresa del franquismo que, desde 1939 a 1963, negó a la mujer la práctica del atletismo. Tanto es así que hoy las deportistas españolas brillan en distintas modalidades. ¿Quién lo hubiera podido sospechar hace tan sólo treinta años? Cabe reseñar aquí a Carmen Valero, pionera del atletismo femenino, quien logró proclamarse campeona en los Mundiales de cross en 1976 y 1977, siendo además, en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, la primera atleta olímpica española.

En cualquier caso, dejando al margen la política ultracatolicista de separación de sexos en la enseñanza, hoy en día, en España, se acepta y se vive con absoluta normalidad la total igualdad intelectual de los sexos y su coexistencia en un mismo ámbito profesional o académico. Las mentalidades del presente no conciben ni la segregación por razón de sexo ni la existencia separada. Niños, muchachos y padres no coinciden ya con eso de «los chicos con los chicos y las chicas con las chicas». Ya lo cantaban los Bravos, a finales de los 60: «Los chicos con las chicas tienen que estar / Las chicas con los chicos han de vivir / y estando todos juntos, deben cantar… La edad de piedra ya pasó… y hasta los viejos van a comprender / que tú has de vivir…» («Nosotros reflejábamos una especie de liberación en la etapa del franquismo; cantábamos «Los chicos con las chicas», que estuvo al borde de la censura», comentaba Mike Kennedy, cantante y voz líder del grupo musical Los Bravos». Rioclaro en You Tube, publicado el 30 de junio del 2012)

La liberación sexual. Cuando yo era adolescente y luego fui joven, se empleaba mucho el término de «estrecha» para calificar a la muchacha que no se entregaba con facilidad, que «se reservaba», que, por emplear la terminología taurina, «tardeaba», «manseaba», «no quería tomar varas», «se escupía al hierro», «no entraba al trapo» y un largo etcétera. «Estrecha» era toda aquélla que rechazara «acostarse conmigo». «Estrecha» o «generosa», sin embargo, la mujer quiso ser dueña de su sexualidad, mediante el uso de los métodos anticonceptivos, en el aspecto fisiológico, y dueña absoluta de su elección de pareja y de elección de afines; dueña en definitiva de su voluntad, sacudiéndose las influencias y presiones religiosas y morales tradicionales. ¡Cuán lejanas se nos antojan las dudas y los pensamientos de la galdosiana Fortunata considerando cómo, si bien no le quiera, desposando al pobre de Maximiliano, dejará de ser una arrastrada para convertirse en mujer decente, con un nombre y una familia!

Claro está que lo anterior supuso (y supone) un descenso -alarmante, como ya se dijo- de la natalidad en España, entre otras cosas también por el retraso de la maternidad, difícilmente compatible con la vida profesional y heroica socialmente si se tiene en cuenta la inapreciable ayuda e inapreciable fomento que recibe desde los poderes públicos, siendo el nuestro uno de los países europeos con una más deficiente política social al respecto. «Sobre el envejecimiento de la población española se ha impuesto un extraño silencio, me temo que por razones ideológicas emanadas del Mayo del 68, poco amigo de la fertilidad…» (Ignacio García de Leániz. El Mundo. mayo 2014)

Dice Luis Enrique Otero: «Las nuevas generaciones de mujeres habían conquistado su autonomía personal y no estaban dispuestas a resignarse al tradicional, dependiente y subordinado papel de esposa y ama de casa que había predominado veinte años antes (en los años previos a los 70)»

La sociedad española, desde la muerte de Franco, ha experimentado numerosísimos cambios que la hacen a veces irreconocible. España es, de los países occidentales, el que más lo ha hecho en los últimos cuarenta años. En muy gran medida, esas novedades son consecuencia de la nueva visión y rol sociales de la mujer y España, en muchas cosas, ha cambiado para bien gracias a la mujer y a su emancipación. Lo negativo de las modificaciones sociales producidas en nuestro país son ajenas a la mujer: desnacionalización de la nación, terrorismo, partitocracia, fuerte deterioro de la instrucción pública, incultura de masas propiciada por las distintas televisiones que nos convierten a los españoles en auténticas porteras, corrupción desbordante, codicia financiera, desprotección progresiva del trabajo, despilfarro, sistema impositivo apabullante para el contribuyente y la pequeña empresa, etc. Por el contrario, la mujer ha aportado: igualdad, libertad, discreción, disciplina, responsabilidad.

En definitiva, que la mujer modificó sustancialmente con su impulso no sólo las esferas oficiales jurídicas e institucionales, sino además y sobre todo nuestro sistema de valores y nuestras conductas, colectivas e individuales. Como concluye Otero: «una de las mayores y más profundas transformaciones registradas por la sociedad española del último tercio del siglo XX».

En situaciones de postración económica y política, máxime si incluso se habla de miseria, la mujer lleva las de perder frente al hombre: estará más postrada que él, más explotada y será aún más miserable. «Lo esencial del saber, lo que saben los niños y los paletos, ella lo ignoraba, como lo ignoran otras mujeres de su clase y aun de clase superior… aquella incultura rasa». (Benito Pérez Galdós . «Fortunata y Jacinta») Es en las sociedades prósperas o en vías de serlo, en que la mujer no sólo hallará su tabla de salvación, sino su pleno desarrollo y su empuje y sus ansias de libertad serán acicate, espuela de prosperidad y libertad para el conjunto de la sociedad. Es cuanto ha sucedido en España.

II) MACARENA:

Ya va siendo hora de que nos ocupemos de Macarena… La canción refleja a su manera y con su sesgo comercial a la nueva mujer española, mucho más cercana a la Carmen de Mérimée que no a la doña Estefaldina de Valle-Inclán. «Doña Estefaldina teje su calceta / puesta de mitones, cofia y pañoleta, / en el saledizo de su gran balcón. / Doña Estefaldina nunca fue casada… / Doña Estefaldina… reprende a las mozas si tienen galán…» (Ramón María del  Valle-Inclán. «La infanzona de Medinica»). Decimos esto de Carmen pues, evidentemente, siendo como es «Macarena» una canción dirigida a las masas en un período en que todo ha de hacer alusión o abordar directamente el sexo, en que el sexo es obligación social, el sexo y lo sexual impregnarán forzosamente todo el texto y el sentido de la canción. Pero es que es precisamente en este ámbito donde mejor se puede calibrar el cambio cualitativo y cuantitativo de la mujer española y de la sociedad española en su conjunto.

  • La mujer es dueña de su cuerpo, no se avergüenza de él (ni de sus «enfermedades» o «suciedades» como lo fuera tradicionalmente la menstruación y a ello no poco ha contribuido la industria farmacéutica y de la higiene -tampón, absorbentes, etc.- y su inteligente propaganda llevada a cabo por excelentes publicistas amigos de la mujer, aunque de ello, obviamente, obtengan beneficios), no lo esconde ni sacrifica; al revés reivindica como derecho su disfrute, que puede ser sexual o no (deportivo, lúdico, expresivo, yoga-meditativo, etc.). Por ello cantan los del Río: «Dale a tu cuerpo alegría, Macarena». Macarena quiere divertirse: salir con amigos y amigas, bailar, bañarse en la playa luciendo palmito, ser admirada casi desnuda recuperando una fe y una visión vitalistas y paganas que la venguen de una opresión corporal y sexual judeo-cristianas. «Cuerpo pagano», llama el pintor Juan Luis a la bella Raquel en «El huésped del Sevillano», significando con ello que Raquel nació para dar y procurarse placer. «Que tu cuerpo es pa darle alegría y cosas buenas», o sea placer, palabra clave que destruye la vergüenza del sometido (sometida en este caso) y hace añicos un muy arraigado tabú. Como cantaba Jean Ferrat en 1975, irónicamente claro, «une femme honnête n´a pas de plaisir» (una mujer decente no tiene placer).
  • ¿Qué son pues esas «cosas buenas», esto es en qué se cifran? En fiestas con amigos y botellones, en macro-fiestas, en macro-conciertos, en discotecas, en el consumo de drogas (si bien con cierta moderación y más bien ocasionalmente), en relaciones sexuales que pueden ser tan efímeras como de una sola noche, en vacaciones al sol, bronceándose y bailando de noche, etc. La mujer no tiene por qué anclarse en una relación fija, o sea enamorarse; incluso el matrimonio, sacramento para la Iglesia, puede ser roto civilmente; incluso puede uno (una) casarse por lo civil; incluso puede una ni casarse siquiera, sin por ello ser una barragana o ser una furcia, sin perder su dignidad ni consideración social.
  • La mujer se permite ser infiel, como siempre se lo permitió ser el hombre. Entre otras cosas, el adulterio quedó despenalizado a la muerte de Franco. La mujer puede, si quiere, tener más de una relación y despachar a pretendientes, novios y amantes. Carmen: «J´ai des amants à la douzaine, mais ils ne sont pas à mon gré… Mon amoureux? Il est au diable; je l´ai mis à la porte hier». («Cuento los amantes por docenas, pero no son de mi agrado… ¿Mi enamorado? Al diablo lo envié; ayer le di puerta») («Carmen» de Bizet). Y así:

 «Macarena tiene un novio que se llama,

que se llama de apellido Vi(c)torino

y en la jura de bandera del muchacho

se la dio con dos amigos»

Mientras, anacrónicamente, el novio cumple con sus deberes patrios (una mili que será abolida por Aznar para dar paso a un ejército profesional), mientras el hombre queda anclado en el pasado, Macarena le es infiel sin remordimiento alguno. En lugar de presenciar la jura de bandera del muchacho, un acto social otrora importantísimo y auténtico rito de madurez de nuestra sociedad que convocaba y emocionaba, casi con el mismo rango que una boda, a toda la familia y a la prometida, Macarena da la espalda a lo rancio y decide divertirse ¡y con dos amigos a la vez! Y el pobre Vi(c)torino queda, como Fonseca, triste y solo, amén de coronado como gran cornudo. Cuando se compuso la canción, los toros de Victorino Martín, el «paleto de Galapagar», estaban en su apogeo popular. Recuérdese al respecto la «corrida del siglo», de 1982, en Las Ventas en que los tres matadores, Ruiz Miguel, Esplá y Palomar, acompañados de Victorino Martín, salieron por la Puerta Grande.

Anteriormente, también una mujer podía tener varios amantes, jugar con ello, ser infiel, etc., pero o era una cortesana a la Marguerite Gautier, la Dama de las Camelias, la Violetta de La Traviata, o bien se movía en los ámbitos de la vida airada, de ambientes sórdidos e incluso violentos o sencillamente tristes y desconsolados, como una María la O, personaje propio del crudo naturalismo teñido de sentimentalismo popular, del que la copla española, la canción mexicana o la inconmensurable Édith Piaf nos brindan tantos ejemplos. Carmen, por otra parte, en su mundo de delincuencia y contrabando, sería  también buena ilustración de ello. En ocasiones, el lujo y despilfarro de las más solicitadas cortesanas parisinas del Segundo Imperio y de la Tercera República fueron tales que no podían contentarse con un solo amante para mantener su disipado y desaforado tren de vida. La diferencia estriba ahora en que Macarena no es ni una dama de las camelias, ni es María la O. Es una chica que estudia, ya sea bachillerato, ya sea un módulo de Formación profesional, o una carrera universitaria, o ejerce ya de fisioterapeuta, de monitora de gimnasio, de médico, de dependienta, de diseñadora o de farmacéutica; pertenece a la muy nutrida ya clase media que no frecuenta ni los bajos fondos ni las altas esferas, que actúa con total naturalidad y que no está pues en ningún disparadero u ojo del huracán social. Macarena es una más y tiene muchas amigas que piensan y se comportan a su modo, sin tener que explicarse o justificarse a cada paso.

Macarena puede tener novio, incluso para casarse, o sea prometido, pero en vacaciones puede marchar con unas amigas o incluso sola a la costa: Cullera, Torrevieja, Benidorm, Marbella, y si dispone de posibles, ¡Ibiza!… y ¡a desfasar de lo lindo!, que es, por otra parte, lo que la canción quiere significar con eso de que a Macarena le «gustan las movidas guerrilleras», esto es el «desmadre». Es revelador al respecto cuanto se afirma en la revista que edita el famoso complejo ibicenco de diversión turística, el «Ushuaïa»:  «Ibiza is where beautiful people consume an underwear-revealing mix of drink, drugs and electronic music» (Ibiza Ushuaïa magazine. nº 2. 2014)

«Macarena, Macarena, Macarena,

que te gustan los veranos de Marbella.

Macarena, Macarena, Macarena,

que te gustan las movidas guerrilleras…

¡Aaaah!»

En la época de la canción, la Marbella de Gil y Gil, estaba también en su apogeo de popularidad.

  • Macarena es coqueta. La canción surge en un momento de gran expansión comercial de El Corte Inglés, que, además, en su sección de moda, cobija las mejores marcas. De ahí que Macarena sueñe que «se compra los modelos más modernos». La clase media española ha crecido tanto que los grandes almacenes lo han hecho también cuantitativamente y han mejorado cualitativamente. Macarena no compra en la Milla de Oro, ni tampoco en la Place Vendôme, pero sí en el democratizador Corte Inglés, del cual por otra parte hay distintos tipos según la zona en que se hallen, adaptándose comercialmente a la clase media alta, media media o media baja.
  • «Y se va a vivir a Nueva York». Los viajes aéreos transatlánticos también se han vuelto mucho más asequibles, se han democratizado. Nueva York es, junto con Hollywood-California y Miami, la ciudad americana que más atrae al joven europeo, por su ambiente de libertad, de creatividad, por ser icono cinematográfico, por existencia mediática (el «I heart-love NY»). En Nueva York Macarena culminaría sus ansias de independencia.

Si para una chica de provincias, Madrid o Barcelona, asegurándole el anonimato dadas sus grandes dimensiones y debido también al hecho de que en las ciudades muy pobladas cada cual va a lo suyo y se despreocupa de los demás, le brindan una grandísima autonomía de movimientos y de conducta y acrecientan su sentimiento de emancipación, qué no será en una Nueva York, tan poblada, tan cosmopolita, tan inter-étnica, tan artística y tan liberal. Sí, porque Macarena es muy individualista y abomina de ataduras.

«En una casa tal vez

suelen vivir ocho o diez

vecinos, como yo vi,

y pasarse todo un año

sin hablarse, ni saber

unos de otros…

Pues que (en Madrid)…

está una pared aquí

de la otra más distante

que Valladolid de Gante»

dice el provinciano don Sebastián abundando en lo anónima que resulta la vida en el Madrid del Siglo de Oro (Tirso.»La celosa de sí misma»). Si ello era así hace ya cuatrocientos años, ¿qué no será ahora y qué no será en Nueva York?

  • «Y se liga un novio nuevo». Claro, no podía faltar. ¿Será yanqui ese muchacho? No necesariamente, que en Nueva York hay de todos los colores y para todos los gustos, pero será nuevo, eso sí. El novio aquel de la primera estrofa, ya lo vimos, se le quedaba anticuado y angosto, por estrechez de miras (seguro que hasta era celoso y todo), a Macarena que quiere gozar de la vida. No le daba alegría y ella quiere divertirse y no tener que dar explicaciones a nadie. Presumiblemente, tras este nuevo novio neo-yorquino, vendrán otros.

¡Caramba con Macarena y cómo han cambiado la mujer y la sociedad españolas!

Conclusión: Macarena es pues una muchacha:

  • consumista (El Corte Inglés, la moda)
  • individualista (antepone el propio placer a los «deberes», sin auto-reproches: «se la dio con dos amigos»
  • de ansias cosmopolitas con claro predomino de lo americano (Nueva York)
  • muy influida por las modas (Macarena, muy posiblemente, esté tatuada en más de un lugar y exhiba piercings.
  • muy  influida por los mass media (televisión, revistas de moda y cotilleo, redes sociales, etc.)
  • muy erotizada (como lo expresa la canción en su totalidad): «dale a tu cuerpo alegría y cosas buenas», esto es sexo, claro está, y quizá incluso de vez en cuando alguna droga, ya excitante, ya narcótica.
  • profundamente hedonista (ligoteo, playa, discotecas, «desfases»)
  • frívola y liviana, corolario de todo lo anterior. Por ejemplo, no es de esperar que Macarena lea buena literatura ni vea buen cine. Le gustarán, muy probablemente, Angelina Jolie y Brad  Pitt, las series españolas de televisión y los best-sellers americanos y españoles.

Coda: Existe, como se sabe, una versión electrónica internacional de Macarena que, imagino, se habrá vendido aún mejor que la versión primera, original y auténtica. En aquella versión, en la electrónica, por ser música de masas y música discotequera, todo es reducción. Quedan los del Río degradados a meros comparsas que cantan sólo el estribillo y queda la letra constreñida al estribillo, con lo cual la canción se vuelve aún más pachanguera, paupérrima y aún más comercial, perdiéndose así toda la información sociológica que la letra transmite. Macarena queda así encanijada bajo forma de mamarracho discotequero exhibiendo masificación universal y clamando vulgarmente por el sexo a raudales.

¡Eeeh, Macarena! ¡Aaaah!

Madres

Como mujer, no tengo país. Como mujer, no quiero país. Como mujer, mi país es el mundo entero.
Virginia Woolf «Tres guineas» (1938)

Mucho miedo da lo que está sucediendo en el mundo de los hombres. Últimamente, hemos creado el término «Estado Islámico» para referirnos no se sabe bien a qué, pero a algo que da mucho miedo. Y da miedo porque -sea lo que sea- es tiránico, es violento y es invasivo.

Los cinco bloques

Si nos fijamos en el siglo XX, veremos que la primera mitad estuvo marcada por las dos grandes guerras (la Primera Guerra Mundial, del 14 al 18, y la Segunda, del 36 al 45 -nótese que incluimos la Civil española-) y que las consecuencias de esas guerras marcaron a su vez la segunda mitad del siglo (con esa «Guerra Fría» entre la URSS y el bloque capitalista, con los conflictos en Palestina/Israel, etc.)

La guerra, aunque nos parezca algo lejano y ajeno, es una realidad que, cuando se produce -y ya lo creo que se produce- nos afecta a todos, especialmente a los pacíficos. Somos los pacíficos los primeros en morir, los peor castigados y los más indefensos. Somos nosotros quienes debemos evitarla y contrarrestarla y bloquear su resurgir y lo único que tenemos para ello es nuestra palabra, ahogada y débil, pero llena de verdad, de bondad y de Historia.

El bloque capitalista -Estados Unidos, Europa del Oeste…- se impuso al final sobre el otro gran bloque -soviético-socialista- y durante varias décadas, hemos asistido al auge de un imperio, con Washington-Hollywood a su cabeza y el consumismo por bandera. Pero esto tiene todos los visos de acabar. Las demás «potencias» han ido configurando su propia visión del mundo, uniéndose a éstas, separándose de aquéllas, definiéndose en suma, hasta formar otros cuatro bloques que no son -ni quieren ser- el capitalista. Nos referimos a Rusia, por una parte, China-India, por otra, el Magreb (recién bautizado como «Estado Islámico»), y el bloque hispano. El quinto bloque, por supuesto, sería el imperante anglo-germánico-helvético-capitalista. ¿Y África? Más adelante hablaremos de ella.

Caben muchas objeciones a esta división por bloques. No obstante, pedimos al lector que sea transigente, ya que este mapa, aunque simplista, resulta muy útil para explicar lo que está sucediendo en nuestras tristes vidas y lo que podría suceder en un futuro inmediato.

Cosmovisiones

Pero ¿qué distingue a unos bloques de otros? ¿Es una cuestión de territorio? La respuesta es no, no sólo. ¿De recursos, de dinero? Sí y no, es mucho más. ¿Se trata entonces de un choque de religiones? No, tampoco exclusivamente: Lo que se está poniendo en juego, en realidad, son distintas cosmovisiones, que es un concepto que va más allá del meramente religioso, económico o político. Los bloques encarnan distintas maneras de hacer las cosas, de tratar a las personas, de afrontar los retos, de conducirse. Y desde este punto de vista, la fortaleza de los bloques no está en sus fronteras políticas, en sus recursos económicos y ni siquiera en su arsenal armamentístico. Su fortaleza está en el número de personas afiliadas a esa cosmovisión. Ésa es la partida que se está jugando en el tablero global.

Tengamos en cuenta que cada uno de estos cinco grandes bloques aglutina en su seno a cientos de millones de personas: no es algo baladí. No podemos pensar que el bloque magrebí es totalmente uniforme y malo en términos absolutos. Ni que el bloque anglosajón sea totalmente bueno, ni mucho menos. Los individuos y los grupos tienen sus razones para adscribirse a uno u otro bloque y debemos pensar que son personas como nosotros, que tienen argumentos que les sirven, que les convencen o apremian, y que nuestra tarea -la de los hombres pacíficos- es la de armonizar unas visiones con otras, para impedir la guerra que se está gestando.

¿Pero qué cosmovisión encarna cada bloque? Esta pregunta sería objeto de un largo y profundo estudio que no emprenderemos, pero podemos dar algunas pinceladas que, si bien no conseguirán retratarlos, al menos sí los caricaturizarán.

El bloque magrebí, el «Estado Islámico», quedaría representado por el público asesinato -la decapitación- de un periodista. Este gesto simboliza lo que sus miembros están dispuestos a hacer -su falta de respeto por la vida-, lo que opinan de la libertad de expresión y quién es para ellos su gran enemigo -el bloque anglosajón-.

El bloque anglosajón, por su parte, podríamos representarlo por un «drone» (avión no tripulado) bombardeando una escuela en Pakistán y por los grandes -y libres- medios de comunicación a nivel global diciendo que se trata de «daños colaterales». Esta acción habla de cómo concibe Estados Unidos las relaciones internacionales (bombardeos por control remoto a 11.500 km. de distancia) y la libertad de información.

El bloque ruso se caricaturiza a sí mismo en una ley (aprobada casi por unanimidad) que prohíbe hablar de la homosexualidad, o publicar nada al respecto. Estamos ante el control férreo del pensamiento a través de la información.

El bloque chino podríamos ilustrarlo, también en esta línea, mediante la imagen de 30.000 censores de Internet organizados para controlar el acceso de la población a la gran red. Es lo que popularmente se conoce como «un trabajo de chinos».

Y el bloque hispano, tristemente, se reconoce por la pereza y la corrupción, vestidas de caciquismo. Aquí, mientras no cueste trabajo, estamos dispuestos a casi todo.

La tolerancia

De modo que cada uno de estos bloques significan distintos modelos socioeconómicos y morales, por lo que nos es lícito revisarlos y decidir cuál defendemos, por cuál apostamos. No todas las opciones morales son tolerables -y de hecho, muchas son censurables, a la luz al menos de los Derechos Humanos-, pero un verdadero estado de bienestar, un modelo sostenible, debería tener en cuenta las particularidades de los individuos y respetarlas: ser tolerante. La caricatura anterior es eso, una caricatura, pero nos indica en qué se convertiría el mundo si triunfara en solitario alguno de estos bloques.

Otro indicador de la sostenibilidad de esos modelos es la posición de las mujeres en cada uno. ¿Qué es la mujer en la sociedad que propone el Estado Islámico? Es menos que nada, es algo que se oculta tras un «burka» y que no tiene ni voz ni voto ni derecho a existir. Ablación y lapidación por adulterio son algunos ejemplos.

Para los anglosajones, en cambio -si nos guiamos por la imagen de ellas que proyecta el cine y la publicidad-, la mujer es un objeto de deseo, un ansiógeno, que se exhibe y se idolatra en carteles y grandes pantallas y que, cuando al final se obtiene, se veja, se mancilla, se abusa de él. Muestra de ello es la prolífica pornografía estadounidense que inunda la Red y que ejemplifica a la perfección el tratamiento que las princesas reciben en la alcoba. ¿Que la mujer anglosajona trabaja y puede votar? Sí, afortunadamente, pero no es oro todo lo que reluce.

La soviética, la china, son abnegadas trabajadoras, en un régimen de abnegados trabajadores. Ahí, al menos, hay igualdad, aunque sea por lo bajo.

¿Y la hispana? La hispana es como la africana: la gran madre sobre la que todo se sustenta.

Madres

«Reza para que el diablo regrese al infierno» es el título de un documental dirigido por Gini Reticker en 2008 que narra cómo un movimiento de mujeres fue capaz de acabar con el régimen del terror de Charles Taylor en Liberia. Estaban hartas de ver cómo sus familias eran masacradas en nombre de una revolución que no era tal. Sus armas: canciones, sentadas pacíficas, huelgas sexuales y la amenaza de mostrar sus propios cuerpos desnudos (ver el cuerpo desnudo de la madre se considera una maldición en África).

«La historia no contada de los Estados Unidos» es una serie documental dirigida por Oliver Stone en 2012 que habla del desmadre de este Imperio decadente. Líderes en la sombra, grandes manipulaciones y una decidida apuesta por la preponderancia bélica -tan fálica- basada en la tecnología, son algunas de las incontestables conclusiones que arroja.

Así que ahora que el Estado Islámico reivindica un «califato» que llega hasta Finisterre, ahora que el bloque anglosajón está desempolvando su arsenal nuclear -Rota, prepárate-, ahora que los rusos cierran el grifo del petróleo y los chinos amenazan con vender los bonos estadounidenses, nosotros, los hispanos -que por mucho que se quiera, ni somos germánicos, ni ganas que tenemos-, deberíamos consultar a nuestras madres. Primero, para que nos cuenten quiénes somos -madres de Cataluña, os necesitamos-; segundo, para que pongan orden en la casa -dejad de romper farolas y cortar cabezas-; y tercero, para que nos muestren lo verdaderamente esencial, lo que debemos defender: un vaso de vino, esa buena paella y la familia. Y el demonio, que tiene hambre, que quiere entrar, se dejará vencer.

Ver documental «Reza para que el diablo regrese al infierno»*

Ver capítulo 10 de «La historia no contada de los Estados Unidos»*

*Mientras que estén disponibles en la web de RTVE (y después, seguro que los podéis encontrar en Youtube)

Arcos de triunfo

Sucede que, en ocasiones, las cosas pierden su sentido. Resulta complicado, en este mundo nuestro, comprender por qué hacemos lo que hacemos, especialmente cuando se nos dice que «esto se hace así», o que «siempre se ha hecho así» y que nosotros debemos hacerlo así, y ya está.

La tradición es una fuerza poderosa. Muy útil con frecuencia, pero demasiado tiránica cuando no se revisa. Y revisar la tradición es, por principio, algo delicado, ya que su poder radica precisamente en su capacidad para perpetuarse sin revisión alguna.

Madrid-Atleti

Aunque se quiera laica y aconfesional, la sociedad española es politeísta. Ya algún antropólogo ha apuntado que el propio Catolicismo es un culto politeísta, en tanto que sus fieles glorifican un gran número de divinidades -vírgenes, santos y demás-, pero no hablaremos tanto de eso como de otros iconos numinosos que estructuran nuestra cultura.

Este fin de semana, tendrán lugar en Europa dos celebraciones de corte espiritual -y de máxima importancia- relacionadas con los universos culturales político y deportivo (tan vinculados entre sí). La primera de ellas es la final de la Copa de Europa de fútbol (UEFA Champions League), el sábado, en la que por primera vez se enfrentarán dos equipos de la misma ciudad: el Real Madrid y el Atlético de Madrid. La segunda son las elecciones europeas, el domingo.

Así las cosas, podemos predecir que, el sábado por la noche, la estatua de un dios pagano será glorificada en Madrid. Si gana el Atleti (cosa poco probable), el dios Neptuno recibirá la peregrinación de miles de feligreses. Si el Madrid, la diosa Cibeles.

fuente-de-neptuno-cerca Estatua-Rea-plaza-Cibeles-Madrid

A la romana

¿Por qué? Porque lo dicta la tradición. Y aunque pocos se planteen los orígenes o el sentido de tales costumbres, siguen practicándolas con un convencimiento tal -con tamaña adhesión al icono- que bien arriesgarían su integridad física si alguien osara impedírselo. Y se verá, cuando a altas (o no tan altas) horas de la madrugada comiencen las cargas policiales para disolver la turba.

Los romanos sabían bien cómo celebrar las victorias. Ellos extendieron esta costumbre de recibir a sus vencedores a la sombra de monumentos gloriosos. Los soldados entraban en Roma, entre vítores, a través de puertas erigidas específicamente para ellos, en su nombre, a su salud: los arcos de triunfo.

Las elecciones

Y tiene sentido que los senadores mandaran construir semejantes monumentos. La prosperidad del Estado se basaba en su capacidad bélica y por tanto, los guerreros eran -metafóricamente- héroes (mitad humanos, mitad dioses) a quienes se debía reconocimiento. Era prudente hacerlo.

Los políticos tienen sus propios templos. Allí se congregan para rendir culto al pueblo (ese dios de la democracia), para comparecer ante él y para rezarle cuando conviene. Y, como hacemos con otros dioses, para olvidarlo una vez hayamos obtenido el milagro que anhelábamos.

Comparecencias

Recientemente, con ocasión de las elecciones europeas, y ya que nuestra empresa se encuentra alojada en el vivero más importante de Asturias (el Centro Europeo de Empresas e Innovación), hemos tenido la oportunidad de intercambiar impresiones con algunos de los candidatos que postulan para representar al Principado en Bruselas. Candidatos de distintos partidos vinieron a visitarnos y nos preguntaron que qué tal, que cómo veíamos la situación y que qué podría hacerse para mejorarla.

Con el debido respeto, respondimos a sus preguntas y les trasladamos algunas de nuestras sugerencias, quejas y reivindicaciones, por ver si aquello servía de algo. Dijimos que la cuota de autónomos es un lastre importantísimo para las pequeñas y medianas empresas y que nos incapacita para competir con igualdad de condiciones en el mercado europeo, puesto que otros países de la Unión no gravan de manera tan arbitraria la actividad de sus empresarios. Dijimos también que el éxito de sectores como el nuestro, el audiovisual, pasa por que las empresas tengamos acceso a recursos compartidos (cámaras, estudios, redes…); que el idioma es un impedimento central para que compañías de distintos países europeos colaboren en proyectos comunes; que la vociferada apuesta del Estado por los emprendedores no es tal, ya que cuando una iniciativa empresarial fracasa, es el emprendedor quien pierde su patrimonio y no el Estado, que cobra igualmente; y que las subvenciones públicas no llegan hasta nosotros, que se quedan por el camino, debido a dos motivos principalmente: a la carga burocrática que supone solicitarlas y a que las empresas grandes las acaparan, por disponer de departamentos especializados en su obtención, que revisan a diario los distintos Boletines Oficiales y ponen en marcha todo un aparato jurídico de contrastada efectividad.

El sentido

Y así, ante estas argumentaciones, algunos de los candidatos llegaron a reconocer que «hay que cambiar el modelo completo». Porque, está claro, cuando la tradición, la «manera de siempre» de hacer las cosas, no funciona, es necesario reconstruir los cultos. Esperemos que nuestras sugerencias, como tantas otras, no se las pasen por el arco del triunfo.

«Ocho apellidos vascos» a la luz de El Roto, Mingote… y Sabino Arana

«Envenena la sangre de otros, en tanto que conserva incontaminada la suya propia… Esto lo sabe el judío muy bien y practica por eso sistemáticamente este modo de «desarmar» a la clase dirigente de sus adversarios de raza… Para disimular sus manejos y adormecer a sus víctimas, no cesa de hablar de la igualdad de todos los hombres, sin diferencia de raza ni color. Los imbéciles se dejan persuadir»

«La pérdida de la pureza de la sangre destruye para siempre la felicidad interior: degrada al hombre definitivamente y son fatales sus consecuencias físicas y morales»

«¡UN ESTADO GERMÁNICO DE LA NACIÓN ALEMANA!»

(Adolfo Hitler, «Mein Kampf»)

 

«Etnográficamente hay diferencia entre ser español y ser euskeriano; la raza euskeriana es sustancialmente distinta a la raza española»

«¡Cuándo llegarán todos los bizkainos a mirar como enemigos suyos a todos los que les hermanan con los que son extranjeros y enemigos naturales suyos!»

«¡Ya lo sabéis, Euzkeldunes, para amar el Euzkera tenéis que odiar a España!»

(Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco)

 

A) Sin que pueda recordar los términos exactos, en su catecismo nacionalista, Sabino Arana pregunta cómo se reconoce al vasco (lo que él designa como «vizcaíno» o «bizkaitarra») o quién es realmente vasco. La respuesta es que vasco es aquél que tiene los cuatro apellidos vascos, haciéndose así eco y constituyéndose en epígono de la limpieza de sangre del cristiano viejo español («… y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos…», declara Sancho Panza en el capítulo VIII, segunda parte del Quijote). España, Portugal e Hispanoamérica son, si no yerro, los únicos en que al nombre de pila acompañan los dos apellidos, paterno y materno (invirtiendo el orden en Portugal y Brasil); como la condición o identidad o «esencia» judía se transmite matrilinealmente, era importante conocer también el de la progenitora. Y así, hoy en día, aunque ya de manera inocua, mantenemos aquella ignominia que, digo, ya no lo es y que incluso es realmente práctica puesto que en nuestro país -y especialmente en el antiguo reino de Castilla-, a diferencia de otros, los nombres familiares se repiten demasiado y el disponer de dos nos individualiza mejor.

Había que identificar, para marcarlo, denigrarlo, explotarlo, expulsarlo y, si fuera menester, abatirlo, al intruso, al extraño a la raza. Así, el Roto en su viñeta de El País de 12 de octubre de 1999 dibuja una especie de Guzmán el Bueno que se exclama perplejo: «Hace años, en España, celebrábamos el día de la Raza… ¡Como si fuéramos vascos!»

1

En su viñeta del martes 2 de febrero de 1999 aparecen dos paisanos con boina. Al fondo un áspero paisaje castellano-viejo o alavés. Dice uno de ellos: «Pronto a los no nacionalistas nos llamarán antisociales». Contesta el otro: «Y nos pondrán una estrella».

2

Afirma sabino Arana: «Es preciso aislarnos de los maketos». («Bizkaitarra», nº 19) y «Nosotros, los vascos, evitemos el mortal contagio … de los venidos de fuera». («La Patria», nº 39)

Así pues, si los cuatro apellidos vascos garantizan la esencia y la pureza, ¿qué no será cuando pueda uno ufanarse de nada menos que del doble, esto es de ocho? Exageración: recurso cómico por excelencia. Hay quien se lo ha reprochado a la película, pero es que Martínez Lázaro y su equipo no han elaborado un documental.

El título, ya de por sí, es todo un acierto y promete sarcasmo y diversión. Queda además muy bien sustentado por el cartel con los colores de la ikurriña y humanizado, lejos de toda abstracción, por los cuatro retratos de los cuatro protagonistas, en el que se adivina que el señor del rectángulo superior izquierdo (Koldo, interpretado por Karra Elejalde) no puede ser más que nacionalista por lo hosco, sañudo, receloso y ulcerado, a lo Arzalluz o a lo Egibar, de su gesto. La muchacha del rectángulo superior derecho (Amaia interpretada por Clara Lago) ostenta flequillo banderizo, «como peinado de un hachazo» o consecuencia del «mordisco de un burro», como lo describirá en la película Rafa, el galán de ella enamorado; sin embargo su gesto dubitativo y ansioso presagian un conflicto interno, un dilema, una contradicción en definitiva que anuncian comicidad. La señora del rectángulo inferior izquierdo (la sedicente Anne interpretada por Carmen Machi) y el muchacho de rectángulo inferior izquierdo (Rafa-Antxon interpretado por Dani Rovira) expresan, contrastando con el piso de arriba, alegría y mucha guasa.

cartel

Cuando Rafa llega a las Vascongadas, en expresión propia, esto es cuando es todavía Rafa tout court, antes de que Amaia le persuada a que finja ser su ex-novio y ex-prometido Antxon para no defraudar y tener engañado a su padre, Koldo el arrantzale (pescador), aquél, Rafa, sevillano por los cuatro costados, intuye enseguida que para sobrevivir, ya que no puede alcanzar la invisibilidad, ha de contrahacer el vasco-vasco. Es cuanto expresa El Roto (El País, 8 de octubre de 1999) en aquella viñeta en que una mujer coloca en la coronilla de un señor que se dispone a salir a la calle un plumero, mientras le dice: «¡No salgas sin plumas, no sea que piensen que no eres de la tribu!»

3

Más cáustica aún aquella otra viñeta (El País, 23 de marzo del 2001) en que un individuo de una cierta edad y con boina, tendido en un suelo erizado de púas y con una como fábrica chiriquiana -por más aumentar el clima de desazón e inquietud- al fondo, dice: «Para sobrevivir en el País Vasco, hay que saber hacerse el muerto».

4

Y así, Rafa, una vez en el calabozo, rodeado de jóvenes pro-etarras de catadura patibularia («Gran número de ellos -se refiere, claro está a los españoles o maquetos- parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad». Sabino Arana en «Bizkaitarra», nº 27), para disimular, para «hacerse el muerto», como tan bien expresa El Roto, y no pasar a ser muerto de verdad, fingirá ser un etarra, Iñaki Metralletas, pero que se ha disfrazado de sevillano para mejor llevar a cabo su cometido terrorista. Y, a continuación, adoptará el acento vasco (Dice Arana: «Oídle hablar a un bizkaíno, y escucharéis la más eufórica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español y si sólo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias». «Bizkaitarra», nº 29 -sabido es que el vascuence es la única lengua en que no caben palabrotas ni blasfemias-) e inventará una nueva identidad. Cuando uno lee los apellidos de los etarras, no deja de sorprender el grandísimo número de apellidos maketos que ostentan, en ocasiones mezclados con uno genuinamente vasco, esto es vasco-vasco, y en otras ocasiones contradiciendo ambos el catecismo araniano. Que la Eta acepte a maquetos en sus filas es, ciertamente, un progreso frente al rabioso racismo de Sabino Arana y también, por ejemplo, frente a un nacional-socialismo alemán que nunca aceptaría entre sus filas a un muchacho de «raza inferior», por muy útiles que le resultaran, como a la Eta -bastante más práctica-, para amedrentar, expulsar y matar. Porque Hitler, cabeza cuadrada, no se avino a conferir determinado poder a los ucranianos, por considerarlos inferiores en su condición de eslavos, durante la ocupación alemana del país, redujo sus posibilidades de sujetar a Rusia más tarde; un etarra o un nacionalista vasco, siempre pragmáticos, no le hubieran hecho ascos a una colaboración de este tipo si de ello se siguieran beneficios. Esto es cierto e indudable, y no estoy ironizando, pero no debe hacernos perder de vista que si es así es porque tristemente se ha persuadido a esos jóvenes -y no tan jóvenes- que el único remedio para no ser parias, sospechosos o futuros asesinados, es borrar sus orígenes familiares, abominar de ellos y ser más papista que el Papa. «El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de la inteligencia, debilidad y corrupción de corazón» (Sabino Arana, «Baserritarra», nº 11)

Ahora bien, ¿hay algo más desolador que un descastado?

Que me entierren con espuelas
y el barbuquejo en la barba,
que siempre fue mal nacido
quien renegó de su casta…
(Fernando Villalón, «Romances del 800»)

Por otra parte, difícil sería mantener la pureza de sangre terrorista. Actualmente tan sólo uno de cada cinco vascos tiene los dos apellidos vascos (El País,  5 de julio de 1998,»Juntos y revueltos», artículo de Francisco Peregil)

B) En la película la transformación física de Rafa se lleva a cabo cuando Amaia ha de presentarlo a su padre; entonces Rafa habrá de renunciar, con desgarro de corazón, a su gomina,  a su polo y a su rebeca para cortarse el pelo a lo tiñoso, perforarse la oreja para ostentar un piercing y vestir camiseta sin mangas y pantalones vaqueros avejentados. El Roto, en su viñeta de El País del 25 de septiembre de 1998, presenta, bajo una lámpara circular de quirófano, a un cirujano que, tirando de una cara cadavérica, como de atlas de anatomía, y tocada de boina, dice: «A los que no parezcan muy vascos se les hará gratis la cirugía étnica».

5

Declara Sabino Arana: «Nosotros, los vascos, evitemos el mortal contagio, mantengamos firme la fe de nuestros antepasados y la seria religiosidad que nos distingue, y purifiquemos nuestras costumbres, antes tan sanas y ejemplares, hoy tan infestadas y a punto de corromperse por la influencia de los venidos de fuera». («La Patria», nº 39)

Mordaz, el Roto, en su viñeta del 23 de septiembre de 1998 en El País, ilustra el aserto sabiniano como sigue: en un desolado paisaje invernal, como de campas alavesas, tres individuos montaraces y primarios, simiescos a lo Gutiérrez Solana, y con aire desafiante, de aspecto vagamente carlista, ocupan en plano general la derecha del dibujo; uno de ellos, a caballo, enarbola una ikurriña mientras que otro de los dos de a pie, sujeta no se sabe muy bien si un sable o un palo. A la izquierda, un cartel reza: «Reserva nacionalista de razas autóctonas».

6

Porque, por ejemplo, tomándole prestado a Iñaki Arteta el título de su documental, ciñéndonos a uno entre mil, Zamarreño no quiso mimetizarse ni se hizo el muerto como le aconsejaba el instinto de supervivencia consustancial a toda persona, acabó ejemplificando con su parietal esa lección de anatomía comparada que nos brinda El Roto en su viñeta de El País: a la izquierda aparece de espaldas un cráneo incólume. Reza la leyenda: «Cráneo vasco». A la derecha aparece otro idéntico, pero perforado, El texto que le corresponde es ahora: «Cráneo no vasco».

7

Cuando en una de las primeras secuencias de la película, Rafa, desplazándose en autobús rumbo a la tierra de Amaia para declararle su amor y llevársela a Sevilla, y ya en las postrimerías del viaje, dejando las tierras del sol, penetra en un túnel, al fondo del cual se columbra una fenomenal tormenta, propia de una película de terror, y de muy mal agüero,  como si del divertidísimo y a la par escalofriante túnel del horror de las ferias de nuestra infancia se tratase, a la vez que se percibe un cartel que da la bienvenida al País Vasco, el espectador entiende que, desde ese momento, se va a jugar con lo doloroso y sangrante para hacer befa de ello y, en definitiva, catarsis; pero de catarsis se hablará más tarde. Lo que sí interesa resaltar ahora es que, cómica, la película pone el dedo en la llaga y no será, ciertamente, la última vez. En efecto la burocratización autonómica, en España, se ha desarrollado como un cáncer de los más funestos. En todas las mentes está la reciente muerte de la niñita de la Puebla de Arganzón, en el Condado de Treviño, y las palabras del senador nacionalista Olabarría al respecto, según las cuales la criatura no habría muerto de estar integrado el condado de Treviño en Euskadi. Igualmente absurdo e increíble, si bien no trágico esta vez, este post-it que conservo como muestra de la irracionalidad de las actuales Taifas hispánicas: «No se visan recetas de otra comunidad. Debe acudir a su médico de cabecera en Madrid», 9 de diciembre del 2005 – Comunidad de Madrid. Consejería de Sanidad y Consumo, etc.

Puede uno recurrir ahora a la viñeta de Mingote, en el ABC del 17 de febrero del 2012, para ilustrar cuanto se ha afirmado al respecto. En ella se ve cómo una pareja motorizada atraviesa un puente sobre un río, dejando atrás unas tierras mesetarias. El pie reza así: «El ansia viajera y la curiosidad por lo exótico nos impulsan a cruzar por el puente hasta la otra autonomía: otras leyes, otros reglamentos, otra documentación, otras autorizaciones, otro parlamento…

8

Rafa es ya, por obra y gracia del amor, por contentar a Amaia en la farsa que quiere llevar a cabo ante su padre, un vasquísimo vasco. Se van a suceder entonces los tópicos regionales como desencadenantes de hilaridad. Defendamos el tópico. Es elemento fundamental en lo cómico. Defendamos el tópico regional y nacional. Tópicos, y muy divertidos cuando no desternillantes, son, en Shakespeare, el capitán irlandés Mc Morris, un paleto fanfarrón, así como -¡no podían faltar tampoco!- los capitanes escocés y galés, siendo elemento clave de su comicidad sus respectivos acentos («Henry V»); cautivador en su ridícula desmesura es el «fantastical Spaniard», don Adriano de Armado, cuyo nombre es todo un programa y una mofa hiriente a España, nación enemiga por excelencia («Love´s labour´s lost»); encandila también Monsieur Parolles, cuyo nombre ya denuncia la verborrea gala, en su frivolidad y sus falaces argumentaciones hedonistas («All´s well that ends well»); epidérmicamente tópico e hilarante el fingido turco de El Burgués Gentilhombre de Molière, así como los obtusos otomanos en Mozart; magníficos en su delirante jactancia los capitanes españoles de la Commedia dell´Arte… Claro que sí, ¡tópicos! Quien critique a una comedia, sea ésta más o menos satírica, por recurrir al tópico, se equivoca. El tópico es tradición, cultura pues, y es conocimiento e intuición populares.

Veamos algunos de estos tópicos, en los vascos primero y en los andaluces, después. En los vascos encontraremos en primer lugar la frialdad afectiva. A este respecto recuerdo que la señora Goicoechea, de Azcoitia, en la provincia de Guipúzcoa, me refirió cómo, habiendo emigrado uno de sus familiares al estado de Utah, en los EEUU, donde se encuentran, dedicados al pastoreo, tantos descendientes de vascos, al llegar allí, envió un telegrama a su madre con el siguiente texto: «Llegué bien» y ya nunca más volvió a escribir. Así, en la película, han de ocurrir mil y una peripecias para que al final padre e hija, vascos, se abracen y ella llore en el hombro del progenitor. Cuando el sedicente Antxon conoce a su futuro suegro, le da un caluroso abrazo, lo cual genera temor en Amaia a que se descubra el ardid y en Koldo, el padre, una cierta sospecha e incomodidad. Un vasco es más comedido. Además, según la película, por muy extremo que se sea políticamente, en cuestiones sexuales, el vasco se alinearía con la más pura ortodoxia católica en lo referente a la exigencia de virginidad previa al matrimonio.

«Si hubieran estudiado una miaja de geografía política y hubiesen tenido una pizca de sentido común, sabrían que al norte de Marruecos hay un pueblo cuyos bailes peculiares son indecentes hasta la fetidez, y que al norte de este segundo pueblo hay otro cuyas danzas son honestas y decorosas hasta la perfección; y entonces les chocaría que el alcalde de un pueblo euskeriano prohibiese bailar al uso maketo, como es hacerlo abrazado a la pareja, para restaurar en su lugar el baile nacional de Euskeria. (Sabino Arana: «Baserritarra», nº 11). «Con esa invasión maketa… la impiedad, todo género de inmoralidad, la blasfemia, el crimen, el libre pensamiento, la incredulidad, el socialismo, el anarquismo, todo es obra suya». (Sabino Arana: «Bizkaitarra», nº 19)

El vasco no es delicado; su ternura se expresa a la manera de los osos, como cuando Koldo golpea el hombro de Antxon-Rafa, con riesgo de dislocárselo. La vasca es arisca, zahareña, erizada. Antxon-Rafa, irónicamente, cuando ya comienza a estar realmente estomagado de la farsa a que le obliga el amor, pues entre otras cosas no obtiene nada a cambio, dirá que lo que más le atrae en Amaia es «su dulzura».

La comida. El vasco come pantagruélicamente. Come y bebe y nunca parece quedar ahíto. Tanto es así que Rafa no dará crédito al menú, muy largo y muy ancho, del restaurante donde Koldo les invita, a él y a Amaia, y que al final, tras la cena, la indigestión le obligará a arrojar todo cuanto devoró. Koldo y Amaia, sin embargo, ¡como el que lava! y mira que es delgadita la muchacha.

A propósito de la inveterada glotonería vasca, cabe traer a colación la viñeta de El Roto en El País del 6 de junio del 2000 en que un mofletudo hombretón, mientras lee el diario titulado «Euskadi», se desayuna con unas enormes porras con forma de tibias.

9

Tópico es también pensar que vasco es sinónimo de excelente cocinero y que en todo vasco -y vasca-, hay un Arzak. Citemos aquí la viñeta de El Roto, publicada en El País con fecha de 22 de septiembre del 2000, en que se presenta un libro de cocina con el perfil de Arzalluz tocado de un gorro de cocinero y que lleva por título: «Cocinar con desperdicios»; bajo el perfil se lee: » Arzakllus & otros»

10

Frente a la frialdad vasca, se nos muestra a un sevillano Rafa, caluroso, muy simpático, gracioso y guasón, que, en cuestiones amorosas, gusta de ir al grano y de no dilatar la consecución del placer pues, como un Giacomo Casanova, vive para el placer, y, por otra parte, sus experiencias amorosas están hechas de relaciones efímeras y fáciles. Al parecer, como la vasquita le sale respondona, por ser ello algo inédito e incomprensible para él, Rafa, por contraste, quedará prendado de ella hasta las cachas. Me viene a la memoria esa canción de los sesenta en que los Sirex cantaban : «Con todas las muchachas soy tremendo. / Las beso cuando quiero / y estoy contento. / Si alguna se resiste, / no lo comprendo / y ésa eres tú…. Eres más tremenda que yo», versión española de «Sono tremendo» de Rocky Roberts. El andaluz, español oriental, es ante todo hedonista.

Frente al feísmo del radical vasco, la elegancia gomosa del sureño, afeminada para Sabino Arana: «El bizkaíno es de andar apuesto y varonil; el español o no sabe andar o, si es apuesto, es tipo femenino» («Bizkaitarra nº 29).

A propósito de estos tópicos y, tras su confrontación o comparación, su posterior oposición, citemos el poema de Gabriel Celaya, que lleva por título «De Norte a Sur», escrito en 1960. En él replica a un poeta andaluz que le amonesta («admoniza», como escribe Celaya), aunque bastante cortésmente, la verdad, por practicar la poesía comprometida. El bate sureño presenta a los suyos como indolentes orientales que rinden culto a la belleza: «Nosotros, andaluces milenarios… Lo nuestro es sólo mirar que todo pasa y es inútil la prisa». Celaya carga entonces, en su airada respuesta, contra el hombre del Sur:

«¡Que los pájaros canten! ¡Que en el Sur, los tartesos
se tumben panza arriba
creyéndose de vuelta de todo, acariciando
una melancolía!»,
al que contrapone el hombre del Norte, el vasco:
«Los vascos somos hombres de verdad, no chorlitos
que hacen sus monerías».

Así, frente a la haronía, frivolidad y fatalismo andaluces, el vasco de hierro golpeando a porfía, esforzado siempre, obstinado, erizado, metido en su bandería:

«Los vascos somos serios. Serio es nuestro trabajo.
Seria es nuestra alegría…
declaro altanería … el rayo me rubrica… etc.

Como Rafa, en el calabozo, cautivó con sus bravatas a los otros detenidos, activistas de la kale borroka, no le cabrá otro remedio que tomar parte en una manifestación y además verse compelido a dirigirla y a improvisar, megáfono en mano, un pequeño discurso que encrespe a las masas, así como unos cuantos eslóganes que amedrenten a los españoles, surgiendo así ese memorable «¡Gora Euskadi manque pierda!» (Rafa es hincha del Betis). Escribe Sabino Arana: «Les aterra oír que a los maketos se les debe despachar de los pueblos a pedradas. ¡Ah la gente amiga de la paz!… Es la más digna del odio de los patriotas».

En su viñeta del 16 de marzo de 1999, en El País, el Roto dibuja un incendio propio de un infierno de pintura flamenca. Las llamas revientan las ventanas e invaden las calles; dos siluetas negras de agitadores se destacan contra ellas. Un cartel proclama: «Ámbito vasco de destrucción», remedando la reivindicación nacionalista del «ámbito vasco de decisión»

11

La viñeta del 8 de mayo del 2001 nos muestra a un encapuchado que es a la vez un temible perro regañando los dientes y que ladra «La existencia de un conflicto se demuestra armándolo». En un segundo plano, a la izquierda, aparece un montículo sembrado de cruces de cementerio.

12

Montículo también, pero éste formado de calaveras amontonadas, como si del osario franciscano de la iglesia romana de Santa María de la Concepción se tratara, auténtico túmulo macabro pues, el que dibuja el Roto en su viñeta de El País de 25 de enero de 1999. La calavera que corona el teso, dice: «Sólo somos matanza, nos falta un cráneo para constituir un genocidio»; a lo cual responde otra de las cabezas: «¡Otra vez será!»

13

Uno de los golpes más graciosos de la película es el que toca la cuestión de la lengua, el vascuence. En la herriko taberna, se insta a Rafa-Antxon a ensayar en euskera, aunque sólo sea brevemente, la arenga que habrá de llevar a cabo en la inminente «manifa». El pobre Rafa no tiene ni idea.  Recordé aquella anécdota que me refirió también la señora Goicoechea: en los primeros años de la autonomía vasca, para cubrir no sé qué puesto en la administración, se preguntó a uno de los candidatos que qué palabras conocía en lengua vernácula, con su correspondiente traducción. El examinando dijo que «ongi etorri», que significaba «felpudo».

Antxon- Rafa no sabe cómo reaccionar. Zozobra. Amaia roza el deliquio. Ansiedad en grado sumo… ¿Se descubrirá la impostura? Todo parece entonces que comenzará a hacer agua, pero… ¡no!, que Rafa es un tío de recursos. Acierta a ver en la pared un cartel en vascuence. Lo lee entonces, aun desconociendo su significado. Todos quedan perplejos y le preguntan qué relación tiene el que esté prohibido fumar con la proclama independentista que se esperaba de él. Y aquí, también Rafa-Antxon, con su respuesta, sabrá nadar y guardar la ropa.

El Roto, en su viñeta del 9 de junio del 2001, muestra a un venerable romano destacado contra un acueducto. Dice: «¿Qué sentido encontráis en abandonar griegos y latines y proteger los bables?»

14

A propósito de romanos y latines, cabe citar aquí de nuevo a Sabino Arana: «Nosotros odiamos a España con nuestra alma, mientras tenga oprimida a nuestra Patria con las cadenas de la esclavitud. No hay odio que sea proporcionado a la enorme injusticia que con nosotros ha consumado el hijo del romano». («Bizkaitarra», nº 16)

Sigamos con griegos, romanos y latines. En su viñeta del ABC del 29 de julio del 2011, Mingote, en una bellísima acuarela, bajo el título de «La semana nacionalista», nos muestra una cerca separando un mismo paisaje; a la derecha del muro divisorio pasea una pareja romántica que mira con curiosidad y un punto de asombro también al personaje que queda a la izquierda de la frontera: un aizcolari cortando a hachazos, no un árbol, sino una columna acanalada jónica. En el imaginario nacionalista se pretende siempre exaltar todo lo pre-romano, así como lo mitológico pre-cristiano, lo supuestamente genuino y autóctono, lo prehistórico y lo bárbaro, como lo prueba, por ejemplo, la exaltación pagano-romántico-wagnerista del germanismo nacional-socialista alemán.

15

En su viñeta de El País del 17 de mayo del 2000, unos niñitos, siniestros y compungidos, que parecen huerfanitos de una película de terror, se encuentran bajo el dintel de una ikastola. A la izquierda reza un cartel: «Prohibido hablar en español y pensar en cualquier idioma. La dirección».

16

No podían faltar los curas vascos. El padre Ignaxio es amigo de Koldo y, a instancias de éste, será quien haya de casar a Amaia con Rafa-Antxon. Antes de la boda, el buen padre tiene un coloquio con ambos, previo a la confesión a cada uno. En ella, a Rafa le resulta ya insostenible su impostura y revela al cura la verdad. Éste queda horrorizado, no ante la farsa que Rafa, conchabado y a instancias de Amaia, está perpetrando, sino ante el hecho de que no sea vasco y de que Amaia, con DOC, pueda unir su vida a él… ¡ante Dios y por su ministerio como sacerdote oficiante de la boda! Casi le da un telele. Posiblemente resuenen en su cabeza las palabras de Sabino Arana: «Ya hemos indicado, por otra parte, que el favorecer la irrupción de los maketos es fomentar la inmoralidad en nuestro país; porque si es cierto que las costumbres de nuestro Pueblo han degenerado notablemente en esta época, débese sin duda alguna a la espantosa invasión de los maketos, que traen consigo la blasfemia y la inmoralidad». («Bizkaitarra», nº 10). O estas otras: «Si fuese moralmente posible una Bizcaya foral y euzkeldun, pero con raza maketa, su realización sería la cosa más odiosa del mundo, la más rastrera aberración de un pueblo». («Bizkaitarra», nº 4), heraldos de las siguientes: «Conste que desde luego que de ese roce del maketo con el bizkaíno sólo brotan en este país irreligiosidad e inmoralidad». («Bizkaitarra», nº 6 bis)

De la falta de cristianismo de tanto sacerdote vasco, antes nacionalistas que cristianos, en definitiva de su contumaz celotismo,                                                                                                                                                                       se hace eco Mingote en la siguiente viñeta de ABC:

En otro momento de la película, durante una cena familiar en que Koldo se halla más que achispado, declara mascullando que eso de la independencia, con Franco, pues que sí, que él lo veía, pero que en los tiempos actuales… sí, pero todo menos retractarse explícitamente o instar al inminente yerno a deponer su actitud belicosa. Acude a la mente la viñeta de El Roto, de El país del 28 de junio de 1998, en la que Arzalluz, alzando el dedo índice (¿amenaza, afirmación, admonición a España?), dice: «La gente de ETA son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta». La pertenencia, la adscripción, la sangre, por encima de la razón y de la caridad. (Arzalluz quizá, superando a otros destacados nacionalistas, sea el más despiadado de los políticos no terroristas de la historia reciente de España) Todo un programa político preclaro, ilustrado, ¿no es cierto?

17

En cualquier caso, qué duda cabe que el PNV es maestro consumado en la ambigüedad jesuítica; tanto que eso de, por ejemplo, la «dirección de intención», que tan bien atacara Pascal en sus «Provinciales» pues es un medio de justificar los pecados al hallarles una intención pura, o que las monjas de «Boule de Suif» de Maupassant esgrimen ante la prostituta para persuadirla a acostarse con el rijoso prusiano y así poder proseguir su viaje la caravana repleta de buenos franceses -entre los cuales se cuentan ellas-, parece un invento del partido… Así lo expresa Mingote en ABC, por boca de Ibarretxe:

C) Se quiera o no, por muy poco que agrade, al País vasco se asocia indefectiblemente el terrorismo, cifrado en la ETA. Nuestros políticos, mayormente preocupados por la macro-economía, por ser mediáticos y por captar votos, y secundados por sus coros turiferarios de la prensa y los medios de comunicación, repiten siempre eso tan bonito de que el terrorismo no ha conseguido nada y que de nada, políticamente, ha servido, más que para enrarecer y dañar la convivencia con su reguero de muertos y heridos y hogares deshechos por el camino. Señores, ¡qué falacia! El terrorismo ha conseguido mucho, muchísimo y, si no todo, como pretende y tan magníficamente expresa la viñeta de El Roto de 30 de noviembre de 1998, está cerca de alcanzar la victoria total.

18

Sí, ciertamente, nuestras sufridísimas fuerzas de seguridad, con la colaboración de Francia, han derrotado -creamos y esperemos que definitivamente- el terrorismo, pero la guerra política y social la estamos perdiendo.

Sabino Arana es epígono vasquista del delirio paranoide-racista del francés Gobineau, teorizador, en 1853, del ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas y estableciendo -científicamente, claro- la supremacía de la blanca y dentro de ésta, la germánica, por encima de celtas, eslavos, mediterráneos y, obviamente, judíos. Dentro de esa perspectiva han de inscribirse los errores, nunca malintencionados, del doctor Down, investigador del mongolismo, así como la teoría racial pangermanista de Chamberlain y, evidentemente, el racismo nacional-socialista del ministro hitleriano Rosemberg. No es creíble que el actual PNV y los de Josu Ternera sostengan, hoy en día, tamañas barbaridades, que han quedado arrinconadas en el Occidente en grupúsculos de extrema-derecha. Ya se ha dicho cómo el terrorismo vasco y los partidos nacionalistas vascos aceptan en sus filas apellidos maquetos. Y es que el Eje perdió la guerra y, con ello, se desvaneció la ilusión de raza dominadora, en una Alemania o en un Japón, pero ¿y si hubiera triunfado Hitler, como pareció ser en el inicio? A ese respecto recuérdese ese intento del primer lehendakari, José Antonio Aguirre, por crear un protectorado alemán en Euskadi, desgajado de España. Ya puede el PNV disimular, edulcorar, contextualizar, de forma comprensiva, socio-cronológicamente la paranoia sabiniana, que en su base teórica, como prueban hemerotecas y bibliografías, late el odio al español y la exaltación de la pureza racial vasca. «La fisionomía del bizkaíno es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizkaíno es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe. El bizkaíno es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntádselo a cualquier contratista de obras y sabréis que un bizkaíno hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos… El bizkaíno es laborioso; el español, perezoso y vago». («Bizkaitarra», nº 29)

En el País vasco, por parte de algunos, se ha fijado un objetivo: la independencia, y unos medios para obtenerla: la acción directa, esto es el terrorismo como eje central, apoyado por hostigamiento permanente a los distintos e invasores, extorsiones como medio de financiación, amedrentamiento, disturbios y violencia callejeras, asalto a las instituciones, penetración en las instituciones, adoctrinamiento de la infancia y juventud, envenamiento de la vida social mediante la creación de un clima de silencio mafioso, de temor, de delación, de recelo permanentes, etc. Es esto último lo que tan bien expresó Mingote en aquella célebre viñeta del ABC en que se ve, junto a un cadáver, a un niño llorando que dice: «Han matado a papá». Dos individuos le oyen y uno dice al otro: «Hay que ver, tan pequeño y ya chivato»

Por desistimiento crónico del Estado, ese objetivo y esos medios han ido cobrando mayor importancia y mayor apoyo social hasta el punto de que cabe una toma de poder y una secesión por la vía de las urnas. El terrorismo ha cumplido su cometido. El terrorismo ha servido.

Matar a uno, amedrentar a mil, reza un proverbio chino. Mediante el asesinato, ya sea selectivo, ya sea atentado indiscriminado, se genera el miedo, entre los miembros de una población, a ser la próxima víctima y entonces uno se achanta y no se pronuncia y opta, de forma pancista, por pasar desapercibido y hacerse invisible; o decide dejar la tierra, emigrar en busca de nuevos pagos donde su vida no corra peligro y donde exista la libertad de opinión real; o se adhiere al proyecto, con mayor o menor entusiasmo, pues es siempre más incómodo defender lo hostigado y lo que lleva las de perder que militar en el bando agresor, que esgrime la razón tiránica de la fuerza, como hace el lobo que bebe del mismo río que el corderito en la fábula de La Fontaine: «La raison du plus fort est toujours la meilleure… il faut que je me venge» («La razón del más fuerte es siempre la mejor… (dice el lobo:) «tengo que vengarme» y se come al corderito).  «Entre el cúmulo de terribles desgracias que afligen a nuestra amada Patria, ninguna tan terrible y aflictiva, juzgada en sí misma cada una de ellas, como el roce de sus hijos con los hijos de la nación española». («Baserritarra», nº 11) Así las cosas, habrá que evitar el roce o intentar ocultarlo por todos los medios, pues nos puede ir en ello la mismísima vida.

En la viñeta de El Roto (El País de 20 de octubre de 1999), un personaje barbudo y con turbante, de muy siniestra catadura, con unos templos griegos al fondo, dice: «Ya os dijimos que la democracia no funcionaría si votasen los esclavos y los maquetos». Los talibanes se han apropiado la democracia y pontifican ahora. Sabino Arana lo expresa así: «En pueblos tan degenerados como el maketo y maketizado, resulta el sufragio universal un verdadero crimen, un suicidio». («Bizkaitarra», nº 27)

19

Y así, matando y poniendo en fuga, estableciendo un riguroso control mafioso de la omertà en el pueblo, van quedando tan sólo los que piensan lo que se ha de pensar, llegándose al triunfo electoral y a la conquista del poder municipal, primero, en las Diputaciones y provincias, después, y en toda la autonomía (las autonomías pues desde luego Navarra es tierra irredenta) luego hasta, pasando por la desobediencia civil, proclamar unilateralmente la independencia y confiar que, a la postre, poco a poco, las naciones, España incluida, vaya aceptando el nuevo estado de cosas, irreversible ya.

Las viñetas de El Roto ilustran el proceso:

1) 3o de septiembre de 1998: rechazo de la Constitución y de la nación común española: Arzalluz, como un hombre del saco, abre y muestra un gran talego. Dice: «No cabéis en la Constitución, pero no os preocupéis, que yo os llevaré en mi zurrón».

20

2) 23 de octubre de 1998: se hace campaña psicológica reivindicando la pureza e incitando al recelo, cuando no al odio, contra los elementos extranjeros perturbadores y contra los traidores, que siendo nuestros, no piensan como nosotros: Un individuo lee un cartel que reza: «Defiéndete de los intrusos. Vota Cromagnon».

21

3) 24 de octubre de 1998: la campaña política se apoya en la violencia para ser realmente efectiva: una pistola de marca «Cromañón» queda convertida en urna electoral. Recuérdese la necesidad, invocada por los etarras, de implantar la «socialización del sufrimiento».

22

4) 1 de diciembre de 1999: «El muerto al hoyo y el vivo al voto», dice una gigantesca cabeza magrittiana sin cuerpo que causa una parecida desazón a la  del Coloso de Goya. Abajo, de espaldas, se encuentra una figura algo encorvada tocada de chapela. El muerto, el expulsado o el exiliado (o el timorato que, aun no convencido, vota con la mayoría) no cuentan pues no votan. Vota tan sólo el vivo, que es nacionalista y que por eso ha quedado vivo. ¡Hemos ganado! Y además por las urnas, democráticamente. Nuestra victoria es legítima.

23

5) Si surge algún conato de oposición, cada vez más improbable y apagado, cada vez además menos numeroso, se vuelven a empuñar las armas un poquito, de forma disuasoria, para tirotear a unos cuantos, pocos esta vez, tan sólo para que baste, sin levantar ampollas en la opinión internacional y en las instituciones supranacionales(viñeta de 2 de diciembre de 1999).

24

6) Ya está creado definitivamente el ámbito etarra, llamado «vasco», de decisión (viñeta de 8 de diciembre de 1999). Ha costado mucho, pero ha merecido la pena y, en cualquier caso, nos ha costado infinitamente menos que a los enemigos, a quienes hemos dado matarile o amargado la existencia en caso de haberlos dejado vivos. Ya gobernamos en los municipios. (recuérdese al respecto lo que supuso la Asamblea de Municipios Vascos, agitación secesionista desde la base de los gobiernos locales y cuya cerrazón y fanatismo tan bien describe el Roto en su viñeta de El País del 26 de enero de 1999)

25

Ya gobernamos también en las diputaciones y en el parlamento autonómico, con mayorías inapelables. El censo ha quedado depurado de todo elemento de raza inferior, así como de traidores. ¿Que algunos no nos apoyan sinceramente? No importa pues, como a nadie le agrada ser perdedor, se subirán al carro de la apoteosis nacionalista  y el miedo, la propaganda oficial y la corriente de opinión harán el resto. Es el momento soñado de convocar ese referéndum por la independencia, ganado de antemano. Resplandecerá un «sí» abrumador.

«Ese camino del odio al maketismo es mucho más directo y seguro que el que llevan los que se dicen amantes de los Fueros, pero no sienten rencor hacia el invasor» (Sabino Arana: «Bizkaitarra», nº 22)

26

En definitiva, que sólo votarán los nuestros, que es cuanto expresa Mingote en la viñeta en la que aparece Ibarretxe enarbolando una ikurriña y afirmando que: «El pueblo vasco ejercerá su derecho a decidir en cuanto yo ejerza mi derecho a decidir quiénes son el pueblo vasco y quiénes no».

7) No debemos olvidar tampoco que el terrorismo ha conseguido además obtener la comprensión de importantes sectores de la izquierda nacional y, en concreto, de todo un presidente del Gobierno, dispuesto a negociar en términos de igualdad con aquellos que quieren destruir la nación común, el mismo presidente que dice aquello de que «el concepto de nación es discutido y discutible» frente a unos nacionalistas para los cuales el concepto de su nación no sólo no se discute, sino que a aquél que lo discute se le neutraliza o se le quita de en medio. Nunca llegó tan alto el terrorismo ni se mostró tan satisfecho el terrorismo como con el «talante» pactista (reservado por otra parte a izquierdas y nacionalistas) de Zapatero, bajo cuyo mandato el Pacto Antiterrorista y la Ley de Partidos se volatilizaron. «La negociación era para ellos (algunos socialistas como Zapatero), no tanto una solución pragmática o el fruto de su obsesión por la paz, sino el reflejo de la comprensión histórica de las razones del terrorismo antifranquista y ultranacionalista de ETA». (Edurne Uriarte, «Culpadas, difamadas, silenciadas», ABC-10 de abril del 2011).

Haciéndose eco de tanta bajeza moral y de tanto despropósito «buenista», Mingote resume la situación en su viñeta de ABC el 6 de mayo del 2011, en que un guardia civil acaba de detener a un etarra encapuchado y le apunta con su pistola; el etarra, envalentonado por las circunstancias y la actitud del gobierno nacional, le espeta: «¡Usted no sabe con quién está hablando!».

27

Pero ¡eso sí!, no ha conseguido nada el terrorismo… Miles son los casos concretos en que el terrorismo se salió con la suya, doblegó al Estado imponiendo lo que quería y defendía con las bombas y los disparos, en definitiva en que obtuvo y consiguió, satisfaciendo su voluntad: para empezar, que Guipúzcoa sea ahora «Gipuzkoa»; que no se instalara una central nuclear en suelo patrio (que los maquetos generen energía para nosotros); la imposibilidad y desvío consiguiente de autopistas programadas, previstas e iniciadas; la supresión del servicio militar obligatorio pues el Estado no puede hacer ya frente a una insumisión desbocada que le dejaba demasiado en evidencia, denunciando su debilidad y manifestando el hecho de que dentro de él se había enquistado y creado otro Estado que quería expulsarlo de sus dominios ; que el por entonces obispo de Bilbao, ese «tal Blázquez» en palabras de Arzalluz -pues no era vasco- y actualmente presidente de la Conferencia Episcopal Española, consultara a los sacerdotes de su diócesis, en un intento por adaptarse a las circunstancias y al «hecho diferencial vasco», si veían oportuno que asistiera a los funerales de las víctimas del terrorismo; que los diputados y concejales no nacionalistas, amén de empresarios, profesores, periodistas, deportistas, etc. hayan de llevar permanentemente escolta y se muevan por sus pueblos y ciudades como los conquistadores españoles en tierras ignotas y amenazantes, «la barba sobre el hombro» (que es cuanto denuncia Mingote en aquella viñeta en que un niño y una niña, escolares ambos, están hablando. Le dice la niñita al niñito: «Eso de que ahora todos los vascos vamos a ser iguales, ¿quiere decir que mi padre llevará como lo lleva el tuyo, un escolta para que no lo maten?»); y, porque la enumeración se haría interminable, un larguísimo etcétera.

Pero el terrorismo no consigue nada… No, ¡quia!, tan sólo, poco a poco, la ansiada secesión y ahora, además, ya de maneras democráticas, sin bombas y con el aval inatacable de las urnas.

La sedición, no sólo no va a encontrar auténtica oposición por parte del Estado, sino  además unas ciertas facilidades         , porque los políticos y medios de comunicación han asumido y hecho propios, legitimándolos así, los enunciados y dogmas nacionalistas cuya base y meta es el desprestigio, aislamiento y eliminación de España y que ésta y los españoles no sólo no deban ni puedan oponerse  a los planteamientos nacionalistas, sino ni tan sólo opinar sobre ellos y aceptarlos siempre y ceder y ceder y ceder ante ellos hasta que se consume su inanidad propia como españoles, paso previo a su desaparición. El vacío que deje España y los vacíos de los ciudadanos españoles irán siendo ocupados sistemática y organizativamente por Euskadi, Catalunya, etc. Es cuanto expresa Mingote en su viñeta en que el vasco y el catalán, sentados esperando su turno para la apertura inminente de la secesión, ven cómo, satisfecho, se les acerca el gibraltareño, preguntándoles quién da la vez.

Zapatero se prestó a ello con entusiasmo, contribuyendo activamente con su «talante». «El socialismo y el nacionalismo volvían a confluir tras aquella unidad antiterrorista del PP y del PSOE que dio lugar al Pacto antiterrorista y la Ley de Partidos, dos de los mayores logros políticos de la movilización social. Pero algunos socialistas como Zapatero, herederos de la izquierda antifranquista que apoyó a ETA, nunca creyeron, en realidad, en su derrota (de la ETA)». (Edurne Uriarte, «Culpadas, difamadas, silenciadas» ABC 10 de abril del 2011)

Que los terroristas llevan las de ganar ante las víctimas, queda perfectamente ilustrado por la viñeta de El Roto en El País del 9 de septiembre de 1999 en que una sombra, caminando por la calle y paralelamente a un coche de la policía, dice: «Esperemos que en el día del Juicio Final, los criminales no resuciten antes que sus víctimas»

28

Efectivamente, el relato del pasado se tergiversa y se manipula la historia para consolidar la patraña del conflicto como consecuencia inevitable de la opresión de una nación sobre otra. Y el antiguo terrorista, liberado o amnistiado u obtenida su libertad por mor de la conquistada independencia, se consagra como héroe y, porque ha vencido y ostentará ya el poder para siempre, puede incluso mostrarse condescendiente con sus víctimas, que en realidad eran sus agresores y que le forzaron a él a defenderse matando. Ilustrativa es al respecto la viñeta de Mingote del ABC del 25 de noviembre del 2011, en que una pareja, sentada en una roca, contempla el Cantábrico; dice uno de ellos: «Hoy he coincidido en el ascensor con el que asesinó a mi padre. Me ha dicho que si prefiero subir por la escalera, lo comprenderá»; entre otros casos acude a la mente el de Pilar Elías, viuda de Ramón Baglietto, obligada a ver cómo el asesino de su marido instala una cristalería en los bajos del edificio en que ella vive, o más bien sobrevive a amenazas e intentos de que deje de molestar.

29

¿De quién aprendería Zapatero ese arte envidiable que consiste en proyectar en el rival o enemigo las propias intenciones arteras y modificar  la percepción de las personas haciéndoles ver que es así, como él dice, esto es que lo que no es a todas luces, acaba por serlo, es. ¿De la sibilina y jesuítica hipocresía del PNV, quizás?… Dice Jon Juaristi, hablando del caldo gordo que el PNV hace a la ETA y al terrorismo: «… como el flamante cretino Josu Jon Imaz (no olvidaré las acusaciones de terrorismo que repartía entre los fundadores del Foro Ermua)… indeseables como el consejero Balza, el valedor de ETA…» (Jon Juaristi: «Contra el nacionalismo vasco», El País-22 de septiembre del 2000), si bien creo errado el término de «cretino» aplicado a Imaz, al cual conviene mejor  la expresión de, por mantenernos dentro de los límites de los buenos modales, «arteramente protervo» o «protervamente artero».

En la viñeta de El Roto del 1 de marzo del 2000, Arzalluz se dirige en un mitin a los fieles. Su micrófono es el hueso largo de, sin duda, un muerto.

30

Cuando el asesinato de Miguel Ángel Blanco, cuando parecía que se tambaleaba la sinrazón, cuánto no se apresurarían y afanarían Ardanza y Setién, poder político y espiritual, para afeitarle los cuernos al toro de Ermua. «Que todo vuelva  a ser como antes», algo así dijo el por aquel entonces obispo de San Sebastián.

Lo que sí que dijo, desde luego, Iturgaiz, tras uno de tantos atentados, antes de ser secretario general del PP vasco, fue: «¡Nos están matando como a conejos!». Había que erradicar a la UCD primero, luego al PP y, por último, convencer mediante el miedo a los socialistas. En cuanto a las fuerzas de seguridad, había que ¡desmembrarlas!

En la viñeta de El Roto del País de 27 de septiembre de 1998, una señora, a quien falta una pierna, frente al televisor, con las manos en posición de oración, dice: «Yo, antes de ver los telediarios, siempre rezo por las víctimas».

31

En la del 29 de noviembre de 1998, se ve a un hombre y una mujer de espaldas. Dice él: «¡Ojalá sea posible la liberación de los presos…»; a lo cual ella responde: «… y la resurrección de los muertos!»

32

La ETA y los nacionalistas todos nos han hecho la vida imposible al resto de los españoles con sus atentados, con sus caprichos de nenes mimados y sanguinarios, carentes de escrúpulos, con su victimismo saca-perras, con sus mentiras, con su adoctrinamiento de la juventud y manipulación de la Historia, con su odio visceral y vesánico a España. «Ya lo sabéis, Euzkeldunes, para amar el Euzkera tenéis que odiar a España» («Bizkaitarra», nº 31)

Reveladora la viñeta de Mingote en ABC, del 18 de enero de 1997, en que un exaltado blande una antorcha mientras corre y vocifera «¡Libertad para Euskadi!». Bajo él, bajo tierra, dentro de un diminuto cubo que le impide erguirse, está Ortega Lara, sentado en el suelo sujetándose las rodillas y hundiendo la cara en los antebrazos. A la izquierda, un tocón como un muñón; a la derecha una culebra, la de la ETA, horadando la tierra como un gusano de pudridero.

33

D) Siendo y estando así las cosas, puede decirse que esta sociedad nuestra necesitaba una auténtica catarsis como la que le brinda la película que aquí se comenta. Que en cuatro fines de semana, casi cuatro millones y medio de espectadores la hayan visto, que lleve recaudadas ya casi 25 millones en ese período de tiempo, que sea la película en español más taquillera de la historia y que, internacionalmente, se halle en el puesto quince de filmes más vistos (una hazaña teniendo en cuenta lo que son los mercados angloparlantes e hindú), sólo se explica por esta necesidad de limpieza y de purificación a través de la risa, frente al miedo que durante tantos años nos tuvo atenazados.

El miedo es ambivalente; por una parte, es instrumento de supervivencia por cuanto que detecta el peligro y permite la reacción que conserva la integridad del individuo y del grupo; pero, por otra parte, es causa de angustia y cuando ésta se hace mayúscula, dificulta y pone en peligro esa misma supervivencia. Se trata pues de eliminar esa angustia y, como hablamos tanto de supervivencia como de angustia colectivas, la solución también habrá de ser colectiva. Nos dice Antonio Fava: «La representación de los temores lleva a la solución momentánea de las angustias, tanto privadas como colectivas, generadas por el propio temor» y añade: «La repetición y sistematización de las representaciones de los miedos generan un régimen de equilibrio entre «ineluctabilidad/continuo retorno» de los miedos y el «modo de gestionar/soportar» esos mismos miedos». Es así como nacen las artes escénicas. «Ocho apellidos vascos» tiende a la catarsis, a la superación de las angustias. Aunque refiriéndose al teatro cómico en general, cabe aplicarle a la película (cómica al fin y al cabo) este comentario de Fava: «libera de angustias con una eficacia y una rapidez ignotas a los otros géneros (tragedia, drama, épica, etc.)»

En las salas de proyección de nuestra película, se desencadena una risa que quiere sacudirse de encima, ¡por fin y para siempre!, el temor a los asesinos, el temor a defender España, el temor a decir la verdad. La risa es llave que abre al espectador las puertas de la libertad de opinión y de la libertad de conciencia, amordazadas hasta entonces por los asesinos, los matones y los beatíficos hipócritas. Qué bellas se nos aparecen estas palabras de Fava: «Il comico sbriciola letteralmente le paure scatenando la gioia della comunità espressa nella fragorosa risata liberatoria collettiva. L´attore comico (léase aquí, la comedia, esta película) non suscita emozioni né solleva problematiche ma: esponendole alla loro destruzione, le risolve. Lo spettatore che ride è rasserenato. È salvo» (Lo cómico desmiga literalmente los temores desencadenando la alegría de la comunidad expresada en la estrepitosa risa (carcajada) liberatoria colectiva. El actor cómico -léase aquí, la comedia, esta película- no suscita emociones ni eleva problemáticas sino que, exponiéndolas a su destrucción, las resuelve. El espectador que ríe queda serenado. Es salvo»· (todas las citas de Antonio Fava han sido tomadas de su libro «La maschera comica nella Commedia dell´Arte»).

El espectador español puede, al fin, reírse de lo vasco, del nacionalismo y del terrorismo, sin temor a que le tachen de reaccionario o de anti-vasco. ¡Si hasta parece un milagro: me río del vasco como de cualquier otra persona!

El espectador percibe inconscientemente la conquista, su conquista, y se siente feliz, sí, pues ha ido incluso más allá de lo meramente apotropaico, que es la conjura de una amenaza. Ha conquistado su libertad de ciudadano.

Éste, y no otros meramente coyunturales o incluso peregrinos, es el motivo del éxito de «Ocho apellidos vascos». Lo que ocurre es que los lodos de los rubores que nos asaltan a los españoles, y sobre todo a periodistas, pensadores, intelectuales y políticos, pesan mucho aún y el tabú nacionalista es, cuando menos, ponderoso. El propio director, Martínez Lázaro, a quien no hay sólo que felicitar sino además agradecer profundamente el regalo que nos ha hecho a los desgarrados españoles con su película, incurre en estos sonrojos: «… me gustaría ver si por parte de los españolistas más exaltados se admitiría una parodia así. Me da la sensación de que no». (entrevista en El País, de 6 de abril del 2014. Autor: Jesús Rey Montilla) ¡Ya salió aquello del españolismo!… Como nuestro director padece del ruborizante temor de que, por reírse del nacionalismo, le motejen de franquista, ha de recurrir a esa especie de nefasta «equidistancia». ¡Españolismo!… Pero si en España, por no haber, no hay ni patriotismo. A los no nacionalistas y a los maquetos los han arrojado a las tinieblas exteriores del fútbol cuando no les han pegado un tiro en la nuca. Creo que, aunque tan sólo en parte, Jon Juaristi  («Vasco-andaluza», en el ABC de 30 de marzo del 2014) acierte al afirmar a propósito de la película: «Es cierto que ha cosechado el favor de la inmensa mayoría que no está con las víctimas ni con Bildu, pero eso no supone coincidir con la moral de la democracia, sino con la amoralidad de la equidistancia, algo a lo que el cine español nos tiene acostumbrados en tu tratamiento del terrorismo etarra desde los orígenes mismos de la transición». Y digo en parte pues creo que atañe sobre todo a los creadores de opinión (artistas e intelectuales en general) y no tanto al espectador ingenuo. Si en el espectador se diera equidistancia -otra cosa es que nuestro compromiso cívico no sea siempre el que debiera ser-, la película no desataría tales carcajadas ni habría obtenido tamaño éxito.

Una última cuestión. Afirmaba Iñaki Arteta, autor entre otros del documental «Trece entre mil»,  mucho antes de la realización de esta película, que la herida del terrorismo sigue muy viva aún en el País Vasco y en el resto de España como para convertirla en comedia; que era algo que él, hoy por hoy, veía difícil de llevar a cabo. De la misma opinión es Jon Juaristi, tal y como expresa en el mismo artículo previamente citado: «La tragedia de ETA sigue formando parte del paisaje cotidiano del País Vasco, y se resiste a su transformación en comedia. El tiempo no ha empezado a desgastarla». Sin embargo, y quizá me equivoque, la realidad parece desmentir sus apreciaciones.

Añade Juaristi que «muy significativamente, la película de Martínez lázaro ha irritado tanto a las víctimas del terrorismo como a la izquierda abertzale por un mismo motivo -la visión cómica de la kale borroka-, aunque por razones distintas, evidentemente».  Con respecto a las víctimas, creo que han de hacerse a la idea de que no se trata de un documental, sino de una comedia tout court, esto es no es comedia satírica, y que por tanto no moraliza tanto ni condena tan abiertamente, sino que lo que persigue es crear situaciones de quid pro quo, circunstancias ridículas, enredos, que susciten la risa. Creo sinceramente que la película (otra cosa es lo que declare su autor toreando, según cree él conveniente, para la galería en la entrevista de El País) no es equidistante, sino de clara mofa de lo irracional, insensato, absurdo, injustificado, feo y mezquinamente tribal del nacionalismo y que esta clara mofa acaba por diluir esa primera oposición cómica de tópicos entre el andaluz y el vasco. Está claro que la película, afortunadamente, va mucho más allá. La película se va decantando y toma partido por la razón. Si no, no podría darse esa catarsis de la que se habló anteriormente y que me resulta innegable. No debe confundirnos el hecho de que, aunque el objetivo de la película cómica sea la purificación y por tanto se trate de un elevado objetivo, la obtención de esta catarsis se lleva a cabo en niveles psicológicos bajos mediante personajes y situaciones ridículas, pero ello no supone trivializar, por ejemplo, la violencia, sino rebajarla, desvestirla de su envoltorio y argumentaciones falaces, desmitificarla, mostrarla en su auténtica faceta absurda y profundamente ridícula, desposeerla de cuanto nos atemoriza.

En cualquier caso, esta comedia observa el precepto, cómico, de que, tras del caos in crescendo, la realidad y la vida vuelvan a sus cauces naturales: que triunfe la primavera, que triunfe el amor de todo obstáculo. En esta película, esa traba no viene dada por un pretendiente viejo que impida el emparejamiento de la juventud, sino por unos prejuicios -más que viejos, decrépitos-, los prejuicios nacionalistas, que son vencidos al final, anunciada ya esta victoria por la aceptación por parte de Koldo de tener nietecitos del Betis y culminada por la aparición de Amaia en Sevilla montada en un simón y jaleada por las sevillanas de los del Río. Amaia acaba, aunque mucho haya costado, por sacudirse las pieles viejas de Euskal Herria y del antiespañolismo, como una serpiente mudando de piel en primavera, y vestirse de libertad.

El balance pues, en mi opinión, es más que positivo. No obstante, creo que hay algo que lastra la película y que hace que, con el transcurso de los días, en lugar de aumentar su atractivo, su interés y su recuerdo, éstos vayan menguando. Creo que ello se deba a que su planteamiento, por lo que al guión se refiere, remite más a la teleserie que al auténtico cine y así se resienta posiblemente de una visión un tanto miope frente a la mirada de halcón o de águila del largometraje genuino y dé, además, en una cierta inconsistencia de los actores que atiendan quizá más al gag o golpe que a una auténtica construcción maciza del personaje, etc. Ya dijo Fellini que la televisión carece de estilo y nunca podrá poseerlo.

El sonido de las calles

-¿A qué suenan las calles?

-Pues depende de qué calle escuches…

Hoy os traemos un documental puro y eso es mucho decir. No está producido por grandes empresas audiovisuales, ni distribuido por las majors, ni en él se han invertido millones de euros para reconstrucciones históricas, vestuario, maquillaje, o efectos especiales. Posiblemente, no se emita a través de ningún canal de televisión, ni obtenga premios cinematográficos o magníficos galardones. Es una pieza audiovisual sencilla, sin pretensiones, sin grandilocuencia, serena, pobre de medios pero -por eso mismo- auténtica, genuina; pura.

Se trata de «El sonido de las calles», un documental anónimo, distribuido gratuitamente a través de Youtube y coordinado por el espacio «BuenaWille» (que se dedica a la dinamización cultural). Retrata la vida de varios músicos callejeros, de diverso perfil, y nos acerca así a un modo de vida que contrasta con la norma burguesa, la revisa y -moralmente, podríamos decir- la supera.

Saber hacer algo

España está parada. Con ¡seis millones! de personas desempleadas, la miseria nos subsume. Pero, no nos engañemos, el problema va más allá de la economía: es un problema cultural. En el refrigerante proceso civilizatorio (de la civilización peor entendida, como sinónimo de subyugación) hemos perdido las armas de la supervivencia. Un homo sapiens de diez mil años atrás entendía que si no cazaba, no comía. Que si no buscaba cobijo, dormía al relente. Y que sus competidores -humanos que hollaban los bosques en busca de sustento- podían ser poderosos enemigos, o grandes aliados, si entre todos conseguían organizarse y compartir las presas.

Es decir que, para un prehistórico, la cosa estaba clara: el motor era uno mismo, había que hacer algo, y lo de la colaboración ya se vería. ¿Pero hacer qué? Lo que se pudiera, lo que se supiera hacer. Trampas para pequeños animales, cañas de pescar, puntas de flecha, o campos de cultivo… Fuego, chozas, ropa… Cuencos. Hay que saber hacer algo.

¿Acaso nuestros seis millones de parados no saben hacer nada? Seguro que sí.

El oficio

La artesanía es la madre de la industria. Y la industria es esa hija malagradecida que ha dejado a su madre desnuda, sola y desahuciada.

Un carpintero sabe hacer muebles. El operario de una fábrica de muebles, probablemente no. El carpintero, con un hacha y poco más, podrá construir una silla, una mesa, un cuenco, una cuchara, una estantería… El operario, en cambio, sin su línea de montaje, sin su maquinaria maderera, sin su patrón, su uniforme y sin su nómina, desaparece, no existe. Así de desahuciados estamos.

Un músico es ese artesano a quien no se ha podido subyugar (tanto). El músico coge su guitarra, su flauta, o su arpa, y toca, en cualquier sitio, en cualquier momento. No necesita del oropel que tanto engalana a nuestros «artistas», esas luces, esos recintos multitudinarios. El músico -el músico de verdad- hace algo, sabe hacer algo. Y ese «hacer algo» suyo le permite ganar el pan. Porque el oficio es la identidad.

Hacer documentales

«El sonido de las calles» no se vende, no se emite, no se subvenciona. «El sonido de las calles» es un documental hecho por alguien que no sólo sabe hacer documentales, sino que además, los hace.

Web oficial

Ver documental en Youtube