La buena doncella (de hierro)

Iron Maiden no necesita presentación. Es, sin ninguna duda, la banda de Heavy Metal más conocida del mundo, en activo desde el año 1975 y con 15 álbumes de estudio -más recopilatorios, directos, sencillos, etc- en su discografía. Canciones suyas como «Fear of the Dark», «The trooper», o «The number of the Beast» pasarán indiscutiblemente a la Historia de la música del siglo XX.

«Flight 666» es el título de un documental rodado en 2008 durante su gira «Somewhere back in time», en la que los músicos recorrieron más de 80.000 km -en 45 días- y ofrecieron un total de 23 conciertos. Varios factores son inusuales en esta gira, aparte de la distancia, la cantidad de conciertos y el reducido número de días.

En primer lugar, son inusuales los países que visitaron, alejados en general del circuito comercial: India, Australia, Costa Rica, Chile, Canadá… Países en los que Iron Maiden no había actuado antes -o en raras ocasiones- porque los ingresos no cubrían los costes de desplazamiento y producción.

En segundo lugar, es inusual -pero necesario para sus propósitos- que tanto la banda como el equipo técnico (personas y medios) viajaran en el mismo avión, específicamente acondicionado para el caso. Necesario, decimos, porque era el único modo de convertir la gira en algo viable.

Y en tercer lugar -hemos dejado lo más sorprendente para el final-, es inusual que el piloto de este Boeing 757 -bautizado como «Ed Force One»- fuera el cantante del grupo, Bruce Dickinson.

«Flight 666», de los canadienses Sam Dunn y Scot McFadyen, es algo más que un documental sobre una gira. Contiene una profundidad en su mirada que lo convierte en una obra muy digna de ser tenida en cuenta a nivel ético, pero vamos a intentar explicar por qué.

Contrastes y similitudes

Sólo por el hecho de plasmar la afición al grupo -y al género- en una buena decena de países, el documental ya incurre en la etnografía, aunque sea someramente. En India, el escenario es de bambú. En Chile, los medios de comunicación tildan al grupo de «satánico». En Argentina, los seguidores muestran su pasión de una manera intrusiva, incómoda para los músicos. Y así, sucesivamente, se resume el carácter de cada zona, dibujando un mundo en que, aunque todos vistan igual -con Eddie en sus negras camisetas-, nadie es como su vecino.

La buena doncella (de hierro)

Recordemos que «Iron Maiden» es el nombre de un instrumento de tortura, conocido como la «Doncella de Hierro», o «Doncella de Nuremberg». Se trata de un sarcófago con pinchos en su interior que atravesaban puntos no vitales del atormentado, para su mayor sufrimiento. Las imágenes escabrosas y los hechos más sórdidos que hayan podido tener lugar en la Historia forman una parte sustancial de la iconografía de este género musical. Eddie -la mascota del grupo-, por ejemplo, es un personaje que exhibe, con gran realismo, sus nervios, músculos y tendones y que tiene su origen en un anuncio propagandístico de la guerra de Vietnam.

Muchos son los grupos que se inspiran en matanzas y carnicerías. No obstante, pocos son los que hacen de esta violencia -del Mal- su filosofía. Son músicos -artistas- que dirigen la mirada hacia ciertas áreas de la sociedad -construyendo-, en una actividad que tiene más de denuncia que de otra cosa. Fue, por ejemplo, muy sonada -y censurada- la portada de Iron Maiden en la que figuraba Margareth Thatcher con una ametralladora. La camisa de fuerza, los cuchillos ensangrentados, los trajes militares, las calaveras, son todos signos que remiten a la parte más oscura de la naturaleza humana, reconociéndola -recontextualizándola- sin por ello alabarla.

Frente a esto, los propios componentes de Iron Maiden enarbolan la integridad, la pureza, la excelencia, la meticulosidad, la libertad, la sabiduría, o la originalidad, como valores primordiales, y así lo declaran en el documental. Hablan de sus compañeros con cariño, respeto y admiración, destacan sus cualidades y ofrecen, en definitiva, un modelo de conducta que dista mucho del que se les asigna desde múltiples focos de ignorancia.

Además, la sencillez es otro de los rasgos característicos de la banda. Aseguran que lo que hacen no es por dinero, sino por convicción -por pasión- y no se sienten mejores que nadie por hacerlo. Tratan a los demás como iguales, siempre tienen un gesto de atención hacia sus seguidores y se enorgullecen de constituir un ejemplo de pureza para ellos.

La vida sana

Influido por los tópicos que circulan a propósito de los músicos y su vida disoluta, el espectador probablemente se sorprenderá ante la seriedad de la banda. No es falta de sentido del humor -ni mucho menos-, sino responsabilidad. Ya el solo hecho de ver al cantante pilotando un Boeing muestra el equilibrio de los Maiden, pero la cosa no queda ahí. No hay borracheras, sino mucho trabajo; no hay groupies a bordo, sino sus propios hijos. El baterista juega al golf, otro al fútbol, otro al tenis y el licenciado en Sociología se pierde en soledad por las ciudades. No son unos niños -sobrepasan los 50 años-, pero lo cierto es que la imagen que ofrecen está muy alejada de la del artista que encuentra la inspiración en el fondo de una botella, y no parece que nunca hayan propendido a la autodestrucción.

Homo ludens

Y, como diría Huizinga, «el estadio, la mesa de juego, el círculo mágico, el templo, la escena, la pantalla, el estrado judicial, son todos ellos, por la forma y la función, campos o lugares de juego; es decir, terreno consagrado, dominio santo, cercado, separado, en los que rigen determinadas reglas. Son mundos temporarios dentro del mundo habitual, que sirven para la ejecución de una acción que se consuma en sí misma».

Porque Iron Maiden lo que hace es jugar. Sus miembros se divierten increíblemente. Se toman muy en serio el juego, qué duda cabe, conocen sus reglas y las cumplen; le rinden culto; y apuestan no sólo la vida en ello -¡el cantante pilota el avión!-, sino algo más importante: el honor, la integridad, la libertad. Forman una gran familia (un «equipo», según Huizinga, que perdura aún después de terminado el juego) y dan sentido -proponen un orden- a la vida. Como en todos los juegos, son libres de abandonar en cualquier momento (precisamente por eso no lo hacen). Y verlos actuar es verlos disfrutar.

Ficha técnica

El horror

«Terrícolas» es un documental que causa pesadillas. Quizás constituya la más dura crítica que se ha lanzado contra el ser humano y por eso verlo es un reto. A lo largo de su hora y media de duración, el espectador sentirá el impulso de apagar el televisor en no pocas ocasiones y sólo algunos valientes conseguirán visionarlo en su totalidad.

El tema de la película es el maltrato hacia los animales. Cientos de imágenes violentas se suceden en la pantalla: quemaduras,  mutilaciones, golpes y por supuesto matanzas. Las peores crueldades que se pueda imaginar encuentran su lugar en «Terrícolas». El dolor, el sufrimiento, la agonía de todos esos animales, producen en el espectador sentimientos de ira, impotencia, culpabilidad, angustia y unas incontenibles ganas de llorar.

Según se anuncia en la propia película, las imágenes reflejan la práctica cotidiana en las industrias alimentaria, textil y farmacéutica, aunque, ciertamente, cuesta creerlo. Que la muerte de los animales sea necesaria para una dieta carnívora resulta algo obvio, pero lo innecesario es la tortura, y precisamente es eso lo que «Terrícolas» documenta.

Sádicos o sin escrúpulos

Podría establecerse una distinción entre las personas que en la película infligen tales daños a los animales. Por una parte, el sádico, que sería aquél que disfruta causando dolor. El sádico se muestra apasionado y lleva a cabo todas esas crueldades por propia iniciativa. Quizás su oficio sea el de matancero, pero en su ejercicio trasciende los límites y se embarca en una guerra personal.

Por otra parte, tendríamos a personas sin escrúpulos, y aquí englobaríamos tanto a las que torturan directamente como a las que establecen los sistemas para que esa tortura sea efectiva. El dinero es el motor de estas personas.

Aprovechar el espacio al máximo, sin escrúpulos, implica -por ejemplo- hacinar a los animales. Hacinar en una nave a miles de reses implica -a su vez- cortarles los cuernos, castrarlas, etc. Hacerlo sin anestesia es mucho más barato que hacerlo con anestesia. Como se ve, el dolor ajeno, el respeto por los animales, no tienen ningún lugar en esta fórmula de mínima inversión – máximo beneficio.

Se ve a muchas personas sin escrúpulos en el documental, pero únicamente a quienes, por mandato superior, torturan como parte de un proceso industrial: no se ve a aquellos que fijan los pasos de ese proceso.

Espectadores y consumidores

Los espectadores, como consumidores de todo tipo de productos de origen animal, son cómplices de estas torturas y así queda dicho en la película. Se recalca una y otra vez que éstas son las prácticas habituales en la industria y que el hecho de desconocerlas no supone que no se produzcan.

El discurso de «Terrícolas», aunque quisiera ser neutral, es en realidad apasionado. Se percibe en el guión no sólo la indignación por estas vejaciones, sino el rencor hacia una sociedad compuesta por irresponsables que financian la actividad de sádicos y de personas sin escrúpulos. El documental es un puñetazo en la boca del espectador. Está editado sin ninguna piedad, no deja un momento de respiro, de tal modo que tras la primera media hora uno está deseando que termine, para poder volver a la cómoda ignorancia. Pero ya es demasiado tarde.

Y lo negamos. Nos resistimos a creer que las sociedades estén en manos de sádicos y de personas sin escrúpulos. Confiamos en que las autoridades, elegidas por nosotros, habrán establecido normas que impidan la tortura animal -¿cómo no van a establecerlas?-. Pero la película ni siquiera deja esa escapatoria. Nos señala, todo el tiempo, nosotros tenemos la culpa.

Ganado

Recordemos que el ser humano ha sido ganadero desde los tiempos del Neolítico, ha domesticado a los animales para obtener su propio beneficio, para aprovechar los recursos que le brindan, pero esta relación no siempre se ha basado (y queremos pensar que, aún hoy, no siempre se basa) en la violencia. Los seres humanos han alimentado y cuidado a los animales a lo largo de la Historia, les han proporcionado unas condiciones de vida más cómodas que las que ofrece el estado salvaje, y éste ha sido el modo de «ganárselos» (la etimología del término «ganado» es evidente: proviene de «ganar»).

Para las vacas, por ejemplo, pastar durante toda su vida en un terreno amplio y rico, libre de depredadores, habitado por miembros de su familia, dormir bajo techo, trashumar según la estación, ser asistidas en el parto, curadas de enfermedades, etcétera, es una situación muy cómoda que bien vale la pena aceptar. Para el ganadero tradicional, sus reses son su vida. Cuanto mejor las cuide, más leche producirán, más sanas estarán, mejor carne, mejor descendencia… Matar a una res se hace concienzudamente, en su momento y del mejor modo posible: existe una relación íntima entre el ganadero y su ganado.

«Terrícolas» muestra el horror de la violencia, esto no es ganadería. Y si la ganadería contemporánea, exhaustiva, industrial, es esto, que vaya la policía, que cierre las plantas, que libere a los animales y que meta en la cárcel a los responsables de por vida, porque lo merecen, porque han perdido cualquier noción de justicia.

O, como diría Kurtz en «El corazón de las tinieblas»: «Exterminate the brutes!!».

Porque… ¿quién es la bestia?

Ficha técnica«Terrícolas» es un documental que causa pesadillas. Quizás constituya la más dura crítica que se ha lanzado contra el ser humano y por eso verlo es un reto. A lo largo de su hora y media de duración, el espectador sentirá el impulso de apagar el televisor en no pocas ocasiones y sólo algunos valientes conseguirán visionarlo en su totalidad.

El tema de la película es el maltrato hacia los animales. Cientos de imágenes violentas se suceden en la pantalla: quemaduras,  mutilaciones, golpes y por supuesto matanzas. Las peores crueldades que se pueda imaginar encuentran su lugar en «Terrícolas». El dolor, el sufrimiento, la agonía de todos esos animales, producen en el espectador sentimientos de ira, impotencia, culpabilidad, angustia y unas incontenibles ganas de llorar.

Según se anuncia en la propia película, las imágenes reflejan la práctica cotidiana en las industrias alimentaria, textil y farmacéutica, aunque, ciertamente, cuesta creerlo. Que la muerte de los animales sea necesaria para una dieta carnívora resulta algo obvio, pero lo innecesario es la tortura, y precisamente es eso lo que «Terrícolas» documenta.

Sádicos o sin escrúpulos

Podría establecerse una distinción entre las personas que en la película infligen tales daños a los animales. Por una parte, el sádico, que sería aquél que disfruta causando dolor. El sádico se muestra apasionado y lleva a cabo todas esas crueldades por propia iniciativa. Quizás su oficio sea el de matancero, pero en su ejercicio trasciende los límites y se embarca en una guerra personal.

Por otra parte, tendríamos a personas sin escrúpulos, y aquí englobaríamos tanto a las que torturan directamente como a las que establecen los sistemas para que esa tortura sea efectiva. El dinero es el motor de estas personas.

Aprovechar el espacio al máximo, sin escrúpulos, implica -por ejemplo- hacinar a los animales. Hacinar en una nave a miles de reses implica -a su vez- cortarles los cuernos, castrarlas, etc. Hacerlo sin anestesia es mucho más barato que hacerlo con anestesia. Como se ve, el dolor ajeno, el respeto por los animales, no tienen ningún lugar en esta fórmula de mínima inversión – máximo beneficio.

Se ve a muchas personas sin escrúpulos en el documental, pero únicamente a quienes, por mandato superior, torturan como parte de un proceso industrial: no se ve a aquellos que fijan los pasos de ese proceso.

Espectadores y consumidores

Los espectadores, como consumidores de todo tipo de productos de origen animal, son cómplices de estas torturas y así queda dicho en la película. Se recalca una y otra vez que éstas son las prácticas habituales en la industria y que el hecho de desconocerlas no supone que no se produzcan.

El discurso de «Terrícolas», aunque quisiera ser neutral, es en realidad apasionado. Se percibe en el guión no sólo la indignación por estas vejaciones, sino el rencor hacia una sociedad compuesta por irresponsables que financian la actividad de sádicos y de personas sin escrúpulos. El documental es un puñetazo en la boca del espectador. Está editado sin ninguna piedad, no deja un momento de respiro, de tal modo que tras la primera media hora uno está deseando que termine, para poder volver a la cómoda ignorancia. Pero ya es demasiado tarde.

Y lo negamos. Nos resistimos a creer que las sociedades estén en manos de sádicos y de personas sin escrúpulos. Confiamos en que las autoridades, elegidas por nosotros, habrán establecido normas que impidan la tortura animal -¿cómo no van a establecerlas?-. Pero la película ni siquiera deja esa escapatoria. Nos señala, todo el tiempo, nosotros tenemos la culpa.

Ganado

Recordemos que el ser humano ha sido ganadero desde los tiempos del Neolítico, ha domesticado a los animales para obtener su propio beneficio, para aprovechar los recursos que le brindan, pero esta relación no siempre se ha basado (y queremos pensar que, aún hoy, no siempre se basa) en la violencia. Los seres humanos han alimentado y cuidado a los animales a lo largo de la Historia, les han proporcionado unas condiciones de vida más cómodas que las que ofrece el estado salvaje, y éste ha sido el modo de «ganárselos» (la etimología del término «ganado» es evidente: proviene de «ganar»).

Para las vacas, por ejemplo, pastar durante toda su vida en un terreno amplio y rico, libre de depredadores, habitado por miembros de su familia, dormir bajo techo, trashumar según la estación, ser asistidas en el parto, curadas de enfermedades, etcétera, es una situación muy cómoda que bien vale la pena aceptar. Para el ganadero tradicional, sus reses son su vida. Cuanto mejor las cuide, más leche producirán, más sanas estarán, mejor carne, mejor descendencia… Matar a una res se hace concienzudamente, en su momento y del mejor modo posible: existe una relación íntima entre el ganadero y su ganado.

«Terrícolas» muestra el horror de la violencia, esto no es ganadería. Y si la ganadería contemporánea, exhaustiva, industrial, es esto, que vaya la policía, que cierre las plantas, que libere a los animales y que meta en la cárcel a los responsables de por vida, porque lo merecen, porque han perdido cualquier noción de justicia.

O, como diría Kurtz en «El corazón de las tinieblas»: «Exterminate the brutes!!».

Porque… ¿quién es la bestia?

Ficha técnica

 

Bertsolari

En el marco del Festival Internacional de Cine de San Sebastián se ha presentado la película documental «Bertsolari», del director vasco Asier Altuna, que se estrenará el próximo día    14 de octubre en las salas comerciales.

«Bertsolari» se adentra en el fenómeno conocido como «Bertsolarismo», una práctica artística tradicional en el País Vasco que consiste en la improvisación de versos de acuerdo a unas reglas de rima y métrica concretas. La película profundiza en la vida de los bertsolaris, en sus motivaciones y trances y culmina en uno de los concursos más importantes de la Historia, el celebrado en el año 2009, que reunió a 14.000 personas en la final.

Lleno de emoción, el documental plasma la cultura vasca, la representa desde dentro y consigue no sólo dar a conocer un fenómeno poco conocido fuera del País Vasco, el cual por cierto sigue vivo y fuerte a pesar de su carácter tradicional, sino también reflejar una de las dimensiones más entrañables y constructivas de esta cultura.

En el documental participan algunos de los más relevantes bertsolaris contemporáneos en activo, como Maialen Lujanbio o Joseba Zulaika.

Vivir de la luz

¿Es posible vivir sin comer ni beber nada? Recientemente se ha estrenado en España «Vivir de la luz», el primer documental para la gran pantalla del director austriaco P. A. Straubinger, en el que se pone en cuestión la doctrina denominada «Respiracionismo», que consiste en practicar un ayuno extremo y alimentarse, según sus seguidores, exclusivamente de la luz y, más concretamente, de la «energía sutil», o «Prana».

Straubinger ha investigado el asunto durante diez años, desde que viera un documental sobre Nicholas de Flüe, un místico del siglo XV que supuestamente se alimentaba de esta «Luz Divina». Para el rodaje del documental, el director viaja a través de distintos países en busca de seguidores de esta doctrina, considerada como «secta» por algunas naciones, e intenta descubrir qué hay de verdad en todo ello. A tal fin, somete la cuestión a estudios científicos, cuyos resultados hablan de los límites de la Ciencia, puesto que no encuentran evidencia alguna de engaño.

 

 

Zeitgeist

Ayer se cumplían diez años desde que el World Trade Center de Nueva York fuera arrasado por las explosiones del «11-S». Todas las cadenas de televisión emitieron reportajes especiales sobre el asunto, como era de esperar, pero ninguna -que nosotros sepamos- hizo mención al documental «Zeitgeist», que aborda el tema desde una perspectiva, cuando menos, llamativa. Se trata de una película dirigida en el año 2007 por Peter Joseph (seudónimo), un cineasta y activista social estadounidense que se ha granjeado las peores críticas y acusaciones desde infinidad de foros.

«Zeitgeist», en uno de sus capítulos -«Todo el mundo es un escenario»-, acusa directamente al Gobierno de Estados Unidos de haber cometido los atentados del 11-S. No es que el Gobierno no reaccionara a tiempo, o que no activara los mecanismos de prevención adecuados, sino que, según Joseph, colocó bombas en el subsuelo de las Torres Gemelas, serró las columnas y orquestó la colisión de los aviones.

La hipótesis parece descabellada. Por muy rentable que haya resultado el 11-S para la Administración estadounidense -en términos de economía y política internacional-, cualquiera en su sano juicio negaría lavinculación con los atentados. Es impensable que un Gobierno demócrata asesine a miles de sus ciudadanos con el fin de invadir uno o varios países.

No obstante, el discurso de Zeitgeist hace que la explicación oficial se tambalee. Las declaraciones de testigos presenciales corroboran explosiones sucesivas en los edificios, independientes de las de los aviones. Los arquitectos que diseñaron las Torres aseguran que éstas habrían soportado la colisión, no de uno, sino de ocho aviones antes de derrumbarse. Expertos en demoliciones muestran columnas serradas en el lugar de los hechos y explican que la caída de los edificios corresponde exactamente a una demolición controlada. Un profesor de Física encontró restos de un explosivo denominado «Termita» entre los escombros. Antiguos miembros del FBI, bomberos, trabajadores de las empresas alojadas y un sinfín de entrevistados convierten la hipótesis en verosímil.

Hay que ser muy cauto en estos casos. La total adhesión a una u otra explicación puede convertirse en una forma de fundamentalismo. Los documentales se pueden manipular, la Historia nos muestra decenas de casos en los que esto ha sucedido. Y por supuesto, la opinión pública también puede ser manipulada, las ideas contrarias pueden silenciarse. También hay que decir que Zeitgeist no es sólo una película polémica -por lo pronto son tres-, sino que además es un movimiento cultural alineado con las ideas del no menos polémico Jacque Fresco, autodenominado ingeniero social. Así que cautela.

Os invitamos a ver el documental, con reservas. Está disponible en Google Video.

Inside Job

Las cifras son alarmantes. 20 billones de dólares en pérdidas. Diez millones de personas sin empleo. De un plumazo.

«Inside job», o más concretamente, su director Charles Ferguson, se erige en portavoz de los reprimidos y engañados, esto es, de -según él- más de un 80 por ciento de la población mundial. Reprimidos por un sistema económico que no nos otorga voz y engañados por nuestros dirigentes, los contribuyentes no podemos hacer más que mirar atónitos y -como mucho- patalear. Los grandes centros financieros están dominados -siempre según él- por narcisistas avariciosos y drogodependientes que carecen de cualquier escrúpulo. Han robado a manos llenas y cuando el saco ha tocado a su fin -en esta crisis que en 2008 comienza-, le han pedido al pueblo que lo vuelva a rellenar. Pero lo peor es que se han asegurado una posición junto al saco, para cuando vuelva a estar lleno.

Lo cierto es que los entrevistados son de primer nivel en este documental. Altos ejecutivos de las más importantes firmas financieras, el Presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, catedráticos de Universidad, miembros del Fondo Monetario Internacional, políticos, periodistas… A muchos de ellos se los denomina en el documental «ingenieros de las finanzas» pero, a diferencia de los ingenieros de verdad, éstos  «exclusivamente construyen sueños». Muchos se defienden a dentelladas de las incisivas preguntas. Se quedan sin respuesta, se enrabietan. Otros, simplemente, se niegan a participar.

El documental propone no sólo que devuelvan el dinero que descaradamente han robado, sino que en lo sucesivo se impongan por ley medidas de regulación financiera, de modo que no vuelva a formarse otra burbuja. Es un documental combativo, bien fundado y argumentado, especializado pero divulgativo, y descorazonador aunque animado. Es polémico y casi subversivo, pero ha ganado el Oscar a Mejor Documental.

Así que, aunque sólo sea por asistir a un espectáculo de funambulismo, merece la pena verlo.

Crazy Horse

Frederick Wiseman es uno de los documentalistas más relevantes del mundo. Con 39 producciones a sus espaldas, en las que explora qué es eso a lo que llamamos «ser humano», ahora vuelve a la gran pantalla con «Crazy Horse», un documental que refleja el día a día en el popular club nocturno parisino. La aproximación de Wiseman es antropológica, practica un estudio del cuerpo humano y de todo lo que le rodea, retrata a las bailarinas como personas totalmente entregadas a su trabajo y sitúa al cabaret en el mismo contexto -al mismo nivel podría decirse- que otras representaciones escénicas, como el ballet o el teatro. De hecho, «Crazy Horse» llega a los cines precedido de «La danse», película en la que Wiseman plasmaba el mundo del Ballet de la Ópera de París.

Wiseman es considerado como uno de los mayores exponentes del «Cinéma Vérité», pero él niega esta asociación. Él se considera director de cine, ni siquiera documentalista. Para él, no debería existir esta distinción (director de cine vs. documentalista) y el término «Cinéma Vérité» sería algo pomposo y vacío de sentido.

La Antropología de los últimos tiempos ha prestado especial atención al cuerpo humano. Si se analiza adecuadamente, el cuerpo habla de la persona, de su tiempo y de su cultura. Wiseman, quizás intuitivamente, lleva décadas contribuyendo a este análisis. Por ello, se le ha denominado «el antropólogo profundo del cine americano» (The Guardian).

«Crazy Horse» se presenta ahora en el Festival de Venecia y vendrá al de San Sebastián, que se celebra del 16 al 24 de septiembre.

AULES. Capítulo 2: «CULTIVAR»

Segundo capítulo de la serie documental «Aules», un recorrido por distintos centros educativos del Principado de Asturias que ensayan diversos modelos de enseñanza. Un catálogo de buenas prácticas educativas. En este capítulo, visitamos el Colegio Público «Clarín» y nos adentramos en su cultura «bio».
Cliente: Laboral Centro de Arte y Creación Industrial.

 

Signs of the CityCiudad de Signos

Serie documental de producción propia en la que recorremos distintas ciudades europeas de la mano de artistas que viven en ellas.

Aporta una perspectiva innovadora, la del músico que habla de los sonidos característicos de su ciudad, por ejemplo, o de su ambiente nocturno; la del pintor que guía nuestra mirada hacia los colores o las luces de la ciudad; la del fotógrafo, que nos habla de las costumbres de sus gentes; la del arquitecto, que nos muestra sus edificios y construcciones características…

Un viaje apasionante, una excursión a las profundidades del pueblo,  una proyección de la ciudad vista por sí misma.

«El hombre que viaja y no conoce todavía la ciudad que le espera al cabo del camino, se pregunta cómo será el palacio real, el cuartel, el molino, el teatro, el bazar. En cada ciudad del imperio cada edificio es diferente y esta dispuesto en un orden distinto; pero apenas el forastero llega a la ciudad desconocida y echa la mirada sobre aquel racimo de pagodas y  desvanes y cuchitriles, siguiendo la maraña de canales, huertos, basurales, de pronto distingue cuáles son los palacios de los príncipes, cuáles los templos de los grandes sacerdotes, la posada, la prisión, el barrio de los lupanares. Así —dice alguien— se confirma la hipótesis de que cada hombre lleva en la mente una ciudad hecha sólo de diferencias, una ciudad sin figuras y sin forma, y las ciudades particulares la rellenan».

Italo Calvino: «Las ciudades invisibles»

AULES. Capítulo 3: «ACTUAR»

Tercer capítulo de la serie documental «Aules», un recorrido por distintos centros educativos del Principado de Asturias que ensayan diversos modelos de enseñanza. Un catálogo de buenas prácticas educativas.
En este capítulo visitamos la Escuela Superior de Arte Dramático de Gijón y mostramos algunas de las disciplinas que allí se abordan: Educación corporal, de la voz, esgrima, dirección de escena…
Cliente: Laboral Centro de Arte y Creación Industrial