El agua, los sueños y Bruce Lee
Si hay algo por lo que Bruce Lee merece ser recordado, 39 años después de su muerte, no es por su dominio de las Artes Marciales, aunque esta idea resulte sorprendente. Claro que fue un luchador asombroso, qué duda cabe, pero sus aportaciones trascienden los puñetazos y las patadas y los gestos y filigranas que tan famoso le hicieron.
Bruce Lee estudió Filosofía, y esto es -en según qué círculos- bastante desconocido. Su padre era Primer Actor de Ópera china y él creció en un ambiente relativamente culto, vinculado a las artes. Desde bebé, participó en el rodaje de películas, pero tampoco deberíamos recordarle por su faceta de actor, ni aún por la de cineasta -que también lo fue-. Bruce Lee debería ser recordado por su capacidad para transformar los sueños en realidad.
El agua
Utilizar ningún camino como camino. Tener ninguna limitación como limitación.
Éste fue su lema, y le sirvió. Lee abogó por un modo de vida, por una manera de pensar y de conducirse en la que el individuo no se ciñera a una estructura preconcebida, sino que -desde la honestidad, desde la sabiduría- se dejara fluir libremente.
Decía que expresar la verdad interna de una manera honesta es lo más difícil de todo. Uno puede fácilmente dejarse llevar por la vanidad y así ofrecer (ofrecerse) una imagen que no sea acorde con la realidad. O bien circunscribirse sin criterio a los principios impuestos por una tradición, con lo que cada estímulo tendrá una respuesta prescrita y la libertad del individuo quedará mermada. Pero ir más allá -de la tradición, de la vanidad, de la estructura-, es lo complicado.
A Bruce Lee le molestaba el estereotipo del chino que plasmaban las películas de Hollywood. Con sus Non La, o sombreros cónicos, y su actitud servil, los chinos del cine poco tenían que ver con los reales. Él rechazó numerosos papeles de este corte para recrear, después, el cine, a su imagen y semejanza. Películas en las que la violencia no era gratuita, sino que estaba -desde su punto de vista- justificada. Películas en las que los protagonistas no volaban, sino que las luchas eran -aunque magistrales- verosímiles. Y películas en las que intentaba dar a conocer una filosofía basada en la honestidad, en el conocimiento y en la superación personal.
Los sueños
Y lo del callejón es mentira. No le mataron a traición, ni nada parecido. Bruce Lee murió en la cama, con 32 años. Quizás se machacó demasiado, es posible. O quizás -los seguidores de su doctrina preferimos verlo así- Bruce, en aquel momento, soñó con evaporarse.
Las conexiones uterinas
“Estoy conectada con mi útero y sé cuándo voy a sangrar”… Esta frase martillea mi cabeza con fuerza. ¿Qué significa eso de la conexión con el útero? ¿Soy menos mujer por no sentir esa conexión?
Algunas mujeres aseguran que la mala relación que tenemos con la menstruación es por culpa del hombre. ¡Cómo no! Que la menstruación es una renovación. Que el cuerpo se limpia con el sangrado menstrual. Que no hay que usar compresas, ni tampones, porque son creaciones del hombre para hacernos sentir inferiores. ¿Cómo? Hay que estar muy frustrada para decir estas cosas.
Yo soy mujer. Menstrúo y no me siento inferior al hombre en nada. Ningún hombre de mi entorno me ha hecho sentir diferente por menstruar. Sin embargo, reconozco que el tabú existe.
Simone de Beauvoir, en su libro “El segundo sexo”, recopiló una gran variedad de creencias en torno a la regla:
- Paraliza las actividades sociales.
- Agría la leche y las cremas.
- Corta la mayonesa.
- Avinagra el vino.
- Impide la fermentación de la sidra.
- Posee poderes maléficos.
- Marchita las flores.
- Si mantiene relaciones durante la menstruación, el varón se vuelve estéril.
Estos son algunos ejemplos de los mitos que rodean a la menstruación. Lo más sangrante es lo que dice la Biblia al respecto:
“Quien toque a una mujer durante sus 7 días de impureza, será impuro”.
La Biblia también prohíbe todo contacto con mujeres que tengan el período. Así, condena tanto a hombres como a mujeres “a ser extirpados de entre su pueblo”. ¡Toma ya!
Las leyes de Manú (según el Hinduísmo, Manú es el antepasado de toda la humanidad), son aún mucho más severas:
“La sabiduría, la energía, la fuerza vital de un hombre que se acerque a una mujer con las excrecencias menstruales, perecen para siempre”.
¡Qué barbaridad!. Entre unos y otras, es para desquiciarse…
Volvamos a la recopilación de Beauvoir. Analicemos cada uno de los puntos:
- Paraliza las actividades sociales. ¿Por qué? ¿Acaso el sangrado femenino salpica a todos los de alrededor? Ni que fuera un aspersor. Pero, si esto es cierto, seguro que la mano del hombre se esconde detrás.
- Agría la leche y las cremas. ¿Por qué? ¿Hay alguna posibilidad de que gotas de sangre vayan a caer dentro de la botella de leche o en el cazo? En ese caso, se les daría color, ¿no? Pero, si es cierto, la culpa, sin duda alguna, es del hombre.
- Corta la mayonesa. ¿Qué sentido tiene esto? Lo único que se me ocurre es que, debido al sangrado, la mujer esté débil y coja con menos fuerza y energía la varilla con la que hace la mayonesa. Pero lo más probable, es que el huevo (de gallina) esté frío (¿?). Pero, si se corta por la presencia de una mujer en plena regla, seguro que es por culpa del hombre (podría haberla hecho él).
- Avinagra el vino. Hasta donde yo sé, la fermentación acética es la que avinagra el vino. Y -hasta donde yo sé- la bacteria Acetobacter (es la bacteria que transforma el alcohol en ácido acético), no forma parte de la menstruación de la mujer. Pero puedo estar equivocada. Y, si lo estoy, sin duda, es por culpa del hombre.
- Posee poderes maléficos. Ya lo creo. Como que si no tienes la regla (en época fértil), en nueve meses tendrás un dolor de cabeza para el resto de tu vida. Y esto sí es por culpa del hombre, ¿no?
- Marchita las flores. ¡Caray! Esto sí es maléfico de verdad. O eso, o que no has regado la planta y por eso se ha marchitado. La culpa, nuevamente, del hombre (debería haber estado atento).
- Si mantiene relaciones durante la menstruación, el varón se vuelve estéril. Bueno, ¡esto es una mentira cochina! ¡El hombre no menstrúa! Eso lo sabe todo el mundo (incluidos varones). ¿Quién tiene la culpa? ¡Exacto! ¡El hombre!
Según la Biblia, tenemos una madre, Eva, salida, por supuesto, de la costilla de Adán. Segundona en el plano creacionista. Y, además, pecadora. Vamos, que según eso, todos somos unos hijos de puta. Además fue condenada a parir con dolor por librepensadora. María, la madre cristiana, ya estaba advertida y, lista ella, no pecó. Pero sí parió (¿con dolor?). Todo un misterio.
El llamado “feminismo de igualdad”, perdió su norte cuando creyó que lo peor del patriarcado era que las mujeres no pudiéramos acceder al trabajo remunerado, al derecho al voto, al poder político y económico. La emancipación de la mujer no sólo es económica. La liberación femenina -y masculina- es un camino hacia nuestro interior. A asumir, y no a negar, nuestra propia biología y nuestras emociones.
El ser humano necesita una madre sexual, feliz en su propio cuerpo, y capaz de sentir placer al concebirle, gestarle, parirle, amamantarle y abrazarle.
“Estoy conectada con mi útero…”
Mi problema es que tengo dos úteros. ¿Con cuál de ellos debería comunicarme? ¿Debería comunicarme con los dos? ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Con una conexión en red? Puede que mi conexión falle por la membrana que separa mis úteros. Aunque, si se diera, ¿cómo sabré cuándo la comunicación es con el derecho o con el izquierdo? Porque, claro, ellos -mis úteros- no saben su posición en mi cuerpo. Aunque, si lo supieran, me preguntarían ¿tu derecha o la mía? ¡Qué lío!
Y la culpa de esto la tiene, primero, mi padre que, como hombre, me hizo con dos úteros. Después, el ginecólogo que, asombrado, me dijo que tenía una anomalía. ¿Anomalía? ¡Qué coño! ¡Soy una privilegiada! Para anomalía tu cara, que un ojo mira a Sevilla y el otro a Cuenca.
Soy feliz con mis dos úteros, a pesar de no estar conectada a ellos. A pesar de que mi sangrado menstrual siempre me pilla fuera de casa y por sorpresa (a traición). No siento sobre mis órganos la pesada carga de siglos de rechazo al sangrado de la mujer. En definitiva, ni la Iglesia ni el hombre hacen que me sienta culpable por el hecho de sangrar cada 28 días (más o menos). Y mucho menos, unas mujeres que teniendo su útero “en red” marcan –ellas sí- esas diferencias que, siendo biológicas, parecen estigmas.
Nota:
En Facebook, hay un grupo (antes abierto, ahora cerrado), de mujeres que mantienen conexión con sus úteros. Éste es el enlace (que sepáis que la cruz que aparece está pintada con sangre de menstruación):
Agujetas
Le pedí a mi Dios
que le aliviara al mundo la duquela
que a mí me duele me duele
ay prima cómo me duele
y a Dios le pido llorando
que perdone y no condene
que perdone
Instrucciones para una revolución no violenta
La indignación crece en España y -si queremos mejorar la situación- tenemos que organizarnos. Todos sabemos que ya hay muchas acciones en marcha, protestas de todo tipo, pero quienes acudimos a la última gran manifestación (la del 19 de julio) pudimos comprobar que aún hay mucha desunión entre los ciudadanos. Los funcionarios por su paga extra, los mineros por la extinción del sector, los médicos por la sobrecarga, parados, estafados por las preferentes, republicanos, sindicalistas, jubilados, lesbianas… Cada uno protesta por lo suyo. Y se echa en falta un lema común, uno que nos una a todos, que nos dé fuerza y que sirva para resolver el fondo del problema.
«Basta de recortes» es un lema muy flojillo, estaremos de acuerdo. Y «la próxima visita será con dinamita» es un órdago a la grande, que no resulta nada creíble.
Hay otros eslóganes graciosos, pero que son meramente anecdóticos, como el «Que se jodan» de la Fabra. Pero si hubiera que elegir un eslogan, uno que nos uniera a todos, un mensaje que fuera realmente decisivo, cargado de verdad y que mirara el problema directamente a los ojos, éste podría ser «Hay alternativas». Porque las hay. Porque todos sabemos que las hay.
Soberanía popular
Lo que está en juego es la soberanía popular. El Gobierno, democráticamente elegido, está contradiciendo punto por punto sus promesas. Y, en este proceso, está desmantelando el Estado de bienestar. Si el pueblo se levanta y dice «no» -¡no lo desmanteles!-, el Gobierno debe hacer caso. Punto. Las medidas que han emprendido los gobernantes son tan decisivas para el futuro de España -y están tan lejos de lo prometido- que, si no se llevan a cabo con el apoyo popular, pueden considerarse dictatoriales (¡si al menos convocaran un referendum!).
Y frente a una dictadura, hay que actuar decidida, organizada y enérgicamente. No queremos la guerra. Repetimos: NO queremos la guerra. NO queremos violencia. NO queremos retroceder 80 años y volver a matarnos entre primos. Pero NO vamos a tolerar que se nos estafe, que se nos engañe, que se nos ningunee. Somos el pueblo, España es una democracia: somos los soberanos, haced lo que os decimos. Punto.
¿Qué alternativas?
Pues las que indican los expertos. Sociólogos, politólogos, economistas de todo tipo, estamos hartos de escucharlos por la radio. No los «expertos» que están en el Gobierno, sino los que están en Universidades. Ellos, los de las Universidades, no tienen los intereses económicos que pueden tener los políticos de primera línea. Ellos no están comprados.
Ellos, los expertos de las Universidades, han redactado libros como «Hay alternativas» o «Lo que España necesita«, en los que dejan muy claro cómo deberíamos hacer las cosas para recuperarnos de ésta. Y precisamente proponen todo lo contrario a lo que se está haciendo.
La necesidad de una revolución (no violenta)
Pero la movilización popular es fundamental para conseguirlo, los mismos expertos lo dicen. Debemos reivindicar nuestra condición de soberanos porque, si no, estamos perdidos. Y la revolución debe hacerse desde ya, de manera no violenta. No se trata -sólo- de salir un día a la calle con pancartas -o de mandar twits a mansalva-, sino de poner en marcha una estrategia que posibilite un cambio real. Los objetivos están sobre la mesa, vamos a por ellos. Ordenadamente.
Instrucciones para una revolución no violenta
Y aquí llega el documental que os proponemos. Se trata de un acercamiento a la vida y obra de Gene Sharp, titulado «Cómo empezar una revolución» y emitido por «Documentos TV» en enero de 2012. Sharp es un filósofo estadounidense que ha dedicado su carrera a promover la lucha no violenta, a favor de pueblos oprimidos y en contra de regímenes tiránicos. Su libro «De la dictadura a la democracia» proporciona las claves para el éxito de las movilizaciones populares, éxito que queda demostrado en su aplicación a los casos de numerosos países, como Birmania o Australia.
El documental ofrece una panorámica muy interesante y esperanzadora sobre las ideas de este nonagenario escritor y nosotros creemos que es responsabilidad de todos los españoles acercarse a ellas. Para luego hacer nuestro propio balance. Para saber en qué medida debemos, queremos y podemos colaborar.
No sabemos qué difusión tendrá este artículo, pero vamos a proponeros una iniciativa (aparte de la de ver el documental). Sharp resalta la importancia de utilizar un único color en las manifestaciones, una ropa que nos iguale a todos, un atuendo que cree espíritu de grupo. En las últimas manifestaciones, los profesores iban de verde, los médicos con bata blanca, los demás funcionarios de negro… Unámonos. Creemos una revolución blanca, tan fácil y tan simple. Todos tenemos en casa una camiseta blanca. Todos podemos ponernos una. Llevar a las manifestaciones otras dos o tres, para repartirlas entre nuestros acompañantes. E incluso organizar un fondo para comprar muchas y distribuirlas entre los demás manifestantes.
Es un paso pequeño. Es un paso simbólico. Pero es un paso.