Ave Phoenix
Joaquín Phoenix es uno de los rostros conocidos de Hollywood. Para ubicarlo, diremos que actuó, por ejemplo, en Gladiator, en el papel de Comodo. Y en otras muchas películas más.
En 2010 salía a la luz «I’m still here» (Aún estoy aquí), dirigida por Casey Affleck. Se trata de un (¿falso?) documental centrado en la vida privada del actor. En principio, documenta un año en la carrera de Phoenix, durante el cual éste decide abandonar el cine y dedicarse a cantar y componer rap. Se deja crecer el pelo y la barba, se deja crecer la tripa y se abandona a la imposible tarea de triunfar -sin talento- en un mundo que, a pesar de la celebridad ganada en su trayectoria como actor, le cierra las puertas.
Si la película documentara la realidad, el espectador podría asistir al derrumbamiento de una estrella. Es una historia de traición, de avaricia, de falsa percepción propia, de excesos, decepciones, de público linchamiento, de corrupción, de falta de respeto… Phoenix encarna al mediocre en plena caída.
La altura relativa
Claro que, si viéramos a un genio tambalearse de este modo, el choque sería traumático, pero Joaquín Phoenix no es tan grande. Está bien, ha ganado un Globo de Oro en 2005 y ha sido nominado un par de veces a los Oscar. Tiene experiencia en la interpretación -fue «niño actor»- y se le vincula a ciertos movimientos de activismo social, pero no se le puede considerar una figura de primer nivel intelectual -un Leonardo-, y ni siquiera de primer nivel dramático -un Chaplin-. Es un rostro conocido, y poco más.
Así las cosas, no sorprende tanto que Phoenix se abandone a las drogas, que descuide su higiene, que padezca delirios de grandeza, que alterne con prostitutas, que despilfarre o que se arruine. Cuántos casos parecidos conocemos. Su propio hermano murió de sobredosis.
Mercadotecnia
Pero, al parecer, el documental es falso. Se trata del «papel de su vida», según el director. Según Phoenix, lo que pretendían era «hacer un film que explorara la libertad, la relación entre los medios de comunicación, sus consumidores, y las propias celebridades».
Todo es falso, dicen: ensayan el guión, hacen distintas tomas y «meten en el ajo» a amigos suyos, a gente del mundillo. Pero bien podría ser real, Joaquín. Bien podrías haberte dejado grabar en la intimidad, haberte emborrachado de fama y ahora querer remedarlo, diciendo que todo es mentira. La mercadotecnia es así.
En cualquier caso, la imagen que en general se tiene de la vida privada de la fauna urbana de Hollywood no dista mucho de la proyectada en la película (por algo será). Podemos encontrar referencias no sólo en casos sonados -¡Marilyn!-, sino también en las propias películas de la Factoría –Hurlyburly, Four Rooms…-
Se dice que toda ficción tiene algo de documental y todo documental, algo de ficción. En este caso, como en todos, queda al espectador la tarea de decidir en qué medida convergen.
De cambios y climas
En muy raras ocasiones se produce un fenómeno como el que vamos a describir. Se trata de algo muy interesante para los apasionados del documental, porque demuestra claramente que este género informativo ha alcanzado una posición en la sociedad difícil de superar.
En el año 2007, la Academia de los Oscar concedía el galardón a Mejor Documental a «Una verdad incómoda», del director estadounidense Davis Guggenheim. Como es bien sabido, el documental muestra al antiguo Vice-Presidente de los Estados Unidos, Al Gore, en su actividad divulgativa a propósito del cambio climático.
«Una verdad incómoda» propone una perspectiva sobre las conflictivas relaciones «seres humanos- medioambiente», explota las cualidades de Gore como orador -como político, como humorista- y muestra la documentación de manera muy gráfica y sencilla.
Tratamiento
No obstante, la sensación que queda, después de verlo, es la de haber asistido a una conferencia de este señor. Es decir, en el documental sólo resuena una voz, la suya: nadie más habla. Para hacerlo un poco más llevadero -y distinguirlo de un vídeo promocional puro-, Gore cuenta algunos sucesos autobiográficos y explica sus motivaciones personales. Pero, en todo momento, él es la estrella y si alguien dice algo, es a través de sus labios.
Vaya por delante que no nos consideramos expertos -ni mucho menos- en Meteorología, y que esta crítica no puede -por ello mismo- arrojar luz sobre la veracidad de los datos expuestos en el documental. Sin embargo, hablaremos acerca del tratamiento de la información, en contraste con otro documental sobre el mismo tema: «La gran mentira del calentamiento global».
Este segundo documental, dirigido por el británico Martin Durkin para Channel 4, sostiene que el cambio climático no se está produciendo por causa del ser humano. «¡Qué descabellado!» -dice uno inmediatamente-. De hecho, la reacción automática es de rechazo frontal. Probablemente, pensaremos que «hay quien se empeña en negar la evidencia», o bien que «el documental ha sido producido por una línea dura» de capitalistas carentes de escrúpulos.
Pero si conseguimos apartar nuestros prejuicios por un momento y seguimos prestándole atención, veremos que el documental no está hecho por aficionados «ultras», sino por periodistas profesionales. Descubriremos que los entrevistados no son lunáticos, sino reputados científicos en activo. Y que no proponen talar los árboles, contaminar los ríos, o llenar el mar con residuos nucleares. Ni siquiera niegan que el planeta se esté calentando. Simplemente dicen que las emisiones de CO2 de nuestras fábricas y coches no son las responsables de ese calentamiento.
No desvelaremos más datos sobre la película, porque merece ser vista, pero hemos de decir que el tratamiento de la información en «La gran mentira…» es mucho más serio que en «Una verdad…».
El mero hecho de dejar hablar libremente a científicos de distintas disciplinas, provenientes del MIT, del Observatorio Internacional del Ártico, de la Asociación Americana de la Meteorología, o de darle voz al co-fundador de Greenpeace – cuando habla en contra del fundamentalismo de la organización- supone un ejercicio del periodismo mucho más riguroso que el practicado en «Una verdad incómoda».
Diálogo
Paradójicamente, ha calado tan hondo lo que Durkin denomina «la teoría del cambio climático antropogénico» que las corrientes políticas de izquierda, los mayores defensores -teóricos- de la libertad de expresión, se han echado las manos a la cabeza al ver este documental y han protestado contra lo que consideran «desinformación», «propaganda» o «manipulación». Se acusa a los entrevistados de estar a sueldo de las multinacionales y al director de sesgar los datos. Los mismos entrevistados niegan esta asociación en el documental y reivindican su condición de científicos imparciales.
Sea como fuere, ambos documentales parecen honestos. Tanto Gore (y Guggenheim) como Durkin y los científicos entrevistados aparentemente creen en lo que están diciendo, no mienten en sus afirmaciones. Simplemente, lo que sucede es que no están de acuerdo entre sí.
Y ésta es la grandeza del documental como género. Constituye la herramienta contemporánea para dialogar con la sociedad. La utilizan tanto los altos mandatarios como los científicos para decirle al mundo: «mirad, no estamos de acuerdo en esto». Y se hace de un modo desapasionado, desde los hechos; se contextualiza, se desmenuza la realidad.
En un momento en que parlamentos, informativos y otros foros de expresión adolecen seriamente de esta ponderación y de esta voluntad de entendimiento, que el documental se erija en unidad mínima de comunicación es un gran orgullo y un motivo de satisfacción para todos los que, de una manera u otra, tenemos que ver con ello. Aunque sólo sea como espectadores.
Contacto: Alejandro Díaz
Entrevista en audio a Alejandro Díaz, uno de los encargados de seleccionar las películas que se proyectarán en la 49ª edición del Festival Internacional de Cine de Gijón, que se celebra desde el día 18 al 26 de noviembre de 2011 e incluye decenas de proyecciones en varias sedes, exposiciones y otras actividades, como ciclos de cine en los Centros Municipales Integrados.
En la entrevista hacemos especial hincapié en los documentales que se proyectarán a lo largo de la presente edición.
Ser un ser humano
Acaba de estrenarse la serie documental «Ser un ser humano», una coproducción de siete escuelas de Cine de distintas partes del mundo: La Universidad de Magdalena (Colombia), el Instituto de Cine de Madrid, el City College de la Universidad de Nueva York, el Instituto de Cine y Televisión de India, el Red Sea Institute of Cinematic Arts, de Jordania, y la Universidad de Auckland, Nueva Zelanda, con el liderazgo de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba).
La serie aborda seis temas que consideran esenciales para comprender las diferencias y las similitudes entre los seres humanos: el amor, la cultura, el sustento, la fe, el miedo y la esperanza. Cada uno de estos temas se trata en uno de los capítulos de sesenta minutos de duración que componen la serie.
La factura es profesional (HD 16:9) y el proyecto ha sido íntegramente desarrollado por alumnos o graduados de estas escuelas, con la tutoría de sus profesores.
El estreno ha tenido lugar en la Casa de América de Madrid y la serie itinerará por distintos festivales de todo el mundo, antes de su difusión en canales de televisión. La UNESCO ha participado en la iniciativa y su sede de París ya ha ofrecido un pase.
Francisco Sánchez…
…Paco de Lucía.
El valor de algunos documentales se encuentra a nivel estético, cuando en ellos se incluye imágenes muy bellas, o una edición muy original, por ejemplo.
En otros, hallamos su valor a nivel conceptual: nos hacen llegar a conclusiones nuevas, o modificar nuestra perspectiva sobre algo.
Pero existe otro tipo de documentales, que no destacan a ninguno de estos dos niveles -ni estético, ni conceptual- y que son igual de valiosos que los anteriores. Se trata de los documentales que destacan, precisamente, a nivel documental.
«Francisco Sánchez, Paco de Lucía» es uno de estos documentales. Sus imágenes no son especialmente llamativas, no aspira a innovar en aproximaciones, ni narrativas -de hecho no se ha proyectado en cines, sino que ha sido concebido para la televisión-. Pero consigue esa magia inaccesible que a veces se esconde tras la verdad de las cosas.
No en vano, a este tipo de películas -a éstas que hablan de «lo que pasa en realidad»- se las denomina «Documentales». Son más «documento» que cualquier otra cosa: más «documento» que «Arte» -aunque haya entre ellas verdaderas obras maestras-. Más «documento» que «entretenimiento» -aunque muchos documentales sean muy amenos. Y más «documento» que «reflexión» -aunque algunos documentales cambien literalmente el modo de pensar de millones de personas-.
Sin documento, sin testimonio, no hay documental.
«Yo me alejo de todo lo que me recuerde a Paco de Lucía» – dice Francisco Sánchez-. Y es cierto. En la hora y media que dura la película, el espectador puede constatar que el guitarrista es una persona solitaria, sencilla, muy trabajadora y celosa de su intimidad. Es la primera -y probablemente la única- vez que permite a un equipo de grabación acercarse de este modo a su vida cotidiana y a su modo de obrar. Y por eso, tratándose de Paco de Lucía, Maestro incuestionable, Grande de todos los tiempos, Mito viviente, Artista universal, la cinta adquiere más valor documental -si cabe- que otras piezas de museo.
BabiesBebés
Todo el mundo adora a los bebés. Son graciosos, juguetones, torpones y muy tiernos. Son traviesos y curiosos. Pendencieros y aguerridos. Son frágiles, vulnerables… Pero, sobre todo, son nuevos, frescos, a estrenar.
«Babies» es esa clase de documental que, cuando uno lo ve, piensa: «¿por qué no se me habrá ocurrido a mí hacerlo?». Está abocado al éxito desde su origen, no sólo de taquilla, sino de crítica y público. Y su atractivo radica en su extrema sencillez: seguir a cuatro recién nacidos, de distintos lugares del planeta, durante su primer año de vida.
Dirigido y grabado en su gran mayoría por el francés Thomas Balmès, «Babies» se estrenó hace pocos meses en España. La idea que lo originó es en realidad de su productor, Alain Chabat, que llevaba más de diez años pensando en el proyecto.
Las localizaciones elegidas para grabar son lo más contrastado posible: Namibia, Japón, Mongolia y California. Porque, con el pretexto de los bebés, el documental en realidad aborda los grandes temas, los que de verdad tienen interés. Genética frente a cultura. Desigualdad social. Revisión de supuestos. Conflictos, coaliciones. Aprendizaje. Y juego.
Es, en palabras de su productor, «la más grande pequeña historia de todos los tiempos».
Contacto: Jesús Hernández
Entrevista en audio a Jesús Hernández, Director de la Oficina Media Desk Spain, encargada de asesorar, ofrecer información y asistir a los profesionales del Cine, la Televisión, las Nuevas Tecnologías y en general el sector audiovisual en relación al Programa MEDIA de la Unión Europea.
El programa MEDIA constituye la gran ayuda europea al Cine. Prácticamente todas las grandes producciones cinematográficas europeas cuentan de un modo u otro con la participación del Programa y su trayectoria abarca ya dos décadas en el tiempo.
En esta entrevista, Jesús Hernández no sólo nos habla de MEDIA, sino también del Cine español, el europeo y el estadounidense y abordamos temas como el modelo de cine subvencionado frente al modelo íntegramente privado, el cine de autor frente al cine espectáculo, la situación actual del sector audiovisual y el papel de las televisiones autonómicas.
Privatizar
Cuando se recurre a un tratamiento mediante electro-shock, se pretende que el paciente renuncie a su conducta perniciosa, a sus trastocados valores y a su memoria, en último término, con el fin de reconstruirlo desde la nada, de hacerle -al fin- «entrar en razón». Esta metáfora es en la que se apoya la escritora Naomi Klein para sostener que los grandes dirigentes de hoy -políticos, económicos…- operan con las sociedades de un modo semejante. En un estado de crisis [de shock]- declara- el ciudadano renuncia a sus valores y es más propenso a aceptar atentados contra sus derechos.
Los directores ingleses Michael Winterbottom y Mat Whitecross llevan a la gran pantalla en «La doctrina del shock» las ideas de la popular pensadora canadiense. Este documental de ritmo -quizás demasiado- acelerado, plantea que la intención de estos gobernantes es la de conducirnos a la privatización absoluta, en concordancia con las ideas del profesor de la Escuela de Chicago Milton Friedman.
Esta total privatización, tendría como consecuencia un capitalismo despiadado que no corregiría en absoluto las desigualdades económicas. Y produciría sistemas sociales que se desentenderían de las víctimas de catástrofes naturales, por ejemplo, y que no velarían por los derechos a la vivienda, a la educación, o a la atención médica de sus ciudadanos. Nada descabellado, parece.
«La doctrina del shock» aporta ejemplos históricos precisos de este devenir. Construye un discurso coherente y arroja un mensaje optimista que incita a la acción popular. Pero está claramente alineado en el sentido de los movimientos antiglobalización y eso ha de restarle influencia entre aquellos espectadores posicionados en el otro sentido.
El debate entre lo público y lo privado ha causado varias guerras, no es nuevo, y no se resolverá fácilmente. El modelo marxista fracasó con las dictaduras soviéticas y el modelo smithiano ha demostrado sobradamente su incapacidad para distribuir calidad de vida entre las mayorías. A falta de un sistema perfecto, se impone utilizar el sentido común. Podrían plantearse algunas cuestiones básicas, a partir de las cuales construir un modelo: ¿qué es mejor, un sistema con jueces públicos, o uno con jueces privados? ¿Un sistema que garantice la atención sanitaria, o uno que lo supedite al poder adquisitivo? ¿Un ejercito privado, o uno público? ¿Un sistema educativo indiscriminado, o uno discriminatorio?
Pero quizás la pregunta más inquietante que este documental suscita en el espectador sea: «Si el Estado deja todas sus competencias en manos de empresas privadas, ¿de qué sirve el Estado?»
Theroux el bravo
Con su cara de mosquita muerta y su enjuta condición física, Louis Theroux no suscita ningún miedo. Quizás compasión, simpatía o -como mucho- ternura, pero miedo no, de ninguna manera. No obstante, cuando empieza a lanzar preguntas, todo el mundo se pone en guardia.
Theroux, por si no lo conocen, es un periodista de la BBC que siempre acaba metiéndose en algún fregado. Graba documentales por todo el mundo en busca de respuestas a cuestiones que podrían parecer obvias pero que, según dónde se planteen, llegan a producir escaras. Por ejemplo, cuando un fundamentalista religioso exhibe una pancarta con la fotografía de la Princesa Diana de Gales, en la que se lee «Puta Real en el Infierno», Theroux pregunta: «¿No crees que eso es un poco ofensivo?.
El tipo de periodismo que practica Theroux ha venido en denominarse «Periodismo Gonzo», aunque quizás este término le reste dignidad a la práctica. La característica del género es su no propensión a la objetividad periodística (porque no la reconoce), sino a una subjetividad honesta. Por ese motivo, en los documentales de Theroux, todo lo que se narra, se narra a través de sus ojos. A él le suceden las cosas, él es la noticia y todo lo demás está alrededor. Sus gestos, sus tropiezos, sus carreras, son la esencia del documental.
Se trata de un periodismo muy ameno y valioso. Ameno porque se basa en el esquema clásico del «pez fuera del agua»: Theroux intentando desenvolverse en ambientes extraños para él; los nativos intentando guiarle en sus complejos códigos de conducta…
Valioso porque la «Observación participante» (término mucho más noble para el trabajo de Theroux) es una técnica reconocida en la Antropología Social y Cultural y arraigada en la Sociología del Conocimiento, que proporciona no sólo información acerca de la cultura objeto de estudio, sino también -y muy especialmente- acerca del proceso mismo de enculturación. Es investigación pura.
Ley y desorden en Lagos
Theroux, además, es un valiente. Pregunta lo que debe preguntar, a quien debe preguntarlo y cuando debe preguntarlo. Y si la respuesta no es satisfactoria, vuelve a preguntar. Y no crean que los lugares que visita son centros de recreo.
Una de sus series, por ejemplo, se llama «Ley y desorden en…» En el capítulo que dedica a Lagos (Nigeria), se granjea la enemistad tanto de las Fuerzas oficiales [del desorden], como de las Fuerzas oficiosas. Paramilitares y mafia en Nigeria contra Louis Theroux, ahí es nada. Y él tan campante.
Pregunta a los comerciantes callejeros si son extorsionados de algún modo, y lo hace en presencia del extorsionador. Y ellos: «No, no, de ningún modo, no, qué va, ¿extorsión? ¿qué es eso?…». Le pregunta al extorsionador, al virrey local, que cuáles son sus funciones, que qué hace por el pueblo al que extorsiona. Al mafioso le falta silbar, nada más, para evitar la pregunta, tal es su entusiasmo. Y Theroux es lo suficientemente hábil como para ser guiado y escoltado por ellos.
Sin duda, vale la pena acercarse al trabajo de este carismático personaje. En un mundo en que los periodistas mueren cada día simplemente por acudir, que uno vuelva a casa ileso, tantas veces, merece ser celebrado.
La pesadilla de Darwin
Se trata de un documental dirigido por el austriaco Hubert Sauper y rodado en Tanzania, a las orillas del Lago Victoria.
Con una superficie de casi 70.000 kilómetros cuadrados, el Victoria es el segundo lago más grande del mundo (después del Lago Superior, situado entre Canadá y Estados Unidos). Las poblaciones que lo circundan basan por completo su economía en él, muy especialmente en la pesca y comercialización de perca del Nilo, una especie no autóctona, sino -según el documental- introducida en el lago pocos años atrás con propósitos científicos. Debido a su gran tamaño y a su inusitada voracidad, la perca del Nilo se ha convertido en la dueña del Lago, acabando en su desarrollo con cientos de especies que la precedieron.
Partiendo de este ejemplo evolutivo, en el que se hace patente la supervivencia del más fuerte, «La pesadilla de Darwin» se adentra en la vida de los habitantes de la zona. Un empresario, un guarda de seguridad, transportistas, pescadores, prostitutas y niños de la calle son los principales protagonistas de la película. El entrevistador, desde una perspectiva extrañada, indaga en la estructura social, en los modos de vida, y se detiene en aquello que le llama la atención, de una manera natural, preguntando casi con inocencia. Por ejemplo, cuando ve que el tráfico de aviones con destino a Europa -cargados de pescado- es muy frecuente, pregunta: «¿Y qué traen los aviones cuando vienen desde Europa?»
La respuesta a esa pregunta, como se verá, es «la muerte». Porque la vida del Lago -que incluye tanto a las especies que lo habitan como a las personas que pueblan sus alrededores- se va, poco a poco, lejos de allí. De este modo, en un bello ejercicio poético, se ve cómo la perca no sólo se está comiendo a los peces más pequeños, sino también a las personas.
El documental contiene imágenes épicas. La del guarda de seguridad mostrando su arco y sus flechas envenenadas. La del harapiento trabajador de ese vertedero convertido en freiduría. La de los niños abalanzándose sobre una olla de arroz o inconscientes, tras inhalar pegamento. Pero, sobre todo, la de la prostituta cantando mientras el piloto ruso se burla de ella, en un gesto de fiereza y rebeldía que reivindica la dignidad y la convierte en himno.
Pero los débiles mueren, para mayor vergüenza de Europa.