«Contra el tiempo» en los Goya

“Contra el tiempo”, película dirigida por el periodista José Manuel Serrano Cueto y producida por Carlos Taillefer (Utopía Films) ha sido nominada para competir en los Premios Goya 2013 en la categoría de Mejor Película Documental. El documental rinde un sincero y emotivo homenaje a los actores de reparto del cine español. 

La nominación es especialmente significativa para los productores de «Contra el tiempo», ya que la película no ha contado con ningún tipo de ayuda pública o de patrocinio privado, a pesar de lo cual ha gozado de gran aceptación en los festivales españoles, como el Festival de Cine Español de Málaga de 2012 -donde se presentó-, «Alcances», de Cádiz, o los festivales de Sitges, Huelva y Almería.

Será el próximo 17 de febrero cuando se sepa si «Contra el tiempo» se alza como mejor documental en los Goya, premio que en la pasada edición recayó sobre la película de Coixet a propósito del juez Garzón.

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Paraplejia mental

Hay un capítulo de los Simpson («Le encanta volar», 19×1) en el que Homer acepta a un tal Colby Kraus como asesor, como terapeuta, o algo así. Este gurú le ayuda a superar sus complejos, los de Homer, mediante el uso, en todo lugar y momento, de los zapatos que el propio Homer utiliza en la bolera. El Homer-de-la-bolera es un tipo seguro, competente, querido y respetado. Kraus quiere que Homer, fuera de la bolera, siga siendo un tipo seguro, competente, querido y respetado.

Lo consigue, Kraus, durante algún tiempo, y esto se comprueba al ver la cara de satisfacción de Marge después de una apasionada noche de sexo con su marido, siempre calzado, claro, incluso en la cama.

El inconsciente, ese hijo de puta

Luis Cencillo de Pineda, antropólogo, psicólogo, filósofo, escritor, erudito investigador, decía con frecuencia -según personas de su entorno más íntimo- que «el inconsciente es muy hijo de puta». Lo retrataba -al inconsciente- como esa realidad que está siempre controlando, sin que nos demos cuenta, nuestras conductas, a través de deseos, miedos, complejos, delirios… A través de nuestras emociones más profundas. Innatas, unas. Construidas, otras.

El siglo del Yo

Así, hoy os traemos una serie documental producida por la BBC en el año 2002 con el título genérico de «El siglo del Yo«. Son cuatro capítulos, de una hora cada uno, en los que se profundiza en temas tan cercanos para nosotros como la manipulación de eso a lo que se ha denominado «las masas», es decir, la manipulación que nosotros, como masa, sufrimos. Control absoluto sobre la sociedad a través de la propaganda. Qué sentir, qué creer, qué hacer o decir, todo viene, según el documental, dirigido por una élite poderosa que se encuentra en el origen de la información que consumimos. Élite ésta a la que el documental pone nombre y apellidos. Caras. Fechas. Y élite, además, a la que entrevista con profusión.

Se puede recorrer, desde que Freud hablara sobre esas pulsiones inconscientes, el camino que trazaron los manipuladores globales: eso hace el documental, señalar momentos históricos, acciones concretas, que demuestran que la conspiración existe, que los esfuerzos por controlarnos han sido muchos… y efectivos.

Despotismo ilustrado

Porque si en el individuo subyacen pasiones que ni él mismo reconoce, las agencias que se ocupan del orden social deberían tener en cuenta esas pasiones y regularlas, canalizarlas en un derrotero común, por el bien de todos. O eso pensaban estos clarividentes déspotas. Ya Macchiavello puso las cosas en su sitio: «Los hombres juzgan más con los ojos que con la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos pueden comprender lo que ven». Y así es. El hombre culto es aquél que está preparado para juzgar con criterio. El inculto se deja llevar por lo que parece evidente.

El debate es largo, extenso, delicado y peligroso. ¿Es la democracia, como sistema de gobierno, algo legítimo? Alguien que no conoce cómo funciona el sistema, ¿está capacitado para decidir sobre él? ¿Es el sufragio una verdadera herramienta de control? ¿De quién? ¿Del pueblo sobre los gobernantes? ¿O de las élites sobre «las masas»?

De todo esto habla el documental.

Universo propaganda

Y desgraciadamente no podemos analizar la serie completa, todo lo que en ella se apunta, pero podemos asegurar que es un documento de primer nivel, dirigido a aquellos que aún quieren hacer el esfuerzo de pensar con libertad. Los «medios de comunicación de masas» nos han convertido en «masas», y conviene darse cuenta de ello lo antes posible, ahora, mientras aún podamos. Y podemos -todavía- porque ha surgido un nuevo medio de comunicación que ya no es tanto «de masas», como «entre individuos»: Internet. Pero también en Internet se deja sentir el influjo de los grandes manipuladores. También en Internet rigen los mismos principios, la asociación irracional, la simplicidad de los mensajes, la imitación, lo insidioso. Y los pensadores del pueblo, nosotros, los que no tenemos a nuestra disposición grandes herramientas propagandísticas, los que queremos haceros pensar, a vosotros, a los que consideramos nuestros iguales -en lugar de haceros tragar más de lo mismo-, tenemos todo en nuestra contra. Porque el propio sistema se ocupa de hacernos aparecer como una amenaza. Porque demandamos esfuerzo a una población habituada a ser cómodamente manipulada. Porque casi nadie lee este texto hasta aquí.

Falsa democracia, consumismo, prosperidad vacía, existencia esquizofrénica… Creemos que los temas son lo suficientemente importantes como para divulgarlos. Y creemos que vosotros también los reconoceréis así.

Para concluir, os planteamos un último interrogante, a modo de ejemplo: ¿Por qué las drogas siguen estando prohibidas, en su uso recreativo? Su consumo, su posesión, su tráfico. Si nos atrae lo prohibido -y esto se sabe- y conseguir lo prohibido implica un esfuerzo -el de ocultarse, el de desenvolverse entre forajidos, el de pagar-, quizás haya alguien interesado en que consumamos drogas, pero también en que no estén a nuestro alcance inmediato. Para mantenernos ocupados. Para que nos sintamos realizados tras su obtención (qué traviesos, nosotros, qué listillos). Y para que la recompensa a nuestro «saltarse las reglas» sea una buena dosis de incapacidad, de paraplejia mental, de inmovilidad inducida, que siempre viene bien. Pensad sobre ello.

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 1

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 2

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 3

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 4

Habitantes

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudedad, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad. (Declaración Universal de Derechos Humanos. Artículo 25.1)

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos. (Constitución Española. Artículo 47)

Dice una de las entrevistadas que solo tomando el Derecho Humano a la Vivienda como punto de partida esencial podremos elaborar una política de vivienda que rompa con el paradigma actual. Un paradigma que se caracteriza, según ella misma, por tener -de un lado- a cientos de miles de familias en la calle y -del otro- millones de pisos vacíos.

Tiene razón.

En los juegos de naipes, la cosa está clara: la carta más alta, gana. Y en el mundo de las leyes sucede lo mismo: la ley más alta, gana. Por eso no todas las leyes -ni todos los tribunales- tienen la misma posición en la jerarquía. La Constitución está arriba, es nuestra norma más importante, y todas las demás están por debajo. Del mismo modo, el Tribunal Constitucional está en la cúspide de la judicatura, y todos los demás se someten a él.

Porque sucede con las leyes algo curioso: que no se pueden contradecir entre sí. Es una regla lógica: todas deben ser coherentes unas con otras. ¿Y en caso de duda? Pues sí, en caso de duda, la más alta, gana.

Sucede además otra cosa con las leyes, y es que tienen algo a lo que se ha llamado «espíritu». Como en las personas, el «espíritu» de las leyes no se puede ver, no se puede tocar ni oler, pero se puede intuir. Y ese «espíritu» es al final el que debe guiar las interpretaciones de la Ley. Pero ahora lo veréis más claro, con el ejemplo que os hemos preparado.

Espíritu, principios y normas

Nuestra Constitución, ya en el preámbulo -pero también en su Artículo 10- abraza la Declaración Universal de Derechos Humanos. De hecho, dice que «las normas relativas a derechos fundamentales […] se interpretarán de conformidad» con dicha Declaración.

Recordemos algo obvio: que los Derechos Humanos son aplicables a cualquier humano, por el hecho de serlo. Y teniendo en cuenta que nuestra Constitución -la española- reconoce esos derechos, podemos concluir que la Declaración de Derechos Humanos -en España- tiene valor de Ley. No una ley cualquiera, sino la más importante, la que está por encima de todas.

Si ése es el espíritu de nuestra Constitución, si esos son nuestros principios fundamentales, ninguna ley española debería contradecir ese espíritu. Y si el Derecho a una vivienda digna está allí contemplado, podemos concluir que ninguna ley que se interponga en el cumplimiento de este Derecho es válida. Ninguna.

Órdago

Así que, con la Constitución en la mano, podemos lanzar un órdago a la grande. Sin miedo. Porque nuestras cartas son las más altas, es imposible que perdamos.

¿Y si nuestro contrincante saca la carta de la Ley Orgánica? Da igual: ganamos. ¿Y la carta del Decreto Ley? Pues ganamos por goleada. ¿Y si recurre a las demás normas, a contratos, a sentencias, o a la mismísima carta a los Reyes Magos? Pues da igual: nuestro órdago prosperará.

Porque no se ha legislado para que todos tengamos una vivienda digna, sino para que todos tengamos el derecho a comprar una vivienda. ¿Y si no podemos comprar ninguna vivienda? Pues a la calle.

Visto así, el panorama cambia. Cualquier acción encaminada a despojarnos de nuestras viviendas, sin realojarnos en una digna, es ilegal. Porque -recordemos- nuestra Ley es la más importante, nuestra Ley gana.

Pero es que, además, desahuciarnos para dejar nuestro apartamento vacío va más allá de la ilegalidad: es una inmoralidad. Y eso no se puede permitir.

PAH

Por lo tanto, la famosa PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) está reivindicando que se cumpla la Ley, nada más. Y de paso, que volvamos a la moral que nos legitima como pueblo, a los principios que nos rigen, al espíritu que nos alienta.

Es un nombre horroroso, PAH. Hubiera sido mejor «Colectivo Vivienda» o simplemente «Habitantes». Porque quizás no todos estemos «afectados por la hipoteca» -de hecho, muchos no podemos siquiera pensar en que nos concedan una hipoteca-, pero todos somos «habitantes», todos necesitamos un techo para guarecernos de este frío. Y todos tenemos derecho a él. Por humanos.

El documental

Es correcto. Alineado, como es lógico, con el colectivo (y por tanto con la Constitución Española), ofrece una panorámica coral de este fenómeno, en la que se escuchan voces cualificadas -un juez, un notario…-, pero en la que sobre todo resuena un trágico aullido de miseria compartida, de injusticia asentada, de pánico.

Es nuestro aullido, el de las víctimas… Bien arropado.

La voluntad de contar

Como homenaje a la fotografía documental en España, el «Espacio Fundación Telefónica» (Madrid) acoge hasta el próximo 30 de enero la exposición titulada «La voluntad de contar», un recorrido por la obra de diversos fotógrafos españoles de renombre, como Alberto García-Alix, Ramón Masats o Cristina García Rodero, durante el cual se profundiza en la relación mundo-cámara-fotógrafo y en la función social del Arte y de los medios de comunicación.

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Concejo abierto

La mirada de Tierravoz -ya lo habíamos dicho- es limpia, es honesta, es constructiva. Carmen y César (sus promotores) son nuestros amigos, así que nuestro apoyo a su trabajo se presupone, pero no vamos a tirar de emoción fraternal, sino de argumentos, para defender su obra «Concejo abierto», la cual acaba de ser -a nuestro entender merecidamente- premiada en el Festival de Cine de Gijón.

Lo universal en lo local

Una de las tareas más difíciles para el director de documentales es la de escoger el tema a tratar (y la perspectiva). Los buenos temas, los bien escogidos, ejemplifican dilemas universales a través de hechos particulares. Da lo mismo dónde hayas nacido, o dónde vivas: «Concejo abierto» habla de ti. Habla de lo que no tienes, de lo que podrías tener y por tanto, habla de lo que eres y de lo que podrías (o incluso pudieras querer) ser.

En concreto, «Concejo abierto» se acerca a los vecinos de Madarcos,  un pueblo de la provincia de Madrid en el que sus menos de 100 habitantes han tomado las riendas de la administración local. Es pura Democracia participativa: el pueblo gobernando al pueblo. Y por ese motivo, el tema es tan candente que afecta tanto al Presidente de la Unión Europea como al último habitante del planeta, en un momento, además, en que a nivel global se está cuestionando -y atacando con fiereza- las bases del actual sistema socio-económico.

Casos de éxito

Así que, partiendo del ejemplo, del caso de éxito, Carmen y César critican lo depauperado del sistema vigente, sin mencionarlo. Es tanto lo que se puede criticar y condenar -y de hecho se critica y se condena, desde múltiples tribunas- al sistema, que centrarse en retratar sus múltiples injusticias no tiene apenas mérito. Lo difícil es dirigir la mirada a lo otro, a lo bueno, y no por desconocimiento de lo uno -de lo malo-, sino por elección moral.

Es muy inteligente «Concejo abierto». Esperanzador, real, actual, puro.

Y desnudo

Como las grandes obras. Carente de efectos y alejado de efectismos, nada hay de superfluo en este corto documental, ni un plano. Desde el árbol con el que da comienzo -grabado en detalle, en armonía, en un ejercicio poético de gran belleza-, hasta el árbol con el que concluye la pieza y se ilustra la cita de uno de nuestros más grandes historiadores (y etnógrafos) de todos los tiempos: Julio Caro Baroja. Nada es accidental. Todo está hilado, minuciosamente seleccionado y abordado desde la más absoluta pobreza de medios. Es la razón -y la poesía- la que se abre camino por sí sola: no hace falta 3D.

Conexiones

Pero es que, además, «Concejo abierto» es un trabajo que Tierravoz le regala al mundo. Y para eso lo comparte en Internet, lo licencia mediante Creative Commons y lo imbrica en 100jours.org, una iniciativa que durante los primeros meses de 2012 ha publicado en la Red, gratuitamente, un documental por día.

Así que vayan desde aquí nuestro agradecimiento y nuestras más sinceras felicitaciones, no a nuestros amigos Carmen y César, sino a los fabulosos directores de esta pequeña joya documental.

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50 Festival de Cine de Gijón

Esta semana arranca la quincuagésima edición del Festival Internacional de Cine de Gijón. A pesar de los recientes cambios de directiva y de los impíos recortes presupuestarios, el Festival se mantiene -en éstas, ya sus bodas de oro- como una apuesta por la experimentación en narrativas y temáticas, un foro en el que el cine de autor no sólo tiene cabida, sino que se convierte en protagonista.

Amparados en esa máxima que dice que «toda ficción tiene algo de realidad y toda realidad tiene algo de ficción», los programadores del Festival insisten en no hacer distinción entre documentales y otras películas. De hecho, los documentales se cuelan habitualmente en su «sección oficial», compitiendo así con las demás películas por un mismo premio.

Las biografías de los directores seleccionados suelen ser -por otra parte y cuanto menos- singulares. En general, sus obras se erigen como una proyección de sus vidas, tormentosas a menudo, imbricadas además en momentos históricos y lugares que los convierten en lo que son, que les dotan de identidad. Así, por ejemplo, encontramos a la directora Hiam Abbass, palestina, con una película sobre los palestinos en Israel («Inheritance»); a Aida Begic, nacida en Sarajevo, con la película «Niños de Sarajevo»; o a Jung, con un documental animado sobre su propia adopción en Bélgica («Approved for adoption»). Los ejemplos son numerosos.

Desde esta perspectiva, los programadores ofrecen al mundo una mirada del mundo, con historias contadas por voces que se cruzan y de múltiples maneras, desde el dibujo hasta la fotografía, pasando por la novela o el cuento.

Os dejamos una entrevista a Isaac del Rivero, fundador del Festival.

Festival Internacional de Cine de Gijón – Del 16 al 24 de noviembre de 2012.

Programa

Los sueños olvidados

Hay una secuencia en la película que resulta terrible. Puede pasar desapercibida, pero sigue siendo terrible. No tiene nada que ver con el discurso principal de este precioso documental, que nos habla sobre una cueva del Sur de Francia, donde están contenidas las pinturas rupestres más antiguas -y quizás más bellas- de todo el Arte prehistórico. La terrible secuencia habla sin embargo de la vulnerabilidad del ser humano:

Lo llamaremos «el perfumista», es uno de los entrevistados en el documental. El perfumista nos explica su sistema para descubrir cuevas sepultadas. No se fija en el terreno, ni se vale de sofisticadas máquinas, sino que olisquea aquí y allá, en busca de aromas que puedan indicar que hay una gruta bajo las rocas. Este perfumista es un señor mayor, retirado, poco acostumbrado a las cámaras y también poco amigo de ellas. El perfumista, en un momento de su intervención, se queda sin palabras, mudo. Parece que sintiera que no tiene nada importante que decir. Es la humildad la que le embarga. Con sus gestos, implora que se aparte aquel artefacto de su cara, aquel testigo de su vulnerabilidad. Es el minuto 55 de la película. Herzog mantiene el plano, hasta el final.

Porque estas cosas pasan. Porque Werner Herzog busca lo humano por encima de todo, sin maquillaje, en ésa, su sencillez tan compleja. Gracias a él, descubrimos que uno de los investigadores, que ahora trabaja en la cueva, fue malabarista de circo. Descubrimos la historia detrás de la historia -detrás de la Prehistoria, si se nos permite el calambur-. La película de Herzog no habla de unas pinturas rupestres.

La identidad

Porque, aunque amanse a las fieras, la música es algo bastante humano. El Arte.

Si viajáramos por el Espacio, a otro planeta, y encontráramos allí a un ser vivo tocando la flauta (no importa que no se parezca a nosotros: puede tener forma de, no sé, de tulipán), pensaríamos que algo tenemos en común con él, ¿verdad? Algo poderoso. ¡Tocar la flauta implica tantas cosas! La sensibilidad artística, el deseo de expresarse, la técnica… Si sabes tocar la flauta, podemos congeniar.

Pues ese vínculo es precisamente el que busca -y encuentra- Herzog, con unos seres que vivieron en la Tierra hace 30 milenios. Y 30.000 años es mucho tiempo, no nos engañemos (pensemos en los últimos 50).

Los cavernícolas tocaban la flauta. Pentatónica, para más señas. Y pintaban. Y lo que pintaban era magnífico.

El legado

Y ahora seguimos empeñados en dejar testimonio de nuestro paso por la vida, como ellos. Cazamos mejor, es cierto (de hecho, cazamos tan bien, que casi se nos han acabado los animales), pero nuestro anhelo de perpetuidad permanece idéntico.

Claro que el deseo de dejar nuestro legado no es la única motivación para pintar en las paredes de las grutas (léase lienzos, photoshops y capillas sixtinas). Lo hacían, ellos, según se dice, por motivos espirituales, para atraer la caza, para alejar la catástrofe. Y esto -ese «homo spiritualis»- sigue siendo insuficiente.

El juego

Porque no se entiende el Arte sin el juego. La música -interpretarla, bailarla, componerla- es divertida; el cavernícola era un ser juguetón, un «homo ludens»: pintaba.

Los sueños

Y soñaba. Y al despertar, olvidaba sus sueños. Y si no, los estampaba en la roca.

Herzog humano sueña, y nosotros con él.

Pero cuánto durarán nuestros sueños, Werner, antes de ser olvidados.

Engórdame (que me pone)

Archiconocido es el documental «Super size me»: probablemente, el más famoso de los editados en los últimos tiempos. Pero ¿por qué ha tenido tanto éxito?

Para quienes -extrañamente- no conozcan esta película, diremos que consiste, básicamente, en ver a su presentador y director, Morgan Spurlock, engordar como un ceporro, a base de comer hamburguesas -patatas fritas y Coca Cola- durante un mes. Se propone demostrar que la «comida rápida» no es buena para la salud. Y lo consigue.

Pero intentemos responder a la pregunta…

En primer lugar, la película ha tenido éxito porque aborda un tema de especial importancia para nuestra sociedad: la obesidad. Basándose en cifras realmente alarmantes, Spurlock pone el acento en una cuestión que nos afecta a todos y que se relaciona directamente con el modelo de vida que muchos de nosotros llevamos: sedentario (pasamos más tiempo sentados que de pie), holgazán (buscamos soluciones rápidas para saciar nuestras hambres) e hiper-consumista (una tarjeta de crédito sin límite es nuestro sueño).

En segundo lugar, Spurlock se castiga, y eso da morbo. Ver a alguien destrozar su hígado -cambiar de color, de forma, de actitud- es diversión en estado puro. No en vano el «jackass» ha pasado de ser una serie de televisión a un género televisivo en sí mismo.

Y en tercer lugar, el documental demoniza a una cadena de comida rápida en concreto, McDonalds. Esto es importante, porque culpar a alguien -rico, poderoso- de un problema que en realidad es nuestro, contribuye a que no nos sintamos tan culpables por ser gordos. Nadie nos obliga a comer hamburguesas hasta reventar, nadie nos impide hacer deporte, llevar una vida sana. Y si culpamos a alguien de nuestra propia irresponsabilidad, no estamos siendo justos.

La pobreza

Pero entre todos estos mensajes más o menos frívolos, la película deja caer una reflexión interesante, y es la relación entre pobreza y consumo de comida rápida. Al parecer -y esto aún no es así en España-, para los estadounidenses resulta más barato comer en un McDonalds que comprar los alimentos frescos -especialmente verduras- y cocinarlos. Por ese motivo, se aprecia una relación entre bajo poder adquisitivo y obesidad.

Este dato suscita un buen número de interrogantes -que no detallaremos-, pero por encima de todos, arroja una pregunta: ¿Cómo es posible? ¿Cómo va a ser más barato comer en un McAuto que hacer una fabada? La respuesta sólo podemos encontrarla a nivel macroeconómico. Es posible porque las políticas agroganaderas están controladas por grandes grupos de poder que determinan los precios. No incidiremos en este tema, porque -a quien le interese- puede ver, por ejemplo, el documental Food Inc, que aborda la cuestión frontalmente, pero diremos que posiblemente éste sea el punto más interesante de todo «Super size me».

El entretenimiento

Y es entretenida, la película. Puede que no sea seria -ni ortodoxa-, que sea frívola y populista, pero, al menos, su director consigue que el espectador -ese hiperconsumista haragán sedente- se interese por algo tan importante, tan cotidiano y tan cargado de implicaciones sociales, económicas, existenciales, como su propia dieta. Durante hora y media, no más, que hoy cenamos kebab.

 

«Ai Weiwei: Never Sorry» en Madrid

«Ai WeiWei: Never Sorry» es el primer largometraje sobre el artista y activista chino de renombre internacional Ai WeiWei, quien en los últimos años ha captado la atención de todo el mundo tanto por su ambiciosa obra como por sus provocaciones políticas. Las autoridades chinas han llegado a cerrar su blog, darle una paliza, arrasar su estudio de trabajo, y hasta mantenerlo en detención secreta. La película examina esa compleja simbiosis de la práctica artística y el activismo social. La periodista y directora de cine Alison Klayman ha tenido un acceso sin precedentes al mundo interior del artista.

La película se proyectará en las TimesTalks -organizadas por The New York Times-, que tendrán lugar en Madrid entre los días 21 y 23 de septiembre.

La proyección está prevista para el sábado 22 de septiembre, a las 18.00 horas, en el Teatro Fernán Gómez (Calle de Colón, 4). Posteriormente tendrá lugar un coloquio con la directora de la película, Alison Klayman.

Informa Avalon

Más madera

El tema es complejo y delicado. Cárceles privadas.

Supongamos que somos los gerentes de una empresa estadounidense, una que se dedica a gestionar cárceles. Tenemos que mantener con vida a los reclusos -nutridos, aseados-, asegurarnos de que no escapen, y esas cosas que se hacen en las cárceles. ¿Quién nos paga por ese trabajo? Pues una parte la paga el Estado, pero no es suficiente, así que la otra parte la tenemos que buscar nosotros. Y decidimos que los presos -esos tíos grandes, fuertes y tatuados- además de comer, dormir y pelearse, van a tener que trabajar. Porque, de hecho, están obligados, por ley, a trabajar. Y nosotros, como buenos estadounidenses, cumplimos las leyes.

Entonces montamos, en la cárcel, una fábrica de algo… No sé… De botas. Para que trabajen. Para que paguen su sustento. Para cumplir la ley.

Con las botas conseguiremos no sólo tener a los presos ocupados, sino también una buena cantidad de dinero, dinero que luego invertiremos en mantener la cárcel, en llenarnos los bolsillos -dinerito, dinerito-, y en pagar (poco, lo menos posible) a nuestros forzosos trabajadores.

¿Qué pasará si hacemos unas botas muy buenas, muy bonitas y muy baratas? Pues que todo el mundo querrá comprar unas. Y entonces, nosotros, como buenos empresarios, viendo que allí hay negocio, querremos fabricar más botas, para ganar más dinero.

¿Qué necesitaremos para eso? Obviamente, más presos.

Acabamos de describir un hecho que pasa desapercibido: a muchas empresas les interesa que haya muchos presos, que haya muchas cárceles. Son mano de obra barata.

El trabajo te hará libre…

…se leía en los campos nazis de concentración. Y esto es cierto, hasta cierto punto. Para que una persona se integre en la sociedad, es fundamental que trabaje. Eso le dará seguridad, independencia, satisfacción… Y además, mirado desde un punto de vista social, el preso tiene una deuda con el resto de la sociedad: ha delinquido, ha originado dolor, problemas a los demás; tiene que pagar. Mantenerle gratis no parece una solución muy buena, aunque sea encerrado, porque encerrado, quieto, no repara el daño causado. Y tampoco se integra. Que trabaje.

Pero pensemos en las galeras. Allí, a remar, iban los presidiarios. Cuando uno moría, había que reemplazarlo por otro. Y muchas galeras (léase «muchas botas») es sinónimo de muchos presidiarios.

Sabemos cómo se hacen las cosas (tarde, mal y nunca, que se dice). Y tenemos un dato muy revelador: en Estados Unidos crece constantemente la población de reclusos. ¿Qué pasa? ¿Son más malos que nunca? ¿O podría ser que hubiera más demanda de presos que nunca?

Hospitales

En España llegamos tarde a eso de privatizarlo todo. Aunque hemos empezado con ímpetu, somos todavía novatos. No tenemos cárceles privadas, pero ya nos hemos lanzado con hospitales, colegios y sitios así. En los hospitales, por ejemplo, cuando hayamos aprendido todos los trucos, cuando la sanidad sea por fin privada, cuando esta lógica comercial que venimos describiendo se despliegue en toda su magnitud, sólo nos harán las pruebas médicas que sean rentables para la empresa contratista, no las que sean necesarias. Estaremos ingresados el tiempo justo para que nuestra estancia cause beneficios. Y si pueden ponernos a hacer macramé mientras que estamos en cama, lo harán (¿qué haces ahí tumbado?). El hecho innegable es que, como en las cárceles americanas, los beneficios determinarán el servicio.

El documental

«El negocio de las cárceles» quiere ser tan neutral, su directora se moja tan poco, que termina siendo un alegato a favor de la privatización. Por eso nos hemos centrado en los contras, porque ahora, cuando lo veáis, os daréis cuenta de lo ricos que vamos a ser todos cuando por fin consigamos vender nuestros derechos.