«Contra el tiempo» en los Goya

“Contra el tiempo”, película dirigida por el periodista José Manuel Serrano Cueto y producida por Carlos Taillefer (Utopía Films) ha sido nominada para competir en los Premios Goya 2013 en la categoría de Mejor Película Documental. El documental rinde un sincero y emotivo homenaje a los actores de reparto del cine español. 

La nominación es especialmente significativa para los productores de «Contra el tiempo», ya que la película no ha contado con ningún tipo de ayuda pública o de patrocinio privado, a pesar de lo cual ha gozado de gran aceptación en los festivales españoles, como el Festival de Cine Español de Málaga de 2012 -donde se presentó-, «Alcances», de Cádiz, o los festivales de Sitges, Huelva y Almería.

Será el próximo 17 de febrero cuando se sepa si «Contra el tiempo» se alza como mejor documental en los Goya, premio que en la pasada edición recayó sobre la película de Coixet a propósito del juez Garzón.

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Paraplejia mental

Hay un capítulo de los Simpson («Le encanta volar», 19×1) en el que Homer acepta a un tal Colby Kraus como asesor, como terapeuta, o algo así. Este gurú le ayuda a superar sus complejos, los de Homer, mediante el uso, en todo lugar y momento, de los zapatos que el propio Homer utiliza en la bolera. El Homer-de-la-bolera es un tipo seguro, competente, querido y respetado. Kraus quiere que Homer, fuera de la bolera, siga siendo un tipo seguro, competente, querido y respetado.

Lo consigue, Kraus, durante algún tiempo, y esto se comprueba al ver la cara de satisfacción de Marge después de una apasionada noche de sexo con su marido, siempre calzado, claro, incluso en la cama.

El inconsciente, ese hijo de puta

Luis Cencillo de Pineda, antropólogo, psicólogo, filósofo, escritor, erudito investigador, decía con frecuencia -según personas de su entorno más íntimo- que «el inconsciente es muy hijo de puta». Lo retrataba -al inconsciente- como esa realidad que está siempre controlando, sin que nos demos cuenta, nuestras conductas, a través de deseos, miedos, complejos, delirios… A través de nuestras emociones más profundas. Innatas, unas. Construidas, otras.

El siglo del Yo

Así, hoy os traemos una serie documental producida por la BBC en el año 2002 con el título genérico de «El siglo del Yo«. Son cuatro capítulos, de una hora cada uno, en los que se profundiza en temas tan cercanos para nosotros como la manipulación de eso a lo que se ha denominado «las masas», es decir, la manipulación que nosotros, como masa, sufrimos. Control absoluto sobre la sociedad a través de la propaganda. Qué sentir, qué creer, qué hacer o decir, todo viene, según el documental, dirigido por una élite poderosa que se encuentra en el origen de la información que consumimos. Élite ésta a la que el documental pone nombre y apellidos. Caras. Fechas. Y élite, además, a la que entrevista con profusión.

Se puede recorrer, desde que Freud hablara sobre esas pulsiones inconscientes, el camino que trazaron los manipuladores globales: eso hace el documental, señalar momentos históricos, acciones concretas, que demuestran que la conspiración existe, que los esfuerzos por controlarnos han sido muchos… y efectivos.

Despotismo ilustrado

Porque si en el individuo subyacen pasiones que ni él mismo reconoce, las agencias que se ocupan del orden social deberían tener en cuenta esas pasiones y regularlas, canalizarlas en un derrotero común, por el bien de todos. O eso pensaban estos clarividentes déspotas. Ya Macchiavello puso las cosas en su sitio: «Los hombres juzgan más con los ojos que con la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos pueden comprender lo que ven». Y así es. El hombre culto es aquél que está preparado para juzgar con criterio. El inculto se deja llevar por lo que parece evidente.

El debate es largo, extenso, delicado y peligroso. ¿Es la democracia, como sistema de gobierno, algo legítimo? Alguien que no conoce cómo funciona el sistema, ¿está capacitado para decidir sobre él? ¿Es el sufragio una verdadera herramienta de control? ¿De quién? ¿Del pueblo sobre los gobernantes? ¿O de las élites sobre «las masas»?

De todo esto habla el documental.

Universo propaganda

Y desgraciadamente no podemos analizar la serie completa, todo lo que en ella se apunta, pero podemos asegurar que es un documento de primer nivel, dirigido a aquellos que aún quieren hacer el esfuerzo de pensar con libertad. Los «medios de comunicación de masas» nos han convertido en «masas», y conviene darse cuenta de ello lo antes posible, ahora, mientras aún podamos. Y podemos -todavía- porque ha surgido un nuevo medio de comunicación que ya no es tanto «de masas», como «entre individuos»: Internet. Pero también en Internet se deja sentir el influjo de los grandes manipuladores. También en Internet rigen los mismos principios, la asociación irracional, la simplicidad de los mensajes, la imitación, lo insidioso. Y los pensadores del pueblo, nosotros, los que no tenemos a nuestra disposición grandes herramientas propagandísticas, los que queremos haceros pensar, a vosotros, a los que consideramos nuestros iguales -en lugar de haceros tragar más de lo mismo-, tenemos todo en nuestra contra. Porque el propio sistema se ocupa de hacernos aparecer como una amenaza. Porque demandamos esfuerzo a una población habituada a ser cómodamente manipulada. Porque casi nadie lee este texto hasta aquí.

Falsa democracia, consumismo, prosperidad vacía, existencia esquizofrénica… Creemos que los temas son lo suficientemente importantes como para divulgarlos. Y creemos que vosotros también los reconoceréis así.

Para concluir, os planteamos un último interrogante, a modo de ejemplo: ¿Por qué las drogas siguen estando prohibidas, en su uso recreativo? Su consumo, su posesión, su tráfico. Si nos atrae lo prohibido -y esto se sabe- y conseguir lo prohibido implica un esfuerzo -el de ocultarse, el de desenvolverse entre forajidos, el de pagar-, quizás haya alguien interesado en que consumamos drogas, pero también en que no estén a nuestro alcance inmediato. Para mantenernos ocupados. Para que nos sintamos realizados tras su obtención (qué traviesos, nosotros, qué listillos). Y para que la recompensa a nuestro «saltarse las reglas» sea una buena dosis de incapacidad, de paraplejia mental, de inmovilidad inducida, que siempre viene bien. Pensad sobre ello.

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 1

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 2

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 3

Ver «El siglo del Yo» Capítulo 4

«Ágora», de Amenábar, no es una película anticristiana

El Señor atestigua un rechazo radical de toda forma de odio y de violencia a favor de la primacía absoluta del ágape. Por tanto, si en la Historia ha habido o hay formas de violencia en nombre de Dios, no deben ser atribuidas al monoteísmo, sino a causas históricas, principalmente a los errores de los hombres. Es el olvido de Dios el que lleva a una forma de relativismo, que inevitablemente genera violencia.

(Benedicto XVI, “Fe y violencia”, 7/12/2012)

1.

En su crítica de “La dolce vita”, Pasolini argumenta cómo, según él, esa película de Fellini es católica, a pesar de las apariencias y de las opiniones que en su contra vierten el órgano del Vaticano, “L´osservatore romano”, así como personas ligadas a la Iglesia. “Soltanto delle goffe persone senza anima -come quelle che redigono l´organo del Vaticano-, soltanto i clerico-fascisti romani, soltanto i moralistici capitalisti milanesi, possono esser così ciechi da non capire che con La dolce vita si trovano davanti al più alto e al più assoluto prodotto del cattolicesimo di questi ultimi anni: per cui i dati del mondo e della società si presentano come dati eterni e immodificabili, con le loro bassezze e abbiezioni, sia pure, ma anche con la grazia sempre sospesa, pronta a discendere: anzi, quasi sempre già discesa e circolante di persona in persona, di atto in atto, di immagine in immagine.”

Sin participar de la banderiza belicosidad de Pasolini, vamos a intentar rebatir y mostrar lo contrario que lo proclamado desde los “púlpitos” más o menos oficiales del catolicismo y por parte de esos católicos que más ofendidos se han sentido por la última película de Alejandro Amenábar. Quizá no probemos nada; tómese entonces lo que sigue como una interpretación.

Se nos podría reprochar que tardemos tanto en “dar la cara” ya que la dicha película se estrenó hará ya poco más de tres años. A ello puede replicarse, por una parte, que esta sección, “El ojo de Polifemo”, tiene tan sólo algo más de un año de existencia, pero sobre todo que en ella no se trata de hacer crítica de actualidad, sino que, por el contrario, se persigue una reflexión que sólo una perspectiva dilatada en el tiempo puede proporcionar; por otra parte, y esto redunda en honor de la película en cuestión, si a pesar del tiempo transcurrido, la recordamos aún -y mucho-, ello significará que el tal filme es de calado, que no es uno más de tantísimos productos cinematográficos actuales, españoles o hollywoodenses, que se disuelven como nube de verano, más o menos insustanciales, más o menos ruidosos y molestos, pero tan efímeros como una mariposa, o, por decirlo con palabras de Jorge Manrique, que no son “sino verdura de las eras” que muy pronto ve fenecer sus días, más aún que no son “sino rocío de los prados”.

2.

Cuando se estrena en España “Ágora”, numerosas fueron las voces católicas que se alzaron en su contra, obsequiándola con el remoquete de furibundamente antirreligiosa y motejándola de tópicamente anticristiana. En mi opinión, sin embargo, dicha percepción corresponde a una visión bastante miope y a un juicio asaz somero, limitados ambos a las apariencias “más aparentes”, evitándose así el profundizar y el discurrir. Se trataría de un nuevo ejemplo de aquel inefable “lejos de nosotros, Majestad, la funesta manía de pensar”.

Ciertamente, en “Ágora”, se narra, teniendo a la Alejandría de inicios del siglo V de nuestra era -y por tanto bajo dominación romana- como decorado arquitectónico y como contexto cultural, la sustitución virulenta y cruenta del paganismo por el cristianismo, así como, posteriormente, la exclusión de la vida pública de los anatemizados judíos. En la película, ciertamente, los cristianos son presentados como tipos fanatizados, feroces e implacables, de esos que quieren ganar siempre y además ganar “como sea”, y cuya victoria representa o la eliminación intelectual del otro (asimilándoselo, aunque el asimilado lo haga por dentro a regañadientes), o su eliminación física; o, en el mejor de los casos, su marginación e incluso exclusión, o aun la expulsión. Se podría echar en cara a Amenábar el no haber presentado a cristianos bondadosos, respetuosos, tolerantes, realmente fraternales (a pesar de esos actos de ayuda respecto a los pobres, que son en realidad más estrategia socio-política y ejecución mecánica de obligaciones, a la manera farisea, que conductas realmente motivadas por la caridad), dotados de esas virtudes que debieran informar y adornar a todo cristiano. Ahora bien, ¿es esto realmente reprobable? Sólo en apariencia ya que si bien sea cierto que no aparece ni un solo cristiano santo, ni siquiera bueno, esto es ningún cristiano que sea o quiera ser cristiano en definitiva, Cristo está presente de principio a fin de la película. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo?

“Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra…Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia porque suyo es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira…” (Mateo 5, “Bienaventuranzas” o “Sermón de la montaña”).

En efecto, aunque no se le vea, Cristo está encarnado, a lo largo de la película, en muchos sufrientes, e incluso mártires, mas también y sobre todo en la propia protagonista, la filósofa Hipatia, que es personaje cristológico y que hace que este filme quede todo él tinto en cristología. ¿No es Hipatia mansa, pacífica y misericordiosa, muy limpia de corazón? ¿No llora y padece hambre y sed de justicia por padecer persecución, insultada y ultrajada como será, hasta tener que apurar las heces del martirio? No olvidemos que Cristo está en todos y cada unos de los que padecen y que el amor a Cristo desemboca necesariamente en amor al prójimo.

“Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; peregriné y me acogisteis; estaba denudo y me vestisteis… En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis” (Mateo 25, 35-40).

Recordemos que todos somos “hermanos”, no sólo los “nuestros”, sino también el samaritano, la mujer cananea e incluso el enemigo, representando esto último uno de los aspectos más escandalosos del cristianismo. Por ello, cabe presumir que Cristo diría a aquellos cristianos que tanto vociferan en Alejandría y a lo largo de la película: “Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad.” (Mateo 7, 23). Por el contrario, Hipatia “no disputará ni gritará, nadie oirá su voz en las plazas” (Mateo 12, 19). Hipatia es silencio estudioso y genésico. Mas sobre la Hipatia cristológica volveremos más adelante.

En cualquier caso es innegable que Amenábar muestra a la perfección, de manera seria y sin dramatismos superfluos, cómo una idea, o un ideal, ya sea religioso, político, racial, etc. puede imponerse desde la violencia y con la aquiescencia o cobardía de los tibios y los medrosos, esto es de la inmensa mayoría, aprovechando que la autoridad o el poder responsables de velar por la seguridad y libertad de sus súbditos o ciudadanos, hace dejación de sus obligaciones, esto es se muestra tibia también, contemporiza y, de esta manera, alimenta al monstruo hasta que el tal monstruo acabe por engullirlo todo. “Ágora” narra aquellas circunstancias históricas, sí, pero que son también las del nacionalsocialismo en la Alemania de entreguerras o las de nuestro tristísimo País Vasco actual, por citar tan sólo dos ejemplos próximos en el tiempo y que se presentan en el seno mismo de nuestra cultura, si bien no sean de índole religiosa.

En nuestra época tan cursi y tan falseadora de la historia, que erige “a toro pasado” determinados períodos de la historia como pináculos de la tolerancia, es bueno que un Amenábar agarre el toro por los cuernos y muestre cómo la coexistencia pacífica no era posible en aquella Alejandría pretérita, dado que los cristianos quieren imponer su religión, forzar a la conversión a los paganos y eliminar a quienes rechacen la cruz como única guía de sus vidas y así hasta proclamarla religión de Estado, en detrimento de las otras, condenadas a la desaparición. Se habrían de esta manera invertido los términos. Ya no serán los paganos quienes den suplicio, por ejemplo, a Santa Catalina, sino que serán, desventuradamente, los partidarios y herederos victoriosos de ésta quienes, ignorando todo del espíritu cristiano, se dediquen ahora a eliminar idólatras. Nuestro director muestra una realidad: el fanatismo. ¿Se le puede tachar de anticristiano por ello? Obviamente no; es más, presentando lo que no debiera ser, denuncia una falta y una traición al auténtico cristianismo; poniendo en evidencia lo que fue, expresa lo que no debiera haber sido y resalta, por contraste, lo que debiera ser y que se ha mancillado, tergiversado, olvidado y despreciado. Quizá alguno se sienta con autoridad para reprocharle el no haber mostrado ni un mínimo elemento positivo y esperanzador, de haber reducido a los cristianos a una turbamulta, pero es que, además de ser ello harto difícil en aquellos tiempos históricos, no puede hablarse de ocultación sino de una realidad que el director no quiere falsear. ¿Se le puede acusar de anticristiano por mostrar las conductas anticristianas de los propios cristianos? Hay más: por no mostrar a los santos, a los hombres de paz, por no hacer una hagiografía, ¿se le puede motejar de antirreligioso? Amenábar rueda una película sobre las circunstancias históricas que envuelven a Hipatia, no sobre Francisco de Asís y, en este hipotético caso mucho me temo que los mismos acusadores de hoy le censurarían por hacer una película “contra Roma” o “contra el Papa”. En cualquier caso, no es negando u ocultando una carencia o un problema o una falta cómo se alcanza una solución, sino que precisamente el percatarse de ella, definirla y acotarla es primer paso y paso necesario, si no suficiente, para no incurrir en el mismo error.

“¿Cómo callar tantas formas de violencia perpetradas también en nombre de la fe? Guerras de religión, tribunales de la Inquisición y otras formas de violación de los derechos de las personas… Es preciso que la Iglesia, de acuerdo con el Concilio Vaticano II, revise por propia iniciativa los aspectos oscuros de su historia, valorándolos a la luz de los principios del Evangelio.” (Juan Pablo II, 1994)

En definitiva, que no sólo no cabe atacar a Alejandro Amenábar, sino más bien agradecerle el que nos ayude a reflexionar y a limpiar…

3.

Los hechos narrados en la película nos remiten a la Antigüedad, a las postrimerías del poder de Roma. ¡Si no habrá diluviado desde entonces! Y desde que se quemara a Giordano Bruno, ¡si no habrá llovido a mares! Hoy en día el poder temporal del Papa es inexistente; la herejía -¿pero existe eso aún?- no es susceptible ni tan siquiera de un benévolo capón y, además y sobre todo, la cristiana es la confesión más hostigada en el mundo y así, a pesar de la escasa cobertura mediática que se da a la persecución contra los cristianos, muchos son los acosados e incluso también los martirizados por sus creencias evangélicas en países no sólo de mayorías musulmanas, sino también por parte de hindúes y de comunistas imperantes. Egipto, Irak, Siria, Sudán y Nigeria son candente y triste actualidad por cuanto aquí denunciamos, mas asimismo se debe recordar cuanto ocurre en Pakistán (con su triste “ley de la blasfemia”), la India, Vietnam y China, sin silenciar tampoco la horrenda decapitación de los monjes trapenses del Atlas a manos de la milicia fundamentalista argelina en 1996, tal y como refleja la magnífica y reciente película de Xavier Beauvois, “De dioses y hombres”.

Así, en la realidad mundial actual, los cristianos serían lo que en el mundo antiguo, cuando la religión del crucificado acabará por imponerse, fueran los paganos: unas víctimas del fanatismo, de la fe única, de la intolerancia más feroz… allí quedan, para dar fe de ello, las persecuciones y martirios de cristianos a manos de Diocleciano y tantas otras en que los victimarios eran quienes luego serían víctimas, configurándose así una rueda infernal de alternancias en un brutal toma y daca de agresiones. Hecha esta aclaración, podemos preguntarnos quiénes son, hoy en día, los “cristianos” del entonces narrado en la película, esto es quiénes son los peligrosos fanáticos. La respuesta es bien fácil: los islamistas (que no los islámicos), desde el talibán hasta el hermano musulmán, pasando por el salafista. No sólo Bin Laden y sus malhechores secuaces de Al Qaeda conminaban y apremiaban a Obama y a Sarkozy a abrazar la fe de Mahoma, sino que el coronel Gadafi, ¡en la misma Roma!, instaba a la vieja Europa a hacerse, ¡toda ella!, mahometana. Y mil un lamentables ejemplos más que no caben aquí y que le erizan a uno los cabellos.

Así pues, aun siendo el fanatismo religioso uno, puede adoptar distintos rostros y pelajes. Ahora es el turno del islamismo. Y así, qué ingenua resuena en nuestros oídos la voz del buen Ramón Lulio, desconsolado por predicar en el desierto la conversión de los sarracenos:

“Aquest es lo “Desconhort” que mestre Ramon Llull féu en sa vellesa, com viu que lo Papa ne los altres senyors del món, no volgueren metre orde en convertir los infeels, segons que ell los requerí moltes e diverses vegades… se donàs de nostra fe tan gran exalçament / que els infeels venguessen a convertiment.”

Todo occidental acepta hoy en día con total indiferencia, por otra parte, que el proselitismo no islámico está prohibido y severamente castigado en los países musulmanes. ¿Qué cristiano, actualmente, empuña o empuñaría siquiera las armas por, pongamos por caso, reconquistar el Santo Sepulcro?

“… les malheurs de la Terre Sainte. / … / Même si un homme vivait cent ans, / il ne pourrait gagner autant de gloire / qu´en allant, plein de repentir, / reconquérir le Sépulcre.”

¿Qué cristiano cree, hoy en día, que empuñándolas y teniendo la fortuna de morir en la refriega, ganará el cielo?

“On peut actuellement gagner le Paradis / facilement, grâce à Dieu! (tomando parte en la cruzada que el rey San Luis de Francia está organizando, en la que éste morirá y que será la última de la historia) /… / heureux celui qui outre-mer mourra! / … / Pour moi, pourvu que mon corps puisse sauver mon âme, / peu m´importe ce qui peut arriver, / prison, bataille, / ni de laisser femme et enfants.” (Rutebeuf, “La desputizions dou croisie et dou descroisie”, siglo XIII).

Ningún cristiano, ni siquiera los cismáticos de monseñor Lefèbvre, conceden el mínimo crédito a lo que hoy en día no podemos llamar más que locura. En el otro lado, sin embargo, son bastantes -y da la impresión de que cada vez son más- quienes no sólo la persiguen sino que incluso se vanaglorian y hacen alarde de esta creencia y de sus actos, incluyendo el acto terrorista, claro está. Amenábar pone el dedo en la llaga y nos advierte de un peligro actual, mas trasladándolo a un período en que los bestiales fanáticos éramos nosotros mismos. A esto se le llama honradez intelectual y todo cristiano debiera agradecérselo.

Abundando más en la cuestión, cabría plantearse entonces, con pesimismo, si la historia de las religiones no sería más que un sucederse de imposiciones y de violencias, hasta preguntarse si la religión lleva en sí el fanatismo, así como lo que entendemos hoy en día por totalitarismo; y si éstos no son los mensajes del propio Amenábar. Desde luego puede interpretarse de esta manera; otra visión, sin embargo, distinta y cuando menos tan válida y plausible como la anterior, sería que la película nos previene de un peligro real como pueda serlo el de un islamismo iluminado, muy musculado, dotado de una fe inquebrantable e indoblegable en su absoluta e inconmovible verdad, irredentista y dotado de arma poderosísima, como es un terrorismo de autoinmolación cuyo precedente histórico no sería otro que el de los secuaces del Viejo de la Montaña y que nos deja absolutamente a su merced.

“Quiconque aura sa vie à mespris, se rendra toujours maistre de celle d´autruy – Quienquiera que desprecie su propia vida, se hará dueño de la de los otros. (Montaigne, “Essais 1”)

Y todo ello frente a una sociedad -y una cultura- occidental, descreída, pigre, apoltronada e inerme.

Los sucios, ignorantes, barbudos, desarrapados y entrapajados cristianos toman y saquean la biblioteca de Alejandría y la convierten en muladar. ¿Qué cristiano haría hoy tal cosa? Sin embargo, ¿no es esto cuanto haría un talibán? (y a las pruebas de tantos ejemplos nos podemos remitir). A este respecto se puede recordar el chiste gráfico de Plantu en “Le Monde”, en que, tras el asesinato más arriba mencionado de aquellos trapenses sabios en la Argelia librada a la guerra civil entre el Ejército y los muhaidines, se veía a un fraile frente a un ulema; tras del monje, estanterías colmadas a reventar de volúmenes, mientras que tras del clérigo mahometano, estanterías vacías, pues eso es cuanto pretenden aquéllos que, proclamándose sus defensores, no hacen más que dar baldón permanente a su religión y a la religión en general.

4.

En un momento determinado de la película, cuando en la cúspide del enfrentamiento religioso, los paganos, viendo que llevan claramente las de perder, refugiándose tras los muros protectores de su templo del saber, que es la celebérrima biblioteca de Alejandría, se encuentran haciendo guardia, un muy raudo, portentoso y cósmico zoom out empequeñece hasta lo microscópico no sólo Alejandría y sus habitantes -ya sean gentiles, cristianos o judíos-, sino el Mare Nostrum, el planeta entero e incluso el sistema solar. ¿Quiénes somos y qué somos? Nada. Y sin embargo morimos, y lo que es peor matamos, con la convicción de ser algo, mucho, muchísimo; esa creencia es la que nutre nuestro derecho y sacrosanta obligación de acabar con el infiel y éste es siempre quien no es fiel como nosotros lo somos, a nuestra manera única e intransferible. Más de uno ha querido ver en este zoom out que concluye en plano más que general, pues en realidad es “universal”, una especie de manifiesto ateísta, o cuando menos agnosticista, en formato visual, por la imagen, por parte de Amenábar, esto es una nueva y cinematográfica “Apología de Raymond Sebond” del escéptico Montaigne, expresada en una sola toma de límites inabarcables. Quizá. Modestamente, percibo yo más bien una denuncia de nuestra vanidad, de nuestra ridícula presunción, de nuestra prepotente petulancia de rana hinchándose -y reventando- en buey. Por otra parte, no olvidemos cómo el verdadero cristiano insiste siempre en la apabullante pequeñez material del hombre… contrarrestada por el hecho de que nuestra alma participa de la naturaleza de Dios y, de esta guisa, nos hace inmortales e inconmensurables, sustrayéndonos a lo endeble y a lo pigmeo de nuestra condición. Sí, es bien cierto, pero a esta convicción se llega tras insistir y poner en evidencia lo mortal, corruptible, efímero y frágil del suspiro de nuestra existencia. Esta insignificancia en lo físico o material se ve aumentada por nuestra situación de desamparo, expuestos como estamos al sufrimiento, a la decrepitud y a la posterior desaparición, como magníficamente refleja el monólogo de Hamlet, pero también los versos de la Salve, tan certeros, tan descarnados, tan dolientes: “… los desterrados hijos de Eva… gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”. En definitiva que somos lo ínfimo y lo grandioso a la vez. Creo sinceramente que este alejamiento de vértigo por parte de la cámara de Amenábar, desde nuestra irrisoria escala hasta la abrumadora cósmica, habría hecho las delicias de Pascal, quien describiera como pocos la situación del hombre mortal entre “esos dos abismos del infinito y de la nada”.

“L´homme dans la nature est… un néant à l´égard de l´infini, un tout à l´égard du vivant, un milieu entre rien et tout. Infiniment éloigné de comprendre les extrêmes, la fin des choses et leur principe sont invinciblement cachés dans un secret impénétrable, également incapable de voir le néant d´où il est tiré, et l´infini où il est englouti.”

No en vano el pensador y físico francés aspiraba con sus “Pensées” a atraer a los hijos pródigos que abandonaron la religión y le dieron la espalda, para que volvieran a la casa del Padre.

“… era preciso hacer fiesta y alegrarse porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado.” (Parábola del hijo pródigo, Lucas 15, 32)

y “Yo os digo que en el cielo será mayor la alegría por un pecador que haga penitencia que por noventa y nueve justos que no necesitan de ella.” (Lucas 15, 7).

Los medios a los que recurre Pascal para lograr su fin no son otros que la razonada humillación de la ensoberbecida razón humana y el espanto puesto en la imaginación impresionable y generosa del hombre. Ya no recuerdo en cuál de sus “Romances”, Zorrilla, tras evocar un humilladero en el claro de un bosque, por una noche incierta y desabrida de invierno, pregunta que quién sería capaz de blasfemar en esas circunstancias. Espanto en la imaginación… Recuerdo -si bien esto no sea en definitiva más que un recuerdo personal y por tanto algo prescindible en estas reflexiones- cómo, durante mi adolescencia, durmiendo al raso en un prado de la Sierra, por una noche estival sin luna, contemplando escalofriado la bóveda nocturna, “espantado” y sobrecogido, me preguntaba si fuera posible negar la existencia de la divinidad. Algo parecido puede adivinarse en esa imagen de la película que desemboca en un estremecimiento.

Dicho esto qué duda cabe que hay en ella una gran ambigüedad. ¿Se trata de un estremecimiento emparentado con el que uno recibe extasiándose ante la Capilla Sixtina y más concretamente ante el Juicio Final y la bóveda miguelangelescas…

(“ (En) la Capilla Sixtina… es la luz de Dios la que ilumina los frescos … aquella luz que, con su potencia, vence el caos y la oscuridad para dar vida en la Creación y en la Redención, para decir, con evidencia, que el mundo no es producto de la oscuridad, del azar, del absurdo, sino que procede de una Inteligencia, de una Libertad, de un supremo acto de amor” (Benedicto XVI, 8-11-2012, en la conmemoración del quinto centenario de la Capilla Sixtina)

… o por el contrario ese estremecimiento se da precisamente ante la evidencia, o desembocando en la evidencia, de que el mundo y el Cosmos son oscuridad, azar y absurdo y de que no hay Salvación?, ¿o incluso ambas cosas a la vez?… Amenábar plantea una pregunta que atemoriza y cuya respuesta es incierta. Amenábar no adoctrina, como un Eisenstein o un Renoir, estomagantes cuando nos señalan clarísimamente, sin interpretación, desviación o ambigüedad posibles, lo que tenemos que pensar. Se ve que Amenábar cree en el libre albedrío y eso es bueno, ¿o no?

De todo lo anterior creo que se desprende meridianamente, no sólo que la película en cuestión no es plana, unívoca, adocenada, sino además que no sólo no es anticristiana, sino tampoco antirreligiosa. “Ágora” se abre al misterio, está penetrada toda ella de misterio sacro. Por otra parte digamos que Papas tan actuales como Pablo VI o Benedicto XVI demandan permanentemente interlocutores inteligentes e inquietos, no meapilas acríticos que digan amén a todo.

Ya puestos, incluso algo embalados, permítaseme seguir ejerciendo no sé bien si de abogado del diablo, a secas, o si de abogado del diablo ultracatólico. En otra secuencia de la película, mediante otro ejemplo, cinematográfico obviamente, de titánica “perspectiva de Dios” (en palabras del historiador del Arte, Miguel Etayo), a partir de un nuevo, y también vertiginoso, distanciamiento vertical de la imagen, los cristianos que transitan por entre los corredores de la biblioteca, se antojan, vistos desde tan alto y tan aplanados cenitalmente, auténticas cucarachas. Y volvemos a lo de antes: ¿es que Amenábar está explícitamente asemejando el cristiano al repugnante bicho? Sería, creo, tomar el rábano por las hojas. Lo que sí está evidenciando nuestro director es que la ignorancia y el odio nos vuelven nocivos y pestilentes, rebajándonos desde lo que debiera ser trono de la razón y afán de racionalidad (“complemento necesario de la fe”, en palabras de Benedicto XVI) a la condición de insecto de sentina y desagüe, defección palpable de esa “a imagen y semejanza de Dios”. “Ágora” es película que espeja el triste fanatismo, religioso en el caso que nos ocupa, del hombre y la desolación de la Historia.

“Es tanto el furor de sus espíritus turbados y fuera de madre que creen apaciguar a los dioses sobrepasando las crueldades de los hombres” (San Agustín, “Ciudad de Dios”, VI, 10).

5.

Ignoro si Amenábar recibió en su infancia y su adolescencia una educación cristiana, ya fuese familiar, ya fuese escolar, o ambas. Me inclinaría a pensar que sí pues en esta película suya se percibe ese aliento de cultura religiosa que -al margen de que se crea o no- configura junto con otras, el rasgo del hombre occidental; también me inclino a pensar que sí a juzgar por su edad de cuarenta años, si no voy errado, pues hace unas décadas, el laicismo aún no lo impregnaba prácticamente todo -incluso el ámbito religioso-, como sucede hoy en día.

La filósofa Hipatia es Cristo. Me explico: Hipatia persigue la Verdad, contra viento y marea. No se trata de una verdad religiosa, sino científica. Y la búsqueda de esta Verdad alienta y guía insobornablemente su existencia. Mundo, demonio y carne no la apartarán ni un ápice de la recta senda que ha tomado, a pesar y a sabiendas de que su rectitud y su empeño molestan a muchos, pues sus pasos no discurren por el “derecho” camino impuesto que pisan todos los demás, y es por ello por lo que se verá abocada indefectiblemente al martirio.

Hipatia da al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios y su dios es la ciencia. Sabe que la existencia en sociedad exige de nosotros contrahacer al menos hasta cierto punto un sometimiento y un mimetismo, que ella acata, mas que para ella son de puro carácter externo y que ni siquiera comprometen al cuerpo consciente, pues sencillamente obligan a unos rituales socialmente estereotipados. Como Cristo, Hipatia paga sus impuestos. Aun siendo, como lo es, consciente de todo ello, Hipatia, por conocer, en su honradez profesional y personal, que la auténtica libertad es la de la conciencia y que la recompensa mayor en un ser libre es precisamente el disponer de una conciencia libre, y puesto que no cree en lo que es ya la religión oficial, mas también porque sus intereses van por otros derroteros, y todo ello a pesar de saber con certeza que el aceptarla la salvaría, Hipatia, digo, rechaza en todo momento la farsa de bautizarse. Hipatia no está dispuesta a ceder en su creencia interior pues ése es el dominio de su libertad y en él cifra todo su interés vital y su auténtica fe. Ella sabe también que, de alguna manera, como buena filósofa que es, su “reino no es de este mundo”.

Hipatia es, además, de una inalienable largueza espiritual. No sólo instruirá y manumitirá a su joven esclavo, sino que, de manera absolutamente sincera, natural y espontánea, como iluminada por la Gracia, le perdonará de todo corazón la grave ofensa que le infligió. Y ello en un contexto de odio religioso en que no se excusa nada y en que el más nimio pretexto o descuido es motivo de condena y posterior ejecución.

Hipatia tiene también, como Cristo, su traidor. Cabe imaginar a un Judas ambivalente, admirador a la par que envidioso de Jesús, atraído por él y a la vez rechazándolo e incluso odiándolo. Son exactamente los sentimientos encontrados que hallamos en su joven esclavo, con la particularidad de que en el caso del esclavo el amo es ama. Él hace caudal de su ama, deslumbrado por su ciencia, pero también la desea con motivo de su belleza. Sin embargo, y de consuno, se muestra celoso de su superior inteligencia y, codiciándola, le duele sobremanera su espíritu tan libre pues él nunca podrá, no ya sólo alcanzarlo, sino rozarlo siquiera, mezquino y cobarde como es, bellaco que está permanentemente al “viva quien venza”, cediendo su independencia al fanatismo triunfante de turno. “… para fundar el imperio temporal, donde Judas espera ser uno de los amos. Es envidioso además de avaro; envidioso como todos los avaros…” (Giovanni Papini, “Historia de Cristo”: capítulo “Ha amado mucho”).

Judas traiciona a Hipatia, despojándola, besándola y restregándose licenciosa y abusivamente contra ella. Hipatia, tras ser escarnecida groseramente por aquellos execrables cristianos al igual que Cristo lo fuera por soldadesca y sayones, también entregará su alma, no crucificada sino descuartizada, sin oponer resistencia alguna, sin pleitear como Cristo mudo en el Sanedrín ante sus inicuos acusadores y luego ante el juez-prefecto romano de Judea, Poncio Pilatos. En la muerte de Hipatia está la propia muerte de Cristo, como en la de tantos otros en los que Él sufre primero y luego expira.

“Y yo, sin estar libre de pecado, no dejo de tirar piedras a mis hermanos desde mi particular juzgado, y cuando así hago, en ellos te alcanzo y te hiero a Ti (Cristo)” (Arzobispo de Oviedo, abril 2012).

Cristo se retira frecuentemente a orar, sabe de lo necesario que es el silencio y de sus virtudes genésicas, que en silencio y en el silencio, tras de morir, ya sea la semilla de sus parábolas, ya sea su propio cuerpo, se germina y se vuelve a la vida. Escuchemos de nuevo a Blaise Pascal, en sus “Pensées”:

“(l´être humain) tremblera dans la vue de ces merveilles (de la Nature); et je crois que sa curiosité se changeant en admiration, il sera même plus disposé à les contempler en silence qu´à les regarder avec présomption.”

Es el silencio respetuoso y admirado de Hipatia ante lo inmenso, lo desconocido, lo inabarcable. Es, qué duda cabe, un silencio penetrado de sacralidad.

6.

No es baladí señalar que Amenábar renunció a la producción y distribución americano-hollywoodiense para zafarse de la imposición de una historia de amor al uso que hubiera pervertido y banalizado el sentido de la película. Dejó así, él de ganar dinero, y su película, de adquirir celebridad. No se traicionó. Como su protagonista, ¿no es cierto?

Y ya para rematar la faena, y como último argumento, preguntémonos si Alejandro Amenábar busca la polémica por la polémica, si va de enfant terrible, de progre, de estrella rutilante de la gauche divine, si le agrada “salir en los papeles”, si es gratuita y dogmáticamente anticlerical, un mangiapreti, un miliciano “apiolador” de curas. La respuesta es que Amenábar no es Almodóvar.

“Encuentro unas declaraciones de Pedro Almodóvar cargando contra el papa y el conservadurismo de la Iglesia católica… (Almodóvar) pertenece a un grupo de gente previsible en el terreno de las opiniones porque trabaja para una clientela de inclinaciones sectarias con principios inalterables desde mayo del 68. Existe un automatismo irrefrenable entre la “inteligencia” izquierdista que les hace estar pendientes constantemente de lo que dicen las jerarquías católicas para así poder mostrar públicamente su oposición… (se trata) de crear espectáculo en su propio beneficio a base de disparar contra un adversario que, de antemano, ya se sabe lo que va a decir… Esta clase de pretorianos del poder intelectual izquierdoso buscan siempre la publicidad de sus inventos lanzándose sobre un adversario fácil en nuestros tiempos… El asunto no tiene la mínima emoción frente a una doctrina que manda poner la otra mejilla. Claro que una cosa muy distinta hubiera sido hace sólo un par de siglos. Ahora, casi resultan enternecedores… La imagen de campeones de la solidaridad, la tolerancia, la alianza de las civilizaciones… Vamos, lo de siempre.” (Albert Boadella, “Diarios de un francotirador”, 7 de agosto del 2009).

¡Hombre, que Amenábar es persona seria! Busca, ateniéndonos a su producción artística y a su discreción, expresar unas convicciones cinematográficas, en primer lugar, y luego unas ideas, una verdad, que es la suya, que es lo que ha de intentar todo artista. Sí, repitámoslo, como su heroína. Que no se le lapide ni descuartice (metafóricamente, claro está) desde el ultracatolicismo, que se aclare éste la vista primero para juzgar mejor después.

Habitantes

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudedad, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad. (Declaración Universal de Derechos Humanos. Artículo 25.1)

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos. (Constitución Española. Artículo 47)

Dice una de las entrevistadas que solo tomando el Derecho Humano a la Vivienda como punto de partida esencial podremos elaborar una política de vivienda que rompa con el paradigma actual. Un paradigma que se caracteriza, según ella misma, por tener -de un lado- a cientos de miles de familias en la calle y -del otro- millones de pisos vacíos.

Tiene razón.

En los juegos de naipes, la cosa está clara: la carta más alta, gana. Y en el mundo de las leyes sucede lo mismo: la ley más alta, gana. Por eso no todas las leyes -ni todos los tribunales- tienen la misma posición en la jerarquía. La Constitución está arriba, es nuestra norma más importante, y todas las demás están por debajo. Del mismo modo, el Tribunal Constitucional está en la cúspide de la judicatura, y todos los demás se someten a él.

Porque sucede con las leyes algo curioso: que no se pueden contradecir entre sí. Es una regla lógica: todas deben ser coherentes unas con otras. ¿Y en caso de duda? Pues sí, en caso de duda, la más alta, gana.

Sucede además otra cosa con las leyes, y es que tienen algo a lo que se ha llamado «espíritu». Como en las personas, el «espíritu» de las leyes no se puede ver, no se puede tocar ni oler, pero se puede intuir. Y ese «espíritu» es al final el que debe guiar las interpretaciones de la Ley. Pero ahora lo veréis más claro, con el ejemplo que os hemos preparado.

Espíritu, principios y normas

Nuestra Constitución, ya en el preámbulo -pero también en su Artículo 10- abraza la Declaración Universal de Derechos Humanos. De hecho, dice que «las normas relativas a derechos fundamentales […] se interpretarán de conformidad» con dicha Declaración.

Recordemos algo obvio: que los Derechos Humanos son aplicables a cualquier humano, por el hecho de serlo. Y teniendo en cuenta que nuestra Constitución -la española- reconoce esos derechos, podemos concluir que la Declaración de Derechos Humanos -en España- tiene valor de Ley. No una ley cualquiera, sino la más importante, la que está por encima de todas.

Si ése es el espíritu de nuestra Constitución, si esos son nuestros principios fundamentales, ninguna ley española debería contradecir ese espíritu. Y si el Derecho a una vivienda digna está allí contemplado, podemos concluir que ninguna ley que se interponga en el cumplimiento de este Derecho es válida. Ninguna.

Órdago

Así que, con la Constitución en la mano, podemos lanzar un órdago a la grande. Sin miedo. Porque nuestras cartas son las más altas, es imposible que perdamos.

¿Y si nuestro contrincante saca la carta de la Ley Orgánica? Da igual: ganamos. ¿Y la carta del Decreto Ley? Pues ganamos por goleada. ¿Y si recurre a las demás normas, a contratos, a sentencias, o a la mismísima carta a los Reyes Magos? Pues da igual: nuestro órdago prosperará.

Porque no se ha legislado para que todos tengamos una vivienda digna, sino para que todos tengamos el derecho a comprar una vivienda. ¿Y si no podemos comprar ninguna vivienda? Pues a la calle.

Visto así, el panorama cambia. Cualquier acción encaminada a despojarnos de nuestras viviendas, sin realojarnos en una digna, es ilegal. Porque -recordemos- nuestra Ley es la más importante, nuestra Ley gana.

Pero es que, además, desahuciarnos para dejar nuestro apartamento vacío va más allá de la ilegalidad: es una inmoralidad. Y eso no se puede permitir.

PAH

Por lo tanto, la famosa PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) está reivindicando que se cumpla la Ley, nada más. Y de paso, que volvamos a la moral que nos legitima como pueblo, a los principios que nos rigen, al espíritu que nos alienta.

Es un nombre horroroso, PAH. Hubiera sido mejor «Colectivo Vivienda» o simplemente «Habitantes». Porque quizás no todos estemos «afectados por la hipoteca» -de hecho, muchos no podemos siquiera pensar en que nos concedan una hipoteca-, pero todos somos «habitantes», todos necesitamos un techo para guarecernos de este frío. Y todos tenemos derecho a él. Por humanos.

El documental

Es correcto. Alineado, como es lógico, con el colectivo (y por tanto con la Constitución Española), ofrece una panorámica coral de este fenómeno, en la que se escuchan voces cualificadas -un juez, un notario…-, pero en la que sobre todo resuena un trágico aullido de miseria compartida, de injusticia asentada, de pánico.

Es nuestro aullido, el de las víctimas… Bien arropado.

Telemadrid se revuelve

Sucede con los periodistas que a veces levantan la voz. Y la voz de los periodistas, todo el mundo lo sabe, puede llegar muy lejos: es su trabajo. Cuando a la labor de los periodistas se une la de editores, grafistas, actores de doblaje, entonces la potencia de sus mensajes se multiplica.

Ayer se publicaba el vídeo que abre la página. Es una animación realizada sin duda por trabajadores de Telemadrid que, indignados, han decidido denunciar lo que a sus ojos es una tropelía, esto es, la gestión que durante los últimos años se ha efectuado de la cadena pública. Censura, nepotismo, despilfarro y- en definitiva- corrupción son los males que aquejan, según el vídeo, al Ente.

Autonómicas

El modelo de televisión pública regional está en crisis. Con las arcas vacías, la esfera política cuestiona la importancia de este servicio público frente a otros como la Sanidad o la Educación, cruda y duramente recortados en sus presupuestos. Y es que ver la tele no es tan importante como ser convenientemente operado de apendicitis.

Los recientes cambios en la Ley General de la Comunicación Audiovisual permiten además que las televisiones autonómicas externalicen toda su producción (la Ley dice textualmente que «las Comunidades Autónomas podrán acordar transformar la gestión directa del servicio en gestión indirecta, mediante la enajenación de la titularidad de la entidad prestadora del servicio»).

No se han hecho esperar, los cambios en la gestión. De hecho, desde la publicación de la nueva Ley en agosto de este año, ya tres televisiones autonómicas han decidido recurrir a este modelo de televisión pública íntegramente producida por empresas privadas. En concreto, son la televisión extremeña, la aragonesa y también (en esta misma semana se anunciaba) la balear. Y curiosamente, en los tres casos citados, la empresa adjudicataria ha sido Vértice 360º.

Modelo público-privado

En nuestro editorial titulado «De la televisión» citábamos algunos puntos que nos parecen esenciales a la hora de replantearse el estatuto de las televisiones públicas. Ahora, a la luz de este vídeo, conviene que incidamos un poco más en el modelo de producción.

Los indignados realizadores del vídeo proponen que la programación de Telemadrid sea íntegramente producida por los trabajadores de la cadena. Obviamente, si una televisión tiene recursos propios disponibles, carece de sentido que los desaproveche. Externalizar tareas que podrían ser realizadas por trabajadores internos es pagar dos veces por el mismo producto. Y hasta ahí tienen razón.

Sin embargo, lo que el vídeo parece no tener en cuenta es el hecho de que muchas televisiones autonómicas están sobredimensionadas, es decir, son mayores de lo necesario. El caso claro es el de la valenciana Canal 9, donde acaban de deshacerse de 1200 empleados. Para que os hagáis una idea de lo desproporcionado de esta cifra, diremos que la plantilla completa de TPA -la autonómica asturiana- ronda el centenar de empleados. Claro que la Comunidad Valenciana y Asturias son dos regiones bien distintas en cuanto a tamaño: el Principado cuenta con un millón de habitantes y la Comunidad Valenciana, con cinco. Pero las cifras siguen sin cuadrar.

¿Y por qué han crecido tanto algunas televisiones autonómicas? Pues la respuesta no es sencilla y no se debe a un único motivo, pero hay que tener en cuenta la componente sociohistórica: Canal 9, como Telemadrid, o la vasca, o la catalana, o la gallega, nacen en una situación bien distinta a la actual; Internet no existía (o al menos en España nadie lo usaba), la TDT tampoco, ni los operadores de cable. Y por esa razón, crecieron mucho -al igual que Telecinco o Antena 3- para cubrir una demanda que con el tiempo ha desaparecido o, mejor dicho, se ha diseminado entre la múltiple oferta televisiva. Así que ahora, ante la nueva situación -del mismo modo que ya hicieran Telecinco o Antena 3- están obligadas a redimensionarse, si quieren sobrevivir.

Las privadas, por su parte, han aunado fuerzas, han adquirido más canales -que sirven para reciclar contenidos ya emitidos-, han apostado decisivamente por Internet como vía de difusión y, en definitiva, han cambiado su modelo de negocio hasta adecuarlo a los nuevos tiempos. Porque así son las empresas, quizás despiadadas, quizás salvajemente capitalistas, pero indudablemente más flexibles (y rápidas en sus reacciones) que el Estado. Y al Estado (con sus múltiples comunidades autónomas) ahora le toca decidir cuál ha de ser el tamaño de sus televisiones públicas y qué posición deben ocupar en el tablero de juego.

Designar a una única empresa privada para que gestione íntegramente una televisión pública, a nuestro entender, es una salvajada. Sobre todo si los trabajadores que ganaron su oposición van a ser despedidos, o recontratados por la empresa adjudicataria. Pero también porque una televisión autonómica surge, entre otras cosas, para contribuir a desarrollar el tejido industrial de una región, es decir, para crear empresas, empleo, riqueza. Si solo hay una empresa beneficiada, ¿qué clase de crecimiento es aquél?

El modelo ha de ser, entendemos, diferente. Partiendo de una gestión pública de los recursos públicos, la empresa privada no puede convertirse en un convidado de piedra: tiene mucho que aportar. Y desde este modelo público-privado, las reformas estructurales de las televisiones autonómicas deberían pasar por una adecuación de la programación a las necesidades reales (no pasa nada por no emitir las 24 horas), una mayor colaboración entre distintos agentes (FORTA, FORTA), un (re-)aprovechamiento de los recursos disponibles y una ambición de excelencia como guía última de sus acciones (publicidad de las contrataciones, calidad de los contenidos, rigor de las informaciones, independencia de los periodistas…).

Pero como esto, que se sepa, no ha sucedido más que en la BBC, podemos esperar sentados.

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Cinco cámaras rotas

«Cinco cámaras rotas» es el título del documental que durante este mes de diciembre podremos ver gratuitamente en los centros municipales integrados de Gijón, gracias a la iniciativa «El documental del mes». «Cinco cámaras rotas» narra el conflicto palestino-israelí desde primera línea, a través de la historia de su director, Emad Burnat, un joven palestino aficionado a las cámaras domésticas que ve erigirse ante sus narices la valla-muro de Cisjordania y caer, una tras otra, a causa de los sucesivos ataques israelíes, no ya sólo cada una de sus cámaras, sino también a varios de sus compañeros.

Más información

Concejo abierto

La mirada de Tierravoz -ya lo habíamos dicho- es limpia, es honesta, es constructiva. Carmen y César (sus promotores) son nuestros amigos, así que nuestro apoyo a su trabajo se presupone, pero no vamos a tirar de emoción fraternal, sino de argumentos, para defender su obra «Concejo abierto», la cual acaba de ser -a nuestro entender merecidamente- premiada en el Festival de Cine de Gijón.

Lo universal en lo local

Una de las tareas más difíciles para el director de documentales es la de escoger el tema a tratar (y la perspectiva). Los buenos temas, los bien escogidos, ejemplifican dilemas universales a través de hechos particulares. Da lo mismo dónde hayas nacido, o dónde vivas: «Concejo abierto» habla de ti. Habla de lo que no tienes, de lo que podrías tener y por tanto, habla de lo que eres y de lo que podrías (o incluso pudieras querer) ser.

En concreto, «Concejo abierto» se acerca a los vecinos de Madarcos,  un pueblo de la provincia de Madrid en el que sus menos de 100 habitantes han tomado las riendas de la administración local. Es pura Democracia participativa: el pueblo gobernando al pueblo. Y por ese motivo, el tema es tan candente que afecta tanto al Presidente de la Unión Europea como al último habitante del planeta, en un momento, además, en que a nivel global se está cuestionando -y atacando con fiereza- las bases del actual sistema socio-económico.

Casos de éxito

Así que, partiendo del ejemplo, del caso de éxito, Carmen y César critican lo depauperado del sistema vigente, sin mencionarlo. Es tanto lo que se puede criticar y condenar -y de hecho se critica y se condena, desde múltiples tribunas- al sistema, que centrarse en retratar sus múltiples injusticias no tiene apenas mérito. Lo difícil es dirigir la mirada a lo otro, a lo bueno, y no por desconocimiento de lo uno -de lo malo-, sino por elección moral.

Es muy inteligente «Concejo abierto». Esperanzador, real, actual, puro.

Y desnudo

Como las grandes obras. Carente de efectos y alejado de efectismos, nada hay de superfluo en este corto documental, ni un plano. Desde el árbol con el que da comienzo -grabado en detalle, en armonía, en un ejercicio poético de gran belleza-, hasta el árbol con el que concluye la pieza y se ilustra la cita de uno de nuestros más grandes historiadores (y etnógrafos) de todos los tiempos: Julio Caro Baroja. Nada es accidental. Todo está hilado, minuciosamente seleccionado y abordado desde la más absoluta pobreza de medios. Es la razón -y la poesía- la que se abre camino por sí sola: no hace falta 3D.

Conexiones

Pero es que, además, «Concejo abierto» es un trabajo que Tierravoz le regala al mundo. Y para eso lo comparte en Internet, lo licencia mediante Creative Commons y lo imbrica en 100jours.org, una iniciativa que durante los primeros meses de 2012 ha publicado en la Red, gratuitamente, un documental por día.

Así que vayan desde aquí nuestro agradecimiento y nuestras más sinceras felicitaciones, no a nuestros amigos Carmen y César, sino a los fabulosos directores de esta pequeña joya documental.

Ver «Concejo abierto»

Que viene el Awakening

A lo mejor alguien no se ha enterado todavía: los mayas hicieron no sé qué y el 21 de diciembre hay que agarrarse los machos. O algo así.

Muchas son las doctrinas que se adhieren a este pronóstico maya, que al parecer habla de un cambio brusco en 2012; cambio que unos han interpretado como el Apocalipsis puro y duro (se acabó lo que se daba) y que otros han visto como un «despertar» o, en su versión inglesa, un «Awakening». Todo va a ser diferente, dicen que dicen los mayas.

La cosa ha servido como excusa a feligreses de toda tribu para refrescar sus rituales más rocambolescos. Desde el «Señora, que vienen los marcianos» hasta el «¿Dónde guardaste la cartilla de los ahorros, Manolo?, que te me has muerto y ya no vienes ni a cenar», los médiums y los ufólogos tienen nicho de mercado.

Pero, oportunistas aparte, esta amenaza de «awakening» ha facilitado también que estudiosos de perfil serio hayan encontrado el terreno no sólo abonado para la investigación, sino sobre todo para la divulgación de un cierto tipo de sabiduría ancestral que al parecer nos había sido vedada y que ahora se echa en falta para explicar no sé qué relacionado con el Bosón de Higgs. O algo así. El caso es que los científicos ahora necesitan a Dios.

Energía

O llamémoslo «energía», una palabra con la que parece que nos sentimos más cómodos. La energía «permite que tengas luz, agua caliente, y que no pases frío ni calor en casa, en el colegio…» Así que la energía es algo chachi.

Como se sabe, la energía «no se crea y tampoco se destruye, sino que se transforma«, y además la propia materia es energía en un cierto estado (de superconcentración Fairy), por lo que podemos concluir que nosotros mismos somos energía en plena transformación.

Y esta afirmación debería bastar para que dirigiéramos la mirada hacia nuestro interior y nos viéramos como una bombilla gigante (eso creo que los mayas no lo decían) que necesita ser alimentada por múltiples vías. La comida, el reposo, el juego, la meditación, el deporte. Son actividades que alimentan nuestra longitud de onda. Como tantas otras. Y nos hacen brillar. Y nosotros, al brillar, alimentamos a otros en este flujo de perpetua recarga mutua. Nuestra bombilla luce gracias a las ovejitas que despellejamos, descuartizamos, y asamos a fuego lento, para Navidad. Sí, también.

Canalizando

Y los científicos buscan esos canales por los que la energía se transforma, se propaga, se comparte y arrebata, y la verdad es que descubren cosas interesantes. Como por ejemplo que la energía está íntimamente unida a las distintas emociones de la persona. Y que con esas emociones podemos cambiar el mundo, en tanto en cuanto intervenimos en el gran flujo energético que nos une a todos.

Practicando la canalización consciente de energía, según parece, se vive mejor. De hecho, se puede sanar a otros, o incluso tener telepatía con ellos, y también crear tormentas cuando se te ponen los ojos en blanco, y doblar metales con la mente… Y tener garras de Adamantium…. Ah, eso no, que era de otra película. Bueno, pero canalizando se vive mejor.

Visualización

Y así llegamos al documental de la famosa ex-modelo, maltratada en su infancia, que ahora se ha convertido en una de las autoras de mayor éxito en el gremio de la autoayuda: Louise L. Hay. Dice esta señora que debemos visualizar el mundo (y a nosotros mismos) como quisiéramos que fuera y así contribuiremos a convertirlo en eso. Porque la energía, basada en nuestras emociones, se ocupará de imbricarnos en la dimensión correspondiente, de entre esas infinitas que los científicos dicen que hay.

Suena también rocambolesco, qué duda cabe, sobre todo a la luz de una mente consumista que quisiera tener millones de euros y que no los tiene y que por mucho que se concentre nada; pero tras el tamiz de la incredulidad condescendiente, después de la mofa ridiculizante, queda el deseo de que eso sea verdad. Y también la sospecha de que algo de eso hay.

Mundo bombilla

Así que el mundo se convierte en un mar energético, en un pulpo luminiscente, en una red de bombillas navideñas que si se funde una se apagan muchas. Y uno quiere brillar y hacer brillar, con fuerza, para siempre. Y llegar lejos en el camino de la luz.

Y la Muerte

Es ese estado de dispersión. La energía se pierde por los cuerpos, se transforma, y volvemos a ser lo que éramos antes de nacer: una nada energética, unida a todo, sí, pero sin el álbum de cromos guardado en el trastero. Somos -muertos- fuerza a disposición del apasionado que, en su éxtasis lascivo, crea vida.

Y la meditación

Se convierte en un modo de recordar nuestra mismidad, nuestra nada energética, nuestra condición de bombillas. Si lucimos mucho, ya sea en el eje del tiempo, ya sea en el de la intensidad, nos apagamos. Y si -extáticos ya- despreciamos nuestro chasis material, si nos convertimos en pura luz trascendente, es que nuestro cuerpo ha muerto. Por lo que conviene acercarse a la luz, atraerla hacia uno mismo (porque es bueno: nos recarga, nos recompensa), pero no irse del todo, no dejarse llevar por completo hacia ese estado imperecedero, porque para «imperecer», para ser luz, primero hay que desprenderse de la materia, hay que perecer.

Por todo lo anterior, y como dice Nacho Vegas, «entre el dolor y la nada, elegí el dolor».

Y el famoso awakening, si va a traer felicidad para todos, que venga. Pero si va a convertirnos en un reflejo perdido de todo lo que una vez sentimos, en un destello que se olvida, que se quede en mito maya, la verdad.

Dejamos aquí algunos vídeos que pueden resultar de interés. La documentación al respecto es abundante (y heterogénea). Y es que, no en vano, ésta -la «New Age»- es la religión mayoritaria en nuestro floreciente siglo XXI.

 

50 Festival de Cine de Gijón

Esta semana arranca la quincuagésima edición del Festival Internacional de Cine de Gijón. A pesar de los recientes cambios de directiva y de los impíos recortes presupuestarios, el Festival se mantiene -en éstas, ya sus bodas de oro- como una apuesta por la experimentación en narrativas y temáticas, un foro en el que el cine de autor no sólo tiene cabida, sino que se convierte en protagonista.

Amparados en esa máxima que dice que «toda ficción tiene algo de realidad y toda realidad tiene algo de ficción», los programadores del Festival insisten en no hacer distinción entre documentales y otras películas. De hecho, los documentales se cuelan habitualmente en su «sección oficial», compitiendo así con las demás películas por un mismo premio.

Las biografías de los directores seleccionados suelen ser -por otra parte y cuanto menos- singulares. En general, sus obras se erigen como una proyección de sus vidas, tormentosas a menudo, imbricadas además en momentos históricos y lugares que los convierten en lo que son, que les dotan de identidad. Así, por ejemplo, encontramos a la directora Hiam Abbass, palestina, con una película sobre los palestinos en Israel («Inheritance»); a Aida Begic, nacida en Sarajevo, con la película «Niños de Sarajevo»; o a Jung, con un documental animado sobre su propia adopción en Bélgica («Approved for adoption»). Los ejemplos son numerosos.

Desde esta perspectiva, los programadores ofrecen al mundo una mirada del mundo, con historias contadas por voces que se cruzan y de múltiples maneras, desde el dibujo hasta la fotografía, pasando por la novela o el cuento.

Os dejamos una entrevista a Isaac del Rivero, fundador del Festival.

Festival Internacional de Cine de Gijón – Del 16 al 24 de noviembre de 2012.

Programa

Serrat sin Serrat

Vivo como está (y esperemos que por muchos años), Serrat no aparece en ningún momento del documental, de no ser por las viejas fotos y grabaciones que sus hermanos cubanos han conservado y que con tanta fruición muestran. Sus canciones, sin embargo, su obra, son, en sí, el propio documental. Y la perspectiva, claro.

Cuba

Cuba le quiere, Cuba admira a Serrat, y eso es mucho decir. Porque Cuba es una potencia cultural de primer orden; porque la música cubana -tanto en letras como en sones- es Grande. Porque que Cuba cante a Serrat es un símbolo cargado de Historia y de respeto por el Arte, es un icono de lo trascendente, lo esencial, de la prístina desnudez del pobre poeta iluminado, en comunión con el espíritu del público. Es mucho decir.

Y en «Cuba le canta a Serrat» (Joan Minguell, 2005) aparecen nada menos que el Nat King Cole cubano, Ibrahím Ferrer, y las ya leyendas Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Cantando a Serrat.

Serrat y la palabra

En verso. Sin despreciar las orquestaciones, las canciones de Serrat son poemas. De ahí que en su día tuviera tantos problemas, cuando la palabra no valía tan poco como hoy; cuando cantar en catalán, o decir que no reconocía Gobierno español más allá del de la Segunda República, costaba el exilio y la condena al ostracismo.

Y el documental

Está bien. Es sencillo, como una guitarra. Y contiene la compleja belleza del último medio siglo.

Aunque casi da pena… Porque -inevitablemente siempre pasa- la gente muere. Y cuando uno ve a otros hablar de Serrat, cuando uno ve grabaciones antiguas y fotos de Serrat, cuando uno escucha canciones que ya sabía, de Serrat, pero ahora en boca de otros, uno siente esa losa que es la ausencia. Y desea con todas sus fuerzas -«a dentelladas secas y calientes»- que la Parca esta vez se equivoque y que nunca asistamos a ese levante otoñal, a ese entierro sin duelo; a ese temido y eterno Serrat sin Serrat.